Recuerdo de los inicios del programa macrista, la base construida en un mes. El peso de las corporaciones, demandas atendidas de volea, los cuadros que sumaron al Gobierno. El proyecto clásico de la derecha, aggiornado. Aranguren, gestor de la inflación que atesora su fortuna afuera. Fisuras entre el oficialismo y compañeros de ruta.
Imagen: DyN
Se chimenta que en el equipo del presidente norteamericano Donald Trump conviven halcones y palomas. Ajá. Puede ser porque las especies se definen dentro de un conjunto, halconófilo pongalé. Si se fuerza la imaginación o se aguza la memoria cabrá señalar que los emperadores Nerón o Calígula contaban con consejeros colombófilos. Data que podría ampliarse a cualquier dictador fascista o soviético o argentino. La diferenciación no se traza en abstracto o de modo absoluto, sino en concreto dentro de lo que hubo o hay.
Cualquier gobierno del planeta está en condiciones de reproducir un pretexto-autorretrato del macrismo: nos cuestionan desde la derecha (José Luis Espert, un energúmeno integral, que da justo para el rol) y desde la izquierda (puede ser el Frente de Izquierda de los Trabajadores, Quebracho, la RAM o el ultrakirchnerismo). Entonces, somos de centro. La geometría política llevada al extremo y el arte de macanear dan para todo.
El gradualismo encaja en la misma tendencia. El gobierno de Mauricio Macri optó por el gradualismo, describen los pocos que quedan a su derecha, casi todos los cuadros de Cambiemos, el periodismo oficialista, los pobladores de Corea del Centro.
Antes que exigir al gradualómetro o dejarse atrapar por un maniqueísmo simplista, conviene describir al fenómeno. Matizar, narrar es más trabajoso que rotular y a menudo más fructífero.
El oficialismo llegó a la Casa Rosada para ejecutar el clásico programa de la derecha argentina, tomando nota de los condicionantes económicos, del contexto político nativo y global, de su poder relativo versus las oposiciones sociales, gremiales y políticas. Puesto de modo sintético: ajironando. Lo hace desde los primeros días, a menudo olvidados o subestimados.
Desde diciembre de 2015, en poco más de un mes el macrismo construyó los cimientos de su modelo económico, social, internacional y represivo. Muchas de las acciones confirmaron promesas electorales, votadas por lo tanto. Hay miradas kirchneristas que saltean esos dos datos.
Pero otras, pocas y graves, contradecían el verbo y el tono de la campaña: en particular (pero no solamente) lo ligado a Seguridad y ataque a los adversarios políticos. Datos negados por el relato oficial.
Vayamos viendo
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El fecundo primer mes: En su primer mes, el gobierno:
- Se hincó ante los fondos buitre, aceptando sus demandas sin pulsear, más pendiente de la aprobación del acreedor que de representar a un Estado soberano que defiende intereses y patrimonio de los ciudadanos. Era el primer paso para la medida central del programa económico: el endeudamiento externo. Recurso para ganar tiempo, en materia política y tapar los agujeros presupuestarios crecientes.
La deuda genera dependencia, hipoteca el futuro a cambio de suministrar oxígeno en el corto plazo cuya duración es imprecisa, no fechada. Este gobierno de derecha, como los anteriores de la historia reciente, genera déficits gemelos colosales: el fiscal y el comercial. Es una característica recurrente, bien señalada por el periodista Claudio Scaletta en este diario. - Bajó las retenciones a productos agropecuarios, en diversas pero siempre altas proporciones. El compromiso electoral llegaba hasta ahí. Macri la extendió a la minería.
Un modo clavado de redistribuir ingresos a favor de los grandes jugadores de ambos sectores productivos concentrados. - Liberó a la Patria del yugo del cepo desatando una devaluación formidable. La mezcla de baja de retenciones y devaluación redistribuyó regresivamente ingresos y poder entre capital y trabajo. Ni eso ni la inflación récord que provocó el mix fueron señuelos de campaña aunque un votante bien informado hubiera debido percatarse: es de manual, inevitable.
- Dictó un Decreto de Necesidad de Urgencia (DNU) que descuajeringó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en todo lo que afectaba intereses del Multimedios Clarín. Tercerizó la elaboración de la norma, que fue redactada en las oficinas del Grupo. La designación de Oscar Aguad como ministro de Comunicaciones redondeaba el círculo. Aguad (lo corrobora la deprimente gestión en Defensa) es un cero a la izquierda, en general. En materia de Comunicaciones, menos que eso: incapaz de dibujar una O ayudándose con una taza. Lo prometido era deuda, que se honró. Quedaría para más adelante privatizar el Fútbol para todos, rompiendo el contrato electoral.
- En otras carteras no se nombró un ministro inútil como tapadera del avance de los poderes fácticos: la intermediación fue suprimida. Se conformó el Gabinete con cuadros corporativos de primer nivel, que llegaron con las camisetas puestas y la recubrieron con la amarilla de PRO. Cuando salen a la cancha, llevan ambas, la de origen sobre el corazón. En aquel entonces: el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay por la City, llevando como ladero a Luis Caputo. El capital financiero, presente. En Agroindustria, Ricardo Buryaile, por la mesa de Enlace. Lo sustituyó Luis Miguel Etchevehere, con la misma casaquilla. El ministro de Energía, Juan José Aranguren es hombre de la Shell.
Hay más, pero evocamos apenas a los titulares de ministerios que deciden sobre las empresas que le dieron cobijo, laburo, fortuna. A las que, puertas giratorias mediante, podrán regresar cuando dejen la función pública. Catequizados por la experiencia ajena, tal vez tengan la delicadeza de recibir bonus después de partir y no justo antes de llegar, como el atolondrado o angurriento Etchevehere. - Son los portadores, tal vez no sanos, de una pandemia que aqueja al macrismo: el conflicto de intereses. Se agrava con otras dolencias. Juanjo Aranguren vale como ejemplo, ya volveremos sobre él.
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Milagro presa, el protocolo de Bullrich: La dirigente social Milagro Sala fue encarcelada en enero de 2016 sin condena ni proceso, aspecto éste que se reparó mientras ella sigue presa. Fue una señal destinada a meter miedo. También la largada de una política que fue cobrando vigor desde el año pasado: encarcelar opositores a troche y moche, con la complicidad activa del Poder Judicial.
La Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, cantó retruco con el Protocolo para “atender” a la acción directa. El proyecto manodurista, muy resistido,se hibernó hasta el año pasado en el que recobró vigencia, repotenciado, tocando sus marcas máximas en la Patagonia, con la muerte violenta de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel, los hechos más trágicos dentro de una escalada represiva.
El primer mes de gobierno sentó las bases, drásticamente. En el primer año se agregaron otros objetivos. Los despidos de personal estatal, sin respetar las formalidades legales ni los derechos laborales. Cayeron en la batida personas con estabilidad garantizada: delegados, embarazadas, gentes con discapacidades tuteladas por ley. Especialmente chocantes las dispuestas por la vicepresidenta Gabriela Michetti, quien retractó algunas. Los retrocesos del Gobierno ante escándalos o resistencias prueban tacticismo o astucia pero no niegan cuáles son los fines perseguidos.
Las convenciones colectivas funcionan bajo el mismo paradigma: ensayo de cerrarlas de prepo, a la baja. Réplicas disímiles, según los gremios o ramas de actividad. Retorno a la brega, año tras año.
Los tarifazos, otro tanto. Aranguren es prolífico para gestarlos. En estos días, se ganó un párrafo propio.
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Shell, Excel, tarifazos, fortuna exiliada, su ruta: El hombre de Shell se alzó con el Olimpia de oro semanal en la disciplina Macrismo explícito, merced a distintos méritos.
Incurrió en un nuevo tarifazo de servicios públicos que, sumado al de combustibles (de su cosecha también), garantiza un salto para arriba de la inflación.
Aranguren debió retroceder en 2016 cuando muchos Juzgados y Cámaras, incluyendo la Corte Suprema, lo apremiaron para que cumpliera con las exigencias legales, entre otras las asambleas de consumidores. El Excel, fuente para él de toda razón y justicia, recibió un sosegate. Dio un paso atrás para dar dos, tres o chiquicientos adelante.
La suba damnificará al conjunto de los consumidores pero en especial a las Pymes, la industria, los hogares humildes, los clubes de barrio, las organizaciones solidarias. Un mundo ancho y ajeno al conocimiento y a las preocupaciones del ministro cuya gestión benefició a las empresas con ínfimo impacto (si lo hubo…) en la calidad de los servicios.
Aranguren completó lasemana de fama asumiendo que conserva su patrimonio a buen recaudo, en el extranjero. La costumbre, expandida en el Gabinete nacional, le valió al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, un papelón en España. No pudo responder una pregunta sencilla. ¿Cuál es la credibilidad un funcionario que convoca a inversores extranjeros si guarda su colchón o su canuto en el Primer Mundo?
Macri bancó a Aranguren, doblando la apuesta. Ahora dicen que hay que agradecerle a esa gente su sacrificio. La leyenda macrista narra que su elenco “ya tiene el oro y va por el bronce”. La divulgan sus propagandistas, rústicos o refinados. Si se observa bien, con el oro les está yendo bomba. Las corporaciones de sus amores y los intereses ligados a ella van viento en popa, con rumbo distinto a la mayoría de los argentinos.
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Beneficiarios y fisuras: Toda tipificación, así sea acertada, estiliza la realidad y corre el riesgo de simplificarla. El oficialismo ha sido exitoso en buena parte de sus objetivos iniciales, que lo sindican como un gobierno de clase. Sus principales sostenes, los de fierro, la pasan bien, mejoraron su situación relativa, su poder, su riqueza.
Macri, a su pesar, no ha conseguido amedrentar a la sociedad civil, pese a la violencia de las fuerzas de seguridad y los abusos de los tribunales. Para compensar, tampoco parece afrontarcostos altos en su reputación por esos motivos.
Le cuesta “mejorar la competitividad” merced a la reducción del salario real de los trabajadores formales. Bien que mal y en forma dispar, los sindicatos se la hacen difícil.
La inflación, la bola de nieve del endeudamiento lo ponen en aprietos.
Tras la relegitimación electoral, uno de sus puntos más altos, el Gobierno viene encadenando errores políticos que le granjean rechazo de sectores que fueron (por ahí todavía son) aliados o compañeros de ruta. Por caso:
- Las fisuras en el Poder Judicial, que se trasuntan en fallos razonables contra las prisiones preventivas ilegales.
- La creciente bronca del empresariado industrial, cuya conciencia de clase es mucho menor a la del oficialismo pero que reacciona tibiamente, al verse acorralado.
- La rescisión unilateral del Pacto Fiscal decretada por el gobernador de La Pampa, Carlos Verna.
- La crítica a la propuesta de retiros voluntarios para estatales, formulada por Andrés Rodríguez, secretario general de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN). Un gremialista muy transigente en estos años que, como los reseñados antes, quizá advierte que el macrismo avanza como topadora, sin medir consecuencias.
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Raíces y novedades: El macrismo introdujo novedades en la política pero sus bases son clásicas, con raíces en el proyecto de país de la derecha argentina. El sprint inicial e iniciático lo comprobó.
Las corporaciones financieras, agropecuarias, mediáticas le dan letra y le proveen cuadros al Gabinete: Buryaile, Etchevehere, Aranguren, Luis Caputo no nacen de probeta ni provienen de la escuelita de Jaime Durán Barba. Otros funcionarios importantes llegaron desde el pasado: Patricia Bullrich, el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger (adiestrados en el gobierno aliancista, el más ajustador y represivo desde 1983), Prat Gay.
Un proyecto tradicional, vino viejo añejado en odres nuevos, en un contexto internacional favorable, como pocos.
El mal humor de la Casa Rosada, la incontinencia verbal y la tozudez en alardear riqueza son, intuye este cronista, bumerangs arrojados sin prever las consecuencias.
El verano pasó, con una retahíla de complicaciones. Nada indica que la economía florezca en el otoño ni en el invierno para la mayoría de los argentinos.
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