jueves, 19 de febrero de 2015

CFK (FELIZ CUMPLE, JEFA)

 somos aislados, vivimos en un mundo que está cruzado por profundos intereses geopolíticos y estratégicos, que fueron los que obturaron y clausuraron el proyecto nuclear de la Argentina en los años 90, porque no les interesaba, y por eso se nos iban los pibes de las facultades afuera, porque no tenían oportunidad de desarrollar los conocimientos que la universidad nacional pública y gratuita les había dado y se iban afuera. Les pido que abran bien los ojos, no estoy hablando de conspiraciones, no es un mundo de conspiraciones, es un mundo de intereses, de intereses que quieren que unos estén subordinados y los otros mandarnos, y se enfrentan con gobiernos como este que no permiten que nadie les marque la cancha. Este es el problema.


martin rodrígues dixit.

LA MALA LECHE

  • 18F

Sobre el 18F

Martín Rodríguez

¿Quién le hizo oposición real al kirchnerismo? Dicho mal y pronto: las multitudes. Las multitudes fueron las que más lo asediaron. Repentinas, espontáneas, invertebradas, policlasistas aunque más bien blancas, multitudes que no dejaron rastros urbanos, ni fundaron tribus, ni fueron mayorías electorales, ni expresaron grandes narrativas. Multitudes de lo no representado por el kirchnerismo.
Estos años de batalla cultural mostraron el “papel de los medios”. El gobierno disputó con ellos el sentido común, sobre la superficie donde descansaba el nervio del volcán: las multitudes de movilizados de capas medias -en promedio- que rechazaban tal o cual política oficial. También marcharon los dañados por la inflación o los trabajadores perjudicados por lo que el sindicalismo combativo llama “impuesto al salario”. Había en todos estos movilizados beneficiados o ganadores de la economía, aunque cultores del “yo no le debo nada a nadie”.
Multitudes: la multitud de Blumberg (2004), la de Gualeguaychú (2005), la del campo y las cacerolas (2008), la del 8N (2012), la sindical de Moyano (2012) y quizás la multitud de este 2015. Para cada una el kirchnerismo tuvo una respuesta, una políticacon, contra o sobre ella. Fueron expresivas de distintos malestares, todas dieron cuenta de la ausencia de una representación política opositora, de una articulación discursiva que les diera organización. También, esta constante discontinua de multitudes, desafió al gobierno y le impuso agendas. Y muchos de estos “movilizados” contra el kirchnerismo, hombres y mujeres de clases medias y medias altas, conocieron la calle, la convocatoria pública, las formas de organización por primera vez. Como desde 2001, las calles tuvieron más individualidades en sus estandartes, en sus carteles, en sus consignas, que las formas colectivas tradicionales de los partidos, las izquierdas, los sindicalismos; incluso que las que ostentó el kirchnerismo, cuando su mayoría movilizada proviene también de esa maldita clase media. Pero este es un efecto residual de la crisis de 2001: se hace mucho más público lo privado. La gente no duda en gritar por el dólar, por su ahorro, por un reclamo impositivo aún cuando se exponga en la fila de los privilegiados salariales. Todos se hicieron más energúmenos. Todos saben que en la calle las cosas se pelean y se pueden ganar. Todos perdieron la vergüenza de exponer su ciudadanía.
2
En 2009 y 2013 hubo armados electorales que le aguaron los comicios al oficialismo (De Narváez y Massa en PBA) y que funcionaron como ecos levemente tardíos del grito callejero. A la vez una constante en distritos como CABA o Santa Fe donde se consolidaron gestiones sólidas en términos electorales y de gobernabilidad.
La oposición real al kirchnerismo fue el sector agrario, el grupo Clarín, o sectores del poder judicial. Lograron dar una contención, una narrativa, un espíritu republicano, liberal, a veces social, pero no alcanzaron a producir un político a su altura. Lo que apenas hubo en estos años fue un débil contrapeso “político” con la figura de Macri, con el progresismo de Binner, la autonomía puntana o cordobesa, y, por dentro, como una esperanza paciente, con la idea de que el PJ de los gobernadores “banca pero condiciona”. En los últimos años, la rebelión municipalista de Massa abrió una herida. Pero la imagen de Scioli como estandarte de esa “ética de la responsabilidad” que no podía romper aunque quisiera, y la de un conjunto de dirigentes, gobernadores, sindicalistas, se patentaron como garantía fría de “lo permanente” del peronismo. En síntesis: el kirchnerismo enfrentó multitudes, plazas y calles, sectores, grupos económicos, medios de comunicación, sindicalismos, organizaciones sociales, pueblos originarios, etc., una aglomeración sin forma política perdurable. El contrapeso estuvo más afuera que adentro de la política.
3
El kirchnerismo, en primer lugar, cuenta con la fuerza del Estado, y la eficacia o no de sus políticas públicas. Con eso suma una minoría que resulta de la unión entre progresistas y los representados del peronismo a través de gobernaciones, intendencias, sindicatos y, en menor medida, organizaciones sociales. Esa minoría sólida es su valor, a veces capturó la mayoría, y siempre se benefició con la fragmentación opositora. El dato es el “piso” electoral con el que cuenta: un piso que combina la estatalidad sobre los sectores populares y el progresismo que vota con el corazón. Lo que va y viene son los millones que votan con el bolsillo. Y la existencia de otra minoría sólida que jamás votaría al kirchnerismo.
4
El antecedente de este 18F es la marcha del 8N, aquellas “reivindicaciones” que poblaron las calles (inseguridad, dólar, transporte, inflación, corrupción) y que fueron ejes de la elección de 2013, cuyo resultado le impuso la agenda al gobierno: devaluación, intento de ordenamiento del “frente externo”, renovación de trenes, asunción de la inflación con un control de precios que empezó “militado” y terminó monitoreado por una empresa privada y la relevancia de la nueva estrella del funcionariado (Berni) disputando el populismo punitivo a grito pelado en las calles y rutas argentinas.
Pero si el 8N tenía el “dólar” como novedad en el glosario de reclamos, el 18F tiene el brío trágico de la muerte de Nisman que lo hace delicado: porque esa muerte ensombrecida desde todos los discursos (también el de CFK) alentó una reacción social. Aunque aparezca articulada desde una parte de los intereses en juego. La marcha se realizará en el marco de una democracia escandalizada razonablemente por esa muerte. Es saludable que exista estupor, incluso cuando algunos de los promotores de esa marcha puedan ser vistos como parte del problema. El dicho “es una marcha opositora” rima con el histórico “ese paro es político”. Digamos que no cuaja con la pedagogía oficial de querer politizar todo, acusar por “político” un hecho que conmociona la vida cívica. Hay río revuelto, hay pescadores. La democracia es así: maldita.

MÁS ALLÁ DEL 18F opinión.

#YOSOYNISMAN, ARGENTINA MUESTRA EN LA RED SU CONMOCIÓN POR MUERTE DEL FISCAL

Por Martín Rodríguez :: @Tintalimon 
Estamos en democracia. Hoy hay una marcha y la convocatoria se justifica por la muerte de un fiscal, en cuyo virtual suicidio no cree casi nadie, empezando por la propia presidenta. La marcha tiene clima decididamente opositor en un país que, contrario al 8N de 2012, tiene una sobreoferta electoral opositora y un oficialismo que aún no define su candidato para suceder a CFK. La marcha no es el drama en cuestión.
1
La muerte de Nisman, como haya sido, es una muerte política. ¿Qué diferencia a una muerte en democracia de una muerte en guerra? Que en democracia un muerto son todos los muertos. Que un muerto actúa de referencia y concentración de sentidos que están dispersos y que forman un símbolo. Cada muerto en democracia quiere ser el último muerto. Es un rayo en el “cielo republicano”: si hay un muerto, hay instituciones que no funcionan o funcionan mal por empezar. Por eso discutir la seguridad, el sistema penitenciario, o, también, discutir la economía del país, es una forma de discutir la vida y la muerte. “Y bien, morimos”, decía el poeta Joaquín Giannuzzi poniendo en un verso la conclusión trivial de lo inevitable. Sí, morimos. Pero que no nos maten.
2
La misma semana de la muerte del fiscal Nisman se produjeron dos muertes en el penal de Ezeiza. Dos hombres murieron en la cárcel. Dos muertos también en dependencias del Estado. Pero nombrar esas muertes contra la de Nisman no es lo mismo que nombrar esas muertes como la de Nisman: lo segundo es un acto democrático, lo primero es una extorsión. Los muertos no se excluyen entre sí. La página de occisos de La Nación es un canal de comunicación en el mundo residual de la antigua clase alta (y un consumo irónico del progresismo). ¿Pero dónde está el panteón de los patriotas? Lo hacemos entre todos. Todos los días. Llegada a cierta instancia la democracia es todo lo que se hace para evitar la muerte de alguien.
3
La democracia funciona si se sobreactúa. Va de nuevo: no hay instituciones que funcionen sin sobreactuación. No estamos obligados a “sentir”, estamos obligados a decir que “sentimos”, a hacer de cuenta que sentimos. La democracia pide eso: pide subrayados, resaltadores, trae la Llorona junto al cajón si hace falta. La democracia es teatro, más teatro. La guerra del bien contra el mal es la guerra entre cultura y naturaleza, es decir, entre lo que somos capaces de naturalizar y lo que somos capaces de escandalizar. Naturalizamos que a la campana que el gobierno de la ciudad colocó para juntar basura inorgánica un ser humano la revuelva en busca de materia prima que sirva de mercancía para el mercado del reciclado. Pero ninguna muerte se terminó de naturalizar. Bien por nosotros, al menos en eso. No naturalizamos las “muertes a propósito”. Sea Nisman o sea Luciano Arruga. Porque aún la narrativa clasista sobre Luciano es una forma de colocarlo en el centro del problema.
4
Hace tiempo oí en boca del poeta Rodolfo Edwards una síntesis sobre cómo pensó el anti peronismo al peronismo históricamente, y usó una palabra preciosa: la palabra “simulación”. Para el anti peronismo el peronismo tiene siempre la forma de un simulacro, la apariencia de ser lo que no es. Menem no era liberal para los liberales, Kirchner no era progresista para los progresistas. En ese sentido, tomando este argumento de Edwards, el anti peronismo ganó la batalla: todos en la política piensan así del otro. Nadie es lo que dice que es. Clarín dice que el gobierno dice ser progresista y no lo es. Los peronistas díscolos dicen que el kirchnerismo dice ser peronista y no lo es. El gobierno dice que los opositores dicen ser republicanos y son golpistas. En ese juego todos se igualan: un gobierno democrático con un grupo empresario. Todos se ponen comillas.
5
La discusión del gobierno sobre la “naturaleza” de la marcha pone en juego incluso el efecto de esa marcha: si el gobierno la cree ilegítima no hace más que intensificarla, porque la funda sobre la legitimidad que le otorga el “veto oficial”. Reconocerla como una consecuencia lógica de la gravedad de la muerte de un fiscal le quitaría el poder de fuego simbólico. Frente al 18F, entonces, el discurso oficial tuvo varias bifurcaciones: colocó su objeción en la política del acto (es una “marcha opositora”); colocó su objeción puntual sobre los fiscales que la convocan en un razonamiento contundente; dando por resultado un argumento más o menos así: “marchan por lo que no dicen que marchan y no marchan por lo que dicen que marchan”. En ese mismo razonamiento se amplifica la dispersión del debate que no permite siquiera apelar al hilo de Ariadna capaz de disipar la niebla. La muerte de Nisman, rodeada por el efecto de una guerra intra-estatal con eje en la ex Side y a la sombra de una suerte de guerra de espías mundiales, no tiene referencias posibles porque “nada es lo que es” tal el virus que la ex Side impone: ni los testigos, ni los custodios, ni los investigadores son lo que son. Todo estaría “puesto”. Se nos cae la loza del país. El cuerpo del fiscal se revolea de lado a lado, de hipótesis a hipótesis, y seguimos sin saber lo primero (¿se suicidó?) para discutir lo segundo: ¿a quién le conviene la muerte de Nisman? Como nadie cree en la posibilidad de un suicidio aunque la investigación tampoco pueda apartarse tanto de esa hipótesis aún, lo que se expone en la disputa política es una forma de deseo: ¿quién queremos que haya matado a Nisman? ¿Cómo “queremos” que haya sido esa muerte? ¿A quién queremos que perjudique más? Soy parte de una minoría segura que no quiere que el gobierno “caiga”. ¿Pero puede caer? Todos los días leemos en las redes sociales y los diarios o vemos por televisión a gente ansiosa por confirmar su certeza. Ansiosa, deseosa, casi feliz cuando siente la inminencia de un dato revelador para abrazar su premisa. Es todavía una “muerte dudosa”, ergo, es una muerte en suspenso, un cuerpo que no termina de caer sobre la fosa. Mirado en microscopio, parece que frente a esta muerte todos ostentan la realpolitik y olvidan sus idealismos invocados.
6
No tengo amigos, ni compañeros, ni compañeros de trabajo, ni parientes que marchen el 18. Vivo en el ecosistema que no marcha. Todos me hablan del “programa implícito” de la marcha, de lo que no asume esa marcha como su interpretación sincera (“¡quieren sacar la AUH!”). Lo entiendo, y hace eco también con el juego de simulacros: “nadie es lo que dice que es”. El gobierno reclama justicia por Nisman pero demanda un protocolo específico según el cual la demanda de esta justicia es “golpista” por lo actores que la articulan en su interior. ¿Hay fuerzas que desean la destitución del gobierno, su caída, su degradación? Claro que las hay. ¿Y cómo se separa el “rol opositor” de la acción “destituyente”? Marchan minorías que desearían la reprivatización de los fondos jubilatorios o la nulidad de la ley de medios o la libertad del Turco Julián, pero en tanto a eso no se convoca, el gobierno debe dar respuestas primero sobre el explícito: porque antes que nada es el gobierno, no la oposición de la oposición. Los “otros” querrán tener la última palabra, pero es seguro que el gobierno tiene la última acción. El oficialismo arremetió contra los convocantes informando quiénes son los fiscales para afirmar que alguien que está comprometido en el encubrimiento no tiene autoridad moral para golpearse el pecho contra la impunidad de la causa que no investigó. Pero el gobierno actuó defensivamente, atropellando con hipótesis “casi” dichas, apenas sugeridas, “¿suicidio?” escribió la presidenta, y esa fue la punta del iceberg del error: haber desligado su lugar de Estado por esa siempre usual complacencia de decir que “el poder es el otro”. Más que “la patria es el otro”, bonita dicción militante, el gobierno siempre afirmó que “el poder es el otro” (las corpos de todo pelaje, con ahora este nuevo personaje, Jaime Stiuso). Pero lleva doce años de gobernanza: ése “otro” del poder, en la larga duración, era otro que también estuvo adentro, es un otro bañado alguna vez en el nosotros. Decimos: durar tiene mucho de “morderse la cola”. ¿De dónde salió Nisman, quién era Stiuso? Pero la pregunta ahora es: ¿sabe realmente el gobierno lo que pasó? Cristina habló de suicidio, de asesinato, de la seguridad del edificio, de la intimidad de Lagomarsino, de la impunidad de la ex Side, etc. El gobierno ocupa el Estado, el Estado cumple la ficción del Todo, y el gobierno después, una vez que el Estado se pronuncia, puede ser “la parte” involucrada. Respetar esa didáctica te salva incluso de creer que sabés lo que no sabés, de decir sin saber. ¿De dónde esperamos las respuestas? De la acción de los poderes del Estado. Si hay un complot, si todo el caso AMIA-Nisman tiene una dimensión geopolítica real, si la Argentina (como dijo Timerman) es un teatro de operaciones ajenas, corresponde saberse, explicitarse con todas las letras, o como dijo un amigo: “el mejor escondite es tener todo a la vista”. Nos bancamos la verdad que sea. No hay más lugar para las medias tintas, ni los discursos vidriosos, ni las ironías finas, porque el espectáculo que vemos no lo bajamos de Netflix: es nuestra política real. Son nuestros muertos. Pero el discurso oficial de “decirnos que sabe, pero no lo que sabe”, tiene un problema: ¿y qué sabe? Todo suena vidrioso y cínico a esta hora, un juego en el que nadie quiere parecer inocente. Empecemos de nuevo.

› UNA MULTITUD MARCHO HACIA LA PLAZA DE MAYO EN LA CONVOCATORIA REALIZADA POR LOS FISCALES OPOSITORES Con los paraguas en lugar de las cacerolas

 Por Nicolás Lantos
Miles de personas se manifestaron ayer frente al edificio en el que funciona la Unidad Fiscal AMIA en el marco de la marcha del silencio, convocada por un grupo de fiscales para conmemorar un mes de la muerte en circunstancias aún no esclarecidas de Alberto Nisman. Sin pancartas políticas ni banderas partidarias, pero con un notorio tono crítico hacia el gobierno nacional, la columna encabezada por familiares del fiscal homenajeado, funcionarios judiciales y políticos de las principales fuerzas de la oposición caminó bajo una lluvia constante y pesada entre el Congreso de la Nación y la Plaza de Mayo, donde se realizó un corto acto. El único, y breve, orador, fue el dirigente sindical Julio Piumato, que dio un acotado discurso desde el camión-escenario montado sobre Yrigoyen.
A pesar de su bautismo como “marcha del silencio”, hubo algunas consignas en carteles y pancartas de pequeño tamaño, que hacían énfasis en un pedido de justicia, también presente en algunos cantitos. También hubo carteles y cantos que apuntaban contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner mencionando una supuesta responsabilidad en la muerte de Nisman. Con todo, este tipo de pancartas eran mucho menos que durante los cacerolazos de 2012 y 2013. La asistencia también fue claramente menor a la de otras convocatorias opositoras masivas durante el kirchnerismo, pero su composición fue la misma: promedio de edad y de poder adquisitivo medio tirando a alto.
De acuerdo con los cálculos que se manejaban en el Gobierno nacional, basados en los de las fuerzas de seguridad, la concurrencia fue de alrededor de 60 mil personas. En cambio, según la Policía Matropolitana –que fue modificando sus números, siempre para arriba–, los asistentes llegaron a 400 mil.
La movilización en el centro de la ciudad de Buenos Aires tuvo sus réplicas en el interior del país y, en menor medida, en algunas ciudades del exterior donde residen argentinos. Córdoba, Rosario y Mar del Plata fueron sede de las principales y en casi todas las provincias hubo una convocatoria. A través de las redes sociales, la protesta excedió las fronteras del país y hubo argentinos en Estados Unidos, Europa y hasta en Africa que subieron sus fotos con banderas o carteles de apoyo al llamado #18F.

La vanguardia

Aunque la convocatoria estaba anunciada para las 18, más de una hora antes sus organizadores comenzaron a llegar a la plaza Lorea, donde los esperaban fotógrafos, cronistas y cámaras de televisión, además de algunos asistentes tempraneros a la marcha, que los recibieron con calidez. Los fiscales Guillermo Marijuan, Carlos Stornelli, Raúl Plee, Ricardo Sáenz y José María Campagnoli, junto a Piumato, posaron para la foto, pero se negaron a dialogar con la prensa, aduciendo que el silencio era parte de la consigna de la cita. Abundaron entre los colegas abrazos y sonrisas, al tiempo que comentaban las réplicas que su movida estaba teniendo en el interior y en el exterior.
Delante de ellos, solamente los familiares de Alberto Nisman, encabezados por su ex mujer, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado; sus hijas Iara y Kala Nisman y su madre, Sara Garfunkel, quienes llevaban una bandera negra y estuvieron protegidos por empleados del gremio de judiciales que montaron guardia alrededor de ellos hasta que subieron a un automóvil para recorrer el último tramo del camino. Arroyo Salgado, un día antes de la manifestación, había difundido un comunicado en el que aclaraban que la presencia de la familia del fiscal en la movilización “se orienta a rendir reconocimiento a la persona que fue y al funcionario” y que no adhería a “distintos motivos de reivindicación y reclamo” que le sumaron a la convocatoria “voces de otros sectores sociales, políticos y mediáticos”.
En un tercer lugar marchaban los referentes de la oposición que decidieron acompañar a Marijuan, Stornelli, Sáenz, Plee, Campagnoli y Piumato: había dirigentes de la Unión Cívica Radical, el PRO, el justicialismo disidente, el Frente Renovador y el Partido Socialista, todos los grandes partidos o espacios del arco político crítico del gobierno nacional. Los precandidatos presidenciales con aspiraciones en las elecciones de este año tuvieron asistencia perfecta: Julio Cobos, Mauricio Macri, Sergio Massa, Hermes Binner, Elisa Carrió y Ernesto Sanz fueron de la partida. Hubo, con ellos, otros representantes de la “familia judicial”, como el fiscal Germán Moldes, y los jueces Miguel Angel Caminos, Carlos Geminiani y Ezequiel Berón de Astrada.
También se mantuvieron cerca de la cabecera las autoridades de la DAIA y la AMIA, que se pusieron al frente de su propia columna, con un millar de asistentes. “No convocamos a la marcha, solamente adherimos”, aclaró el presidente de DAIA, Julio Schlosser. Su vicepresidente, Waldo Wolff, habló de “honrar la memoria del fiscal Nisman y reafirmar el pedido de justicia en la causa AMIA”. Fue un rara avis: el recuerdo del principal atentado terrorista en suelo argentino estuvo ausente en las pancartas, los cantitos y las consignas de la multitud y de los organizadores. A pesar de la nutrida concurrencia en la columna de AMIA y DAIA, no estuvieron representados los familiares de las víctimas del ataque del 18 de julio de 1994, quienes declinaron de forma casi unánime de participar.

En la Plaza

La mitad disponible (por las vallas que la dividen) de la Plaza de Mayo estaba llena –pero no repleta– de gente que soportaba estoica bajo la lluvia insistente aguardando la llegada de la columna principal. Los paraguas lisos y estampados, negros o coloridos, los pilotos de nylon azules, amarillos, rojos y verdes, los impermeables de marca y las protecciones improvisadas con bolsas de consorcio o de supermercado daban el mismo resultado: todos, en pocos minutos, acababan democráticamente empapados por igual. El agua no persuadía a los teléfonos celulares a mantenerse a salvo en bolsillos o carteras: abundaban los retratos del momento, las ubicuas selfies y las quejas porque “no hay señal para tuitear”.
Sobre Yrigoyen, frente al edificio donde funciona la fiscalía especial que Nisman encabezaba, estaba montado el pequeño escenario, en la parte de atrás de un camión. Desde allí se pedía por altoparlantes a la gente que hiciera espacio para dejar lugar a los que arribaban a la Plaza por avenida de Mayo, Yrigoyen, Diagonal Norte y Rivadavia. A pocos metros de allí, estratégicamente ubicado debajo de la galería techada de esa vereda, un miniestudio de televisión cobijaba a los presentadores de la señal TN, del Grupo Clarín, que le dedicó a la marcha una cobertura especial. Otros colegas suyos, menos afortunados, debían hacer malabares con el paraguas para trabajar y permanecer a salvo de la lluvia al mismo tiempo.
Los fiscales llegaron al punto cúlmine de la movilización y fueron recibidos como estrellas de rock por una multitud que los llenó de aplausos a medida que se ponían bajo los focos. La gente repetía el nombre de Nisman y la consigna “Nunca más”. El que tomó la palabra fue Piumato: “Este homenaje es mantener la transición del dolor que nos causó la muerte de un fiscal de la Nación, el doctor Alberto Nisman, acompañando el sentimiento de la familia”, dijo, brevemente, antes de pedir un minuto de silencio. Luego, se cantó el himno nacional y finalmente, mientras algunos comenzaban a desconcentrar, volvieron los cantitos, algo ambiguos.
–Señora, ¿está diciendo “Argentina Argentina” o “Asesina Asesina”?–le consultó este diario a una manifestante.
–No sé –respondió ella–, es lo mismo.

OPINION Verdad y justicia para Nisman

Por Sandra Russo
No es una excepción, es más bien una regla que las marchas opositoras al kirchnerismo son imprecisas. Que cada tanto logran convocar a una gran cantidad de ciudadanos que, con cacerolas o en silencio, se manifiestan por diversas razones que los hacen “no soportar más” a este gobierno, retroalimentados en su impotencia porque los dirigentes opositores no logran darle forma a ninguna opción electoral con chances de lograr una alternancia en los términos constitucionales que todos conocemos, y por fuera de los cuales no hay democracia. Si muchos suscribimos a la idea de que lo que se puso en marcha con la denuncia del fiscal Alberto Nisman fue y sigue siendo un intento de golpe blando –potenciado y completado con su muerte– es porque creemos que ese tipo de intentos no es un virus local, sino una modalidad global, que en estos días hamaca a las diversas oposiciones a los gobiernos posneoliberales, que cuentan con los mismos apoyos extranjeros con los que antes contaban para movilizar los tanques. Tenemos derecho a creer que los rejuntes opositores que se resisten a la política de la discusión, del debate, del proyecto, de la negociación, siguen en la espera activa de la coyuntura que les permita tomar el cielo por asalto. No obstante ese análisis, sería un error subestimar a la ciudadanía que ayer acompañó esa marcha.
La muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman provocó una indudable conmoción que todavía, a un mes del hecho, no se ha oxigenado ni un milímetro. Todos, oficialistas y opositores, estamos transitando desde entonces un trance complejo y nutrido de operaciones cazabobos, y todos, oficialistas y opositores, recibimos esa noticia con la zozobra de algo que nos excede, que no forma parte de la cultura en común, algo que yace en la ciénaga de la condición humana. Se ignora todavía si Nisman se suicidó o si lo mataron. Más allá de la percepción respetable de su ex mujer, más allá de la percepción también respetable de la Presidenta, que se inclinan por pensar que fue un asesinato, la marcha que organizó un grupo de fiscales federales se puso en movimiento dando por sentado lo que el Poder al que ellos pertenecen no ha podido probar al menos todavía. Ese prejuzgamiento hubiese sido delicado para cualquier sector, pero es inconcebible en quienes deben dar el servicio de Justicia. Sólo en la hipótesis, todavía no descartada, de que la endeblez de “la denuncia de su vida”, el off side en el que fue puesto por Interpol, y la conciencia quizá tardía de que él mismo no era el autor de una denuncia, sino una pieza en un engranaje que lo descartaba, es decir: sólo en la hipótesis todavía no cerrada de que se haya tratado de un suicidio, este “homenaje” no cierra. El “homenaje” es la continuación de su denuncia, los organizadores lo saben, e intentó ser la celebración fantasmática de la idea de un “régimen que mata”. Así algunos portavoces, opositores políticos y opositores judiciales, leen la realidad y tratan de que así se la lea. Como si fuera un folleto donde la culpable siempre se llama Cristina, que ha sido yegua, bipolar, adicta a las carteras, falsa abogada, ladrona, corrupta y ahora asesina. Es curioso, pero para completar el folleto –“presidenta que manda a matar al fiscal que la acusa de encubrir el mayor atentado terrorista de la historia local”– ella debería ser también estúpida. De eso al menos no se la acusa.
El estupor perdura. Entre propios, entre ajenos. Entre ajenos de buena fe como pudieron ser tantos de los que se acercaron ayer por fuera del corralito judicial, con pancartas sencillas que rezaban “Verdad” o “Justicia”. Esas palabras que, unidas a “Memoria”, conocemos tan bien. Quién podría no querer verdad o justicia para Alberto Nisman, así como para tantos otros o para cualquiera. Y entre propios, porque aunque abunden las críticas sobre la figura de Nisman hay dos hechos incontrastables que sólo podrán lograrse mediante la investigación tanto de las circunstancias y los motivos de su muerte como del alcance real de su denuncia, más cercana al panfleto político que a la pieza jurídica. Sólo con verdad y justicia podremos dar vuelta colectivamente esta página triste y bizarra, y sólo con verdad y justicia –y con condenas– podremos estar seguros de que quienes se agazaparon atrás de los motivos reales de esta muerte no lo harán con nadie más.
Ese es el trasfondo oscuro que nos empaña el presente, más allá de la lluvia que impidió probablemente poner en caja real la verdadera asistencia, aunque fue multitudinaria. Más allá del corralito judicial que los mostró, a sus ocupantes, como lo que se creen que son, sus señorías o algo por el estilo. Más allá de esa coreografía extraña que la oposición insiste en aceptar y que consiste en mantenerse alejada de “la gente” para no mancharla con “política”, más allá de la gran hipocresía que pueden organizar los grandes hipócritas, la tan meneada grieta en la que han insistido hoy deja ver en su sumidero los resabios cloacales de otras épocas. Ahí andan esos que ni ayer ni hoy tuvieron pruritos ante la vida. Los que mienten y matan para causar efectos especiales. Esos son los enemigos de toda la gente de buena voluntad, piense políticamente como piense.
Claro que la muerte de Alberto Nisman ya es una bisagra. Así lo decía este martes en TN Juan José Sebreli. “Más ahora, que causa impacto mundial, con los nuevos grupos terroristas que están apareciendo.” Un día antes el matutino más nervioso titulaba: “Cae la imagen global de Cristina”. Julio Schlosser, el presidente de la DAIA, advertía en la semana sobre el robo de un misil que resultó estar averiado, pero que según él hacía temer la implantación de “grupos terroristas” que actúan en otras latitudes. Todo ese paquete argumental está lleno de mugre. Está dirigido. Abona una dirección hacia la que el viejo imperio nos quiere religar.
Esta región es de paz. Así la hemos soñado y construido. La paz, como lo demuestran varias negociaciones de alto nivel que se llevan a cabo en otros países, es un valor político al que sólo se arriba con política. La guerra solamente les conviene a algunos, y no hace falta hacer un inventario. El escozor que sobrellevamos desde la muerte de Nisman va en sentido exactamente opuesto a la alegría por la que optamos, y que nunca, jamás fue la alegría de los indiferentes, sino la de las conquistas de la inclusión. Verdad y justicia por Alberto Nisman. Esas dos cosas las necesitamos todos.

FAMILIARES DE LAS VICTIMAS DE LA AMIA LE PIDIERON AL PAPA UNA GESTION “Haré todo lo posible”

Por Elena Llorente
Página/12 En Italia
Desde Roma
En un día muy emblemático para Argentina por la marcha de los fiscales, el papa Francisco conversó ayer en Roma con una asociación de familiares y sobrevivientes del atentado a la AMIA que le pidieron su intercesión ante Irán e Israel para facilitar la investigación sobre los culpables de aquel acto terrorista del 18 de julio de 1994 en Buenos Aires, que costó la vida de 84 personas. “De mí esperen todo lo que necesiten, haré todo lo posible y recen por mí”, les contestó Francisco.
“La fecha de nuestro encuentro con el papa Francisco fue una sorpresa mayúscula para nosotros, porque la decidió el Papa. Habíamos pedido una audiencia hace unos diez días, después de la muerte del fiscal Alberto Nisman, y el Papa la fijó para hoy”, dijo a Página/12 en Roma Sergio Burstein, miembro de la Asociación 18J de Sobrevivientes, Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado a la AMIA. La fecha del encuentro les llegó oficialmente a los familiares el lunes y fue transmitida por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, que ese día tuvo un encuentro de 40 minutos con Francisco en la Secretaría de Estado Vaticana.
Burstein –que en el atentado perdió a su ex esposa Rita–, Graciela Furman –quien perdió a un hijo–, Hugo Fryszberg –que sobrevivió entre los escombros– y un cuarto miembro de la asociación, Daniel Komarovsky, pudieron compartir algunos momentos ayer con el papa Francisco al concluir la audiencia general de los miércoles. Banderas de muchos países, incluida la Argentina, flameaban en una soleada Plaza de San Pedro llena de peregrinos de todo el mundo. En su mensaje el Papa se concentró en la familia y en la fraternidad e hizo alusión a las muchas familias nacionales que viven en discordia, mencionando específicamente a Medio Oriente, norte de Africa y Libia en particular.
El encuentro entre la Asociación 18J y el Papa no fue un encuentro privadísimo como el que la asociación tuvo con Francisco el 5 de julio de 2013 en Santa Marta, la residencia papal. Pero alcanzó perfectamente para plantearle lo que ellos querían. “Le pedimos al Papa que interceda ante Irán, ya que hace unos días recibió a la vicepresidenta de ese país. Que interceda a ver si puede lograr que Irán se ponga derecho y lo que se plasmó en el memorándum firmado con Argentina se pueda llevar adelante y podamos tener la oportunidad de indagar a los que supuestamente son responsables del atentado a la AMIA”, dijo Burstein. “Y también le pedimos que interceda ante Israel –agregó–, ya que tiene buenas relaciones con ese país, para que permita que el ex embajador de Israel en Buenos Aires Itzhak Aviran responda ante la Justicia”, después de las declaraciones que hizo diciendo que la mayoría de los culpables estaban en el otro mundo y que eso lo habían hecho ellos. “Si Aviran hubiera hablado tal vez no estaríamos en la situación en las que nos encontramos hoy”, comentó Burstein a esta corresponsal.
A los pedidos de sus compatriotas argentinos el Papa respondió con una frase corta y contundente: “De mí esperen todo lo que necesiten, haré todo lo posible y recen por mí”. “Usted también rece por nosotros –le respondieron– para que como familia, y dado que usted se refirió hoy a la familia, los argentinos podamos vivir tranquilos.”
Según Burstein, “el Papa también necesita saber la verdad porque él quiere que el pueblo argentino viva en paz”. “Esta (la de AMIA) es una herida abierta que se incrementa con el tiempo. Y nosotros nos sentimos agredidos por el hecho de pensar diferente sobre este tema. Y el Papa lo entiende. Pero la gente quiere escuchar la voz del Papa. Francisco no juega para ningún lado, juega para que se viva en paz. Tal vez a él lo escuchen. Porque lo que nosotros queremos es la verdad verdadera y por eso venimos de forma casi desesperada ante este ‘presidente’ de cientos de millones de personas en el mundo, a ver si a él le hacen caso o al menos tienen en cuenta lo que dice o pide.”
Burstein contó además que por el solo hecho de haber apoyado el memorándum hace dos años, se sintieron agredidos por los dirigentes de la comunidad judía. Cuando la dirigencia comunitaria judía les dio la espalda, pidieron una audiencia al Papa, y fue increíble la ayuda que él les dio aquel 5 de julio de 2013. “Y nos encontramos con esa caricia en el alma, con esa voz del Papa que nos dio fuerzas, que nos alentó, que coincidió con nosotros en la importancia de saber la verdad verdadera. El Papa coincidió en aquel momento en que con la verdad verdadera podemos tener justicia, que es lo único que nos va a permitir a los muertos descansar en paz y a nosotros vivir en paz.” El dirigente de 18J lamentó también que por el sólo hecho de querer saber la verdad y de tener una mirada diferente a otros, “nuevamente se nos agrede, se nos excluye. A punto tal que muchos familiares queríamos estar presente en el sepelio de Nisman, porque en definitiva nosotros, más allá de las diferencias, pasamos mucho tiempo a su lado, pero no fuimos al sepelio porque ante los acontecimientos que sucedían en la puerta del velatorio, tuvimos miedo”.
Y respecto de la posición que su asociación tuvo frente a la marcha de fiscales de ayer, Burstein concluyó: “Nuestra posición fue oponernos. Quienes convocaron a la marcha, para mí lo hicieron en defensa propia. Se están limpiando de lo que hicieron en la causa, porque si alguien le faltó respeto a Nisman fueron estos fiscales que convocan, haciendo todo lo contrario de lo que él necesitaba”.

EL EX HOMBRE FUERTE DE LA SI DECLARO ANTE LA FISCAL FEIN QUE NO HABLO CON NISMAN EN LOS DIAS PREVIOS A SU MUERTE Stiuso transfirió las llamadas telefónicas

Por Irina Hauser y Raúl Kollmann
“No, no hablé con Nisman. Desde Navidad que no hablaba con él.” En pleno feriado de Carnaval se concretó, finalmente, el testimonio del ex jefe de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia (SI), Antonio “Jaime” Stiuso. Su relato, preguntas de por medio, ocupa apenas cuatro páginas y su primera afirmación fue que no habló con Nisman el día anterior a su muerte. Sin embargo, el Nextel con el que se comunicó el fiscal está a su nombre. En la declaración, Stiuso dejó en claro que ese aparato figura como de él, pero que quien lo utilizaba era otro ex agente del organismo, Alberto Massino, quien fuera director general de Análisis y hombre de la absoluta confianza de Stiuso. A esa misma línea Nisman había llamado también los días previos. Es evidente que ahora Massino deberá ser convocado a dar testimonio. En la fiscalía de Viviana Fein reina la impresión de que la esperada declaración no aportó nada sustancial para el esclarecimiento de la muerte.
Después de declarar, Stiuso viajó a Uruguay: lo hizo ayer mismo por tierra, vía la ciudad de Colón, Entre Ríos. Es la vía que usa siempre cuando sale del país, para no dejar en evidencia su verdadero destino. Había sido citado por la fiscal Fein por las llamadas de Nisman a un celular suyo en los días previos a aparecer sin vida, cuando hizo la denuncia por supuesto encubrimiento de los iraníes implicados en el atentado a la AMIA. El ex jefe de Operaciones tenía 277 celulares a su nombre: era previsible que dijera que no fue él quien habló con el fiscal en esos días. Dijo –según pudo saber Página/12– que estaba al tanto de que Nisman trabajaba en la denuncia contra Cristina Kirchner y otras personas, pero que él no colaboró con esa pesquisa. Señaló que sólo se dedicaba a la del ataque terrorista propiamente dicho, y que la causa era “la vida” de Nisman y la suya también.
Cuando la fiscal le pidió precisiones sobre quién usaba el celular en cuestión, Stiuso señaló a Massino, otro ex agente desplazado, una persona de su máxima confianza que trabajó en la causa AMIA. Como director de Análisis, Massino recibía información de las distintas bases de la central de Inteligencia (incluso en otros países). Solía acompañar a Stiuso a la mayoría de las reuniones.
Pese a que Stiuso en su testimonio se despega de la denuncia por encubrimiento de Nisman, hay un dato llamativo: según fuentes judiciales en el expediente AMIA las escuchas, incluidas las que usó Nisman para denunciar a la Presidenta, fueron transcriptas por la propia SI. Es algo inhabitual, ya que cuando un juez pide intervenciones telefónicas la SI se limita a entregar los audios y el juzgado se ocupa de que las transcripciones las haga alguna fuerza de seguridad. Las escuchas de AMIA, según este relato, las recibía Nisman con un oficio muchas veces firmado por Stiuso.
La relación de Stiuso y Nisman era conocida en tribunales y despachos oficiales, y dieron cuenta de ella desde el juez Rodolfo Canicoba Corral (a cargo de la causa AMIA) hasta el periodista Santiago O’Donnell (quien también mostró los Wikileaks que revelaron que Nisman recibía instrucciones de la Embajada de Estados Unidos). Ante Fein, el ex espía reconoció el trato frecuente, que según dijo empezó con la creación de la Unidad AMIA. Lo describió como una persona abocada a su trabajo y aseguró que la noticia de su muerte lo había “sorprendido”.
El ex jefe de Operaciones había sido relevado de la obligación de guardar secretos sobre lo que hizo y vio desde que ingresó a la ex SIDE en 1972 hasta que se jubiló el 5 de enero. Pero su declaración se ciñó a la muerte de Nisman y los días precedentes. Al enigmático técnico informático Diego Lagomarsino, el dueño del arma (Bersa calibre 22) desde la que salió el disparo mortal, dijo que no lo conoce y que no había escuchado mencionarlo. Lagomarsino estaba contratado por Nisman por 40 mil pesos mensuales desde 2008, pero no está claro su trabajo. El mismo declaró que el sábado 17 de enero, Nisman lo convocó a su departamento en Puerto Madero y le pidió un arma porque desconfiaba de la custodia y temía por sus hijas. El informático, de 35 años, volvió a su casa en zona norte a buscar la pistola (lo que corroboran las cámaras de la autopista) y dijo que se la llevó al fiscal al anochecer. Al día siguiente Nisman fue hallado sin vida. La versión que Lagomarsino hizo llegar a este diario a través de una jueza a la que le pidió ayuda tenía una diferencia: decía que Nisman le había comentado que fue Jaime (Stiuso) quien le advirtió que no confiara en sus custodios y cuidara a sus hijas.
En el arma, el baño donde apareció muerto y en la ropa de Nisman sólo se halló su propio ADN. En cambio en una taza, en la cocina, fue encontrado ADN de otra persona. Como Lagomarsino refirió que se había servido un café, la jueza Fabiana Palmaghini ordenó que se coteje ese material genético con el del joven. Lagomarsino fue ayer al Cuerpo Médico Forense y dio una muestra de sangre. Como el técnico no iba a la oficina y se desconocía su tarea, la Procuración rescindió su contrato, igual que el de Claudio Rabinovich, quien dijo dedicarse a tareas de comunicación. Stiuso declaró que tampoco lo conoce.
Stiuso declaró en presencia de su abogado, pero ni el defensor de Lagomarsino –Maximiliano Rusconi– ni el defensor oficial que representa a las hijas de Sandra Arroyo Salgado y la madre de Nisman se enteraron de que declaraba anteayer pese a que el primero pidió estar presente. El acta tiene un error llamativo: está fechada como si hubiera sido un mes antes, 17 de enero, y todo indica que la declaración se tomó en el Palacio de Tribunales, en la oficina del fiscal general Ricardo Sáenz.