La revista Primera Plana alertaba en un suelto de comienzos de junio de 1968 que, desde mediados del mes anterior, el semanario CGT venía publicando los resultados de un reportaje por entregas sobre el asesinato de Rosendo García y los activistas Domingo Blajaquis y Juan Salazar.
Por Daniel Pellegrino y Jorge Warley *
“Un hecho que todavía sigue en la oscuridad a pesar del tiempo transcurrido y de la intervención de dos jueces, uno de la ciudad de La Plata y el otro de Bahía Blanca”, enfatizaba Primera Plana sobre el asesinato de Rosendo García y los activistas. El autor de esa investigación era Rodolfo Jorge Walsh, quien por entonces acababa de superar los cuarenta años de vida y ya atesoraba en su haber, además de una apreciable obra literaria, su Operación Masacre, de 1956, y el Caso Satanowsky, de 1958, ambas investigaciones publicadas originalmente en la revista Mayoría, que pertenecía a los hermanos Tulio y Bruno Jacovella, militantes del nacionalismo católico.
La publicación era el eje de la actividad de difusión de la CGT de los Argentinos, que acababa de constituirse fruto de una división fuerte dentro del movimiento sindical nacional; era comandada por el gráfico Raimundo Ongaro, quien le había ofrecido en persona la dirección del periódico a Walsh. Primera Plana consignaba que el semanario de la Confederación General del Trabajo de los Argentinos imprimía treinta mil ejemplares; la cifra quizás es exagerada, pero en todo caso bien sirve para medir un cierto clima de época y el interés de una opinión pública en creciente politización. Aquella crónica, con el título ¿Quién mató a Rosendo?, se editaría en forma de libro un poco después, en 1969.
La obra en cuestión relata principalmente el asesinato de un dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM, uno de los sindicatos más poderosos de aquel entonces), llamado Rosendo García. El enfrentamiento violento en el cual, además de García, resultaron muertos Domingo Blajaquisy Juan Zalazar, había ocurrido el 13 de mayo de 1966 en la confitería La Real, ubicada en la ciudad de Avellaneda.
Según los hechos que pormenorizadamente narra el autor de “Esa mujer”, en el mismo salón se encontraban Francisco Granato, Blajaquis, los hermanos Villaflor, Miguel Gomar, Zalazar y Francisco Alonso, en una mesa, y en otra charlaban y bebían el secretario general de la UOM, Augusto Vandor, junto a García, Petracca, Valdez, Saffi, el Beto Imbelloni, Gerardi, Armando Cabo, entre otros. De pronto se desató una gresca entre uno de los Villaflor (Raimundo) y García, por un lado, y entre su hermano Rolando y el Beto Imbelloni, por el otro. Casi de inmediato desde la mesa que ocupaban Vandor y su gente alguien disparó varias veces un revolver. Como consecuencia de un disparo García falleció de inmediato; otros dos alcanzaron a Zalazar, que contaba con 38 años de edad, estaba casado y tenía cinco hijos y a Blajaquis, que moriría a consecuencia de las heridas poco después.
Los diarios hablaron de los hechos porque hubo tres muertos y porque uno de ellos tenía particular relevancia: Rosendo García era secretario nacional adjunto de la UOM y se mostraba como candidato privilegiado hacia la candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires por parte del justicialismo.
Blajaquis era el jefe del denominado “grupo Avellaneda” de Acción Revolucionaria Peronista (ARP), un agrupamiento del torrente de la resistencia peronista que tuvo pocos años de vida, y contaba con una fuerte influencia de John William Cooke. Su perfil político era de raíces peronistas pero a la vez reivindicaba con fuerza a la Revolución Cubana. Al parecer, todos los integrantes de aquella mesa en La Real reconocían el liderazgo de Blajaquis.
El periodista
Walsh realizó una exhaustiva investigación siguiendo un método que ya le resultaba habitual. Recurrió primero a la ayuda de los testigos sobrevivientes, y fue acomodando las piezas a partir de sus testimonios y otros elementos fácticos hasta llegar a la que se le aparecía como una sólida conclusión. “Un disparo partió la espalda de Rosendo García”, escribió Walsh y a continuación acusó a Vandor de ser el asesino.
Más allá del suceso en sí, también son importantes algunas de las conclusiones generales a las arribó Walsh. Se trataba de una época donde comenzó a afirmarse y popularizarse la noción de “burocracia sindical”, para distinguir a los sindicalistas genuinos, de base, clasistas, de izquierda y democráticos en su funcionamiento, de los aparatos mafiosos que, en última instancia, se integraban a las necesidades del Estado y las exigencias de las patronales. La investigación es en ese sentido doblemente valorable.
Así, Walsh escribió desnudando el funcionamiento de una máquina bien ensamblada: “No se trata, por supuesto, de que el sistema, el gobierno, la justicia sean impotentes para esclarecer este triple homicidio. Es que son cómplices de este triple homicidio, es que son encubridores de los asesinos. Sin duda ellos disponen de la misma evidencia que yo he publicado y que en otras circunstancias servirían para encarcelar a Vandor y su grupo. Si no lo hacen es porque Vandor les sirve. Y si les sirve es, entre otras cosas, porque esa amenaza está pendiente sobre él. Esto explica de sobra que Vandor sea el mejor aliado del gobierno”.
Y a continuación: “esta es la primera y esencial conclusión de todo el asunto: el vandorismo es una pieza necesaria del sistema”.
Expresión del relato
Un poco más allá de la investigación social y de la práctica periodística que emprendió Walsh desde “Operación masacre”, es notable el empleo de estrategias narrativas propias del relato policial clásico. Aun los títulos de los libros citados juegan con el suspenso y remiten al mundo del crimen y del delito, que la literatura supo perfeccionar para captar la atención. A Walsh sin dudas que le gustaba trabajar la combinación con el fin de acentuar el trasfondo delictivo de la política. Darío Dawyd contextualiza y agrega: “Esta práctica, inaugurada con la escritura y la investigación periodística, con la literatura no ficcional, no fue del todo ajena a la época, ni a la región. Durante los años sesentas, la creciente politización de escritores (y otros intelectuales, artistas y profesionales) y la radicalización política posterior de muchos de ellos, llevó a algunos incluso al abandono de su actividad artística, en pos de la conversión definitiva en militante revolucionario.
Los acontecimientos que muchos experimentaron como quiebres en su trayectoria, fueron tanto externos (descolonizaciones en África y Asia, Revolución Cubana, Guerra de Vietnam, el Concilio Vaticano II, la invasión estadounidense a Santo Domingo, muerte del Che Guevara) como internos (el golpe de 1966, la formación de la CGT de los Argentinos, el Cordobazo). Entre aquellos grandes hechos, en la trayectoria de Walsh, fueron mencionadas además tanto su investigación de la masacre de José León Suárez, como su participación en el Congreso Cultural de La Habana (“La escritura de Rosendo de Rodolfo Walsh como construcción del vandorismo en la Argentina del peronismo fracturado”. Trabajo y sociedad, UN Santiago del Estero, nº 18, 2012)
* Docentes, UNLPam