jueves, 18 de julio de 2024

 

Infinito punto verde

Pensar el desarrollo sustentable desde nuestro país.
Paula Castellano18/07/2024

Hola, ¿cómo estás? Aquí yo de nuevo.

El jueves pasado no hubo #InfinitoPuntoVerde porque me tomé unos días de vacaciones. Espero que me hayas extrañado. 

Estas últimas semanas pasaron muchas cosas y tenía ganas de que conversemos. Lo más importante, por supuesto, fue la Copa América. Y si estás leyendo esto probablemente hayas visto las cartas que armó Cenital. Si no lo hiciste, están todas acá. Entre las características de los países en cada carta figura el índice de desempeño ambiental de cada uno. ¿Qué es eso? Un valor creado por las universidades de Yale y Columbia que se basa en datos sobre el estado de la sostenibilidad en todo el mundo. Así, clasifica a 180 países en términos de desempeño en materia de cambio climático, salud ambiental y vitalidad de los ecosistemas. Adiviná si en este ranking también le ganamos a Colombia.

Pero hoy me gustaría charlar sobre otro tema. Supongo que habrás escuchado el discurso del presidente de la Nación el 9 de julio en la jornada del Pacto de Mayo. Los 18 gobernadores que participaron (17 y el jefe de Gobierno porteño) firmaron el Acta de Mayo con los 10 puntos clave que contemplan para el futuro del país. Entre ellos –y el que más nos importa hoy– está el punto 7, que refiere a un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país. En ese sentido, Javier Milei mencionó en su discurso: “La naturaleza debe servir al ser humano y a su bienestar, no a la inversa. Los problemas ambientales tienen que poner en el centro al individuo, por eso el principal problema ambiental que tenemos es la pobreza extrema”.

Me pareció una buena idea ponernos a reflexionar sobre estas frases que, si bien no son ideas novedosas, siguen dando que hablar. Empecemos por cuestionar todo y desguazar estas frases en dos:

1) ¿La naturaleza debe servir al ser humano y no a la inversa?

La relación humana con la naturaleza es un tema de reflexión y debate desde los orígenes de nuestra especie. Desde los antiguos filósofos griegos como Aristóteles y Platón hasta los pensadores contemporáneos, la humanidad siempre trató de entender su lugar en el mundo natural y cómo interactuar con él.

Hay dos teorías principales vinculadas a estas ideas. Por un lado, la visión antropocéntrica sostiene que la naturaleza existe principalmente para satisfacer las necesidades humanas. Exactamente la visión que refleja Milei, donde la naturaleza se ve como un recurso al servicio del ser humano. Esta perspectiva dominó gran parte de la historia moderna e impulsó el progreso científico y tecnológico. Bajo esta visión, la explotación sin medida de los recursos naturales es justificada siempre y cuando promueva el bienestar humano.

Contraria a la visión antropocéntrica se encuentra la perspectiva ecocéntrica, que argumenta que la naturaleza tiene un valor intrínseco, independientemente de su utilidad para los humanos. Es un sistema vivo que se autorregula. Filósofos como Aldo Leopold, en su libro A Sand County Almanac, promueven una “ética de la tierra” donde el ser humano es visto como un miembro más de la comunidad biótica, con la responsabilidad de proteger y preservar el entorno natural.

Cuando te digo que este debate filosófico y científico viene desde hace siglos me refiero a que por ejemplo René Descartes, uno de los filósofos más influyentes del siglo XVII, se planteaba esta dicotomía. Él tenía una visión antropocéntrica de la relación entre el ser humano y la naturaleza. Descartes es conocido por su énfasis en la capacidad humana para dominar y controlar el mundo natural a través de la razón y la ciencia. Una de las frases más conocidas de Descartes sobre este tema es: “Hacernos como amos y poseedores de la naturaleza”. Descartes y Milei, un solo corazón (?)

Ahora bien, ¿existe un punto medio? A veces pareciera estar bien buscar algunos grises.

Si me preguntas a mí, claro que existe un punto medio y se llama desarrollo sostenible. Una perspectiva que busca satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, pero sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades. Tiene en cuenta no solo el desarrollo económico (hombre) sino también el social (comunidad) y el ambiental (naturaleza). Produzcamos, pero a través de prácticas sostenibles, siendo conscientes de que los recursos son finitos y los necesitamos para nuestra supervivencia.

En la última edición de #InfinitoPuntoVerde, donde te cuento que estamos atravesando la sexta extinción masiva de especies, compartí algunas razones para entender por qué necesitamos cuidar el capital natural de nuestro planeta. Podés entrar a chusmear, pero te adelanto algunos titulares: por los servicios ecosistémicos que nos brindan (regulación en el ciclo del agua, fotosíntesis, provisión de minerales, funciones recreativas y paisajísticas, etc.), por la seguridad alimentaria y por la salud humana (muchos medicamentos y tratamientos provienen de recursos naturales), entre otras.

En el contexto del debate sobre cómo equilibrar las necesidades humanas con la sostenibilidad ambiental es crucial reconocer que no hay bienestar humano sin un ambiente sano: son aspectos que están interconectados.

Sabemos que la explotación desenfrenada trajo una crisis ambiental global sin precedentes, evidenciada por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Enfrentar los problemas ambientales requiere de un equilibrio delicado.

2) ¿Es la pobreza el principal problema ambiental que enfrentamos hoy en día?

Encontré un punto en común entre Javier Milei y Axel Kicillof (¡!) y es que ambos afirman que la pobreza es el principal y más importante problema ambiental.

La pobreza y la degradación ambiental están profundamente vinculadas. Las comunidades más vulnerables son las primeras en sufrir las consecuencias de la contaminación, de los fenómenos climáticos extremos y de la degradación de los ecosistemas, que a la vez son los que, en su gran mayoría, dependen directamente de esos recursos naturales para su subsistencia. Esto genera un círculo vicioso de pobreza y deterioro ambiental.

Desde que surgió la idea de desarrollo sostenible, una nueva perspectiva ambiental plantea que el ambiente debe incorporar a las personas y no trazar una línea divisoria. A partir de esto surgieron conceptos como “justicia ambiental” asociada a la justicia social, que expresa y pone de manifiesto la brecha y la desigualdad que existen entre los que generan un impacto ambiental negativo sin sufrir consecuencias directas y las poblaciones más pobres que lo padecen.

En este sentido, la Agenda 2030 de Naciones Unidas que tanto parece molestar al Gobierno nacional reconoce esta interconexión. El primero (sí, el primero) de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que forman parte de la Agenda es “poner fin a la pobreza en todas sus formas”. Junto al número 13, “acción por el clima”, buscan abordar simultáneamente la pobreza y la degradación ambiental.

Adiós Agenda 2030

Parece difícil pensar que alguien puede oponerse a una agenda internacional con objetivos que impulsan el hambre cero, la educación de calidad, la igualdad de género, la producción y el consumo responsables, entre otros. Pero es lo que está sucediendo y aquí lo expresa la subsecretaria de Ambiente de la Nación, Ana Lamas, que confirmó el pasado lunes que “el Gobierno no va a continuar como política nacional con la Agenda 2030” porque “la Agenda misma, en muchos puntos, habla de su indivisibilidad y, si hay que adherir en su conjunto, el Gobierno nacional no está de acuerdo”.

Recordemos que Milei, cuando habló sobre su participación en el Foro Económico de Davos este año, dijo que el objetivo de su viaje era “plantar las ideas de la libertad en un foro que está contaminado con la agenda socialista 2030 que solo traerá miseria al mundo”.

Esto puede traernos problemas (además de ambientales) para conseguir financiamiento. La comunidad internacional, incluidos bancos de desarrollo y organizaciones financieras, valoran el compromiso con la Agenda 2030. Es un marco que se encuentra ampliamente aceptado y respaldado por la mayoría de los países. Abandonarla puede dañar la reputación del país y afectar no solo el acceso a financiamiento sino también las relaciones diplomáticas y comerciales.

Bonus track: le preguntaron a Ana Lamas si creía en el cambio climático y esta fue su respuesta: “Creo en las variaciones climáticas. O sea, las creo porque las veo. Hay más frío, hay más calor, hay más lluvia, hay más sequía. Son variaciones climáticas”.

Antes de despedirme quería recordarte que Cenital y todo su contenido existe gracias al aporte de los lectores como vos que deciden sumarse a Mejores Amigos. Podes hacerlo acá.

Gracias por leer. Te mando un beso enorme. 

Pau.

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