Parte de Inteligencia 12Veinte días hasta el comicio donde un loco pulsea con un truhán. Mi tesis: la única chance para Milei es aceptar la total castración por parte de Macri. Si gana deberá ser funcional o volará.El apoyo de Mauricio Macri a Javier Milei tiene como ulterioridad plausible el descabezamiento del presidente electo en caso de que sus dificultades emocionales amenacen la estabilidad del gobierno. Ante tal evento, no difícil de imaginar, será reemplazado por la vicepresidenta electa Victoria Villarruel. Con una legitimidad más menguada, Villarruel debería aceptar la total dependencia de Macri, como el Ayatollah del Cambio, quien no debería ocupar ningún cargo público para no quedar a tiro de decreto en caso de desavenencias. Cabe la posibilidad de que Milei acepte la fórmula de takeover completamente y, entonces, dure cumpliendo tareas protocolares o reservándose para sí algunas áreas de gobierno para su experimentación liberal o aprendizaje real. En caso de que el presidente electo no pueda ordenarse, será el Cámpora de la derecha, el presidente que no fue: Javier, el breve. Esa operación debe ocurrir con buen timing, porque el tiempo es tirano cuando hay millones de pobres, no por la cuestión ética de sacarlos de ahí, a quién se le ocurre, sino porque hay cientos de organizaciones sociales dispuestas a impedir el movimiento de una mosca en las calles y rutas del país en cuanto vean amenazado su flujo de caja. De alcanzarse un orden se pondrá en funcionamiento la verdadera fantasía macrista, en palabras del ayatollah: la “semidetonación” del Estado. Con un control armado e inevitable de las calles que le den marco a un puñado de reformas aceleradas que resulten tan ejemplares como didácticas para el resto de los sectores de la economía. Estas podrían ejecutarse en Aerolíneas Argentinas, Télam, Yacimiento Río Turbio. Nada de esto es información, dios me libre de tener que hablar con diez personas que no saben nada y adivinar quién es el que se acerca más, como hacen los muchachos de los diarios, así que sólo sigo la línea de puntos de lo que está a la vista. Buena parte de quienes fueron funcionarios en el gobierno de Macri ya se han expedido a favor de la candidatura de Milei, si bien con muchísimo recato, con vergüenza, con el arroba de @jMilei chiquito en medio de una gran oración subordinada, como si mencionaran a una tía muerta y olvidada en una escritura, creando pantanales narrativos para esconder a la iguana; pero lo hicieron, en su honor, no como quienes no lo hicieron y que tomarán el rebote si el macrimileísmo corona el domingo 19 de noviembre. La expectativa por volver a los ministerios y rearmar los años felices del funcionariado bulle en las venas de muchos compañeros del PRO Línea Fundadora porque se ve que hay algo divertido en ser funcionario público que puede ir o no acompañado de la vocación de servicio y de la aplicación práctica de aquello sobre lo que se sabe o sobre lo que se estudió un montón. Ambas combinaciones posibles, la ética y la banal, se desconectan luego de los resultados porque los ministerios son cubos que están lejos de las fábricas, de las aulas, de las salas de primeros auxilios cuyas condiciones se mejoran o se perjudican con los papeles que se firman o las reuniones que se hacen en los despachos. Al mismo tiempo, estas oficinas públicas son cámaras de eco con los medios, con la propia vida de las redes sociales y con los canales de mensajería. Al mediodía, los funcionarios están agotados del sucundún y aún falta para volver a casa. La función pública es como una colonia de vacaciones de adultos, con sus múltiples actividades, y, a menos que se ocupen las primeras posiciones y te reconozcan en la calle y se metan con tu familia como le pasó al pobre Nico Dujovne que se tuvo que ir un par de meses después de renunciado a los Alpes suizos a descomprimir, o a Marcos Peña que se retiró al campo de la autoayuda, la función pública es una actividad que se lleva bastante bien, hay viajes gratis, y es algo que definitivamente ordena la vida, y da sentido. Soy esto, estoy acá. Por eso son pocos los que no quieren volver al gobierno a sacar a la Argentina de la postración. Mejorar la ecuación entre el interés genuino y los resultados descontando los privilegios es el gran desafío de la generación que hizo su debut en el funcionariado en la primera administración de Macri y que aterrizará como ya está garantizado durante la gestión de Milei. Si gana. Y si gana añadirán a la ecuación cada mañana cuando arranquen para las oficinas: ahora, todo este talento, todo lo que aprendí, para decorar la presidencia de Milei. Hmm. En cualquier caso puedo perfectamente comprender a los que quedaron atrapados en el berenjenal macrista Línea Fundadora y adhieren a esta decisión de Macri y Bullrich de acompañar activamente la candidatura de Milei, aun con toda la evidencia de que se trata de un sujeto inestable, a quien de ninguna manera invitarían a su cumpleaños, por su extravagancia, o lo pondrían en contacto con sus hijos, por su desapego notorio con todo lo humano, o le darían algo personal para su custodia dado que el narcisismo impide llevar la posta de otro. Entonces, si el primer macrismo tenía una promesa en el aire, durante su aproximación a la pista en 2015, el Apple Store en la 9 de julio, el macrimileísmo llega en esta misma instancia al balotaje para sólo para amordazar al mileísmo. Quitarle los dientes a la motosierra y sacarlo de discusiones bizantinas como la suelta de órganos o la reivindicación del Operativo Independencia. Es todo lo que se sabe hasta hoy. Todo lo que se deja ver. Había un loco desbocado, habrá un loco amordazado. No pueden faltar muchas horas para que se suelte el slogan que resuma esta nueva sociedad y que ayude a crear una mínima ilusión o, al menos, un estribillo que haga cantar en la ducha a los partidarios y los saque del escondite sentimental en que se agazapan dando un apoyo corto e inaudible. Lo único que se les ocurrió hasta el momento es presentar a Sergio Massa como un villano de Marvel, la superación de Kirchner en cuanto a la fijación con la guita, y la estigmatización del municipio de Tigre como recreación de la gobernación de Sinaloa. Cualquier otra estrategia que salve a Milei de la creencia popular de que es alguien muy neurodiverso le daría alas para sobrevivir por sus colores y depender menos de Macri. Sería, para Mauricio, tirar la guita. Con Massa tenemos a un sujeto que no ha tenido ningún escrúpulo en reventar el sistema tributario para mejorar su competitividad electoral y que mostró notable ineptitud técnica para reducir la inflación y mejorar la competitividad de la economía. Y no como si no entendiera el daño que hace, sino como si entendiera que ese daño se puede maquillar sin costo. Desde su asunción como ministro no hay un solo indicador que esté mejor, por lo que podemos identificar cuál es el arte de Massa, superior al de cualquier otro político en actividad: la capacidad de atar cabos entre sectores sin distinción de volúmenes de poder, desde un sindicato de sopladores de vidrio a la República Popular China, el Fondo Monetario Internacional o los abogados de Chocolate Rigau. Gran lobbista, pésimo administrador. Es cierto que votar a Massa, y mucho más si luego gana las elecciones con diferencia holgada, legitima el daño enorme que ha hecho a la economía; además, baja otros escalones más el umbral de responsabilidad pública. Una nueva instancia de admisión de que en Argentina: viva la pepa. Pero, claro, votar a Milei es votar conscientemente a alguien que no está bien del balero. Que sea un ignorante, vaya y pase. Es alguien que presenta un estado psicológico que debe ser atendido y no pasado por alto. Votar a alguien que no está bien, entiendo yo, es patearse la autoestima. No corresponde. No hay que hacerlo. Es increíble que lo discutamos. Termina mal. Recordamos a los lectores que el voto en blanco no favorece a nadie y que, por supuesto, no es neutral: expresa rechazo a la oferta electoral. FIN |
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