lunes, 5 de enero de 2015

Desafíos para 2015 Concentración de la riqueza y desigualdad

El autor de El capitalismo del siglo XXI, Thomas Piketty, vendrá a la Argentina la semana próxima. Diagnosticó lo profundo de la desigualdad y propone reformas fiscales de fondo.

Por Eduardo Anguita

Arranca un año donde los debates económicos serán mucho más que el intercambio de artículos especializados de los académicos. Lo dice uno de los economistas cuya estrella brilló más en 2014 y que en pocos días estará en Buenos Aires. Thomas Piketty, el autor de El capital del siglo XXI, tuvo el atrevimiento de desempolvar a Carlos Marx, el autor más temido de los dueños del poder, por el sólo hecho de retomar el título de un libro que fue uno de los pilares del pensamiento y la acción anticapitalista más consistente de los últimos 150 años. El primer día de 2015, este hijo de militantes de izquierda franceses hizo honor a otro Marx, Groucho, cuando decidió no aceptar la invitación del presidente François Hollande a integrar la prestigiosa Legión de Honor de su país. Groucho rechazó integrarse al Penn Club con una frase que quedó en la historia: “No aceptaría integrarme a un club que me tenga como socio”. Piketty fue menos retórico: “No creo que le corresponda a un gobierno decidir qué es honorable”.

Algo pasa para que las cosas cambien: la literatura económica y política marxista fue debidamente apartada del aprendizaje de la teoría y también quedó fuera de la agenda de quienes gestionan la acción pública en el planeta, especialmente después de los sucesos comenzados en 1989 por la llamada caída del muro de Berlín. Sin embargo, algunos planetas se alinearon para que este joven francés nacido un año después de mayo del ’68, reuniera todos los pergaminos académicos (la Escuela de Altos Estudios de París y el Instituto Tecnológico de Massachusetts) y un equipo de investigadores consistente como para poner en agenda la desigualdad social. Por prepotencia de trabajo, por ir directo al grano y formularlo en un libro que bate récords de venta y que se traduce a los idiomas más remotos.

Sobran los papers en los que se advierte la voracidad del capital rentístico. Abundan las evidencias de un mundo donde sobran alimentos, pero cientos de millones aún padecen el hambre. Es más, en los círculos conservadores se festejan programas de disminución del daño, como los que puso en marcha India. En efecto, en ese país de 1.200 millones de personas, una ley da comida barata para dos tercios de su población. Esto confirma lo que muchos sospechan: la cara social de las potentes multinacionales indias y de su dirigencia política intenta amortiguar los efectos colaterales de esta tercera revolución tecnológica. Oliver Twist, el incómodo personaje de Charles Dickens, no sólo recuerda la cruda realidad de los niños explotados y de la clase obrera hace dos siglos, sino que amenaza con arruinar la fiesta de los supermillonarios que toman las principales decisiones sobre el rumbo del capitalismo.

Tras más de una década de trabajo, Piketty hizo públicas bases de datos confiables que ponen en evidencia algo un poco abstracto para el lector no especializado, pero cuya comprensión puede exhibir la cruda realidad de cómo están las cosas en el planeta. Este economista que afirma no haber sentido jamás “ternura o nostalgia” por las dictaduras comunistas y estar “vacunado de por vida contra los convencionales y perezosos discursos anticapitalistas”, sostiene en sus complejas 700 páginas que la renta del capital ha sido equivalente, en promedio, a tres veces la tasa de crecimiento del producto. Esto se agravó en los últimos 40 años y la concentración actual de la riqueza se acerca a los niveles de finales del siglo XIX.

Es decir, una rica e ínfima minoría se apropia en proporciones cada vez más brutales del conjunto de bienes y servicios que producen los trabajadores. El patrimonio de ese sector privilegiado del mundo se acumula a un ritmo brutalmente mayor que los salarios o las eventuales y pequeñas rentas obtenidas por las abrumadoras mayorías.

Este ciclo regresivo de la distribución de la renta se inició en la década de los setenta. Un hito importante fue la crisis del petróleo de 1973, que no fue económica sino política y militar. Salvando las distancias y en un contexto distinto, como lo es la caída del precio del petróleo de fines de 2014 y que amenaza ser un elemento sustancial en la marcha del mundo en este año que comienza.

Un elemento diferente entre aquel 1973 y este 2015 es que los refugios fiscales y la ingeniería financiera de las grandes multinacionales generaron diversas maneras de no pagar impuestos o reducirlos a mínimos absurdos, derivando las ganancias a plazas organizadas para ello. Nicholas Shaxson sacudió el mundo financiero con su libro Las islas del Tesoro, que también apareció en español en 2014, donde le pone números al dinero de los paraísos fiscales. El autor británico afirma que más de la mitad de todos los activos bancarios y más de un tercio de las inversiones de las corporaciones multinacionales se canalizan a través de sistemas extraterritoriales. En la Argentina aparecieron dos interesantes marcas al respecto. Una es la lista Falciani, de quienes evadieron recursos en cuentas del HSBC de Suiza. La otra es el dato de que Techint, el gigante que monopoliza segmentos clave de la siderurgia, que se benefició con la adquisición de Somisa a precio vil en los noventa, tiene una sede en Luxemburgo, uno de los “paraísos” donde el impuesto a las ganancias para las multinacionales es de apenas el 2%.

Piketty afirma que si la Unión Europea y Estados Unidos, que acumulan la mitad de lo que se produce en el mundo, quisieran combatir los paraísos fiscales –casi todos instalados en países controlados por las grandes potencias– podrían hacerlo. En todo caso, el aporte de este economista francés puede ayudar a que otras investigaciones también cobren mayor visibilidad. La reunión del 2014 del G-20 no mostró avances al respecto; aunque el tema fue mencionado claramente en la declaración final de 2009, nunca se lo trató en serio. Fue Vladimir Putin, en la cumbre de San Petersburgo (septiembre de 2013) quien desafió al resto de los mandatarios a tratar el asunto, un desafío que se explica más por el ajedrez de Moscú que como un auténtico deseo de blanquear las grandes transacciones financieras y comerciales del planeta.

Puertas adentro. Argentina, como buena parte de América latina, vive un ciclo de desafíos y rupturas con las ideas neoliberales y el liderazgo de los sectores más concentrados de la economía. La ampliación de derechos, las convenciones colectivas de trabajo, los estímulos al consumo con recursos e inversión pública mostraron su fertilidad para conjurar crisis. Sin embargo, el año que terminó puso en evidencia una serie de limitaciones estructurales que invitan a tomar riesgos y profundizar los caminos para enfrentar las asimetrías. Con el mismo tesón que un equipo de académicos acompañó a Piketty para diagnosticar las desigualdades y proponer reformas tributarias de fondo, se puede aspirar a cambiar las reglas impositivas de la Argentina. Ante el avance de la globalización, una de las pocas defensas es mejorar la participación del Estado en la gestión económica al tiempo que se escanean las normas y las prácticas de las multinacionales. No es, como pretende la derecha, un sentimiento xenófobo ni una manera de evitar la incorporación de nuevas tecnologías o inversiones. Por el contrario, buena parte del agotamiento se debe a las ventajas que tienen las compañías que más facturan en la Argentina, la mayoría de las cuales son extranjeras.

Más que una decisión tremendista, se trata de exponer al conocimiento público cuáles son las reglas y las prácticas. El tema no debe ser tabú, pero entre las normas que regulan las actividades financieras, todavía rige en la Argentina el decreto ley firmando por Videla y Martínez de Hoz en febrero de 1977 (ley que lleva el número 21.526), mientras que ley de inversiones extranjeras (21.382) fue concebida por Domingo Cavallo y se sancionó en 1993. Es cierto que una conducción política distinta del Estado en estos años relativiza el sentido originario de esas normas. Pero no se las discute y las razones para evitar ese debate y la sanción de otras leyes no están expuestas con claridad. Debatir una reforma impositiva pondría la proa para mejorar el control de la escandalosa salida de dólares del circuito legal de la última década que pone al país en el dilema de recurrir al mercado de deuda o de generar títulos públicos con una renta atractiva para quienes viven de la intermediación financiera. Permitiría que las multinacionales tuvieran un sistema menos hermético a la hora del control. Podrían ponerse en marcha estímulos para las pymes que vayan más allá de las contingencias.

Uno de los aspectos interesantes del libro de Piketty es que sale del plano académico y se propone llegar a lectores deseosos de análisis y diagnósticos crudos, de fondo. “El asunto de la distribución de la riqueza es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los economistas”, dice con énfasis, “atañe a todo el mundo y más vale que así sea” y agrega que la democracia jamás debe ser reemplazada por “la república de los expertos”.

Buena parte de la sociedad percibe que a un orden injusto debe oponerse un sistema justo. No sólo un poco menos injusto. Y un año electoral tiene un costado de simplificación de las propuestas de candidatos, pero tiene también una obligación para los equipos que aspiran a gobernar: después de las campañas, hay que tomar decisiones día a día y deben ser consistentes con las promesas realizadas. El balance de estos años kirchneristas puede ser controversial, muy polemizado y seguramente el tiempo dará muchos elementos para entender aciertos y errores. Pero hay algo indiscutible: Néstor y Cristina Kirchner siempre hicieron lo que dijeron. Se encontraron con escenarios cambiantes y nunca resignaron su prédica y su lucha por una distribución progresiva del ingreso. Fueron más que intenciones. Sólo el último año, el que acaba de terminar, puso en evidencia los límites y la necesidad de nuevas herramientas, de ideas renovadas. En todo caso, el trabajo de Piketty interpela sobre la importancia de contar con datos confiables, de hacer estadísticas que no oculten información precisa para conocer la realidad social.

Piketty estará en Argentina unos días antes de que la Presidenta concurra a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se realizará en Costa Rica entre el 28 y 29 de enero. En ese encuentro, además de la solidaridad con Cuba y del respaldo a la Argentina en su pelea con los buitres, habrá una agenda marcada por los números sombríos que muestra la propia Comisión Económica para América Latina (Cepal) de balance 2014 y perspectivas 2015. La caída del precio del petróleo y de otros productos primarios vuelve a mostrar las fragilidades de un subcontinente que logró avanzar en su integración y que es muy dependiente de las multinacionales. También, un subcontinente que tiene oportunidades en la asociación con China o Rusia y que puso el alerta rojo en la prensa del establishment poniendo de relieve una simplificación infantil, como si no hubiera empresarios poderosos argentinos involucrados en esas alternativas.

04/01/15 Miradas al Sur

Piketty y las evidencias en números

Estados Unidos es uno de los países más desiguales del planeta. América latina es la región de mayores contrastes del mundo.

Piketty creó la Base de Datos de los Ingresos más Altos del Mundo (World Top Incomes Data Base) hace una década. Un esfuerzo monumental que sirvió para darle sustento numérico a buena parte de su libro y que forma parte de las actividades solventadas por la Escuela de Economía de París (puede consultarse libremente en la web: http://topincomes.g-mond.pariss choolofeconomics.eu).

Entre varios expertos, trabajan en ese espacio la colombiana Juliana Londoño Vélez y el argentino Facundo Alvaredo. Ambos pusieron la lupa sobre las declaraciones fiscales y no tanto en las encuestas hogareñas que suelen hacer los institutos de estadísticas oficiales. De ese modo, afirman estos expertos, detectaron con más claridad los niveles de desigualdad en el caso de Colombia, consignado en un trabajo publicado en 2013 por la Universidad de Tulane, y que pone al 1% más rico de ese país en el tope de la pésima distribución. Piketty afirma que gracias a Alvaredo pudo contar con información estadística confiable de la Argentina. En efecto, los datos consignados arrancan en 1932, cuando gobernaba Agustín Justo, y tienen varios baches importantes: no están las series entre 1962 y 1969 ni las que van de 1974 hasta 1996. Por otra parte, el último año consignado es 2004 mientras que sobre otros países hay información hasta 2012. Es decir, en el caso argentino, faltan elementos para saber cómo funcionó la apropiación de la renta por parte de los sectores minoritarios en esta última etapa.

Piketty suele aclarar que la información de una treintena de naciones, la mayoría son países del centro, sirve para echar luz y ampliar el debate. A continuación se vuelcan algunas cifras indicativas de cómo es el mapa de la desigualdad. Si se hace un corte desde 1980, se pueden ver de modo nítido algunas cosas. Para sumar otra perspectiva, además de los estudios de El capital del siglo XXI, están consignados los datos del coeficiente de Gini (que compara el decil de más altos ingresos con el decil de más bajos ingresos y que expresa la igualdad absoluta en 0 y la desigualdad absoluta en 100), medido por el Banco Mundial.

La primera observación es que en Estados Unidos el 1% de la población es cada vez más rico: en los últimos 25 años, esa minoría multiplicó su riqueza dos veces y media, a pesar de las sucesivas crisis que forzaron ajustes gigantescos a los cuales el 1% fue inmune. Esto es central, porque la locomotora del capitalismo, la sede de las principales multinacionales y las principales instituciones académicas del mundo de los negocios están en ese país, la primera potencia bélica del mundo. En 1980, el 1% se quedaba con el 8,18% de los bienes producidos anualmente; en 1996 con el 14,11%; en 2010 con el 17,45% y en 2012 con el 19,34%. El coeficiente de Gini da a Estados Unidos un índice de 41,1. Es decir, confirma una brecha alta entre ricos y pobres.

Un segundo elemento es que los países escandinavos tienen los mejores indicadores tanto en el nivel de riqueza de sus segmentos más ricos como en el cotejo del 10% más rico y el 10% más pobre. Dinamarca tiene un coeficiente de Gini de 26,9. En ese país, en 1980, el 1% más rico tenía el 5,47% de la riqueza; en 1998, el 5,4%; y, en 2010, el 6,41%. En cuanto a Suecia, el coeficiente de Gini es de 24,8. En 1980, el 1% más rico se quedaba con el 4,05%; en 1999 con el 6,01%; y, en 2012, con el 5,07%. Para Noruega, el coeficiente de Gini es de 26,8. En 1980, el 1% más rico se quedaba con el 4,60% de las riquezas producidas; en 1998, con el 7,99%; en 2005 saltó al 16,47%; mientras que en 2011 retrocedió al 7,80%. En estos países, el neoliberalismo no barrió el rol del Estado y tienen el sistema impositivo más transparente, progresivo, que carga sobre las ganancias y no sobre el consumo, basado en las personas físicas y no en las sociedades.

Japón y Alemania, dos países de altísimo desarrollo tienen comportamientos diversos. Alemania tiene un coeficiente de Gini de 30,6. En 1980, el 1% más rico se quedó con el 10,43% de las riquezas y en 1998 se mantuvo (10,88%). Pero cabe aclarar que el trabajo de Piketty no dispone de información posterior a ese año. En cuanto a Japón, el contraste entre el 10% más rico y el 10% más pobre arroja un Gini mayor que Alemania (7,6%). La apropiación de las riquezas por parte del 1% más rico fue de 7,16%; en 1998, del 7,56%; y en 2010 del 9,51%. Es decir, en Estados Unidos el 1% más rico se queda con casi el doble que sus pares acaudalados de Japón y Alemania.

China e India son casos difíciles de encasillar. El gigante asiático tiene un Gini muy negativo: 61,4. Sin embargo, de acuerdo a los pocos años que Piketty puede dar como datos confirmados, en 1986 el 1% más rico se quedaba con el 2,65% de la riqueza producida y en 2003 llegaba a 5,87%. Es decir, los millonarios chinos más que duplicaron su poderío económico en menos de dos décadas en un país donde el capitalismo de mercado tiene menos de cuatro décadas. Piketty no brinda cifras de cómo evolucionaron las riquezas de los megamillonarios chinos en la última década. India tiene un escenario parecido: en 1980, el 1% tenía el 4,78% de las riquezas y en 1999 (última serie a la que accedió el equipo de Piketty) trepaba a 8,95%. El Gini da mucho mejor en India que en China: 33,9. Entre estas dos naciones está casi un tercio de la población mundial y el crecimiento de la economía de mercado de ambas naciones explica buena parte del crecimiento (bajo) del planeta en las últimas dos décadas y de la reducción de los índices de pobreza.

¿Y Argentina? ¿Y América latina? Cuando Piketty presentó su libro en la Feria del Libro de Guadalajara en diciembre pasado, fue preguntado acerca de por qué no tenía datos sobre México. El autor, sin pelos en la lengua, dijo que los datos públicos no resultaban confiables como para haber incluido ese caso en la veintena de países estudiados. Repreguntado sobre qué debían hacer los académicos y políticos de ese país dijo: presionar para que cambien las cosas. Su base de datos sí consigna los casos de Argentina, Colombia y Uruguay. Pero, hay que decirlo, con tremendos baches. De Argentina, entre 1974 y 1996 no hay nada. Entonces se puede ver que en 1997, el 1% más rico se quedó con el 12,39% de la riqueza y que en 2004 crecía al 16,75%. No parece suficiente pero indica que la concentración es alta, muy por encima de los países europeos y apenas detrás de Estados Unidos. Por otra parte, el coeficiente de Gini confirma la brecha entre ricos y pobres con el 43,6%. Colombia tiene un Gini mucho peor –535%– y un 1% que se quedó en 1993 con el 20,48% y en 2010 con el 20,43%. Uruguay está mejor situado que la Argentina : el Gini da 41,3% y en 2009 el 1% de la población se quedó con el 13,8% de la riqueza mientras que en 2011 era del 14,1%.

¿En qué contexto se da esto? El comportamiento de la economía de América latina mostró en 2014 una clara desaceleración y las previsiones para este año son austeras. Las tensiones por el retraimiento o la recesión plantean distintas maneras de posicionarse. Una, la que asume la mayoría de los precandidatos con miras a octubre, parece centrarse casi exclusivamente en solucionar el conflicto con los fondos buitre –y el resto de tenedores de títulos en default– con miras a acceder al mercado voluntario de deuda. El Gobierno, sin dejar de lado ese escenario posible, promovió una ley que da excesivas ventajas a China para operar en muy diversas áreas. Daría la impresión de que pensar en un sistema impositivo más justo es desechado por inoportuno o por generar un conflicto con los sectores más poderosos desde el punto de vista económico. Sin embargo, en caso de profundizarse los diagnósticos, mejorar la información y dar reglas claras para estimular al mismo tiempo la inversión, sería la manera más sustentable de consolidar el camino soberano. En ese sentido, cabe consignar un dato político de magnitud en este 2014 que terminó: la determinación de Cristina Kirchner de mantener prudencia y firmeza con los fondos buitre contribuyó a consolidar el apoyo social al Gobierno. Es dable pensar que ese mismo sentimiento es capaz de darle respaldo a la dirigencia política –especialmente al Gobierno– para promover otras reglas de juego para afrontar la desigualdad social y generar más recursos genuinos para financiar el desarrollo.

04/01/15 Miradas al Sur


Apuntes sobre narcocultura

El narcotráfico y sus calamidades conexas no son solamente un fenómeno criminal o político, hunde sus raíces en las sociedades donde se afinca y se expresa también a través de múltiples actividades de signo cultural.

Por Jaime Muñoz Vargas. Escritor

Íconos. La relación de los narcos con los sectores populares genera símbolos y figuras de intensa complejidad.

A los narcos mexicanos todo los ha favorecido: la ubicación estratégica del país con respecto del principal consumidor de drogas en el mundo, el miedo que imponen a la sociedad que los rodea, la vulnerabilidad de las instituciones encargadas de combatir el crimen y el peso de los medios que han edificado ya una cultura en la que se sostiene buena parte del imaginario delictivo. Esta cultura es un estilo de vida, una forma de asumir la realidad en la que no deben faltar signos del estatus narco: las camionetas (a las que también se les denomina con el anglicismo trocas) de lujo, las casas ostentosas, las armas de calibre subido, las mujeres como objeto, el fondo musical de banda, las joyas muy visibles y la ropa en la que no escasean camisas y pantalones “de marca”, sombreros y botas texanos.

Si bien esos rasgos corresponden al estereotipo de los narcotraficantes mexicanos, la necesidad de ocultarse los ha convertido en sujetos de apariencia ordinaria: las más recientes detenciones –golpes mediáticos que el gobierno federal ha tratado de capitalizar– los muestra como personajes simples, como ciudadanos comunes y corrientes. Este año, por ejemplo, dos peces gordos fueron capturados: Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo, fue detenido en un edificio de departamentos ubicado en Mazatlán, Sinaloa, al noroeste de México; las imágenes que difundió la prensa dejaron apreciar en el capo un aspecto ajeno al estereotipo: pantalón Levi’s negro, camisa blanca, pelo corto, bigote bien recortado y tal vez teñido; es importante consignar que la captura del Chapo dejó muchas dudas en el camino, pues aunque hubo fotos y videos jamás circularon las declaraciones a viva voz (como sí ha ocurrido en otros casos) del narco más buscado en México y Estados Unidos, por lo que hasta la fecha es considerado un montaje. Más común y corriente aún, Vicente Carrillo Fuentes, alias El Viceroy, fue detenido hace dos meses en Torreón, Coahuila, en el centro-norte del país, y al momento de su aprehensión usaba jeans, camisa desfajada y sandalias: es decir, nada que lo aproximara a la imagen cliché del narco mexicano.

Pese, pues, a que en estas dos capturas no salió a relucir el look del narco tal y como la entiende hoy el mexicano de a pie, lo cierto es que la antigua imagen sigue vigente a partir de lo que ha arraigado y sigue arraigando la industria del entretenimiento: la narcocultura asentada sobre todo en la música y en los videoclips.

Un repaso editorial. Felipe Calderón Hinojosa fue presidente de México de 2006 a 2012. Como se sabe, las elecciones que lo llevaron a Palacio Nacional fueron muy cerradas y conflictivas, tanto que gran parte de la oposición denunció fraude electoral, el segundo de dimensiones federales en menos de dos décadas. Seis años antes, de 2000 a 2006, Vicente Fox ocupó la presidencia, y aunque en México se alzaron muchas expectativas en “la transición” dado que era la primera vez que gobernaba un político no postulado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), su sexenio acusó tantos tropiezos que Calderón, también del Partido Acción Nacional (PAN), llegó al poder en circunstancias adversas, con un marcado déficit de legitimidad.

Entre las primeras acciones de Calderón estuvo su anuncio de la lucha contra el narcotráfico, lo que en los medios fue entendido, a secas, como “guerra contra el narco”. El combate incluyó la participación no sólo de la policía federal, sino también del ejército y la marina. México, principalmente el norte, fue “militarizado”. Durante el calderonato se hicieron cotidianos los patrullajes en muchas ciudades. Policías y militares perfectamente armados y montados siempre en trocas acondicionadas para el combate, transitaban en convoyes de tres, cuatro o cinco unidades, cada una con cuatro, cinco o hasta seis elementos, colocaban retenes en carreteras y podían inspeccionar lo que quisieran a la hora que quisieran.

La “guerra” desatada por Calderón en diciembre de 2006 recibió, claro, críticas; algunos la consideraron un pretexto para apuntalar –con la imposición de la vigilancia y el miedo– un gobierno estigmatizado por la oposición como ilegítimo. Lo cierto fue que durante esos seis años cundió el terror en ciudades como Ciudad Juárez, Reynosa, Monterrey, Chihuahua, Culiacán, Ciudad Victoria, Saltillo, Nuevo Laredo, Tijuana, Torreón, todas del norte, la franja del país en la que desde siempre ha sido crítico el trasiego de drogas hacia los tres mil kilómetros de frontera con Estados Unidos. Durante este período, acaso el más oscuro en la historia de México, fue descomunal el número de muertos: 121 mil según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), un promedio diario de 55,25 muertos.

Sin resultados visibles ni durante ni después del paso de Calderón por el poder Ejecutivo, la “guerra contra el narco” generó fenómenos colaterales. Uno de ellos fue el auge de la literatura sobre narcotráfico. Como el mercado de los servicios funerarios, el editorial se vio indirectamente beneficiado por la iniciativa bélica. Decenas de libros sobre el crimen organizado comenzaron a apoderarse de las mesas de novedades, de suerte que en muy poco tiempo configuraron una enciclopedia en la que poco a poco fue quedando registro de todo lo relacionado con la tragedia nacional.

Sólo los narcólogos, que los hay, fueron capaces de nadar ese océano bibliográfico, pero los títulos llegaron a ser tantos que sólo era necesaria una pizca de curiosidad para encontrar, hasta en el supermercado, páginas sobre el tema. Hubo de todo, entonces. Biografías sobre narcos prominentes como Osiel, vida y tragedia de un capo (Grijalbo, 2009), de Ricardo Ravelo; reportajes sobre la mezcolanza del narco, el empresariado y la política como Los señores del narco (Grijalbo, 2010), de Anabel Hernández; análisis sobre grupos delictivos específicos como El cártel de Sinaloa (Grijalbo, 2009), de Diego Enrique Osorno; ficciones como Balas de plata (Tusquets, 2008), de Élmer Mendoza; testimoniales sobre las víctimas como Fuego cruzado (Grijalbo, 2011), de Marcela Turati; análisis de la narcomúsica como Cantar de los narcos (Temas de hoy, 2011), de Juan Carlos Ramírez-Pimienta; mujeres y sexo en el mundo delictivo como en Miss Narco (Punto de lectura, 2012); conclusiones como El narco: la guerra fallida (Punto de lectura, 2009), de Rubén Aguilar y Jorge G. Castañeda; radiografías del sexenio como Calderón de cuerpo entero (Grijalbo, 2012), de Julio Scherer García, y así, una larga lista de publicaciones. El tema vino a menos al concluir el mandato de FCH, pero no ha desaparecido. Baste un par de ejemplos. Deudas de fuego (Conaculta-Gobierno de Tamaulipas, 2013) y Sin trincheras (FETA, 2014), novelas de Paul Medrano y Habacuc Antonio de Rosario, respectivamente, ganaron sendos premios literarios y ambas trabajan con la misma arcilla: el narcotráfico y sus bestiales contornos.

La onda “bandera”. En Las canciones de José Alfredo Jiménez: una escucha analítica (Trilce, 2013), María Victoria Arechabala, su autora, plantea esto sobre el más famoso compositor de la canción ranchera: “La relación del hombre con la música es muy diferente de la que tiene con otras artes (…). Se produce con la acción de cantar una performance, una experiencia real más allá de la ficción, en donde se reemplaza la ficción, la representación por la presentación. En la música el sujeto no se coloca frente a un objeto de arte para contemplarlo, sino que se moviliza a un comportamiento no habitual, en un espacio y en un tiempo específicos. Da un paso más a la ficción, consigue una experiencia vivencial y relacional y pasa de lo teatral musical al acto”.

Así sea en parte, podemos estar de acuerdo con Arechabala: las canciones populares hacen un viaje de ida y vuelta: cierta realidad, “el pueblo”, las inspira y a su vez, ya convertidas en ficciones, ellas modelan de alguna manera la educación sentimental del público. Las canciones sobre narcos, mejor conocidas como “narcocorridos”, son un reflejo de lo que ocurre fuera de las canciones pero también han ido modelando la escala de valores de sus consumidores.

En “Camelia la Texana”, primera canción famosa sobre narcotraficantes, Camelia y Emilio Varela trafican mariguana en la frontera entre México y Estados Unidos; uno supone que sus ganancias son magras, pues cargan la mercancía en las gomas del coche (“traían las llantas del carro / repletas de yerba mala”). Hay un abismo entre esta pieza y las que comenzaron a circular durante el gobierno de Calderón. De las loas inocentes a narcos y pistoleros elogiados por su valor o por su generosidad robinhoodiana se pasó, en el caso extremo, a los himnos del “Movimiento alterado”, el más espeluznante tributo a la malditez del crimen organizado. Una letra podría resumirlo todo, aunque hay muchas, todas acompañadas, gracias hoy a la magia de YouTube, por videos que no dejan dudas sobre la facha y las actitudes de los “artistas” que fecundan, es un decir, este género:

Que siga y que siga, la guerra está abierta
todos a sus puestos pónganse pecheras
suban las granadas, pa’trozar con fuerza
armen sus equipos, la matanza empieza.

Carteles unidos es la nueva empresa
el Mayo comanda, pues tiene cabeza
el Chapo lo apoya, juntos hacen fuerza
carteles unidos pelean por sus tierra.
(…)
Ahí les va el apoyo pa’tumbar cabezas
el Macho va al frente con todo y pechera,
bazooka en la mano ya tiene experiencia
granadas al pecho la muerte va en ellas.

Lo he visto peleando
también torturando, cortando cabezas
con cuchillo en mano
su rostro senil no parece humano
el odio en sus venas lo había dominado.
(…)
Sus ojos destellan empuñan sus armas
ráfagas y sangre se mezclan en una
estos pistoleros matan y torturan
desmembrando cuerpos
avanzan y luchan.

Aquí desaparece todo rastro de inocencia. Como ocurrió en la realidad de la “guerra contra el narco”, esta canción despliega sin embozo su inventario de atrocidades: torturar, disparar armas de alto poder, cortar cabezas, desmembrar, matar como regla de oro para mantener el control del territorio y del negocio frente al Estado y frente a los cárteles enemigos. Vale insistir que si bien estos videoclips no son transmitidos en televisión abierta, de cable o satelital, han encontrado, como todo ahora, refugio seguro en internet.

El fondeo musical del narco, sin embargo, no ha requerido totalmente de la música extrema para asentar la aspiración al poder material como único valor de la existencia. El género de “banda” (agrupación en la que destacan instrumentos de viento como la tuba, la trompeta y los clarinetes además de la tambora) en principio no tuvo esas letras y de alguna manera conserva sus temáticas habituales, las no “prohibidas” por la autoridad: el amor, el chovinismo regionalista (el tema insignia de este género es “El sinaloense”) y el gusto por la pachanga (fiesta). Lo que ha venido a modificarse en la era del video es la asociación establecida entre las bandas y la imagen del mundo expresada en los videoclips. Sin variantes significativas, casi cualquier canción de amor y despecho exhibe a los integrantes de la banda en ambientes ya estandarizados: mansiones con acabados de lujo pero de mal gusto, trocas del año marca Hummer o Lobo, mujeres voluptuosas y permanente contacto con el trago sobre todo de whisky Buchanan’s. Las situaciones apenas cambian de un videoclip a otro, así que son tan repetitivas como el ritmo machacón característico del estilo bandero. Su importancia no es, en suma, estética; radica más bien en la construcción de una mentalidad atornillada exclusivamente a la noción de poder material. Se explica en algo, entonces, que en una sociedad con un 25% de “ninis” (cerca de ocho millones de jóvenes de entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan) es altamente tentador ingresar al mundo del narco, llave para conseguir casi de inmediato las trocas, las armas, las mujeres y todo lo que constituye, al menos en teoría, el usufructo del universo delictivo. Miles de jóvenes en situación de pobreza, desempleados, toman caminos como el subempleo, la migración ilegal a los Estados Unidos (que sigue siendo masiva y peligrosa) y el robo hormiga. Unos más, que en el caso de México son muchos más, forman el ejército nacional de reserva del narcotráfico y de acuerdo a sus zonas de residencia ingresan a los carteles que les abren la puerta.

Tres iconos caídos. La narcocultura, ese inmenso caldo de cultivo del delito, está tan asociada en México a la vida cotidiana que entre las bajas de la violencia se cuentan cantantes populares asesinados por estar cerca, real o supuestamente, de un cartel o de un capo y no de otros. En noviembre de 2006, el cantante de banda Valentín Elizalde fue abatido luego de terminar un concierto en Reynosa, Tamaulipas. Lo acribillaron con todo el sello del narco: mediante un comando que usó armas AK-47 y AR-15; Elizalde, se dijo, era simpatizante de un cartel ubicado en el extremo noroccidental del país, y fue a cantar en el territorio de otro que dominaba el extremo opuesto del país.

Aunque estos crímenes nunca quedan del todo aclarados, son vinculados por el público como directamente relacionados con el narco. Sergio Gómez, vocalista del grupo K-Paz de la Sierra, fue baleado en Michoacán hacia diciembre de 2008, y en junio de 2010 varios sicarios mataron al solista Sergio Vega, el Shaka, quien iba a bordo de una camioneta Cadillac sobre la carretera internacional México-Nogales.

Las víctimas son incuantificables y están en todas partes, en todos los oficios. Desde hace ocho o diez años la cifra de muertos es el pan de cada noche en los noticieros, y por más que el actual gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto maquille las cifras, la violencia propiciada por el crimen organizado sigue en ascenso, imparable.



Más de 500.000 niños han desaparecido en México en los últimos seis años

AVN/Rebelión

Más de 500.000 niños han desaparecido en los últimos seis años en México, reflejan los datos de Organizaciones no Gubernamentales (ONG) de ese país, que no cuenta con cifras oficiales exactas lo que “demuestra la falta de voluntad por parte del Gobierno” para resolver este problema.

Así lo denunció el diputado por el Movimiento Ciudadano José Francisco Coronato Rodríguez, secretario de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso mexicano.

La alta cifra de niños desaparecidos en el país “demuestra falta de voluntad por parte del gobierno para resolver un problema que ya rebasó, por mucho, a las instituciones encargadas de la seguridad del país”, señaló el parlamentario.

Datos suministrados por Organizaciones no Gubernamentales (ONG), instituciones gubernamentales y organizaciones civiles señalan que desaparecen entre nueve y 10 infantes cada hora, de los cuales, 58% tiene entre cuatro y 12 años de edad y casi dos terceras partes son del sexo femenino, reseñó una nota publicada en el portal Cambio de Michoacán.

Coronato Rodríguez advirtió que el gobierno, además de no poseer cifras exactas de los niños desaparecidos, también difiere mucho en sus estimaciones pues “el Senado de la República ha difundido que de 2007 a 2011 el número de niños desaparecidos en el país ascendió a 150.000, esto es, de tres a cuatro niños cada 60 minutos”.

Asimismo, datos de la Procuraduría General de la República (PGR), añade la nota, sólo documentan a la fecha los casos de 1.385 niños robados o desaparecidos.

Ante este gravísimo problema, el diputado, también integrante de la Comisión de Seguridad Pública, tramita una Ley General que crea el Sistema Nacional del Registro de Menores Desaparecidos y Sustraídos, que “permitiría establecer un sistema de registro que compile y deje a disposición de las autoridades correspondientes los datos esenciales para la identificación de los menores desaparecidos”.

Coronato Rodríguez recalcó que la ausencia de una base de datos eficaz de esta naturaleza, ha ocasionado que este delito pase inadvertido, “dejando en el olvido tanto la identidad como el dolor de los familiares de las víctimas”.
Asimismo, destacó que la misma PGR calculó, en 2009, que anualmente desaparecen 45.000 menores de edad, siendo el Distrito Federal, el Estado de México y Jalisco las entidades donde se registra el mayor número de casos. Los infantes terminan en Estados Unidos y Canadá, donde se llegan a pagar hasta 50.000 dólares por ellos, precisó el portal Cambio de Michoacán.

Para el diputado, no contar con una base de datos oficial resulta paradójico, “ya que el delito de trata de personas, sea para explotación sexual, de trabajo o extracción de órganos, representa el segundo ilícito más lucrativo en el mundo, sólo debajo del narcotráfico, pues se estima que tiene ganancias de 32.000 millones de dólares al año”.

A esta situación se suman el hallazgo en México de más de 40 fosas comunes, que salieron a la luz pública durante la investigación por la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de la población de Ayotzinapa, en Guerrero, hecho ocurrido el 26 de septiembre pasado, caso que aún permanece abierto, aunque familiares de las víctimas han denunciado que las autoridades han cesado los operativos de búsqueda.

04/01/15 Miradas al Sur


DONDE ESCONDEN LA PLATA LOS K.

En el ARSAT, rumbo al espacio.
Bajo los cimientos de Tecnópolis.
En China,por eso los chinos firmaron el swap.
En Rusia, o por eso nos visitó Putin.
En El Vaticano, por eso tantas visitas al ídem.
En los vagones de los trenes nuevos.
Entre las reservas del Banco Central, por eso crecieron en los últimos meses.
En los cientos de vehículos que compiten en el Dakar; la llevan de acá para allá para despistar.
En la cancha de Rácing, bajo la foto de Néstor que ocupa una tribuna.
En los locales de La Cámpora.
En el estudio de 678.
En la casa de Barone, Russo, Veiras, etcs.
En la sede de UNASUR.
En el ANSESS.
En la casa de Víctor Hugo.

En mi casa.


Sin la RUFO

El fantasma de la célebre cláusula tiñó el pleito con los fondos buitre y el consecuente desarrollo de la economía durante la segunda mitad del año pasado. Su vencimiento a partir del presente año está lejos de disolver las incertidumbres.

Por Julián Blejmar

Rights Upon Future Offers es el nombre completo de la que tal vez haya sido la sigla más mencionada en la economía argentina durante 2014, la RUFO, cuya traducción castellana significa “derechos sobre mejor oferta futura”. Se trata, en efecto, del derecho que tenían los bonistas que aceptaron la reestructuración de la deuda –caída en cesación de pagos en 2001– a reclamar por una compensación en caso de que el país hiciera una mejor oferta de reestructuración a otro grupo de bonistas.

Concretamente, en los canjes de 2005 y 2010 un total de 92,4% de acreedores de la Argentina aceptaron un descuento que en los hechos implicó un 35% del valor de sus bonos. Por eso, la demanda de los fondos buitre de cobrar el 100% del monto nominal de estos bonos en cesación de pagos hubiera implicado que, a raíz de la cláusula RUFO, este 92,4% tuviera derecho a ser compensado por la diferencia del pago efectuada a los buitres.

Hasta hace tres días. En efecto, la cláusula RUFO tenía fecha de vencimiento el 31 de diciembre de 2014, por lo que el fantasma de la misma ya ha quedado en el olvido. Pero lejos está esto de solucionar el pleito que nuestro país mantiene con los fondos buitre. Por empezar, los principales fondos que han obtenido fallos favorables de la Justicia norteamericana (NML Capital, Aurelius, Blue Angel) son sólo una parte de los denominados holdouts, es decir aquel 7,6% que no aceptó la reestructuración, muchos de los cuales tampoco han iniciado juicios contra el país (por eso no se los denomina “buitres”). Aquí existe un verdadero escollo para llegar a un acuerdo, ya que el Gobierno ha reiterado en varias oportunidades que sólo arribará a un entendimiento que implique a la totalidad de los holdouts, pues de llegar a un arreglo sólo con los buitres que litigan con nuestro país (como NML, Aurelius, Bracebridge Capital y EM Limited, que en conjunto demandan cerca de 5.000 millones de dólares) podrían aparecer nuevas demandas judiciales en el futuro, con lo cual el pago efectuado no eliminaría el riesgo de volver a la situación anterior.

Por eso, si la estrategia del Gobierno era no efectuar ninguna negociación hasta que venciera la cláusula RUFO, el nuevo objetivo es lograr un acuerdo judicial que involucre al 7,6% de los holdouts, un tema no menor por la complejidad jurídica y organizativa que implicaría esta sentencia.

Pero además, el conflicto que ha provocado a nuestro país el tándem conformado por los fondos buitre y la Justicia norteamericana se sigue extendiendo en el presente año a la totalidad de los acreedores. Sucede que el 92,4% que había aceptado la reestructuración y quita ya no puede accionar mediante la cláusula RUFO, pero sí mediante la denominada opción de “aceleración de pagos”, una opción que tienen los bonistas que no reciben en tiempo y forma los pagos de sus títulos. Algo que está sucediendo desde julio pasado, debido a la decisión de la Justicia norteamericana de bloquear los pagos que efectúa la Argentina para estos acreedores, hasta tanto no se llegue a un acuerdo con los fondos buitre.

Para reclamar la “aceleración de pagos”, los bonistas deben reunir un mínimo de 25% de los acreedores de alguno de los títulos cuyos pagos están actualmente bloqueados por la Justicia norteamericana. Así, estos bonistas podrían demandar al Gobierno el pago total de las acreencias para el 100% de los titulares de estos bonos, por fuera del cronograma original de compromisos.

De hecho, ya existen fondos, como Owl Creek Asset Management LP, que comenzaron campañas para sumar bonistas y llegar al 25% necesario para efectuar la demanda de aceleración de pagos.

Sobre la factibilidad de esta posibilidad, las opiniones de los especialistas en finanzas están divididas. Para algunos, entre los tenedores podrían encontrarse fondos buitre, con lo que la demanda de aceleración sería otra medida para eventualmente negociar pagos más favorables. Otros, sostienen que la demanda de aceleración implicaría un nuevo laberinto jurídico, pues la Argentina podrá argumentar que en ningún momento dejó de efectuar los pagos, y que los bonistas podían haber canjeado sus bonos por similares que ofreció el Gobierno a fines del año pasado, cuyo pago estaba garantizado.

Así, la demanda de aceleración sólo tendría como resultado para estos bonistas la entrada en una compleja disputa judicial y por consiguiente en una mayor demora para la recepción de sus acreencias.

De cara a 2015. Como es posible observar, la caída de la RUFO no elimina las incertidumbres sobre la novela de la deuda. Una novela que tendrá de alguna forma implicancias sobre la economía, dentro de un 2015 en el que existen vencimientos de deuda por cerca de 12.500 millones de dólares.

Desde el Estudio Bein plantearon tres escenarios posibles. El primero de ellos sería un arreglo inmediato con los holdouts, lo que llevaría a una nueva apertura de los mercados de crédito para la Argentina, a tasas similares a las de la región (6% o 7%), lo cual resultaría en una vuelta al crecimiento de la economía con un PBI (la totalidad de lo producido por el país) que aumentaría un 3% en relación con el año 2014. Agregan, además, que en ese caso la inflación sería del 27% y el dólar se situaría en torno de los 11 pesos. Por el contrario, señalaron desde este estudio que de no haber negociación hasta 2016, y por ende tampoco un acceso a los mercados, se experimentaría una caída del PBI del 3%, con una inflación cercana al 34% y un dólar oficial a 12,50 pesos. Como tercera opción, dieron cuenta de un escenario intermedio, es decir con negociaciones con los holdouts pero sin acuerdos en el corto plazo, con lo cual durante ese transcurso se podría lograr algún acceso al mercado de capitales pero a una elevada tasa (12% anual) para mediados de año. En este caso, el PBI aumentaría un 1,5%, la inflación rondaría el 30% y el dólar oficial llegaría a11,50 pesos.

Por cierto, cualquiera de estos escenarios se podría modificar sobre la base de dos variables clave para la economía argentina: los precios internacionales de la soja y el petróleo. Mientras que la primera es el principal producto de exportación, los costos del petróleo resultan claves para un país cuya balanza energética (diferencia entre exportaciones e importaciones) ha sido deficitaria en los últimos tres años por cerca de 18.000 millones de dólares. Por lo pronto, la mala noticia es que la soja descendió durante este año de 500 a 350 dólares la tonelada, pero la buena es que la caída en el precio del barril del petróleo, que pasó de 100 dólares a 60 durante el último año, podría aliviar la necesidad de divisas para importaciones energéticas.

Lo cierto es que, más allá del conflicto con los fondos buitre y las variables cotizaciones de las materias primas, persiste de fondo el problema estructural de la “restricción externa”, es decir la carencia de dólares en la economía nacional una vez que la misma adquiere una cierta capacidad de industrialización. En efecto, desde fines de los cincuenta la demanda industrial de maquinarias de producción extranjeras e insumos importados llevó a que, a medida que crecía la economía, se necesitasen más divisas para cumplir con los pagos al exterior de estos dos elementos. Mientras la producción agropecuaria podía proveer estas divisas, se experimentaba el crecimiento, pero una vez que esta producción llegaba a su límite, volvía a experimentarse la restricción externa.

Si bien los altos precios de las materias primas durante la última década permitieron al país una fuerte entrada de dólares, la destrucción del tejido industrial –y energético– operada durante la fase neoliberal (1976-1983 y 1989-2001), junto a la globalización productiva y algunas postergaciones de necesarias medidas durante el actual ciclo económico, tornó a la industria aún más dependiente de las importaciones.

Es éste el escenario que permite que un pleito judicial con fondos ultraespeculativos, o el variable precio de la soja, tengan un peso tan determinante para la economía argentina.

04/01/15 Miradas al Sur

Robertito el de c5n Y SUS CHICAS EN PUNTA

Tarde en la tele,c5 en Punta del Este con el simpático,inefable Robertito que,como movilero, le arranca sonrisas a la arena.
Rubias en la playa, muchas, quinceañeras, veinteañeras, madres jóvenes,cincuentonas, sesentonas.
Una gaseosa y un sandwich: 20 dólares.

Se detiene ante un grupo de señoras estilo Susana, dicen ser de Pergamino, la pregunta de rigor:cuánto hace que están en Punta?
La respuesta: "quince días...pero venimos de Miami"
Wao, dice Robertito Funes.
Ah y con heladerita, afirma,es cool...
Y sí reponden las pobre smujeres vacioneras: A los argentinos no nos queda otra (sic!)

Miami,Punta,y con heladerita...de Pergamino a la pobreza con heladerita playera...culpa de de ...-
LA YEGUA!
GB

La Rufo y el pucho Por Carlos Barragán

El año comienza con dos sucesos editoriales que llaman la atención. Por un lado Nik, el historietista de La Nación saca El Principito by Gaturro, que así se llama –"by" significa "por" para los lectores hispanoparlantes– y según dice en la promo-nota se trata de una reinterpretación del clásico infantil ilustrado por él mismo. La novedad es que todas las veces que Nik había dibujado ideas ajenas hasta ahora nunca había avisado (pregúntele a Quino y otros). Así que ahora aproveche y para sus pibes pídale el libro a los reyes magos. Pero no se asuste si en lugar de aparecer el famoso sombrero que en realidad es una boa que se comió un elefante, aparece Cristina que en realidad es una víbora que se comió al bueno del Principito.

"Con el fin de año se terminó la única cláusula, de todas las cláusulas del mundo, que yo conozco: la cláusula RUFO. Y ese fue otro motivo más para brindar, como dijo Cristina: con sidra y sin puchos".

El otro libro es uno del pobre Julio Bárbaro que en otro gesto que no lo enaltece tuvo la inesperada y original idea de hacer la biografía "maldita", digamos, de Néstor Kirchner. Ahí, por lo que pude leer en Perfil –donde reciclan tanta bosta que un día de estos van a conseguir energía limpia para calefaccionar toda la redacción- Néstor "el verdadero" y le juro que eso dicen: nunca fue peronista (sic), y era un boludo (sic), y además era un cagón (sic), y era patotero (sic), y era carismático (sic), y era un facho de derecha (sic y sic), y colaboró con los milicos (sic), y la única vez que fue preso fue por borracho (hic!). En serio, eh. Pobrecito don Julio Bárbaro (foto) que con este manual para el antikirchnerista con capacidades diferentes no pudo darse cuenta de que si uno inventa una biografía debe tomarse el trabajo de que las cosas encajen mínimamente, como fijarse que si vamos a hablar de un tipo que llegó a ser un presidente brillante no podemos poner que lo logró gracias a ser un oscuro idiota. Porque es difícil entender que un tipo facho y cobarde sea carismático y temido por todos porque era boludo y amigo de los milicos que lo metían preso por borracho, y también por ser un cagón que tenía a todos asustados, y un boludo que como no era peronista fue un líder peronista, de derecha aunque de izquierda porque metió en cana a sus amigos milicos porque era facho y carismático?

-Escuchame, ¿no te parece que así le hacés publicidad a la oposición hablando de ese libro escrito contra Néstor? –me dice mi amigo el ultrakirchnerista al que le muestro las columnas antes de mandarlas.

-Es para que la gente sepa que la oposición ya no puede ni inventar operaciones decentes. Son unos nabos que si los pusieras a escribir en contra de Maradona escribirían que era un patadura y que los goles se los hacía Caniggia –le digo.

-Es raro. A lo mejor Julio Bárbaro lo acompañó a Néstor hasta que se avivó de que no era un borracho fascista como él creía –me dice.

Con el fin de año se terminó la única cláusula, de todas las cláusulas del mundo, que yo conozco: la cláusula RUFO. Y ese fue otro motivo más para brindar, como dijo Cristina: con sidra y sin puchos. La verdad que no sabía que con la RUFO también se me terminaba el vicio de fumador. Capaz que con el vicio de fumarse países se terminaban los demás vicios.

-No te hagás el vivo y hacele caso a la jefa: dejá el faso, gordo –me dice.

-Es la primera vez que me cuesta estar de acuerdo con la presidenta. Y la verdad que es un alegría porque ahora, cuando me acusen de ser un fanático ultraK, puedo decir que lo mío es un inteligente "apoyo crítico" –le digo. 

-Mirá, gil, si Cristina dijo que hay que dejar el faso, debe ser por alguna cuestión política. Ella es una estadista –me dice.

-¿Vos decís que el pucho es gorila? –le digo.

-Obvio. Todo lo que no le hace bien al pueblo es gorila –me dice.

Y habrá que ver qué onda con esto de que el petróleo bajó a la mitad. Resulta que cuando veníamos creyendo que el petróleo era el bien más escaso del mundo, cuando el presidente yanqui iba a estar desesperados por llenar el tanque de su auto, cuando creíamos que íbamos a estar rascando el fondo de la olla del último pozo petrolero, los tipos agarran y te bajan el precio a la mitad. Lo que demuestra que la escasez de cualquier cosa es nada más que marketing. Y vayámonos preparando para que nos digan que el calentamiento global no es tan caliente ni tan global, salvo en los lugares donde haya algún negocio con eso. 

-Irresponsable, con el calentamiento global no se jode –me dice.

-Escuchame, pronostican para todo enero mínimas de 16 grados como estos días –le digo.

-¿Vos decís que la baja del petróleo y que los veranos sean frescos demuestra que hay una conspiración mundial? –me dice.

-Mirá, ya leí que el huevo no sube el colesterol, que la manteca es más sana que la margarina, que el chocolate es bueno para el hígado, y que el vino es bueno para todo. Y hoy leí que descubrieron que la grasa del cuerpo te defiende de las bacterias –le digo.

-O sea que toda esta nota es para justificar que vas a seguir morfando, chupando y fumando todo el 2015 –me dice.

-No. Lo que quiero decir es que nadie sabe nada –le digo.

-Claro, y vos vas a juntar grasa suficiente como para defender de las bacterias a toda tu familia –me dice.

Y como esto se está poniendo demasiado personal, mejor doy por terminada esta columna.

Infonews

La volatilidad del discurso opositor Por Felipe Yapu

Más del 90% de las leyes votadas en estos casi 12 años sólo contó con respaldo oficialista. Muchos se opusieron y luego se arrepintieron. Tarde.

Superados los balances del año que finalizó, es claro que llegó el momento de los análisis de los probables escenarios políticos que vivirá la Argentina. No es para menos, el año que comenzó es una bisagra donde el cambio de gobierno manda y pone en juego el futuro del pueblo de estas amplias, variadas, complejas y maravillosas geografías. En términos generales, las propuestas de todos los por ahora autodenominados presidenciables tienen en común, al menos en el discurso, la promesa de mantener lo bueno de estos años kirchneristas y modificar o corregir lo errado. Las diferencias saltan cuando se escarba un poco y allí los gatos dejan de ser pardos.

Las encuestas de opinión, todavía verdes en cuanto a escenarios electorales, reflejan un nivel de aceptación del gobierno nacional que obligó al mundillo opositor a reconocerle algunos aciertos. Eso sí, estas valoraciones positivas siempre se producen mucho tiempo después. Por caso, los comentarios favorables a las condiciones políticas de Néstor Kirchner se hicieron una vez que dejó de ser un potencial peligro electoral, esto es después de su fallecimiento. Ahora es posible encontrar declaraciones a favor de la Asignación Universal por Hijos y otros programas sociales por el estilo. A ojo de buen cubero más del 90% de las leyes votadas en estos casi 12 años no contaron con el respaldo opositor. Después, mucho tiempo después, vinieron los cambios de opinión, como cuando se escuchan reconocimientos sobre las bondades de contar con una empresa petrolera estatal o la finalización necesaria del negocio de las administradoras privadas de jubilaciones y pensiones. Pero es bueno recordar que estas frases (¿de ocasión?) no son las mismas de cuando el debate político pasaba justo por esas transformaciones y en esos días se parecían mucho al de simples y pobres voceros ideológicos de los sectores de poder local e internacional que rechazaban el atrevimiento kirchnerista.

El discurso opositor tiene una volatilidad envidiable. Repudian el populismo del gobierno de Cristina Kirchner, critican su enfrentamiento con los Estados Unidos por los fondos buitre y sin mediar segundos recuperan el discurso antiimperialista cuando rechazan, por caso, el acuerdo comercial con China.

Así, los precandidatos opositores hoy se presentan, sin reconocerlo, como reformistas del modelo actual. Llegan a esa condición tras visualizar que ya no son los ganadores de la primera vuelta de octubre (como se creían tras los comicios de 2013) sino como aspirantes a poder ser partícipes de la segunda vuelta prevista para noviembre. Sin duda, un descenso de sus expectativas que se observa tras confirmar que la realidad les arruinó los titulares de los emporios comunicacionales a los que suelen ser fieles seguidores de sus mandatos.

Pero el azar de alguna manera les sonríe a estos falsos reformistas. La actual indefinición de un candidato del Frente para la Victoria (FPV) les permite seguir buscando aliados en las provincias para engrosar su posible caudal electoral. Sergio Massa y Mauricio Macri despluman a la Unión Cívica Radical que, consciente de su incapacidad para genera un líder que aglutine a su sinfín de corrientes internas, se inscribió en cuanto remate de candidaturas se presenta. Macri prefiere las provincias importantes y busca aliarse con los radicales de Córdoba y Santa Fe. Son distritos de peso en cuanto a lo electoral y apura los acuerdos porque allí habrá elecciones anticipadas que servirán como pruebas testigo de la entente que están pergeñando. Massa, en cambio, optó por distritos menores en cuanto al peso específico electoral. Tal vez sea por la influencia peronista que le otorgan sus principales socios en el Frente Renovador. Así, cierra filas con el radicalismo de Jujuy, Tucumán y otras provincias del norte donde a los candidatos y dirigentes de esas UCR, que a esta altura ya funge de confederación de partidos radicales, les importa poco (al menos en el discurso) la fórmula presidencial que acompañen si les garantiza el envión necesario para hacerse de las gobernaciones. Soñar no cuesta nada y especular en política mucho menos.

La sobreabundancia de ofertas electorales dentro del kirchnerismo es positiva. Al menos por ahora. Sin embargo, entre los precandidatos hay coincidencia en que dos o a lo sumo tres fórmulas presidenciales compitiendo en las PASO es lo más conveniente. Todos afirman sentirse representantes del mandato kirchnerista. En rigor, hay algunos más que otros. El kirchnerismo lleva ya en estas latitudes el suficiente tiempo como para tener en su interior un ala ortodoxa (que no tiene una connotación negativa) y otra más conservadora. Todos expresan su intención de continuar con el modelo. Incluso hablan de profundizarlo aunque por el momento no dan pistas de lo que ello implica. Es posible que sea demasiado temprano como para andar mostrando cartas y las guardan para el momento oportuno.

Todos actúan, todos recorren las provincias y los que administran provincias se sienten con más posibilidades, tal es el caso de Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Daniel Scioli (Buenos Aires). El primero se define como el que mejor expresa el pensamiento y la acción kirchnerista. El bonaerense, a quien todos ubican en el ala conservadora del FPV, evita los cruces con sus competidores y afianza su perfil conciliador. Muy a pesar suyo, pende sobre sí el estigma de ser el gobernador de una provincia que nunca sirvió como trampolín para una presidencia. Pero, como se dijo, todavía falta tiempo y la participante más importante de esta partida todavía no mostró sus cartas.

La presidenta Cristina Kirchner por ahora se muestra equidistante de los precandidatos del FPV aunque dio algunas señales cuando habló de fotos y colores de los aspirantes presidencial. Por ahora, se concentra en lo que mejor sabe, que es gobernar. Afianzó su iniciativa tanto en lo político como en lo económico. Resistió, a pesar de los nefastos pronósticos, los embates especulativos tanto de los fondos buitre en Nueva York como las corridas locales que se produjeron el último año.

Por caso, el ministro de Economía, Axel Kicillof, advirtió sobre un nuevo ataque especulativo que promueven estos fondos buitre aunque a hora a nivel regional. La especulación financiera es mal endémico en el mundo y si bien en este último tiempo en la Argentina se hizo mucho para controlarla todavía no ha sido suficiente. El propio Kicillof los denomina escurridizos y creativos a la hora evitar controles y fugar capitales. Las pruebas que llegaron desde Francia sobre la conducta de un solo banco, el HSBC, dan cuenta de la capacidad de daño que tienen sus protagonistas. En la justicia está la denuncia contra esta entidad bancaria, en el Congreso todavía se espera la puesta en marcha de la comisión bicameral investigadora sobre este caso. Ambas pueden servir como herramientas para desenmascarar estos actores que todavía gozan de protección mediática y política. También podría el gobierno nacional, a modo de una prueba más de que el síndrome del "pato rengo" no es válido en CFK, llevar al Congreso una nueva ley de Entidades Financieras que termine con la impronta neoliberal que tiene la actual norma nacida bajo la sombra de la última dictadura cívico-militar. Son los primeros días de enero y esta posibilidad bien puede valer como deseo para este año que recién comienza.

Infonews

Vandalismos y democracia en 2015 Por Mempo Giardinelli

Hace una semana el ministro Florencio Randazzo se enfureció ante nuevos ataques de grafiteros que no tuvieron mejor idea –si es que tienen alguna– que pintarrajear dos flamantes vagones de la renovada línea Mitre del ferrocarril urbano porteño. Continuidad, de hecho, de idénticas provocaciones (difícil llamarlas de otro modo) en las líneas Sarmiento y San Martín.

La indignación del ministro ante el atropello a los bienes públicos, justificada y compartible, abre sin embargo una reflexión acerca de la educación ciudadana, cuya mayoría parece resignada a aceptar vandalismos que no parecen ser solamente obra de jóvenes incontrolados ni producto de caudillos políticos o bandas urbanas.

Quizá la cuestión sea mucho más grave y tenga que ver –es una hipótesis– con algo más que la “modernidad”. Porque después de años de autoritarismo, brutalidad y genocidio, lo que queda a la vista en democracia –y se manifiesta cada vez más– es una sociedad en general incapaz de reconocer criterios de autoridad, quizá porque se ha habituado a la ausencia de sanciones y acostumbrado a discursos hipócritas y a que el concepto de jerarquía sea menoscabado de maneras tan impunes como veloces.

Es una cuestión extremadamente compleja y delicada de abordar, sobre todo porque nada indica que las autoridades, de gobierno ni de oposición, sean capaces ni siquiera de advertir su gravedad. En todo caso, reaccionan con respuestas simplistas, represivas o permisivas, para la prensa y los medios. Y luego siguen con sus distracciones habituales.

Esas respuestas contribuyen a la gravedad del problema, sin dudas, pero de ninguna manera son la raíz del mismo. Que acaso esté en una de las mayores fallas de la democracia argentina: que no ha sabido hacer docencia para restablecer sanos y equilibrados criterios de autoridad y de sanción.

Desde una perspectiva respetuosa a rajacincha de los derechos humanos, a la luz de nuestra historia pero también atendiendo a la necesidad de que el libre juego de los intereses de la sociedad sea parejo, pacífico y equitativo, lo que se espera siempre de un orden democrático es equidad y equilibrio entre los intereses en juego. Que son los de millones de personas que anhelan vivir respetadas y en paz, y para quienes el bien público es bien de todos. En esa perspectiva son desterrables tanto el orden autoritario como cualquier permisividad pretendidamente libertaria que, en aras de individualismos que ofenden al conjunto, destruyen bienes públicos.

Es también necesario y urgente reflexionar la cuestión porque este país salió de un autoritarismo que fue feroz, sí, pero tan cierto como eso es que la democracia no organizó un sistema de autoridades respetadas en base al saber, la moral y el buen comportamiento colectivo. Al contrario, el salto del autoritarismo brutal de dictadores y genocidas fue hacia una especie de nada. Y así caímos en esta especie de “antiautoridad” que está de moda y es nefasta. Incluso en el interior de comunidades y familias.

La vida en sociedad impone, siempre, aquí y dondequiera, un marco consensuado de respeto. A las leyes y a las autoridades constitucionales que se encumbran por el voto popular en primer lugar. Y a la jerarquía del saber, la educación, la prudencia y la firmeza que derivan en consecuencia.

Firmeza, por supuesto, entendida en el sentido más elemental: ser firme es ser riguroso en el cumplimiento de la ley. Lo que implica no desviar el debate hacia chivos expiatorios como los jóvenes, los pobres, las drogas y varios etcéteras, como tampoco hacia ligerezas sobre el supuesto arte grafitero.

Por eso, el caso de los que pintarrajean trenes es interesante. Cuando el ministro Randazzo, aspirante a la presidencia, se enoja y dice que “no podemos permitir que un par de tarados arruinen lo que entre todos construimos con tanto esfuerzo”, tiene razón, pero no toda la razón. Porque él es parte –quizás uno de los conscientes, es verdad– de una clase dirigente que está a años luz de comprender la raíz de este problema social que en general políticos, policías y jueces reducen a eslóganes vacíos y reparto de culpas al voleo, sobre todo a jóvenes, pobres, y ahora extranjeros.

Es reprochable que chicos desaforados deterioren el patrimonio colectivo –el de todos– pero sucede que ellos mismos son víctimas de su vandalismo debido a la pésima o nula educación cívica que les brindó la democracia. Son víctimas, además, de un periodismo miserable que los usa para aumentar la sensación de caos.

Vivimos en un país que en los últimos 30 años, por lo menos, no sanciona nada o sanciona todo mal, que es lo mismo. Se perdieron las viejas amonestaciones que bien o mal ejemplificaban y proponían conductas, y hoy nadie las teme. Les pasa a los chicos de todas las edades escolares, y les sucede a los adultos en los más diversos órdenes de la vida.

Las condenas en la Argentina jamás se cumplen. Siempre hay recursos, chicanas, códigos arcaicos y otros mamarrachos jurídicos que sólo sirven para minar la confianza de la ciudadanía. Ni siquiera es cuestión de garantismo versus mano dura. Lo que falta son dirigentes con sabiduría para proponer modos de convivencia que necesariamente han de pasar por los viejos, nobles criterios de que quien causa un daño debe pagarlo y quien afecta el patrimonio público debe repararlo como sanción.

Lo cual no tiene nada que ver con estúpidas nostalgias de la dictadura ni los viejos tiempos de una Argentina agraria y explotadora, como no tiene que ver con el amor familiar o filial que pretende “lavar ropas en casa”. En todo caso más refiere –cuándo no– al penoso estado de la Justicia y sus cada vez más repudiables conductas y estilos.

El horrible presente de la Justicia en la Argentina está arrasando incluso con la hasta hace poco respetada Corte Suprema que logró Néstor Kirchner con aquel decreto que terminó con las taras menemistas. En pocos años se echó a perder nuevamente ese respeto, por el fallecimiento de los ministros Argibay y Petra-cchi, ahora la renuncia del ministro Zaffaroni y el absurdo atornillamiento del casi centenario y acaso inhábil ministro Fayt. Si a eso se le suma la cada vez más evidente ambigüedad del presidente Lorenzetti, y el necio trancón opositor que impide que se cumpla la Constitución, no hay autoridad judicial respetable, como no hay sanción ni jerarquía ejemplar.

¿Cómo no entender –que no justificar, desde luego– que pibes ignorantes y desenfrenados pinten trenes como actitud de rebeldía? Complejísimo tema para meditar en este verano en el que el éxito rotundo de esa maravillosa película autocrítica que es Relatos salvajes sigue hablando de millones de argentinos que parece que van a mirarse en un espejo en el que son incapaces de reconocerse.

05/01/15 Página|12

¿Y si el fin de ciclo no está tan cerca? Por Gustavo Cirelli

Contra todos los pronósticos, el kirchnerismo arranca el 2015 con fuerte capital político para la carrera electoral.

En las últimas horas se cayeron como un débil castillo de naipes expuesto a una simple brisa de verano las profecías catastróficas que auguraban un Fin de Año teñido por todo tipo de desgracias políticas y sociales; y aventuraban un arranque de 2015 con los argentinos expulsados a padecer a la intemperie los avatares de una crisis fulminante, terminal.

Cerró el 2014 sin estrépito social, ni saqueos ni otro tipo de incidentes como los que precedieron en los diciembres de 2012 y 2013, en los que la sociedad debió enfrentar, incluso, hasta la irresponsabilidad criminal de una extorsión de policías acuartelados. Afortunadamente el brindis del 31, ese momento cargado de sensaciones encontradas entre el balance por lo que ya fue y la expectativa por lo que vendrá, se concretó en paz.

Es de imaginar que cada vez sean menos los que piensan en un fin de ciclo que no llega, aunque hagan la mueca pública de contar los días que faltan para el 10 de diciembre. Arrancó el 2015.

Lo que vino de inmediato fue el vencimiento de la clausula RUFO y el mundo siguió andando al igual que la discusión con los fondos buitre, y la instalación y el respaldo en el exterior de la posición soberana de la Argentina de desendeudarse pero "en condiciones justas, razonables y sostenibles" como definió el ministro de Economía Axel Kicillof en sus primeras declaraciones públicas de 2015. Horas antes también, en un hecho inédito, las estaciones de servicio debieron modificar el precio de las naftas, pero esta vez, bajándolos en un 5 por ciento.

Se fue diciembre en calma, con buen nivel de consumo y una perspectiva de crecimiento de un 2% para el año que acaba de comenzar. Hasta los precios defraudaron a los agoreros: la medición pública y las consultoras privadas estimaron una desaceleración en la inflación.

Otro dato de relevancia política: como corolario de 2014, desde la iniciativa parlamentaria se confirmó fácticamente que el kirchnerismo no anda apesadumbrado ni falto de ímpetu ante ese mantra que la oposición político-judicial-mediática repite, una y otra vez: el fin de ciclo. Una fuerza en retirada no tendría la capacidad de sancionar en el Congreso un proyecto de ley que posibilitará que el mismo día de las presidenciales se elijan los diputados para el Parlasur, lo que puede consagrar, una vez más, a Cristina Fernández de Kirchner como la gran electora. Responde a una interpretación bastante ramplona pensar que la presidenta iría a las urnas para integrar el Parlamento del Mercosur por los fueros.

Es apresurado de analizar, quizá hasta de imaginar, pero las boletas electoras con CFK candidata pueden archivar más de una ambición presidencial y descartar varios desafortunados pronósticos: hace tiempo que lo preanuncian, con 2014 ya en pendiente, sin sonrojarse, se pusieron a contar los días que restan hasta el 10 de diciembre de 2015 cuando Cristina pase el bastón presidencial a otro mandatario electo; cuentan como chicos que repasan ansiosos cuánto les falta para las vacaciones.

La sociedad argentina merece algo más de sus dirigentes y periodistas que una cuenta regresiva, que, encima, los puede exponer al ridículo una vez más porque nadie, seriamente hoy, se atreve a aventurar que el Frente para la Victoria no mantendrá el gobierno durante un nuevo período presidencial. En la dinámica política argentina las encuestas a largo plazo son una foto efímera en el mejor de los casos; o en otros, sencillamente, son la consagración de la zoncera de ciertos candidatos que interpretan el pulso social a partir del laboratorio de una consultora.

En ese cuadro de situación, lo contradictorio de las últimas semanas (meses, tal vez) es el empeño por demonizar a Máximo Kirchner desde algunos medios tradicionales con manifiesta intención de horadar su figura, luego de que los sectores concentrados no le perdonaran su aparición pública en el acto de septiembre pasado en un estadio colmado de militantes, en su mayoría jóvenes, en Argentinos Juniors. ¿Por qué, si el kirchnerismo es para los analistas conservadores una fuerza política en inminente diáspora, tanto enseñamiento contra él, que nunca ocultó su dedicación por la política y su condición de referente de La Cámpora? Tampoco la de hijo de sus padres, por cierto.

Quizá en la propia ofensiva de medios y editorialistas hegemónicos se vislumbre el desconcierto que les genera intuir que nada de lo que vienen pregonando es lo que vaya a suceder. Ayer, por caso, Clarín descubrió la pólvora y tituló que "Máximo Kirchner convirtió su oficina en un búnker político". ¿Qué esperan del hijo de Néstor y de Cristina Kirchner, más aún con todos los gestos que tuvo en los últimos tiempos? Antes la estigmatización era porque no hablaba en público. Lo hizo y sorprendió a varios. Ahora es porque habla en privado. El padre de Máximo decía: "Están nerviosos." Frase que no perdió su vigencia. De aquellos nervios a este desconcierto. Lo que se patentiza en la centralidad obsesiva que le han dado a Kirchner hijo frente a la carencia de respuestas y propuestas políticas opositoras ante un kirchnerismo que no afloja ni medio centímetro su estilo de hacer política y ejercer el poder.

Con Cristina recuperándose de una fractura de su tobillo izquierdo, con su actividad pública limitada, la política nacional en los próximos días se dará en una esgrima de declaraciones audaces, obvias, originales o torpes de los precandidatos que se lanzaron a recorrer las playas para darse un baño de roce popular. A algunos, como a Daniel Scioli o a Elisa Carrió, por ejemplo, les sale naturalmente. A otros, en cambio, les queda más forzado andar de campaña con bermudas y ojotas. Son estilos.

Pero en la ansiedad por estar en todos lados se pueden cometer errores políticos, tácticos, que luego requieren de energía extra para remontarlos. Clarín espera el paso en falso para actuar. Y lo hizo. Scioli participó de la inauguración del "espacio" que el multimedio de Héctor Magnetto montó en Mar del Plata y posó junto a famosos diversos para una foto que fue la tapa del diario del ayer con el título "políticos y estrellas", una suerte de túnel del tiempo a los dorados años '90. Pero más allá de cierta dosis de menemismo desteñido que connota la imagen, la jugada maestra de la factoría clarinesca (que hace tiempo se bajó de la lancha naranja para ponderar las ciclovías amarillas del macrismo con rumbo presidencial, incluso por sobre la sonrisa sempiterna de Sergio Massa) expuso a Scioli a enfrentar nuevamente las críticas desde la fuerza orgánica que integra: el Frente para la Victoria.

El kirchnerismo en los últimos seis años le marcó la cancha a Magnetto. Fue una ruptura de época que determinó la vida política y cotidiana de los argentinos. Ningún dirigente argentino lo desconoce. De la foto participaron el precandidato presidencial y senador de la UCR Ernesto Sanz y la vicejefa del gobierno porteño María Eugenia Vidal que, a diferencia de Scioli (que sí está instalado como cada año en Mar del Plata para esta fecha), viajaron expresamente para posar con "estrellas". Para ellos esa postal marplatense no tiene costo alguno. Sus fuerzas políticas jamás osaron enfrentar al conglomerado Clarín. Otra es la coyuntura estival de Scioli y sus consecuencias inmediatas dentro de la interna del FPV. Clarín lo abrazó y las críticas de Urribarri, Randazzo y otros dirigentes del kirchnerismo no demoraron en llegar.

A orillas del mar se calentó la campaña. Pero los precandidatos kirchneristas deberán regular su propia pulseada interna porque en las últimas semanas quedó comprobado que cuando el oficialismo se aboca a la gestión, la oposición se sumerge en una lógica endogámica en la que van dañándose unos a otros: se muerden la cola. Al menos, ese fue el caso del panradicalismo, deshilachado o desorientado, ante la encrucijada que le impusieron desde afuera: perder identidad junto a Mauricio Macri o perder identidad junto a Massa. La interna de ese valioso y centenario espacio político que supo representar a la socialdemocracia criolla se define hoy en relación a figuras públicas o armados electorales con fuerzas que nada tienen que ver con su paladar político histórico. Otro caso de pragmatismo riesgoso, abismal. En esa indefinición, el socialista Hermes Binner anunció que mañana planta bandera en la arena de Mar del Plata y lanza su precandidatura presidencial por el Frente Amplio UNEN.

Mientras el FAUNEN sigue extraviado en su laberinto, Massa hace campaña-selfie con dirigentes de otros partidos a los que va sumando al amplio Frente Renovador; Martín Insaurralde deshoja la margarita para ver a qué espacio político pertenece (¿?), y Macri trata de que no se le desordene la fila luego de la "insubordinación" de Gabriela Michetti; el oficialismo comienza el 2015 con media docena de precandidatos presidenciales en carrera –más allá del chisporroteo marplatense de las últimas horas– y con el peronismo en estado de unidad. Que es como decir, en estado de gracia.

Un escenario que encuentra al kirchnerismo iniciando un año complejo por definición de calendario, en una situación que pocos imaginaron hace un año: con su activo militante intacto, entusiasmado, y lejos del reflujo o repliegue sistémico de una fuerza presumiblemente en retirada, abocado a seguir en su construcción política territorial y social, aún en un período electoral en el que aguardarán orgánicamente la determinación de Cristina para mostrar sus cartas. Además, en 12 años de gestión, el oficialismo llega, por caso, con capacidad de recambios en su Gabinete. Lo demostró con la rentrée ejecutiva de Aníbal Fernández, que sumó otra voz a la del jefe de ministros Jorge Capitanich en las cotidianas pulseadas mediáticas; elenco al que se reincorporó Juan Manuel Abal Medina desde su banca de senador. O la emblemática figura de Alicia Kirchner, laboriosa y orgánica desde el primer minuto, con capacidad de asumir el desafío que la presidenta le indique en cualquier momento. Y más: un dato de la realidad que exhibieron en sus góndolas encuestadoras nada afines al kirchnerismo: Cristina como la persona más influyente del país y con una imagen positiva que ronda el 40 por ciento.

Es de imaginar que cada vez sean menos los que piensan en un fin de ciclo que no llega, aunque hagan la mueca pública de contar los días que faltan para el 10 de diciembre. Arrancó el 2015.

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A cambiar de pareja Por Miguel Russo

Las similitudes entre una danza colombiana llamada “De la escoba” y las alianzas políticas telúricas son demasiadas. Tanto como patéticas. Pero es año electoral en el país y la idea de “baile”, por más colombiano que sea, se presenta como apropiada para reflejar lo que vendrá (con el permiso de la película de Gustavo Mosquera, la banda sonora del mismo film realizada por Charly García y el memorable tangazo de Astor Piazzolla). La cuestión en el orden nacional es así: Mauricio Macri le propuso a Gabriela Michetti ser la candidata a compartir con él la fórmula presidencial del PRO. Michetti, quizás hastiada de su inocultable y eterna discusión con Horacio Rodríguez Larreta, al que el propio Mauricio mencionó como el candidato óptimo para reemplazarlo al frente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, o quizás sabedora de que sería mejor para ella el “pájaro en mano” del sillón de la CABA que el “cien volando” de una hipotética y esquiva vicepresidencia, empezó a coquetearle a Sergio Massa, del Frente Renovador. A su vez, Sergio Massa le confesó al diario La Nación que “Gabriela Michetti sería una gran jefa de Gobierno”. Mientras tanto, con escenario de casorio en el Tenis Club Argentino de Palermo entre Esmeralda Mitre y Darío Lopérfido, alguien llamó a Alemania para avisarle al viajero Mauricio que “Lilita aceptó nuestro ofrecimiento”. El ofrecimiento de marras –informó un columnista de Infobae, invitado a la fiesta– era que Elisa Carrió (la misma que dinamitó hace poquito nomás las intentonas de Faunen despachándose a gusto contra Solanas, Morales, Sanz, Binner y tutti li fuochi) fuera el “emblema del PRO en la lucha contra la corrupción en el cargo de Procuradora General de la Nación ante una eventual victoria macrista en 2015”. La orden, como en la colombiana Danza de la Escoba, sin bastonero a la vista, parecía irrevocable: “A cambiar de pareja”. Y rapidito, que se nos vienen las Paso.

Aquí, allá y en todas partes. En el Compendio del folclore colombiano, dice su autor, el musicólogo Guillermo Abadía, que la Danza de la Escoba “es tal vez la más divertida de las mojigangas del oriente de Bogotá” y agrega que su alumna Martha Torres, en un trabajo de investigación propio sostiene que “dicha danza es un aire de torbellino y su coreografía tiene carácter jocoso y competitivo, es casi un juego”. Mojiganga, en el diccionario, no deja lugar a dudas: “Farsa representada con máscaras y disfraces ridículos en las fiestas públicas de raíz carnavalesca”. Casi casi igualito a lo que parece ser la ideología y sus consecuentes alianzas para los mencionados políticos connacionales.

La dicha danza (popularísima en el Valle de Aburra, subregión ubicada en el centro-sur del departamento de Antioquia, Colombia) se practica en toda fiesta social o actividad recreativa, al son de cualquier ritmo y con movimientos improvisados. Se repite: cualquier ritmo y con movimientos improvisados. Como por acá en la confección de boletas con las que todo argentino/a mayor de 16 años deberá lidiar en las geografías escolares de los cuartos oscuros.

La idea central –de la danza– gira en torno de una escoba y su función. El baile –las elecciones para determinados políticos– es una especie de competencia lúdica. El juego –la danza– consiste en que el hombre o la mujer que no tiene pareja baila con la escoba, mientras que los demás lo hacen en parejas mixtas. En un momento determinado –dice Abadía en su enjundioso estudio–, quien baila con la escoba la lanza al suelo, ésta es la señal para que las parejas se separen y corran en busca de otro compañero o compañera, oportunidad que aprovecha la persona que bailaba con la escoba para conseguir con quien bailar y si lo consigue, otra persona es la que queda sola, por lo tanto le toca bailar con el llamado caballito de las brujas. En otros casos, alguien, el mencionado bastonero, grita “a cambiar de pareja”, momento en el que se suspende la música y todos corren en busca de otro/a compañero/a de danza. O de partido (esto no lo agrega Abadía ni ningún otro musicólogo colombiano). El juego –la danza, las alianzas preelectorales– se repite hasta que termine la pieza musical y el que quede con la escoba tiene que pagar una pena.

En otras versiones de la danza (lo que parece más apropiado en la similitud con las alianzas políticas vernáculas), la escoba (el aliado o la aliada) no se tira al suelo, sino que se le entrega directamente a otra persona del sexo contrario, quien está obligada a recibirla y ceder a su compañero/a.

Un dato curioso que aporta, otra vez, Abadía, hace dudar del verdadero tema en cuestión del musicólogo colombiano, si la mencionada Danza de la Escoba o la mencionada política de alianzas preelectorales: “Es un baile de adultos de parejas mixtas, sueltas, tomadas, abrazadas o las tres situaciones combinadas. El lenguaje corporal depende del ritmo que se esté bailando. Por lo general, lo hacen desordenadamente, sin coordinación. Sus movimientos dentro del escenario son libres y espontáneos. El comportamiento depende de la personalidad de los participantes en el baile, pero en términos generales se tiene la tendencia a las actitudes exageradas, a la jocosidad y a lo humorístico, a lo ridículo y al desdoblamiento personal, sobre todo cuando los participantes han ingerido licor”. Y bueh.

Así las cosas, en medio del baile (léase “política de alianzas preelectorales”) Massa juró y perjuró que denunciaría a Carrió ante la Justicia por injurias y pidió que se le practiquen pericias psicológicas para comprobar su grado de locura. Carrió, ni lerda ni perezosa, contraatacó sin miramientos: “De la locura se puede volver, pero del narcotráfico no”. De la misma manera, pero con otras intenciones, el líder del Frente Renovador se refirió a Michetti: “Creo que más allá de no ser de mi partido o mi proyecto, Gabriela tiene coraje para ponerles coto a cuestiones menores como las barras manejando los trapitos, o cuestiones importantes, como limitar negocios como el juego o las concesiones para amigos, porque es una mujer con valores”. Macri, por su parte, confía en Rodríguez Larreta como “la continuidad cantada del modelo macrista”, mientras que considera a Michetti como una dirigente rebelde e inmanejable para él y otros “capitostes del PRO” –como los llaman desde la página cronista.com–, acostumbrados a tomar decisiones verticalistas. En la fiesta del casorio fashion entre Mitre y Lopérfido, Lilita y Gabriela se fundieron en un afectivo abrazo (las malas lenguas dicen que ese abrazo fue el famoso “sí” a la procuraduría ofrecida).

La danza continúa. Se sabe, Carrió es Carrió, Massa es Massa, Macri es Macri y Michetti es Michetti: sus exabruptos pueden motivar la entrada en escena de algún bastonero que grite sin contemplaciones con el elector “a cambiar de pareja” para que la escoba y las boletas se tornen cada vez más imprevisibles. Como una mojiganga, ni más ni menos.

04/01/15 Miradas al Sur