lunes, 30 de marzo de 2015

Genocidio Armenio: el comienzo de la barbarie organizada

Ignorado y ocultado por años, hace un siglo un 1,5 millón armenios eran asesinados por el Imperio Otomano. Hitler llegó a decir en 1939: “¿Quién se acuerda hoy del exterminio de los armenios?”, como anuncio de sus crímenes. AGENCIA PACO URONDO entrevistó a referentes de la comunidad armenia en Argentina. Un recuerdo que hoy refuerza los ideales de Memoria, Verdad y Justicia.
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Los enigmas del futuro Por Jorge Muracciole

A sólo siete meses de las trascendentales elecciones de octubre: de la profundización del modelo al peligro restaurador.

Día a día el clima preelectoral atraviesa con mayor incidencia el interior de las distintas fuerzas políticas en la República Argentina. Más allá de la puja de los múltiples candidatos para las PASO, la novedad de las últimas semanas fue la consolidación de un bloque opositor conformado por el PRO y la incorporación al espacio de centroderecha, de las huestes del radicalismo, decisión adoptada en votación dividida por la Convención de la UCR de la última quincena en la ciudad de Paraná. Con esta histórica decisión, el antiguo sueño de los popes de la prensa opositora, que emergió durante la crisis de las retenciones móviles del otoño de 2008, se hace realidad.

Al confluir en una misma fuerza opositora dos espacios históricamente diferenciados. La Unión Cívica Radical incorporada a la internacional socialdemócrata desde la gestión de Raúl Alfonsín y el espacio del aggiornado conservadurismo neoliberal, heredero de los postulados económicos del menemato, hoy liderado por el otrora exitoso dirigente deportivo el ingeniero –en retiro efectivo– Mauricio Macri. Se ha alterado el tablero opositor, al afectar con la nueva alianza las potencialidades electorales de la tercera pata opositora la disidencia peronista representada por el massismo. Ante tamaña novedad, polarización será el escenario inevitable de un año electoral donde se tendrá que debatir, con el común de la ciudadanía, los dos proyectos de país que competirán en las urnas. Cualquiera de los candidatos del Frente para la Victoria para las PASO que logre vencer en las internas tiene una sola opción: la profundización del proyecto iniciado en el otoño de 2003. Aunque algunos de los candidatos afirman ser tan sólo la continuidad del modelo. Trataremos de desarrollar en las próximas líneas por qué se torna imposible la continuidad del actual proyecto sin un profundización que permita la gobernabilidad.

Pensar que es posible ser consecuente con la políticas de inclusión desarrolladas en más de una década, y mantener y avanzar en el juzgamiento de todos los responsable implicados en el terrorismo de de Estado, tanto en su entramado civil como el de las fuerzas represivas; continuar con la alianza estratégica de la Unasur, y la CELAC, en la consolidación de un bloque regional capaz de garantizar la soberanía de nuestros países en relación con la política imperial de Estados Unidos de Norteamérica. O avanzar en la gran batalla pendiente contra la desigualdad aún existente, sin confrontar con los sectores financieros y los poderosos de siempre, será un grave error que seguramente pondrá en peligro los logros e hipotecará el futuro de la inmensa mayoría que vive de su trabajo. Por tal razón, no será menor la decisión que el partido gobernante y sus aliados deberán asumir en las PASO. El dirigente político que se haga cargo de las tareas pendientes del Frente para la Victoria, en un supuesto nuevo mandato, para intentar llevar adelante sus objetivos estratégicos sin claudicaciones, deberá resolver correctamente tres cuestiones diferenciadas pero intrínsecamente interrelacionadas. Continuar y mejorar en lo atinente a una efeciente gestión, que vaya resolviendo problemas heredados en materia de salud, déficit habitacional, calidad educativa y mejoramiento de las condiciones de trabajo de más de un 35% de trabajadores precarizados, mejorando su poder adquisitivo y su estatus convencional con igualdad de derechos con los demás asalariados insertos en la formalidad laboral. Para poder garantizar esos objetivos se torna imprescindible potenciar la organización democrática de la sociedad, con un salto en el crecimiento organizativo en el ámbito territorial de las barriadas y en la creciente incorporanción en el mundo del trabajo de cientos de miles de jóvenes trabajadores que en su lugar de producción no pueden hacer real sus derechos democráticos de organización. Debatir un nuevo modelo sindical acorde con los desafíos por venir, que sepa articular lo mejor de la historia del sindicalismo con las nuevas camadas de trabajadores que aporten su nueva impronta al devenir gremial, será otra de las garantías para impedir los potenciales boicots y las maniobras de desabastecimiento o especulación que puedan afectar el poder adquisitivo de la inmensa mayoría de la población.

Por su parte, la derecha con su nuevo liderazgo tendrá dos opciones para seducir a su potencial electorado, intentar disimular sus planes de gobierno en lo concerniente a los recortes presupuestarios, minimizando sus inevitables efectos sobre el universo de conquistas recuperadas en los últimos años por los gobiernos kirchneristas. Evitando aclarar los pormenores del plan devaluador y sus efectos en el poder adquisitivo de los asalariados.

Medidas que afectaran el círculo virtuoso de producción, consumo, inversión propio de la batería de políticas neokeynesianas implementadas por los sucesivos gobiernos del Frente para la Victoria. Esta actitud no es novedosa en la historia electoral de la República, hay quien dijo alguna vez que "si decía lo que pensaba hacer en su gobierno no hubiera ganado las elecciones". La otra alternativa, la más sincera, será apoyarse en su electorado puro y duro en términos ideológicos, y sostener sin complejos que, para lograr el país de los sueños de los sectores más concentrados de la economía, se tendrá que desandar muchas de las medidas adoptadas por el "monstruo populista", que gobernó los últimos 12 años.

Quedan aún siete meses para las elecciones de octubre. Lo más provechoso para el futuro de nuestra sociedad sin exclusiones es que las fuerzas políticas desarrollen un debate profundo y pormenorizado, no sólo del país que pretenden, sino de las políticas necesarias para lograrlo.

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Debate sobre el debate Por Miguel Russo. Miradas al Sur

La pregunta, indudable, luego del foro Emancipación e Igualdad celebrado en el porteño Teatro Cervantes los días 12, 13 y 14 de marzo, es cómo repercute en la sociedad. Unos días antes de comenzar ese evento, desde este semanario se le preguntó a dos de los intelectuales argentinos que participaban en el Foro, cuánto tardaba un debate intelectual en hacerse carne popularmente y cuánto un debate popular en hacerse carne en los intelectuales. Para Horacio González, el encuentro era fundamental porque podría “ser el ámbito del surgimiento de una nueva izquierda universal popular, con las particularidades de cada país: en el nuestro, los rasgos nacional-populares renovados con nuevas perspectivas de análisis y nuevos vocabularios políticos”. Para Jorge Alemán, era “la gran pregunta”, y se atrevía a decir que “esta significación no sería posible sin la trama simbólica que la experiencia kirchnerista posibilitó. Si se hiciera en otro lugar, tendría otro sentido. El kirchnerismo rebasó muchas de las categorías políticas que hacían inteligible a la Argentina, y le otorga un contexto extraordinario a este Encuentro”.

Claro que, una vez realizado, aparecieron las voces disonantes. Atilio Borón criticó lo que analizó como significativas ausencias: “Los intelectuales de izquierda, socialistas o marxistas de la Argentina no fueron invitados a participar en los debates. Unos pocos, muy pocos, fueron distinguidos con una invitación para concurrir al local en donde se desarrollaban las actividades y así poder escuchar a los ponentes, pero nada más”. Y cargó, además, contra la supuesta liviandad del Manifiesto final de los intelectuales participantes: “Plasmaron un etéreo documento –al estilo de los que a lo largo de estos años produjeran los intelectuales kirchneristas de Carta Abierta– más apto para suscitar ardorosos debates en un seminario doctoral sobre las novedades de la escena política contemporánea o el papel del ‘giro lingüístico’ en la teoría política, que para suministrar instrumentos de análisis para la elaboración de la estrategia y táctica de las fuerzas sociales que luchan contra el holocausto neoliberal y la recargada agresividad del imperialismo norteamericano. Estos silencios y el refugio en una nebulosa conceptual de un documento con las características concientizadoras y movilizadoras que debe tener un Manifiesto (y no está demás recordar aquí la pasión por el ‘aquí y ahora’ del Manifiesto Comunista) conspira contra su eficacia como un instrumento de lucha en la batalla de ideas y en la disputa por el poder”. Por su parte, José Steinsleger se despachó a gusto contra esa argumentación y, de paso, contra los devenires de la izquierda vernácula que reclamaba Borón: “En el siglo pasado, la mesa de las izquierdas latinoamericanas tuvo cuatro patas: la idealista (que imaginó el socialismo brotando naturalmente del capitalismo), la realista (que aupó burocracias políticas increíbles con pretextos ideológicos creíbles), la heroica (que cayó en el precipicio) y la que, interpelando a sus compañeras, cruzó el Rubicón del nuevo siglo. La primera fracasó por ilusa, la segunda por antidemocrática, la tercera por arrogante y la cuarta se pregunta hoy hasta dónde es razonable seguir divagando en los ‘qué hacer’, cuando los pueblos apenas pueden resolver las cosas diarias del hacer”.

Bienvenidas sean las disonancias: una muestra palmaria de que el Foro suscitó, de alguna manera, las controversias esperadas. Pero la cuestión es que, luego de escuchadas y analizadas las ponencias de la veintena de intelectuales invitados –entre ellos, algunos argentinos que jamás renegaron del marxismo para analizar la realidad: los mencionados Horacio González y Jorge Alemán, Ricardo Forster, Axel Kicillof–, la controversia aportada por Borón y Steinsleger muestra dos formas de manifestarse desde el discurso único del cual los dos reniegan. Atilio Borón lo hace desde la irrevocabilidad del marxismo para descular los entresijos de la cosa sociopolítica; José Steinsleger, defenestrando al marxismo como causa fundacional y fundamental de todo descalabro originado y por originarse en el país, en la región y, cómo no, en el planeta todo.

Quizá la respuesta más acertada a aquella pregunta inicial de todo este debate esté en la presencia de miles de personas que, frente al plasma gigantesco ubicado en Plaza Lavalle (frente al Teatro Cervantes donde se desarrollaba el encuentro), siguieron atentamente las ponencias de todos y cada uno de los disertantes. Fue esa participación (imposible décadas atrás de este 2015, impensada hasta el día anterior a ese inaugural 12 de marzo) la que mostró que algo está cambiando y que algo cambió indefectiblemente en la sociedad. ¿En toda? No, seguro, en una parte. Una parte de la sociedad que se puede señalar de distinta forma –pequeña, escasa, trascendente, multitudinaria– según el cristal con que se mire. Pero parte al fin. Y parte de un país que acostumbraba reunirse frente a un plasma en las plazas sólo si se trataba de un partido de fútbol. 
Quizás algo de lo referido a la importancia de las plazas por parte de Álvaro García Linera –otro marxista, por las dudas– en su discurso en el encuentro hizo la diferencia.

29/03/15 Miradas al Sur

Ciudad de pobres gobernantes La astucia de la corrupción PRO Por Felipe Deslarmes

Allí donde hay una necesidad… hay un negocio”, es la frase adjudicada al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, y su tropa lo sigue a rajatabla. Esta semana, la Cámara Federal porteña reabrió una causa contra el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta (el candidato de Macri para su sucesión), en la que es investigado por usar dinero de un fondo público para cancelar deudas de una fundación. La acusación es de 1998, cuando era funcionario del gobierno de Carlos Menem como titular del Fondo Nacional de Capital Social (Foncap), fundación creada por Decreto 675/97 para facilitar el desarrollo del sector de la microempresa a nivel nacional y donde su titular manejaba un presupuesto de 40 millones de dólares, aporte directo del Estado nacional. 
La causa 17.667/04, iniciada por la Oficina Anticorrupción en diciembre de 2004 señala que, desde allí, un préstamo de más de un millón de dólares que tenía como destino promover a la pequeña empresa fue utilizado para cancelar deudas de la fundación con el sistema financiero.

Obligaciones del jefe de Gabinete porteño y algunas dificultades que habrán encontrado hacen que el precandidato no pudiera ir a declarar, desde noviembre de 2005, cuando fue llamado a prestar declaración indagatoria como acusado. Y eso sigue pendiente. 

Otra denuncia que revela movimientos oscuros del hombre amarillo es la denuncia por sobrecostos en la remodelación del Centro de Gestión y Participación (CGP) 13, de Cabildo 3067. Los CGP dependen de la Jefatura de Gabinete y, en 2010, Javier Bassi, entonces director del CGP que agrupa los trámites de Belgrano, Núñez y Colegiales, había elaborado un presupuesto para su remodelación de 13 millones de pesos. La denuncia que Larreta habría pedido a Bassi era que aprobara un nuevo presupuesto, esta vez de 43 millones; algo que Bassi habría refutado y que le costó la renuncia. Pusieron entonces al frente de esa unidad de gestión a Gustavo Javier Acevedo (hombre de confianza de Digo Santilli), y se obtuvo la firma que se sumó a la de Gladys González, de la Subsecretaria de Atención Ciudadana, y a la de Rodríguez Larreta. El CV de Acevedo lo muestra como un tipo afortunado que cobra dos sueldos del Estado porteño y que había logrado evitar su procesamiento cuando una moto BMW de su titularidad fue secuestrada en un procedimiento policial donde se reveló que era utilizada como delivery de cocaína.

Como se sabe, en la unión fraternal que resulta el PRO, lo importante es la familia. Así, la cuñada de “Horacio” (como les gusta referenciar a sus dirigentes), la modelo Julieta Spina, esposa de Augusto Rodríguez Larreta, un ex lobbista del Grupo IRSA que luego integró el gobierno de la Ciudad y ahora se ocupa de la campaña de su hermano. Spina logró adjudicarse contratos en un área del gobierno donde trabajaba y licitaciones en las que fue la única productora que se presentó para ocuparse de los desfiles de moda organizados por el gobierno de la Ciudad en 2011. Y debe ser buena en lo suyo, porque el año pasado este evento le permitió capturar 1.861.000 pesos y este 2015 ganó (de nuevo como única productora presentada) una nueva licitación de 4 millones de pesos. El firmante aprobándolo todo es el ministro Francisco Cabrera. Al área de la cuñada, se transfirieron 3 millones de pesos, destinados al Programa de Intervención Social en Villas.

Tsunami de información. El vértigo con el que ocurren los hechos hace que a veces se olviden declaraciones importantes. En el año 2009, en el programa televisivo Tres poderes, Gabriela Michetti, por entonces vicejefa de gobierno, revelaba que los lunes se reunía la “mesa chica” del PRO y mencionó que “en esos almuerzos se discuten las estrategias de gobierno”. Al enumerar quiénes participaban recordó que ella y Macri se reunían con Rodríguez Larreta y Marcos Peña. “Y a veces están los demás amigos de Mauricio, porque le pasa como me pasa a mí, uno trata de tener un par personas muy amigas que tratan de estar cerca. Como pueden ser Nicolás Caputo como José Torello”. Uno de los periodistas (por fin uno) le hizo notar que incluyó a Nicolás Nicky Caputo, amigo de colegio de Mauricio Macri y empresario de la Construcción, que además es proveedor del gobierno porteño en obras clave, lo cual resultaba al menos poco ético. Michetti titubeó y respondió: “Es asesor, pero no está formalmente como asesor, pero es una persona de mucha cercanía a Mauricio, que además ha generado una muy buena relación con Marcos, con Horacio y con todos nosotros, y que está ahí”.

En todo estás vos. Decidida a embarrarle la cancha en la interna y al mismo tiempo hacer un gesto de despecho y advertencia al líder, Michetti acusó a Rodríguez Larreta de usar fondos del gobierno para su campaña. Algo que era evidente, ya que en puestos del gobierno de la Ciudad junta firmas en favor del jefe de Gabinete porteño y hace aparecer su cara junto a Macri en cuanto cartel de espacio en reparación encuentra en la Ciudad; no con el sello del partido sino con el del gobierno de la Ciudad.

Sin embargo, el modus opernadi refleja la forma “cero ideologizada” de hacer política que tiene el PRO. Vale de muestra que descubrió el legislador Facundo Difilippo, del Partido Social de la Ciudad, en referencia a la arquitecta María Constanza Irene Rivas Godio (Connie para sus partidarios), que había sido candidata del PRO a intendente de Bahía Blanca en 2011, y que entre 2009 y 2013 fue titular del monobloque del macrismo en el Concejo Deliberante. Rivas Godio goza de buenas relaciones interinstitucionales gracias a que su pareja, Orlando Yans, un ex dirigente radical, es también cercano al presidente de Boca Juniors Daniel Angelici. Según reza el Expediente 9.395.722/14, cuando Connie dejó el Consejo se convirtió en proveedora del Estado porteño a través de la Dirección General de Proyectos de Urbanismo, Arquitectura e Infraestructura, que depende del Ministerio de Urbanismo a cargo de Daniel Chaín; logró la Contratación Directa 7.915/14, que le permite cubrir su gastos básicos con 540 mil pesos. Para Difilippo, “queda claro que la intención de esa operación consiste en financiar la campaña del PRO en la provincia con recursos públicos”, ya que consideró que se trataba de hacer un trabajo “que podría hacerse con recursos propios del ministerio de Desarrollo Urbano”. 

Para comprender de qué hablamos cuando hablamos de manejos poco claros, habrá que investigar, entre otras curiosidades, a las empresas que consiguen alternarse en las contrataciones y que aunque con nombres distintos funcionan en la misma dirección, con composiciones societarias similares, como es el caso de Central Media SA, Fio Fio SA, Media Strategy SA y Devicom SA.

Te lo juro. Las declaraciones juradas de los funcionarios del PRO los muestran como gente exitosa, afortunada, altruista, superada, que no ha necesitado hincar el diente en el erario público (¿O sí?). Empresarios ricos con inversiones en propiedades y acciones de compañías nacionales y extranjeras. Macri había revelado a los medios que los había elegido así, adrede, “para garantizar que la función pública sea desinteresada y evitar que sus colaboradores sean presa de la corrupción”. Aunque las declaraciones juradas lo exigen, no revelan la procedencia de sus arcas. Macri, aunque su patrimonio en 2011 había crecido un 84% y sólo en 2013 se expandió un 70%, es de los que se jactan de tener congelado su salario y de donarlo al comedor de Margarita Barrientos. Horacio Rodríguez Larreta parece ser más cuidadoso y en el mismo año superó a su jefe, haciendo crecer su patrimonio en un 104%. Daniel Chain, responsable de la obra pública de la Ciudad y accionista de empresas ligadas a la construcción, ese año incrementó su poder económico en un 53% mientras que Carolina Stanley lo mejoró en un 75%. María Eugenia Vidal y Néstor Grindetti entran en el grupo de los endeudados. Suerte de principiante, antes de convertirse en co-equiper de Macri, Vidal logró un crédito del Banco Ciudad por 300 mil pesos. “Sorprende el monto y la celeridad con que salen los créditos para funcionarios PRO”, remarcaba por entonces el diputado porteño Nuevo Encuentro Gonzalo Ruanota. Curiosamente, tal vez el más perjudicado sea el ministro de Hacienda de la Ciudad cuyo patrimonio profundiza el rojo.

Dar Crédito. Aunque para acceder a uno de los créditos tan promocionados para coprar una bicicleta, el ciudadano común, de a pié, debe presentar una cantidad innumerable de papeles que se interponen entre la publicidad y la realidad; María Eugenia Vidal no es la única afortunada que logró un crédito importante; también Juan Curutchet, vicepresidente del banco logró sacar uno por 607 mil pesos con una taza súper preferencial por ser empleado del banco. El legislador PRO Enzo Pagani logró uno por 347 mil pesos. Y Emilio Lanza, gerente general del banco, hacía mérito para obtener un crédito de su propio banco por 64 mil pesos.

Para muestra. En una nota de opinión publicada en Miradas al Sur, la comunera del Socialismo para la Victoria, Julieta Costa Díaz, recordaba que en mayo de 2014, el jefe de Gobierno Mauricio Macri firmó el Decreto 166/14 para volver a elevar los topes para la contratación directa y la licitación privada, llevando de un millón de pesos a tres millones el monto autorizado para la licitación privada, y de quinientos mil pesos a dos millones para la compra directa, mecanismo por que cual el Estado contrata si autorización de la Legislatura con sólo llamar a tres empresas y eligiendo a la que presenta el presupuesto más bajo. Costa Díaz revelaba que durante 2014, de un total de 97 procesos de compras y contrataciones adjudicados llevados a cabo por esa secretaría, 56 fueron realizados por contratación directa o licitación privada con la única excusa del monto. Y entre los datos a revisar aparece el cruce de dos calles donde se realizarían bajadas de cordón para discapacitados en cada esquina, y la obra se dividió en cuatro (una por cada esquina) para poder concesionar tres de ellas a la misma empresa sin que se exija el filtro de la Legislatura; el doble discurso de la Ciudad Verde para una campaña que tapa de cemento y rejas cuanto espacio con tierra y pasto se encuentra libre, además de el incluir en el presupuesto PRO en Medio Ambiente la compra e instalación de Campanas Verdes para arrojar basura.

Pero el listado de acusaciones no se limita a las cúpulas ni al tiempo de gestión actual, aunque pareciera que esas denuncias fueran cocardas. Así encontramos a Federico Sturzenegger envuelto en una causa que investiga el megacanje de 2001 cuando era secretario de Política Económica de Domingo Cavallo; los lazos con Amadeo Genta, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires (Sutecba), con quien Macri negoció apenas ingresó en la gestión de sus primer mandato a pesar de haber señalado que el gobierno porteño estaba lleno de “noquis”; las denuncias que hizo Aníbal Ibarra respecto de que Macri “tomó deuda para tener dinero en caja y, a pesar del discurso oficial, no fue para obras” y agregó que “no pueden nombrar una sola obra de envergadura que hayan hecho ellos con la deuda que tomaron. El Maldonado, por ejemplo, es una deuda que tomé yo, durante mi gobierno y a pesar de la crisis: se paga a un 1% anual”.

Con una ayudita demis amigos. “Fuimos parte de Unen porque Lilita (Carrió) y Pino (Solanas) nos convocaron para conformar un frente antimafia y anticorrupción –indicaba el legislador Gustavo Vera, dirigente de Bien Común y de la ONG La Alameda–, pero todo se fue convirtiendo en una especie de gran frente antiperonista donde todo lo que estuviera asociado a los k es mafia y todos lo que no son k mean agua bendita”. El final era previsible: luego de la alianza de varios dirigentes de UNEN con el PRO, Vera rompió, en lo que identificó como un Código de Silencio.

29/03/15 Miradas al Sur

 

a justicia de la verdad Por Mario Oporto

Habría que repolitizar el caso Nisman con el propósito de que no se siga frivolizando. Lamentablemente no son los medios de comunicación los únicos encargados de banalizar un asunto grave que tuvo en vilo al país y, en alguna medida, sigue generando un tipo de expectativa mala que tiene por objeto seguir saltando desde la plataforma Nisman para dañar al Gobierno.

Ciertos sectores de la política, los que apuestan todo a la ayuda de los medios opositores para absorber sus ideas corporativas y de ese modo poder tener algo que decir, han hecho del caso un melodrama lamentable. No han reparado en nada para amplificar las repercusiones de la muerte de Nisman, dañando la imagen del país con una cantidad de cuentos policiales en los que sólo podría creer un mal lector del género. Desde que “el Gobierno lo mandó a matar” hasta valorar ciegamente la denuncia incomprensible que Nisman hizo contra la jefa del Estado, no ha habido especulación irracional que no se haya hecho. Lamentablemente, hay grupos de argentinos que dan crédito a esas fantasías. Afortunadamente, esos grupos son de las minorías predispuestas a la agresión y no hacen un país.

En estos dos meses ocurrieron hechos cuya secuencia puede verse con transparencia en cada una de sus unidades: 1) El fiscal Nisman presenta una denuncia oscura e inexplicable contra la Presidenta, recorre los medios incendiarios de la Argentina y acuerda con la oposición más acérrima una exposición de la denuncia en el Congreso, a condición de que sea a puertas cerradas; 2) El oficialismo propone que la exposición sea abierta y televisada para todo el país, es decir que desde el primer momento el Gobierno quiere escuchar a Nisman y, por supuesto, hacerle preguntas; 3) Cuatro días más tarde el fiscal aparece muerto; 4) Los medios reaccionarios y la oposición irresponsable agitan sin ninguna prueba la idea de que a Nisman lo mataron, insinuando o diciendo directamente que por orden del Gobierno; 5) La inconsistente denuncia es la herramienta de la que la oposición y los medios asociados se sirven para darle una nueva forma a su odio ideológico contra el Gobierno, y lo hacen con un propósito explícito: que al país lo gobierne la aristocracia del Poder Judicial. La marcha del 18-F es la cara “popular” de esa maniobra.

Quienes se especializan en insistir que Argentina es un país en el que la necrofilia tiene un valor político –como si hubiera alguno donde no ocurriera lo mismo- deberían agregar a la lista el modo en que las fuerzas conservadoras se reúnen alrededor del fiscal muerto. Son esas fuerzas las que no quieren por nada del mundo que Nisman abandone el escenario que prepararon para él, y a las que no le importa si lo ocupa vivo o muerto.

Lo curioso es que giran alrededor de un vacío porque la denuncia es nada. Si la denuncia hubiera sido consistente estaríamos hablando de un tema de justicia. Al no serlo, el asunto y el golpe que recibió el Gobierno fueron exclusivamente políticos y buscaron el desastre institucional. Lo que queda es la actuación desesperada y cada vez menos efectiva de quienes reducen la política a un régimen de operaciones judiciales y publicidad “republicana”.

Diario Registrado

Perplejidades del progresismo nativo Por Alejandro Horowicz

Con distintas aristas sucede en todo el arco político, aunque se sienta especialmente en el radicalismo y el peronismo.

El progresismo es el intento de resolver sin demasiados enfrentamientos políticos un programa de reformas democráticas; una tendencia que tiene como límite la encuesta y como marco de posibilidad una relativa estabilidad económica; y progresistas son los que creen que si ganaste la elección ejecutaste el programa.

No siempre fue así, hubo progresismo liberal con programa político durante el siglo XIX: separación de la Iglesia del Estado, desregulación económica, libertad de prensa, etc., pero finalmente se convirtió, tras la Segunda Guerra Mundial, en el diluido barniz de una política sosa. Mutó en fórmula vaciada pero también en una forma de hacer y pensar la política, de lavar conciencias, de administrar y, fundamentalmente, de nominar la falta de programa, para terminar siendo la idea favorita de los partidos políticos en la era de su agotamiento. Vale la pena mirarlo de más cerca.

La confluencia de la Unión Cívica Radical con las huestes de Mauricio Macri sinceró la política nacional. La idea alfonsinista de un radicalismo virado hacia la socialdemocracia, tras el proceso de descomposición de UNEN, murió y fue enterrada sin honras fúnebres en el cónclave de Gualeguaychú. Un tercer movimiento histórico podía soñarse en 1985, tres décadas mas tarde, la Juventud Radical ya no existe.

No es preciso retroceder tanto. UNEN al sumar a Elisa Carrió se transformó en un compuesto altamente inestable. O lograba ser la punta de lanza de un acuerdo anti K, o sería arrasado por un reagrupamiento de ese signo. Es decir, competía por primerear con Sergio Massa y el PRO, y terminó quedando en claro que ese intento estaba más allá de sus actuales posibilidades, la Alianza del '98 fue su estertor postrero. Primero Carrió abandonó UNEN y un poco mas tarde Hermes Binner se bajó de su candidatura presidencial. La historia de su renunciamiento forma parte de las páginas "gloriosas" del socialismo de Santa Fe, aunque no haya sido acompañada de ninguna explicación política, ni buena ni mala, sino por la ristra de desaciertos de Binner tras su lastimosa "campaña de 2011", ristra que sólo puede ser superada por las permanentes boutades de la doctora Carrió. Hace mucho que Carrió no juega fichas a algún tipo de cambio que no sea de nombres (¿alguien conoce a una dirigente que haya fundado y fundido más partidos?), por más que el Instituto Hannah Arendt todavía dicte cursos sobre Ghandi y el proceso de liberación en la India. Recién cuando ambos movimientos, el de Carrió y el de Binner, alcanzaron su cenit el partido ¿comandado? por Ernesto Sanz resolvió ajustarse al dictado de los intendentes radicales.

Vale decir, aceptar que sin un candidato presidencial con capacidad de traccionar votos y asegurar la continuidad de sus mandatos, buscar otro cauce terminaba siendo una imposición de la sobrevivencia; y como la sobrevivencia es la política de todos los profesionales de la política, para no perder poder territorial optaron por Macri. No hicieron nada distinto que muchos radicales a título personal. Están los que se pasaron con los pies, votando al PRO, y están los que acompañaron su base social con cargos ejecutivos en el gobierno de la CABA. Esta situación presenta para la centroizquierda, de algún modo hay que llamarla, un dilema electoral: ¿acompañar al radicalismo o migrar en otras direcciones?

Beatriz Sarlo señaló, en su columna dominical en Perfil, el presunto maoísmo de la dirección radical. Al parecer, se trataría de una decisión orientada a sostener que la "contradicción principal" pasa por un bloque republicano que enfrenta a sus enemigos jurados, o al menos de una versión de la lógica dicotómica de Ernesto Laclau: populismo -antipopulismo, cambiada de signo. Suena excesivo. Difícil imaginar a Sanz frecuentando las obras escogidas de Mao, tanto como a Julio Cobos subrayando párrafos de La razón populista. En rigor de verdad lo que Sarlo les reprocha es que la dejaran colgada del pincel. Desde 1983 acompaña la deriva alfonsinista y de repente descubre que ya no existe. Ese es su problema y por cierto no es únicamente de ella.

Para los amigos de Ricardo Alfonsín, en cambio, abandonar el radicalismo no es una opción válida. El destino de los radicales que se alejaron del partido no invita a imitarlos. Todos terminaron sus días infaustamente, y la biografía de Oscar Alende –diputado en las listas de Eduardo Duhalde– constituye un recordatorio inolvidable. Además, plantearse el camino de Leopoldo Moreau, un histórico del alfonsinismo, equivale a renunciar a la política tal como se entiende hoy: manejo administrativo de un territorio que debe ampliarse hasta reconquistar la presidencia de la República. Entonces, la pregunta del millón: ¿existe otra ruta progresista?

UNA MIRADA AL TABLERO NACIONAL. El oficialismo acaba de sortear el último intento de recortar el poder presidencial. El fallo de cámara confirmando el dictamen del juez Daniel Rafecas pone fin a la fábula del Partido Judicial, al tiempo que deja intacto el capital político de Cristina Fernández.

Es oportuno repasar en qué consiste este poder. Es obvio que no se trata de su influencia sobre la inexistente estructura partidaria. Podemos discutir hasta dónde los partidos políticos en la sociedad argentina dirigían o eran dirigidos por una oligarquía plebiscitada. Si mandaba la dirección o si Hipólito Yrigoyen o Juan Domingo Perón terminaban imponiendo sus términos. Un punto no admite debate: la historia de la UCR no puede reducirse a la biografía de Yrigoyen, ni siquiera cuando estaba vivo, y si bien el peronismo, desde la destrucción del Partido Laborista a manos del propio Perón, nunca fue mucho más que un organigrama, a la hora del poroteo electoral, existía. Hace mucho que ya no sucede tal cosa.

Los partidos políticos en la Argentina, y no sólo acá por cierto, han muerto de muerte natural. La sociedad los ignora y por cierto tampoco le importa si sus direcciones nominales existen o si sólo se trata de una exigencia de la justicia electoral. Los partidos han sido colonizados por la lógica estatal, donde la mínima unidad de poder es la intendencia. Por tanto, la "opinión" de los intendentes no puede ser desconsiderada sin pagar un cierto precio. Desde el momento en que la presidenta no puede presentarse a otro turno, los intendentes necesitan de un candidato que les asegure tanto como les aseguraba Cristina.

Ese es un límite intraspasable. Ahora bien, dentro de las filas del Frente para la Victoria nadie dispone de semejante aptitud. Ese es el poder de Cristina, pero cuidado: es un poder que se limita a los nombres que están en condiciones de agrupar lo agrupable. En ese momento las encuestas cobran todo su poder maléfico. Por un lado nadie confía en su dictamen, hace demasiado tiempo que los que las pagan figuran razonablemente ubicados. Del cruce de encuestas surge, entonces, una aproximación que permite saber a grandes trazos quiénes están y quiénes quedaron definitivamente fuera.

De modo que se trata de saber si el candidato oficialista es el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Y esa duda quedará resuelta con las PASO. En ese punto el problema del voto progre recobra su lugar. Los integrantes de Carta Abierta, versión nacional y popular del progresismo, hicieron saber que Daniel Scioli no los representa. Ni adopta sus gestos, ni proviene de una militancia apta para integrarlos. Sin embargo, cuando la crisis del 2008 recorría la filas K, cuando los gobernadores de las provincias agrarias apoyaban a sus diputados contra la 125 –más allá de los partidos a los que pertenecieran– Scioli cerró la hemorragia parlamentaria e impidió la caída de Cristina. Nadie se lo reconoce, claro que si hacía otra cosa su propia posibilidad presidencial quedaba definitivamente bloqueada. Los que aparecen a la "izquierda" de Scioli no tuvieron ese comportamiento. Eso no transforma al gobernador en un duro, basta mirar el bajísimo nivel de tributación de los propietarios de tierras en su provincia, pero permite entender los límites de la disputa.

Los progresistas que acompañaron al Frente para la Victoria tendrán la siguiente alternativa: aceptar el candidato que la suerte les depare, o considerar otras fuerzas. El Frente de Izquierda se transforma entonces en una posibilidad, y queda claro que sus dirigentes apuestan a incrementar su caudal con votos de ese origen.

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La continuidad de las marchas Por Daniel Cecchini

Ganar la calle, apoderarse de ella, hacerla propia para el júbilo, el testimonio, el reclamo o la protesta es una herramienta política formidable, aún –o más aún– en estos tiempos en los que la disputa por la representatividad electoral de la democracia burguesa parece circunscripta al intercambio de chicanas frente a las cámaras de televisión. 

Algo de eso señaló, con la claridad conceptual que lo caracteriza, Álvaro García Linera hace unos días en el Foro de Emancipación e Igualdad: “Creo que lo nuevo del florecimiento de la democracia no radica en la negación de los procesos de democracia representativa (el pueblo vota, la gente va a votar y forma parte de su hábito), sino que lo nuevo que está enseñando, que está mostrando América latina, es que la democracia no se puede reducir únicamente al voto. Que el voto, la representación, es un elemento fundamental de la constitución democrática de los Estados. Con él se garantizan derechos, se garantiza pluralidad. Pero, paralela y complementariamente, hay otras formas de enriquecimiento de lo democrático. Esas formas de enriquecimiento de lo democrático están en la plaza, en la calle. Es la democracia callejera, es la democracia plebeya. Es la democracia que ejercemos en las marchas, en las avenidas, en los sindicatos, en las asambleas y en las comunidades”. 

Aun así, las marchas –esa forma de ganar la calle– no son suficientes si su potencia no se canaliza en organización. La historia argentina de los últimos años abunda en ejemplos. En la Semana Santa de 1987, centenares de miles de argentinos salieron a la calle y marcharon a distintas plazas del país para decir que no querían más golpes, que la democracia no se podía tocar. Fue una movilización espontánea que no se tradujo en organización. Lo que siguió es conocido por todos: las felices pascuas claudicantes de Raúl Alfonsín abrieron las puertas para la instalación de la impunidad legal para los genocidas. 

En diciembre de 2001, el pueblo volvió a ganar la calle no sólo para decirle basta a una década de neoliberalismo salvaje sino también para repudiar a una clase política que había sido responsable de ella. A partir de esa enorme movilización que marcó el final del gobierno de Fernando de la Rúa surgieron algunos intentos de organización a través de las asambleas populares, que en casi todos los casos se diluyeron rápidamente. Al poco tiempo, el grito de “que se vayan todos” había quedado en apenas eso, un grito efímero, porque volvieron casi todos y hoy siguen estando casi todos los mismos (muchos de ellos disfrazados de otra cosa).

La(s) marcha(s) del 24 de marzo son la contracara de este fenómeno. Una vez más, centenares de miles de personas se encolumnaron junto con las Madres, las Abuelas y el resto de los organismos de derechos humanos para repetir un “nunca más” que ya forma parte de la identidad de la sociedad argentina. También, como siempre, para reclamar Verdad, Memoria y Justicia, traducidas en el juicio y castigo de los genocidas civiles y militares. Las diferencias políticas entre las dos marchas convocadas no empañaron lo esencial e inclaudicable que les da existencia. Se trata de una construcción que se fue solidificando durante décadas, iniciada por las marchas primigenias de aquellas mujeres que desafiaron el miedo y la represión más salvaje para reclamar en la plaza la aparición con vida de sus hijos secuestrados por la dictadura. Una construcción que se siguió consolidando en la adversidad durante muchos años de la democracia recuperada, con los organismos marchando casi en soledad ante la mirada indiferente de la mayoría de la sociedad argentina. Es ese pasado el que hace fuerte el presente de las marchas del 24 de marzo, un presente que desde hace décadas se encarna en cientos de miles de argentinos que no faltan a un compromiso que han tomado y que consideran indestructible.

Poco más de un mes antes de esta última marcha, más precisamente el 18 de febrero pasado, hubo también decenas de miles de personas caminando hacia la Plaza de Mayo detrás de la engañosa convocatoria de un homenaje al fiscal Alberto Nisman. Se trató, en realidad, de una movida organizada con claras intenciones desestabilizadoras que buscaron capitalizar diversos –y en algunos casos contradictorios– descontentos. Un mes más tarde, esas decenas de miles se redujeron a apenas un centenar de personas reunidas frente al Palacio de Tribunales. Fue apenas un espasmo.

Los próximos doce meses de la vida política argentina encierran múltiples interrogantes, que van más allá de una elección presidencial y un cambio de gobierno. En ese contexto, hay sólo dos cosas seguras: que una vez más se elegirá presidente a través del voto y que el próximo 24 de marzo, al cumplirse cuarenta años del golpe militar, nuevamente centenares de miles de personas marcharán hacia la Plaza de Mayo junto con las Madres y las Abuelas. Porque se trata de una marcha cuya continuidad está garantizada por su propia construcción y por su contenido.

Para entonces, en la Argentina habrá un nuevo gobierno. Y –a juzgar por los candidatos– la marcha será de resistencia.

29/03/15 Miradas al Sur