viernes, 7 de noviembre de 2014
MARIA ROSA LOJO HABLA DE SU NOVELA TODOS ERAMOS HIJOS “Los libros nos hacen sentir incómodos con la realidad”
“La duda nos impide el fanatismo, nos impide creérnosla. Es un lugar incómodo que nos deja pensando en otras posibilidades.”
La escritora María Rosa Lojo retrata la adolescencia en los años '70 a través de la mirada de Frik, una joven desajustada. Pero hay mucho del pasado de la propia autora entre esas esquirlas políticas, religiosas y familiares que aparecen en la narración.
Por Silvina Friera
El teatro del mundo suele ser incomprensible. Ser joven en los años ’70, cuando las piezas del rompecabezas estaban orientadas por el fervor de la militancia revolucionaria y la lucha armada, no fue fácil. Frik, una adolescente descolocada, desajustada, incómoda, termina en 1971 la escuela secundaria en el Sagrado Corazón de Jesús de Castelar, uno de los colegios donde se difundieron las conclusiones del Concilio Vaticano II, los Documentos de Medellín y los principios de la Teología de la Liberación. El grupo de teatro organizado por la profesora Elena Santos y el padre Juan Aguirre decide representar una obra de Arthur Miller, pieza iluminadora para Frik, que pronto descubrirá en las palabras, en la literatura, una casa que ella transportará “como lleva el caracol su cubierta móvil”. En Todos éramos hijos (Sudamericana), María Rosa Lojo reconstruye ese pasado complejo, atravesado por las esquirlas políticas, religiosas y familiares, desde una intimidad comprometida con los desgarros existenciales. El desdoblamiento narrativo –una tercera persona que orbita entre la adolescente y la mujer adulta que vuelve sobre los documentos, las fotografías y el andamiaje de todos los libros que escribió– y la distancia temporal le permiten asediar esos recuerdos para transfigurarlos en el tapiz de la ficción.
“Vivos y muertos, padres y alumnas, se codeaban en la foto desteñida de fin de curso, el único lugar donde todos podían, aún, compartir un espacio sobre la tierra”, se lee en una parte de esta novela, una ficción autobiográfica enlazada con Arbol de familia por ese hilo tan delicado como inquietante que va de la locura de Ana, la madre de Frik, a la locura de su hermano Fito. Dos compañeras de colegio de Lojo que desaparecieron durante la dictadura cívico-militar están representadas por los personajes de Silvia y Andrea en Todos éramos hijos. “Alguna frase real hay de Silvia, que se llamaba de otra manera. Me acuerdo de una en particular, cuando dijo que le importaba hacer algo concreto y útil por las personas, así fuera clavar un clavo en una pared; era un personaje que buscaba acciones que modificaran el mundo y que contrastaba con Frik, más especulativa, más introvertida, más dada a problematizar y a reflexionar”, cuenta la escritora en la entrevista con Página/12.
“El pasado es un documento que nunca está cerrado porque lo reinterpretamos todo el tiempo. La relectura de ese documento nos lleva a la vida; en la medida en que lo reinterpretamos, podemos modificarlo también, porque los hechos son construidos y hay que reelerlos para reconstruirlos. Esto es lo que hacemos todos con nuestras memorias personales”, plantea Lojo. “Cuando escribía la novela, pensaba en todos los jóvenes de hoy. Era importante escribir Todos éramos hijos para que supieran cómo fuimos los jóvenes de entonces y para acompañarlos en su tránsito por la adolescencia y la juventud. Algunas cosas son muy distintas porque cambiaron las circunstancias históricas, pero otras no. La angustia que se tiene en la etapa de la adolescencia sigue siendo una angustia muy grande. Muchos adolescentes se preguntan las cosas que se pregunta Frik, y algunos se sienten marginales o perdedores.”
–El personaje de Frik atraviesa por muchas de las experiencias que vivió usted, ¿no?
–Sí, sobre todo las dos primeras partes, la de la escuela, la misma obra de teatro de (Arthur) Miller que representamos, Todos eran mis hijos, y no sólo ésa sino también La muerte de un viajante. El clima de época que vivió mi generación está en la novela; los valores y los tabúes que dominaban en ese momento, las discusiones y la manera en que enfocábamos el mundo. El personaje que lleva la carga de la mirada narradora, que es Frik, tiene que ver con la adolescente que fui en aquel momento, con todas las reservas del caso. Es lo que uno interpreta desde hoy; no hay forma de resucitar el pasado. El pasado es lo que creemos que fue el pasado en el presente. Todos éramos hijos es una novela de balance de vida.
–¿Por qué la novela está estructurada en actos como si fuera una obra teatral?
–El teatro es un hilo vertebrador y parte de la explicación está en las palabras del padre Aguirre cuando los convoca a representar la obra: el teatro como gran espejo de la interioridad, como conocimiento de uno mismo, como caída en la profundidad. Al inverso de la caverna platónica, que es el mundo de la ignorancia, el teatro –que también es una especie de caverna– es el acceso a una revelación. Eso es lo que les va ocurriendo a los personajes. Son revelaciones dolorosas, revelaciones del desamparo, de su propia impotencia frente a muchas cosas. El teatro me pareció un vehículo interesantísimo para marcar estas fragilidades. Es una novela coral, con mucho diálogo, con muchas voces contrapuestas, donde todo se debate y se discute, con un hálito trágico porque suceden cosas irreparables que sólo se pueden volver a pensar y a imaginar en un plano simbólico, en el final de la novela. El reencuentro con los muertos sucede en ese plano, en el de la imaginación y la voluntad reparadora, pero lo que ha ocurrido es una tragedia.
–”Todas las generaciones serán juzgadas por sus propios hijos, hagan lo que hagan”, dice el padre Aguirre.
–Los jóvenes se enfrentaban con los propios padres, como es habitual, y con el mundo que esos padres habían dejado que existiera; un mundo que se percibía lleno de desigualdades, de injusticias, de deformidades. Esa generación lo había aceptado así y eso extremó los enfrentamientos habituales en algunos jóvenes. No todos los jóvenes fueron militantes ni revolucionarios, pero hubo un clima de época en el que se creía que los cambios sociales eran posibles y casi inmediatos. Esa fue la gran fantasía utópica de que todo era alcanzable, que estaba a la vuelta de la esquina y que la juventud iba a hacer lo que los viejos no pudieron hacer o no quisieron. Todo esto contribuyó a que se exacerbaran las contraposiciones entre una generación y otra, más teniendo en cuenta que muchos padres de clase media habían sido antiperonistas. Los padres de izquierda también, y eso lo digo por experiencia propia. En general había una mayoría de padres antiperonistas que tenían muchos motivos para oponerse al peronismo como fenómeno. Antonio, el padre de Frik, veía a Perón como un líder de masas cercano a Franco, amigo de dictadores, que no les iba a dar cabida a los jóvenes revolucionarios peronistas.
–¿Cómo vivió los momentos previos a la muerte de Perón?
–La muerte de Perón produjo una terrible orfandad para los que habían creído en él, sin duda. Pero también para los que habían creído y se habían desengañado, porque el vacío que dejaba era inmenso. López Rega no era el modelo para llenarlo; Isabel tampoco. No había ningún reemplazante en el horizonte. Si bien los jóvenes se habían enojado con Perón, con él era posible dialogar, y tal vez hubiera dialogado de haber vivido más tiempo; existía esa posibilidad de un reencuentro entre los jóvenes y Perón, pero la historia no fue así. La muerte de Perón fue muy traumática.
–“Militar o no militar” parecía ser el dilema hamletiano de los jóvenes de los ’70, ¿no?
–Sí. Por mi carácter personal y mi formación, yo no era una persona inclinada a la militancia política, menos aún a la militancia armada. Siempre pensé que mi compromiso con la sociedad pasaba por otro lado, aunque no sin culpa, porque las ideas fuerza de ese tiempo eran las ideas revolucionarias. Por momentos, la persona que no hacía un trabajo social o no militaba, se sentía inútil. ¿Qué puedo hacer por la sociedad? Me costó bastante tiempo aceptar quién era yo y que podía trabajar por la sociedad desde otro lugar, que no era el de la revolución ni las armas. Que era el lugar de la duda, que lo sigo defendiendo hoy en día, con todo lo saludable que tiene la duda. La duda nos impide el fanatismo, nos impide creérnosla. La duda es un lugar incómodo que nos deja pensando en otras posibilidades. Una duda, claro, que no paralice. Mi crecimiento fue aceptar que el aporte que podía hacer a la sociedad era intelectual. Y que no era un aporte inútil, porque también hay un cambio de las conciencias. Siempre pensé que los libros cambian las vidas de las personas. Que leerlos y escribirlos cambian la vida. Los libros nos hacen sentir incómodos con la realidad. Frik es una desajustada en el mundo y ese desajuste es insoportable, hasta el punto de llevarla a preguntarse si vale la pena seguir viviendo, una pregunta que se hacen muchos adolescentes. Esta es una novela sobre la adolescencia y sus crisis en los años ’70. Mis crisis fueron bastante violentas. Como Frik, yo tuve anorexia y casi me muero... Finalmente uno acepta la incomodidad de vivir y la falta de respuestas absolutas, que no implica bajar los brazos ni dejar de tener fe en la acción limitada que somos capaces de realizar. En un momento, en la novela, el padre Aguirre se pregunta por qué lo buscan, antes de exiliarse a México, si es una persona común. Y su ex compañero de escuela le dice: “Ninguna revolución se hace sin las personas comunes”. Yo creo en eso: los cambios los producimos todos. Y los libros y el pensamiento pueden producir esos cambios.
–Quizá la duda era insoportable al principio de los años ’70, un tiempo marcado por un puñado de certezas muy fuertes, ¿no?
–Sí, yo me sentía una persona marginal al centro, donde ocurrían todas las cosas. La certidumbre era un modo de exorcizar esa carga de angustia que se tiene en la adolescencia: ¿quién soy?, ¿adónde voy?, ¿para qué estoy en este mundo?, ¿qué puedo hacer? El tener una convicción tan firme, que en muchos casos se asociaba a la fe religiosa, te colocaba en el mundo de una manera asertiva muy tranquilizadora, porque estabas para algo concreto. Mientras que los que no estábamos en esa posición no nos sentíamos ni tan útiles ni con un destino tan claro. Era mucho más difícil... El padre de Frik perdió en la Guerra Civil Española y ella se percibe como extranjera porque sus padres sienten que están de paso en la Argentina y van a volver a España cuando todo cambie. Uno de los problemas que tiene Frik es aceptar que ella se puede quedar en el país, que puede tener otro destino. Esta es una de las grandes cargas del libro: los deseos de los padres que pesan también sobre los destinos de los hijos. No como mandatos, ni crueles ni obligatorios, pero sí como fuerzas de presión inconsciente que hacen que algunos hijos se sientan inclinados a cumplir lo que los padres no hicieron, mientras que otros hijos eligen un camino de rebelión abierta, que también es hacer lo que los padres no hicieron de otro modo. Si mi padre fue un gorila, yo voy a ser todo lo contrario. O como Frik: si mi padre no pudo estudiar, yo voy a estudiar para tener un destino mejor que el que él tuvo.
–En esta novela, como en la anterior, se despliegan las tensiones con la madre y cómo afecta a la protagonista la progresiva locura de su madre y de su hermano. ¿Cómo explica esta deriva?
–Mi mamá se empezó a deteriorar cuando su propia madre murió, en el año ’70. Si miro hacia atrás para ver cuándo empezó todo, creo que fue en ese momento. Todo tenía que ver con las pérdidas: la pérdida de la tierra; la pérdida de la propia belleza, algo que era muy valorado por ella, que era muy hermosa y que tenía aspiraciones que no pudo realizar; la pérdida del primer novio muerto, que está en Arbol de familia, que ella no puede resolver y que provoca el abandono de los propios hijos que quedan a la deriva. No son niños, pero todavía la necesitan... Una novela como ésta se escribe con bastante distancia temporal, porque los hilos del tapiz no los tenés encima, sino que el tapiz se completó en muchos aspectos y lo ves a la distancia. Uno de mis proyectos futuros es escribir sobre Fito. Mi hermano fue un niño muy perturbado que también me perturbó a mí. No hay explicaciones definitivas; es un psicótico compensado que vive en un hotelito frente al Borda, como muchos pacientes externados, juega mucho al ajedrez y vende útiles en Puan. Milita en el Partido Obrero; es el único budista-trotskista que conozco... La enfermedad mental es un asunto delicado. La sociedad contiene bastante poco a los pacientes y a las familias; se tiene miedo y es un tema que se lo intenta esconder bajo la alfombra. Quizás el próximo libro que escriba tenga que ver con lo que significa la locura en una familia.
Textual
Allí, en las cajas, latían los documentos: las fotografías y las fotocopias, los apuntes y los recortes de prensa, el andamiaje de todos los libros que había escrito y también las huellas de lo que había leído. Algunas no habían sido visitadas en añrciana que no había aprendido todavía ninguna de las lenguas terrestres.
“Dejar de huir”, se ordenó la vieja Frik. Y abrió la caja semioculta en la última biblioteca.os. Quizá porque enmascaraban, con su neutralidad de oficina, un territorio minado en el que cualquier contacto azaroso, cualquier pisada en falso, podría pulverizar las capas protectoras que el tiempo había ido depositando sobre ellas, recubriéndolas de una cáscara lisa y dura de estalagmita. Entonces, otra vez, desnuda como una larva, y tan indefensa, quedaría en carne viva, frente a la luz sin filtrar de la mañana, la joven Frik: el vampiro albino, con sus transparentes e inútiles alas de mariposa, la ma
* Fragmento de Todos éramos hijos (Sudamericana), página 142.
La ficha
María Rosa Lojo, doctora en Letras por la UBA e investigadora principal del Conicet, es autora de una destacada obra literaria y académica. Ha publicado las novelas La pasión de los nómadas, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Las libres del Sur, Finisterre y Arbol de familia; los cuentos de Historias ocultas de la Recoleta, Amores insólitos y Cuerpos resplandecientes. Bosque de ojos reúne sus microficciones líricas. Obtuvo el Premio del Fondo de las Artes en cuento (1985) y en novela (1986), el Primer Premio Municipal de Buenos Aires Eduardo Mallea en narrativa 1996 y el Diploma al Mérito Konex, entre otros.
05/11/14 Página|12
La escritora María Rosa Lojo retrata la adolescencia en los años '70 a través de la mirada de Frik, una joven desajustada. Pero hay mucho del pasado de la propia autora entre esas esquirlas políticas, religiosas y familiares que aparecen en la narración.
Por Silvina Friera
El teatro del mundo suele ser incomprensible. Ser joven en los años ’70, cuando las piezas del rompecabezas estaban orientadas por el fervor de la militancia revolucionaria y la lucha armada, no fue fácil. Frik, una adolescente descolocada, desajustada, incómoda, termina en 1971 la escuela secundaria en el Sagrado Corazón de Jesús de Castelar, uno de los colegios donde se difundieron las conclusiones del Concilio Vaticano II, los Documentos de Medellín y los principios de la Teología de la Liberación. El grupo de teatro organizado por la profesora Elena Santos y el padre Juan Aguirre decide representar una obra de Arthur Miller, pieza iluminadora para Frik, que pronto descubrirá en las palabras, en la literatura, una casa que ella transportará “como lleva el caracol su cubierta móvil”. En Todos éramos hijos (Sudamericana), María Rosa Lojo reconstruye ese pasado complejo, atravesado por las esquirlas políticas, religiosas y familiares, desde una intimidad comprometida con los desgarros existenciales. El desdoblamiento narrativo –una tercera persona que orbita entre la adolescente y la mujer adulta que vuelve sobre los documentos, las fotografías y el andamiaje de todos los libros que escribió– y la distancia temporal le permiten asediar esos recuerdos para transfigurarlos en el tapiz de la ficción.
“Vivos y muertos, padres y alumnas, se codeaban en la foto desteñida de fin de curso, el único lugar donde todos podían, aún, compartir un espacio sobre la tierra”, se lee en una parte de esta novela, una ficción autobiográfica enlazada con Arbol de familia por ese hilo tan delicado como inquietante que va de la locura de Ana, la madre de Frik, a la locura de su hermano Fito. Dos compañeras de colegio de Lojo que desaparecieron durante la dictadura cívico-militar están representadas por los personajes de Silvia y Andrea en Todos éramos hijos. “Alguna frase real hay de Silvia, que se llamaba de otra manera. Me acuerdo de una en particular, cuando dijo que le importaba hacer algo concreto y útil por las personas, así fuera clavar un clavo en una pared; era un personaje que buscaba acciones que modificaran el mundo y que contrastaba con Frik, más especulativa, más introvertida, más dada a problematizar y a reflexionar”, cuenta la escritora en la entrevista con Página/12.
“El pasado es un documento que nunca está cerrado porque lo reinterpretamos todo el tiempo. La relectura de ese documento nos lleva a la vida; en la medida en que lo reinterpretamos, podemos modificarlo también, porque los hechos son construidos y hay que reelerlos para reconstruirlos. Esto es lo que hacemos todos con nuestras memorias personales”, plantea Lojo. “Cuando escribía la novela, pensaba en todos los jóvenes de hoy. Era importante escribir Todos éramos hijos para que supieran cómo fuimos los jóvenes de entonces y para acompañarlos en su tránsito por la adolescencia y la juventud. Algunas cosas son muy distintas porque cambiaron las circunstancias históricas, pero otras no. La angustia que se tiene en la etapa de la adolescencia sigue siendo una angustia muy grande. Muchos adolescentes se preguntan las cosas que se pregunta Frik, y algunos se sienten marginales o perdedores.”
–El personaje de Frik atraviesa por muchas de las experiencias que vivió usted, ¿no?
–Sí, sobre todo las dos primeras partes, la de la escuela, la misma obra de teatro de (Arthur) Miller que representamos, Todos eran mis hijos, y no sólo ésa sino también La muerte de un viajante. El clima de época que vivió mi generación está en la novela; los valores y los tabúes que dominaban en ese momento, las discusiones y la manera en que enfocábamos el mundo. El personaje que lleva la carga de la mirada narradora, que es Frik, tiene que ver con la adolescente que fui en aquel momento, con todas las reservas del caso. Es lo que uno interpreta desde hoy; no hay forma de resucitar el pasado. El pasado es lo que creemos que fue el pasado en el presente. Todos éramos hijos es una novela de balance de vida.
–¿Por qué la novela está estructurada en actos como si fuera una obra teatral?
–El teatro es un hilo vertebrador y parte de la explicación está en las palabras del padre Aguirre cuando los convoca a representar la obra: el teatro como gran espejo de la interioridad, como conocimiento de uno mismo, como caída en la profundidad. Al inverso de la caverna platónica, que es el mundo de la ignorancia, el teatro –que también es una especie de caverna– es el acceso a una revelación. Eso es lo que les va ocurriendo a los personajes. Son revelaciones dolorosas, revelaciones del desamparo, de su propia impotencia frente a muchas cosas. El teatro me pareció un vehículo interesantísimo para marcar estas fragilidades. Es una novela coral, con mucho diálogo, con muchas voces contrapuestas, donde todo se debate y se discute, con un hálito trágico porque suceden cosas irreparables que sólo se pueden volver a pensar y a imaginar en un plano simbólico, en el final de la novela. El reencuentro con los muertos sucede en ese plano, en el de la imaginación y la voluntad reparadora, pero lo que ha ocurrido es una tragedia.
–”Todas las generaciones serán juzgadas por sus propios hijos, hagan lo que hagan”, dice el padre Aguirre.
–Los jóvenes se enfrentaban con los propios padres, como es habitual, y con el mundo que esos padres habían dejado que existiera; un mundo que se percibía lleno de desigualdades, de injusticias, de deformidades. Esa generación lo había aceptado así y eso extremó los enfrentamientos habituales en algunos jóvenes. No todos los jóvenes fueron militantes ni revolucionarios, pero hubo un clima de época en el que se creía que los cambios sociales eran posibles y casi inmediatos. Esa fue la gran fantasía utópica de que todo era alcanzable, que estaba a la vuelta de la esquina y que la juventud iba a hacer lo que los viejos no pudieron hacer o no quisieron. Todo esto contribuyó a que se exacerbaran las contraposiciones entre una generación y otra, más teniendo en cuenta que muchos padres de clase media habían sido antiperonistas. Los padres de izquierda también, y eso lo digo por experiencia propia. En general había una mayoría de padres antiperonistas que tenían muchos motivos para oponerse al peronismo como fenómeno. Antonio, el padre de Frik, veía a Perón como un líder de masas cercano a Franco, amigo de dictadores, que no les iba a dar cabida a los jóvenes revolucionarios peronistas.
–¿Cómo vivió los momentos previos a la muerte de Perón?
–La muerte de Perón produjo una terrible orfandad para los que habían creído en él, sin duda. Pero también para los que habían creído y se habían desengañado, porque el vacío que dejaba era inmenso. López Rega no era el modelo para llenarlo; Isabel tampoco. No había ningún reemplazante en el horizonte. Si bien los jóvenes se habían enojado con Perón, con él era posible dialogar, y tal vez hubiera dialogado de haber vivido más tiempo; existía esa posibilidad de un reencuentro entre los jóvenes y Perón, pero la historia no fue así. La muerte de Perón fue muy traumática.
–“Militar o no militar” parecía ser el dilema hamletiano de los jóvenes de los ’70, ¿no?
–Sí. Por mi carácter personal y mi formación, yo no era una persona inclinada a la militancia política, menos aún a la militancia armada. Siempre pensé que mi compromiso con la sociedad pasaba por otro lado, aunque no sin culpa, porque las ideas fuerza de ese tiempo eran las ideas revolucionarias. Por momentos, la persona que no hacía un trabajo social o no militaba, se sentía inútil. ¿Qué puedo hacer por la sociedad? Me costó bastante tiempo aceptar quién era yo y que podía trabajar por la sociedad desde otro lugar, que no era el de la revolución ni las armas. Que era el lugar de la duda, que lo sigo defendiendo hoy en día, con todo lo saludable que tiene la duda. La duda nos impide el fanatismo, nos impide creérnosla. La duda es un lugar incómodo que nos deja pensando en otras posibilidades. Una duda, claro, que no paralice. Mi crecimiento fue aceptar que el aporte que podía hacer a la sociedad era intelectual. Y que no era un aporte inútil, porque también hay un cambio de las conciencias. Siempre pensé que los libros cambian las vidas de las personas. Que leerlos y escribirlos cambian la vida. Los libros nos hacen sentir incómodos con la realidad. Frik es una desajustada en el mundo y ese desajuste es insoportable, hasta el punto de llevarla a preguntarse si vale la pena seguir viviendo, una pregunta que se hacen muchos adolescentes. Esta es una novela sobre la adolescencia y sus crisis en los años ’70. Mis crisis fueron bastante violentas. Como Frik, yo tuve anorexia y casi me muero... Finalmente uno acepta la incomodidad de vivir y la falta de respuestas absolutas, que no implica bajar los brazos ni dejar de tener fe en la acción limitada que somos capaces de realizar. En un momento, en la novela, el padre Aguirre se pregunta por qué lo buscan, antes de exiliarse a México, si es una persona común. Y su ex compañero de escuela le dice: “Ninguna revolución se hace sin las personas comunes”. Yo creo en eso: los cambios los producimos todos. Y los libros y el pensamiento pueden producir esos cambios.
–Quizá la duda era insoportable al principio de los años ’70, un tiempo marcado por un puñado de certezas muy fuertes, ¿no?
–Sí, yo me sentía una persona marginal al centro, donde ocurrían todas las cosas. La certidumbre era un modo de exorcizar esa carga de angustia que se tiene en la adolescencia: ¿quién soy?, ¿adónde voy?, ¿para qué estoy en este mundo?, ¿qué puedo hacer? El tener una convicción tan firme, que en muchos casos se asociaba a la fe religiosa, te colocaba en el mundo de una manera asertiva muy tranquilizadora, porque estabas para algo concreto. Mientras que los que no estábamos en esa posición no nos sentíamos ni tan útiles ni con un destino tan claro. Era mucho más difícil... El padre de Frik perdió en la Guerra Civil Española y ella se percibe como extranjera porque sus padres sienten que están de paso en la Argentina y van a volver a España cuando todo cambie. Uno de los problemas que tiene Frik es aceptar que ella se puede quedar en el país, que puede tener otro destino. Esta es una de las grandes cargas del libro: los deseos de los padres que pesan también sobre los destinos de los hijos. No como mandatos, ni crueles ni obligatorios, pero sí como fuerzas de presión inconsciente que hacen que algunos hijos se sientan inclinados a cumplir lo que los padres no hicieron, mientras que otros hijos eligen un camino de rebelión abierta, que también es hacer lo que los padres no hicieron de otro modo. Si mi padre fue un gorila, yo voy a ser todo lo contrario. O como Frik: si mi padre no pudo estudiar, yo voy a estudiar para tener un destino mejor que el que él tuvo.
–En esta novela, como en la anterior, se despliegan las tensiones con la madre y cómo afecta a la protagonista la progresiva locura de su madre y de su hermano. ¿Cómo explica esta deriva?
–Mi mamá se empezó a deteriorar cuando su propia madre murió, en el año ’70. Si miro hacia atrás para ver cuándo empezó todo, creo que fue en ese momento. Todo tenía que ver con las pérdidas: la pérdida de la tierra; la pérdida de la propia belleza, algo que era muy valorado por ella, que era muy hermosa y que tenía aspiraciones que no pudo realizar; la pérdida del primer novio muerto, que está en Arbol de familia, que ella no puede resolver y que provoca el abandono de los propios hijos que quedan a la deriva. No son niños, pero todavía la necesitan... Una novela como ésta se escribe con bastante distancia temporal, porque los hilos del tapiz no los tenés encima, sino que el tapiz se completó en muchos aspectos y lo ves a la distancia. Uno de mis proyectos futuros es escribir sobre Fito. Mi hermano fue un niño muy perturbado que también me perturbó a mí. No hay explicaciones definitivas; es un psicótico compensado que vive en un hotelito frente al Borda, como muchos pacientes externados, juega mucho al ajedrez y vende útiles en Puan. Milita en el Partido Obrero; es el único budista-trotskista que conozco... La enfermedad mental es un asunto delicado. La sociedad contiene bastante poco a los pacientes y a las familias; se tiene miedo y es un tema que se lo intenta esconder bajo la alfombra. Quizás el próximo libro que escriba tenga que ver con lo que significa la locura en una familia.
Textual
Allí, en las cajas, latían los documentos: las fotografías y las fotocopias, los apuntes y los recortes de prensa, el andamiaje de todos los libros que había escrito y también las huellas de lo que había leído. Algunas no habían sido visitadas en añrciana que no había aprendido todavía ninguna de las lenguas terrestres.
“Dejar de huir”, se ordenó la vieja Frik. Y abrió la caja semioculta en la última biblioteca.os. Quizá porque enmascaraban, con su neutralidad de oficina, un territorio minado en el que cualquier contacto azaroso, cualquier pisada en falso, podría pulverizar las capas protectoras que el tiempo había ido depositando sobre ellas, recubriéndolas de una cáscara lisa y dura de estalagmita. Entonces, otra vez, desnuda como una larva, y tan indefensa, quedaría en carne viva, frente a la luz sin filtrar de la mañana, la joven Frik: el vampiro albino, con sus transparentes e inútiles alas de mariposa, la ma
* Fragmento de Todos éramos hijos (Sudamericana), página 142.
La ficha
María Rosa Lojo, doctora en Letras por la UBA e investigadora principal del Conicet, es autora de una destacada obra literaria y académica. Ha publicado las novelas La pasión de los nómadas, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Las libres del Sur, Finisterre y Arbol de familia; los cuentos de Historias ocultas de la Recoleta, Amores insólitos y Cuerpos resplandecientes. Bosque de ojos reúne sus microficciones líricas. Obtuvo el Premio del Fondo de las Artes en cuento (1985) y en novela (1986), el Primer Premio Municipal de Buenos Aires Eduardo Mallea en narrativa 1996 y el Diploma al Mérito Konex, entre otros.
05/11/14 Página|12
Iniciativa política vs. extravío opositor
La realidad que se puede advertir en España brinda razones para explicar los triunfos recientes
de Evo, Dilma y Tabaré.
Juan Carlos Junio
En las últimas semanas se publicaron datos de la realidad social de España, tras años consecutivos de una severa crisis económica, que fue abordada tanto por los socialistas como por los "populares" de la derecha española con los tratamientos ya comprobados del recetario del Consenso de Washington. Resulta curioso recordar que el actual gobierno de Mariano Rajoy asumió en plena efervescencia de la izquierda y del movimiento de indignados, cuyo repudio a la vieja política no pudo expresarse entonces en una opción organizativa –y con ella también electoral– capaz de revertir el curso de un camino socialmente inviable. Hoy las estadísticas gritan que más del 36% de los y las jóvenes está por debajo de la línea de pobreza. Se trata de 3 millones de seres humanos que, en el período cuando más deben ser protegidos y acompañados por el Estado, resultan objeto de abandono, a menudo estigmatización y, en muchas ocasiones, persecución. Ellos, principales víctimas de un sistema oprobioso, son presentados por el sistema político como un peligro y una amenaza.
El 10% de la población más rica, según Cáritas y UNICEF, tiene una renta superior en un 90% al resto de la población (casi 42 millones de personas). La recesión económica inducida por el recorte del gasto público en salud, educación o vivienda; la precarización del empleo, la subordinación de la política económica a deudas impagables o al auxilio del capital especulativo permiten comprender cómo España y su gobierno conservador tratan a los sectores más vulnerables. El modo en que los núcleos sociales más débiles sufren la injusticia y la opresión nos dice de una sociedad mucho más que 1000 tratados de legislación.
Cuando el "popular" Rajoy asumió su magistratura juró y perjuró que sostendría los presupuestos en salud y educación. Ayer un juramento, más tarde una traición a la palabra empeñada. Y si las prioridades del gasto público se orientaron a resolver las tasas de acumulación del capitalismo de casino, no faltó –como es ya de público conocimiento– la masiva corrupción que acompaña estos procesos de entrega y capitulación de la política y del Estado ante los intereses de banqueros y grandes empresarios. Desde el propio Rey Juan Carlos, quien debió abdicar, a decenas de funcionarios públicos que han sido detenidos y están siendo juzgados por hechos de corrupción, aunque no hay mayor inmoralidad que la liquidación de los derechos sociales en favor de intereses corporativos espurios, hecho que se consuma en el altar del sacrificio de la mayoría.
Este es el neoliberalismo hecho y derecho, no aquel relato ficcional de los grandes propagandistas al estilo de Karl Popper, Milton Friedman, Friedrich Hayek o Margaret Thatcher.
No resulta casual que los encuentros que promueve regularmente en nuestro país la Fundación Pensar, think tank macrista, interpelen y reúnan a lo más granado del pensamiento y la acción cavernaria de la derecha mundial y latinoamericana. Las regulares presencias de José María Aznar, Mario Vargas Llosa, María Corina Machado, Jorge Tuto Quiroga o Sebastián Piñera dan cuenta de una comunidad de ideas fundada en los principios canónicos del mercado, con todas sus consecuencias económico-sociales y también político-institucionales. El caso español siempre ha sido inspirador para este grupo de operadores políticos.
Desde ese lugar ideológico, Mauricio Macri ha tenido momentos de gran sinceridad política. Ejemplos sobran: fundamentó –y mandó a votar a su bloque de legisladores– contra la estatización de las AFJP, Aerolíneas e YPF. Prometió terminar con el Fútbol para Todos y las estatizaciones kirchneristas, aunque luego se desdijo, siguiendo a rajatabla las indicaciones de sus encuestadores.
También el remanido discurso del respeto a las instituciones es desmentido con decisiones propias en contrario. El hecho más notable remite a la acción autoritaria de veto a las leyes sancionadas por la Legislatura de la Ciudad. Tiene un record histórico, con casi 120 normas archivadas o mochadas a partir de su tijera disciplinadora.
Finalmente aquí, la palabra "eficacia" suena en la boca del jefe de Gobierno como un talismán que todo lo puede, pero en realidad tendría que explicar cuáles fueron los modos de gestión del erario público en sus siete años de gobierno. Durante ese período, la deuda en dólares pasó de 500 millones de dólares a casi 2000 millones, más que triplicándose, sin que dicho endeudamiento se exprese en obras de infraestructura en la Ciudad.
Lo cierto es que si algo parece haberse instalado en estos años en los países de nuestra región es que la derecha, en cualquiera de sus variantes, no ha resuelto las necesidades vitales de los pueblos y sostuvo con pertinacia su negación a la acción del Estado para ponerle un límite a los monopolios. La confrontación del gobierno nacional con los sectores especulativos ha puesto en el orden del día el desafío de ponerle freno a los grupos de financistas corruptos, que violan la ley en un afán irrefrenable de obtención de ganancias.
Frente a la notoria iniciativa política del gobierno en todos los planos, la oposición, cuyo único punto común es liquidar la experiencia kirchnerista, incurre una y otra vez en decisiones y declaraciones inconsistentes e indefendibles, mostrando su extravío ideológico y político.
La conducta de la derecha local resulta análoga a las de otras de la región, que hace 15 años naufragan en los intentos por esmerilar los procesos de transformación de nuestros países. Aunque los gobiernos populares de Latinoamérica están tamizados en riquísimos matices, las derechas del continente y sus apoyaturas mediáticas parecen cortadas con la misma tijera. Con el mismo diagnóstico de corrupción, inflación e inseguridad, pretenden ocultar que ellas no traen más que injusticia, desigualdad y privación de derechos para las mayorías.
En este contexto están a la vista las razones de los triunfos recientes de Evo, Dilma y Tabaré. No porque los procesos hayan sido perfectos o carezcan de problemas sino porque, en lo sustancial, han mejorado como nunca antes las condiciones de vida de las mayorías populares y han propuesto nuevos desafíos. Pero también porque los pueblos tienen memoria y la derecha, aunque se vista de seda, mona (y gorila) queda.
Tiempo Argentino
de Evo, Dilma y Tabaré.
Juan Carlos Junio
En las últimas semanas se publicaron datos de la realidad social de España, tras años consecutivos de una severa crisis económica, que fue abordada tanto por los socialistas como por los "populares" de la derecha española con los tratamientos ya comprobados del recetario del Consenso de Washington. Resulta curioso recordar que el actual gobierno de Mariano Rajoy asumió en plena efervescencia de la izquierda y del movimiento de indignados, cuyo repudio a la vieja política no pudo expresarse entonces en una opción organizativa –y con ella también electoral– capaz de revertir el curso de un camino socialmente inviable. Hoy las estadísticas gritan que más del 36% de los y las jóvenes está por debajo de la línea de pobreza. Se trata de 3 millones de seres humanos que, en el período cuando más deben ser protegidos y acompañados por el Estado, resultan objeto de abandono, a menudo estigmatización y, en muchas ocasiones, persecución. Ellos, principales víctimas de un sistema oprobioso, son presentados por el sistema político como un peligro y una amenaza.
El 10% de la población más rica, según Cáritas y UNICEF, tiene una renta superior en un 90% al resto de la población (casi 42 millones de personas). La recesión económica inducida por el recorte del gasto público en salud, educación o vivienda; la precarización del empleo, la subordinación de la política económica a deudas impagables o al auxilio del capital especulativo permiten comprender cómo España y su gobierno conservador tratan a los sectores más vulnerables. El modo en que los núcleos sociales más débiles sufren la injusticia y la opresión nos dice de una sociedad mucho más que 1000 tratados de legislación.
Cuando el "popular" Rajoy asumió su magistratura juró y perjuró que sostendría los presupuestos en salud y educación. Ayer un juramento, más tarde una traición a la palabra empeñada. Y si las prioridades del gasto público se orientaron a resolver las tasas de acumulación del capitalismo de casino, no faltó –como es ya de público conocimiento– la masiva corrupción que acompaña estos procesos de entrega y capitulación de la política y del Estado ante los intereses de banqueros y grandes empresarios. Desde el propio Rey Juan Carlos, quien debió abdicar, a decenas de funcionarios públicos que han sido detenidos y están siendo juzgados por hechos de corrupción, aunque no hay mayor inmoralidad que la liquidación de los derechos sociales en favor de intereses corporativos espurios, hecho que se consuma en el altar del sacrificio de la mayoría.
Este es el neoliberalismo hecho y derecho, no aquel relato ficcional de los grandes propagandistas al estilo de Karl Popper, Milton Friedman, Friedrich Hayek o Margaret Thatcher.
No resulta casual que los encuentros que promueve regularmente en nuestro país la Fundación Pensar, think tank macrista, interpelen y reúnan a lo más granado del pensamiento y la acción cavernaria de la derecha mundial y latinoamericana. Las regulares presencias de José María Aznar, Mario Vargas Llosa, María Corina Machado, Jorge Tuto Quiroga o Sebastián Piñera dan cuenta de una comunidad de ideas fundada en los principios canónicos del mercado, con todas sus consecuencias económico-sociales y también político-institucionales. El caso español siempre ha sido inspirador para este grupo de operadores políticos.
Desde ese lugar ideológico, Mauricio Macri ha tenido momentos de gran sinceridad política. Ejemplos sobran: fundamentó –y mandó a votar a su bloque de legisladores– contra la estatización de las AFJP, Aerolíneas e YPF. Prometió terminar con el Fútbol para Todos y las estatizaciones kirchneristas, aunque luego se desdijo, siguiendo a rajatabla las indicaciones de sus encuestadores.
También el remanido discurso del respeto a las instituciones es desmentido con decisiones propias en contrario. El hecho más notable remite a la acción autoritaria de veto a las leyes sancionadas por la Legislatura de la Ciudad. Tiene un record histórico, con casi 120 normas archivadas o mochadas a partir de su tijera disciplinadora.
Finalmente aquí, la palabra "eficacia" suena en la boca del jefe de Gobierno como un talismán que todo lo puede, pero en realidad tendría que explicar cuáles fueron los modos de gestión del erario público en sus siete años de gobierno. Durante ese período, la deuda en dólares pasó de 500 millones de dólares a casi 2000 millones, más que triplicándose, sin que dicho endeudamiento se exprese en obras de infraestructura en la Ciudad.
Lo cierto es que si algo parece haberse instalado en estos años en los países de nuestra región es que la derecha, en cualquiera de sus variantes, no ha resuelto las necesidades vitales de los pueblos y sostuvo con pertinacia su negación a la acción del Estado para ponerle un límite a los monopolios. La confrontación del gobierno nacional con los sectores especulativos ha puesto en el orden del día el desafío de ponerle freno a los grupos de financistas corruptos, que violan la ley en un afán irrefrenable de obtención de ganancias.
Frente a la notoria iniciativa política del gobierno en todos los planos, la oposición, cuyo único punto común es liquidar la experiencia kirchnerista, incurre una y otra vez en decisiones y declaraciones inconsistentes e indefendibles, mostrando su extravío ideológico y político.
La conducta de la derecha local resulta análoga a las de otras de la región, que hace 15 años naufragan en los intentos por esmerilar los procesos de transformación de nuestros países. Aunque los gobiernos populares de Latinoamérica están tamizados en riquísimos matices, las derechas del continente y sus apoyaturas mediáticas parecen cortadas con la misma tijera. Con el mismo diagnóstico de corrupción, inflación e inseguridad, pretenden ocultar que ellas no traen más que injusticia, desigualdad y privación de derechos para las mayorías.
En este contexto están a la vista las razones de los triunfos recientes de Evo, Dilma y Tabaré. No porque los procesos hayan sido perfectos o carezcan de problemas sino porque, en lo sustancial, han mejorado como nunca antes las condiciones de vida de las mayorías populares y han propuesto nuevos desafíos. Pero también porque los pueblos tienen memoria y la derecha, aunque se vista de seda, mona (y gorila) queda.
Tiempo Argentino
Los gurúes de la democracia Por Hernán Dearriba
Quién garantiza que las elecciones no se anticipen en la Argentina?" A cuatrocientos días del cambio de gobierno, Fernando "Pino" Solanas soltó esa frase con la impunidad de un precandidato presidencial que lucha sin éxito por abandonar el pelotón de dirigentes que las encuestas engloban en ese impersonal "otros".
Está flojo de reflejos el cineasta, porque insiste con un discurso que el resto del conglomerado opositor abandonó hace rato, superado por una realidad política que torna insostenibles buena parte de las proyecciones de los gurúes de la democracia.
Los especialistas en catástrofes tienen un porcentaje tan alto de incumplimiento en sus vaticinios que este cronista no termina de sorprenderse por su capacidad de supervivencia.
En el último enero caliente, la versión económica de los gurúes pronosticaba que las reservas del Banco Central se evaporarían para abril, a más tardar mayo, episodio que terminaría por eyectar al kirchnerismo de la Casa Rosada. Las tensiones cambiarias son insoslayables, pero Alejandro Vanoli cumplió un mes al frente del Banco Central con reservas por encima de los 28 mil millones de dólares.
El BCRA activó esta semana una porción minoritaria del swap de monedas que acordó con el Banco Central de China y de esa manera diluyó también las versiones que sostenían que el fallo del juez Thomas Griesa terminaría frustrando el acuerdo con el gigante asiático.
Después de la fumata entre el Ministerio de Economía y los exportadores de cereales para acelerar la liquidación de divisas, la llegada de yuanes desde Asia termina por cerrar un año extremadamente complejo en el frente externo, que también incluyó el vaticinio del cataclismo producto del resultado del Juicio del Siglo en Nueva York.
La Argentina ya transitó tres de los cinco meses que separaban el estrago jurídico de Griesa del fin de la cláusula RUFO sin que se cumplieran los pronóstico de que el país se transformaría en un paria del mundo. Antes bien, consiguió un respaldo inédito de las Naciones Unidas para impulsar un proyecto de regulación global que limite el accionar de los fondos buitre en los procesos de reestructuración de la deuda.
Como pocas veces, la presidenta Cristina Fernández reconoció en público el miércoles que la economía le es esquiva por estas horas. Lo hizo en un encuentro con jóvenes empresarios metalúrgicos. La actividad industrial y el empleo se contrajeron en los últimos 12 meses y la inflación se mantiene como una carga pesada para la economía; pero cuando entramos en el tramo final del año, el escenario es muy distinto del que los alquimistas proponían durante el verano pasado.
La política también se resiste a someterse a la realidad que se diseña desde las mesas de arena de la oposición. Luego de las elecciones legislativas del año pasado, los analistas hacían fila para pronosticar la extinción del kirchnerismo. Sostenían que el triunfo de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires transformaría al Frente Renovador en una aspiradora tan intensa que vaciaría las filas del oficialismo en pocos meses.
El grado de acuerdo entre los analistas era tal que ubicaban al ex intendente de Tigre directamente en la Casa Rosada y a las presidenciales de 2015 casi como un trámite administrativo. Massa es hoy uno de los candidatos presidenciales con mayor intención de voto, pero –una vez más– las expectativas de aglutinar al peronismo detrás de la figura del líder del Frente Renovador no se cumplieron.
Massa consiguió sumar a un grupo heterogéneo de intendentes de la provincia de Buenos Aires, pero no arrastró a figuras centrales del peronismo nacional. Su construcción en el principal distrito del país está ahora en crisis. El intendente de San Isidro, Gustavo Posse, amenazó en las últimas horas con presentarse con una lista corta en una boleta propia si Martín Insaurralde daba el salto desde el Frente para la Victoria.
En el massismo aseguran que los tiene sin cuidado el nombre del candidato a gobernador, porque sostienen que quien vaya en la boleta acompañando a Massa será el futuro mandatario provincial, sin importar su nombre.
Ese exceso de confianza se repite a lo largo de todo el país. Massa ofrece su respaldo a líderes provinciales y no pide nada a cambio. Lo hizo con los radicales Gerardo Morales, en Jujuy; y José Cano, en Tucumán.
En cambio, el peronismo vinculado a Carlos Reutemann le dio la espalda en Santa Fe y terminó cerrando un acuerdo con Daniel Scioli. El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, pasó esta semana por La Plata. El cordobés coqueteó con Massa luego de las elecciones del año pasado, pero nunca rompió con el peronismo.
Los tres estuvieron en los estudios de TN en un programa en el que los candidatos a presidente firmaron un acta compromiso para realizar un debate televisado durante la campaña. Scioli fue el único que se diferenció. Con un tono inusual, declinó firmar "el acta" con el argumento de que siempre participó de los debates en campaña.
El bonaerense experimentó un cambio evidente en los últimos meses. Sumó a su tradicional discurso de consenso un tono marcado por la firmeza y la responsabilidad institucional. Se puso así por encima del resto de los postulantes que encuentran serias dificultades para "entrarle" a la realidad.
Es que otro de los pronósticos de los gurúes que no se cumplió es el que anticipaba una declinación intensa del poder político de Cristina Fernández.
Las encuestas obligaron a reformular la estrategia de los principales postulantes, mientras el oficialismo mantiene a la política en vilo con una sucesión interminable de iniciativas que no le dan respiro.
Mientras el oficialismo aprobaba el Presupuesto 2015 y la Ley de Hidrocarburos, en plena discusión por la reforma del Código Procesal Penal, esta semana se sumó el proyecto para reformular el mercado de las telecomunicaciones, una iniciativa que no esperaba ninguno de los gurúes de la democracia.
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Está flojo de reflejos el cineasta, porque insiste con un discurso que el resto del conglomerado opositor abandonó hace rato, superado por una realidad política que torna insostenibles buena parte de las proyecciones de los gurúes de la democracia.
Los especialistas en catástrofes tienen un porcentaje tan alto de incumplimiento en sus vaticinios que este cronista no termina de sorprenderse por su capacidad de supervivencia.
En el último enero caliente, la versión económica de los gurúes pronosticaba que las reservas del Banco Central se evaporarían para abril, a más tardar mayo, episodio que terminaría por eyectar al kirchnerismo de la Casa Rosada. Las tensiones cambiarias son insoslayables, pero Alejandro Vanoli cumplió un mes al frente del Banco Central con reservas por encima de los 28 mil millones de dólares.
El BCRA activó esta semana una porción minoritaria del swap de monedas que acordó con el Banco Central de China y de esa manera diluyó también las versiones que sostenían que el fallo del juez Thomas Griesa terminaría frustrando el acuerdo con el gigante asiático.
Después de la fumata entre el Ministerio de Economía y los exportadores de cereales para acelerar la liquidación de divisas, la llegada de yuanes desde Asia termina por cerrar un año extremadamente complejo en el frente externo, que también incluyó el vaticinio del cataclismo producto del resultado del Juicio del Siglo en Nueva York.
La Argentina ya transitó tres de los cinco meses que separaban el estrago jurídico de Griesa del fin de la cláusula RUFO sin que se cumplieran los pronóstico de que el país se transformaría en un paria del mundo. Antes bien, consiguió un respaldo inédito de las Naciones Unidas para impulsar un proyecto de regulación global que limite el accionar de los fondos buitre en los procesos de reestructuración de la deuda.
Como pocas veces, la presidenta Cristina Fernández reconoció en público el miércoles que la economía le es esquiva por estas horas. Lo hizo en un encuentro con jóvenes empresarios metalúrgicos. La actividad industrial y el empleo se contrajeron en los últimos 12 meses y la inflación se mantiene como una carga pesada para la economía; pero cuando entramos en el tramo final del año, el escenario es muy distinto del que los alquimistas proponían durante el verano pasado.
La política también se resiste a someterse a la realidad que se diseña desde las mesas de arena de la oposición. Luego de las elecciones legislativas del año pasado, los analistas hacían fila para pronosticar la extinción del kirchnerismo. Sostenían que el triunfo de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires transformaría al Frente Renovador en una aspiradora tan intensa que vaciaría las filas del oficialismo en pocos meses.
El grado de acuerdo entre los analistas era tal que ubicaban al ex intendente de Tigre directamente en la Casa Rosada y a las presidenciales de 2015 casi como un trámite administrativo. Massa es hoy uno de los candidatos presidenciales con mayor intención de voto, pero –una vez más– las expectativas de aglutinar al peronismo detrás de la figura del líder del Frente Renovador no se cumplieron.
Massa consiguió sumar a un grupo heterogéneo de intendentes de la provincia de Buenos Aires, pero no arrastró a figuras centrales del peronismo nacional. Su construcción en el principal distrito del país está ahora en crisis. El intendente de San Isidro, Gustavo Posse, amenazó en las últimas horas con presentarse con una lista corta en una boleta propia si Martín Insaurralde daba el salto desde el Frente para la Victoria.
En el massismo aseguran que los tiene sin cuidado el nombre del candidato a gobernador, porque sostienen que quien vaya en la boleta acompañando a Massa será el futuro mandatario provincial, sin importar su nombre.
Ese exceso de confianza se repite a lo largo de todo el país. Massa ofrece su respaldo a líderes provinciales y no pide nada a cambio. Lo hizo con los radicales Gerardo Morales, en Jujuy; y José Cano, en Tucumán.
En cambio, el peronismo vinculado a Carlos Reutemann le dio la espalda en Santa Fe y terminó cerrando un acuerdo con Daniel Scioli. El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, pasó esta semana por La Plata. El cordobés coqueteó con Massa luego de las elecciones del año pasado, pero nunca rompió con el peronismo.
Los tres estuvieron en los estudios de TN en un programa en el que los candidatos a presidente firmaron un acta compromiso para realizar un debate televisado durante la campaña. Scioli fue el único que se diferenció. Con un tono inusual, declinó firmar "el acta" con el argumento de que siempre participó de los debates en campaña.
El bonaerense experimentó un cambio evidente en los últimos meses. Sumó a su tradicional discurso de consenso un tono marcado por la firmeza y la responsabilidad institucional. Se puso así por encima del resto de los postulantes que encuentran serias dificultades para "entrarle" a la realidad.
Es que otro de los pronósticos de los gurúes que no se cumplió es el que anticipaba una declinación intensa del poder político de Cristina Fernández.
Las encuestas obligaron a reformular la estrategia de los principales postulantes, mientras el oficialismo mantiene a la política en vilo con una sucesión interminable de iniciativas que no le dan respiro.
Mientras el oficialismo aprobaba el Presupuesto 2015 y la Ley de Hidrocarburos, en plena discusión por la reforma del Código Procesal Penal, esta semana se sumó el proyecto para reformular el mercado de las telecomunicaciones, una iniciativa que no esperaba ninguno de los gurúes de la democracia.
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La dura carta de los republicanos contra la gestión de Obama
Los líderes republicanos del nuevo Congreso norteamericano, John Boehner, Cámara de Representantes, y Mitch McConnell, Senado, que será inaugurado en enero, adelantaron hoy su agenda legislativa en una carta publicada en el diario Wall Street Journal, en la que toman la bandera de la clase media, denuncian la frustración de ese sector social y su retraso salarial y califican al gobierno de Barack Obama de "incapaz de hacer las tareas más básicas".
Las prioridades del nuevo Congreso controlado por los conservadores que surgen del texto publicado son revocar la reforma sanitaria, modificar la política impositiva, enfrentar la amenaza yihadista, promover las escuelas particulares subvencionadas y reducir la deuda pública.
"La clase media estadounidenses está claramente frustrada por la creciente falta de oportunidades, el estancamiento de los salarios, y un Gobierno que parece incapaz de hacer las tareas más básicas", es parte del diagnóstico de los republicanos tras la rotunda derrota que su partido infligió a los demócratas en las elecciones legislativas.
La reforma sanitaria de Barack Obama, aprobada cuando los demócratas controlaban ambas cámaras en 2010, es la norma de la legislatura más significativa de su presidencia y también la que suscita una oposición más acérrima y sobre la que ahora buscan dar marcha atrás.
"Renovamos nuestro compromiso en revocar el Obamacare (como se conoce popularmente la reforma), que perjudica al mercado laboral y también a la atención sanitaria de los estadounidenses", subrayan en su carta conjunta Boehner y McConnell.
En su larga carta hay una ausencia clave: no hay ni una sola referencia a la inmigración, tema clave de la presidencia de Barack Obama, que no pudo sacar adelante su prometida reforma por el bloqueo republicano en la Cámara de Representantes.
Los republicanos señalan que aspiran aprobar leyes que "eliminan barreras para la creación de empleo y reducen los costos energéticos para las familias". Advierten que permitir que estas medidas salgan adelante sería, en su opinión, "la oportunidad de Obama para empezar los últimos años de su presidencia dando pasos hacia una economía más fuerte".
Entre esas normas destacan la autorización del controvertido oleoducto Keystone XL, para el transporte del petróleo de los yacimientos de arenas bituminosas de la provincia de Alberta, Canadá, a las refinerías estadounidenses.
Otras medidas en la agenda republicana son la ley para promover el empleo de veteranos de guerra y acabar con la "excesiva regulación" y las "demandas frívolas" que incrementan, a su juicio, los costos para las familias e impiden el crecimiento de la economía.
La prioridad de los conservadores será revocar la reforma sanitaria, modificar la política impositiva, enfrentar la amenaza yihadista, promover las escuelas particulares subvencionadas y reducir la deuda pública.
La reducción de la deuda pública, uno de sus grandes caballos de batalla del decálogo liberal, también aparece entre sus prioridades.Al respecto señalan que: "Una deuda pública que tiene a los estadounidenses robando de las pensiones y subsidios que sus hijos y nietos nunca verán, y dejándoles cargas que será casi imposible que puedan pagar".
Boehner seguirá en enero como líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ampliada tras las legislativas, y McConnell pasará de liderar la minoría de su partido en el Senado a ser el jefe de la nueva mayoría en la Cámara Alta.
"Los escépticos dicen que nada saldrá adelante en los próximos dos años. Como servidores elegidos por el pueblo, haremos nuestro trabajo para demostrar que los escépticos están equivocados", concluyen la carta.
Los resultados de las elecciones fueron contundentes y de gran trascendencia: los republicanos tomaron control del Senado, que estaba en manos demócratas desde 2006, ampliaron su dominio de la Cámara de Representantes y ganaron gobernaciones tradicionalmente demócratas.
Cuando Obama, de 53 años, inauguró su Presidencia, en 2009, el Senado y la Cámara de Representantes eran demócratas. En 2010 los republicanos lo despojaron de la Cámara Baja, y ahora consumaron su avance tomando el control absoluto del Congreso.
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Las prioridades del nuevo Congreso controlado por los conservadores que surgen del texto publicado son revocar la reforma sanitaria, modificar la política impositiva, enfrentar la amenaza yihadista, promover las escuelas particulares subvencionadas y reducir la deuda pública.
"La clase media estadounidenses está claramente frustrada por la creciente falta de oportunidades, el estancamiento de los salarios, y un Gobierno que parece incapaz de hacer las tareas más básicas", es parte del diagnóstico de los republicanos tras la rotunda derrota que su partido infligió a los demócratas en las elecciones legislativas.
La reforma sanitaria de Barack Obama, aprobada cuando los demócratas controlaban ambas cámaras en 2010, es la norma de la legislatura más significativa de su presidencia y también la que suscita una oposición más acérrima y sobre la que ahora buscan dar marcha atrás.
"Renovamos nuestro compromiso en revocar el Obamacare (como se conoce popularmente la reforma), que perjudica al mercado laboral y también a la atención sanitaria de los estadounidenses", subrayan en su carta conjunta Boehner y McConnell.
En su larga carta hay una ausencia clave: no hay ni una sola referencia a la inmigración, tema clave de la presidencia de Barack Obama, que no pudo sacar adelante su prometida reforma por el bloqueo republicano en la Cámara de Representantes.
Los republicanos señalan que aspiran aprobar leyes que "eliminan barreras para la creación de empleo y reducen los costos energéticos para las familias". Advierten que permitir que estas medidas salgan adelante sería, en su opinión, "la oportunidad de Obama para empezar los últimos años de su presidencia dando pasos hacia una economía más fuerte".
Entre esas normas destacan la autorización del controvertido oleoducto Keystone XL, para el transporte del petróleo de los yacimientos de arenas bituminosas de la provincia de Alberta, Canadá, a las refinerías estadounidenses.
Otras medidas en la agenda republicana son la ley para promover el empleo de veteranos de guerra y acabar con la "excesiva regulación" y las "demandas frívolas" que incrementan, a su juicio, los costos para las familias e impiden el crecimiento de la economía.
La prioridad de los conservadores será revocar la reforma sanitaria, modificar la política impositiva, enfrentar la amenaza yihadista, promover las escuelas particulares subvencionadas y reducir la deuda pública.
La reducción de la deuda pública, uno de sus grandes caballos de batalla del decálogo liberal, también aparece entre sus prioridades.Al respecto señalan que: "Una deuda pública que tiene a los estadounidenses robando de las pensiones y subsidios que sus hijos y nietos nunca verán, y dejándoles cargas que será casi imposible que puedan pagar".
Boehner seguirá en enero como líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ampliada tras las legislativas, y McConnell pasará de liderar la minoría de su partido en el Senado a ser el jefe de la nueva mayoría en la Cámara Alta.
"Los escépticos dicen que nada saldrá adelante en los próximos dos años. Como servidores elegidos por el pueblo, haremos nuestro trabajo para demostrar que los escépticos están equivocados", concluyen la carta.
Los resultados de las elecciones fueron contundentes y de gran trascendencia: los republicanos tomaron control del Senado, que estaba en manos demócratas desde 2006, ampliaron su dominio de la Cámara de Representantes y ganaron gobernaciones tradicionalmente demócratas.
Cuando Obama, de 53 años, inauguró su Presidencia, en 2009, el Senado y la Cámara de Representantes eran demócratas. En 2010 los republicanos lo despojaron de la Cámara Baja, y ahora consumaron su avance tomando el control absoluto del Congreso.
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Arrasa el partido español Podemos El partido de Pablo Iglesias acaba de decidir su estructura y su estrategia
El último sondeo del diario El País sitúa a Podemos por delante del PP de Rajoy y de los socialistas. El ascenso se produce en medio de nuevos escándalos de corrupción que involucran a las dos fuerzas mayoritarias.
Por Flor Ragucci
Desde Barcelona
La indignación que empujó a miles de ciudadanos españoles en 2011 a ocupar las plazas de todo el país podría llegar ahora también al poder, si mañana se celebraran elecciones. Los resultados de la encuesta que este domingo publicó el diario El País sitúan a Podemos por delante de las dos fuerzas políticas mayoritarias en España en intención de voto desde el inicio de la democracia, el Partido Popular (PP) y el Socialista (PSOE). ¿Y quiénes son Podemos? Muchos de aquellos indignados que reclamaban por un cambio urgente en el modelo político, social y económico del país.
La formación que lidera Pablo Iglesias llegó como una tromba a sacudir un tablero electoral en el que desde hace décadas juegan los mismos. Ya en mayo –cuando ganaron cinco escaños en el Parlamento europeo, con sólo cuatro meses de vida– no quedaron dudas de que Podemos aparecía con fuerza. Lo que no estaba tan claro, sin embargo, era si ese éxito se sostendría en el tiempo o sería sólo el destello de unos fuegos artificiales fruto de la combustión entre el hartazgo de la gente y el indiscutible carisma del portavoz del grupo.
Para sorpresa de todos (líderes y militantes de Podemos incluidos), los primeros sondeos que se realizan sobre la intención de voto de los españoles para las próximas elecciones –las regionales y municipales son en siete meses y las nacionales en un año– confirman que no sólo el éxito de la incipiente formación no fue efímero, sino que la podría conducir hasta el mismísimo Palacio de Gobierno. Según la encuesta de Metroscopia para el diario El País, Podemos sería la lista más votada, con un 27 por ciento de los sufragios, sacándole 1,5 punto de ventaja al PSOE y 7 al PP, que se hundiría hasta caer al 20,7 por ciento del apoyo electoral.
Ante semejante batacazo, los fundadores de Podemos reaccionaron, primero que nada, con prudencia. En opinión de Iñigo Errejón, promotor del movimiento y miembro del equipo de Pablo Iglesias, los resultados de la encuesta reflejan un cambio de ciclo que, de todos modos, “hay que mirar con mucho cuidado”. En Podemos son conscientes de que el escenario y la percepción ciudadana pueden oscilar de aquí a un año –cuando lleguen las elecciones generales– pero, en cualquier caso, Errejón cree que no hay vuelta atrás. “Estamos en el filo de dos épocas. Estamos en un momento tan grave que cada vez nos preguntamos en qué nuevo capítulo de podredumbre nos encontramos”, apunta este investigador de la Universidad Complutense de Madrid.
“La podredumbre” a la que hace referencia Iñigo Errejón, y que en estas últimas semanas volvió a desbordar las alcantarillas políticas españolas, es probablemente uno de los factores que provocaron la exponencial escalada de Podemos en los sondeos. Luego de que salieran a la luz nuevos escándalos de corrupción que involucran directamente a altos cargos del PP, el PSOE e incluso Izquierda Unida (IU), Errejón sostiene que el clima generalizado es el de “una sensación de cambio en el que lo viejo no va a dar más de sí”. España se encuentra “en un tiempo político en descomposición”, afirma quien es una de las cabezas visibles del nuevo partido.
Mientras el “antiguo régimen” parecería derrumbarse, las nuevas formas de hacer política están en pleno proceso de definición. El partido de Pablo Iglesias acaba de decidir su estructura y su estrategia en un proceso de votación abierto a toda la ciudadanía. La asamblea –que tuvo lugar a mediados de octubre en Madrid– dio arranque a un proceso de decisión colectiva que el 15 de noviembre tendrá cómo resultado los nombres definitivos de su candidatura a las elecciones presidenciales. El eurodiputado Pablo Iglesias (de 35 años) es, de momento, el favorito y quien acapara, con su look bohemio y su discurso impecable, los programas de televisión de máxima audiencia y las tapas de todos los diarios desde hace meses.
Recientemente, en entrevista con Jordi Evole –uno de los periodistas más reconocidos en España por su audacia y la profundidad de sus investigaciones–, Iglesias aseguró que la presidencia del gobierno es su objetivo. “Si no gano las próximas elecciones generales, igual me voy”, anticipó el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Iglesias confesó en el programa que no es partidario de que Podemos concurra a las elecciones municipales por “estrategia y prudencia, ya que –sostiene– en el momento en que mínimamente nos parezcamos a la casta, estamos muertos”, explicó, poniendo de ejemplo un eventual escándalo con un concejal que concurriera bajo la marca Podemos. “Ahora no nos lo podemos permitir”, subrayó.
Con el nombre de “la casta”, Iglesias caló hondo en la población, ya que ese apelativo que usa para designar a la clase política y económica que gobierna España desde la opacidad y el inmovilismo le permite tomar distancia y autoproclamarse “en el otro bando”. En su discurso, Iglesias repite incansablemente que “están ante una oportunidad histórica para cambiar el país” y confiesa ser muy consciente de las causas del éxito de Podemos. “Somos el resultado de un desastre generalizado –dijo el líder de la formación en el programa Salvados, del canal La Sexta–. Los padres de Podemos son el PP y el PSOE.”
Entre las medidas que proponen, las más resonantes –tanto para criticarlas como para defenderlas– son las destinadas a frenar la política de austeridad que el gobierno de Mariano Rajoy lleva adelante desde que se desencadenó la crisis. La dotación de una renta mínima para todas las personas o adelantar la jubilación a los 60 años para, de esta forma, permitir que los jóvenes puedan acceder al mercado laboral, son algunas de las iniciativas que Iglesias incluye en su programa electoral.
También abrió la puerta a “nacionalizar, expropiar o confiscar” las empresas que el gobierno entienda que son claves para garantizar el bienestar de los ciudadanos, ante lo cual las tapas de los principales medios de información económica, como el diario Expansión, pusieron el grito en el cielo. “El recetario económico de la formación de Pablo Iglesias toparía con la Constitución, supondría incrementar de forma abismal el gasto público, espantaría a los inversores y cerraría el acceso a los mercados internacionales. También se multiplicaría la evasión de capitales ante la mayor presión fiscal”, expresó el periodista especializado Ricardo T. Lucas.
Iglesias justifica su postura en que “la propiedad privada tiene que estar subordinada al interés social” y reconoce que son medidas que encontrarán reticencias en determinados sectores pero, aun así, su mensaje hacia las empresas es claro: “Si les importa una mierda los ciudadanos, yo les diré, chato, el que me importa una mierda eres tú a mí”, advirtió el dirigente en su última intervención ante la prensa.
Por Flor Ragucci
Desde Barcelona
La indignación que empujó a miles de ciudadanos españoles en 2011 a ocupar las plazas de todo el país podría llegar ahora también al poder, si mañana se celebraran elecciones. Los resultados de la encuesta que este domingo publicó el diario El País sitúan a Podemos por delante de las dos fuerzas políticas mayoritarias en España en intención de voto desde el inicio de la democracia, el Partido Popular (PP) y el Socialista (PSOE). ¿Y quiénes son Podemos? Muchos de aquellos indignados que reclamaban por un cambio urgente en el modelo político, social y económico del país.
La formación que lidera Pablo Iglesias llegó como una tromba a sacudir un tablero electoral en el que desde hace décadas juegan los mismos. Ya en mayo –cuando ganaron cinco escaños en el Parlamento europeo, con sólo cuatro meses de vida– no quedaron dudas de que Podemos aparecía con fuerza. Lo que no estaba tan claro, sin embargo, era si ese éxito se sostendría en el tiempo o sería sólo el destello de unos fuegos artificiales fruto de la combustión entre el hartazgo de la gente y el indiscutible carisma del portavoz del grupo.
Para sorpresa de todos (líderes y militantes de Podemos incluidos), los primeros sondeos que se realizan sobre la intención de voto de los españoles para las próximas elecciones –las regionales y municipales son en siete meses y las nacionales en un año– confirman que no sólo el éxito de la incipiente formación no fue efímero, sino que la podría conducir hasta el mismísimo Palacio de Gobierno. Según la encuesta de Metroscopia para el diario El País, Podemos sería la lista más votada, con un 27 por ciento de los sufragios, sacándole 1,5 punto de ventaja al PSOE y 7 al PP, que se hundiría hasta caer al 20,7 por ciento del apoyo electoral.
Ante semejante batacazo, los fundadores de Podemos reaccionaron, primero que nada, con prudencia. En opinión de Iñigo Errejón, promotor del movimiento y miembro del equipo de Pablo Iglesias, los resultados de la encuesta reflejan un cambio de ciclo que, de todos modos, “hay que mirar con mucho cuidado”. En Podemos son conscientes de que el escenario y la percepción ciudadana pueden oscilar de aquí a un año –cuando lleguen las elecciones generales– pero, en cualquier caso, Errejón cree que no hay vuelta atrás. “Estamos en el filo de dos épocas. Estamos en un momento tan grave que cada vez nos preguntamos en qué nuevo capítulo de podredumbre nos encontramos”, apunta este investigador de la Universidad Complutense de Madrid.
“La podredumbre” a la que hace referencia Iñigo Errejón, y que en estas últimas semanas volvió a desbordar las alcantarillas políticas españolas, es probablemente uno de los factores que provocaron la exponencial escalada de Podemos en los sondeos. Luego de que salieran a la luz nuevos escándalos de corrupción que involucran directamente a altos cargos del PP, el PSOE e incluso Izquierda Unida (IU), Errejón sostiene que el clima generalizado es el de “una sensación de cambio en el que lo viejo no va a dar más de sí”. España se encuentra “en un tiempo político en descomposición”, afirma quien es una de las cabezas visibles del nuevo partido.
Mientras el “antiguo régimen” parecería derrumbarse, las nuevas formas de hacer política están en pleno proceso de definición. El partido de Pablo Iglesias acaba de decidir su estructura y su estrategia en un proceso de votación abierto a toda la ciudadanía. La asamblea –que tuvo lugar a mediados de octubre en Madrid– dio arranque a un proceso de decisión colectiva que el 15 de noviembre tendrá cómo resultado los nombres definitivos de su candidatura a las elecciones presidenciales. El eurodiputado Pablo Iglesias (de 35 años) es, de momento, el favorito y quien acapara, con su look bohemio y su discurso impecable, los programas de televisión de máxima audiencia y las tapas de todos los diarios desde hace meses.
Recientemente, en entrevista con Jordi Evole –uno de los periodistas más reconocidos en España por su audacia y la profundidad de sus investigaciones–, Iglesias aseguró que la presidencia del gobierno es su objetivo. “Si no gano las próximas elecciones generales, igual me voy”, anticipó el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Iglesias confesó en el programa que no es partidario de que Podemos concurra a las elecciones municipales por “estrategia y prudencia, ya que –sostiene– en el momento en que mínimamente nos parezcamos a la casta, estamos muertos”, explicó, poniendo de ejemplo un eventual escándalo con un concejal que concurriera bajo la marca Podemos. “Ahora no nos lo podemos permitir”, subrayó.
Con el nombre de “la casta”, Iglesias caló hondo en la población, ya que ese apelativo que usa para designar a la clase política y económica que gobierna España desde la opacidad y el inmovilismo le permite tomar distancia y autoproclamarse “en el otro bando”. En su discurso, Iglesias repite incansablemente que “están ante una oportunidad histórica para cambiar el país” y confiesa ser muy consciente de las causas del éxito de Podemos. “Somos el resultado de un desastre generalizado –dijo el líder de la formación en el programa Salvados, del canal La Sexta–. Los padres de Podemos son el PP y el PSOE.”
Entre las medidas que proponen, las más resonantes –tanto para criticarlas como para defenderlas– son las destinadas a frenar la política de austeridad que el gobierno de Mariano Rajoy lleva adelante desde que se desencadenó la crisis. La dotación de una renta mínima para todas las personas o adelantar la jubilación a los 60 años para, de esta forma, permitir que los jóvenes puedan acceder al mercado laboral, son algunas de las iniciativas que Iglesias incluye en su programa electoral.
También abrió la puerta a “nacionalizar, expropiar o confiscar” las empresas que el gobierno entienda que son claves para garantizar el bienestar de los ciudadanos, ante lo cual las tapas de los principales medios de información económica, como el diario Expansión, pusieron el grito en el cielo. “El recetario económico de la formación de Pablo Iglesias toparía con la Constitución, supondría incrementar de forma abismal el gasto público, espantaría a los inversores y cerraría el acceso a los mercados internacionales. También se multiplicaría la evasión de capitales ante la mayor presión fiscal”, expresó el periodista especializado Ricardo T. Lucas.
Iglesias justifica su postura en que “la propiedad privada tiene que estar subordinada al interés social” y reconoce que son medidas que encontrarán reticencias en determinados sectores pero, aun así, su mensaje hacia las empresas es claro: “Si les importa una mierda los ciudadanos, yo les diré, chato, el que me importa una mierda eres tú a mí”, advirtió el dirigente en su última intervención ante la prensa.
06/11/14 Página|12
Temor a los desposeídos o la brutalidad de los poseedores Por Alejandro Horowicz
El fantasma del conflicto social gatilló las viejas fobias, ya es tiempo de cerrarle el paso. Todo indica que es perfectamente posible.
El temor a los desposeídos, no es exactamente una novedad. Desde que la Revolución Francesa estableció como regla de la igualdad política un hombre un voto, el temor a los desposeídos y el temor a la mayoría política corrieron por idéntico carril. A tal punto que la "ampliación del derecho al voto" fue resistida por los conservadores de fines del siglo XIX, como si se tratara de una lucha directa por evitar la expropiación de su riqueza. El razonamiento era simple y compartido: la mayoría, los pobres, usarían su poder numérico para gravar la riqueza de la minoría. El número terminaría aplastando la aristocrática "excelencia". La demagogia de los políticos sin escrúpulos – suena conocida esta partitura, verdad– nos terminaría arrojando al río sin orillas de la grisura democrática.
La victoria electoral de los pobres y la llegada del socialismo terminaban siendo, en este razonamiento aterrado y ultraconservador, una misma cosa. Por tanto, los preocupados británicos hicieron lo posible para evitar el voto obrero, y los argentinos, por su parte, identificaron voto obrero con voto de extranjeros –mayoría entre los trabajadores de esos días– y los extranjeros no votaban. Ni siquiera el radicalismo en formación defendió el derecho obrero a votar. Solo los socialistas de Juan B. Justo levantaron esa bandera, y por cierto no fueron escuchados. Basta leer las conferencias de Leopoldo Lugones en el Teatro Odeón, para entender hasta qué punto se sentían amenazados.
Conservemos el orden expositivo. La estructura impositiva británica en 1890 alentaba esa reactiva ilusión socializante. El tributo a los ingresos, base del sistema, tenía un piso de 50 libras anuales. Los que ganaban menos de esa cifra, los trabajadores de todo tipo, no lo pagaban. Pagar impuestos equivalía a formar parte de las clases poseedoras. Cada vez que una crisis amenazaba con derrumbar el orden, cada vez que la estabilidad tembló, el viejo temor de los poseedores golpeaba y todavía golpea fuerte.
Vale la pena observar cómo sucede, porque no afecta del mismo modo toda la pirámide social. Cuanto más cerca de la frontera, mayor el miedo. Es más difícil que un hombre o una mujer ricos desde que se acuerdan crean que pueden ser arrojados a las filas de los indigentes. En cambio, para los que a caballo de un enorme esfuerzo lograron cambiar de clase social, la sola posibilidad perder la nueva posición suele ser vivida como tragedia irremontable. Todos los métodos legales o ilegales que impidan este acontecimiento, real o imaginario, resultan legítimos. Ese es el conservatismo de las capas medias, basta que los rugidos de la crisis global se hagan sentir para que el repertorio completo de sus fobias recobre su oscura y potente coloratura.
Volvamos a retroceder. En 1902, bajo el segundo gobierno del general Roca, el Congreso vota la Ley de Residencia. Esta curiosa ley permitía expulsar a cualquier extranjero que alterara la paz social. Para que se entienda, expulsar a cualquier militante sindical por el simple delito de serlo. Es que la paz social se presupone y cualquiera que pretenda quebrantarla organizando un sindicato, socialista o anarquista, podía ser expulsado sin intervención judicial. Bastaba que el jefe de policía considerara que así era para que así terminara siendo. Y así se practicó hasta el gobierno de Arturo Frondizi. El estado de excepción permanente contra el movimiento obrero, ya que de eso se trata, permitió que sin intervención judicial y burlando sangrientamente –no se trata de una metáfora– las garantías de la Constitución Nacional, un extranjero pudiera ser expulsado sin aportar ninguna clase de prueba en su contra. Ni el gobierno de Hipólito Yrigoyen, ni el de Juan Domingo Perón cambiaron, anularon esa espada de Damocles. El preámbulo de la Constitución que invita a "todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino" se reescribió definitivamente, sin que a los defensores del derecho constitucional se les desacomodara la gélida sonrisa.
Y la derogación de esta ley, la 4144, no supuso ninguna clase de democratización. Fue sustituida por la Plan Conintes, que permitía la formación de tribunales militares contra los trabajadores, pese a que los tribunales especiales están expresamente prohibidos por la Constitución Nacional. En 1969 los dirigentes obreros del Cordobazo Atilio López, UTA, Elpidio Torre, SMATA, y Agustín Tosco, Luz y Fuerza, fueron condenados a penas de prisión mediante la aplicación de este instrumento represivo. En esos años (dictadura oligárquica del general Juan Carlos Ongania, que impuso la pena de muerte por delitos políticos), pocos se preocupaban por las alteraciones del Estado de Derecho.
Una pregunta queda pendiente: ¿el miedo original tenía motivo? En la crisis capitalista encontramos la punta de la madeja. Las condiciones de existencia popular en Europa eran terribles, y el atentado anarquista fue parte de la respuesta. Todo comenzó con la movilización obrera del 1 de mayo del año 91, encabezada por anarquistas de Clichy, suburbio de Paris. La policía cargó, y en la escaramuza cinco agentes fueron lastimados. Nada grave. Hubo anarquistas detenidos, el fiscal pidió pena de muerte contra tres dirigentes. Condenas leves, la casa del juez Benoist volada, y arranca la cadena de represalias. El responsable de la explosión, capturado y juzgado, que respondía al nombre de Ravachol, el 11 de julio terminó guillotinado, transformándose en mito popular.
La calidad de las víctimas pega un salto. El 24 de junio de 1894 el presidente de Francia fue apuñalado por un anarquista italiano de 21 años. En 1895 se forma la Conféderation Genérale de Travail (CGT) dirigida por el anarquismo. En agosto de 1897, el presidente del Consejo de Ministros del rey de España, fue muerto de tres balazos, por otro anarquista italiano. El 10 de septiembre de 1898, en Ginebra, Isabel de Austria – la esposa del emperador Francisco José – muere a manos de un joven obrero anarquista, que por cierto es italiano. El 29 de julio de 1900 el rey de Italia recibe cuatro disparos a menos de dos metros y muere. Un militante anarquista italiano había cruzado el Atlántico, procedente de Paterson, USA, con ese propósito. El 1º de septiembre de 1901, un anarquista polaco, dispara con éxito contra el presidente de los Estados Unidos. La opinión pública estaba literalmente aterrada. En ese contexto y tras una serie de huelgas obreras se vota en la Argentina la 4144.
PASADO Y PRESENTE DE LA SEGURIDAD. Nicolás del Caño, diputado del PTS en el Frente de Izquierda, presentó una cuestión de privilegio por la agresión con balas de goma que padeció cuando acompañaba a los trabajadores enfrentados con la multinacional Lear. Todos los bloques lo respaldaron. Legisladores del Frente para la Victoria anunciaron, a modo de corolario, que no aprobarían cláusulas legales que contradijeran la política aplicada por el gobierno nacional desde 2003. El jefe del bloque de Senadores, Miguel Pichetto, se comunicó con la presidenta, y Cristina Fernández tuvo que admitir la posibilidad de volver a modificar la propuesta oficial para el Código Procesal Penal. El Boletín Oficial del 6 de mayo de 1976, con su decreto Ley 21.306, permitió establecer el signo y el sentido de esa legislación represiva derogada por Raúl Alfonsín. Difícil tolerar semejante retroceso en materia de migraciones. Al contemplar la expulsión por delitos con pena mínima inferior a tres años, el artículo 35 del proyecto modifica la ley vigente. La posibilidad de expulsión estaba legislada para delitos graves con condena en firme. Ahora se aplicaría sin juicio, por decisión policial y un vago consentimiento del imputado. Retorno liso y llano a la 4144.
Dicho sin ambages: la nueva política represiva criminaliza el conflicto social. Por tanto, los métodos de lucha usuales: ocupación de tierras y viviendas, con presencia de inmigrantes latinoamericanos; corte de rutas y de vías, manifestaciones en la calle, enfrentamientos con policías, gendarmes y sus jefes, como el coronel Roberto Angel Galeano, serían motivo de expulsión.
El fantasma del conflicto social gatilló las viejas fobias, ya es tiempo de cerrarle el paso. Todo indica que es perfectamente posible. Esa es la buena nueva.
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El temor a los desposeídos, no es exactamente una novedad. Desde que la Revolución Francesa estableció como regla de la igualdad política un hombre un voto, el temor a los desposeídos y el temor a la mayoría política corrieron por idéntico carril. A tal punto que la "ampliación del derecho al voto" fue resistida por los conservadores de fines del siglo XIX, como si se tratara de una lucha directa por evitar la expropiación de su riqueza. El razonamiento era simple y compartido: la mayoría, los pobres, usarían su poder numérico para gravar la riqueza de la minoría. El número terminaría aplastando la aristocrática "excelencia". La demagogia de los políticos sin escrúpulos – suena conocida esta partitura, verdad– nos terminaría arrojando al río sin orillas de la grisura democrática.
La victoria electoral de los pobres y la llegada del socialismo terminaban siendo, en este razonamiento aterrado y ultraconservador, una misma cosa. Por tanto, los preocupados británicos hicieron lo posible para evitar el voto obrero, y los argentinos, por su parte, identificaron voto obrero con voto de extranjeros –mayoría entre los trabajadores de esos días– y los extranjeros no votaban. Ni siquiera el radicalismo en formación defendió el derecho obrero a votar. Solo los socialistas de Juan B. Justo levantaron esa bandera, y por cierto no fueron escuchados. Basta leer las conferencias de Leopoldo Lugones en el Teatro Odeón, para entender hasta qué punto se sentían amenazados.
Conservemos el orden expositivo. La estructura impositiva británica en 1890 alentaba esa reactiva ilusión socializante. El tributo a los ingresos, base del sistema, tenía un piso de 50 libras anuales. Los que ganaban menos de esa cifra, los trabajadores de todo tipo, no lo pagaban. Pagar impuestos equivalía a formar parte de las clases poseedoras. Cada vez que una crisis amenazaba con derrumbar el orden, cada vez que la estabilidad tembló, el viejo temor de los poseedores golpeaba y todavía golpea fuerte.
Vale la pena observar cómo sucede, porque no afecta del mismo modo toda la pirámide social. Cuanto más cerca de la frontera, mayor el miedo. Es más difícil que un hombre o una mujer ricos desde que se acuerdan crean que pueden ser arrojados a las filas de los indigentes. En cambio, para los que a caballo de un enorme esfuerzo lograron cambiar de clase social, la sola posibilidad perder la nueva posición suele ser vivida como tragedia irremontable. Todos los métodos legales o ilegales que impidan este acontecimiento, real o imaginario, resultan legítimos. Ese es el conservatismo de las capas medias, basta que los rugidos de la crisis global se hagan sentir para que el repertorio completo de sus fobias recobre su oscura y potente coloratura.
Volvamos a retroceder. En 1902, bajo el segundo gobierno del general Roca, el Congreso vota la Ley de Residencia. Esta curiosa ley permitía expulsar a cualquier extranjero que alterara la paz social. Para que se entienda, expulsar a cualquier militante sindical por el simple delito de serlo. Es que la paz social se presupone y cualquiera que pretenda quebrantarla organizando un sindicato, socialista o anarquista, podía ser expulsado sin intervención judicial. Bastaba que el jefe de policía considerara que así era para que así terminara siendo. Y así se practicó hasta el gobierno de Arturo Frondizi. El estado de excepción permanente contra el movimiento obrero, ya que de eso se trata, permitió que sin intervención judicial y burlando sangrientamente –no se trata de una metáfora– las garantías de la Constitución Nacional, un extranjero pudiera ser expulsado sin aportar ninguna clase de prueba en su contra. Ni el gobierno de Hipólito Yrigoyen, ni el de Juan Domingo Perón cambiaron, anularon esa espada de Damocles. El preámbulo de la Constitución que invita a "todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino" se reescribió definitivamente, sin que a los defensores del derecho constitucional se les desacomodara la gélida sonrisa.
Y la derogación de esta ley, la 4144, no supuso ninguna clase de democratización. Fue sustituida por la Plan Conintes, que permitía la formación de tribunales militares contra los trabajadores, pese a que los tribunales especiales están expresamente prohibidos por la Constitución Nacional. En 1969 los dirigentes obreros del Cordobazo Atilio López, UTA, Elpidio Torre, SMATA, y Agustín Tosco, Luz y Fuerza, fueron condenados a penas de prisión mediante la aplicación de este instrumento represivo. En esos años (dictadura oligárquica del general Juan Carlos Ongania, que impuso la pena de muerte por delitos políticos), pocos se preocupaban por las alteraciones del Estado de Derecho.
Una pregunta queda pendiente: ¿el miedo original tenía motivo? En la crisis capitalista encontramos la punta de la madeja. Las condiciones de existencia popular en Europa eran terribles, y el atentado anarquista fue parte de la respuesta. Todo comenzó con la movilización obrera del 1 de mayo del año 91, encabezada por anarquistas de Clichy, suburbio de Paris. La policía cargó, y en la escaramuza cinco agentes fueron lastimados. Nada grave. Hubo anarquistas detenidos, el fiscal pidió pena de muerte contra tres dirigentes. Condenas leves, la casa del juez Benoist volada, y arranca la cadena de represalias. El responsable de la explosión, capturado y juzgado, que respondía al nombre de Ravachol, el 11 de julio terminó guillotinado, transformándose en mito popular.
La calidad de las víctimas pega un salto. El 24 de junio de 1894 el presidente de Francia fue apuñalado por un anarquista italiano de 21 años. En 1895 se forma la Conféderation Genérale de Travail (CGT) dirigida por el anarquismo. En agosto de 1897, el presidente del Consejo de Ministros del rey de España, fue muerto de tres balazos, por otro anarquista italiano. El 10 de septiembre de 1898, en Ginebra, Isabel de Austria – la esposa del emperador Francisco José – muere a manos de un joven obrero anarquista, que por cierto es italiano. El 29 de julio de 1900 el rey de Italia recibe cuatro disparos a menos de dos metros y muere. Un militante anarquista italiano había cruzado el Atlántico, procedente de Paterson, USA, con ese propósito. El 1º de septiembre de 1901, un anarquista polaco, dispara con éxito contra el presidente de los Estados Unidos. La opinión pública estaba literalmente aterrada. En ese contexto y tras una serie de huelgas obreras se vota en la Argentina la 4144.
PASADO Y PRESENTE DE LA SEGURIDAD. Nicolás del Caño, diputado del PTS en el Frente de Izquierda, presentó una cuestión de privilegio por la agresión con balas de goma que padeció cuando acompañaba a los trabajadores enfrentados con la multinacional Lear. Todos los bloques lo respaldaron. Legisladores del Frente para la Victoria anunciaron, a modo de corolario, que no aprobarían cláusulas legales que contradijeran la política aplicada por el gobierno nacional desde 2003. El jefe del bloque de Senadores, Miguel Pichetto, se comunicó con la presidenta, y Cristina Fernández tuvo que admitir la posibilidad de volver a modificar la propuesta oficial para el Código Procesal Penal. El Boletín Oficial del 6 de mayo de 1976, con su decreto Ley 21.306, permitió establecer el signo y el sentido de esa legislación represiva derogada por Raúl Alfonsín. Difícil tolerar semejante retroceso en materia de migraciones. Al contemplar la expulsión por delitos con pena mínima inferior a tres años, el artículo 35 del proyecto modifica la ley vigente. La posibilidad de expulsión estaba legislada para delitos graves con condena en firme. Ahora se aplicaría sin juicio, por decisión policial y un vago consentimiento del imputado. Retorno liso y llano a la 4144.
Dicho sin ambages: la nueva política represiva criminaliza el conflicto social. Por tanto, los métodos de lucha usuales: ocupación de tierras y viviendas, con presencia de inmigrantes latinoamericanos; corte de rutas y de vías, manifestaciones en la calle, enfrentamientos con policías, gendarmes y sus jefes, como el coronel Roberto Angel Galeano, serían motivo de expulsión.
El fantasma del conflicto social gatilló las viejas fobias, ya es tiempo de cerrarle el paso. Todo indica que es perfectamente posible. Esa es la buena nueva.
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