martes, 28 de mayo de 2013

El PRO festeja sus 10 años Macri 2015: manual para inventar un candidato

El macrismo publicó Estamos. Una invitación abierta, libro que intenta posicionar a Macri como candidato presidencial y que invita a militar a los indignados en sus filas. Los ideólogos son Alejandro Rozitchner y Marcos Peña. “Somos gente normal, que quiere un país normal” Soledad Martínez, Diputada Nacional Por Juan Ciucci l En principio causa cierta expectativa que el PRO edite un libro, y que prometa un prólogo de Mauricio Macri, además. Sin embargo, es otra promesa incumplida. La primera nota al pie nos aclara que “si bien tradicionalmente los prólogos no son diálogos, como sabemos que muchas personas tienden a no leerlos por considerarlos superfluos, quisimos ofrecer una conversación informal. Nos pareció la mejor manera de producir un texto cercano”. Este “texto cercano” es una entrevista apologética llevada adelante por el autodefinido macrista-leninista Alejandro Rozitchner, quien junto con Marcos Peña conforman la materia gris del macrismo desde la Secretaría General del GCBA. El primer trabajo que emprenden es un rescate de los valores de la política y de la militancia, en un intento permanente por incitar a la participación ciudadana dentro del partido macrista. El libro cuenta con testimonios de los máximos dirigentes del PRO, donde reseñan sus trayectorias políticas y sus vivencias personales con “Mauricio”. Escriben más de 50 funcionarios y militantes, entre los que se encuentran Santilli, Bullrich, Rodriguez Larreta, Vidal, Alonso, Bergman, Lombardi, Montenegro, Ritondo, Melconian, Angelici, Del Sel, Michetti, Pinedo, Bertol. “Quisimos hacer un libro lleno de voces para que cada una de ellas diga (...) sus razones para apoyar, estar y/o trabajar con Mauricio Macri en este nuevo espacio político al que llamamos PRO”, sinceran los compiladores. “En el libro todos contamos por qué estamos, que nos pasó al estar y por qué creemos que los demás también tienen que sumarse”. La “entrevista amistosa” que Rozitchner (hijo, claro, aunque a esta altura uno ya no comprende cómo) le realiza a Macri, es sin dudas el plato fuerte de un libro débil, falto de ideas y superficial. Y su fuerza radica en que aporta datos de la construcción del Macri 2015 que intentarán posicionar en los años venideros. Se le pregunta en la entrevista: “¿Te ves presidente? ¿Pensás que vamos a poder?”. Pura objetividad periodística. Nos dice Mauricio “Sí, me siento cómodo. (..) Estoy seguro de poder armar un equipo valioso de gente que está en la política, en la sociedad civil, en la academia y en las empresas. (...) Lo pude hacer en la empresa, lo pude hacer en Boca, lo pude hacer en la Ciudad. Y estoy seguro de poder hacerlo como presidente”. Boca aparece continuamente, sigue siendo el punto fuerte del imaginario que construye el macrismo. “Boca es político. Es un bicho de la política por cómo se organiza. (...) Todo lo que sé de política lo aprendí en Boca”, se sincera Macri. Pero también aparece el actual presidente del club, Daniel Angelici. “Ser el presidente del club más grande del fútbol argentino (...) es la responsabilidad más gloriosa que puede imaginar un hincha del club (...) y obviamente, cualquier dirigente político”. Y agrega “fuera de lo que hago en el club, trato de aportar todo lo que puedo para que el país tenga la posibilidad de un presidente como Mauricio”. La distinción entre el adentro y el afuera del club de Angelici no es tan clara, si tenemos en cuenta las distintas intervenciones públicas que como presidente de Boca lleva adelante. En todo caso, este texto remarca sus intenciones políticas al mando del club de la Ribera. De paso, aprovechamos y destacamos las experiencias que como político marcaron a Angelici, según sus propias palabras: la victoria de Raúl Alfonsín en 1983, el Nunca Más, y el 8N... Meterse en política La primer pregunta de Rozitchner es “¿por qué te metiste en política?”. Así comienza el libro, reforzando la idea de lo político por fuera de lo social. De golpe, un día, alguien se decide y se pasa a la política. Que también aparece como una carrera, un tipo de especialización. De aquellos que han dejado una vida previa y pegan “el gran salto”, nombre que lleva un capítulo del libro: el campeón de TC Lalo Ramos, el cómico Del Sel, el ex-arbitro Baldassi, la ex-Alianza-Poder Ciudadano Laura Alonso. Ramos recuerda que “a partir del conflicto entre el sector agropecuario y el gobierno por la resolución 125 de 2008, la cabeza me hizo un click y, como muchos otros chacareros que se vieron golpeados por la norma, tomé la decisión de participar”. Un claro ejemplo de la nueva política del PRO; que hace gala de aquellos que no tienen ninguna experiencia previa. “No soy un político, soy una persona normal y voy a seguir siendo el mismo. Tengo mucha fe”, se/nos dice Baldassi. Maurico se remite a otros sucesos para recordar el momento en que “se metió en política”. “Tengo que decir que lo decisivo fue el deterioro que sufrió nuestro país en 2001. Eso me terminó de convencer de que tener la sociedad que creemos que nos merecemos iba a depender del compromiso de cada uno, no iba a surgir de causalidad”. Lo mismo dirán Esteban Bullrich y Rozitchner de su “despertar cívico”. Resulta interesante esta idea de un macrismo deudor del 2001, en el marco del inconformismo de aquella clase media indignada, y de una profunda crisis de representación. Dice Sergio Bergman: “Ser un indignado y batir la cacerola hace catarsis -y la necesitamos!- pero no construye alternativas superadoras ni futuro, ni fortalece el sistema de representación al que nos debemos”. Es un intento por re-direccionar los cacerolazos hacia una representación parlamentaria, un esfuerzo que el PRO viene llevando adelante, con sectores como La Solano Lima que participan activamente de esas marchas. Es que por detrás del discurso de la buena onda (“Siento que de los demás nos diferencia la buena onda”, dice Rodríguez Larreta), lo que aparece es una voluntad de refundación. “Sé que hay una Argentina oscura en la que hay que dar vuelta la página. (..) La Argentina cambió. Lo que lograron, lo lograron. Pero ya está, se acabó”, le confía Macri al Rozitchner malo. Daniel Chain, Ministro de Desarrollo Urbano interpelado por la represión en el Borda, dice: “Creo que nuestro objetivo no es la presidencia, ese es un medio para el objetivo que es lograr reconstruir la Nación”. “Que la Argentina no sea Venezuela depende de nosotros, no de quienes decidieron importar este régimen. Tener la mayoría electoral no habilita a destituir el sistema constitucional, avasallando sus instituciones y quitándonos nuestras libertades”, sentencia Bergman. Recuperan un discurso de la amenaza, del retroceso histórico de la Argentina, cuando sectores retomaron el poder con un espíritu revanchista, que fue un instrumento del imperialismo para destruir los avances sociales de los gobiernos nacionales y populares. Autocrítica: peleas internas y Mauricio Macri La autocrítica del PRO se centra en dos aspectos que son claros para cualquier ciudadano que analice su propuesta política: las luchas internas, y la falta de carisma y oratoria de Mauricio Macri. De las internas hace referencia Gabriela Michetti: “la lógica de la pelea por el poder propia de la política nos ha ido lastimando algunas relaciones y nos ha ido generando como separaciones en pequeños grupos dentro del equipo grande. (...) ¿Cómo se mejoraría eso? Creo que con reglas más claras y más transparentes sobre el acceso al poder en el propio partido”. Pero también lo hace Guillermo Montenegro: “Soy muy crítico de nuestras luchas internas. Me parece que tenemos un desafío muy por encima de eso y no es momento de hablar de internas”. Es evidente que el conflicto al interior del partido está a punto de estallar, y cada nueva elección no hace más que profundizarlo, como se vió en el caso de la Diputada twittera Laura Alonso y Paula Bertol (Ver nota). De las capacidades limitadas de Macri, casi todos hablan. Hacen referencia a que les gustaría que la gente lo vea como ellos lo ven, de los primeros resquemores hasta que lo conocieron, de su “liderazgo particular”, de lo cambiado que esta desde que se sacó el bigote. Es claro que visualizan los problemas que tienen para intentar construir un partido que solo puede existir a partir de un líder mediático, que para desazón de todos, no tiene ni personalidad ni capacidad de oratoria. Quizás el texto más esclarecedor sea Mauricio no es el mismo de Gabriela Seijo, “macrista y diputada” que convoca “talentos a surfear nuevas ideas”. Una de las primeras dirigentes de la fuerza, cuenta los periplos del nacimiento del PRO, como quien chapea con el eterno “yo estaba cuando éramos cinco”. Dirá: “Mauricio ya no es el mismo. Creció. Ya no usa bigote, peina canas, se casó y Antonia lo dio vuelta como un guante. Habla bastante mejor y está listo, y con él todos nosotros, para lo que la Patria nos demande”. Por las dudas antes aclara que “en lo personal, nunca me importó demasiado que no fuera un gran orador. La oratoria ha hecho estragos en nuestro país”. Otro aporte desmitificador es Lo mejor está por venir de José Torello, apoderado nacional y ex presidente nacional del PRO – Propuesta Republicana. “Cuando en el año 2000 Mauricio nos convocó (...) para comenzar la construcción de lo que hoy es el PRO; lo primero que pensé es que era una joda”. Pareciera ser que con estas definiciones logran conquistar a un público que las entiende como descontracturadas. Algo parecido a lo sucedido con la performance de Del Sel en Santa Fe, al borde de un ataque de pánico cuando casi gana la gobernación. Dice Torello de la experiencia en la Ciudad de Buenos Aires que comenzó en 2007: “Para sorpresa de muchos –inclusive nuestra- lo hicimos bastante bien”. Esta es la más clara confesión de parte de un equipo que promete estar preparado para cambiar la historia, como dicen que lo hicieron en la Ciudad. Alejandro Rozitchner, el eterno converso Finalizamos con el otro texto valioso del libro, Ayudar a la desneurotización de la ciudadanía de Alejandro Rozitchner. Es el texto de un converso, aunque no queda claro de dónde viene y hacia dónde va. Lo que sí quiere dejar en claro es que las ideologías son efímeras, vulgares, casi ridículas. “A los 13 años era militante trotskista, (...) no sabía quién era Trotsky ni tenía idea de absolutamente nada, pero había sido capturado por el movimiento de la época y por su militancia infantil, por la toma de los colegios y por una emoción aventurera difusa y justiciera”. Sus propias falencias las vuelca sobre la época, y su “militancia infantil”. “Leía, o intentaba leer, porque me aburría, los diarios y ensayos del Che”. Esto sucede en los ´70, “una época a mi gusto poco valiosa políticamente”, dice este extraño “escritor, filósofo, nutricionista intelectual, macrista-leninista, pensador adjunto del gobierno porteño”, según se define. La liviandad con que toma casi todos los temas que analiza este “nutricionista intelectual”, casi que nos exime de enojarnos. Pero no, la verdad que esta postura naif reaccionaria en un momento político de discusión social tan profunda como el actual, no sólo desentona sino que genera un profundo rechazo. “No creo en la ideología”, dispara Rozitchner, con aires de falso rockstar. “La ideología es la neurosis de la historia, la tendencia a ver sentidos excesivos en donde tendríamos que ser capaces de parir soluciones y planes de desarrollo”. Esta falsa dicotomía entre las ideas y la realidad, esta apuesta a un realismo del sentido común, ya suena a lo viejo de lo que tanto se espanta el macrismo. Lo de “sentidos excesivos” sin dudas nos retrotrae a la muerte de la historia que inundó el mundo en los ’90. En esta política de lo novedoso, son falaces hasta las posturas que intentan presentar como nuevas. Como también es mentirosa la impostura ante los líderes que proclama el PRO, en un libro que todo el tiempo intentar sustentar a ese candidato fallido que es Macri. No es menor que el capitulo final se llame, justamente, Conociendo a Mauricio Macri. Se quejan de los líderes, de los partidos con una conducción tradicional, pero en sus perfiles se definen como “fan de Mauricio” (Marina Klemensiewicz), “emocionalmente promacrista” (Pablo Clusellas), “macrista convencido y jugado” (Omar de Marchi), “macrista de alma” (Carmen Polledo), y claro, “macrista-leninista” (Alejandro Rozitchner). "Con Hernán (Lombardi) jugamos con la idea del "macrismo leninismo", para aludir a los que, viniendo de la izquierda, encontramos en este proyecto político una manera de ser más efectivos en la obtención de los fines de justicia y desarrollo". El mismo Rozitchner que confiesa: “tuve que vencer mis prejuicios, que creo eran más humanos que ideológicos”. Claro, si dice no creer en la ideología, y a esta altura no debe tener ya ninguna como para ampararse. Continúa: “La posición política del que entonces era para mí “Macri” y hoy es “Mauricio” me parecía valiosa, pero no lo sentía un ser humano cálido o accesible. Conocerlo fue sorprenderme. (...) Nunca hubiera creído, siendo yo un intelectual hippie, escritor, consumidor de marihuana y rockero de formación, que un empresario futbolero y decidido a la política se interesara en mis ideas y que pudiéramos tener una complicidad mental y una comunidad de deseos tan clara”. Descripciones un tanto simpáticas las de este “intelectual hippie”, de deseos no tan alejados del “empresario futbolero”. Esa primera imagen que todos tenemos de Macri, se ve que perturba al macrismo. Como todos la vivenciaron, reflexionan sobre ella e intentan convencernos de que es distinto. Como si la idea fuera que todos lo conozcamos personalmente, como para que cambie nuestro parecer. Quizás de eso se trate esta convocatoria a militar en el PRO. “Sacarse el bigote fue un gran paso en el proceso de volverse más humano, maduro, pleno y feliz”, dice el Durán Barba cuasi intelectual del macrismo, Alejandro Rozitchner. “Dejó de parecer cana para parecer un tano demasiado flaco y algo cabezón”. Bueno, sí, les juro que es lo que escribió. Y continúa: “Lo que llama la atención, y que comentamos todos los que pasamos la barrera de los prejuicios y descubrimos al ser humano, es que sea tan persona”. No más palabras. Nos queda la sensación que si con estos argumentos el macrismo llega a la presidencia, esta década ganada no habrá logrado institucionalizar los cambios profundos que el kirchnerismo realizó. Y que la batalla cultural estaría definitivamente perdida. Creemos que eso no va a suceder, pero nos quedan dos años para profundizar este modelo de desarrollo con inclusión social, y lograr consolidar una continuación política e institucional que garantice que no demos ni un paso atrás. Estamos. Una invitación abierta Marcos Peña y Alejandro Rozitchner (Compiladores) Editorial Planeta

La Nación volvió a comparar al kirchnerismo con el nazismo

Lo hizo en su editorial de hoy. "Salvando enormes distancias, hay ciertos paralelismos entre aquella realidad y la actualidad argentina que nos obligan a mantenernos alerta", afirmó el tradicional diario de derecha.(27 DE MAYO) 1933 Los trágicos hechos que acompañaron la caída de la República de Weimar y el comienzo del Tercer Reich deben mover a reflexión a los argentinos Hace 80 años el mundo fue testigo, silencioso y tolerante, de la gradual desaparición de una república y, en pocos meses, de la instalación de una dictadura con el apoyo entusiasta de la población y sus fuerzas vivas. La República de Weimar fue reemplazada por un régimen totalitario que concentró en una persona los tres poderes del Estado, eliminó los derechos individuales, controló la justicia, suprimió la prensa independiente y, finalmente, ejecutó el terrible Holocausto. Salvando enormes distancias, hay ciertos paralelismos entre aquella realidad y la actualidad argentina que nos obligan a mantenernos alerta. El 30 de enero de 1933, Adolf Hitler asumió como canciller de Alemania, luego de obtener sólo el 33 por ciento de los votos en las elecciones parlamentarias de 1932. El anciano presidente, mariscal Paul von Hindenburg, influenciado por banqueros, industriales, empresarios y terratenientes, creyó que, de esa forma, podría neutralizar al creciente partido nazi. También él pecó de ingenuidad, y Hitler puso en práctica un plan que, en poco tiempo, culminó con la suma del poder público. En su discurso del 1° de febrero, Hitler profetizó: "Dadme cuatro años y ya no reconoceréis Alemania". De inmediato, logró que Hindenburg disolviese el Parlamento y convocase a nuevas elecciones, lo cual le dio cinco semanas sin control parlamentario. El 4 de febrero obtuvo del presidente un decreto que prohibía las críticas al gobierno y suprimía la libertad de reunión y de prensa de las organizaciones de izquierda, para barrerlas de la contienda electoral. El 27 de febrero ocurrió el recordado incendio del Reichstag y la atribución de culpas al partido comunista. Hitler forzó entonces la firma de un decreto para la "protección del pueblo y del Estado" suspendiendo las libertades individuales, de expresión, prensa, asociación, reunión y comunicaciones, autorizando a la autoridad política a realizar allanamientos de domicilios, detención de personas y a confiscar bienes privados. El decreto del incendio del Reichstag se basó en el artículo 48 de la Constitución de Weimar, que autorizaba al presidente del Reich a dictar "decretos de emergencia" invadiendo la función legislativa del Parlamento. Fue la primera herramienta que Hitler utilizó para establecer una dictadura en vida de Hindenburg. A partir de ese momento, se cerraron diarios, se arrestaron opositores, se prohibieron manifestaciones públicas y se creó un clima de persecución política. En las elecciones del 5 de marzo, el partido nazi logró sólo el 44% de los votos, aunque necesitaba dos tercios para la sanción de una ley que confiriese facultades extraordinarias al gobierno. Mediante el arresto de diputados socialistas y el apoyo de los nacionalistas, Hitler alcanzó esa mayoría y el 23 de marzo el Reichstag sancionó la "ley habilitante" para "solucionar los peligros que acechan al pueblo y al Estado". La norma implicó el "suicidio" del parlamento, al delegar sus facultades en Hitler. La fecha se recuerda como el fin de la República de Weimar y el comienzo del Tercer Reich. El 13 de marzo Joseph Goebbels asumió como ministro de Propaganda. Su primer discurso en el Día del Trabajo estuvo destinado a seducir a la juventud alemana. El 24 de marzo, Hitler anunció ante el Parlamento la necesidad de una "limpieza en la vida intelectual del país", y ello implicó la confiscación de medios de los partidos socialista y comunista. Goebbels tomó el control inmediato de todas las formas de comunicación de Alemania: libros, revistas, periódicos, reuniones públicas, el arte, la música, el cine y la radio. La noche del 10 de mayo los "camisas pardas" y las "juventudes hitlerianas" allanaron bibliotecas y librerías de toda Alemania y quemaron más de 25.000 libros. El 3 de abril Hitler estableció la "sincronización" de la prensa. Para poder publicar medios impresos, crear nuevos, darles un nombre, o para designar un nuevo director o jefe de redacción, era necesario obtener un "certificado de confiabilidad política" y este "certificado" sólo lo otorgaba el Ministerio de Propaganda. El 7 de abril, la "cláusula aria" de la "ley del servicio civil" obligó a la expulsión de jueces, abogados y profesores universitarios judíos de sus actividades. El 2 de mayo se "sincronizaron" los sindicatos. Irónicamente, el día siguiente a la Fiesta del Trabajador. El principal sindicato fue asaltado y sus líderes, encarcelados. Todos los sindicatos fueron obligados a fusionarse con el único Frente del Trabajo Alemán. La "sincronización" del mensaje oficial fue impuesta con las nuevas conferencias de prensa. El 1° de julio pasaron al control del Ministerio de Propaganda y su Gabinete de Prensa. Se hicieron obligatorias para todos los periodistas acreditados en Berlín y reflejaron los temas sobre los cuales la prensa debía informar. En estas conferencias, sin diálogo, se los "educaba" sobre la forma en que debían transmitir las noticias oficiales. La "sincronización" de la política ocurrió con la eliminación de los partidos opositores. El 14 de julio se sancionó la "ley sobre el delincuente habitual", que proporcionó la primera población para los recién instalados campos de concentración, como Dachau, abierto por Heinrich Himmler en el mes de marzo. Hitler fue el primero en descubrir la importancia del cine para exaltar emociones y crear mitos personales. El 22 de septiembre se profundizó la "sincronización" de la cultura y la prensa. La ley que creó la Cámara Imperial de Cultura otorgó al Ministerio de Propaganda la facultad de establecer corporaciones gremiales de los trabajadores de la cultura y de la prensa. Y así se formaron corporaciones únicas para los escritores, los músicos, el teatro, las artes plásticas, la cinematografía y la prensa, todas bajo el mando de Joseph Goebbels. La Cámara Imperial de Prensa fue presidida por el célebre Max Amann, ex oficial de las SS, quien dictó numerosas resoluciones para controlar la prensa y desplazar al personal de los medios que se oponían a sus decisiones. Amann levantó un imperio de prensa nazi adquiriendo, confiscando y amedrentando. La casa editorial central (Franz Eher-Nachfolger GmbH) llegó a controlar el 82 por ciento de las publicaciones periódicas. Los diarios y las revistas debían abastecerse de los "materiales periodísticos" provistos por la agencia de noticias oficial. En cuanto al sistema de radio, era controlado tanto en sus contenidos como económicamente por el Estado. A medida que avanzó la guerra, Amann era quien racionaba el papel para los diarios de acuerdo con las conveniencias políticas del nazismo. Este "zar de los medios" no tuvo ninguna formación superior, su nivel cultural era bajo y se caracterizaba por su rudeza y vulgaridad. El 4 de octubre de 1933 se "sincronizó" en detalle el funcionamiento de los diarios y el trabajo de los periodistas. La ley de prensa reglamentó el comportamiento de los periodistas y del personal de la prensa en general. Para ejercer la profesión se debía tener nacionalidad alemana y ser de "raza aria"; se establecían los temas sobre los cuales no se podía escribir y se hacía obligatoria la afiliación en la Unión Imperial de la Prensa Alemana. La ley también prohibía a los medios fijar políticas editoriales o posiciones ideológicas: estos contenidos los transmitía el Ministerio de Propaganda. En cuanto a la justicia, Hitler desde siempre odió a jueces y juristas, pues el Estado de Derecho implicaba limitar el principio de autoridad del Führer por encima de todas las normas. Ya en 1933 se dirigió a aquellos advirtiéndoles que "el Estado total no debe conocer diferencia alguna entre la ley y la ética", y que llegaría el día en que esta identidad iba a convertir en innecesaria a la primera. Gradualmente, llevó a cabo la virtual anulación del Poder Judicial a partir de ese año, otorgando mayores facultades a los "tribunales del pueblo", heredados de la República de Weimar, que funcionaban con total arbitrariedad y que en pocos años desplazaron a los juzgados penales de casi toda su esfera de actuación. Estos "tribunales del pueblo" se diseminaron por todas las ciudades alemanas y se convirtieron en otro órgano estatal por medio del cual el nazismo proclamaba sus consignas e imponía el terror en la población. Todo esto ocurrió en un solo año, hace ochenta. Durante los doce años siguientes, el nazismo continuó su marcha atroz, controlando toda Europa Occidental (salvo Gran Bretaña) y realizando la mayor violación de derechos humanos que recuerda la historia. Es importante que todas las naciones del mundo recuerden cómo surgió ese régimen y las terribles consecuencias que la cobardía o la conveniencia de los dirigentes y el temor o desinterés de la población pueden provocar al debilitarse los valores colectivos y la vigencia plena de las instituciones democráticas. Salvando, como decíamos, las enormes distancias, los argentinos deberíamos reparar en los rasgos autoritarios que, cada vez con mayor frecuencia, pone de manifiesto el Gobierno, y cobrar conciencia de que es imposible prever cómo puede terminar un proceso que comienza cercenando las libertades y la independencia de los tres poderes del Estado, al tiempo que distorsiona los valores esenciales de la República y promueve enfrentamientos dentro de la sociedad. gb

LUCAS CARRASCO DE BLOGUERO K... A...?

Por Juan Salinas (en blog del autor) I "Uno de los principales blogueros kirchneristas, Lucas Carrasco, se pasó a la oposición por despecho (léase despido). En toda lucha hay deserciones y traiciones". Mirá la nota. El caso Carrasco No conozco personalmente ni a Cristina, ni a Máximo, ni soy amigo de ningún dirigente de La Cámpora y tengo muchas críticas que hacerle a nuestro Gobierno, pero la deslealtad radical hacia él de Lucas Carrasco -a quien si conozco personalmente- me dejó primero atónito y luego consternado. No es la primera deserción del kirchnerismo ni tampoco el primer tránsfuga en una lista que inaguró, al menos en lo que hace a los periodistas, Alfredo Leuco, cuyos actos en el 2003 rezumaban un kirchnerismo insuperable, y que no hace dos años denunció penalmente a Carrasco de amenazarlo de muerte, un absurdo que ni los Monthy Pyton podrían empardar. A mi modo de ver, es sabido que con todos sus defectos, los gobiernos kirchneristas han sido los mejores, lejos, desde el primer gobierno del coronel Perón, cuando se sentaron los fundamentos de la Argentina moderna, inclusiva y soberana. Y la ofensiva que los "demócratas" y "republicanos" (que jamás se le atrevieron a los milicos a los que, por el contrario, lamieron las botas) lanzaron contra el actual, dignamente presidido por Cristina Fernández, es muy parecida a la desplegada en 1954 y 1955 como preparación del ataque genocida de la Marina y una fracción de la Aeronaútica que, so pretexto de querer matar a Perón, mató a mas de 300 argentinos e hirió de gravedad a más de mil. No veo que nada sustancial haya cambiado desde la insurrección agrogarcaclarineta a propósito de la resolución 125, aquel intento de golpe de estado blando que fue un parteaguas y que permitió, precisamente, que Carrasco y otros blogueros que se batieron en defensa del gobierno constitucional adquirieran una módica fama. A veces parece que la mayoría de los exponentes de la generación del disidente Carrasco y sus execradas bestias negras de hoy, amigos hasta ayer, carecen de un mayor interés por la breve pero rica historia nacional, desprecian lo que no conocen y ven natural que Néstor y Cristina los hayan puesto en espacios de poder sin haber hecho mayores méritos para merecerlo. O, en el caso puntual de Lucas, que gracias a su chapa de gladiador kirchnerista y a sus amistades camporistas haya accedido a variados empleos gratificantes que malogró por presentarse a trabajar intoxicado y de mal genio, y por su carácter impaciente y despótico con el personal: sus compañeros de trabajo circunstancialmente subordinados. Hace unos días Carrasco participó de la presentación del libro Destripando lo sagrado del bloguero kirchnerista de Tucumán, Aldo Ulises Jarma, ocasión en que no tuvo empacho en reconocer su "incapacidad profunda de madurar" y proclamó seguir "creyendo que la historia recién empieza". Después, con ademán melancólico y tanguero, dijo seguir "creyendo que hay que dejarle, al piberío, (...) un farol ético sin moralinas de cartulina, sin lavandinas de viejos sueños buenos, de viejos sueños tiernos, que hay que luchar, que hay que pelear, hay que aguantar, contra toda policía moral"... y, seguidamente, copado por las asociaciones libres y de la cadencia poética que había adquirido su voz, agregó "hay que demostrar que el coraje intelectual es la aspirina ante tanto manso cansancio en el remanso del descanso ganso del ascenso menso del consenso poco tenso contra lo que pienso...). Es sabido que el challenger Lanata dudó entre ser el capocómico de un teatro de revistas y seguir siendo periodista, pero con el invalorable apoyo de Héctor Magnetto optó por intentar suceder a Tato Bores y a Bernardo Neustadt al mismo tiempo como plataforma para convertirse en un Capriles más exitoso. Subyugado por el fenómeno, Carrasco quiso ser al mismo tiempo crítico de los actos de Gobierno, peleador callejero y -como queda claro en el anterior ejemplo-imitador del injustamente olvidado Federico Peralta Ramos. Por lo visto y escuchado, Carrasco quiere transitar la senda del escritor maldito, en la onda Bukovsky ma non troppo ya trillada por Enrique Symms, que terminó mangueándole trabajo a Lanata, a quién considera un ídolo porque supo huir de la pobreza sin resignar jamás sus aspiraciones. En fin, ya sea porque Lucas es todavía un inmaduro, como el mismo dice, ya sea porque está podrido, del kirchnerismo como de si mismo, está claro que ahora, con las cartas echadas, quiere hacer el mayor daño posible. Hasta se atrevió a insultar de manera soez a la Presidenta y a su hijo, de quien hasta hace poco se jactaba de ser amigo. Por lo que su ruptura (no con Cristina ni con Máximo, sino con el movimento nacional de liberación en su conjunto) parece ser, salvo imponderables, un viaje de ida irreparable, sin retorno. Luego, tras la resaca, Carrasco parece haber tomado algún grado de conciencia del desastre que había hecho y escribió un texto autojustificatorio en el que ensaya un somera disculpa al decir que está enfermo (algo que salta a la vista) y que incluso se desmayó, lo que coincidió con "algo político (de lo) que me enteré por casualidad, sinceramente horrible"... y la dejó picando al mejor estilo de aquel ex corredor de F-1 ¡recuerdan? al que el menemismo le mostró una foto que no le gustó. Dónde, dicen, aparecía ensartado como churrasco de croto. Si lo que sabe es algo tan grave y se considera periodista y opositor ¿Por qué no lo publica? ¿Acaso está apretando a alguién? Dice Carrasco que fue él quien decidió "cortar cualquier tipo de diálogo con cualquier persona vinculada al gobierno nacional" al que no lo une "más que una deuda con Radio Nacional Rock, que no van a pagar" y que ese corte es "una decisión política" suya pero que se encuentra en el "campo opositor porque en el oficialismo no tengo cabida". Es decir, porque se quedó sin trabajo. Sin embargo y contradictoriamente añade que sigue apoyando "los pilares del modelo económico" y valora "las políticas sociales, exterior, y de derechos humanos". Entonces... ¿Por qué se ubica en el campo opositor? La respuesta es obvia: porque lo despidieron de todos los trabajos que tuvo, el último en Radio Nacional Rock. "Ha cambiado el escenario. Eso es fácilmente verificable. La trinchera para insultar a los que denuncian corrupción es un lugar que no me interesa integrar. Entre otras cosas, por que implica avalar esas denuncias de corrupción, a mi criterio, demasiado fundadas", pone, en una demostración cabal de que su mente fue abducida por la receta lanatesca de hacerse con una pequeña fortuna denunciando una proteica corrupción que estaría adueñandose de absolutamente todo, en plan Hasta cuando. ¿Quién podría ser más creíble en plan de denunciar chanchullos patagónicos que Carrasco, que siempre publicitó su acceso a Máximo Kirchner, por cuyos buenos oficios fue, entre otras cosas, contratado como columnista por el diario Crónica. Lo demás es pretexto aunque no por eso carezca de asidero, como es el caso de sus críticas a la calamitosa política de medios del gobierno. Pero no es cierto que él haya sido raleado de los medios públicos porque intentó "por todos los medios posibles llamar la atención crítica sobre este punto" y "nunca se me dio pelota, al contrario, me fueron excluyendo constantemente por hacer estos señalamientos", tal como escribió. Lo cierto e irrefutable es que del último medio que lo dspidieron, Radio Nacional Rock , no fue comoa adujo porque se olvidaba de pasar viáticos (costéandose los viajes de su bolsillo), sino porque con razón o sin ella maltrató a otros periodistas y al personal de la radio desde una posición de capanga o patrón y cometió la imprudencia sin medir costos de ciscarse en dónde comía, y no sólo en Radio Nacional, sino también en Télam, la agencia nacional presidida por un ex bloguero amigo, Santiago "Patucho" Álvarez, de quien decía ser amigo. En fin, que tuvo actitudes que son o deberían ser tabú entre quienes dicen combatir por la unidad, organización y solidaridad del pueblo trabajador, y otras, como ventilar los trapos sucios afuera, que sin abrir juicios sobre su ética, no suelen ser digeridas sin reaccionar por ninguna organización. Y es que Carrasco no está mirando más que su ombligo. Aunque cite las banderas de la Unión Suramericana que levantaba Felipe Varela, no tiene en cuenta que esa historia empezó hace mas de doscientos años, y que no se trata de la función de un viejo cine continuado, que empezaba cuando uno llegaba. No percibe que hace el ridículo cuando inflado como pororó a punto de nacer pretende dejarle lecciones a los pibes sin ejercer antes una mínima soberanía sobre si mismo. Porque está a la vista que Carrasco no es un catedrático sino un alumno bastante vago y bardero. Y para colmo, enfermo. Quienes de niños abrevamos en la filosofía cristiana creemos que siempre hay una posibilidad de arrepentimiento y redención, pero no parece que Carrasco, orgulloso como un ángel caído, opte a corto plazo por la introspección y la autocrítica. Y sin ésta parece inevitable que, aunque pretenda seguir los pasos del cínico Jorge Asís, corra riesgo inminente de eimular a Lanata y aún de ser respecto a Symms lo que éste es a Bucovsky: un triste remedo. Es bueno recordar una vez mas que maltratados y en algunos casos hasta perseguidos por el gobierno de Juan Perón, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, John William Cooke, Hugo del Carril, Arturo Sampay, el coronel Domingo Mercante y otros muchos, no se pasaron a las filas de la oposición contrera, luego rebautizada "gorila". Y también es bueno recordar que durante gran parte de su vida Rodolfo Walsh sólo pudo publicar sus brillantes investigaciones en diarios y revistas marginales. Y que no por eso se pasó de bando. Y que como muestra la serie Germán, el gran Ohesterheld jamás probó las mieles de la fama. A veces no se trata de llenarse la boca con los próceres, sino de seguir su ejemplo. Ojalá Lucas lo haga. Ojalá se deshaga de lastres, busque un trabajo, cultive su blog y ejerza la crítica. Ojalá se dé cuenta de que su postura es insostenible. Una versión bufa del alejamiento de Miguel Bonasso. Ojalá, como el policía que encarna Harvey Keitel en la película de Abel Ferrara que vi alguna vez, quiera y pueda rescatarse.

lunes, 27 de mayo de 2013

Kirchnerismo y medios: vas a robarle el gorro al diablo

Dentro de los avances culturales en la "década ganada" sin dudas debe incluirse la política kirchnerista de medios, que incluye una ley de avanzada. 10 años entre empresarios K, no K y medios populares. Vas a robarle el gorro al diablo, así, adorándolo como quiere él, engañándolo”. Juguetes perdidos, Los Redonditos de Ricota Por Enrique de la Calle I Cuando asumió el 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner sabía que entre los múltiples escollos que debía superar uno de ellos tenía que ver con Clarín, la empresa conducida por el (ahora famoso) CEO Héctor Magnetto. El Grupo tenía presencia dominante en televisión (canal 13), radio (Mitre) y prensa escrita. En cable poseía una de las empresas principales, Multicanal, y ambicionaba otra: Cablevisión. Además, controlaba las transmisiones del fútbol, un negocio redondo si se permite la obvia referencia. ¿Qué hacer con Clarín? Esa misma pregunta se la hicieron antes, seguramente, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De la Rúa y Eduardo Duhalde, por citar sólo los presidentes de la democracia. “El Grupo” fue y es un actor político insoslayable. Entonces: ¿hay que negociar o confrontar? ¿Se deben atender sus demandas? ¿Cuándo? Es conocida (o por lo menos, comúnmente aceptada) la frase de Magnetto que resume la estrategia de la empresa: alabar los primeros años de un gobierno para “sacarle algo” y después criticarlos para marcarle la cancha a su sucesor. Y así. El inefable Jorge Asís describió alguna vez que Kirchner había aprendido de las experiencias de los presidentes que lo antecedieron. Supo con Menem que no había que ser generosos con Clarín al principio (Menem le permitió el ingreso a la televisión abierta) sino al final del mandato, de modo de utilizar dicha carta para negociar y ganar tiempo (y respaldo) durante todo el período. Igualmente, el pinguino cedió la renovación de las licencias de los canales de aire que vencieron en 2004. En su momento, explicó que lo hizo porque todos los grupos mediáticos estaban en crisis y Clarín era el único con espalda para continuar en el sector e incluso adquirir más señales. Prefirió, dijo, mantener el statu quo ante la posibilidad de un escenario aún peor. En 2007, al final del mandato, NK firmó el decreto que toleró la fusión Multicanal – Cablevisión. De ese modo la empresa se quedó con la casi totalidad del negocio del cable y se convirtió en un caso extraordinario a nivel continental (para empezar a charlar). No hay grupo mediático que tenga posición dominante en todos los rubros: televisión, radio, prensa escrita y servicio de cable. Ni los poderoso O Globo, en Brasil, ni Televisa, en México, ostentan ese privilegio. Nos habíamos querido tanto Entre 2003 y 2007, Clarín apoyó al gobierno nacional aunque no habría que exagerar sobre los alcances de tal acompañamiento. Y menos aún reducir lo simbólico a meros intereses materiales (no todo es tan básico: me das, te apoyo). Argentina venía de una fenomenal crisis en todos los órdenes de la vida colectiva que el naciente kirchnerismo comenzaba a encauzar. Clarín se encontró entre las empresas beneficiadas por los nuevos tiempos. La reconstrucción del mercado interno favoreció también a Clarín, con muchos servicios para vender. Sin embargo, Clarín no es sólo una empresa: es también una redacción y el universo de lectores/oyentes/televidentes que dialogan con sus discursos. Puede identificarse a ambos con la clase media argentina. Si aceptamos la premisa podemos incluir la armoniosa relación kirchnerismo – Clarín en un proceso más general que de cuenta del heterogéneo apoyo social que el oficialismo tuvo por lo menos hasta 2008. Ese año, nada menos, tuvo lugar el conflicto por la inolvidable resolución 125. Con ella el Estado pretendió hacerse de fondos extras provenientes de la rentabilidad sojera. Ese año se produjo la ruptura con dos actores políticos importantes de la vida política nacional: Clarín y un fragmento importante de la clase media. El periodista autodefinido como socialdemócrata (sic) Ernesto Tenembaum escribió por ese entonces el libro “Qué les pasó”, que intentó dar cuenta de ese desencanto de los sectores medios. Con la ruptura, Clarín pasó a convertirse paulatinamente en el principal opositor al Gobierno de Cristina. Para que eso ocurriera, el grupo debió metamorfosearse: en el camino dejó su lugar de “periodismo objetivo”, al margen de las disputas políticas, para ponerse cada vez más en el centro del debate público. En 2009, el kirchnerismo perdió una elección importante en la provincia de Buenos Aires. Kirchner volvió a dar cuenta de sus conocimientos sobre historia reciente: recordó la voracidad de los sectores de poder con Alfonsín y De la Rúa luego de sus derrotas intermedias (en el 87 y en 2001). La salida era retomar la iniciativa política con la audacia característica de los Kirchner. En agosto de 2009, Cristina mandó un proyecto de ley de Comunicación Audiovisual al Congreso Nacional. Nunca nadie se animó a ir tan lejos en el intento de desconcentrar el sistema de medios en el país. Entre “empresarios K” y medios populares El periodista Horacio Verbitsky contó más de una vez qué le respondió Kirchner cuando lo consultó sobre sus buenas relaciones con el empresario mediático Daniel Hadad. “Lo necesitamos para que nos muestren cuando no lo hace Clarín”, fue su respuesta. Kirchner hacia suya una máxima del Peronismo: con bosta también se hacen ladrillos. Es decir: se hace política con los actores existentes, no con los idealizados en buenos manuales teóricos. La pregunta siempre debe ser: ¿Qué política se hace? El kirchnerismo siempre fue ecléctico en sus articulaciones (pragmático e idealista, en dosis similares). Posiblemente fantaseó con una alianza de tiempo completo con Clarín, la cual estaba condenada de antemano si el propio oficialismo avanzaba en una serie de reformas y si en el camino quería mantener como aliados a sectores del campo popular antagónicos históricos del grupo. En esa tensión se desarrolla esta historia. Una vez desatada la batalla, el gobierno supo que debía incorporar argumentaciones muy sólidas que estuvieran a la altura de la contienda. Para ello, tomó como propias las banderas y las explicaciones de un amplio abanico de organizaciones, especialistas y comunicadores que desde hace años proponían una nueva legislación en materia de medios. Así se construyó una ley de avanzada y de referencia para todo el continente; de a poco muchos países se animan a dar una discusión tan necesaria como difícil (ver Brasil, México o Uruguay). Entre los ítems destacados de la norma sobresalen dos, por lo menos: la desmonopolización y el 33% reservado para medios no comerciales ni estatales, los llamados comunitarios o populares. Lo que viene: qué sistema de medios El kirchenrismo se propone como un reformismo gradualista, dentro de los límites del capitalismo. Sin dudas, muchas de las reformas encaradas incluyen transformaciones muy profundas, que incluso van más lejos de las ambiciones de sectores que se ubican discursivamente a su izquierda. La ley de medios es un ejemplo. El sistema mass-mediático argentino está muy concentrado y eso es un escollo para la democracia del país. Sobre ese contexto, el gobierno propone avanzar complementando tres lógicas. Por un lado, pretende conformar un esquema empresarial más equilibrado. Para ello quiero hacer cumplir la ley y obligar a las empresas que se exceden a desinvertir. Otra herramienta utilizada en este punto es la pauta oficial, que ha permitido la emergencia de nuevos grupos, como puede ser Szpolsky (Tiempo, Infonews, CN23, revista 23) o Cristóbal López (C5N, radio 10), o el fortalecimiento de otros, como Vila - Manzano (América, entre otros). Las otras dos lógicas buscan fortalecer por un lado a los medios estatales (con el fútbol para todos; con mejoras en las señales públicas) y por el otro a los medios comunitarios o populares. Se trata de engordar a los sectores no empresariales de la comunicación. En este aspecto se ha avanzado con más demora y es una limitante para reformas que todavía deben encararse en el país. No difieren sustancialmente C5N y TN en sus coberturas a los conflictos vinculados con el acceso a la tierra, el trabajo tercerizado o con una justicia reaccionaria y clasista, para citar problemáticas que estuvieron en agenda estas semanas. Concebir un sistema de medios verdaderamente democrático (que vaya más allá de empresarios K y no K) es uno de los próximos dilemas que el país (y principalmente sus fuerzas populares) deberá resolver.

“La televisión tiene que ser un instrumento de trasformación social”

Por Luciana Sousa / Juan Ciucci / Soledad Guarnaccia APU: En el marco de esta Década Ganada, el kirchnerismo apostó fuertemente a la televisión como un medio de comunicación popular. Como Presidente de Radio y Televisión Argentina (RTA), ¿cuáles son sus impresiones al respecto? Tristán Bauer: Cuando uno analiza la historia de estos diez años, y la sumerge en el marco de la historia de la Patria, me parece que ha sido un momento muy positivo. A nosotros, los que hacemos Canal Encuentro, la Televisión Pública, nos gusta sumergirnos en nuestra historia, pero no con la idea de quedarnos con una mirada nostálgica de aquel pasado sino que creemos, como decía el Comandante Chávez, que “el pasado está lleno de futuro”. Cuando vos miras aquel pasado, desde nuestra Revolución de 1810, los distintos momentos vividos, aquella tragedia cercana que me tocó vivir que fue la dictadura cívico-militar, lo que significó el neoliberalismo, la tremenda crisis económica, la desocupación, creo que el significado profundo de aquellos días del 2001 se presenta como final de una etapa y como el nacimiento de algo nuevo. Néstor hablaba de un país que estaba en el infierno. Las imágenes de aquellas palmeras incendiadas en Plaza de Mayo, los caballos castigando a las Madres, los muertos de aquella jornada; transmiten el infierno como metáfora. Lo que significa a partir de ese instante la llegada de Néstor, su asunción el 25 de mayo y el proceso que se inicia con los hitos que todos conocemos pero también con la construcción día a día, no tengo dudas que es una década ganada. Me parece que en este mirar hacia atrás, que muchos no quieren hacer y que nosotros hacemos porque nos gusta construir y mirar para adelante, vemos que los avances son muy importantes en el campo social, económico, cultural, en materia de soberanía, en la hermandad con nuestra América. Para mí, las efemérides son momentos de reflexión, pero en este caso también de alegría por haber vivido esta década con la fuerza de los constructores y verificando que dimos pasos muy importantes. APU: En ese ejercicio de mirar para atrás encontramos que el peronismo también tuvo una relación muy fuerte con la televisión y ahora, de algún modo, se recupera esa relación del Estado con la TV. TB: Sí, claro. Es un hecho fundamental y para los que hacemos televisión es un maravilla tener una referencia tan clara como es saber que la primera imagen de la televisión argentina es nuestra compañera Eva Perón. Cuando vos andas medio perdido, buscando alternativas para ver cómo seguimos, siempre es bueno buscar ese lugar de nacimiento, que es nada más ni nada menos que el discurso en que Eva Perón dice “Aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. Entonces, esa tarea que ella nos deja aquel día, esa tarea que queda plasmada en las cámaras de este Canal; interpretar esa tarea más de 60 años después, tratar de ver qué significa llevar la bandera de la Patria a la victoria, nos marca un camino. Camino que iniciaron muchos compañeros y en lo personal, de alguna manera abandonando el cine, tomé este camino con mucha fuerza cuando fui convocado por Daniel Filmus, por Néstor, para la creación y construcción de Canal Encuentro y Paka Paka y después, cuando me convoca la Presidenta Cristina, hace más de cuatro años, para llevar adelante los medios públicos, la Radio Nacional y el Canal 7. APU: En estos diez años hay un proceso de democratización y reformulación del sistema de medios. Nos interesa saber cuál es tu opinión de los formatos y contenidos que interpelan al campo popular. ¿Qué propuesta ves como un acierto y qué propuestas ensayás? TB: Es una pegunta muy importante, porque cuando uno habla de medios públicos, generalmente tiene una visión, desde lejos, muy vasta. Y está bien, hay que analizar desde ahí. Pero tu pregunta va a lo concreto, va a la producción de discursos, de ideas transformadas en sonidos en el caso de la radio y de imágenes y sonidos en el caso de los canales de televisión. En un punto, la construcción es esa, hay una construcción audiovisual, un relato que es el que nos toca trabajar a nosotros. Yo creo que estos son años de mucho trabajo, de grandes desafíos que han tenido nombres como Canal Encuentro cuando nos propusimos hacer una televisión cultural y educativa de calidad. Cuando nos propusimos dejar atrás aquel concepto de que una televisión para ser educativa tenía que ser aburrida y que no se podía hacer nada bien desde el Estado. Ese desafío tiene otra faceta cuando nos proponemos hacer Paka Paka, en un país que está todavía sumergido lamentablemente en la difusión de la televisión paga y por cable en casi un 80%. Cuando uno analiza la grilla del cable y la programación infantil, advierte que allí se emiten durante las 24 horas siete señales infantiles que son producidas en los EEUU con todo un esquema cultural de transformar a nuestros niños en consumidores. Así surge Paka Paka, como una alternativa a ese modelo que no hace otra cosa que profundizar esa idea del niño consumidor . Así aparece un modelo de televisión para nuestros niños. Y aprovecho la oportunidad para reclamar una vez más que Cablevisión cumpla con la ley y sume a Paka Paka a la grilla de los canales infantiles. Con relación a la radio, en los años de trabajo junto a María Seoane en Radio Nacional aparece otra manera de hacer radio. Primero hubo revertir el abandono, que se expresaba en transmisores destrozados, en un atraso tecnológico que hacía que esas radios prácticamente no se podían escuchar. Avanzamos en el mejoramiento del aire pero también en propuestas que resulten atractivas para todos. Si vos miras la grilla de Radio Nacional advertís que ha habido un cambio muy grande en esa programación: en la primera mañana está Cynthia García, luego viene Galende, Wainfeld, Larrea, y todos los programas que tenemos durante el día más el servicio de noticias. Nosotros apostamos a la audiencia, a la masividad y a hacer una radio de calidad. Otro hito es Canal 7 y el significado de Futbol para Todos. Recuperar para la televisión pública nuestro deporte más popular, que no quede más restringido a aquellos que pueden pagar un súper abono. Porque los que no pagaban un abono veían las tribunas y sólo los que pagaban el súper abono podían ver el partido. Ahora eso se transformó de tal manera que el fútbol es de verdad para todos, su trasmisión es libre y gratuita. Toda la programación, los noticieros, los programas infantiles, de salud, de alimentación, trabajan en un esquema de diversidad, no entendiéndola como parcelación de la programación, ni entendiendo que hay que ser neutrales sino asumiendo una mirada, una postura, que es la que consideramos que tienen que tener los medios públicos de la República Argentina. Del mismo modo lo hicimos cuando nos sumergimos en el Cine, para hacer películas como las de San Martín y Belgrano, y también cuando nos sumergimos en nuestra historia reciente con películas como Infancia Clandestina -ahora lo estamos haciendo con una película infantil-. Es decir, hay una dimensión estructural acerca de cómo comprendemos los medios públicos: medios de calidad que se interesan por la audiencia y por brindar cada vez una mejor programación. Es decir, nuestros medios están insertos en un nuevo mapa mediático que va de la mano de la Ley de Medios y, al mismo tiempo, sostienen una preocupación micro acerca de cómo de generar y hacer los mejores programas. APU: ¿Cómo crees que impacta la Ley de Medios en la federalización de la producción audiovisual y en la producción y circulación de contenidos de medios sin fines de lucro? TB: Recuerdo perfectamente cuando empecé a estudiar a comienzos de los años ´80 y veía compañeros que llegaban de las distintas provincias y acudían a la producción híper concentrada en la Ciudad de Buenos Aires. Para mí es una maravilla advertir cómo de la mano de dos factores fundamentales como son la Ley de Medios y la Televisión Digital, este mapa dela producción argentina ha cambiado absolutamente. Hoy son muchísimas las pequeñas y medianas productoras, organizadas bajo formas de cooperativa, de jóvenes estudiantes de televisión y cine que surgen en todo el país. Era inimaginable hace tan sólo cuatro o cinco años atrás, pergeñar que aparecerían producciones como las que ponemos en pantalla en la Televisión Pública. Por ejemplo, una producción como la del Chacho Peñaloza, realizada por jóvenes de la Provincia de Santa Fe con colaboración del Gobierno de La Rioja. O como lo que programamos en estos días, realizaciones de un grupo de productores audiovisuales que filmaron una serie íntegramente en la Patagonia y realizaron una historia de rescatistas de montaña, con un nivel de producción bárbaro. Estamos muy felices con que esto lo pase la Televisión Pública. Lo mismo sucede con el nacimiento de los canales de los pueblos originarios y toda la producción de cooperativas que está surgiendo. Esto es un nuevo mapa que va de la mano de la ley y la digitalización pero fundamentalmente surge a partir de una idea que ha tenido nuestra Presidenta y de la puesta en práctica de esa idea que tiene que ver con un nuevo modelo cultural, con la diversidad de voces, de ahí que era necesario romper con aquella voz monopólica de Cablevisión, del Grupo Clarín, para poder abrirse a la diversidad. Todo esto comporta una enorme dificultad, pero cuando uno analiza el mapa de hace cinco años y la situación actual se va dando cuenta que esto crece más allá de las cautelares y de todas las medidas que intenta imponer el grupo monopólico para frenar esta trasformación, para quedarse como voceros de su única verdad. APU: Ayer la Televisión Pública pasó la película de Néstor Kirchner de Paula de Luque, se va a pasar también la primera versión de la de Adrían Caetano. Queríamos saber si pudiste verlas y conversar con vos acerca de la importancia de que la TV Pública emita ambas producciones. TB: Sí, en el día de ayer pasamos la película de Paula de Luque; es una mirada intensa, una mirada profunda, de distintas voces. La película de Caetano la vi la mitad en Internet, en una computadora. Soy hombre de cine, me gusta ver las cosas en grandes pantallas, podría pasarme el archivo pero estoy esperando que salga la emisión, que creo será dentro de muy poco. Me parece una mirada profunda sobre Néstor que, hasta donde he visto, está narrada en primera persona, es decir, le dá la narración a él con mucha fuerza. Creo que trabajar todos estos materiales, sumergirse en los archivos, ahondar en la memoria y generar proyectos, es algo muy rico. Estuve viendo también los primeros armados que está haciendo Ricardo Forster sobre los diez años de kirchnerismo. Son todos proyectos muy atractivos para analizarlos, difundirlos y revisar el pasado, no para quedarse fijado en el tiempo sino para seguir avanzando cada vez con más fuerza en esta construcción. Y algo que me parece fundamental es que estamos haciendo todos estos cambios en el marco de un proceso democrático y pacífico, y muy unidos con América Latina. Siempre he creído en la idea que esbozaba Martí, "nuestra América". Y he vivido momentos muy dolorosos de esa construcción. Así que es enorme la importancia que tiene haber encontrado Presidentes como Néstor Kirchner, Hugo Chávez, como lo fue Lula, vivir esa continuidad con Cristina, Correa, Evo, cada uno desde sus distintas miradas, cada uno en su diversidad. En esta nueva construcción américana, me parece que el debate de los medios es fundamental y debemos trabajar con todas nuestras fuerzas para aportar a esta construcción. APU: ¿Cuáles son los desafíos futuros de la Radio y Televisión Argentina? TB: Los futuros desafíos son inmensos. Vieron como es la vida, uno mira todo lo que hicimos hasta este momento y, en simultaneo, mira todo lo que nos falta construir. Nosotros tenemos una responsabilidad de construir medios públicos de calidad, que trabajen el concepto de lo popular y trabajen las ideas de solidaridad, justicia, hermandad, esto es el ideario de construcción de un país mejor y una América más unida. Entonces es muchísimo lo que nos queda por delante. Creo que la creación de Canal Encuentro, Paka Paka, DeporTV, la profundización de la calidad de Canal 7, la Televisión Digital y cómo permite llegar a lugares que antes nunca soñamos. Tenemos instaladas más de 12000 antenas en escuelas rurales, muchos de nuestros niños ven televisión por primera vez. Todo esto tiene que servir para que la televisión sea lo que nosotros creemos que tiene que ser: un instrumento de trasformación social que sirva a este cambio político. Y por supuesto, estar siempre muy cerca de esa constructora extraordinaria que es Cristina, trabajar mucho en cómo hacer para que su mirada, sus decisiones, su claridad para analizar y dar respuestas a la realidad se transformen en imágenes y sonidos, en programas de televisión. Seguir trabajando para que este cambio cultural que estamos haciendo y debemos profundizar se pueda ver y la televisión y la radio argentinas son motores muy importantes de ese cambio. Los desafíos son enormes, pero en un punto siguen siendo los mismos que hace diez años y me atrevo a decir que son los mismos desde el inicio de la Patria. Hay que estar siempre del lado de los que luchan por la libertad, de los que menos tienen. El desafío es implementar esto de la mejor manera, desde el amor, como nos decía siempre Néstor. Esto es hacer los mejores programas de radio y televisión, jugar de la manera más hermosa con el lenguaje audiovisual, experimentando con las nuevas tecnologías. De la mano de los millones de jóvenes que están ahora con una laptop en una escuela. Nunca se olviden que una laptop es una máquina que genera muchas cosas: es una cámara de fotos, una filmadora, tiene un sistema que permite hacer música. Entonces, además de los 16.000 estudiantes de cine que se sumaron en los últimos años, ver ese ejército de jóvenes con 3.000.000 de computadoras que permiten generar imágenes y sonidos, y entrar en una red para generar un nuevo discurso, eso me parece que es una verdadera maravilla. Nosotros tenemos, por manejar estos medios públicos, una responsabilidad muy grande. Es también una responsabilidad de trabajar en red con todas estas nuevas tecnologías y con todos estos nuevos jóvenes que se suman a la construcción de nuevas ideas.

Carta Abierta N° 13 “Apuntan a destituir cualquier posibilidad de que la política sea un instrumento emancipador”

En esta misiva titulada Los Justos, el grupo de intelectuales analiza los nuevos embates mediáticos. “Contra la apertura inédita de estas dimensiones fundamentales de la vida social es que se dirigen estas acciones profunda y visceralmente desestabilizadoras”. Comenzamos esta carta –que a la vez es un llamado– con la fácil comprobación de cómo han avanzado, de qué recursos se valen y cómo se realizan los crecientes procesos de deslegitimación del Gobierno. El estadio siempre presente de lo político, si bien no suele ser el más hablado, es el de la creencia colectiva, la libre opinión emancipada del tejido social. Hay un tono diario que tienen el hombre y la mujer de la calle para expresar en un sistema sabido de signos rápidos, sus opiniones sobre la relación de los hechos colectivos con sus propias perspectivas vitales. Como sabemos, son la forma más profunda y también menos formalizada de las opciones políticas. Creencias en estado de insinuación, que suelen llamarse humores o estados de ánimo, nombres imprecisos pero elocuentes, en cuyo otro polo suelen estar las elucubraciones más exigentes, el cálculo de los políticos y el modo real en que operan las fuerzas sociales y económicas. Estamos hablando del basamento efectivo y crítico en que se enraíza todo gobierno, el sustento de la verosimilitud del vivir común en un sociedad, las hipótesis que nos dejan entrever que no hay miedo en la convivencia, que hay esperanza en la vida pública y argumentos, por más que puedan ser apenas borroneados, en la esfera manifiesta de las acciones democráticas. Revistiendo tanta importancia el núcleo de creencias públicas que son siempre cambiantes, pero no impiden revelar una viga maestra de donde toda comunidad viviente extrae el concepto de lo justo, hasta cierto punto es lógico que sean ellas las primeras atacadas. Ellas deben ahora encontrar sus propias lógicas expresivas ante el avance impiadoso de una narrativa mediática que apunta a deslegitimar, bajo la forma de un relato brutal, lo recorrido desde mayo de 2003. Para producir el ataque buscan sus símbolos evidentes, las palabras que ciertos ritos, ingenuos o profundos, señalan como el lugar de la creación de mancomuniones sociales. Es lógico, decimos, que quien desee perjudicar de modo extremo esta conjunción ciudadana donde se encuentran las instituciones visibles y la vida cotidiana, las políticas públicas y las realidades del trabajo, la actividad persistente de las más diversas militancias, dirija su hostilidad a los cimientos formadores de la adhesión que se congrega en las capas de la población que sostienen una experiencia singular de cambios sociales. ¿Qué cambios? Los que implican que por primera vez en la historia nacional se discutan aspectos de la organización del Estado y la sociedad, de la Justicia y los medios de comunicación, con sentido emancipador y no restrictivo o portador de coerciones. Se trata, después de muchos años, de darle a la idea de justicia una dimensión que logre articular lo que siempre fue prolijamente separado por los poderes económicos: la libertad y la igualdad. Contra la apertura inédita de estas dimensiones fundamentales de la vida social es que se dirigen estas acciones profunda y visceralmente desestabilizadoras no sólo de la continuidad de un proyecto transformador sino, también, destinado a incidir insidiosamente sobre el sentido común de una parte significativa de la sociedad que es capturada por ese discurso destructivo y hostil de cualquier forma de convivencia democrática. De las cloacas del lenguaje se extraen los argumentos que, más allá de cualquier prueba, son presentados como la verdadera cara de un gobierno supuestamente atrapado en su propia red de venalidades y corrupciones. Ya no importan las diferencias políticas o ideológicas, tampoco los modelos económicos antagónicos, lo único que le interesa a esta máquina mediática descalificadora es sostener un bombardeo impiadoso y constante que no deje nada en pie. Pero entonces, con menos pruebas que arietes dirigidos a mansalva, ausentes los fundamentos del uso de la prueba, la investigación, el juicio sobre las leyes y el mismo andamiaje legal del país, se considera todo ello fruto de un espíritu despótico, de jefes políticos que se prepararon toda una vida para llegar a la función pública mandando agrandar los cofres familiares mientras pronunciaban palabras como impuesto a la renta agraria o asignación universal por hijo. Nuevamente la impostura pero ahora justificada por un ansia desenfrenada de enriquecimiento. La oscura figura del avaro, la brutal construcción del “judío” con los bolsillos llenos de dinero que supo desplegar el antisemitismo exterminador, el relato de fabulosas bóvedas rebosantes de oro y de billetes se convierten, como en otros momentos de nuestra historia en la que gobiernos populares fueron derrocados por ominosas dictaduras, mediante la estética del más consumado amarillismo periodístico, en santo y seña de una oposición que busca destruir no sólo un gobierno, sino la propia legitimidad de la política. Todos los recursos de esas estéticas televisivas y de la ficcionalización disfrazada de realidad son movilizados por quienes buscan horadar a un gobierno que, por primera vez en décadas, cuestionó injusticias y desigualdades, tramas monopólicas y abusos de poder de quienes siempre se sintieron los dueños del país. Quieren sembrar la duda en el interior de la sociedad. Buscan emponzoñar una realidad que ha sido transformada en un escenario por el que desfilan políticos corruptos, valijas llenas de dinero, oscuros entuertos financieros, prebendas nacidas del afán pantagruélico de quedarse con riquezas fabulosas. Atacan no sólo al kirchnerismo. Su objetivo es más amplio: apuntan a destituir cualquier posibilidad de que la política sea un instrumento emancipador. Pero si se discute la Justicia es porque finalmente una comunidad arribó a la discusión de lo más profundo que hay en la Justicia: lo que se halla en las pausas internas de sus articulados, en la manifestación misma de las figuras del derecho, que es lo que aquí llamamos lo justo. El intrínseco actuar común en torno del diferendo que se resuelve con argumentos y el pensar sobre los otros. Lo justo es la alteridad de nuestra propia vida ofrecida como prueba de que ella misma debe introducirse en esos domicilios del pensar común sin hacer excepciones a favor de uno mismo. Lo justo también como una práctica que, al mismo tiempo que reconoce al otro y a su diversidad, también se afirma en la distribución más igualitaria de los bienes materiales y simbólicos. Lo justo no como retórica de lo nunca realizado sino como evidencia, más que significativa a lo largo de esta última década, de un proceso de transformación social que no sólo vino a reconstruir derechos sociales y civiles sino a poner en cuestión la hegemonía de aquellos que condujeron al país a la desigualdad y la injusticia. Eso es lo que no perdonan ni aceptan. Contra eso dirigen todas sus baterías mediáticas y sus golpes de mercado. Sin embargo, los ataques a lo justo comienzan siempre en los lugares más sensibles, que son donde se equilibran el deber de los funcionarios con la organización de un formidable sistema para repartir cuotas perseverantes de sospechas o suspicacias respecto de su probidad y acciones regidas por lo que convenimos en llamar ética pública. Esto ocurrió en todas las épocas, porque no es de hoy el descubrimiento de que la ética pública es menos un decálogo de virtudes que un sistema de símbolos de enorme fragilidad que tiene su domicilio último en el empleo consistente y verídico de la palabra pública. No sabríamos decir, ahora, si las enormes maquinarias para horadar a los cuadros dirigentes de un país han excedido, por un lado, lo que ocurría en épocas pasadas, cuando eran las grandes crisis económicas, los procesos interminables de inflación –como en la Alemania de los años ’20–, los ámbitos de incerteza que hacían que todo lo sólido se evaporase en el aire. Sí sabemos que están dispuestos a empeñarse a fondo, sin ahorrar ningún recurso, para descalificar a un gobierno que ha puesto el dedo sobre la llaga del poder hegemónico en el país; de un gobierno dispuesto a doblar la apuesta abriendo brechas antes inimaginables en el interior de una sociedad que parecía entregada al saqueo de todas sus esperanzas. Una época de cambios en una perspectiva democrática y popular implica un orden de credibilidades públicas donde no sea la prepolítica del miedo la que dirija la economía sino la economía la que se inserte como acto inherente a las figuras explícitas del argumento político. Los pronósticos de las crisis capitalistas como los que realizara Rosa Luxemburgo en 1913 o las graves desidias comprobables que se notaban en la esfera pública en las épocas que llevaron a terribles guerras siguen siendo aleccionadoras. A estos eventos, que denominaríamos crisis objetivas de los sustentos de los regímenes representativos parlamentarios, se les agrega ahora el proyecto de originar un descalabro en las figuras públicas que son emblemas de gobiernos populares y le dan su forma de aglutinamiento, especialmente fijadas en su nombre. Lo que antes era la consecuencia de la debilidad de regímenes parlamentarios que fueron sistemáticamente carcomidos por la ampliación de la crisis económica y el avance de las derechas fascistas hoy ha mutado en una prédica seudomoralista que busca deslegitimar a gobiernos democrático-populares utilizando los recursos, antiguos, de la denuncia serial y el fantasma de la corrupción. No ha habido en el pasado ni en la actualidad un solo gobierno popular que no haya recibido las descargas de esa seudomoralina autoproclamada como el último bastión de la verdadera república siempre amenazada por los populismos. Una simple y rápida revisión del papel de ciertos medios de comunicación en nuestra historia, al menos desde Yrigoyen en adelante, permitiría poner en evidencia la falta de originalidad de la actual campaña desestabilizadora que se viene llevando a cabo en nombre del “periodismo independiente”. Otro tanto comprobaríamos con sólo echar un vistazo a lo que ocurre en otros países de la región en los que los intereses de la derecha se complementan perfectamente con el funcionamiento de los grandes medios de comunicación. Nunca ha sido tan clara la intervención desestabilizadora de la máquina mediática puesta al servicio del establishment económico-financiero. Un lenguaje surgido de las letrinas amarillistas y de las gramáticas del golpismo histórico se despliega con virulencia insidiosa desde las usinas del poder mediático que han dejado de apelar a cualquier tipo de argumentación para desencadenar, una tras otra, una batería de rumores, mitos urbanos de enriquecimientos olímpicos, denuncias indemostrables articuladas con una colección de personajes que van de los lúmpenes del jet set vernáculo a una ex secretaria despechada. Se funda entonces una maquinaria de horadar, que por supuesto no es nueva y que incluye muchos antecedentes en el pasado inmediato de la cultura social de Occidente, y especialmente de nuestro país. Indirectamente aludimos a la caída de la República de Weimar que dejó abierto el camino para el ascenso del nazismo al poder, pero también a los climas previos fomentados por agencias operativas de los intereses derrocadores, en el caso del gobierno de Arbenz –en Guatemala– y del candidato Gaitán –asesinado en Colombia en plena campaña electoral–, desde luego, siempre con climas en la prensa donde se hace cabalgar con mayor o menor grado de ingenio a los jinetes del Apocalipsis, pero con actos donde de repente se abren los enrejados de infinitas acusaciones de los ámbitos conservadores, de cuyas tinieblas puede emerger el revólver donde habita, como dueño del argumento seco, el disparo final. En nombre del saneamiento moral de la república se abrieron las compuertas para los peores regímenes dictatoriales. En nuestra realidad sudamericana, en ese mismo nombre se busca terminar con los proyectos de matriz popular y democrática que comenzaron al final de la década del ’90 con Hugo Chávez en Venezuela y que se continuaron en Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador, signando un tiempo extraordinario en la historia de un continente dominado y sumergido en la pobreza y la desigualdad por aquellos que siempre hablaron en nombre de la moral pública. En su nombre avanzó el golpismo en Honduras y Paraguay. Estamos en tiempos diferentes, pero en los cuales una sutil forma de golpismo opera todos los días bajo el amparo de los nuevos estilos de escenificación, agrietamiento y cancelación de las creencias sociales. Ejemplos de esta actitud no son difíciles de encontrar en la historia de nuestro país. La campaña del diario Crítica en los años ’20 es un ejemplo característico y debe estudiarse en todas las escuelas de comunicación social. Más allá de la figura, curiosa e interesante en su excentricidad, de Natalio Botana, el diario salía con sus martillos cotidianos a perforar creencias cívicas con ejemplos resonantes de corrupción, ineficiencia, extravagancia del gobernante (la senectud de Yrigoyen) y la asimilación de sus partidarios al Ku Klux Klan. Hombres sinceros de izquierdas y derechas –que precisamente se congregaban también en la redacción de Crítica– adoptaban estas manifestaciones de ingenio metafórico del diario más popular, a fin de no sentirse expropiados en su conciencia si caía al fin y al cabo un gobernante llamado inepto –llorado pocos años después, en ocasión de su fallecimiento, por millones de argentinos, muchos de ellos embargados en un tardío y comprensible arrepentimiento–. Por cierto, estas corrientes subterráneas cuyo índice sísmico es la inmediatez del cuadro económico (la Argentina ha salido de crisis profundas, pero atraviesa conocidos problemas: para el primer caso no conceden reconocimientos, para el segundo ausentan toda clase de comprensión), operan como corrientes que siempre han actuado como terreno ya roturado para las aventuras contrainstitucionales, aunque pasan muchos períodos dormidos a la espera de sus irrupciones cíclicas en la historia nacional. Hoy regresan tratando de cerrar un tiempo argentino caracterizado por el avance poderoso de políticas de reparación social. Van en busca de la reconstrucción de sus privilegios y, para ello, no dudan en movilizar tanto los recursos de la espectacularidad televisiva como la complicidad de una oposición carente de ideas propias. La sombra del revanchismo social, esa que conocimos en 1976 y que acabó instalándose con el menemismo, se yergue como una amenaza contra todas las corrientes populares y progresistas y no sólo contra el Gobierno. ¿Comprenderán los genuinos demócratas que de triunfar la alquimia de vodevil mediático, intereses corporativos, gestualidad antipolítica y neogolpismo especulativo, lo que nos espera será nuevamente el vaciamiento de la vida institucional democrática y el retroceso social? ¿Entenderán que lo que está en juego es la propia idea de la política como instrumento emancipador? El aliento fétido de la regresión neoliberal sale de la pantalla impúdica los domingos a la noche. No actúan con pruebas ni documentos irrefutables. Están antes de la prueba y el documento, en esa faja indocumentada (no que no los tengan en sus identidades propietarias, puesto que son los que más los poseen) respecto de qué es, qué fue, qué termina siendo un ciclo histórico en la Argentina. No actúan en nombre de lo justo, sino de una peripecia espiritualmente de las más complejas, llamando justicia al desequilibrio social que actúa a su favor, y llamando golpismo a lo que haría el Gobierno, a fin de justificar lo que con vergüenza en el decurso de los tiempos muchas veces terminaron acompañando, esto es, sus propios llamados golpistas sin precisar pronunciar ese mismo nombre. Lo hacen con la facilidad llamativa de haberse convertido en pobres comediantes de las derivas fatales de militares golpistas y ministros de Economía que revestían de argumentos nacionales un fatídico arte para la depredación de los recursos financieros, energéticos y económicos de la nación. Son actores de un relato que afirma la condición autoritaria y hasta dictatorial del Gobierno para generar las condiciones de una irrevocable restauración conservadora. Son quienes sin sonrojarse hablan desde sus editoriales de “terrorismo simbólico de Estado” utilizando la tribuna que se benefició del terrorismo real que durante la terrible dictadura de Videla le dio forma a la apropiación de una empresa que acabó en las manos de quienes construyeron el monopolio del papel para diarios en Argentina. El cinismo y la mentira como instrumentos de esa moral republicana que dicen defender. Estas porciones no siempre pequeñas de la población han aguardado en sus reductos sentimentales, con su arte de mascullar formas de opinión que hacen al juego normal de la democracia, pero son multitudes disconformes de su propio lenguaje democrático, que no dudamos que lo tienen, pero como posesión particularista, sin animarse a definir lo democrático como lo justo y lo justo como la contingencia donde hay que decidir a favor del bien público siempre. Por eso tiene también el exceso respecto de ese lenguaje, una sobra inabsorbida por sus corazones que, por motivos no siempre incomprensibles, dudan sistemáticamente y a priori de las medidas sociales progresistas y reaccionan cuando perciben tropiezos, que es evidente que los son, que son sometidos a un sistema de magnificaciones e hipérboles donde todo es escandaloso y falso. Nada más impropio que a un país lo dirijan falsarios enmascarados. ¿Se precisaba el magno folletín que contara esta historia fantasmal con castillos draculianos y llamados telefónicos a carpinteros infernales que construyeran bóvedas, criptas o cúpulas salidas de un relato de Edgar Allan Poe, que los carpinteros de la utilería televisiva tratan de remedar entre risotadas? El impulso dramático que tienen estos métodos, que proviene del uso central de los medios de comunicación más entrelazados con una receptividad indignada (por razones ni siempre justas ni siempre injustas), pero que opta por una escena de truculencias que remiten a la clásica acusación del golpista que ve el origen de su insondable rencor en el supuesto golpismo de los otros. No admite ser un agente explícito de la libertad de expresión mientras dice que no la hay. Y así llega a instalar, como si sobre una entera ciudad se colocara una red de semáforos perfectamente coordinados, unas fuertes denuncias a la corrupción a través de técnicas folletinescas viejas y modernas. La espectacularización de las noticias en general exime de pruebas pero no de un monologuismo sostenido por escenas cómicas e imitaciones con propósito degradante, bien diferentes a la genuina crítica que los artistas del humor e ironía les han dedicado a los gobernantes, desde los tiempos del periódico El Mosquito, que actuó hace ya un siglo y medio en la política nacional. ¿Vivimos en sociedades sin corrupción? Esto no es posible afirmarlo. Pero es posible decir que la corrupción más importante –si este concepto ganara en tipificaciones jurídicas antes que en amorfas descripciones de comedia musical– es la que ocurre en las grandes transacciones capitalistas en materia de estructuras financieras ilegales, circulaciones clandestinas, excedentes que pertenecen a rubros invisibles de la acumulación de sobreprecios, instancias implícitas de gerenciamiento de dineros privados considerados como mercancía de las mercancías en pequeños países que no es que tengan sistema capitalista, sino que el sistema capitalista los tiene a ellos. Cuando la política se convierte en un engranaje subordinado que implica un eslabón implícito de remuneraciones de la circulación financiera, estamos en una sociedad que posee sólo formas democráticas ficticias. Esa es la aspiración de quienes están por detrás de ese denuncismo desenfrenado, ésa es la escritura que elabora los guiones del neogolpismo folletinesco. Su aspiración no es lo justo, su estrategia busca erosionar a quienes lograron cortar la hegemonía indisimulada de aquellos que convirtieron, durante décadas, al país en una agencia del capital financiero. Se llaman noveleramente paraísos fiscales, con un eufemismo sorprendente, a formas nacionales o territorios sostenidos por una suerte de ilegalizada legalidad en el alto capitalismo. Nuestro país es soberano, y sus problemas económicos y sociales, que no son pocos ni desconocemos, del mismo modo que señalamos los logros de esta década, sus ámbitos de discusión, que deberían ser más amplios y sus falencias en el debate público son evidentes –sólo pensar en el nombre de la etnia qom basta para ejemplificar muchos otros casos– no puede limitarse a enlatados de televisión con novelas seriales de grosera comicidad, donde se filman casas de funcionarios –aunque es cierto que hay que ser austero– y misteriosas cajas fuertes –es cierto que salidas de la imaginación de alguien que vio las formas físicas en que se representan el poder en películas como Batman o James Bond–. Sólo en novelas de Ian Fleming las cajas fuertes, los documentos públicos, las bolsas de dinero están en las cajas fuertes del poder, pues ésa es la representación empírica y prejuiciosa de lo que es abstracto y no mediato. Del poder sabe bien Goldman Sachs o los grandes financistas que pueden desencadenar guerras sin tener siquiera un bóveda debajo de la escalera de su casa. Pero sabemos que este conjunto de palabras apunta a erosionar la figura pública de un ex presidente, en una acción que se torna una respuesta de music hall para problemas que merecen otro tratamiento. La marejada política del país llevó a la ley de medios, ésta a la necesaria reforma judicial, ésta a la consideración de la vida cotidiana bajo la normativa de lo justo, ésta a la nacionalización de numerosas empresas públicas, y todo esto debe llevar a nuevos estilos de discusión, donde en vez de verse los Dragones del Apocalipsis escondidos tras cortinados donde defienden con arbitrios y trompetas bíblicas sus cajas empotradas, hay que ver un gobierno que atraviesa distintos momentos y distintas dificultades, todos propios de la vida pública compleja, mundial y nacional, y cuyas explicaciones son más que obvias, por más que muchas medidas no se perciban totalmente eficientes. Pero lo cierto es que, una vez más, no lo atacan por lo que hizo mal sino por todo aquello, ya consignado, que ha significado un cambio notable y positivo en la vida del país. Lo atacan, y esto más allá de los errores y de los aciertos en esta larga batalla política, porque saben que la continuidad de este gobierno amenaza, como nunca antes, sus privilegios. Lo atacan, hasta la náusea y utilizando todos los recursos a su alcance, por haber reinstalado, en nuestra sociedad, la idea de que lo justo no constituye una quimera inalcanzable o una reflexión académica, sino la práctica posible de un proyecto sostenido en los principios de la igualdad y la ampliación permanente de derechos. Lo atacan porque Videla murió en la cárcel y porque propone, con más costos que beneficios, que la Justicia puede y debe ser reformada. Sin desconocer problemas, sin admitir que se violente la dignidad de la función pública, sin aceptar que bajo una cita de Jefferson o Madison se nos diga que no entendemos de los ordenamientos judiciales, que son producto de sociedades historizadas y no paralizadas por sus clases poseedoras, sin argumentar con excepciones vigentes sólo hacia nosotros mismos, todo ello nos habilita a señalar a una prensa que primero le dice golpista al Gobierno –como se lo dijeron a Yrigoyen para después poder golpear ellos– sin pretender que las instituciones están al margen de una vivaz discusión cotidiana, hacemos un llamado a quienes siguen formando en la consideración hacia este gobierno a pesar de su dificultades –que llamamos a discutir– y de las izquierdas democráticas a quienes llamamos a deliberar sobre la base de un mismo sentido común: el sentido de lo justo, madre de las inclinaciones históricas hacia un latinoamericanismo emancipado, una economía y tecnología sin agresiones al medio ambiente y un sector progresista de la sociedad que sin dejar de criticar a la corrupción, como nosotros mismos lo hacemos, no haga de este concepto una sentencia visual de jueces autoerigidos, de togados mediáticos donde en vez de pruebas necesarias, que lleven a prisión a quienes sea necesario, como en el caso Pedraza, sirvan apenas para la tarea menor de ser coadyuvantes de una comedia desestabilizadora que nos introduzca a una nueva tragedia argentina. Pero también destacamos, con el mismo énfasis, que en la semana en que se cumplen los primeros diez años de este gobierno somos testigos de un país que ha logrado reencontrarse con aquello que se había extraviado, primero en la noche oscura de la dictadura y después bajo la impunidad neoliberal, y que fue recuperado por la voluntad de ese mismo hombre al que hoy buscan caricaturizar como si fuera el arquetipo del avaro y custodio de bóvedas donde se guardarían riquezas fabulosas. Nos referimos a un país que vuelve a colocar en el centro de sus disputas y debates las cuestiones fundamentales de la igualdad y de lo justo. Una década en la que la reconstrucción de la política se transformó en una de las claves decisivas para volver a soñar con un país más justo, libre y emancipado. Eso es lo que está en juego en esta hora preñada de dificultades y desafíos. Ellos, los inspiradores de tanto odio, lo saben: es ahora cuando tienen que golpear despiadadamente. Nada más horroroso, para su visión alucinada, que la consolidación y la ampliación de un proyecto que vuelve a hacer visibles a los invisibles de la historia. Eso, nada más ni nada menos, es lo que ha estado y sigue estando en disputa en esta década atravesada por cambios notables y nuevos desafíos que, eso pensamos, deberían, siempre, ir en busca de una sociedad más justa.

década ganada o perdida

La discusión no debe darse entre década ganada o perdida, sino cuánto sumaron los pasados diez años para construir un futuro mejor. Mirá el editorial de AGENCIA PACO URONDO. Los logros del kirchnerismo son notables. Sobre todo si la comparación es con las dos décadas anteriores de la historia nacional y la involución contemporánea que atraviesa la periferia de la Unión Europea. Son evidentes para buena parte de la sociedad argentina, son invisibles para los antagonistas del proyecto. Sin embargo, hay que prestar atención a la consigna “década ganada”. Puede resultar movilizadora o su contrario. Como la imagen del Ché en las remeras, puede interpelar al cambio social o devenir una estampita pop. El proceso iniciado en 2001 – 2003 no finaliza en los hitos alcanzados. Por un lado, se avanzó parcialmente sobre la herencia de un capitalismo dependiente, en un contexto de hegemonía mundial financiera. Esto es: una economía de baja productividad, una sociedad polarizada entre ricos y pobres y una clase dirigencial muy degradada. Por otro, las soluciones que el kirchnerismo encontró a esta herencia también tuvieron sus contraindicaciones. El crecimiento industrial hizo evidente una matriz energética colonial y el aumento del consumo y la actividad, una infraestructura de servicios muy deteriorada. Su expresión más trágica fue el medio centenar de fallecidos del Ferrocarril Sarmiento. El capital monopolista gatilla la inflación y Fuerzas de Seguridad muy corrompidas alientan la inseguridad. Parte del desempleo se redujo vía tercerizaciones, con el emblemático homicidio de Mariano Ferreyra como signo lamentable. Existe una crisis habitacional que se deriva del costo exorbitante de la tierra debido al boom inmobiliario. Y los cada vez más sangrientos conflictos campesinos a partir del avance de la frontera sojera, cuya mayor exposición pública se dio en el último tiempo con la Comunidad Qom chacoformoseña. Y sin embargo, las fuerzas acumuladas por el campo popular son mucho mayores hoy que en 2001-2003. Elegimos destacar solamente algunas. La creciente organización obrera cuya piedra angular son las paritarias. La toma de conciencia sobre el sentido común que construyen las grandes empresas mediáticas y la corporación judicial. Las victorias en el campo de los Derechos Humanos que han desactivado a las Fuerzas Armadas como partido de la oligarquía. De esta manera, se fortalece una democracia que en el largo plazo mejora la correlación para las mayorías. El máximo nivel de organización militante desde los 70s. Este avance del Pueblo argentino está acompañado por un despertar regional como el que no acontecía desde los esfuerzos de los Libertadores. Que esta década sea recordada como aquella que permitió que las mayorías rompieran la coacción y la persuasión de los privilegiados de adentro y de fuera. En síntesis: que sea una década que nos permita ganar la siguiente. GB