lunes, 3 de marzo de 2014

Un marco general

 Por Eduardo Aliverti
El discurso con que la Presidenta inauguró las sesiones ordinarias del Congreso merecía ser uno de los más esperados de toda la gestión cristinista, tomada ésta, incluso, desde su primer período. ¿Qué resultó después?
Aun si se lo comparase con el de 2009, cuando se venía de la derrota con las patronales agropecuarias, o con el de 2010, tras una dura caída más política que electoral y amenazadora de un huracán opositor jamás concretado, la palabra presidencial del sábado debió haber salido ganadora en cuanto a expectativas. En aquellas circunstancias, sólo se trataba del revés sufrido por el kirchnerismo contra un factor de poder. Y del arrastre que eso supuso en las urnas. Pero no había descenso en las reservas monetarias ni devaluación, ni tema central que no fuera la tasa de ganancia gauchócrata, ni una inflación que chuceara con afectar en forma seria el poder adquisitivo de los trabajadores, y ni siquiera un marco internacional manifiestamente adverso a pesar de que estallaba, en Estados Unidos y luego en Europa, una de las burbujas financieras más espeluznantes de la historia. Al contrario, en todo caso lo dramático de esas explosiones especulativas, en los países centrales, contrastaba con la fortaleza argentina y de algunos países latinoamericanos, gracias a la aplicación de recetas que fueron por la vereda de enfrente de lo exigido y ejecutado por los mandamás mundiales. Por una vez en la vida, la periferia estaba relativamente mejor que el centro, o –de mínima– el centro observó que una parte de la periferia había evitado la crisis por no seguir sus indicaciones. Eso se mantiene, en buena o gran porción, si las cosas se miran estructuralmente y no con la vara de coyunturas (muy) dificultosas. Cotejado con hace cuatro o cinco años, además y nada menos, el kirchnerismo fugó para adelante con unas acciones que tomaron desprevenida a la runfla opositora. Ya sabemos: ley de medios, Asignación Universal por Hijo, recuperación estatal de YPF. La oposición, en forma inversa, ratificó el apotegma de que cocodrilo que se duerme es cartera. Y el único huracán fue el 54 por ciento oficialista de 2011. Hoy, en cambio, el escenario global es diferente –bien que no distinto– porque se le junta al Gobierno una serie de adversidades en las que se entremezclan errores propios, desgastes naturales y situaciones externas muy complicadas para manejar.
Vamos de nuevo en orden de importancia cualquiera, pero siendo que ninguno de los aspectos puede desconsiderarse. Un poder erosionante de actores de presión que ya no son solamente “el campo” y sus adeptos ideológicos, sino también algunos activistas de la industria y de las finanzas. Más una parafernalia mediática agresiva por cuanto costado se quiera, y no únicamente desde sus ligazones con la renta agropecuaria. Más escapes peronistas hacia derecha, porque huelen la necesidad de acomodarse frente a tiempos que el kirchnerismo no asegura cómodos. Más potenciación de conflictos sociales y sindicales que ninguna fuerza (y ninguna es eso: ninguna) está en condiciones de aprovechar políticamente, pero sí para ganar algún lugar y después ver. Más Cristina: reapareció después de sus problemas de salud con una energía dispar, aunque suficiente para continuar interpretándola como la figura tras la cual asoma el abismo si es por imaginar alguien que la reemplace en términos de firmeza conductiva y carisma, y, a la vez, sabiéndose que podría continuar con el liderazgo del espacio pero no en función ejecutiva directa. Más la remarcación de casi todo, incluyendo productos que ya no se venden porque aquello de que “no hay precio”, a través de una cadena comercial sin más operatividad que el incrementar los importes “por las dudas”, y un Estado que confía en los acuerdos con las cámaras empresariales, y el despliegue de la actividad de control individual –y estímulo mediático– de los “precios cuidados”. Más necesidades de capital de inversión para sacar gas y petróleo, con fondos que provengan de un mundo más “amigable” y con endeudamientos que signifiquen obligarse a crecer y seguir repartiendo mejor. Más la relación entre el dólar y la inflación (se calcula un ajuste en el tipo de cambio de 35 por ciento para todo el año: ya va un porcentual del 25 y no debiera haber sorpresas mayores, pero depende de la eficiencia gubernativa para domar al potro). Y todo bajo el ancho paraguas de un 2015 que asoma muy problemático para unos y otros, porque el desconcierto kirchnerista sobre la sucesión no es mayor al de la falta de alternativas opositoras. Eso tampoco ocurría, con este dramatismo, en los contextos de las anteriores alocuciones presidenciales ante el Congreso.
Por ese cúmulo de componentes internos y externos debió tenerse un interés especial, honesto, con una oposición responsable a la cabeza, en el discurso de la Presidenta. Qué rumbo marcaría, cuáles precisiones brindaría en torno de las perspectivas, estrategia y tácticas frente a la sumatoria de dificultades económicas. No fue así; la oyeron, mucho más que escucharla, aunque también deba decirse que la oposición le rescató un tono conciliador y que no fue una de las mejores disertaciones de Cristina. Marcó picos altos desde la convocatoria emotiva, pero –para gusto de este cronista– es verdad que le faltó trazar líneas rectoras (inflación, “inseguridad”, vivienda) de mayor espacio y contundencia. Sustituyó eso por menciones puntuales de sensibilidad social también alta (piquetes, docentes, Lugano). De todos modos, nada que hubiera dicho habría cambiado el curso de las opiniones prejuiciadas. Desde Carriolandia ya habían avisado que ni pensaban molestarse en ir al Parlamento porque le harían el juego al fascismo, pero al margen de esas extravagancias infantiles hubo y hay un ritmo y tenor de declaraciones, y omisiones generales, que da pavura. El diputado Felipe Solá, del Frente Renovador de Sergio Massa, se largó a decir que los trabajadores aceptarían una baja salarial. Otro tanto sugirió José Ignacio de Mendiguren, quien adosó que las paritarias deberían suspenderse. Y en lo que insolentemente se llama “centroizquierda no peronista”, Hermes Binner dijo que la cosa es dialogar; los radicales se juntaron en un foro para estimular lo mismo como toda propuesta disruptiva y Pino saltó casi desorbitado para apuntar que el acuerdo con Repsol es una entrega del patrimonio nacional, mientras su pitonisa aliada proponía ajustar como se debe, remitir lo inflacionario a un problema de emisión monetaria desmesurada y quedarse en la casa para no ceder ante la provocación nazi. ¿No es como mucho?
El kirchnerismo atraviesa una etapa de cierta debilidad que la oposición, si es que existiera orgánicamente, debería usufructuar corriéndolo por algún lado, efectivo, que no fuese la retahíla de la corruptela oficial. Por izquierda no tendría cómo, respecto de un gobierno que se mueve progre con lógica de sistema capitalista, pero resulta que por derecha tampoco sabe ni, sobre todo, puede. Tendría que plantear un retroceso hacia los ‘90, vestido de otra manera. Sin embargo, asimila que no tiene resto para hacerlo porque los K marcaron un piso de conquistas y direcciones sociales que los beneficiados –es de suponer– no están dispuestos a resignar. De hecho, el oficialismo conserva ese piso electoral de primera minoría más o menos sólida, con una dinámica real o potencial de movilización callejera significativa, que la oposición sólo puede encontrar en cacerolas dispersas y en los ataques mediáticos. Al no poder crecer por fuera de ahí, y en tanto deshojan una margarita que como máxima aspiración termina en Scioli cuando, encima, el gobernador bonaerense no termina de sacar los pies del plato, la exhibición opositora es patética. Si reestatizan YPF toreando feo a Repsol es un recurso adolescente que nos costará carísimo, y si se acuerda la indemnización a Repsol es un gobierno traidor que bandeó a la derecha. Si no hay arreglo con el Ciadi, si Guillermo Moreno sigue haciendo de las suyas, si los índices del Indek persisten manipulados y si no hay caso mientras no se negocie con el Club de París, queremos perpetuarnos afuera del mundo. Si negocian con todos los que son menester, si hay índice inflacionario nuevo y si a Moreno lo exiliaron en Italia, nos rendimos como siempre ante el FMI, ser un país “responsable” no sirve de nada y el “relato” se terminó. ¿Qué puede esperarse de una oposición con tamaña pertenencia de cinismo?
Es entonces que, hasta demostrarse lo contrario, la pelota está solamente en el campo kirchnerista. Es eso de la diferencia entre oportunismo y pragmatismo. Oportunismo es proceder a como sea, si es necesario violando todo principio ideológico y político, aun a costa de desmentir en la práctica cualquier beneficio para las mayorías que haya sido consumado. Pragmatismo es hacer política desde unos principios de otro tipo: hoy avanzo, en lo simbólico y en lo socialmente efectivo; mañana retrocedo, en lo uno o en ambos, pero en ningún caso renunciando al objetivo de satisfacer a esas mayorías (la diferencia entre tales “ismos” vale para cualquier signo ideológico, aclaremos). El Gobierno, o este brío antes arrasador y hoy un tanto ablandengado, propone debate desde el ejercicio del poder. Provoca. Y en definitiva comanda. Se adapta a etapas disímiles pero hasta ahora sin renuncias nodales. Hacia futuro, mientras subsistan las convicciones básicas, es un síntoma más positivo que lo indicado por este presente de grandes turbulencias, retratado desde la artillería mediática como el peor de los mundos.
Es algo deprimente que sólo se oponga a eso el grito resentido, destemplado, de que todo consiste en que estamos en manos de una manga de chorros.

“Siembran desánimo porque no quieren que nada cambie

El libro Fuerza propia. La Cámpora por dentro, de Sandra Russo, que la editorial Debate distribuye esta semana, incluye dos largas conversaciones con el hijo de dos presidentes. En los siguientes extractos aparecen su concepción de la política, los objetivos de la organización y su visión sobre los principales temas de la actualidad nacional.
 Por Sandra Russo
El 27 de octubre de 2010 murió su padre. Y lo que ellos ya estaban construyendo desde hacía años se hizo voluminoso. No se generó de la nada, sino con lo que ya se había hecho en los seis años anteriores. Pero en la mirada pública, los jóvenes salieron de debajo de la alfombra.
–Entonces se multiplicaron, se mezclaron todos los relatos sobre La Cámpora. Si íbamos por los contratos, si éramos los hijos del poder. Aunque no lo admitan ni hoy, tuvieron que reconocer que había muchos pibes y ellos no los veían. Yo me acuerdo de una nota que salió entre el acto del Luna Park y la muerte de Néstor, que hablaba de “mística prefabricada”. Esa es la visión de ellos. El simulacro. Ellos no creen y suponen que entonces nadie cree. Un mes después se muere Néstor y salieron a decir que lo armó Fuerza Bruta. No lo pueden explicar. Se van por la tangente. Estaba en el aire. Yo lo había olido en el Luna Park, ese magma. Sobre la salud de Néstor, yo percibía. Pero el tipo lo tenía decidido, iba a seguir. Eso lo hablé hace poco con la hija de Hugo Chávez. Ella estaba enojada por el desgaste que producía la campaña en la salud de Hugo. Pero qué podés hacer. Lo podés sentar, le podés decir lo que vos pensás, lo que vos preferís. Pero es su vida, son sus decisiones. Antes del acto del Luna Park, cuando recién salía de la internación, yo le decía: “no vayas, no vayas”. “No –me decía–, quiere hablar tu vieja pero voy a hablar yo, porque los pibes me quieren escuchar.” Logramos que no hablara. Vos ves las imágenes y le ves la emoción en la cara, en los ojos. Trato de no ver el video, no lo resisto. El vio la semilla. Y después la riega el 27. Y la nuestra es la responsabilidad del chico del violín, el de la película. El que dice “este violín me lo dio el Presidente”. Esos pibes tienen la posibilidad de vivir de acuerdo con lo que creen, de animarse a creer, de animarse a desilusionarse. Porque esto es así. Te desilusionás muchas veces pero volvés a creer. Hay riesgos. Los Alberto Fernández en política son una constante. No deja de doler, pero uno tiene que seguir. Cuando Néstor muere en Calafate, yo no lo quería traer. Yo quería que se quedara en Gallegos. No quería verlo rodeado de gran parte de la dirigencia política, los que lo habían difamado, le habían mentido, lo habían traicionado... Porque traicionarlo, y con De Narváez... Pero cuando vi a la gente, dije: “Bueno, esto es otra cosa”.

Los compañeros

Ahora La Cámpora forma parte de Unidos y Organizados, que “nos supera, es más grande que nosotros, pero para llegar a eso tuvimos que pasar por todo lo anterior”. En perspectiva, desde sus orígenes, La Cámpora lo que ha hecho es aglutinar. Primero, a los militantes de los ’90 que no tenían pertenencia o que se resistían a una conducción. Después, a las nuevas generaciones, que ahora son las que la nutren mayoritariamente. Esos chicos y chicas –ejemplifica Máximo– “nacieron con Telefónica. De Entel ni se enteraron”. Sin embargo, esas generaciones ya llegan embanderadas con la idea de un país, y con la conciencia de que a ese país sólo se puede llegar a través de un salto colectivo.
Los más chicos, mientras tanto, empiezan a trabajar en los barrios, que son el epicentro de todo. El trabajo territorial ahora lo hacen también los cuadros universitarios. Sobre ellos, sobre el semillero, sobre las mil flores, Máximo dice:
–Nosotros no bajamos a los barrios como una cuadrilla de limpieza ni a repartir nada. Cuando la gente se involucra y cuida las cosas, se quiere más, vive mejor, se puede organizar. No hay organización posible si no hay autoestima. No sabemos qué expresión electoral tendremos, pero estará bien lo que resulte. Nuestro trabajo es a largo plazo. Nosotros abrimos. Hoy parece que el peronismo es lo que abarca todo, pero hay que ver qué piensan los pibes, si se sienten tan representados de esa manera como para decir que son peronistas y ya está. Lo que se escucha es Cristina. Los veo muy de ir con lo propio. Están muy decididos. Y eso es lo que no ve ni siquiera gente que nos ha venido acompañando. Ven a los pibes y se enervan. Nos dicen soberbios. ¿Por qué soberbios? ¿Uno defiende su posición y es un soberbio, y se tiene que bancar que vengan y te insulten y te digan que todo anda para la mierda y, de esa manera, callado, uno estaría demostrando que es democrático? ¿Y qué sería lo democrático? ¿Que el que sacó el 16 por ciento le diga lo que tiene que hacer al que sacó el 54? Que digan lo que quieran, nosotros seguimos. La Cámpora no es ni dogmática ni pragmática en exceso. Esa permeabilidad nos permite seguir ampliando bases. Hay políticas fuertes, como la de derechos humanos, o el desendeudamiento, que son esenciales, constitutivas, como la conducción de Cristina. Sabemos que hay sectores con los que no es posible ningún acuerdo porque si no te cagan a la entrada te cagan a la salida. Después, hay mucho que es discutible, conversable. Pero que se pongan entre ellos mismos de acuerdo. Porque si un día la asignación universal se va por la canaleta del juego y de la droga, y al día siguiente otra persona de la misma foto es capaz de decirte que el problema es que hay que aumentar la asignación, no hay discusión posible. Lo que reclamamos es un poco de consistencia. Nosotros a los pibes no les vamos a decir que no se puede. Los pibes ya se despertaron. Esa porción de la Argentina, después de 2015, va a seguir exigiendo.

La fuerza propia de este proyecto

–Más allá de las organizaciones juveniles, de todas las organizaciones, no sólo la nuestra, yo creo que toda la juventud entiende que la cosa va por otro lado, y el cambio se va a terminar dando. Esto tiene que cambiar, pero no es medible en períodos electorales. Diez años no es nada. Hace diez años llegamos y era desolación. Yo entiendo que muchas veces se diga de mí: “El, porque está en otra situación”. Y es verdad. Pero, en líneas generales, la situación de toda la sociedad mejoró en estos diez años. Algunas de esas mejoras trajeron aparejado otro tipo de problemas, y no lo vamos a negar. Las mejoras en el poder adquisitivo de la gente, por ejemplo, traen otros problemas que crea el ritmo de consumo de la sociedad. Las mejoras en términos laborales traen aparejados ahora otros problemas, los salariales. Yo creo que de todos modos esas reivindicaciones salariales no pueden ser las únicas de los gremios, porque por caso están las reivindicaciones por las condiciones de trabajo. Y también falta la conciencia de que cada gremio es parte de un todo. No es que no entienda la lógica corporativa, ¿eh? La entiendo, pero la última vez que la política se corporativizó fue en 2001, cuando toda la política se cubría a sí misma. Y estalló todo. La política dejó a la sociedad de lado y se quiso salvar sola. No pudo ser. La discusión que tenemos por delante es inmensa, por eso creo que hasta la Iglesia está cambiando, o queriendo cambiar. Los medios se centraron últimamente en el ataque a la juventud en general, y a algunas organizaciones juveniles en particular. Dicen que todo se hace por contratos, por cargos. Ese cliché. Y mientras tanto no se ocuparon de los pibitos que son usados para vender drogas, para delinquir o asesinar. Se olvidaron de un montón de cosas. El eje de ataque de algunos medios fue la juventud que hace política. (...) Estamos dispuestos a discutir todo lo que sea, lo que haga falta. Pero que nos ataquen cerrilmente mientras obvian otras cosas muy graves que pasan alrededor del tema de los jóvenes, por acción u omisión... En este país hay muchos jóvenes trabajando seriamente por otra cosa. Hay que alentar esas acciones. Si uno pretende que la sociedad cambie desde el desánimo, no cambia más. Por eso siembran desánimo.

Las elecciones de mediano término y las de 2015

–Lo que pasó estaba dentro de nuestras expectativas. Las elecciones de mediano término... Las únicas que ganamos fueron las de 2005, cuando Cristina fue candidata por la provincia de Buenos Aires. Las otras las perdimos. Creo que el principal derrotado en las elecciones del año pasado fue el odio. Habría que ver la Capital Federal en ese sentido, ahí todo tiene otra composición, pero lo que pasa ahí no es lo único que pasa. En líneas generales en todo el país lo que fue furiosamente antikirchnerista no cuajó. Uno ve cómo termina De Narváez, que se paró ahí, en el “Ella o vos”, que le había ganado a Néstor Kirchner, que tenía la fórmula de la Coca-Cola, y lo ves terminar boqueando con Plaini, con Moyano, y que fue del treinta y pico que creía que tenía al cinco por ciento. La política es muy dinámica. Lo que sí es claro es que hay proyectos que electoralmente se vienen sosteniendo. Esos proyectos pueden tener a veces más o menos votos, pero es eso lo que finalmente se plantea a través de las ofertas electorales, los proyectos. En octubre el derrotado fue el odio, salvo en el caso de Carrió, que representa a los sectores más recalcitrantes y conservadores de la Ciudad de Buenos Aires, donde se concentra la mayor parte del odio y el poder mediático. Como perdió el odio, esos sectores hoy apoyan a Massa, que es confuso. La propuesta de Massa es ésa, la confusión, un tipo que estuvo dentro del proyecto, que fue fronterizo, que en 2011 acompañó a Cristina muy contento. En cómo le fue en las elecciones pesó la asociación que hizo mucha gente entre su figura y las políticas de inclusión jubilatorias que llevó adelante este gobierno. Massa fue un administrador de los recursos que se obtuvieron gracias a consensos que costó mucho lograr, y no fue él el que los logró. Empezó su campaña diciendo que había que preservar lo que estaba bien y cambiar lo que estaba mal, de modo que los beneficiarios de la asignación, por ejemplo, no se sintieron amenazados. Aprovechó. Percibió que no había cabida para algo rabioso contra el Gobierno. Los poderes de siempre buscaron que los representara alguien más tamizado que los candidatos puramente odiadores, y Massa se deja usar en ese sentido. Pero va a tener que cuidarse, porque cuando te usan esos sectores, si no respondés fielmente a lo que te piden, de la misma manera que te impulsan te desechan. Massa hace ruido rápidamente primero, porque se rodea de economistas que sabemos lo que plantearon y plantearán, y aparte es obvio que muy pronto se le exige una postura de mayor enfrentamiento. De repente van todos con la Constitución en la mano –era muy gracioso ver a gente como Cariglino con la Constitución en la mano– porque querían firmar ante escribano que se iban a oponer a la reelección de Cristina. Era patético, porque ellos arrancan la campaña con un tema que no salió de nosotros, Cristina jamás planteó su reelección. Confunden las cosas. Cuando nosotros hablamos de llevar adelante un proyecto político en el tiempo, ellos permanentemente lo confunden con los tiempos institucionales. No hablábamos de eso. Nunca hablamos de eso. Cristina conduce un proyecto político y ha generado prole, lo cual a esos poderes de siempre les crea un problema. O sea: que haya generado prole le da la posibilidad de una continuidad en el tiempo, y es eso lo que nunca había pasado y a lo que se oponen férreamente. Eso le da una identidad que va más allá de su persona como candidata. Matrimonio igualitario, recuperación de Aerolíneas, de YPF, son todas cuestiones que cruzan transversalmente a la sociedad. Esa identidad que logramos no a través de palabras sino de hechos y gestión es lo que atacan brutalmente cuando atacan a La Cámpora o a las otras organizaciones políticas que acompañan este proyecto. Ellos tienen la necesidad, para llevar adelante las políticas económicas que les interesan, de que este proyecto político termine mal. Si uno repasa la historia argentina, a esos intereses siempre la violencia les sirvió para confundir y terminar imponiéndose. La violencia es una herramienta útil para ellos. ¿A quién terminó beneficiando una y otra vez la violencia social o política? A los sectores más concentrados de la economía. Sin excepciones.

Los cambios y las reformas que hagan falta

Máximo observa qué pasa en algunos países vecinos. En Chile, por ejemplo, donde Michelle Bachelet fue nuevamente electa después de los cuatro años frustrantes de la derecha de Piñera, o en Uruguay, donde Tabaré Vázquez vuelve a asomar como posible presidente.
–En Chile la Constitución dice que nadie puede tener más que un solo mandato, pero parece que la gente quiere otra cosa. La reforma constitucional es una discusión pendiente que habrá que dar, no ahora, porque van a decir que es oportunista. Pero eso no quiere decir que en algún momento no haya que darla. El tema de la posibilidad de la reelección no pasa por una cuestión constitucional, sino por lo que la gente quiera. Si te vota o no te vota. ¿Qué era lo que decía Clarín en su momento? Pasan los gobiernos y Clarín queda. Claro. El sistema está organizado para que esos poderes, sea Clarín o cualquier otra corporación –porque a esta altura Clarín es un símbolo que lo excede–, puedan desarrollar sus intereses sabiendo que a lo sumo tienen que resistir uno o dos mandatos. Ellos quedan. Cuando Néstor habla de Clarín nunca habla sólo de Clarín, sino del ariete de los sectores concentrados. El ariete que con el tiempo, además de haber sido el vocero y, gracias a eso, se transformó el socio de esos intereses. Primero fue vocero, pero después le dieron Papel Prensa, después vino el cable, con nuestros errores. Después el campo, pero de esos sectores ya tampoco eran voceros sino socios... Los gobiernos pasan y son ellos los que están agarrados del poder.

La operación y la oposición

Antes habíamos hablado de la decisión y de la vocación de su padre, que no pudo parar el motor encendido de la política. Esta vez le pregunto cómo afrontó la operación en el cráneo a la que fue sometida su madre a principios de octubre pasado, después de una caída doméstica en Olivos.
–Uno la ve que atraviesa situaciones y después sale con fuerza, pero claro, está presente lo que pasó con Néstor. Cuando apenas asumió el segundo mandato hubo que atravesar el tema de la tiroides. Y después esta otra operación. Uno no es insensible ni a lo que tiene que pasar ella ni a la virulencia con la que la atacan. Uno quisiera, uno está tentado muchas veces de salir a decir o a hacer cosas para defenderla, pero las responsabilidades son las responsabilidades, y además la que manda en cualquier situación, incluso en ésta, es ella. Pero creo que la sociedad también tiene un techo para eso. Incluso los que no están de acuerdo, incluso los que la critican: hay un límite. Y saben, perciben que Cristina es el último dique de contención que hay hoy en la política argentina contra los intereses que hicieron de la Argentina un país invivible y que tuvo su corolario final en 2001. Creo que hoy no hay ningún otro dirigente político que exprese esa contención, porque para ganar espacio han transado con esos intereses. La sociedad puede estar más o menos enojada con no-sotros, pero percibe a los otros candidatos, al menos hoy, como meros alfiles de esos poderes. Y eso nunca mejorará la vida del pueblo.
¿Y cómo visualiza o avizora Máximo Kirchner el vínculo con sectores opositores? O todavía más: ¿cómo concibe el rol de un opositor?
–Yo no voy a hacer lo que nos hacen a nosotros. Y quizás en algún punto eso sea un problema para no-sotros en el futuro. Pero creemos firmemente que uno tiene que construir siempre, desde el oficialismo y desde la oposición. (...) Nosotros no queremos ser como ellos. De ninguna manera queremos falsear la lectura de la realidad para perjudicar a un adversario. Necesitan hacer que, más allá de los problemas genuinos que tenemos –que no los negamos, como no negamos las contradicciones–, necesitan desesperadamente su fracaso, convirtiendo ese fracaso en el de todos. Y de esa manera nunca van a nacer opciones superadoras. Esto es lo preocupante de este país, hoy. Que quieren que Cristina termine mal, y no tienen nada mejor para ofrecer. No-sotros creemos que si perdemos porque aparece algo que nos supera y nos mejora en términos de un proyecto que incluya y que beneficie a la enorme mayoría de los argentinos, bancamos, está bien. Pero no es eso lo que pasa. (...) Acá hay que trabajar y trabajar con todos los que sea posible. Lo que más bronca me dio el año pasado es que nosotros, en la tragedia de La Plata, en las inundaciones, nos pusimos a trabajar sin pausa, sin dormir, sin respiro, y en el medio de tantas necesidades nos encontramos con que el gran tema, el gran debate, fue pechera sí o pechera no, en esa discusión entre el compañero Andrés Larroque y el periodista Juan Miceli. (...) Yo me alegraría si pasa un desastre en mi barrio y aparecen pecheras radicales o troscas o lo que fuera, incluso Melconian con veinte pibes de amarillo, dispuestos a dar una mano. Creemos en eso cuando lo hacemos nosotros y cuando lo hacen los demás también. Que convenzan trabajando, no desde la tele. Que convenzan en el territorio, con capacidad de gestión. Porque para poner en marcha un operativo de organización tan grande como el que hubo en La Plata tiene que haber capacidad de gestión. Si no avanzamos así, ¿qué nos queda? ¿Volver a venderse por televisión? Y ojo, porque muchos de los políticos que hoy critican desde la televisión no te pisan un solo barrio, y si están hoy en la televisión es porque hubo diez años en los que pudieron volver a salir a flote después de que en 2001 todos fueron arrasados. Si hoy reaparecen personajes que se dedicaron a ajustar y durante un largo tiempo tuvieron que mantenerse en la sombra es porque hubo un tipo que entre 2003 y 2007 se dedicó a laburarse todo, y porque Cristina desde 2007 se entregó en cuerpo y alma a cumplir con sus responsabilidades para construir un país más justo que el que teníamos el 25 de mayo de 2003, cuando nadie daba nada ni por Néstor ni por el país.

El progreso de los jóvenes

 Por Adriana Puiggrós *
El plan Progresar, destinado a jóvenes de entre 18 y 24 años que presentó la presidenta Cristina Kirchner, es un acto de reconocimiento a un sector de los ciudadanos que es predilecto chivo expiatorio de culpas sociales. El plan Progresar, por el contrario, los considera sujetos de derecho y no solamente de obligaciones, y reconoce en nombre del Estado que la mayor parte de esos jóvenes integra la serie de franjas sociales más vulnerables. El plan Progresar se suma a la Asignación Universal por Hijo, y para mujeres embarazadas, y a la inclusión en la jubilación de miles de mayores.
En la mayor parte de los países, y en nuestra historia, es tradición estigmatizar a los jóvenes que superaron la edad escolar y deben insertarse en el mundo laboral. Los sistemas escolares y la educación superior se adjudican mutuamente la responsabilidad del déficit de instrucción que esos jóvenes presentan; no se les abren lugares en el mundo del trabajo, la recreación, el deporte, ni se los dota de los instrumentos necesarios para afrontar la independencia de su familia. No es de extrañar que se trate de una franja etaria altamente vulnerable, que concentra la más alta proporción de desocupación y de personas que pasaron la edad de escolaridad obligatoria sin completarla, en la mayor parte de los países.
Las políticas que se dirigen a la juventud, generalmente, se restringen a programas focalizados en grupos de riesgo o propuestas que despiertan escaso interés. En la Argentina, la prensa opositora se hace eco (definición: sonido que viene de lejos y que se repite penetrando insensiblemente), alterando estadísticas, confundiendo juventud con delincuencia y drogadicción, transformando un delito en mil delitos gracias a las magias de la imagen y a la fuerza del discurso conservador. Insiste en construir una identidad antisocial y delictiva a ciudadanos en los cuales la legislación ha depositado responsabilidades políticas, legales y sociales, y la sociedad excluye y castiga. En realidad, la categoría “jóvenes” ha sido forzada a extenderse mucho más allá de los 24 años, pero si no deja de asombrar la facilidad con la cual se la usa despectivamente en la arena política, al referirla a los ciudadanos que rondan los 20 años, profundiza el efecto buscado: excluirlos de ese terreno y cosificarlos como clientes del salvaje mundo del consumo.
El plan Progresar tiene sustentos ideológicos muy distintos. Ofrece a los jóvenes posibilidades que despiertan esperanzas. Porque solamente ofreciendo alternativas concretas de estudio, de cuidado de la salud, puentes para ingresar al mundo del trabajo y participación política, es dable que aquellos jóvenes sientan que ésta es su sociedad, la cuiden y la amen. Algunas características del Progresar alimentan la confianza de los destinatarios, elemento indispensable para su éxito: el joven cobra en el cajero automático con su tarjeta personal sin intermediarios, no hay lugar para infundios sobre el uso de los fondos; el Estado les ayuda a financiar el transporte mediante una tarifa especial de la tarjeta SUBE; el cumplimiento de los requisitos de educación y cuidado de la salud es indispensable para cobrar el aporte. Hay razones para que se hayan inscripto en el plan cerca de 600 mil jóvenes durante la primera quincena. No es poco para ellos que el Estado se interese por su salud, que en lugar de ponerles la etiqueta de “desertores”, abra nuevas entradas para su inclusión educativa, y que el propio plan prevea su capacitación para una inserción laboral resultante de la capacitación que adquieran.El plan Progresar demanda ingentes esfuerzos por parte de los organismos públicos involucrados. La Anses, los ministerios de Salud, de Desarrollo Social y de Educación tienen por delante retos importantes de gestión y de coordinación para cumplir los nuevos objetivos. El vínculo de trabajo que la gestión actual ha sabido establecer con las provincias en el Consejo Federal
El plan Progresar demanda ingentes esfuerzos por parte de los organismos públicos involucrados. La Anses, los ministerios de Salud, de Desarrollo Social y de Educación tienen por delante retos importantes de gestión y de coordinación para cumplir los nuevos objetivos. El vínculo de trabajo que la gestión actual ha sabido establecer con las provincias en el Consejo Federal de Educación es el vehículo para que los brazos de toda la Nación reciban a quienes harán su futuro.
* Diputada nacional Frente Grande (FpV).

El socialismo de mercado

Las últimas decisiones del politburó de China han dado lugar a numerosas interpretaciones sobre la estrategia de desarrollo de ese país, y sus posibles repercusiones sobre la economía mundial. La principal discusión parece centrarse en el carácter de esas decisiones, en particular si constituye una transición hacia un modelo capitalista liberal. Esta es una oportunidad para ofrecer una perspectiva de largo plazo sobre el modo de desarrollo chino, cuya complejidad no puede captarse cabalmente con la mezcla de apertura neoliberal con filosofía oriental que suele difundirse al respecto. Esa interpretación deja de lado aspectos importantes del sistema económico chino, que configuran lo que se denomina “socialismo de mercado”.
Los cambios graduales que vienen generándose desde 1978 son en primer lugar cambios institucionales que operan sobre una economía planificada, muy poco monetarizada y de carácter paramercantil, heredada de la etapa maoísta. La unidad de análisis de la economía China hasta la década del 80 era la “unidad de trabajo”, una fábrica-hogar, en la cual la fábrica le aseguraba al obrero educación, salud, restauración, y un salario directo mínimo, en contraparte de su fuerza de trabajo. En ese esquema, el partido, los sindicatos, los cuadros altos, eran todos canales de disciplinamiento laboral orientado a lograr una productividad razonable.
El objetivo de las reformas fue autonomizar las empresas estatales otorgándoles personalidad jurídica en el marco de un naciente derecho privado. Y allí radica una de las claves para entender la economía china actual: la “privatización” de la economía no es la venta del patrimonio público, sino solamente la concesión de la gestión de la empresa a un grupo privado. De esa manera, en 2005 se calculaba que la mitad de las empresas industriales del país eran de propiedad totalmente pública, y la otra mitad parcialmente pública. Esos espacios de acumulación privados sirvieron para fomentar las exportaciones de industrias ensambladas que le permitieron a China afirmarse en los mercados mundiales.
Sin embargo, en los últimos años, la mirada de los especialistas se está orientando hacia aquellas empresas públicas que parecían condenadas a la “privatización” pero que se revelan como una herramienta fundamental del Estado chino para alcanzar sus objetivos estratégicos. Ellas son las que se encargan del aprovisionamiento en recursos naturales, tanto de petróleo (Cnooc), alimentos (como Cofco, que recientemente adquirió Nidera), aunque también se dedican a la fabricación y exportación de bienes industriales, como CSR –a quien Argentina le compró trenes recientemente–. Estas empresas de dimensiones monstruosas –junto a empresas privadas chinas– están empezando a generar fuertes cimbronazos en las estructuras de mercado más concentrados, siendo outsiders de peso y con capacidad de torcer decisiones de gobiernos nacionales. Los casos más resonantes tal vez son las guerras que se suceden en Africa, y cuyo principal motivo es la entrada de China como comprador e inversor en el mercado de hidrocarburos del continente.
Estas empresas públicas, asimismo, son uno de los tantos condicionantes que existen para pensar que el modo de desarrollo chino no es un modelo de “transición”, sino una necesidad, un equilibrio que puede ser perdurable. Entre esos condicionantes, el más importante es evitar que los 800 millones de campesinos inicien un éxodo urbano, cuyas consecuencias sociales serían inimaginables. Para ello resulta fundamental la articulación entre el régimen del hukou –por el cual se inmoviliza la población en su territorio de residencia– y el régimen de tenencia comunal de la tierra.
Las consecuencias políticas que se desprenden de lo dicho anteriormente son que la dirigencia china, a diferencia de la rusa, no reniega de la revolución socialista porque entiende que la planificación es lo que le permite erigirse en una clase protoburguesa. En efecto, el mantenimiento del control del Estado sobre la economía es el control de la dirigencia política sobre la economía, frente a los nuevos capitales provenientes de otros países. Paradójicamente, entonces, pareciera que algunas instituciones de la revolución siguen siendo funcionales para la “acumulación originaria” de la burguesía naciente en China, lo que podría explicar que el “socialismo de mercado”, más que una transición hacia el capitalismo liberal, es una forma atípica de desarrollo.
* Coordinador Departamento de Economía del Centro Cultural de la Cooperación.

La relación con el gigante asiático

Producción: Tomás Lukin
debate@pagina12.com.ar


Riesgo de reprimarización


Por Luciano Bolinaga *

España monopolizó el comercio con las colonias y aseguró su acceso a los recursos naturales en el Río de La Plata hasta 1809. Inglaterra emergió como nuevo socio comercial. La ruta a Cádiz fue remplazada por la de Liverpool y se abandonó el modelo mercantil por uno caracterizado por la primacía de las actividades pecuarias, las cuales cimentarían el modelo agroexportador argentino. Operando en el comercio internacional según las fuerzas de oferta y demanda, los talleres y obrajes criollos no pudieron competir con la producción industrial de las fábricas de Manchester que desembarcaba en el puerto de Buenos Aires. Esa coyuntura fue demarcando la inserción comercial internacional no sólo de Argentina sino de toda América latina (AL).
Dos siglos más tarde han cambiado los jugadores mas no las reglas del juego. La influencia de las grandes potencias orientó la estructura productiva de AL hacia la explotación de productos primarios y sus derivados: un modelo extractivista. Se promovió el comercio de materias primas por manufacturas y no el intraindustrial. Mal que nos pese, AL continúa erigiéndose como proveedor de materias primas.
A principios del siglo XXI emerge un nuevo orden internacional, se relocaliza el epicentro económico sobre el Pacífico Norte como consecuencia del ascenso de China. Se reconfiguró el comercio internacional y se incrementó el nivel de precios de los commodities, dada la demanda de la modernización en China. El país asiático representa más del 40 por ciento del consumo mundial de zinc, aluminio, cobre, carbón y carne de cerdo. Es el principal consumidor mundial de trigo, soja, arroz y carne. En este contexto, las potencias tradicionales debieron ceder espacios frente a la influencia china que emergía en diferentes partes de la periferia.
Desde 2004 China puso un pie en AL de forma pacífica pero abrupta: a) ha sido reconocida como “economía de mercado” por diferentes países de la región; b) ha impulsado las llamadas “asociaciones estratégicas”; c) redujo el reconocimiento hacia el gobierno de Taiwan; d) Beijing integró la misión de paz en Haití; e) ha negociado bilateralmente tratados de libre comercio, entre otros ejemplos. El discurso chino promulga un mundo multipolar y un sistema comercial multilateral donde los países se relacionen en igualdad de condiciones, no obstante se adoptó una política que profundiza el uso de la negociación bilateral, donde la asimetría de poder juega a su favor.
El comercio de China con AL reflota el tradicional modelo de intercambio entre países centrales y periféricos, lo cual se constata en dos factores: a) la composición sectorial de las exportaciones hacia China y b) la concentración de las mismas en escasos rubros, sin duda vinculados con los productos primarios. Según la Cepal las exportaciones de AL hacia China pasaron de 0,7 por ciento en 1990 al 9 por ciento en 2011, tendencia que se mantiene. La región se convirtió en el principal proveedor de China en lo que atañe a la soja, mineral de hierro, cobre, níquel, harina de pescado y otros productos primarios. Veamos la composición sectorial de la exportaciones de los países de AL hacia China en los últimos años: Argentina concentró el 75 por ciento en el complejo oleaginoso; Colombia el 90 por ciento en aceites crudos de petróleo o mineral bituminoso; Perú y Chile en cobre, hierro y sus derivados; Brasil se convirtió en el primer proveedor de granos de soja; el 87 por ciento de las venezolanas refirieron a petróleo y sus derivados; las ventas de Bolivia concentraron el 88 por ciento en minerales y sus derivados. De los casos analizados sólo México demostró mayor diversificación en sus exportaciones, aunque también adolece del mayor déficit comercial con China.
Quien no esté dispuesto a favorecer la reprimarización de su estructura productiva deberá vérselas con Beijing, y de ahí que la academia hable de un “consenso de los commodities”, al que algunos ya postulan como el “consenso de Beijing”. El “socio chino” no parece interesado en la industrialización sino en la reprimarización productiva. Se trata de una tendencia constante en la relación entre ALC y las grandes potencias. Tras dos siglos la región sigue presa de la fluctuación internacional de los precios de commodities y eso nunca promovió la industrialización de las estructuras productivas. En el caso argentino, ese modelo extractivista termina de manifestarse por la compra del 60 por ciento de Bridas por la China’s National Overseas Oil Co. y recientemente el 51 por ciento de la compañía cerealera Nidera por China National Cereals, Oil & Foodstuffs.
* Doctor en Relaciones Internacionales. Becario posdoctoral del Conicet. Autor del libro China y el epicentro económico mundial del Pacífico Norte.

Timerman denunció "presiones" que ponen en riesgo a los gobiernos latinoamericanos

Durante su participación en la sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el canciller Héctor Timerman afirmó que "los países latinoamericanos aprendieron con fuego que el respeto de las libertades y garantías individuales sólo es posible en el marco de una irrestricta vigencia de las instituciones democráticas" y advirtió que "nuestras incipientes democracias todavía son objeto de presiones que ponen en riesgo la continuidad de gobiernos elegidos por las mayorías", en referencia, como ejemplo reciente, a las violentas movilizaciones
El titular de la cartera de Relaciones Exteriores consideró que "la tentación de algunos de tomar las calles, aun con el apoyo de parte de la ciudadanía, con el propósito de desviar la voluntad de los sufragios nos puede llevar a una espiral de la que será difícil salir, pues no habrá gobierno, sin importar su color político, que resista manifestaciones destituyentes".
Por otra parte, el canciller ponderó la política de concesión de derechos que Argentina impulsa desde hace años "hacia el colectivo LGTB, que comprende iniciativas como el matrimonio igualitario y la Ley de Identidad de Género".
"Entendemos que más allá de las identidades culturales que determinan cultura, leyes, valores y demandas sociales en cada uno de los países, resulta fundamental lograr entre todos los estados acuerdos básicos con el fin de fomentar el respeto, la integración y la no discriminación. Debemos luchar contra la violencia motivada en cuestiones de orientación sexual", agregó.
"Nuestro país está fuertemente comprometido con un modelo de democracia inclusiva y con el pleno respeto de los derechos humanos para todos. Por eso hemos trabajado en los últimos años para que toda la población goce de las mismas prerrogativas y conseguimos una paulatina mejora en los índices de pobreza, indigencia y desempleo", destacó el jefe de la diplomacia argentina.

domingo, 2 de marzo de 2014

El Techo

 Por Horacio Verbitsky
Mientras la Policía Metropolitana se preparaba para aplicar la misma terapia de choque que estrenó con los pacientes del Borda a los vecinos de la villa 20 que ocuparon el viejo cementerio de automóviles de la Policía Federal, en Villa Lugano, volví a ver El Techo, la película con la que Vittorio de Sica ganó el premio de la Oficina Católica Internacional del Cine en 1956, cuando el Papa era el aristocrático Eugenio Pacelli, Pío XII. Un recién casado albañil napolitano, harto de convivir en una minúscula habitación con esposa, padre, madre y hermanita, y de soportar pared de por medio los ladridos de un cuñado hostil, ocupa un terreno en una de las colinas de Roma y con ayuda de diez compañeros de trabajo intenta levantar durante la noche una casa de 2x3, donde deberá nacer el hijo que espera ella, empleada doméstica de un pobretón mayor del Ejército y su esposa. Ese mismo año mi padre terminó de escribir su novela Villa Miseria también es América, con tanta ternura y optimismo como De Sica. Las visitas semanales a la villa Maldonado, que descubrimos desde el tren, pero que era invisible para quien pasara caminando, fueron una experiencia infantil que marcó el resto de mi vida.

Villas de ayer y de hoy

Más de medio siglo después, la tragedia de la vivienda se ha agravado en la Reina del Plata, una expresión que no puede repetirse sin ironía. Pero las similitudes se detienen allí. Las bara-ccopoli en la Roma de posguerra, así como las villas de Buenos Aires, eran lugares transitorios donde se acomodaban por algunos años los migrantes internos que llegaban atraídos por el boom de la industria o la con-strucción, con salarios dignos y servicios sociales en un esquema desarrollista. Las villas de hoy desbordan de expulsados de la misma ciudad y del resto del país por la quiebra de ese modelo, programada por el neoliberalismo y ejecutada con violencia, y por la expansión de la agricultura hipertecnificada y los barrios cerrados, los cementerios privados y los hipermercados que acaparan los mejores terrenos y sólo dejan libres bajos inundables o lotes contaminados con desperdicios o metales, como el de Villa Lugano. Esas nuevas villas no evocan la calma del mundo campesino de origen, sino el peor rostro de lo urbano, con callejuelas medievales pero de hasta cinco pisos de altura porque no queda ni un metro cuadrado hacia donde crecer. No hay en la Argentina de hoy un problema social más grave que esa imposibilidad de acceso a la tierra y de él derivan todas las lacras que entretienen a políticos y comunicadores, pródigos en adjetivos escandalosos y tonos de alarma. Aunque se haga el militar malo, cuando en realidad es sólo médico, el Secretario de Seguridad Sergio Berni jugó un papel moderador en la crisis. Con buena lógica operativa señaló que el desalojo hubiera sido posible cuando sólo había unas diez familias en la ocupación pero no cuando se juntaron centenares, que en pocas horas podían ser miles, y retaceó la colaboración de las fuerzas federales para una tarea que corresponde a la Ciudad, como propietaria del terreno y responsable de la seguridad. De paso, dejó en evidencia el juego perverso del gobierno de la Ciudad, que se niega a “negociar con usurpadores”, pero dice carecer de la fuerza necesaria para imponer su criterio y pretende que la Nación lo haga en su lugar. Menos comprensible es que la presidente haya repetido el razonamiento de Berni en su discurso ante la Asamblea Legislativa, sin profundizar en su dimensión social, política e ideológica. El gobierno nacional estuvo trabajando en un proyecto de ley que abordara la cuestión, sobre los mismos lineamientos de la ley bonaerense de hábitat, que Scioli debió promulgar ante la presión federal, pero que no muestra la menor intención de aplicar. Pero Cristina no hizo referencia a este problema acuciante en las tres horas de su discurso y en cambio se hizo tiempo para cuestionar a los jueces y fiscales que no estuvieron disponibles durante la noche para el desalojo y para reclamar una ley que regule la liberación del tránsito en caso de protestas sociales. De Sica tituló su película por una cláusula legal vigente entonces, que no permitía el desalojo una vez techada la vivienda y colocada una puerta que cerrara pasablemente bien. Es una carrera contra la noche, porque sólo había diez horas entre la última ronda de los carabineros y la primera del día siguiente. Pero sobraba tierra, los vecinos y los compañeros de trabajo eran solidarios y hasta los policías que levantaban el acta de infracción y demolían el mísero refugio tenían expresión compasiva y buena voluntad. Venían de a dos y a nadie se le ocurría resistir. Sólo había que apurarse para colocar el techo antes del amanecer.

Medio siglo después

Aquí y ahora la ley está a favor de los sin techo, es la 1770, de 2005, modificada en 2007. Pero no se aplicaron ninguna de sus prescripciones, ni la urbanización de la villa 20, ni los estudios sobre la contaminación. Hoy en Buenos Aires la estrategia de los necesitados no es la construcción individual de una vivienda en una buena locación, sino la ocupación masiva de los peores terrenos, la resistencia ante las amenazas de una policía brava y la negociación política que procura una solución a un problema estructural, cuya causa última es la imposibilidad de acceso a la tierra. Cerca de medio millón de personas carecen de una vivienda digna en la ciudad de Buenos Aires. Existen 26 asentamientos precarios, 16 villas de emergencia, 19 conjuntos habitacionales, dos núcleos habitacionales transitorios, 172 inmuebles intrusados, 879 predios e inmuebles en la traza de la ex autopista, 3288 familias receptoras de subsidios alojadas en hoteles, 21 conventillos que son propiedad del Instituto de Vivienda de la Ciudad, 4 hogares de tránsito, 21 viviendas transitorias y 1950 personas en situación de calle. El total de habitantes de la ciudad ha disminuido en los últimos 50 años, pero la cantidad de personas que habitan en villas y asentamientos duplica la de 2001 y es tres veces la de 1991. Desde 2005 las partidas del presupuesto porteño destinadas a vivienda vienen disminuyendo cada año. El anteproyecto de presupuesto 2014 es el más regresivo desde entonces: la función Vivienda cayó en ese lapso del 5,3 por ciento al 2,1 por ciento del presupuesto general de la ciudad. Dentro de esa función, la disponibilidad para las villas se redujo cuatro veces y este año sólo será del 0,7 por ciento del presupuesto general. Un estudio realizado por la Asesoría General Tutelar y el CELS indica que a contramano del resto del país, en la Ciudad de Buenos Aires ha aumentado el número de hogares deficitarios y dentro de ella hay sectores muy diferentes. El promedio de hogares hacinados en la ciudad es del 4,7 por ciento; en la comuna 8 del 12,4 por ciento. El 37,4 por ciento de la población de esta comuna vive en villas y asentamientos. En la zona sur las villas se han densificado y crecido en altura, lo cual ha profundizado una división entre inquilinos y propietarios (de la construcción en la que habitan, no del suelo), así como ha aumentado la población que no accede a habitar ni siquiera en las villas, por el precio de los alquileres. Cerca del 40 por ciento de los habitantes de las villas alquilan cuartos de manera informal. El mercado inmobiliario sin control eleva los precios de la zona central de la ciudad y coloca a creciente cantidad de personas en situación de déficit habitacional. El Estado local no tiene intención de intervenir para atemperar estos fenómenos y limitar sus consecuencias en la vida de las personas afectadas, ni regula ni sanea lo existente, ni tiene una política de construcción de viviendas sociales o de radicación y urbanización de los asentamientos, sólo soluciones transitorias ante la emergencia, que duran lo que la atención pública al conflicto. La fórmula es palos y subsidios. Tampoco se propone regular el mercado inmobiliario, incidir en el precio de los alquileres ni mejorar las condiciones de negociación de las personas que quieren alquilar y no tienen ingresos demostrables o garantías.

Promesas incumplidas

Muchos de los que ahora mismo están en Lugano, ocuparon hace tres años el aledaño Parque Indoamericano y luego de la sangrienta represión conjunta de federales y metropolitanos lo desalojaron con promesas que tampoco se cumplieron. Ni siquiera se han definido los terrenos en los que ambas jurisdicciones se comprometieron a financiar en partes iguales un plan de viviendas. Las familias exhiben el papel que les dieron para certificar que serían propietarias, como explicación para su desconfianza, cansadas de promesas y engaños. Por eso es tan difícil encontrar posibles mediadores. Los que emergieron en la toma del Indoamericano y negociaron con los dos gobiernos hoy están procesados por la justicia, que utiliza aquella contribución que hicieron en pos de una solución pacífica como prueba para criminalizarlos. Esta falta de confianza en autoridades que parecen no tener nada para ofrecer y que no se sienten obligadas por sus promesas previas aleja a los referentes de la villa, que no quieren arriesgar su capital político con tan baja expectativa de éxito. Después del Indoamericano la Nación creó un Ministerio de Seguridad, cuyas orientaciones dificultan que se repita una represión tan violenta como aquélla. Pero la ciudad no abordó las cuestiones de fondo, careció de cualquier gestión política del conflicto y delegó su resolución en la justicia, que es el poder menos capacitado para encararlo. Como el gobierno nacional no parece tener un trabajo territorial desarrollado, con capacidad de incidir en las negociaciones, la toma actual es un nuevo episodio del mismo conflicto habitacional irresuelto en la misma zona. Lo peor pudo evitarse, pero la cuestión sigue siendo explosiva y cuando todos vuelvan del fin de semana largo se habrá agravado, porque habrá mayor cantidad de familias, dispuestas a todo para defender las precarias carpas de palos, lonas y plástico.