domingo, 18 de noviembre de 2012

MACRI Y EL SUBTE, OPINION DE M. WAINFELD.

El subte en movimiento: El jefe de Gobierno, Mauricio Macri, anunció que la Ciudad Autónoma se hará cargo del servicio de subtes. Se había comprometido en enero, por acta firmada que no fue evocada por él ni por los medios dominantes que lo ansían presidente. Las instituciones, los pactos, pueden olvidarse en favor de los alineamientos políticos, hasta los republicanos excelsos lo hacen.

El cambio llega tarde pero podría ser beneficioso para la masa de pasajeros, que comprende muchos habitantes del conurbano bonaerense. El “no lugar” en que había quedado la gestión de ese transporte produjo consecuencias indeseables para usuarios y trabajadores de la actividad. Para Macri la jugada es un reto peliagudo, una oportunidad, quizá una necesidad. Seguramente pensó en mejorar su imagen como realizador para posicionarse de cara a las elecciones presidenciales. Ni sus panegiristas más enfáticos pueden mostrar un hecho (uno solito) que lo destaque como gobernante. Su blasón es mostrarse como antagonista, seguramente sus estrategas advirtieron que no es bastante para relucir entre el batallón de dirigentes opositores que transitan el mismo carril.

El gobierno porteño fue avaro en precisiones. No se sabe si aumentará el pasaje y en su caso, cuánto y cuándo. Anunció que tal vez estatice y, acaso, no lo haga. Expresó que todos esos porvenires son posibles, relato muy borgeano pero nada explícito. Algunas de esas novedades, por así llamarlas, se transmitieron por Twitter. El cronista no sabe si ésa es una prueba del avance de las redes sociales en la esfera democrática o un rebusque de funcionarios para retacear información y ahorrar repreguntas.

El macrismo le pidió a la oposición distrital apoyo al respectivo proyecto de ley cuyo texto se ignora. Así ofertado, es un reclamo de cheque en blanco que no tiene pinta de prosperar. De cualquier modo, es verosímil que el PRO logre los votos que le faltan en la Legislatura. Y que deba jugar el juego que menos sabe y menos le gusta: hacerse cargo de lo duro que es administrar, de lo rebeldes que son los sindicatos, de cuán parásitos son los concesionarios, de cuán chinchudos los pasajeros cuando los dejan a gamba...

Tal vez, imagina el cronista con módico optimismo, la lógica de la contienda democrática compelió bastante a Macri. La competencia, las demandas de una sociedad vivaz y plural limitan y constriñen a todos los jugadores del sistema. Ese enunciado vale aun para los que construyeron mayorías electorales generosas como Macri en su distrito o Cristina Kirchner en el espacio nacional. Esa dialéctica, que en otra cancha traba hoy día la posibilidad de una reforma constitucional, es una característica de un sistema político vivaz, participativo que no se reconoce ni se saluda bastante.

GB

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