miércoles, 28 de noviembre de 2012

CLARIN, MOYANO, MACRI, FIN DE CICLO? OPINION

Un clima de fin de ciclo
El paro de Moyano, el fallo de Griesa a favor de los buitres y un planteo de Clarín que desafía la cordura.

Por Hernan Dearriba

De buenas a primeras pareciera que la Argentina se asomó al abismo. Masivo cacerolazo, paro general y amenaza de default, todo junto en sólo quince días. Tres ingredientes que hacen temblar al más pintado. Tibiamente algunos empezaron a hablar de un clima de fin de ciclo. El problema es que en la Argentina hace rato que las cosas no son lo que parecen.

Este cronista no es un amante de las teorías conspirativas, pero entiende que la construcción política en muchos casos requiere de esos instrumentos cuando se carece del respaldo popular, aunque conviene evitar la simplificación para cuestiones que abundan en matices.

El paro fue amplio. Las consignas convocantes encuentran respaldo entre un sector creciente de los trabajadores que ven afectados sus salarios por el Impuesto a las Ganancias. No hay discusión posible sobre la legalidad de la medida que está contemplada en la Constitución Nacional. Sin embargo, fue uno de los paros más raros de los que se tenga memoria.

Se desafía a los lectores a encontrar en los anales de la historia argentina un paro nacional que cuente con el respaldo de la Sociedad Rural Argentina, la expresión más tradicional del establishment local que suele mostrar las posiciones más antipopulares que puedan encontrarse en el país. Pues la Rural emitió un comunicado respaldando la medida. Pero tenga mano tallador que ahí no termina el asunto.

El PRO es la única expresión partidaria que refleja en sus propuestas sin tapujos su pertenencia a la derecha argentina. Mauricio Macri, su líder indiscutido, rompió una coherencia de años (una de las pocas que podía mostrar) y respaldó el paro que protagonizaron la CGT de Hugo Moyano y la CTA de Pablo Micheli.

Eso no quiere decir que ninguno de los dirigentes que integran esos espacios gremiales sean representantes de la derecha. Pero está claro que la medida fue celebrada por los sectores que están más lejos de los trabajadores. Como todo paro, tuvo condimentos políticos. En 2009 el gobierno tampoco ajustó el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, pero la mayoría de los gremios que protestaron el martes no salieron a la calle en aquella oportunidad. En el medio, se produjo la ruptura política del camionero con el oficialismo.

El paro fue efectivo en la Capital Federal producto de los piquetes en los accesos. La actividad fabril no se vio resentida más que en el transporte de insumos o productos y el consumo de energía anotó un incremento del 10% respecto del día anterior.

No parece válida la simplificación entre piquetes buenos y piquetes malos, pero ese cambio profundo en la metodología de protesta hace imposible conocer con certeza cuál fue el nivel de acatamiento. De todos modos, algunas señales sirven para entender lo que pasó: la CTA tuvo que levantar su movilización a la Plaza de Mayo alegando diferencias internas y Moyano nunca aceptó movilizarse. Los piquetes estaban, además, nutridos por organizaciones sociales fogueadas en los cortes.

La disputa se plantea en varios frentes. Once años después del cataclismo se volvió a instalar la sombra del default. Hubo algunas voces que cargaron la responsabilidad sobre el gobierno por el fallo del juez de Nueva York Thomas Griesa que favoreció a los fondos buitres.

El magistrado no sólo afirmó que la legislación aprobada por el Parlamento argentino que limita la negociación con los buitres es ilegal, sino que fundamentó buena parte de su fallo en declaraciones políticas efectuadas por la presidenta Cristina Fernández y el ministro de Economía, Hernán Lorenzino. Otra vez surgió entonces la cantilena del atril.

Griesa no se pelea solo con la Argentina sino contra cualquier posibilidad que tengan los países soberanos de efectuar una reestructuración de su deuda cuando el peso de los pasivos amenace la posibilidad de supervivencia de sus pueblos. Ese escenario no es ya un tema de la periferia. A las puertas de una reestructuración está Grecia, pero también otras naciones europeas como Portugal y España.

Detrás de la movida está la peor expresión del establishment financiero que no se resigna. Hace pocos días Ecuador aprobó una ley para impedir que bancos extranjeros puedan embargar propiedades de ciudadanos ecuatorianos en el país. Eso porque los bancos españoles, no contentos con dejar en la calle a los deudores y mantener la deuda intacta, buscan seguir cobrando afuera de las fronteras españolas lo que ya no se les debe.

¿Si el fallo de Griesa prospera quién se atreverá a aceptar una reestructuración de la deuda con quita si tiene el antecedente de que en la justicia encontrará el 100 por ciento? ¿Si la sentencia queda firme, todos los bonistas que aceptaron el canje argentino pedirán cobrar los 75 centavos por dólar que antes cedieron? La medida es inaplicable. Argentina ofreció en dos oportunidades la reestructuración que aceptó el 93% de los tenedores de deuda. Eso hace la posición de los buitres insostenible para todos menos para Griesa. La reacción mayoritaria de los referentes de la oposición fue de cuestionamiento hacia el fallo. El Estado argentino no debe negociar con quien no tiene vocación de hacerlo.

El gigante de la política argentina que es el peronismo comienza lentamente a despertarse. Hay algunos que están más apurados que otros y ese apuro es inversamente proporcional a las potencialidades de cada uno. Está claro que, al menos por ahora, el aire cambió. Daniel Scioli protagonizó esta semana su segundo acto masivo en tono de candidato y en otras tantas ocasiones se mostró junto a la presidenta Cristina Fernández. No hubo reproches para el bonaerense, más allá de algunos cuestionamientos casi de forma, desde el kirchnerismo.

Scioli plantó bandera, se presentó como la continuidad con cambios y reafirmó su fe kirchnerista con elogios a la presidenta. En el principal distrito electoral lentamente empieza a cocerse el caldo de las listas. El gobernador dejó también un mensaje para quienes lo presionan para que se rompa con la presidenta. "Yo me peleo con quien me tengo que pelear", dijo en La Plata. Quedan todavía tres años de gobierno, pero hay algunos sectores que están desesperados por instalar ese clima de fin de ciclo.

El gobierno pasó, no sin costos, dos de las tres fechas complejas que esperaba antes de fin de año. El 8N y el paro nacional de la CGT de Moyano. La tercera es el 7 de diciembre, cuando aspira a poner en marcha definitivamente la Ley de Medios de la democracia.

El Grupo Clarín gastó esta semana dos de sus últimos cartuchos. Primero planteó ante la Corte Suprema una ampliación de la cautelar que impide la aplicación del artículo 161 de la Ley de Medios, argumentando que es víctima de la denegación de Justicia. En el oficialismo argumentan que la presentación está condenada al fracaso, tanto por la forma como por el fondo del escrito.

Pero fue más allá, y en una medida sin precedentes y de extrema gravedad, denunció penalmente a un grupo de periodistas y funcionarios por incitación a la violencia y coacción agravada.

La empresa de medios que sustenta sus reclamos económicos detrás de la defensa de la libertad de expresión busca llevar tras las rejas a los periodistas Roberto Caballero y Sandra Russo y al relator de Fútbol Para Todos Javier Vicente.

El delito es pensar distinto y decirlo públicamente. Semejante despropósito sólo puede leerse como un verdadero fin de ciclo.

Tiempo Argentino
GB

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