lunes, 5 de enero de 2015

La Rufo y el pucho Por Carlos Barragán

El año comienza con dos sucesos editoriales que llaman la atención. Por un lado Nik, el historietista de La Nación saca El Principito by Gaturro, que así se llama –"by" significa "por" para los lectores hispanoparlantes– y según dice en la promo-nota se trata de una reinterpretación del clásico infantil ilustrado por él mismo. La novedad es que todas las veces que Nik había dibujado ideas ajenas hasta ahora nunca había avisado (pregúntele a Quino y otros). Así que ahora aproveche y para sus pibes pídale el libro a los reyes magos. Pero no se asuste si en lugar de aparecer el famoso sombrero que en realidad es una boa que se comió un elefante, aparece Cristina que en realidad es una víbora que se comió al bueno del Principito.

"Con el fin de año se terminó la única cláusula, de todas las cláusulas del mundo, que yo conozco: la cláusula RUFO. Y ese fue otro motivo más para brindar, como dijo Cristina: con sidra y sin puchos".

El otro libro es uno del pobre Julio Bárbaro que en otro gesto que no lo enaltece tuvo la inesperada y original idea de hacer la biografía "maldita", digamos, de Néstor Kirchner. Ahí, por lo que pude leer en Perfil –donde reciclan tanta bosta que un día de estos van a conseguir energía limpia para calefaccionar toda la redacción- Néstor "el verdadero" y le juro que eso dicen: nunca fue peronista (sic), y era un boludo (sic), y además era un cagón (sic), y era patotero (sic), y era carismático (sic), y era un facho de derecha (sic y sic), y colaboró con los milicos (sic), y la única vez que fue preso fue por borracho (hic!). En serio, eh. Pobrecito don Julio Bárbaro (foto) que con este manual para el antikirchnerista con capacidades diferentes no pudo darse cuenta de que si uno inventa una biografía debe tomarse el trabajo de que las cosas encajen mínimamente, como fijarse que si vamos a hablar de un tipo que llegó a ser un presidente brillante no podemos poner que lo logró gracias a ser un oscuro idiota. Porque es difícil entender que un tipo facho y cobarde sea carismático y temido por todos porque era boludo y amigo de los milicos que lo metían preso por borracho, y también por ser un cagón que tenía a todos asustados, y un boludo que como no era peronista fue un líder peronista, de derecha aunque de izquierda porque metió en cana a sus amigos milicos porque era facho y carismático?

-Escuchame, ¿no te parece que así le hacés publicidad a la oposición hablando de ese libro escrito contra Néstor? –me dice mi amigo el ultrakirchnerista al que le muestro las columnas antes de mandarlas.

-Es para que la gente sepa que la oposición ya no puede ni inventar operaciones decentes. Son unos nabos que si los pusieras a escribir en contra de Maradona escribirían que era un patadura y que los goles se los hacía Caniggia –le digo.

-Es raro. A lo mejor Julio Bárbaro lo acompañó a Néstor hasta que se avivó de que no era un borracho fascista como él creía –me dice.

Con el fin de año se terminó la única cláusula, de todas las cláusulas del mundo, que yo conozco: la cláusula RUFO. Y ese fue otro motivo más para brindar, como dijo Cristina: con sidra y sin puchos. La verdad que no sabía que con la RUFO también se me terminaba el vicio de fumador. Capaz que con el vicio de fumarse países se terminaban los demás vicios.

-No te hagás el vivo y hacele caso a la jefa: dejá el faso, gordo –me dice.

-Es la primera vez que me cuesta estar de acuerdo con la presidenta. Y la verdad que es un alegría porque ahora, cuando me acusen de ser un fanático ultraK, puedo decir que lo mío es un inteligente "apoyo crítico" –le digo. 

-Mirá, gil, si Cristina dijo que hay que dejar el faso, debe ser por alguna cuestión política. Ella es una estadista –me dice.

-¿Vos decís que el pucho es gorila? –le digo.

-Obvio. Todo lo que no le hace bien al pueblo es gorila –me dice.

Y habrá que ver qué onda con esto de que el petróleo bajó a la mitad. Resulta que cuando veníamos creyendo que el petróleo era el bien más escaso del mundo, cuando el presidente yanqui iba a estar desesperados por llenar el tanque de su auto, cuando creíamos que íbamos a estar rascando el fondo de la olla del último pozo petrolero, los tipos agarran y te bajan el precio a la mitad. Lo que demuestra que la escasez de cualquier cosa es nada más que marketing. Y vayámonos preparando para que nos digan que el calentamiento global no es tan caliente ni tan global, salvo en los lugares donde haya algún negocio con eso. 

-Irresponsable, con el calentamiento global no se jode –me dice.

-Escuchame, pronostican para todo enero mínimas de 16 grados como estos días –le digo.

-¿Vos decís que la baja del petróleo y que los veranos sean frescos demuestra que hay una conspiración mundial? –me dice.

-Mirá, ya leí que el huevo no sube el colesterol, que la manteca es más sana que la margarina, que el chocolate es bueno para el hígado, y que el vino es bueno para todo. Y hoy leí que descubrieron que la grasa del cuerpo te defiende de las bacterias –le digo.

-O sea que toda esta nota es para justificar que vas a seguir morfando, chupando y fumando todo el 2015 –me dice.

-No. Lo que quiero decir es que nadie sabe nada –le digo.

-Claro, y vos vas a juntar grasa suficiente como para defender de las bacterias a toda tu familia –me dice.

Y como esto se está poniendo demasiado personal, mejor doy por terminada esta columna.

Infonews

La volatilidad del discurso opositor Por Felipe Yapu

Más del 90% de las leyes votadas en estos casi 12 años sólo contó con respaldo oficialista. Muchos se opusieron y luego se arrepintieron. Tarde.

Superados los balances del año que finalizó, es claro que llegó el momento de los análisis de los probables escenarios políticos que vivirá la Argentina. No es para menos, el año que comenzó es una bisagra donde el cambio de gobierno manda y pone en juego el futuro del pueblo de estas amplias, variadas, complejas y maravillosas geografías. En términos generales, las propuestas de todos los por ahora autodenominados presidenciables tienen en común, al menos en el discurso, la promesa de mantener lo bueno de estos años kirchneristas y modificar o corregir lo errado. Las diferencias saltan cuando se escarba un poco y allí los gatos dejan de ser pardos.

Las encuestas de opinión, todavía verdes en cuanto a escenarios electorales, reflejan un nivel de aceptación del gobierno nacional que obligó al mundillo opositor a reconocerle algunos aciertos. Eso sí, estas valoraciones positivas siempre se producen mucho tiempo después. Por caso, los comentarios favorables a las condiciones políticas de Néstor Kirchner se hicieron una vez que dejó de ser un potencial peligro electoral, esto es después de su fallecimiento. Ahora es posible encontrar declaraciones a favor de la Asignación Universal por Hijos y otros programas sociales por el estilo. A ojo de buen cubero más del 90% de las leyes votadas en estos casi 12 años no contaron con el respaldo opositor. Después, mucho tiempo después, vinieron los cambios de opinión, como cuando se escuchan reconocimientos sobre las bondades de contar con una empresa petrolera estatal o la finalización necesaria del negocio de las administradoras privadas de jubilaciones y pensiones. Pero es bueno recordar que estas frases (¿de ocasión?) no son las mismas de cuando el debate político pasaba justo por esas transformaciones y en esos días se parecían mucho al de simples y pobres voceros ideológicos de los sectores de poder local e internacional que rechazaban el atrevimiento kirchnerista.

El discurso opositor tiene una volatilidad envidiable. Repudian el populismo del gobierno de Cristina Kirchner, critican su enfrentamiento con los Estados Unidos por los fondos buitre y sin mediar segundos recuperan el discurso antiimperialista cuando rechazan, por caso, el acuerdo comercial con China.

Así, los precandidatos opositores hoy se presentan, sin reconocerlo, como reformistas del modelo actual. Llegan a esa condición tras visualizar que ya no son los ganadores de la primera vuelta de octubre (como se creían tras los comicios de 2013) sino como aspirantes a poder ser partícipes de la segunda vuelta prevista para noviembre. Sin duda, un descenso de sus expectativas que se observa tras confirmar que la realidad les arruinó los titulares de los emporios comunicacionales a los que suelen ser fieles seguidores de sus mandatos.

Pero el azar de alguna manera les sonríe a estos falsos reformistas. La actual indefinición de un candidato del Frente para la Victoria (FPV) les permite seguir buscando aliados en las provincias para engrosar su posible caudal electoral. Sergio Massa y Mauricio Macri despluman a la Unión Cívica Radical que, consciente de su incapacidad para genera un líder que aglutine a su sinfín de corrientes internas, se inscribió en cuanto remate de candidaturas se presenta. Macri prefiere las provincias importantes y busca aliarse con los radicales de Córdoba y Santa Fe. Son distritos de peso en cuanto a lo electoral y apura los acuerdos porque allí habrá elecciones anticipadas que servirán como pruebas testigo de la entente que están pergeñando. Massa, en cambio, optó por distritos menores en cuanto al peso específico electoral. Tal vez sea por la influencia peronista que le otorgan sus principales socios en el Frente Renovador. Así, cierra filas con el radicalismo de Jujuy, Tucumán y otras provincias del norte donde a los candidatos y dirigentes de esas UCR, que a esta altura ya funge de confederación de partidos radicales, les importa poco (al menos en el discurso) la fórmula presidencial que acompañen si les garantiza el envión necesario para hacerse de las gobernaciones. Soñar no cuesta nada y especular en política mucho menos.

La sobreabundancia de ofertas electorales dentro del kirchnerismo es positiva. Al menos por ahora. Sin embargo, entre los precandidatos hay coincidencia en que dos o a lo sumo tres fórmulas presidenciales compitiendo en las PASO es lo más conveniente. Todos afirman sentirse representantes del mandato kirchnerista. En rigor, hay algunos más que otros. El kirchnerismo lleva ya en estas latitudes el suficiente tiempo como para tener en su interior un ala ortodoxa (que no tiene una connotación negativa) y otra más conservadora. Todos expresan su intención de continuar con el modelo. Incluso hablan de profundizarlo aunque por el momento no dan pistas de lo que ello implica. Es posible que sea demasiado temprano como para andar mostrando cartas y las guardan para el momento oportuno.

Todos actúan, todos recorren las provincias y los que administran provincias se sienten con más posibilidades, tal es el caso de Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Daniel Scioli (Buenos Aires). El primero se define como el que mejor expresa el pensamiento y la acción kirchnerista. El bonaerense, a quien todos ubican en el ala conservadora del FPV, evita los cruces con sus competidores y afianza su perfil conciliador. Muy a pesar suyo, pende sobre sí el estigma de ser el gobernador de una provincia que nunca sirvió como trampolín para una presidencia. Pero, como se dijo, todavía falta tiempo y la participante más importante de esta partida todavía no mostró sus cartas.

La presidenta Cristina Kirchner por ahora se muestra equidistante de los precandidatos del FPV aunque dio algunas señales cuando habló de fotos y colores de los aspirantes presidencial. Por ahora, se concentra en lo que mejor sabe, que es gobernar. Afianzó su iniciativa tanto en lo político como en lo económico. Resistió, a pesar de los nefastos pronósticos, los embates especulativos tanto de los fondos buitre en Nueva York como las corridas locales que se produjeron el último año.

Por caso, el ministro de Economía, Axel Kicillof, advirtió sobre un nuevo ataque especulativo que promueven estos fondos buitre aunque a hora a nivel regional. La especulación financiera es mal endémico en el mundo y si bien en este último tiempo en la Argentina se hizo mucho para controlarla todavía no ha sido suficiente. El propio Kicillof los denomina escurridizos y creativos a la hora evitar controles y fugar capitales. Las pruebas que llegaron desde Francia sobre la conducta de un solo banco, el HSBC, dan cuenta de la capacidad de daño que tienen sus protagonistas. En la justicia está la denuncia contra esta entidad bancaria, en el Congreso todavía se espera la puesta en marcha de la comisión bicameral investigadora sobre este caso. Ambas pueden servir como herramientas para desenmascarar estos actores que todavía gozan de protección mediática y política. También podría el gobierno nacional, a modo de una prueba más de que el síndrome del "pato rengo" no es válido en CFK, llevar al Congreso una nueva ley de Entidades Financieras que termine con la impronta neoliberal que tiene la actual norma nacida bajo la sombra de la última dictadura cívico-militar. Son los primeros días de enero y esta posibilidad bien puede valer como deseo para este año que recién comienza.

Infonews

Vandalismos y democracia en 2015 Por Mempo Giardinelli

Hace una semana el ministro Florencio Randazzo se enfureció ante nuevos ataques de grafiteros que no tuvieron mejor idea –si es que tienen alguna– que pintarrajear dos flamantes vagones de la renovada línea Mitre del ferrocarril urbano porteño. Continuidad, de hecho, de idénticas provocaciones (difícil llamarlas de otro modo) en las líneas Sarmiento y San Martín.

La indignación del ministro ante el atropello a los bienes públicos, justificada y compartible, abre sin embargo una reflexión acerca de la educación ciudadana, cuya mayoría parece resignada a aceptar vandalismos que no parecen ser solamente obra de jóvenes incontrolados ni producto de caudillos políticos o bandas urbanas.

Quizá la cuestión sea mucho más grave y tenga que ver –es una hipótesis– con algo más que la “modernidad”. Porque después de años de autoritarismo, brutalidad y genocidio, lo que queda a la vista en democracia –y se manifiesta cada vez más– es una sociedad en general incapaz de reconocer criterios de autoridad, quizá porque se ha habituado a la ausencia de sanciones y acostumbrado a discursos hipócritas y a que el concepto de jerarquía sea menoscabado de maneras tan impunes como veloces.

Es una cuestión extremadamente compleja y delicada de abordar, sobre todo porque nada indica que las autoridades, de gobierno ni de oposición, sean capaces ni siquiera de advertir su gravedad. En todo caso, reaccionan con respuestas simplistas, represivas o permisivas, para la prensa y los medios. Y luego siguen con sus distracciones habituales.

Esas respuestas contribuyen a la gravedad del problema, sin dudas, pero de ninguna manera son la raíz del mismo. Que acaso esté en una de las mayores fallas de la democracia argentina: que no ha sabido hacer docencia para restablecer sanos y equilibrados criterios de autoridad y de sanción.

Desde una perspectiva respetuosa a rajacincha de los derechos humanos, a la luz de nuestra historia pero también atendiendo a la necesidad de que el libre juego de los intereses de la sociedad sea parejo, pacífico y equitativo, lo que se espera siempre de un orden democrático es equidad y equilibrio entre los intereses en juego. Que son los de millones de personas que anhelan vivir respetadas y en paz, y para quienes el bien público es bien de todos. En esa perspectiva son desterrables tanto el orden autoritario como cualquier permisividad pretendidamente libertaria que, en aras de individualismos que ofenden al conjunto, destruyen bienes públicos.

Es también necesario y urgente reflexionar la cuestión porque este país salió de un autoritarismo que fue feroz, sí, pero tan cierto como eso es que la democracia no organizó un sistema de autoridades respetadas en base al saber, la moral y el buen comportamiento colectivo. Al contrario, el salto del autoritarismo brutal de dictadores y genocidas fue hacia una especie de nada. Y así caímos en esta especie de “antiautoridad” que está de moda y es nefasta. Incluso en el interior de comunidades y familias.

La vida en sociedad impone, siempre, aquí y dondequiera, un marco consensuado de respeto. A las leyes y a las autoridades constitucionales que se encumbran por el voto popular en primer lugar. Y a la jerarquía del saber, la educación, la prudencia y la firmeza que derivan en consecuencia.

Firmeza, por supuesto, entendida en el sentido más elemental: ser firme es ser riguroso en el cumplimiento de la ley. Lo que implica no desviar el debate hacia chivos expiatorios como los jóvenes, los pobres, las drogas y varios etcéteras, como tampoco hacia ligerezas sobre el supuesto arte grafitero.

Por eso, el caso de los que pintarrajean trenes es interesante. Cuando el ministro Randazzo, aspirante a la presidencia, se enoja y dice que “no podemos permitir que un par de tarados arruinen lo que entre todos construimos con tanto esfuerzo”, tiene razón, pero no toda la razón. Porque él es parte –quizás uno de los conscientes, es verdad– de una clase dirigente que está a años luz de comprender la raíz de este problema social que en general políticos, policías y jueces reducen a eslóganes vacíos y reparto de culpas al voleo, sobre todo a jóvenes, pobres, y ahora extranjeros.

Es reprochable que chicos desaforados deterioren el patrimonio colectivo –el de todos– pero sucede que ellos mismos son víctimas de su vandalismo debido a la pésima o nula educación cívica que les brindó la democracia. Son víctimas, además, de un periodismo miserable que los usa para aumentar la sensación de caos.

Vivimos en un país que en los últimos 30 años, por lo menos, no sanciona nada o sanciona todo mal, que es lo mismo. Se perdieron las viejas amonestaciones que bien o mal ejemplificaban y proponían conductas, y hoy nadie las teme. Les pasa a los chicos de todas las edades escolares, y les sucede a los adultos en los más diversos órdenes de la vida.

Las condenas en la Argentina jamás se cumplen. Siempre hay recursos, chicanas, códigos arcaicos y otros mamarrachos jurídicos que sólo sirven para minar la confianza de la ciudadanía. Ni siquiera es cuestión de garantismo versus mano dura. Lo que falta son dirigentes con sabiduría para proponer modos de convivencia que necesariamente han de pasar por los viejos, nobles criterios de que quien causa un daño debe pagarlo y quien afecta el patrimonio público debe repararlo como sanción.

Lo cual no tiene nada que ver con estúpidas nostalgias de la dictadura ni los viejos tiempos de una Argentina agraria y explotadora, como no tiene que ver con el amor familiar o filial que pretende “lavar ropas en casa”. En todo caso más refiere –cuándo no– al penoso estado de la Justicia y sus cada vez más repudiables conductas y estilos.

El horrible presente de la Justicia en la Argentina está arrasando incluso con la hasta hace poco respetada Corte Suprema que logró Néstor Kirchner con aquel decreto que terminó con las taras menemistas. En pocos años se echó a perder nuevamente ese respeto, por el fallecimiento de los ministros Argibay y Petra-cchi, ahora la renuncia del ministro Zaffaroni y el absurdo atornillamiento del casi centenario y acaso inhábil ministro Fayt. Si a eso se le suma la cada vez más evidente ambigüedad del presidente Lorenzetti, y el necio trancón opositor que impide que se cumpla la Constitución, no hay autoridad judicial respetable, como no hay sanción ni jerarquía ejemplar.

¿Cómo no entender –que no justificar, desde luego– que pibes ignorantes y desenfrenados pinten trenes como actitud de rebeldía? Complejísimo tema para meditar en este verano en el que el éxito rotundo de esa maravillosa película autocrítica que es Relatos salvajes sigue hablando de millones de argentinos que parece que van a mirarse en un espejo en el que son incapaces de reconocerse.

05/01/15 Página|12

¿Y si el fin de ciclo no está tan cerca? Por Gustavo Cirelli

Contra todos los pronósticos, el kirchnerismo arranca el 2015 con fuerte capital político para la carrera electoral.

En las últimas horas se cayeron como un débil castillo de naipes expuesto a una simple brisa de verano las profecías catastróficas que auguraban un Fin de Año teñido por todo tipo de desgracias políticas y sociales; y aventuraban un arranque de 2015 con los argentinos expulsados a padecer a la intemperie los avatares de una crisis fulminante, terminal.

Cerró el 2014 sin estrépito social, ni saqueos ni otro tipo de incidentes como los que precedieron en los diciembres de 2012 y 2013, en los que la sociedad debió enfrentar, incluso, hasta la irresponsabilidad criminal de una extorsión de policías acuartelados. Afortunadamente el brindis del 31, ese momento cargado de sensaciones encontradas entre el balance por lo que ya fue y la expectativa por lo que vendrá, se concretó en paz.

Es de imaginar que cada vez sean menos los que piensan en un fin de ciclo que no llega, aunque hagan la mueca pública de contar los días que faltan para el 10 de diciembre. Arrancó el 2015.

Lo que vino de inmediato fue el vencimiento de la clausula RUFO y el mundo siguió andando al igual que la discusión con los fondos buitre, y la instalación y el respaldo en el exterior de la posición soberana de la Argentina de desendeudarse pero "en condiciones justas, razonables y sostenibles" como definió el ministro de Economía Axel Kicillof en sus primeras declaraciones públicas de 2015. Horas antes también, en un hecho inédito, las estaciones de servicio debieron modificar el precio de las naftas, pero esta vez, bajándolos en un 5 por ciento.

Se fue diciembre en calma, con buen nivel de consumo y una perspectiva de crecimiento de un 2% para el año que acaba de comenzar. Hasta los precios defraudaron a los agoreros: la medición pública y las consultoras privadas estimaron una desaceleración en la inflación.

Otro dato de relevancia política: como corolario de 2014, desde la iniciativa parlamentaria se confirmó fácticamente que el kirchnerismo no anda apesadumbrado ni falto de ímpetu ante ese mantra que la oposición político-judicial-mediática repite, una y otra vez: el fin de ciclo. Una fuerza en retirada no tendría la capacidad de sancionar en el Congreso un proyecto de ley que posibilitará que el mismo día de las presidenciales se elijan los diputados para el Parlasur, lo que puede consagrar, una vez más, a Cristina Fernández de Kirchner como la gran electora. Responde a una interpretación bastante ramplona pensar que la presidenta iría a las urnas para integrar el Parlamento del Mercosur por los fueros.

Es apresurado de analizar, quizá hasta de imaginar, pero las boletas electoras con CFK candidata pueden archivar más de una ambición presidencial y descartar varios desafortunados pronósticos: hace tiempo que lo preanuncian, con 2014 ya en pendiente, sin sonrojarse, se pusieron a contar los días que restan hasta el 10 de diciembre de 2015 cuando Cristina pase el bastón presidencial a otro mandatario electo; cuentan como chicos que repasan ansiosos cuánto les falta para las vacaciones.

La sociedad argentina merece algo más de sus dirigentes y periodistas que una cuenta regresiva, que, encima, los puede exponer al ridículo una vez más porque nadie, seriamente hoy, se atreve a aventurar que el Frente para la Victoria no mantendrá el gobierno durante un nuevo período presidencial. En la dinámica política argentina las encuestas a largo plazo son una foto efímera en el mejor de los casos; o en otros, sencillamente, son la consagración de la zoncera de ciertos candidatos que interpretan el pulso social a partir del laboratorio de una consultora.

En ese cuadro de situación, lo contradictorio de las últimas semanas (meses, tal vez) es el empeño por demonizar a Máximo Kirchner desde algunos medios tradicionales con manifiesta intención de horadar su figura, luego de que los sectores concentrados no le perdonaran su aparición pública en el acto de septiembre pasado en un estadio colmado de militantes, en su mayoría jóvenes, en Argentinos Juniors. ¿Por qué, si el kirchnerismo es para los analistas conservadores una fuerza política en inminente diáspora, tanto enseñamiento contra él, que nunca ocultó su dedicación por la política y su condición de referente de La Cámpora? Tampoco la de hijo de sus padres, por cierto.

Quizá en la propia ofensiva de medios y editorialistas hegemónicos se vislumbre el desconcierto que les genera intuir que nada de lo que vienen pregonando es lo que vaya a suceder. Ayer, por caso, Clarín descubrió la pólvora y tituló que "Máximo Kirchner convirtió su oficina en un búnker político". ¿Qué esperan del hijo de Néstor y de Cristina Kirchner, más aún con todos los gestos que tuvo en los últimos tiempos? Antes la estigmatización era porque no hablaba en público. Lo hizo y sorprendió a varios. Ahora es porque habla en privado. El padre de Máximo decía: "Están nerviosos." Frase que no perdió su vigencia. De aquellos nervios a este desconcierto. Lo que se patentiza en la centralidad obsesiva que le han dado a Kirchner hijo frente a la carencia de respuestas y propuestas políticas opositoras ante un kirchnerismo que no afloja ni medio centímetro su estilo de hacer política y ejercer el poder.

Con Cristina recuperándose de una fractura de su tobillo izquierdo, con su actividad pública limitada, la política nacional en los próximos días se dará en una esgrima de declaraciones audaces, obvias, originales o torpes de los precandidatos que se lanzaron a recorrer las playas para darse un baño de roce popular. A algunos, como a Daniel Scioli o a Elisa Carrió, por ejemplo, les sale naturalmente. A otros, en cambio, les queda más forzado andar de campaña con bermudas y ojotas. Son estilos.

Pero en la ansiedad por estar en todos lados se pueden cometer errores políticos, tácticos, que luego requieren de energía extra para remontarlos. Clarín espera el paso en falso para actuar. Y lo hizo. Scioli participó de la inauguración del "espacio" que el multimedio de Héctor Magnetto montó en Mar del Plata y posó junto a famosos diversos para una foto que fue la tapa del diario del ayer con el título "políticos y estrellas", una suerte de túnel del tiempo a los dorados años '90. Pero más allá de cierta dosis de menemismo desteñido que connota la imagen, la jugada maestra de la factoría clarinesca (que hace tiempo se bajó de la lancha naranja para ponderar las ciclovías amarillas del macrismo con rumbo presidencial, incluso por sobre la sonrisa sempiterna de Sergio Massa) expuso a Scioli a enfrentar nuevamente las críticas desde la fuerza orgánica que integra: el Frente para la Victoria.

El kirchnerismo en los últimos seis años le marcó la cancha a Magnetto. Fue una ruptura de época que determinó la vida política y cotidiana de los argentinos. Ningún dirigente argentino lo desconoce. De la foto participaron el precandidato presidencial y senador de la UCR Ernesto Sanz y la vicejefa del gobierno porteño María Eugenia Vidal que, a diferencia de Scioli (que sí está instalado como cada año en Mar del Plata para esta fecha), viajaron expresamente para posar con "estrellas". Para ellos esa postal marplatense no tiene costo alguno. Sus fuerzas políticas jamás osaron enfrentar al conglomerado Clarín. Otra es la coyuntura estival de Scioli y sus consecuencias inmediatas dentro de la interna del FPV. Clarín lo abrazó y las críticas de Urribarri, Randazzo y otros dirigentes del kirchnerismo no demoraron en llegar.

A orillas del mar se calentó la campaña. Pero los precandidatos kirchneristas deberán regular su propia pulseada interna porque en las últimas semanas quedó comprobado que cuando el oficialismo se aboca a la gestión, la oposición se sumerge en una lógica endogámica en la que van dañándose unos a otros: se muerden la cola. Al menos, ese fue el caso del panradicalismo, deshilachado o desorientado, ante la encrucijada que le impusieron desde afuera: perder identidad junto a Mauricio Macri o perder identidad junto a Massa. La interna de ese valioso y centenario espacio político que supo representar a la socialdemocracia criolla se define hoy en relación a figuras públicas o armados electorales con fuerzas que nada tienen que ver con su paladar político histórico. Otro caso de pragmatismo riesgoso, abismal. En esa indefinición, el socialista Hermes Binner anunció que mañana planta bandera en la arena de Mar del Plata y lanza su precandidatura presidencial por el Frente Amplio UNEN.

Mientras el FAUNEN sigue extraviado en su laberinto, Massa hace campaña-selfie con dirigentes de otros partidos a los que va sumando al amplio Frente Renovador; Martín Insaurralde deshoja la margarita para ver a qué espacio político pertenece (¿?), y Macri trata de que no se le desordene la fila luego de la "insubordinación" de Gabriela Michetti; el oficialismo comienza el 2015 con media docena de precandidatos presidenciales en carrera –más allá del chisporroteo marplatense de las últimas horas– y con el peronismo en estado de unidad. Que es como decir, en estado de gracia.

Un escenario que encuentra al kirchnerismo iniciando un año complejo por definición de calendario, en una situación que pocos imaginaron hace un año: con su activo militante intacto, entusiasmado, y lejos del reflujo o repliegue sistémico de una fuerza presumiblemente en retirada, abocado a seguir en su construcción política territorial y social, aún en un período electoral en el que aguardarán orgánicamente la determinación de Cristina para mostrar sus cartas. Además, en 12 años de gestión, el oficialismo llega, por caso, con capacidad de recambios en su Gabinete. Lo demostró con la rentrée ejecutiva de Aníbal Fernández, que sumó otra voz a la del jefe de ministros Jorge Capitanich en las cotidianas pulseadas mediáticas; elenco al que se reincorporó Juan Manuel Abal Medina desde su banca de senador. O la emblemática figura de Alicia Kirchner, laboriosa y orgánica desde el primer minuto, con capacidad de asumir el desafío que la presidenta le indique en cualquier momento. Y más: un dato de la realidad que exhibieron en sus góndolas encuestadoras nada afines al kirchnerismo: Cristina como la persona más influyente del país y con una imagen positiva que ronda el 40 por ciento.

Es de imaginar que cada vez sean menos los que piensan en un fin de ciclo que no llega, aunque hagan la mueca pública de contar los días que faltan para el 10 de diciembre. Arrancó el 2015.

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A cambiar de pareja Por Miguel Russo

Las similitudes entre una danza colombiana llamada “De la escoba” y las alianzas políticas telúricas son demasiadas. Tanto como patéticas. Pero es año electoral en el país y la idea de “baile”, por más colombiano que sea, se presenta como apropiada para reflejar lo que vendrá (con el permiso de la película de Gustavo Mosquera, la banda sonora del mismo film realizada por Charly García y el memorable tangazo de Astor Piazzolla). La cuestión en el orden nacional es así: Mauricio Macri le propuso a Gabriela Michetti ser la candidata a compartir con él la fórmula presidencial del PRO. Michetti, quizás hastiada de su inocultable y eterna discusión con Horacio Rodríguez Larreta, al que el propio Mauricio mencionó como el candidato óptimo para reemplazarlo al frente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, o quizás sabedora de que sería mejor para ella el “pájaro en mano” del sillón de la CABA que el “cien volando” de una hipotética y esquiva vicepresidencia, empezó a coquetearle a Sergio Massa, del Frente Renovador. A su vez, Sergio Massa le confesó al diario La Nación que “Gabriela Michetti sería una gran jefa de Gobierno”. Mientras tanto, con escenario de casorio en el Tenis Club Argentino de Palermo entre Esmeralda Mitre y Darío Lopérfido, alguien llamó a Alemania para avisarle al viajero Mauricio que “Lilita aceptó nuestro ofrecimiento”. El ofrecimiento de marras –informó un columnista de Infobae, invitado a la fiesta– era que Elisa Carrió (la misma que dinamitó hace poquito nomás las intentonas de Faunen despachándose a gusto contra Solanas, Morales, Sanz, Binner y tutti li fuochi) fuera el “emblema del PRO en la lucha contra la corrupción en el cargo de Procuradora General de la Nación ante una eventual victoria macrista en 2015”. La orden, como en la colombiana Danza de la Escoba, sin bastonero a la vista, parecía irrevocable: “A cambiar de pareja”. Y rapidito, que se nos vienen las Paso.

Aquí, allá y en todas partes. En el Compendio del folclore colombiano, dice su autor, el musicólogo Guillermo Abadía, que la Danza de la Escoba “es tal vez la más divertida de las mojigangas del oriente de Bogotá” y agrega que su alumna Martha Torres, en un trabajo de investigación propio sostiene que “dicha danza es un aire de torbellino y su coreografía tiene carácter jocoso y competitivo, es casi un juego”. Mojiganga, en el diccionario, no deja lugar a dudas: “Farsa representada con máscaras y disfraces ridículos en las fiestas públicas de raíz carnavalesca”. Casi casi igualito a lo que parece ser la ideología y sus consecuentes alianzas para los mencionados políticos connacionales.

La dicha danza (popularísima en el Valle de Aburra, subregión ubicada en el centro-sur del departamento de Antioquia, Colombia) se practica en toda fiesta social o actividad recreativa, al son de cualquier ritmo y con movimientos improvisados. Se repite: cualquier ritmo y con movimientos improvisados. Como por acá en la confección de boletas con las que todo argentino/a mayor de 16 años deberá lidiar en las geografías escolares de los cuartos oscuros.

La idea central –de la danza– gira en torno de una escoba y su función. El baile –las elecciones para determinados políticos– es una especie de competencia lúdica. El juego –la danza– consiste en que el hombre o la mujer que no tiene pareja baila con la escoba, mientras que los demás lo hacen en parejas mixtas. En un momento determinado –dice Abadía en su enjundioso estudio–, quien baila con la escoba la lanza al suelo, ésta es la señal para que las parejas se separen y corran en busca de otro compañero o compañera, oportunidad que aprovecha la persona que bailaba con la escoba para conseguir con quien bailar y si lo consigue, otra persona es la que queda sola, por lo tanto le toca bailar con el llamado caballito de las brujas. En otros casos, alguien, el mencionado bastonero, grita “a cambiar de pareja”, momento en el que se suspende la música y todos corren en busca de otro/a compañero/a de danza. O de partido (esto no lo agrega Abadía ni ningún otro musicólogo colombiano). El juego –la danza, las alianzas preelectorales– se repite hasta que termine la pieza musical y el que quede con la escoba tiene que pagar una pena.

En otras versiones de la danza (lo que parece más apropiado en la similitud con las alianzas políticas vernáculas), la escoba (el aliado o la aliada) no se tira al suelo, sino que se le entrega directamente a otra persona del sexo contrario, quien está obligada a recibirla y ceder a su compañero/a.

Un dato curioso que aporta, otra vez, Abadía, hace dudar del verdadero tema en cuestión del musicólogo colombiano, si la mencionada Danza de la Escoba o la mencionada política de alianzas preelectorales: “Es un baile de adultos de parejas mixtas, sueltas, tomadas, abrazadas o las tres situaciones combinadas. El lenguaje corporal depende del ritmo que se esté bailando. Por lo general, lo hacen desordenadamente, sin coordinación. Sus movimientos dentro del escenario son libres y espontáneos. El comportamiento depende de la personalidad de los participantes en el baile, pero en términos generales se tiene la tendencia a las actitudes exageradas, a la jocosidad y a lo humorístico, a lo ridículo y al desdoblamiento personal, sobre todo cuando los participantes han ingerido licor”. Y bueh.

Así las cosas, en medio del baile (léase “política de alianzas preelectorales”) Massa juró y perjuró que denunciaría a Carrió ante la Justicia por injurias y pidió que se le practiquen pericias psicológicas para comprobar su grado de locura. Carrió, ni lerda ni perezosa, contraatacó sin miramientos: “De la locura se puede volver, pero del narcotráfico no”. De la misma manera, pero con otras intenciones, el líder del Frente Renovador se refirió a Michetti: “Creo que más allá de no ser de mi partido o mi proyecto, Gabriela tiene coraje para ponerles coto a cuestiones menores como las barras manejando los trapitos, o cuestiones importantes, como limitar negocios como el juego o las concesiones para amigos, porque es una mujer con valores”. Macri, por su parte, confía en Rodríguez Larreta como “la continuidad cantada del modelo macrista”, mientras que considera a Michetti como una dirigente rebelde e inmanejable para él y otros “capitostes del PRO” –como los llaman desde la página cronista.com–, acostumbrados a tomar decisiones verticalistas. En la fiesta del casorio fashion entre Mitre y Lopérfido, Lilita y Gabriela se fundieron en un afectivo abrazo (las malas lenguas dicen que ese abrazo fue el famoso “sí” a la procuraduría ofrecida).

La danza continúa. Se sabe, Carrió es Carrió, Massa es Massa, Macri es Macri y Michetti es Michetti: sus exabruptos pueden motivar la entrada en escena de algún bastonero que grite sin contemplaciones con el elector “a cambiar de pareja” para que la escoba y las boletas se tornen cada vez más imprevisibles. Como una mojiganga, ni más ni menos.

04/01/15 Miradas al Sur