lunes, 30 de marzo de 2015

a justicia de la verdad Por Mario Oporto

Habría que repolitizar el caso Nisman con el propósito de que no se siga frivolizando. Lamentablemente no son los medios de comunicación los únicos encargados de banalizar un asunto grave que tuvo en vilo al país y, en alguna medida, sigue generando un tipo de expectativa mala que tiene por objeto seguir saltando desde la plataforma Nisman para dañar al Gobierno.

Ciertos sectores de la política, los que apuestan todo a la ayuda de los medios opositores para absorber sus ideas corporativas y de ese modo poder tener algo que decir, han hecho del caso un melodrama lamentable. No han reparado en nada para amplificar las repercusiones de la muerte de Nisman, dañando la imagen del país con una cantidad de cuentos policiales en los que sólo podría creer un mal lector del género. Desde que “el Gobierno lo mandó a matar” hasta valorar ciegamente la denuncia incomprensible que Nisman hizo contra la jefa del Estado, no ha habido especulación irracional que no se haya hecho. Lamentablemente, hay grupos de argentinos que dan crédito a esas fantasías. Afortunadamente, esos grupos son de las minorías predispuestas a la agresión y no hacen un país.

En estos dos meses ocurrieron hechos cuya secuencia puede verse con transparencia en cada una de sus unidades: 1) El fiscal Nisman presenta una denuncia oscura e inexplicable contra la Presidenta, recorre los medios incendiarios de la Argentina y acuerda con la oposición más acérrima una exposición de la denuncia en el Congreso, a condición de que sea a puertas cerradas; 2) El oficialismo propone que la exposición sea abierta y televisada para todo el país, es decir que desde el primer momento el Gobierno quiere escuchar a Nisman y, por supuesto, hacerle preguntas; 3) Cuatro días más tarde el fiscal aparece muerto; 4) Los medios reaccionarios y la oposición irresponsable agitan sin ninguna prueba la idea de que a Nisman lo mataron, insinuando o diciendo directamente que por orden del Gobierno; 5) La inconsistente denuncia es la herramienta de la que la oposición y los medios asociados se sirven para darle una nueva forma a su odio ideológico contra el Gobierno, y lo hacen con un propósito explícito: que al país lo gobierne la aristocracia del Poder Judicial. La marcha del 18-F es la cara “popular” de esa maniobra.

Quienes se especializan en insistir que Argentina es un país en el que la necrofilia tiene un valor político –como si hubiera alguno donde no ocurriera lo mismo- deberían agregar a la lista el modo en que las fuerzas conservadoras se reúnen alrededor del fiscal muerto. Son esas fuerzas las que no quieren por nada del mundo que Nisman abandone el escenario que prepararon para él, y a las que no le importa si lo ocupa vivo o muerto.

Lo curioso es que giran alrededor de un vacío porque la denuncia es nada. Si la denuncia hubiera sido consistente estaríamos hablando de un tema de justicia. Al no serlo, el asunto y el golpe que recibió el Gobierno fueron exclusivamente políticos y buscaron el desastre institucional. Lo que queda es la actuación desesperada y cada vez menos efectiva de quienes reducen la política a un régimen de operaciones judiciales y publicidad “republicana”.

Diario Registrado

Perplejidades del progresismo nativo Por Alejandro Horowicz

Con distintas aristas sucede en todo el arco político, aunque se sienta especialmente en el radicalismo y el peronismo.

El progresismo es el intento de resolver sin demasiados enfrentamientos políticos un programa de reformas democráticas; una tendencia que tiene como límite la encuesta y como marco de posibilidad una relativa estabilidad económica; y progresistas son los que creen que si ganaste la elección ejecutaste el programa.

No siempre fue así, hubo progresismo liberal con programa político durante el siglo XIX: separación de la Iglesia del Estado, desregulación económica, libertad de prensa, etc., pero finalmente se convirtió, tras la Segunda Guerra Mundial, en el diluido barniz de una política sosa. Mutó en fórmula vaciada pero también en una forma de hacer y pensar la política, de lavar conciencias, de administrar y, fundamentalmente, de nominar la falta de programa, para terminar siendo la idea favorita de los partidos políticos en la era de su agotamiento. Vale la pena mirarlo de más cerca.

La confluencia de la Unión Cívica Radical con las huestes de Mauricio Macri sinceró la política nacional. La idea alfonsinista de un radicalismo virado hacia la socialdemocracia, tras el proceso de descomposición de UNEN, murió y fue enterrada sin honras fúnebres en el cónclave de Gualeguaychú. Un tercer movimiento histórico podía soñarse en 1985, tres décadas mas tarde, la Juventud Radical ya no existe.

No es preciso retroceder tanto. UNEN al sumar a Elisa Carrió se transformó en un compuesto altamente inestable. O lograba ser la punta de lanza de un acuerdo anti K, o sería arrasado por un reagrupamiento de ese signo. Es decir, competía por primerear con Sergio Massa y el PRO, y terminó quedando en claro que ese intento estaba más allá de sus actuales posibilidades, la Alianza del '98 fue su estertor postrero. Primero Carrió abandonó UNEN y un poco mas tarde Hermes Binner se bajó de su candidatura presidencial. La historia de su renunciamiento forma parte de las páginas "gloriosas" del socialismo de Santa Fe, aunque no haya sido acompañada de ninguna explicación política, ni buena ni mala, sino por la ristra de desaciertos de Binner tras su lastimosa "campaña de 2011", ristra que sólo puede ser superada por las permanentes boutades de la doctora Carrió. Hace mucho que Carrió no juega fichas a algún tipo de cambio que no sea de nombres (¿alguien conoce a una dirigente que haya fundado y fundido más partidos?), por más que el Instituto Hannah Arendt todavía dicte cursos sobre Ghandi y el proceso de liberación en la India. Recién cuando ambos movimientos, el de Carrió y el de Binner, alcanzaron su cenit el partido ¿comandado? por Ernesto Sanz resolvió ajustarse al dictado de los intendentes radicales.

Vale decir, aceptar que sin un candidato presidencial con capacidad de traccionar votos y asegurar la continuidad de sus mandatos, buscar otro cauce terminaba siendo una imposición de la sobrevivencia; y como la sobrevivencia es la política de todos los profesionales de la política, para no perder poder territorial optaron por Macri. No hicieron nada distinto que muchos radicales a título personal. Están los que se pasaron con los pies, votando al PRO, y están los que acompañaron su base social con cargos ejecutivos en el gobierno de la CABA. Esta situación presenta para la centroizquierda, de algún modo hay que llamarla, un dilema electoral: ¿acompañar al radicalismo o migrar en otras direcciones?

Beatriz Sarlo señaló, en su columna dominical en Perfil, el presunto maoísmo de la dirección radical. Al parecer, se trataría de una decisión orientada a sostener que la "contradicción principal" pasa por un bloque republicano que enfrenta a sus enemigos jurados, o al menos de una versión de la lógica dicotómica de Ernesto Laclau: populismo -antipopulismo, cambiada de signo. Suena excesivo. Difícil imaginar a Sanz frecuentando las obras escogidas de Mao, tanto como a Julio Cobos subrayando párrafos de La razón populista. En rigor de verdad lo que Sarlo les reprocha es que la dejaran colgada del pincel. Desde 1983 acompaña la deriva alfonsinista y de repente descubre que ya no existe. Ese es su problema y por cierto no es únicamente de ella.

Para los amigos de Ricardo Alfonsín, en cambio, abandonar el radicalismo no es una opción válida. El destino de los radicales que se alejaron del partido no invita a imitarlos. Todos terminaron sus días infaustamente, y la biografía de Oscar Alende –diputado en las listas de Eduardo Duhalde– constituye un recordatorio inolvidable. Además, plantearse el camino de Leopoldo Moreau, un histórico del alfonsinismo, equivale a renunciar a la política tal como se entiende hoy: manejo administrativo de un territorio que debe ampliarse hasta reconquistar la presidencia de la República. Entonces, la pregunta del millón: ¿existe otra ruta progresista?

UNA MIRADA AL TABLERO NACIONAL. El oficialismo acaba de sortear el último intento de recortar el poder presidencial. El fallo de cámara confirmando el dictamen del juez Daniel Rafecas pone fin a la fábula del Partido Judicial, al tiempo que deja intacto el capital político de Cristina Fernández.

Es oportuno repasar en qué consiste este poder. Es obvio que no se trata de su influencia sobre la inexistente estructura partidaria. Podemos discutir hasta dónde los partidos políticos en la sociedad argentina dirigían o eran dirigidos por una oligarquía plebiscitada. Si mandaba la dirección o si Hipólito Yrigoyen o Juan Domingo Perón terminaban imponiendo sus términos. Un punto no admite debate: la historia de la UCR no puede reducirse a la biografía de Yrigoyen, ni siquiera cuando estaba vivo, y si bien el peronismo, desde la destrucción del Partido Laborista a manos del propio Perón, nunca fue mucho más que un organigrama, a la hora del poroteo electoral, existía. Hace mucho que ya no sucede tal cosa.

Los partidos políticos en la Argentina, y no sólo acá por cierto, han muerto de muerte natural. La sociedad los ignora y por cierto tampoco le importa si sus direcciones nominales existen o si sólo se trata de una exigencia de la justicia electoral. Los partidos han sido colonizados por la lógica estatal, donde la mínima unidad de poder es la intendencia. Por tanto, la "opinión" de los intendentes no puede ser desconsiderada sin pagar un cierto precio. Desde el momento en que la presidenta no puede presentarse a otro turno, los intendentes necesitan de un candidato que les asegure tanto como les aseguraba Cristina.

Ese es un límite intraspasable. Ahora bien, dentro de las filas del Frente para la Victoria nadie dispone de semejante aptitud. Ese es el poder de Cristina, pero cuidado: es un poder que se limita a los nombres que están en condiciones de agrupar lo agrupable. En ese momento las encuestas cobran todo su poder maléfico. Por un lado nadie confía en su dictamen, hace demasiado tiempo que los que las pagan figuran razonablemente ubicados. Del cruce de encuestas surge, entonces, una aproximación que permite saber a grandes trazos quiénes están y quiénes quedaron definitivamente fuera.

De modo que se trata de saber si el candidato oficialista es el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Y esa duda quedará resuelta con las PASO. En ese punto el problema del voto progre recobra su lugar. Los integrantes de Carta Abierta, versión nacional y popular del progresismo, hicieron saber que Daniel Scioli no los representa. Ni adopta sus gestos, ni proviene de una militancia apta para integrarlos. Sin embargo, cuando la crisis del 2008 recorría la filas K, cuando los gobernadores de las provincias agrarias apoyaban a sus diputados contra la 125 –más allá de los partidos a los que pertenecieran– Scioli cerró la hemorragia parlamentaria e impidió la caída de Cristina. Nadie se lo reconoce, claro que si hacía otra cosa su propia posibilidad presidencial quedaba definitivamente bloqueada. Los que aparecen a la "izquierda" de Scioli no tuvieron ese comportamiento. Eso no transforma al gobernador en un duro, basta mirar el bajísimo nivel de tributación de los propietarios de tierras en su provincia, pero permite entender los límites de la disputa.

Los progresistas que acompañaron al Frente para la Victoria tendrán la siguiente alternativa: aceptar el candidato que la suerte les depare, o considerar otras fuerzas. El Frente de Izquierda se transforma entonces en una posibilidad, y queda claro que sus dirigentes apuestan a incrementar su caudal con votos de ese origen.

iNFO|news

La continuidad de las marchas Por Daniel Cecchini

Ganar la calle, apoderarse de ella, hacerla propia para el júbilo, el testimonio, el reclamo o la protesta es una herramienta política formidable, aún –o más aún– en estos tiempos en los que la disputa por la representatividad electoral de la democracia burguesa parece circunscripta al intercambio de chicanas frente a las cámaras de televisión. 

Algo de eso señaló, con la claridad conceptual que lo caracteriza, Álvaro García Linera hace unos días en el Foro de Emancipación e Igualdad: “Creo que lo nuevo del florecimiento de la democracia no radica en la negación de los procesos de democracia representativa (el pueblo vota, la gente va a votar y forma parte de su hábito), sino que lo nuevo que está enseñando, que está mostrando América latina, es que la democracia no se puede reducir únicamente al voto. Que el voto, la representación, es un elemento fundamental de la constitución democrática de los Estados. Con él se garantizan derechos, se garantiza pluralidad. Pero, paralela y complementariamente, hay otras formas de enriquecimiento de lo democrático. Esas formas de enriquecimiento de lo democrático están en la plaza, en la calle. Es la democracia callejera, es la democracia plebeya. Es la democracia que ejercemos en las marchas, en las avenidas, en los sindicatos, en las asambleas y en las comunidades”. 

Aun así, las marchas –esa forma de ganar la calle– no son suficientes si su potencia no se canaliza en organización. La historia argentina de los últimos años abunda en ejemplos. En la Semana Santa de 1987, centenares de miles de argentinos salieron a la calle y marcharon a distintas plazas del país para decir que no querían más golpes, que la democracia no se podía tocar. Fue una movilización espontánea que no se tradujo en organización. Lo que siguió es conocido por todos: las felices pascuas claudicantes de Raúl Alfonsín abrieron las puertas para la instalación de la impunidad legal para los genocidas. 

En diciembre de 2001, el pueblo volvió a ganar la calle no sólo para decirle basta a una década de neoliberalismo salvaje sino también para repudiar a una clase política que había sido responsable de ella. A partir de esa enorme movilización que marcó el final del gobierno de Fernando de la Rúa surgieron algunos intentos de organización a través de las asambleas populares, que en casi todos los casos se diluyeron rápidamente. Al poco tiempo, el grito de “que se vayan todos” había quedado en apenas eso, un grito efímero, porque volvieron casi todos y hoy siguen estando casi todos los mismos (muchos de ellos disfrazados de otra cosa).

La(s) marcha(s) del 24 de marzo son la contracara de este fenómeno. Una vez más, centenares de miles de personas se encolumnaron junto con las Madres, las Abuelas y el resto de los organismos de derechos humanos para repetir un “nunca más” que ya forma parte de la identidad de la sociedad argentina. También, como siempre, para reclamar Verdad, Memoria y Justicia, traducidas en el juicio y castigo de los genocidas civiles y militares. Las diferencias políticas entre las dos marchas convocadas no empañaron lo esencial e inclaudicable que les da existencia. Se trata de una construcción que se fue solidificando durante décadas, iniciada por las marchas primigenias de aquellas mujeres que desafiaron el miedo y la represión más salvaje para reclamar en la plaza la aparición con vida de sus hijos secuestrados por la dictadura. Una construcción que se siguió consolidando en la adversidad durante muchos años de la democracia recuperada, con los organismos marchando casi en soledad ante la mirada indiferente de la mayoría de la sociedad argentina. Es ese pasado el que hace fuerte el presente de las marchas del 24 de marzo, un presente que desde hace décadas se encarna en cientos de miles de argentinos que no faltan a un compromiso que han tomado y que consideran indestructible.

Poco más de un mes antes de esta última marcha, más precisamente el 18 de febrero pasado, hubo también decenas de miles de personas caminando hacia la Plaza de Mayo detrás de la engañosa convocatoria de un homenaje al fiscal Alberto Nisman. Se trató, en realidad, de una movida organizada con claras intenciones desestabilizadoras que buscaron capitalizar diversos –y en algunos casos contradictorios– descontentos. Un mes más tarde, esas decenas de miles se redujeron a apenas un centenar de personas reunidas frente al Palacio de Tribunales. Fue apenas un espasmo.

Los próximos doce meses de la vida política argentina encierran múltiples interrogantes, que van más allá de una elección presidencial y un cambio de gobierno. En ese contexto, hay sólo dos cosas seguras: que una vez más se elegirá presidente a través del voto y que el próximo 24 de marzo, al cumplirse cuarenta años del golpe militar, nuevamente centenares de miles de personas marcharán hacia la Plaza de Mayo junto con las Madres y las Abuelas. Porque se trata de una marcha cuya continuidad está garantizada por su propia construcción y por su contenido.

Para entonces, en la Argentina habrá un nuevo gobierno. Y –a juzgar por los candidatos– la marcha será de resistencia.

29/03/15 Miradas al Sur

MACRI AUTORIZO PAGOS POR SEIS MILLONES DE PESOS POR EL RECITAL Mirar a Violetta costó lo suyo

Mauricio Macri disfrutó su encuentro con Violetta en el backstage del recital.
Imagen: Dyn

Las contrataciones para el show de Martina Stoessel, que cobró unos 400 mil pesos, se hicieron en forma directa y con un mecanismo previsto para emergencias. Las empresas contratadas comparten accionistas, gerentes y, en algunos casos, el mismo domicilio.

Por Werner Pertot

Cuando fue el recital, la polémica giró en torno de una foto que mostraba a Mauricio Macri con una mirada indiscreta hacia las curvas de la adolescente Martina Stoessel, que sobre el escenario también es conocida con el nombre artístico de Violetta. Luego se supo que el jefe de Gobierno porteño le había pagado a la cantante de 18 años un cachet de aproximadamente 400 mil pesos. Pero lo que no se supo es que la gestión PRO autorizó un gasto por seis millones de pesos para el despliegue del espectáculo. Las contrataciones se hicieron sin licitación y con un mecanismo reservado a casos de emergencia. Las empresas contratadas comparten accionistas, gerentes y tres de ellas tienen el mismo domicilio.

“La gestión macrista descubrió que era posible contratar en forma directa una productora artística por montos millonarios, amparándose en un decreto reservado para casos de urgencia e imprescindible necesidad y disfrazándolo de solidaridad social”, cuestionó el legislador ibarrista Fernando Muñoz.

El evento se lanzó en mayo del año pasado como un recital solidario para miles de personas, con Stoessel como figura estelar. La consigna era: “Doná un juguete para que los niños que menos tienen puedan disfrutar de la Navidad”. También se planteaba tener más conciencia ambiental. “Quedé embelesado. Martina tiene una magia especial”, dijo Macri, quien apareció junto con la cantante y luego fue cuestionado por la dirección descendente de su mirada. Detrás de ese episodio de vodevil estuvo el gasto millonario que hizo el gobierno porteño para esa puesta de escena. Estos montos recién se conocieron en diciembre del año pasado, cuando se publicaron en el Boletín Oficial porteño.
Cuatro piolas

Se trata de una batería de resoluciones de los ministerios de Cultura y de Hacienda que habilita los gastos en función del decreto 556/10 firmado por Macri, que plantea la posibilidad de obviar las licitaciones en casos de urgencia. Para Muñoz, éste no es el caso de un recital previsto desde hacía meses. Mediante estos decretos, sin pasar por una licitación ni ninguna otra compulsa, el gobierno porteño pagó a una serie de empresas que tienen evidentes lazos entre sí:

- A BDA Producciones SRL el gobierno porteño le pagó 900 mil pesos para el transporte de equipamiento y personal de producción, logística, grúas y limpieza. En la página web de esta firma figuran otras dos de las contratadas para el evento como “empresas asociadas”: Nuevos Aires y 4 Piolas. De hecho, las tres comparten el mismo domicilio: José Antonio Cabrera 5722, departamento 2.

- A Nuevos Aires Producciones SRL le pagó un millón 600 mil pesos por la preproducción y producción en general en escenarios y pasarelas.

- A la firma 4 Piolas SRL otros 800 mil pesos por la instalación eléctrica y el alquiler de un grupo electrógeno. El gerente de esa firma es José Luis López, a quien el Banco Comafi caratuló como deudor irrecuperable con un monto de dinero muy bajo. Otro de los socios de 4 Piolas es Marcos Costa, quien también es director de Oymyakon SA, otra de las empresas contratadas sin licitación.

- La compañía Oymyakon SA recibió otro millón y medio de pesos por la ambientación de interiores y exteriores, el control de los ingresos de personas y vehículos y “el alquiler de utilería y mobiliario para distintas actividades”. Su presidente es Roberto Costa y uno de sus socios es Christian Eduardo Romanello, quien es director suplente de otra de las empresa contratadas: Matusik SA.

- A la empresa Matusik SA el gobierno porteño le pagó medio millón de pesos por el alquiler de pantallas LED gigantes. “El ministerio (de Cultura) cuenta con compromisos asumidos desde el mes de diciembre”, es el único argumento que se da, además del decreto, en todos los casos.

- Finalmente, la empresa Fa Sostenido SA recibió otros 700 mil pesos. En este caso, por el montaje y desmontaje de los camarines, la ambientación, la decoración, el catering y el servicio de Internet para la prensa e invitados.

En todos los casos se puso el pretexto de la “imprescindible necesidad” para no pasar por ningún tipo de compulsa o licitación a la hora de contratar estos servicios que, sumados al cachet de Stoessel (que nunca se informó oficialmente), superaron los seis millones de pesos. Las relaciones entre las empresas deja la sospecha de que el dinero fue todo a parar a las mismas manos.

El legislador Muñoz advirtió que las empresas contratadas, además de tener lazos entre sí, tienen algo en común: “Todas participaron en contrataciones previas en realización de eventos. Siempre se les adjudicó contratos con este mecanismo, reservado para casos de urgencia”.

“Más de seis millones de pesos para infraestructura, producción y cachet se pagaron en el recital de Martina Stoessel –advirtió Muñoz–. Entre las razones que se esgrimieron está ‘la promoción de la concientización del cuidado del medio ambiente, como también que el que asistiera pudiera donar un juguete’. Disfrazado de acto solidario, la gestión macrista contrató a una productora por montos millonarios. Está claro dónde están las urgencias y cuáles son las prioridades del gobierno macrista.”

30/03/15 Página|12

Umberto Eco: “Internet puede tomar el puesto del periodismo malo”

El filólogo italiano apunta al periodismo en su nueva novela, ‘Número Cero’. En ella habla de cómo se trata hoy la política, a base de sospechas y cotilleos.

Una táctica que no es nueva, pero que Internet ha convertido en más creíble. Eco traza la historia de un editor que monta un periódico con el que chantajea a sus adversarios.

Por Juan Cruz
Fotos: Roberto Magliozzi

Umberto Eco tiene a la entrada de su casa de Milán, antes de su desfiladero de libros, el periódico de su pueblo (Alessandria, en el Piamonte), que recibe diariamente. Cuando le pedimos fotos de su juventud se fue a un ordenador, que es el centro borgiano de su aleph particular, su despacho, y encontró las fotos que lo llevan al principio mismo de su vida, cuando era un crío de pañales. Todo lo hace con eficacia y buen humor, y rápidamente; lleva en la boca, casi siempre, el tabaco apagado con el que seguramente huye del tabaco. Tiene una inteligencia directa, no rehúye nada, ni hace circunloquios. Acostumbrado a pesar las palabras, las dice como si le vinieran dadas por un ejercicio intelectual que tiene su reflejo en los pasillos superpoblados de esta casa que se parece al paraíso de los libros.

Ya tiene 83 años; ha adelgazado, pues lleva una dieta que lo alejó del whisky (con el que a veces almorzaba) y de otros excesos, así que muestra el estómago achatado como una gloria conquistada en una batalla sin sangre. Es uno de los grandes filólogos del mundo; desde muy joven ganó notoriedad como tal, pero un día quiso demostrar que el movimiento narrativo se demuestra andando y publicó, con un éxito planetario, la novela El nombre de la rosa (1980), cuyo misterio, cultura e ironía asombraron al mundo.

Paseamos junto al escritor. Física y metafóricamente. Recorremos junto a él la imponente librería de su casa en Milán, donde también reposan algunos de sus libros más exitosos, como El péndulo de Foucault y Apocalípticos e integrados. En las mismas baldas también está su nueva novela, Número Cero, que Lumen publica el 9 de abril, una ficción sobre el periodismo inspirada en la realidad. Una mirada a la información en el siglo XXI y a Internet, campo de batalla de las ideas, las noticias y las falsedades. Controlar la veracidad de lo que aparece en la Red es, para Eco, imprescindible. Una tarea a la que deberían dedicarse los periódicos tradicionales, para que estos sigan siendo, en el futuro, garantes de la democracia, la libertad y la pluralidad.

Desde ese éxito que hubiera envanecido a cualquiera no ha dejado de trabajar, como filólogo y como novelista, y desde entonces el profesor Eco es también el novelista Eco; ahora aparece (en numerosos países del mundo, y en este momento en España) con una nueva novela que le nace desde el centro mismo de sus intereses ciudadanos: él se siente un periodista cuyo compromiso civil le ha llevado durante décadas a hacer autocrítica del oficio; su novela Número Cero (traducción de Helena Lozano) pinta a un editor que monta un periódico que no saldrá, pero cuya presencia le sirve al magnate para intimidar y chantajear a sus adversarios. ¿Puede pensarse legítimamente en que en ese editor está la metáfora de Berlusconi, el gran magnate de los medios en Italia?, le pregunté a Eco. El profesor dijo: “Si quiere ver en Vimecarte un Berlusconi, adelante, pero hay muchos Vimecarte en Italia”.

Una novela sobre el periodismo. ¿Por qué? Llevo escribiendo críticas del oficio desde los años sesenta, además de tener en el bolsillo el carné de periodista. Con Piero Ottone mantuve un buen debate polémico sobre la diferencia entre noticia y comentario. Escribir sobre cierto tipo de periodismo era una idea que me rondaba en la cabeza desde siempre. Hay lectores que han encontrado en Número Cero el eco de muchos artículos míos, cuya sustancia he utilizado porque ya se sabe que la gente se olvida mañana de lo que leyó hoy. De hecho, algunos me han alabado. Por ejemplo, hay quienes han aplaudido lo que escribo del desmentido en prensa, ¡y de eso escribí lo mismo hace quince años! Así que abordé el tema porque lo llevo conmigo. Hasta el principio del libro es muy mío, pues ese episodio en que el agua no sale del grifo era también el principio de El péndulo de Foucault. Por aquel entonces alguien me dijo que no era una buena metáfora, y la quité; pero, para Número Cero, me gustó esa idea, el agua que se retiene en el grifo y no sale, y tú esperas que al menos salga una gota. Me gustó esa idea, bajé al sótano, encontré aquel primer manuscrito y la volví a usar. Todo es así: en la discusión que hay con Bragadoccio [un periodista clave en la trama de Número Cero] sobre qué coche comprar, lo que escribo es un listado que hice en los años noventa cuando yo mismo no sabía qué automóvil quería…

La novela está llena de referencias al cinismo del editor que pone en marcha un periódico para extorsionar… Para chantajear… Tenía en mi mente a un personaje de la historia de Italia, Pecorelli, un señor que hacía una especie de boletín de agencia que jamás acababa en los quioscos. Pero sus noticias terminaban en la mesa de un ministro y se transformaban enseguida en chantaje. Hasta que un día fue asesinado. Se dijo que fue por orden de Andreotti, o de otros… Era un periodista que hacía chantajes y no precisaba llegar a los quioscos: bastaba con que amenazara con difundir una noticia que podría ser grave para los intereses de otro… Al escribir el libro pensaba en ese periodismo que existió siempre y que en Italia recibió recientemente el nombre de “máquina del fango”.

¿En qué consiste? En que para deslegitimar al adversario no hace falta que lo acuses de matar a su abuela o de que es un pedófilo: es suficiente con difundir sospecha sobre sus actitudes cotidianas. En la novela aparece un magistrado (que existió en realidad) sobre el que se lanzan sospechas, pero no se lo descalifica directamente, se dice simplemente que es estrafalario, que usa calcetines de colores… Es un hecho verdadero, consecuencia de la máquina del fango.

El editor, el director del periódico que no llega a salir, dice a través de su testaferro: “Es que la noticia no existe, es el periodista el que la crea”. Sí, naturalmente. Mi novela no es solo un acto de pesimismo sobre el periodismo de fango; acaba con un programa de la BBC, que es un ejemplo de buen hacer. Porque hay periodismo y periodismos. Lo llamativo es que cuando se habla del malo, todos los periódicos tratan de hacer creer que se está hablando de otros… Muchos diarios se han reconocido en Número Cero, pero han hecho como que estaba hablando de otro.

El periodista en concreto está retratado también como un paranoico en busca de historia cueste lo que cueste, y babea cuando cree encontrarla… Ocurre cuando Bragadoccio encuentra la autopsia de Mussolini… Siempre he dicho, también cuando escribía novelas históricas, que la realidad es más novelesca que la ficción. En La isla del día antes describo a un personaje haciendo un extraño experimento para descubrir las longitudes; es muy cómico, y la gente dijo: “Mira qué bonita la invención de Eco”. Pues era de Galileo, que también tenía ideas locas de vez en cuando y había inventado esta máquina para vendérsela a los holandeses. Si buceas en la historia puedes hallar episodios más dramáticos, más cómicos, y también más verdaderos, que los que puede inventar cualquier novelista. Por ejemplo, mientras busqué material para Número Cero hallé la autopsia entera de Mussolini. Ningún narrador de la pesadilla y del horror ha conseguido jamás imaginarse una historia como esta, y es verdadera. Y se la serví al personaje Bragadoccio, periodista de investigación, que babeaba mientras la iba utilizando para su crónica sobre la conspiración que se inventó.

Y usted no la inventó, claro. Está en Internet, es así. Luego es muy fácil imaginar que un personaje tan paranoico y tan obsesivo como ese periodista empiece a gozar tanto de la autopsia como de las calaveras que encuentra en la iglesia de Milán por donde pasa su historia. También en este caso de la iglesia todo es verdadero: he intentado dibujar una Milán secreta, con esas calles, esas iglesias, que albergan realidades que parecerían fantasías…

“Los cambios son irreversibles porque la historia es indetenible, y no se tapa con papel de diario”

Máximo Kirchner difundió un comunicado de prensa en el que responde a las afirmaciones que se hacen en dos notas publicadas recientemente, una en la revista brasileña Veja y otra en el diario Clarín. "No solo son falsas sino que también son ridículas y lo que es peor, absolutamente previsibles", afirmó. Cristina replicó la nota en redes sociales.

Máximo Kirchner desmintió la información de la revista brasileña Veja y de Clarín sobre la supuesta existencia de cuentas bancarias secretas en Estados Unidos y las Islas Caimán a su nombre y de Nilda Garré, al catalogar el embate de esos medios como "más de lo mismo", y dejó en claro que "podrán mentir, difamar y calumniar", pero "no le van alcanzar los diarios, ni los canales, ni la colección de periodistas que poseen para apropiarse de la palabra y menos de las ideas".

“Mas de lo mismo. Eso sí, cada vez más ridículo y absurdo. Pero siempre previsibles”, es el título del comunicado que el hijo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner difundió desde Río Gallegos, Santa Cruz y en el que califica como de “mentiras planificadas” las aseveraciones publicadas por Veja y Clarín.

“Las publicaciones de la revista Veja (de Brasil) y de Clarín (autóctona), dos monstruos, y no solo por el tamaño de sus empresas, no sólo son falsas sino que también son ridículas y lo que es peor, absolutamente previsibles”, sostiene el principal referente de la agrupación La Cámpora.

Y agrega “Todo lo vertido en esas publicaciones son mentiras planificadas. No hay 'errores'. Tampoco 'fuentes no chequeadas'. Todo es una mentira cuidadosamente planificada y dirigida, en donde no sólo intervienen grupos mediáticos”.

“Ellos son parte del dispositivo de operaciones políticas que ahora ya exceden el ámbito nacional. Y las pueden llevar a cabo amparados en los derechos internacionales que protegen al noble oficio del periodista”, afirma Máximo.

“Allí se esconden una vez producido el daño mediante la reproducción y los títulos catástrofe en donde aseguran que quien escribe posee una o más cuentas en Bancos y ciudades que en mi vida he conocido, pese a lo que 'aseguran sus fuentes', subraya.

En ese sentido, remarca: “La indefensión que uno siente ante tamaña fabula urdida por quienes tienen licencia para mentir, no hace mas que alimentar la voluntad de no dejarse domesticar por empresarios que transforman a periodistas en meros taquígrafos de un guión pensado para dañar e intentar quebrar el ánimo de quienes pensamos diferente, actuamos diferente y, sobre todo, vivimos bajo principios diferentes”.

“Fui tapa de una revista que aseguraba que yo no era yo. Y lo dejé pasar. Como dejé pasar tantas mentiras. Ví y escuché a una señora decir que lloré delante de un ataúd donde no estaba mi padre”, afirma.

“En aquel acto de Argentinos Juniors aseguré que, a partir de ese día, iban a decir cualquier cosa. No lo dije por que sea vidente. Fue simplemente por que los conozco. Hasta aquel acto era un 'avezado jugador de play'. Luego me transformé en otra persona. Su relato dio un giro brusco”.

Y en ese sentido, remarca: “Así fue que un día me encontré acusado de quemar un hipermercado de materiales. Días más tarde, un “periodista estrella” de Clarín, ese que Videla considerara un “joven brillante”, aseguró que los fondos buitres habían encontrado una cuenta en el exterior. Luego vino la denuncia por Hotesur”.

Todas estas operaciones berretas pueden tener el nivel de repercusión que tienen sólo por el desmedido tamaño de quien las pronuncia. Le podrán temer los candidatos a presidente, los sindicalistas 'más pesados', que por un exhorto convocaron a un paro nacional. Podrán temerle a los jueces y fiscales 'independientes'”, fustiga Máximo.

“Yo no les temo. Usen todos sus canales, medios y periodistas. No tengo ni tuve ninguna cuenta, ni individual ni conjunta con nadie, en el exterior”, asegura.

“No es una actitud heroica ni mucho menos. Es un simple acto de libertad. Destrozan vidas. Aun que no dejo de reconocer mi suerte, cuando comparo las atrocidades cometidas contra seres humanos que callaron durante la última dictadura para hacerse de Papel Prensa. Es así, no es que quieren, sino que tienen la chancha, los veinte y en este caso la maquina de fabricar papel”, enfatiza.

Por último, puntualiza: “Podrán decir lo que quieran, mentir, difamar y calumniar. Pero no le van alcanzar los diarios, ni los canales, ni la colección de periodistas que poseen para apropiarse de la palabra y menos de las ideas. Los cambios producidos son irreversibles porque la historia es indetenible, y no se tapa con papel de diario”.

Télam

Entrevista. Naomi Klein. Escritora y ensayista canadiense “El capitalismo depredador ha causado el cambio climático” Por Klaus Brinkbäumer. Sin Permiso

Podemos detener el calentamiento global? Sólo si cambiamos de modo radical nuestro sistema capitalista, sostiene la ensayista Naomi Klein. En una entrevista con el semanario alemán Der Spiegel, realizada por Klaus Brinkbäumer, Klein explica por qué ha llegado el momento de abandonar los pequeños pasos en favor de un enfoque radicalmente nuevo, tal como detalla en su libro de reciente aparición en castellano, Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima (Paidós, Barcelona, 2015).

–¿Por qué no consigue la gente detener el cambio climático?
Klein: –Mala suerte. Mal momento. Muchas coincidencias lamentables. 







–¿La catástrofe equivocada en el momento equivocado?
–El peor momento posible. La conexión entre gases de invernadero y calentamiento global viene siendo una cuestión política central para la humanidad desde 1988. Fue precisamente la época en que cayó el Muro de Berlín y Francis Fukuyama certificó “el fin de la Historia”, la victoria del capitalismo occidental. Canadá y los EE.UU. firmaron el primer acuerdo de libre comercio, que sirvió de prototipo para el resto del mundo.

–¿De modo que lo que dice usted es que empezó una nueva era de consumo y energía precisamente en el momento en que la sostenibilidad y contención habrían sido más adecuadas?
–Exacto. Y fue, precisamente, en ese momento cuando nos dijeron que ya no había nada parecido a la responsabilidad social y la acción colectiva, que deberíamos dejarlo todo al mercado. Privatizamos nuestros ferrocarriles y la red energética, la OMC (Organización Mundial del Comercio) y el FMI se comprometieron con un capitalismo desregulado. Por desgracia, esto condujo a una explosión de las emisiones.

–Usted es activista y lleva culpando al capitalismo de toda clase de cosas a lo largo de los años. ¿Le echa la culpa ahora también del cambio climático?
–No hay razón para ser irónicos. Las cifras cuentan cuál es la historia entera. Durante los años ’90, las emisiones se elevaron un 1% anual. Desde el año 2000 han ido subiendo una media del 3,4%. Se exportó globalmente el sueño americano y se expandieron rápidamente bienes de consumo que creíamos esenciales para satisfacer nuestras necesidades. Empezamos a vernos exclusivamente como consumidores. Cuando el comprar como forma de vida se exporta a todos los rincones del globo, eso exige energía. Mucha energía.

–Volvamos a nuestra primera pregunta, ¿por qué no ha podido la gente detener este cambio?
–Hemos desechado sistemáticamente las herramientas. Los gobiernos ya no aplican reglas severas que pongan límites a las compañías petrolíferas y demás empresas. Estas crisis se nos vinieron encima en el peor momento posible. Ya no nos queda tiempo. Estamos en un momento de ahora o nunca. Si no actuamos como especie, nuestro futuro está en peligro. Tenemos que reducir emisiones de modo radical.

–Volvamos a otra pregunta: ¿no está usted apropiándose indebidamente del cambio climático para utilizarlo en su crítica del capitalismo?
–No. El sistema económico que hemos creado ha creado también el cambio climático. No me lo he inventado. El sistema es inservible, la desigualdad económica es demasiado grande y la falta de contención por parte de las compañías energéticas es desastrosa.

–Su hijo Toma tiene dos años y medio. ¿En qué clase de mundo vivirá cuando salga del instituto en 2030?
–Eso es lo que está decidiéndose ahora mismo. Veo señales de que podría haber un mundo radicalmente distinto del que tenemos hoy en día, y de que el cambio podría ser bien bastante positivo o extremadamente negativo. Ya es seguro que al menos en parte será un mundo peor. Vamos a experimentar el cambio climático y bastantes más desastres naturales, eso es seguro. Pero tenemos tiempo todavía para impedir un calentamiento verdaderamente catastrófico. Tenemos tiempo asimismo de cambiar nuestro sistema económico para que no se vuelva más brutal y despiadado al enfrentarse al cambio climático.

–¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?
–Tenemos hoy que tomar algunas decisiones acerca de qué valores son importantes para nosotros y cómo queremos de verdad vivir. Y, por supuesto, hay una diferencia entre que la temperatura se eleve sólo 2 grados o lo haga 4 o 5 o más. Todavía nos es posible a los seres humanos tomar las decisiones correctas.

–Han pasado 26 años desde que se fundó el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático en 1988. Sabemos, como mínimo desde entonces, que las emisiones de CO2 causadas por quemar petróleo y carbón son responsables del cambio climático. Pero poco se ha hecho por encarar el problema. ¿No hemos fracasado ya?
–Yo veo la situación de modo diferente, dado el enorme precio que tendremos que pagar. Mientras tengamos la menor oportunidad de éxito o de minimizar el daño, tenemos que seguir luchando.

–Hace varios años, la comunidad internacional estableció un objetivo para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados. ¿Lo considera todavía alcanzable?
–Bueno, todavía es una posibilidad física. Tendríamos que reducir inmediatamente las emisiones globales en un 6% anual. Los países más ricos tendrían que sobrellevar un peso mayor, lo que significa que los EE.UU. y Europa tendrían que recortar emisiones entre un 8% y un 10% anual. Inmediatamente. No es imposible, sólo que es profundamente irreal políticamente con nuestro actual sistema.

–¿Está usted diciendo que nuestras sociedades no son capaces de hacerlo?
–Sí. Necesitamos un cambio espectacular, tanto en la política como en la ideología, porque hay una diferencia fundamental entre lo que los científicos nos dicen que tenemos que hacer y nuestra actual realidad política. No podemos cambiar la realidad física, así que tenemos que cambiar la realidad política.

–¿Puede una sociedad que se centra en el crecimiento combatir de verdad con éxito el cambio climático?
–No. Un modelo económico basado en un crecimiento indiscriminado lleva inevitablemente a un mayor consumo y a mayores emisiones de CO2. Puede y debe haber crecimiento en el futuro en muchos sectores independientes de la economía de carbón: en tecnologías verdes, en transporte público, en todas las profesiones que proporcionan cuidados, en las artes y, por supuesto, en educación. Ahora mismo, el núcleo de nuestro producto interior bruto comprende sólo el consumo, las importaciones y exportaciones. Ahí tiene que haber recortes. Cualquier otra cosa sería engañarse.

–El Fondo Monetario Internacional afirma lo contrario. Dice que el crecimiento económico y la protección del clima no se excluyen mutuamente.
–No analizan las mismas cifras que yo. El primer problema es que en todas estas conferencias sobre el clima todo el mundo actúa como si fuéramos a llegar a nuestra meta por medio de un compromiso propio y de obligaciones voluntariamente aceptadas. Nadie le dice a las empresas petrolíferas que van a tener que ceder. El segundo problema es que estas empresas van a luchar como fieras para proteger lo que no quieren perder.

–¿En serio quiere eliminar el libre mercado con el fin de salvar el clima?
–No hablo de eliminar mercados, pero nos hace falta mucha más estrategia, dirección y planificación, y un equilibrio muy diferente. El sistema en el que vivimos está abiertamente obsesionado con el crecimiento, considera bueno todo crecimiento. Pero hay formas de crecimiento que está claro que no son buenas. Está para mí claro que mi posición entra en conflicto directo con el neoliberalismo. ¿Es verdad que en Alemania, aunque han acelerado ustedes el cambio a las energías renovables, el consumo de carbón está en realidad aumentando?

–Eso era cierto entre 2009 y 2013.
–Para mí eso es expresión de su renuencia a tomar decisiones sobre lo que hace falta llevar a cabo. Alemania tampoco va a cumplir su objetivo de emisiones en años venideros.

–¿Es la presidencia de Obama lo peor que podía haberle pasado al clima?
–En cierto modo. No porque Obama sea peor que un republicano, que no lo es, sino porque estos ocho años fueron la mayor oportunidad desperdiciada de nuestras vidas. Se daban los factores justos para una convergencia realmente histórica: conciencia, valentía, ánimo, su mayoría política, el fracaso de los tres grandes fabricantes de automóviles norteamericanos y hasta la posibilidad de encarar a la vez el cambio climático y el fallido mundo financiero sin regular. Pero cuando accedió al cargo no tuvo el valor de hacerlo. No venceremos en esta batalla a menos que estemos dispuestos a hablar de por qué Obama consideró que el hecho de tener control sobre bancos y compañías de automóviles era más una carga que como una oportunidad. Estaba prisionero del sistema. No quiso cambiarlo.

–Los EE.UU. y China llegaron finalmente a un acuerdo inicial sobre el clima en 2014.
–Lo cual, por supuesto, es algo bueno. Pero todo lo que puede resultar penoso en el acuerdo no entrará en vigor hasta que Obama concluya su cargo. Con todo, lo que ha cambiado es que Obama dijo: “Nuestros ciudadanos se están manifestando, no podemos ignorarlo”. Los movimientos de masas son importantes, tienen repercusiones. Pero para empujar a nuestros líderes hasta donde tienen que llegar, los movimientos tienen que hacerse aún más fuertes.

–¿Cuál debería ser su meta?
-En los últimos 20 años, la extrema derecha, la absoluta libertad de las empresas petrolíferas y la libertad del 1% de los súper-ricos de la sociedad se han convertido en norma política. Tenemos que desplazar de nuevo el centro político norteamericano de la franja derechista a su lugar natural, el verdadero centro.

–Señora Klein, eso no tiene sentido, porque es una ilusión. Piensa usted en abarcar demasiado. Si quiere usted eliminar el capitalismo antes de pergeñar un plan para salvar el clima, sabe usted que esto no va a suceder.
–Mire, si quiere usted deprimirse, hay muchas razones para ello. Pero seguirá usted equivocándose, porque el hecho es que centrarse en cambios graduales, como el comercio de emisiones y el cambio de bombillas, ha fracasado miserablemente. En parte eso se debe a que en la mayoría de los países, el movimiento ambiental ha seguido elitista, tecnocrático y supuestamente neutral en lo político durante dos décadas y media. Ya vemos hoy cuáles son los resultados: nos ha llevado por el camino equivocado. Las emisiones están aumentando y aquí está el cambio climático. En segundo lugar, en los EE.UU. todas las transformaciones importantes legales y sociales de los últimos 150 años han sido resultado de movimientos sociales masivos, ya estuviesen a favor de las mujeres, contra la esclavitud o en pro de los derechos civiles. Necesitamos de nuevo esta fortaleza, y bien rápido, porque la causa del cambio climático es el sistema político y económico mismo. Su enfoque es demasiado tecnocrático y estrecho.

–Si intenta usted solucionar un problema específico dándole la vuelta a todo el orden social, no lo va a resolver. Eso es una fantasía utópica.
–Si el orden social es la raíz del problema, no. Visto desde otra perspectiva, nadamos literalmente en ejemplos de pequeñas soluciones: hay tecnologías verdes, leyes locales, tratados bilaterales e impuestos al CO2. ¿Por qué no tenemos todo eso a escala global?

–¿Está usted diciendo que todos esos pequeños pasos –tecnologías verdes e impuestos al CO2 y un comportamiento ecológico individual– no tienen sentido?
–No. Todos deberíamos hacer lo que podamos, por supuesto. Pero no podemos engañarnos con que eso sea suficiente. Lo que digo es que esos pequeños pasos seguirán siendo demasiado pequeños si no se convierten en un movimiento de masas. Necesitamos una transformación económica y política, que se base en comunidades más fuertes, empleos sostenibles, mayor regulación y un alejamiento de esta obsesión del crecimiento. Esas son las buenas noticias. Tenemos de verdad la oportunidad de resolver muchos problemas de inmediato.

–No parece contar con la razón colectiva de políticos y empresarios.
–Porque el sistema no puede pensar. El sistema recompensa la ganancia a corto plazo, lo que quiere decir beneficios rápidos. Fíjese en Michael Bloomberg, por ejemplo.

–Empresario y antiguo alcalde de la ciudad de Nueva York.
–Que entiende la gravedad de la crisis del clima como político. Como empresario, prefiere invertir en un fondo que se especializa en activos de petróleo y gas. Si una persona como Bloomberg no puede resistirse a la tentación, se puede asumir en ese caso que no es tan grande la capacidad de autoconservación del sistema.

--Un capítulo especialmente inquietante de su libro es el de Richard Branson, presidente del Grupo Virgin.
–Sí, no me lo habría esperado.

–Branson ha tratado de presentarse como un hombre que quiere salvar el clima. Todo empezó en un encuentro con Al Gore.
–Y en 2006 se comprometió en un acto que acogía la Clinton Global Initiative a que invertiría tres mil millones de dólares en investigación en tecnologías verdes. En aquella época yo pensaba que sería una aportación realmente fantástica. Lo que no se me ocurrió pensar es “qué cínico eres”.

–Pero Branson no estaba más que simulando y sólo invirtió una parte de ese dinero.
–Puede que fuera sincero en ese momento, pero sí, se invirtió una parte.

-Desde 2006, Branson ha añadido 160 nuevos aviones a sus numerosas líneas aéreas y ha incrementado sus emisiones en un 40 por ciento.
–Sí.

–¿Qué se puede aprender de esta historia?
–Que tenemos que poner en tela de juicio el simbolismo y los gestos que hacen las estrellas de Hollywood y los súperricos. No podemos confundirlos con un plan científicamente serio para reducir emisiones.

–En Norteamérica y Australia, se gasta mucho dinero intentando negar el cambio climático. ¿Por qué?
–Es distinto de Europa. Se trata de una indignación semejante a la de quienes se oponen al aborto y el control de armas. No se trata sólo de que estén protegiendo un modo de vida que no quieren cambiar. Es que han entendido que el cambio climático pone en tela de juicio el núcleo de su sistema de creencias contrario al gobierno y en pro del libre mercado. De modo que tienen que negarlo para proteger su propia identidad. Por eso, por lo que existe esta diferencia de intensidad: los liberales quieren actuar un poquito en la protección del clima. Pero, al mismo tiempo, estos liberales tienen una serie de cuestiones aparte que figuran de modo más destacada en su agenda. Pero tenemos que entender que los más duros de quienes niegan el cambio climático entre los conservadores harán todo lo que esté en su mano para impedir que se actúe.

–¿Con estudios pseudocientíficos y desinformación?
–Con todo eso, por supuesto.

–¿Explica eso por qué relaciona todas esas cuestiones –cuestiones de medio ambiente, igualdad, salud pública y trabajo– que son populares entre la izquierda? ¿Por razones puramente estratégicas?
–Esas cuestiones guardan relación y nos hace falta asimismo relacionarlas en el debate. Sólo hay un modo de vencer en una batalla contra un pequeño grupo de personas que se te enfrentan porque tienen mucho que perder: hay que iniciar un movimiento masivo que abarque a toda aquella gente que tiene mucho que ganar. A quienes lo niegan sólo se les puede derrotar si te muestras igual de apasionado que ellos, pero también cuando eres superior en número. Porque la verdad es que son realmente muy pocos.

–¿Por qué no cree usted que la tecnología tenga potencial para salvarnos?
–Se ha producido un progreso tremendo en el almacenamiento de energías renovables, por ejemplo, y en la eficiencia solar. Pero, ¿en el cambio climático? Yo, en cualquier caso, no tengo bastante fe como para decir:
“Como ya nos inventaremos algo en un momento dado, dejemos de lado todos los demás esfuerzos”. Eso sería una insensatez.
–Gente como Bill Gates ve las cosas de modo diferente.

–Y yo encuentro ingenuo su fetichismo tecnológico. En años recientes hemos sido testigos de ciertos fracasos verdaderamente resonantes en los que algunos de los hombres más listos metieron la pata hasta el fondo a una escala grandiosa, ya fuera con los derivados que desencadenaron la crisis o la catástrofe petrolífera de la costa de Nueva Orleans. En una gran mayoría, la gente, nosotros, destrozamos las cosas y no sabemos luego cómo arreglarlas. Y, ahora mismo, lo que estamos destrozando es nuestro planeta.

–Oyéndola, se podría tener la impresión de que la crisis del clima es una cuestión de género.
–¿Por qué dice usted eso?

–Bill Gates dice que tenemos que avanzar e idear nuevas invenciones para poner bajo control el problema y, en última instancia, esta Tierra nuestra tan complicada. Por otro lado, dice usted: paren, no, tenemos que adaptarnos a este planeta y volvernos más livianos. Las compañías petrolíferas norteamericanas están dirigidas por hombres. Y a usted, una mujer crítica, la describen como una histérica. No resulta absurdo pensarlo, ¿verdad?
–No. La industrialización en su conjunto estaba emparentada con el poder, con ver si sería el hombre o la naturaleza la que dominara la Tierra. A algunos hombres les resulta difícil reconocer que no lo tenemos todo bajo control; que hemos acumulado todo este CO2 a lo largo de los siglos y que la Tierra hoy nos dice: mira, no eres más que un invitado en mi casa.

–¿Invitado de la Madre Tierra?
–Eso suena demasiado cursi. Pero, con todo, tiene usted razón. La industria petrolífera es un mundo dominado por los hombres, muy semejante en eso a las altas finanzas. Es algo muy de machos. La idea norteamericana y australiana de “descubrir” un país infinito y de que se puedan extraer inacabables recursos entraña un relato de dominación, que representa tradicionalmente a la naturaleza como una mujer débil y torpe. Y la idea de estar en relación de interdependencia con el resto del mundo natural se considera una debilidad. Por eso es por lo que les resulta doblemente difícil a los machos alfa reconocer que se han equivocado.

–Hay en su libro una cuestión de la que parece querer desviarse. Aunque denigra usted a las empresas, no dice usted nunca que sus lectores, que son clientes de estas empresas, son asimismo culpables. Tampoco dice usted nada del precio que tendrá que pagar cada uno de sus lectores por la protección del clima.
-Oh, yo creo que la mayoría de la gente estaría encantada de pagar por ello. Saben que la protección del clima exige un comportamiento razonable: conducir menos, volar menos y consumir menos. Estarían encantados de utilizar energías renovables si se les ofreciera.

–Pero la idea no es lo bastante grande, ¿verdad?
–(ríe) Exacto. El movimiento verde pasó décadas instruyendo a la gente para que utilizara su basura como abono, para que reciclara y montase en bicicleta. Pero fíjese en lo que ha sucedido con el clima durante estas décadas.

–¿Es su manera de vivir beneficiosa para el clima?
–No, lo bastante. Voy en bicicleta, utilizo el transporte público, trato de dar charlas por Skype, comparto un coche híbrido y he recortado mis vuelos hasta una décima parte de lo que eran antes de empezar este proyecto. Mi pecado está en tomar taxis y, desde que salió el libro, en volar demasiado. Pero no creo tampoco que tenga que ser la gente perfectamente verde y que vive sin emitir CO2 la única que deba hablar sobre esta cuestión. Si así fuera, entonces nadie podría decir una palabra en absoluto.

29/03/15 Miradas al Sur