"Hasta el cielo lloró de alegría"
Hace 32 volvía a su Patria el General Perón. Cientos de miles de argentinos se dirigieron a Ezeiza a recibirlo. La dictadura militar había desplegado un impresionante dispositivo de seguridad formado por 35.000 hombres con toda clase de armamentos, desde gases lacrimógenos a tanques franceses AMX - 13.
La lluvia caía torrencialmente desde horas muy tempranas. El puente 12 de la autopista Richieri, ubicado entre Ciudad Evita (que la Libertadora había rebautizado Ciudad Gral. Belgrano) y la Escuela de Gendarmería, estaba ocupado por blindados y policías que arrojaban gases sobre la multitud. Como un río que busca seguir su curso cuando se le coloca un obstáculo, la cresta
de la ola popular se dirigió a la Escuela Guemes. Los jóvenes cadetes debieron replegarse ante sus compatriotas que derribaron los alambrados y postes del cerco perimetral pues solo disponían de fusiles FAL y ametralladoras y para detenerlos debían producir un masacre. El río humano atravesó el predio de la escuela derribó nuevamente el cerco y comenzó a transitar a campo traviesa. Se cruzó dos veces el cauce del río Matanza.
En un sector canalizado y profundo, los jóvenes formaban cordones humanos uniendo amabas orillas con sus cuerpos, tomándose de la manos, para que puedan pasar hombres y mujeres de toda edad y condición. Las dificultades de la travesía iban raleando la columna, cuando su vanguardia avistaba los edificios del Aeropuerto.
La aparición del avión, tanta veces esperado y
soñado por millones de argentinos, hizo brotar como un grito de entusiasmo el nombre tanta veces coreado como consigna de combate en los años precedentes: "¡Perón!¡!Perón!". La marcha se transformó en carrera que a través raudamente un bosquecillo de pinos para toparse con una apretada fila de blindados de transporte de tropas (tipo M -113) que fueron rápidamente
rodeados por decenas de manifestantes que coreaban:"Argentina!¡Argentina!" y "Soldado, Soldado, el pueblo es tu hermano!". Luego de unos instantes de indefinición los vehículos retrocedieron al otro lado de la ruta y de golpe avanzaron raudamente hacia la multitud que se desbandó buscando el refugio de los árboles, mientras llovían gases lacrimógenas disparadas por tanquetas
policiales seguramente convocadas como refuerzo. Un último intento de un puñado de persistentes por eludir el cerco cruzando un espeso bosque de eucaliptos fue detenido por la presencia amenazante de un tanque AMX - 13 que disparó, por sobre sus cabezas, la ametralladora ubicada en la torreta provocando la caída de ramas y hojas desgajadas por los proyectiles (algunos
de los cuales fueron recogidos por participantes de ese intento). Agotados, empapados e imposibilitados de seguir avanzando se aceptó la oferta de la policía, propagada por altavoces, de retornar a la ruta a condición de marchar en dirección inversa al Aeropuerto.
La multitud nuevamente parecía un río, pero esta vez había encontrado un obstáculo que no podía superar. La tripulación de los tanques apostados al costado de la ruta era saludada por la gente al grito de "Aqui están, estos son, los soldados de Perón", lo que era respondido por saludos con la manos en alto con la V de la victoria de parte de soldados, suboficiales y oficiales. Incluso algunos saltaban arriba de los tanques al compás de los estribillos de los manifestantes.
Ya cerca del Puente 12 se observó a un grupo de civiles que eran mantenidos en posición de cuerpo a tierra y con las manos en la nuca por un pelotón de infantería de marina. Al ver esto la multitud empezó a bajar por el terraplén de la autopista al futbolero grito de "¡Que los larguen! ¡Que los larguen!". Un joven oficial naval (teniente de corbeta o fragata) con una pistola automática en la mano pretendía detener la avalancha humana
amenazando abrir fuego.
Los infantes con la bayoneta calada en los FAL retrocedían asustados y apuntando a la multitud. En un instante de lucidez, el oficial comprendió que lo único que quería la gente era la libertad de sus presos y al mejor estilo castrense les ordenó "¡Personal civil, levantarse, fuera de aquí carrera march!". La reacción de la multitud fue totalmente sorprendente, como impulsados por una sola voluntad, cientos de brazos se apoderaron de los infantes y su asombrado jefe y luego de
abrazarlos y besarlos, los levantaron en andas al grito de "!Argentina, Argentina¡" y "Aquí están estos son, los soldados de Perón!".
La lluvia comenzaba amainar, algún rayo de sol se asomaba entre las espesas nubes. Al día siguiente el diario Crónica tituló la cobertura fotográfica desplegada en sus paginas centrales: "Hasta el cielo lloró de alegría".
[Testimonio de Juan María Escobar]
GB
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