domingo, 1 de febrero de 2015
COMO FUE RECUPERAR EL EX ASILO UNZUE, DE MAR DEL PLATA Cuando la restauración juega a ser una máquina del tiempo
Por Soledad Vallejos
Quedaba en la punta norte de la ciudad, ahí por donde nunca iba nadie. El Asilo Unzué era una isla dentro de Mar del Plata, una fortaleza rodeada por las calles de tierra y el ruido de las olas que rompían contra las piedras. Puertas adentro, entre diez mil metros cuadrados de pabellones y jardines, discurrían las vidas de unas 300 niñas (en su mayoría huérfanas), alrededor de 100 monjas, y un pequeño ejército de docentes, cocineras, zapateros, carpinteros y todo lo que hiciera falta para mantener vivo ese mundo cerrado. Hoy el ruido del mar sigue ahí. Las chicas y los adultos cuyas vidas giraban en torno de las de ellas, ya no, pero el edificio permanece, aunque quizá lo justo sería decir que resplandece. Al menos una parte, ese 30 por ciento que la restauración paciente de un grupo de expertos recuperó, que puede visitarse un día cualquiera y recibe con las puertas abiertas, literalmente, y un piso de mosaicos calcáreos tan impecable que se vuelve máquina del tiempo.
La resurrección de los ladrillos
Hay que rodear lo que fue (y quizá, dentro de un tiempo, vuelva a ser) una entrada magnífica, con corredores de paredes curvas, y encaminarse a un lado, sobre la calle Río Negro al 3500. Ahí, a la vuelta de donde la avenida Martínez de Hoz se convierte en Félix U. Camet, el portón de reja se abre al parque, tomado por el verano para actividades infantiles y familiares programadas por el Ministerio de Desarrollo Social, propietario de este patrimonio histórico nacional al que rebautizó como Espacio Unzué (abierto desde las 8 hasta la noche; la programación detallada puede verse en www.desarrollosocial.gob.ar/unzue/2092); una puerta que franquea el paso: después del umbral está el pabellón. Desde fuera, se ven destellos de paredes blancas, pisos entre rojos y blancos, vitrinas con objetos de un siglo de la vida cotidiana de miles de niñas. Desde fuera, también se ve que el pabellón de enfrente, como un espejo en negativo, vela con paneles de tela verde los muros todavía sin tocar, descascarados por décadas de aire marino. Enfrente, el exterior está deteriorado pero en pie; de este lado, los muros parecen tan recién terminados que en el calendario podría marcar un día cualquiera de 1912, el año en que el presidente Roque Sáenz Peña pisó el lugar en compañía de las hermanas Cochonga Unzué de Casares y María Unzué de Alvear para abrir sus puertas formalmente, como asilo de niñas huérfanas y desvalidas.
Edificios así ya no hay, dice un alma páter de la restauración, Alejandro Novacovsky, director del posgrado en Patrimonio Cultural de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). “Nada se construye así hoy. Pero nada, eh”, enfatiza. “El Unzué estaba en las afueras de Mar del Plata. Tenemos fotos de esa época: iba el aguatero, el cura que oficiaba misa volvía en sulky del Unzué a la ciudad. Después la ciudad creció. Desde los años ’60, ’70, alrededor empezó a haber muchas vibraciones de los autos. En los ’80, ahí, en esa zona, se hizo el Acceso Norte. Hubo un proyecto para demoler la mitad, porque la traza original del Acceso Norte pasaba por la mitad del Unzué y dejaba en pie solamente el oratorio. Por suerte se movilizó la comunidad y pudo evitarse la demolición”, recuerda Novacovsky. También recuerda que desde los años ’90, cuando empezó, tímidamente, el proceso de restauración, por entonces limitado a recuperar la capilla, “venimos reparando losas que se caen”, porque el techo es lo primero que se resiente en un edificio. También, por eso mismo, “mientras que para construir un edificio se trabaja desde abajo hacia arriba, para restaurar hay que trabajar de arriba hacia abajo, porque si el techo está mal, no se puede hacer nada”.
Aunque nunca dejó de funcionar, los años no habían pasado en vano para este lugar que las Unzué erigieron en homenaje a su padre, Saturnino, y cuya gestión, historia argentina al fin y al cabo, pasó de manos de la Sociedad de Beneficencia (que velaba por la tarea cotidiana en el lugar de una congregación de monjas francesas, las Franciscanas Misioneras de María) a la Fundación Eva Perón y, luego, al patrimonio del Ministerio de Desarrollo Social.
Trabajos (no tan) perdidos
Hace por lo menos 50 años que los edificios dejaron de ostentar muros con revoque en símil piedra (también conocido como piedra París); los techos no se terminan ya con ladrillo plano; las baldosas de calcáreo son la excepción, porque producirlas resulta muy costoso; las escaleras para un lugar de muchísimo tránsito difícilmente se armen con mármol de Carrara. Porque no se hace, es muy difícil dar con quienes conozcan su técnica. De hecho, las terminaciones de piedra París no son enseñadas en las facultades de Arquitectura. El Unzué se benefició con una paradoja que señala el arquitecto Novacovsky: Mar del Plata, la ciudad que perdió joyas de patrimonio arquitectónico, es también la primera en tener formación de posgrado en eso. Allí, además de él y otros especialistas que trabajan en recuperar el Unzué, está también Felicidad París Benito, especialista en símil piedra, investigadora y formadora de arquitectos.
–Estuvimos con el equipo de trabajo explicando a la empresa, primero, y después a los operarios, a los albañiles, cómo se hacían esas tareas. Y esto que digo tan rápido y fácil no lo fue. Hay que romper inercias, porque trabajar en restauración también requiere paciencia. Son otros tiempos. Por ejemplo, para hacer símil piedra hay capas de cuatro, cinco centímetros que deben fraguar. Y cuando el revoque grueso está fresco, ni recién hecho ni dejándose secar, cuando está oreando, hay que hacer la buña (la hendidura que permite simular un bloque de piedra). Y tiene que tener espesor, profundidad y alto determinados.
–¿Los pisos de calcáreo fueron difíciles?
–Se siguen haciendo, pero son carísimos, y por pedido. Acá hubo que rehacer los moldes, que no están, y hacer muchísimas muestras y pruebas de color. Antes, hubo que hacer otra cosa: es un edificio de 100 años, antes con las monjas, después en el ministerio, siempre el Unzué brilló y estuvo limpio. Pero a costa de litros de gasoil, porque antes estos pisos se limpiaban con aserrín y gasoil. Sumale pisadas, lavandina, todo eso genera una película imperceptible que va opacando el original. Tuvimos que pulir los pisos para constatar si eran blancos o arena, rojos o bermellón los detalles. Recién después podíamos tomar decisiones.
–¿Se encontraron con alguna sorpresa en el edificio?
–El diseño de la carpintería nos llama la atención, es excelente. El francés que lo diseñó, Luis Faure Dujarric (N. de R.: también responsable del Hipódromo de Buenos Aires y del court central de Roland Garros), diseñó muy bien los cortavientos, que hacen que el viento no pueda filtrarse por líneas rectas. En un lugar tan ventoso, frente al mar, uno tiene que tener una hoja no tan recta en su terminación sino curva. Acá una hoja es cóncava y la otra convexa, es imposible que se filtre viento por ahí.
svallejos@pagina12.com.arPEREGRINO REVOLTOSO
Por Indio Solari
Con mis lecturas, a través del tiempo, me he comportado como un peregrino revoltoso. He curioseado todo lo que trajo hasta mí la cultura rock.
Así como un músico me invitó a otro, mi guía fueron los escritores de esa nueva izquierda, quienes me acercaron a otros autores que el sistema había desechado y hasta prohibido por “inadecuados” y peligrosos. Nada de orientación académica ni notas reflexivas en el margen de las páginas. Una diversidad producto de la renuncia al sentido común de la sociedad que me arrastró de Gurdjieff a Conrad, de Artaud a Cooper y Laing. De Schwob a Roussel. La generación beatnik, Idries Shah, autobiografías de cineastas, haikus y Kenneth White, correspondencias (Wagner y Liszt, los hermanos Van Gogh), Durrel, Vonnegut, Capote, Wolfe, Vian, Cohen, etc., etc.
“Un tal Brigitte Bardot”, inédito, c. 1982.
He olvidado casi todo, menos la emoción que me prestó cada uno de ellos y que me llevó (con alegría) a atreverme a hacer mi trabajo. Eso es, creo, lo que debe hacer un escritor de canciones, apropiarse de las emociones que encuentra en su camino, estrujarlas, agitarlas y mezclarlas con el fin de trasmitirlas en un nuevo juego. En un lenguaje no reflexivo ni filosófico, sino en un lenguaje rítmico donde los silencios entre línea y línea son los que definen su valor en el tiempo y su resonancia.
La muestra El Tesoro de los Inocentes: Indio en la Biblioteca inaugura el viernes a las 19. Se podrá visitar desde el sábado a las 12, en la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.
“Me matan, Limón!”, en Luzbelito, 1996.
LECTURAS La virgen de San Martín
Por Juan José Bereciartúa
Miradas
17 de agosto de 1950 Hora 12:06
Con prolijidad digna de la escuela primaria, todo el mundo clavó las rodillas en los reclinatorios de los bancos cuando el Padre Ciriaco elevó los brazos al cielo concibiendo una cruz y dijo, los ojos cerrados, Oremus, aufer a nobis, quaesumus, Domine, iniquitates nostras. Per Christum Dominus nostrum. Amen. María Ursula, las largas puntas de su nueva mantilla cruzadas sobre el pecho, sobre el pecho las manos entretejidas aprisionando el misal, siempre la sonrisa torpemente descolocada en la boca, María Ursula, a quien ya se vio antes levantarse entre las primeras y que ahora considera la presión de su cuerpo sobre las rodillas, siente una sensación desconocida, siente una leve y metafísica onda que recorre su mantilla como si un aire impropio hubiera hecho su ingreso desde el atrio y ahora estuviera contagiando su miasma. Otra vez recuerda que dos filas detrás y a la derecha está la mirada, la masculina mirada perforándole la mantilla, clavándole la nuca. La mujer que se ha arrodillado al lado de la masculina mirada, que ha tomado con fuerza la mano de la mirada, que parece pretender quebrantarle dedos y uñas ya que no puede hacer lo propio con el cuello, que ha percibido la dirección exacta de la mirada porque otras veces también... esa mujer clava las uñas en la palma húmeda de la mirada, parece liberar una mínima parte de odios largamente acuñados intentando desgarrar los dedos rígidos del Pachi, guacho de mierda, hasta cuándo la vas a mirar, tanto te gustan las vírgenes. Pero hay otras miradas en esta solemne misa recordatoria. La misa se tensa de miradas que se cruzan, que se interceptan en una infinita telaraña que une, que ata, que aprieta, que aprisiona a todos los integrantes de esta especial ceremonia. María Úrsula gira su cabeza hacia atrás por un instante y percibe la telaraña de miradas. Quizás nadie más vea este fenómeno, nadie más pueda disfrutar de esta mágica visión, de esta nube de miradas cruzadas establecida sobre calvas, mantillas y gominas, de a ratos meciéndose como si hubiera vientos que la desarmaran y la volvieran a construir.
Hay miradas profundas, de miedo, de angustia, incomprendidas, y las hay tan gruesas y consistentes que, si se observa bien, a éstas se las puede ver como una red de hilos iluminados por el sol de los ventiluces que rozan el techo, el sol que denuncia al cura en su cruce con el capitán Onganía, a María Úrsula y su madre con el cura, a Pachi con Nemesio Ribonetto, a don Heriberto Gil con el comisario Payoni, y así se sigue engordando y tejiendo la doliente telaraña de miradas que enlaza tantos espíritus en guardia. Todos parecen inmersos en el temor de que aquí suceda algo extraordinario, alguna aparición extraña, alguien que llegará desde otra dimensión a castigar o a premiar, a definir de una vez por todas, la suerte de este pueblo.
Hace un rato, en el nuevo Arco, mientras se desarrollaban los fastos del centenario de la muerte del Padre de la Patria, perdida, o mejor dicho, oculta entre el numeroso público, María Ursula estuvo imaginando que podría haber miradas electrizadas o miradas piadosas. Mientras presenciaba los espesos cruces que también se habían producido en el acto, supuso entonces que habría varios que caerían fulminados y otros y otras a los que se les adornaría la cabeza con ángeles, con estrellitas, con flores, según quién los mirara. Luego del acto, María Ursula había partido en medio de la gente hacia la misa. Mientras caminaba junto a su madre, al cruzar la plaza, no pudo evitar dirigir sus ojos hacia Sotero, el hombre que supo declararle su amor. Sotero Hernández llevaba casi nueve meses de hambre, recostado contra la pared del único monumento de la plaza. Recordó el insensato desafío que allí lo sostenía, su insensata promesa, los motivos de ese ayuno interminable. Sintió como agujas de culpa clavándosele en todo el cuerpo cuando vio lo que restaba de Sotero, allí, su color amarronado, las telarañas que estaban terminando de cubrirlo y la comprensiva muerte que seguramente estaría impacientándose detrás de algún árbol.
Evangelista en misa
17 de agosto de 1950 Hora 12:07
Debajo del roble, Evangelista se despertó sobresaltada presa de un negro y recurrente sueño. Otra vez calor, llamas que la devoran, a ella y a sus crías, a sus crías y a sus padres, todos allí recibiendo el digno castigo por haber nacido. Recordando en el acto su genético instinto de guardiana se paró, saltó sobre sus cuatro patas, guau a quién hay que morder dónde estoy cuánto dormí a quién hay que asustar me dejaron sola a mí a la mejor amiga con amigos como éstos... Después de agacharse sobre los remos delanteros, casi ocultando entre ellos la cabeza, después de estirar músculos y tendones como mandan sus ancestros, se encaminó con pasos dudosos hacia la iglesia.
En el atrio estaban todos los que había visto antes de su siesta y todavía algunos más. Entre los oscuros y holgados pantalones, algunos con un brillo sólido como si hubieran nacido con él, se abrió paso hacia adentro con el hocico, guau a ver a ver dejen pasar a ver qué anda ocurriendo allá adelante. Fuera perro, qué cosa, hasta cuándo va a entrar cualquiera en esta iglesia, hasta los perros. Después de cruzar el vano de la puerta y apartar con el lomo los brillos oscuros de unos hombres que estaban clavados detrás de los bancos, se paró en medio del pasillo central, guau cuántas cabezas cuántas espaldas todos sentados qué estará pasando. Avanzó tres pasos más y entonces se detuvo en seco, las uñas que intentan clavarse en un mosaico negro, un miedo desconocido que la inunda, una rígida visión la paraliza. La perra cree ver... ve a alguien en el altar vestido de blanco sin mácula, de luz, los brazos abiertos, de espaldas, ve extraños hilos de sol enmarañados flotando en el aire, una telaraña de hilos que se entrecruzan sobre la gente sentada, también hay oscuros vahos como fumarolas que nacen de algunas cabezas, y ve otras cabezas, muy pocas, giradas hacia algún costado, pero la mayoría enfocadas hacia el hombre luz que, siempre de espaldas, se esfuerza en gestos ampulosos, todo en medio de un extraño olor como de carne quemada que le entra por la nariz y le rebalsa los pulmones. Y el hombre de blanco parado en el fondo que dice Oramus te, Domine, per merita Sanctorum tuorum, el hombre de blanco parado en el fondo que se inclina hacia adelante, el hombre de blanco parado en el fondo que ahora se ha dado vuelta y la mira desde su incomprensible altura, Dominus Vobiscum escucha Evangelista.
Un negro escalofrío le recorrió el espinazo y entonces se hizo cargo de su absoluta soledad animal, de sus trémulos dientes que interrumpían el oscuro silencio. Recibió los flechazos de varias miradas, de humanos ceños fruncidos y después, como obedeciendo a una orden celestial, todas las cabezas giraron hacia ella. Allí pudo darse cuenta de que en todas las miradas había signos de miedo, de angustia, de incertidumbre podría asegurar, como si cientos de ojos se le hubieran clavado buscando en ella quizás a Alguien que se espera con desesperación. Entonces su terror le abrazó el pescuezo y la hizo retroceder. Desandando el exacto camino que había recorrido, se pensó una estatua de sal retrocediendo, abriéndose paso con la cola, con los cuartos traseros a contrapelo, con lo que fuera, quién piensa en despeinarse ahora, le pareció que era desde el blanco infierno, desde un horno de cuerpos calcinándose desde donde miles de ojos oscuros la miraban. Por favor, otra vez este perro, cómo va uno a concentrarse en las acciones del Padre Ciriaco con esta permanente circulación de animales por entre las piernas.
En las últimas imágenes que la perra pudo discernir del sagrado ámbito, espiando por entre varios pantalones, cuando su cabeza seguía apurada a su cuerpo retrocediendo por entre las arrugas de varios pantalones, logró ver con nitidez los movimientos de la boca de un penitente ubicado al borde del pasillo a la derecha, los movimientos de esa boca enmarcada por un bigote negro y grueso partido al medio. El hombre azul noche con rayas le decía a una dama beige clarito sentada dos filas adelante, en la otra hilera de bancos, le vocalizaba en silencio una palabra incomprensible para ella. Siguió retrocediendo hasta salir del atrio, guau, quién me mandó esto no es para mí yo sólo quería ver si había lugar para esta fiel servidora guau el cielo debe ser hermoso celeste comida guau perros para elegir no quiero ir al fuego cómo se hace cómo se hace. Pobre animal, no se conoce ella misma, cree tener alma, cree tener derechos reservados sólo a los humanos, o mejor dicho a ciertos humanos. Afuera trató de relajarse aspirando nuevamente aire puro. Ya recuperada la tranquilidad, pensó en volver a su siesta, guau sí mi siesta allí adentro pasan cosas raras esa telaraña sostenida entre oscuros vahos cabezas humeantes imágenes borrosas guau las vi o me pareció sí mejor sigo la siesta todavía la misa está en lo mejor. Se recostó de nuevo en el lugar que había abandonado hacía minutos, todavía la tibieza dulce de la tierra, y se puso a pensar en la palabra que un exacto traje azul noche le había proferido a un ajustado cuerpo beige clarito, a su altiva cabeza cubierta. Lo natural sería decir que apenas cerró los ojos la perra se quedó dormida, qué otra cosa podría hacer una perra, se sabe de su innata desmemoria. No fue así, pobre animal, la naturaleza ha fallado otra vez. La palabra que había visto volar entre las hileras de bancos le repicaba ancha y consistente entre oreja y oreja, entre ojo y ojo, le subía por la nariz, se le clavaba en el fondo del paladar, le desacomodaba las neuronas de una manera inexplicable, nadie podría hacer nada por ella, una lástima, fiel amiga del hombre. Hasta el prematuro final de la misa la atormentada cuadrúpeda deberá soportar su insomnio cruel, una pegajosa sensación de vacío dominada por una palabra de cuatro letras bailándole en la punta del hocico.
Aguas milagrosas
Mirá Pachi, esto es mucho más fácil que las otras veces que viniste y no hace falta andar rezando ni pidiendo peras al olmo, dijo la mujer apoyada en la puertita de entrada a su vivienda en el barrio de la cancha. Como cada vez que se había llegado hasta aquí, el Pachi debía olvidarse de que tenía olfato, respirar quizás con la boca e intentar concentrarse en la emergencia que lo traía sin reparar en el aspecto, en los olores, y en general en la repugnancia que le producía la suciedad extrema que invadía a esta mujer y a su entorno. Se estaba fijando en su vestido mugriento y raído y en el pelo largo y blanco con restos de comida y de tierra, cuando le hizo la pregunta, la que encerraba su duda desde que decidió venir a verla. Yo hasta ahora no lo pude curar al Lito, le contestó la vieja, porque la Pancha nunca me lo quiso traer, sabés, y así le va al pobre desgraciado, sigue loco y malo y peligroso para cualquier mujer, y así va a seguir mientras no hagan lo que yo digo. Lo llevan de Ciriaco, como si con lo que él le hace o le dice se va a curar... qué se va a curar, peor va a quedar. Lo que pasa es que a esta pobre vieja nadie le hace caso, nadie me hace caso porque yo vivo acá, en este ranchito, y yo curo sólo con mis yuyitos y con la palabra. Sin embargo vos lo sabés bien, Pachi, vos sabés bien que cuando me viniste con la panza de esa piba enseguida le hicimos lo que correspondía, con los yuyos que correspondía, y bien que lo escupió a las pocas horas y sin que se entere nadie, te acordás. Y te acordás esa vez que te habían salido las verrugas ahí, ahí donde no te da el sol, te acordás, bueno, acordate que después que enterramos la carne picada que yo te refregué por las verrugas, nunca más te volvieron a salir. Pero hay muchos que no me tienen en cuenta, que no la quieren a la Vieja Arduzo y entonces van a la misa para que Ciriaco los cure, cuando ni él mismo se puede salvar ya de la enfermedad que tiene, el pobre. Y si no capaz que van del Santito Donato, que habrá sido muy buena persona acá en la tierra, pero de curar, nada, eso, de curar, nada. Bueno, pero ahora que me consultás te digo, al Lito lo que hay que hacerle son los baños. Vos sólo fijate la forma en que lo convencés para que venga una mañana para acá. Hay que aprovechar antes de que se vayan los fríos y las heladas. Avisame el día antes y ya está, yo preparo bastante agua, bastante agua caliente, como si fuera para una carneada, ¿viste? Yo enciendo la leña a eso de las cinco y así la tengo lista para cuando me lo traigás, a eso de las nueve. No le expliqués nada, total no te va a entender, o mejor decile que... qué se yo, que lo vamos a bañar para que les guste más a las chicas, para que las chicas se le tiren encima. Lo que sí, me vas a tener que ayudar a desnudarlo y a convencerlo para que meta todo el cuerpo en el agua caliente, bueno, caliente aunque no tanto como para que se queme, viste, pero sí le vamos a hacer lo más caliente que aguante. Después de cinco minutos lo sacamos y lo metemos en la bebida de las vacas que tengo atrás. Vos me vas a ayudar a tenerlo, y me controlás las aguas, la fría, si está escarchada, primero le sacás el hielo para que el Lito no se espante. Y así, le hacemos diez veces en cada agua intercalando fría y caliente, y otra vez fría y después caliente. Eso le va a hacer bien, es lo único que lo va a curar, porque el Lito tiene el cerebro con muchas rayas, sabés, tiene demasiadas rayas, y encima tiene algunas que se le cruzan. Vos viste cómo son los sesos de las vacas, tienen rayas oscuras. Bueno, el del Lito es igual, o parecido, nada más que un poco más chico. Entonces lo que hacen las aguas es ir alisándole esas rayas porque las rayas le aprietan los sesos y entonces piensa mal y hace las porquerías que hace. Yo te aseguro Pachi que en cinco o seis sesiones que le hagamos las aguas el Lito queda curado, convencelo mañana mismo, a vos te cree, te quiere, me parece que a vos te hace caso a cualquier cosa que le digás. Después del tratamiento, si querés decir que lo curó tu santo, o tu noviecita como decís vos, mientras me pagués, a mí no me importa. Y si querés te puedo seguir dando soluciones. Y a este milagro sí que lo vas a poder anunciar con bombos y platillos con la anticipación que quieras, si eso es lo que te preocupa, si querés decir que fue una curación de la María Úrsula, decilo nomás.
Los trapecistas a salvo
Señoooreees y señoooraaas. Respetable público de esta progresista localidad, por favor Berenjena no se cruce que estamos terminando de tensar la red. Bien, decía, respetable público de Ordóñez. Ahora, como número final, antes del dramaaaa, tengo el incomparable honor de presentar a todos ustedeeees, que suenen las trompetas, presentarles el número esperado por todoooos. Señoreeees, con ustedeeeees, loooooos trapecistaaaaas. Más fuerte las trompetas. Aquí están. Capaces de hacer detener el corazón con sus acrobacias. Dueños de un coraje a toda prueba. Aquilatando años de ensayo para llegar al cenáculo de los elegidos. Después de haber mostrado sus proezas por el viejo continente. Después de haber obtenido un rotundo éxito en Buenos Aireeees, tengo el sumo placer de presentarles aaaaa..., Los Dioseeees dellll Trapecioooo... Los recibimos con un fuerte aplausoooooo. Gracias. Gracias. Guau menos mal alcancé a colarme justo guau un agujero de la carpa rota la carpa ese milico una patada me tiró una patada me erró milico tenía que ser. Guau me perdí lo mejor de Berenjena y Remolacha por lo menos acá veo bien los tipos éstos están locos pruebas entre las sogas guau y las luces mamma mía un día se van a enredar y a mí no me digan nada yo les avisé después tengo la culpa de todo siempre hay alguno se la agarra con nosotras. Guau me perdí las pruebas de los leones aunque ver sufrir así pobres bestias guau ya demasiado tengo que mirar para otro lado paso por el patio del circo los veo ahí en las jaulas ganas de llorar igual los tres elefantes pobres elefantes grandotes sí que no se puede mirar. Bueno pero ahora yo me quedo acá al ladito de la silla de la María Ursula guau nadie moleste mirar para arriba un rato. Qué plato todos con los cogotes arqueados para arriba todos en la punta de la silla todos que no sea que alguno se caiga más abajo de la red no van a llegar con la red cualquiera qué plato alguno se zafara. No no puede ser allá atrás de todo contra la lona atrás está el Pachi guau con una mujer el Pachi no mira a los trapecistas se pierde lo mejor si será tonto le dolerá el cogote la mira a la María Úrsula los ojos grandísimos la sigue mirando cómo la mira. Ella no le da bolilla ella sí mira para arriba qué raro si la María Úrsula a veces con él. Mejor me dedico a mirar a los cosos éstos si aprendo alguna pirueta. La madonna para no caerse guau llegar juntos juntos juntos en el mismo lugar del aire de arriba de la carpa agarrarse tan justo en el aire da algo de julepe miedo mirar yo ni loca mejor descanso. De aquel lado también está la Magdalena no mira para arriba qué raro lo mira al Pachi también se pierde a los cosos estos escribe algo siempre escribiendo guau qué difícil debe ser para algo en el Unión no del Pachi no del circo pero entonces que mire para arriba qué va a sacar qué va a escribir mirándolo siempre al Pachi lo único que sabe es mirarla a la María Úrsula. Raro cómo mira la María Úrsula para arriba está concentrada ni se le mueven las patas ni las orejas ni el morro ni los ojos guau como de piedra de fierro ya sé tiene miedo porque han sacado la red los cosos se van a tirar sin la red ay mamita yo no miro no miro no quiero mirar no mirés María Ursula no mirés a ver si se caen tengo un presentimiento María Ursula no mirés María Ursula a soñar después mejor me tapo los ojos. Ay cuidado qué pasó todos se levantaron de golpe qué pasó los cosos no están arriba guau se soltaron ahora están acostados en el aire a la altura de la red una nube transparente en medio de una nube transparente cómo puede ser pero si la red no está los tipos ahora se paran en el aire pero la red no está guau están flotando dentro de la nube no entienden pobres se miran no les falta nada no lastimados ojos grandotes miran para abajo la gente la boca abierta todo el mundo las manos en el morro menos la María Ursula se quedó sentada se ríe se ríe para ella me parece le dice algo a la madre sigue sentada para mí fue la María Ursula algo hizo los ojos la mirada fija para arriba sí estoy segura fue la María Ursula guau a mí no me la cuentan los tipos se salvaron la nube ya no está quién escondió la nube. Todo el mundo aplaude todos respiran mucho se ríen todos hablan y comentan no el Pachi no el Pachi viene para acá la María Ursula lo ve y se va para el otro lado otro rincón guau la lleva a la madre del brazo y se va a buscar espérenme yo también voy agarra una silla para ir rápido del otro lado de la carpa el escenario para ver el Drama yo también voy vamos vamos a guardarnos un buen lugar no me quiero perder "Mate Cosido" guau otro circo que vino ya la dio esa vez me gustó mucho los actores muy macanudos los actores en los personajes vamos a ver si éstos también.
OPINION El aliado que faltaba
Por Luis Bruschtein
Aunque sus andanadas han sido contra el kirchnerismo, la más afectada por la carrera de la chaqueña ha sido la UCR. Las críticas de Carrió no han hecho demasiada mella en la Casa Rosada. Al revés: hacen que el universo más independiente y aquel relativamente próximo al kirchnerismo sospechen y descrean de las denuncias de corrupción de los medios opositores. Sobreactuación y pocas pruebas terminan fortaleciendo al oficialismo. Pero así como el kirchnerismo permanece indemne, desde que fue designada constituyente en 1994 de la mano del alfonsinismo, cada paso que dio fue letal para la fuerza que la trajo al mundo de la política y para todos los partidos y alianzas opositoras en las que participó.
Elisa Carrió ha sido candidata presidencial en 2003, 2007 y 2011. Cada vez dijo que no quería, pero que la obligaban “el pueblo” o las circunstancias o que lo hacía por un deber moral, y no perduró ninguna de las alianzas que armó para todas las elecciones legislativas o presidenciales que se sucedieron en estos años. Las alianzas abarcaron todo el arco político, desde el centroizquierda con socialistas y radicales, hasta el centroderecha, con Alfonso Prat Gay y Patricia Bullrich. El que faltaba era Mauricio Macri, con quien ahora anunció sus coincidencias. En su biografía autorizada señala que el ARI y después la Coalición Cívica priorizaron las conductas personales sobre la ideología. Eso le da una movilidad ideológica que no tienen los demás, pero la hace menos creíble para proponer un proyecto de país.
En este caso, su propia actitud tiende a mostrar lo contrario de lo que está planteado en sus basamentos políticos, porque tiene coincidencias ideológicas con Macri, pero ella misma ha sido muy crítica de las conductas personales del jefe de Gobierno y lo ha denunciado públicamente como corrupto. Desde el macrismo tratan de minimizar esa historia y como están seguros de que no ganará la interna, le prometen que será procuradora general de la Nación cuando Macri sea presidente. En todo caso, la dirigente que promueve su perfil de guardián de la República va como aliada del único candidato que está procesado en una causa grave ante la Justicia. El primer jefe de seguridad y de la Policía Metropolitana, el Fino Palacios, también ha sido procesado, y ya está elevado a juicio oral, por espiar a familiares de víctimas del atentado contra la AMIA. Si se aplica la lógica que Carrió les aplica a los demás, la chaqueña se estaría prestando para que un candidato procesado por la Justicia busque impunidad a través de ella al convertirla en su propio jefe de fiscales.
En toda esta maniobra que algunos dicen que la chaqueña comenzó a tejer con Gabriela Michetti en el casamiento de Esmeralda Mitre y Darío Lopérfido (que acaba de asumir como funcionario de Macri), el objetivo central era arrastrar una porción institucional de la UCR a través de la figura de Ernesto Sanz, presidente del comité nacional partidario. Era una manera de herir de muerte al FA-Unen –que ya había pasado a ser un adversario–, y darle competitividad a la candidatura de Macri. La maniobra involucraba a la derecha del radicalismo, fuerte en Córdoba pero que irradia también hacia Mendoza, de donde es Sanz. El jefe de Gobierno porteño mide bien en el distrito cordobés y los jefes radicales dan por ganada su elección en la capital provincial. Con Macri candidato piensan que pueden ganar la provincia.
Todo depende de lo que haga Sanz, aunque Carrió por sí misma funcionará para consolidar la fuerte sangría de votos radicales que ya optaron por Macri en el distrito porteño y que lo harán en esta elección en el conurbano bonaerense y en el resto del país. El radicalismo disputa su electorado con Carrió y con Macri. Los dos aliados son más perjudiciales para el radicalismo que para el kirchnerismo y aunque no habla bien de la lealtad o del rigor ético de la dirigente chaqueña, ya se ha convertido en proverbial su capacidad para destruir a sus aliados recientes, sean cuales fueren.
› OPINION En Río de Janeiro, el cielo es un peligro
Por Eric Nepomuceno
Río de Janeiro, ciudad emblemática de Brasil, vive una paradoja. La gente mira hacia los cielos en espera de alguna lluvia, y nada. Y, de repente, sin que nadie sepa ciertamente de dónde vino la cosa, una bala venida de esos mismos cielos le da a alguien, en general una bala de fusil.
Si los cielos son avaros con el agua, andan bastante pródigos con las balas, al menos en lo que va de este verano.
Son las llamadas “balas perdidas”, o sea, en algún tiroteo entre narcotraficantes y policía, o entre narcotraficantes y narcotraficantes, alguien, que no tiene nada que ver ni con unos ni con otros, es alcanzado. En otras palabras: usted llega a su casa, se quita los zapatos, enfunda los pies en unas hawaianas, se dirige a la cocina buscando una modesta pero sincera cerveza bien fría, y listo: le clavan, a una distancia desconocida y en un silencio respetuoso, un plomazo en el cuerpo.
La cuenta se pierde. Hasta la madrugada del pasado viernes, 31 de enero, se contaban 32 víctimas de balas perdidas en Río en lo que va del año. Pero, ojo: eso no en todo el mes. Solamente en 23 días, porque hubo días en que los disparadores se distrajeron y solo se dieron entre sí.
Hay guerra entre facciones criminales en varios cerros y favelas de Río. Hay una policía corrupta y que, además, viene de sufrir recortes drásticos en su presupuesto. Por ejemplo: a fines de enero, la Policía Militar de Río, para quedarme con un solo ejemplo, debía 19 millones de reales –o sea, unos 6 millones 500 mil dólares– en cuentas de teléfono, agua, luz y gas. En los cerros y en las barriadas de las zonas pobres de la ciudad, este estrés cobra su precio.
Todos, o casi todos, por cierto, lejos de la zona sur, la región dorada de los bien nacidos, que incluye, entre otros barrios, a Leblon, Ipanema, Gávea, Lagoa y Jardín Botánico, donde está el metro cuadrado más caro de toda América latina. Pero en las zonas norte y oeste y en las periferias donde, a propósito, el calor es más infernal que en otras partes de la ciudad, del cielo caen balas mientras se espera la lluvia.
Cada día que pasa mueren seis brasileños por hora. Ningún país que no viva una etapa de guerra interna tiene tantos muertos por violencia al año como Brasil: más de 53 mil en 2013, un macabro promedio de 6,11 personas por hora. Una cada diez minutos, y quedan esos raros 0,11 para quien quiera hacer cuentas precisas.
Son datos que se refieren a homicidios, latrocinios (que es como el raro idioma jurídico se refiere al robo seguido de muerte), y –vuelve el léxico raro– “lesiones corporales seguidas de muerte”.
Resumiendo: un muerto a cada diez minutos. Es menos, mucho menos, que en Honduras o Venezuela, especialmente Caracas. Pero ese dato no serviría de consuelo a ningún huérfano, ninguna viuda, a nadie que haya perdido a alguien. Estás en tu casa y páfate, bala perdida. Si eres rico y vives en la zona sur, tus chances aumentan mucho. Si no, bueno, lamento.
La cuestión es saber si lo de las balas perdidas es una característica de Río, pero la verdad es que no. La policía mata, cada día que pasa, a seis personas en Brasil. Es decir: una cada cuatro horas. Un índice que supera a los de cualquier otro país. Ahora que sabemos todos que ya no somos los mejores del mundo en el fútbol, al menos nos queda el dolorido consuelo de saber que somos los de la policía más asesina del mundo.
La policía brasileña mata seis veces más que la de los Estados Unidos, que lejos está de ser mencionada como ejemplo de rigor y civilidad. Datos concretos: la policía brasileña mató, en cinco años, más que la norteamericana en treinta. Entre 2009 y 2013, la policía brasileña mató a 11.197 personas. En treinta años, la policía norteamericana mató a 11.090 personas.
Se sabe que criminales son reclutados por las diferentes facciones que ocupan los cerros y las favelas de Río, para quedarnos apenas en mi ciudad. Se sabe que buena parte de favelas y cerros son copados por las “milicias”, es decir, paramilitares (que incluyen bomberos: y pensar que hubo un tiempo en que en los desfiles de las fechas patrias los bomberos eran los únicos aplaudidos...).
Se sabe que tanto unos como otros, es decir, narcotraficantes como milicianos, tratan de reforzar sus huestes, ofreciendo el oro y el moro y algo más a jóvenes marginados. La violencia forma parte del cotidiano, y me hace gracia cuando veo amigos de Montevideo, o Buenos Aires, o Santiago, hablando de los peligros que enfrentan.
Soy un privilegiado. En mi calle, en mi barrio, al menos en estos últimos días, no pasó nada. No cayó nada del cielo, ni balas perdidas ni gotas de lluvia. Mejor así, aunque una lluviecita, por más floja que fuera, vendría bien
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