domingo, 4 de mayo de 2014

“El kirchnerismo significó salir del predominio de las ideas neoliberales”

 Claves de la historia. Entrevista. Mario Rapaport. Economista. Profesor UBA. Combinando su extenso conocimiento de la historia argentina y de los diferentes procesos económicos, Rapoport analiza el ciclo político iniciado en el año 2003, los desafíos pendientes y el proceso de integración regional.
¿Qué opinión tiene de la economía actual o de todo el ciclo de los gobiernos kirchneristas?
–Los gobiernos kirchneristas representaron un cambio con respecto a las políticas económicas predominantes que condujeron a la crisis de 2001. Algunas cuestiones resultan esenciales para explicar esos cambios: 1) la intención de salir del esquema de valorización financiera y predominio de las ideas neoliberales instalado por la dictadura militar y ampliado en los años ’90. El desendeudamiento fue un arma importante para ese fin. 2) La presencia del Estado como protagonista de un nuevo esquema productivo y de inclusión social. 3) El impulso a la reindustrialización del país, basado en la ampliación del mercado interno y un aumento en los niveles de inversión y de consumo. 3) La reducción del desempleo y de los indicadores de pobreza e indigencia mediante una redistribución de los ingresos hacia los sectores más necesitados. Para ello fue muy importante la renacionalización del sistema jubilatorio y la ampliación de sus beneficiarios. 4) La recuperación de activos estratégicos como YPF o Aerolíneas Argentinas, privatizados escandalosamente. 5) La intención de mantener un esquema macroeconómico controlado a través del manejo de variables como el tipo de cambio administrado y la implementación de políticas activas en sectores económicos. 6) Una política de integración regional que puso el acento en la unidad de acción con los países vecinos y la adopción de medidas comunes frente a la crisis y la presión de las grandes potencias a fin de mantener mayores márgenes de autonomía en el escenario internacional. El esquema funcionó más virtuosamente en las primeras etapas, por el efecto mismo de la rápida utilización de la capacidad instalada en la industria; el aumento del precio de las commodities que implicó una significativa mejora de los términos del intercambio; balanzas comerciales positivas y superávits en el sector externo y el fiscal y un mayor nivel de reservas internacionales. Durante varios años las tasas de crecimiento alcanzaron niveles sin precedentes en nuestra historia económica. Factores externos e internos contribuyeron a desacelerar este proceso. Por un lado, la crisis económica que se desencadenó en 2007-2008, impactando brutalmente en los países centrales, Estados Unidos y Europa Occidental, poniendo en jaque los esquemas económicos predominantes hasta entonces y produciendo la quiebra de grandes entidades financieras y empresas trasnacionales que debieron recurrir al salvataje de sus Estados. Aunque el país se había desligado en buena medida de los movimientos de capital que produjeron esa crisis, fue afectado por la caída de la actividad económica y el comercio mundiales.
–¿Cómo actuaron el sector agropecuario y los medios ante eso?
–Influyeron la oposición de sectores corporativos internos a políticas de redistribución de los cuantiosos excedentes que percibían, como en el caso del sector agropecuario frente a las retenciones; el rol de diversos medios en el desprestigio de la administración, y el de una oposición política, que se acrecentó con sectores desplazados del gobierno y que sin proponer nuevas medidas para solucionar los problemas esperaba su desestabilización. Por otro lado, el Gobierno cometió también errores. Dejó abierto distintos canales para la fuga de capitales, que fue cuantiosa y luego trató de controlar, y creó desconfianza en la ciudadanía a través de las estadísticas de medición de los precios que subestimaba los niveles de inflación. La elección equivocada de algunos funcionarios públicos, ciertos casos de corrupción. La década tuvo sin duda un balance positivo.
–¿Encuentra similitudes y diferencias entre los gobiernos kirchneristas y los dos del primer peronismo?
–El primer peronismo se encontró también frente a problemas parecidos, pero su posición externa fue peor desde un principio, porque las reservas de posguerra se evaporaron rápidamente, en parte por la misma economía internacional que castigó al país –inconvertibilidad de la libra, no participación en el Plan Marshall, pérdida de los mercados europeos, fuertes presiones de los Estados Unidos–, y en parte por la inevitabilidad de las nacionalizaciones. A lo que se sumaba el mismo ciclo de industrialización que exigía divisas, lo que terminó por provocar la grave crisis de 1949-52. No obstante, ya había habido una gran transferencia de ingresos a los sectores populares.
–¿Qué pasó a partir de 1952?
–A partir del ’52 y sin perder el apoyo de los trabajadores, con un plan de estabilización se logró controlar la inflación, que en 1953 y 1954 tuvo niveles bajísimos de entre un 3 y un 4%. Cuando vino la llamada Revolución Libertadora, al contrario de lo que se dijo en la época, la economía se estaba recuperando. La caída del gobierno se debió principalmente a errores en el manejo de su política interna y a los deseos de revancha de la oposición vencida en 1946, que comenzó a prepararla desde mucho antes. Nada es igual en la historia, pero el ciclo kirchnerista tropieza con algunas dificultades parecidas a las que enfrentó Perón.
–¿Qué falta hacer?
–Se deben tomar medidas económicas estructurales más profundas, de mediano y largo plazo, no quedarse únicamente en tratar de resolver los problemas coyunturales. No hay muchos márgenes para cometer errores, como los hubo en años anteriores, porque se acercan procesos electorales. Pienso lo mismo con respecto a la oposición, que todavía no tiene ganado el futuro y aparece muy fracturada. Recordemos lo que pasó después de la caída de Perón, la oposición de entonces se deshizo en mil pedazos. De cualquier modo, los enemigos de cambios de fondo están en muchas partes, aquí y afuera, y son muy poderosos.
–¿Cree que existe una Argentina diseñada por la oligarquía en el siglo XIX y que aún no se pudo dejar atrás? ¿El kirchnerismo intenta hacerlo?
–El país hereda su propio pasado. Y está marcado por una oligarquía conservadora y antidemocrática en lo político, que en la defensa de sus intereses llegó a apoyar todos los golpes de Estado contra gobiernos populares y, especialmente, a la peor dictadura militar de nuestra historia. En lo económico es pretendidamente liberal, aunque esto resulta relativo porque en los años treinta fue ella la que impuso el intervencionismo de Estado y en los noventa apoyó un tipo de cambio inamovible del peso con una moneda que no emitía ni controlaba como el dólar, mientras liberaba las otras variables de la economía y se basaba en el endeudamiento externo que facilitó el saqueo del país, en el que participó.
–¿La oligarquía que enfrentó al primer peronismo es la misma de la actualidad o hubo cambios?
–En el fondo esa oligarquía es muy parecida a la del primer peronismo, con la diferencia que una parte cada vez mayor de ella ya no explota sus campos y tiene otro tipo de arrendatarios. Con la soja, los que alquilan las tierras, incluyendo empresas trasnacionales, son tanto o más ricos que sus propietarios.
–¿Qué paradigmas políticos y económicos tanto locales como internacionales se necesitan poner en cuestión para avanzar?
–El abandono definitivo de los paradigmas neoliberales, el retorno a una participación más activa del Estado (que en esta década se comenzó a hacer en el país y en otros de la región), y la vuelta definitiva a economías productivas y de bienestar. Pero la característica principal del mundo actual son las grandes desigualdades económicas. Existen dos mundos paralelos. Por un lado, grandes fortunas en los países centrales y en la periferia, acrecentada por los paraísos financieros, la criminalidad de la droga y otras cuestiones por el estilo que conforman lo que se denomina mundo globalizado. A ellos los acompañan sectores medios dominados mentalmente por el Gran Hermano de la información. Pero esas fortunas ni siquiera aportan riqueza a sus propios países. Las trasnacionales como Nike o Apple tienen sus fábricas a bajo costo en Singapur, Malasia o China, y abaratan sus productos pero crean desempleo y pobreza entre los suyos.
–Hay quienes pretenden una Argentina agroexportadora o monoexportadora de soja. ¿Qué respuesta deberían dar este gobierno o los que lo sucedan?
–El paraíso de la soja es un engaño. Por un lado, es un producto con casi nulo valor agregado. Por otro lado, la explotación de la soja perjudica los campos para producciones posteriores. China, por ejemplo, nos compele a comprar sus productos industriales a cambio de esa soja y volvemos a reproducir una relación parecida a la que teníamos con Gran Bretaña. Ninguna nación monoexportadora estuvo alguna vez entre los países más desarrollados del mundo y si bien el campo argentino puede dar de comer a 400 millones de habitantes nunca va a dar empleo a 40 millones de argentinos. Seremos un país rico para unos pocos, con countries o mansiones rodeados de villas de emergencia. Luego nos quieren convencer de que el problema es la inseguridad. Algunas instituciones internacionales afirman que hay casi tanta riqueza de argentinos fuera del país como adentro: quizás la solución para la inseguridad de los que más tienen radique en refugiarse ellos mismos en los paraísos fiscales. Habría que preguntar a aquellos argentinos que le dieron su dinero para una inversión de altos réditos al estafador Bernie Madoff, hoy en prisión. Según se dice fueron unos 500 millones de dólares. Pero a ello hay que sumar a los que compraron títulos de Lehman Brothers o mansiones en Miami o en la Costa del Sol española.
–En el peronismo en general se planteaba que la Argentina debería ser industrial por medio del uso de las retenciones al agro. ¿Esto es posible ahora?
–Más que posible es necesario. Los excedentes extraordinarios deben redistribuirse porque no son ganancias normales propias del mismo sistema capitalista y todos los sectores no tienen las mismas ventajas comparativas. Es verdad, que los que tienen esas ventajas se van a oponer, eso será siempre, forma parte del egoísmo de esta sociedad. El país careció siempre de una verdadera burguesía industrial y la industrialización dependió sobre todo del rol del Estado.
Unidad de América Latina.
–¿Cómo evalúa los trabajos de integración en América latina de los últimos años? Mercosur, Unasur y la Celac. 
–Así como la política dominante en la década de los ’90 fue reflejo de la relevancia que en el plano económico interno habían adquirido los acreedores externos y los organismos financieros internacionales, en la actualidad se presentan nuevas concepciones respecto de la inserción internacional, donde se retoma y rediscute en el marco de los procesos de integración regional y el concepto de autonomía, como se manifiesta en el rechazo del ALCA.
–¿Se requiere una estrategia conjunta?
–Sin duda, la afirmación de los espacios propios de expresión y participación de los países de la región requiere una estrategia conjunta, partiendo desde la especificidad nacional, pero en consonancia con las necesidades comunes de los vecinos. Después de muchos años de haber vaciado los conceptos de autonomía y “no intervención”, y la historia revela esto claramente, se vuelve a plantear la necesidad de una nueva juridicidad a fin de reponer algunos de los principios fundamentales asociados a las problemáticas de los países periféricos, como los de soberanía y autodeterminación nacional y regional. El caso de las Malvinas es, en este sentido, ejemplar. Lo más notable en la última década fue el reforzamiento del proceso de integración regional, en el que se destaca la alianza estratégica con Brasil. Debo mencionar los momentos de mayor significación en ese sentido. Primero, la creación del Mercosur en los años ’90. Luego la Unasur, que terminó de ratificarse en marzo de 2011 y que con 12 países y una población cercana a los 400 millones de habitantes parece proyectarse hacia el futuro como un espacio económico y geopolítico importante. El último de los avances de este período fue la Celac, integrada por 33 naciones con 600 millones de habitantes, 150 más que Rusia y Estados Unidos juntos.
–¿Cómo evalúa la relación con los Estados Unidos? 
–La historia de las relaciones argentino-estadounidenses desde la época de la independencia hasta la actualidad, permite hacer un balance de lo que sucedió y de lo que puede esperarse de esos vínculos. Desde aquellas fundadas en privilegiar los lazos con Europa, como en los regímenes conservadores, pasando por las que intentaron obtener mayores márgenes de autonomía –Yrigoyen, Perón–, hasta las que tuvieron por base la sumisión y la obediencia ciega; siendo estas últimas las que paradójicamente más daño hicieron. Tal el caso de las “relaciones carnales” de los años ’90, que llevaron, entre otras cosas, a la crisis de 2001 y a problemas que todavía persisten, como el caso de los fondos buitre, producto de una filosofía neoliberal centrada en la apertura indiscriminada y el endeudamiento externo.
–¿Qué opina de la relación Perón-Braden?
–Hubo crudos enfrentamientos como el del embajador Braden y Perón. Pero pocos saben que Braden, años antes de su entredicho con Perón fue representante de Estados Unidos en la Conferencia de Paz por la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, que se hizo en Buenos Aires, y que allí se enfrentó no menos violentamente al canciller Saavedra Lamas, un conservador que fue el primer argentino Premio Nobel de la Paz y a quien odiaba casi tanto en sus Memorias como a Perón. Como se ve, existen también ciertas constantes en la historia independientemente de los tipos de gobierno.
La presencia británica.
–¿Cuáles son los puntos en común que nos interesan y cuáles las diferencias? 
–Indudablemente, las primeras décadas del siglo XIX representaron para el conjunto de naciones un proceso histórico muy parecido. La ruptura económica y social de las estructuras coloniales implicó un fuerte entrelazamiento de situaciones y destinos con fronteras y pueblos móviles que fueron fijándose paulatinamente. También, con guerras civiles, en donde estuvieron en juego los poderes centrales y federales o intereses de distinto tipo, y conflictos bélicos o diplomáticos entre países.
–¿Cómo jugó la presencia casi permanente de una potencia como Gran Bretaña?
–Un eje que atravesó el conjunto de la región fue la presencia de una nueva potencia hegemónica, Gran Bretaña (y en ocasiones otras europeas), reemplazando sobre todo en lo económico a los antiguos poderes coloniales, imponiendo la bandera del libre comercio, que no fue entre los mismos vecinos sino entre cada uno de ellos y el continente europeo, esquema al que se incorporó, más tarde, Estados Unidos. Otros dos rasgos conforman este paisaje: la constitución de elites de poder sobre la base de la posesión, lícita o ilícita, de las riquezas naturales, y el funcionamiento de esquemas primarios exportadores funcionales a la división internacional del trabajo impuesta desde afuera. En lo interno, se creaban regímenes autoritarios, con una impronta cultural heredada en gran medida de la colonia, y sistemas económicos que obstruían cualquier intento de transformar esos recursos en función de estrategias propias de desarrollo. En lo externo, el crecimiento se hacía subordinado a la llegada de bienes de capital y manufacturas extranjeras, en el marco de enormes endeudamientos y crisis financieras. La última etapa de la posguerra fría y la globalización, implica en la mayoría de los casos, junto a una redemocratización frágil, con la secuela de las últimas y, en algunos casos, más terribles dictaduras militares, un nuevo tipo de dependencia a través del endeudamiento externo; la privatización de activos públicos; la financiarización y desindustrialización de las economías y el seguimiento de políticas impuestas por los organismos financieros internacionales.
Estudio de la historia.
–Usted alguna vez señaló que existe la historia oficial, la de la academia o del ambiente universitario. ¿Cómo se estudia ese tema en las universidades nacionales?
–René Girault, uno de los principales especialistas franceses en la historia de las relaciones internacionales dice que “el historiador es prisionero de su tiempo”, dando a entender que las preguntas que nos hacemos tienen que ver con nuestra propia vida personal, con la problemática de la sociedad en la que estamos inmersos. Y el gran economista austríaco Joseph Schumpeter lo corrobora en el campo de la economía: también los que se dedican a ella “son un producto de su propia época y de todo tiempo anterior y sus resultados se verán sin duda afectados por la relatividad histórica”.
–¿Son neutras las tendencias de la historiografía?
–Ambos nos quieren advertir que las tendencias historiográficas y las teorías económicas no son neutras, responden a las ideologías y a las presiones de cada época. El estudio de la historia cambia, porque cambian las épocas y con ellas las miradas de los historiadores, economistas o especialistas en las ciencias sociales. El accionar de las grandes potencias, las cuestiones de dependencia y dominación, la estrecha vinculación entre las políticas externas e internas; el rol de sectores políticos y económicos de un país en la formulación del juego diplomático de otros; la diversidad de intereses y estrategias involucrados en las relaciones bilaterales o multilaterales son elementos a incorporar en los estudios e investigaciones tanto históricos como coyunturales.
–¿Cómo se plantea en este caso la historia de América latina?
–La especificidad de nuestra América latina, en su historia colonial, en la formación de sus Estados-naciones, en el modo de inserción de cada una en la economía y la política mundiales, en sus relaciones mutuas y con las grandes potencias, distinguen su objeto de estudio del de otros continentes o regiones. Todo ello implica dar un significado propio a cada una de las categorías y conceptos con los que estudiamos la región. Las historias nacionales tienen sus particularidades en cierto modo únicas, pero también poseen una numerosa cantidad de puntos en común. Es posible encontrar ese hilo que nos une y reconocer la existencia de una historia sudamericana que trascienda los casos individuales.
–¿Sigue vigente el “mitrismo” en la historia argentina?
–Lo que hizo Mitre fue una historia fundante de una patria cuyos más importantes protagonistas no fueron aquellos que lucharon por ella y luego murieron abandonados, como Belgrano; en el exilio, como San Martín o Artigas (que también fue un caudillo argentino); aparentemente asesinados como Moreno; fusilados como Dorrego y así de seguido. No, detrás del telón estaban los Martínez de Hoz, que votaron contra la revolución; aquellos enfiteutas que se aprovecharon de la Ley dictada por Rivadavia; los beneficiados por las Campañas del Desierto, sobre todo la de Roca: se conocen bien los nombres de todos ellos. Por eso, para blanquear el pasado, y poseedor de muchos documentos inéditos, Mitre reivindicó a dos figuras indiscutibles, Belgrano y San Martín, a quienes colocó en el altar de un pasado liberal, necesitado como estaba de próceres verdaderos y, de paso, creó un gran medio periodístico que representa cabalmente a esa elite de la que hablamos. Creó un pasado que se correspondía a sus ideas.
–¿Cuáles son los desafíos de los historiadores que se dedican a revisar la historia?
–Creo que debemos cambiar el concepto de lo que se llama revisionismo. Todo aporte original a la historia constituye una revisión de ella, sea quien fuere el que la haga o la institución de referencia y las interpretaciones pueden ser diferentes. La divulgación es también importante siempre que esté bien hecha. Yo me dediqué a la historia del siglo XX y XXI, y para esas épocas más recientes hay un sinnúmero de trabajos que provienen de medios académicos, de las universidades, del Conicet, y continuamente revisan la historia. En nuestra revista académica, muy rigurosa en su contenido, Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, que ya lleva más de veinte años de existencia se han publicado muchos de ellos.
–Usted dirige un importante instituto de estudios, ¿qué aportes se realizan desde allí?
–La institución que dirijo, el Idehesi (Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales, una unidad ejecutora del Conicet que agrupa en red a tres centros de estudios: de Historia Económica de la UBA, de Historia de la Universidad Católica de Rosario y de Estudios Multidisciplinarios de la Universidad de Cuyo) viene de terminar un libro, próximo a publicarse, con el aporte de veinte autores distintos cuyo título lo dice todo: Los proyectos de Nación en la Argentina. Modelos económicos, relaciones internacionales e identidad nacional.
*Presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.Domingo 04 de Mayo de 2014

Una bomba electoral en Siria

Edición número 311. Domingo 04 de Mayo de 2014


El inesperado llamado a las urnas del presidente Al Assad coincide con un recrudecimiento del conflicto armado interno.
El gobierno de Bashar Al Assad entiende como lo afirmó, en su momento, el semiólogo francés Michael Foucault –invirtiendo la máxima del general prusiano Karl Von Clausewitz– que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Por ese motivo, el gobierno sirio decidió que el 3 de junio habrá elecciones presidenciales. El conflicto armado –su inició coincidió con el brote de la denominada primavera árabe– con los movimientos rebeldes perdura y, si bien la relación de fuerzas hoy favorece a las tropas regulares, la imposibilidad de ver capitular a sus enemigos moviliza a Damasco a jerarquizar la opción electoral por sobre el tablero castrense para elevar su voz de mando a nivel doméstico y, paralelamente, poder dar una imagen de gobernabilidad en el plano internacional.
Bashar confía en su triunfo. Es lógico, la familia Al Assad gobierna Siria desde 1971. Desde entonces, en los comicios y plebiscitos, sistemáticamente denunciados como irregulares por la oposición, el oficialismo consiguió siempre resultados extrañadamente cercanos a la perfección. Cuenta un rumor periodístico que, en una oportunidad, los asesores del presidente Hafez Al Assad –padre de Bashar– comunicaron al jefe de Estado que el partido Baath acumulaba el 95% de los votos en una compulsa. Lejos de festejar el triunfo, Hafez habría ordenado a su círculo íntimo averiguar por qué el restante 5% no había apoyado al régimen. Pero, evidentemente, la coyuntura del 2014 difiere con el contexto iniciático de la hegemonía de los Assad. La guerra ya suma 150 mil muertos, ocho millones de desplazados y, fundamentalmente, el peso de las identidades étnicas volvió a cicatrizar regionalmente al país. Ese cuadro, y la continuidad de los enfrentamientos –el último martes, dos coches bombas sacudieron la, hasta ahora, inexpugnable capital nacional–, hace difícil anticipar un final feliz electoral para el presidente en los comicios de junio.
El conflicto sirio es un ovillo sumamente anudado donde están entrecruzados intereses regionales e internacionales difíciles de describir sintéticamente. Durante los últimos tres años, como si fuese una representación real del clásico juego de guerra TEG, el ejército de Al Assad y las milicias insurgentes fueron auxiliados, a su vez, por jugadores más importantes que, desde posiciones vecinas, permanentemente hicieron llegar tropas, dinero o equipos médicos y sanitarios a sus aliados para ganar la pieza siria. En conversación vía Skype con Miradas al Sur, Ilya Topper, corresponsal del portal Mediterráneo Sur en Estambul, confirma la inocultable internacionalización del conflicto militar sirio. “Sin ninguna duda, Siria se ha convertido en una especie de pelota disputada en un campo de juego dominado por los actores regionales más importantes. De un lado, el régimen de Assad esta apoyado por Irán junto con la guerrilla del Hezbollah en Líbano y con Rusia como primer respaldo en la ONU. Del otro lado, Turquía pero, principalmente, Arabia Saudita y los países del Golfo como Qatar sostienen a las milicias rebeldes”.
Además, Illya Topper recordó a Miradas al Sur que: “El primer levantamiento contra el gobierno de Al Assad, que coincidió con la llamada primavera árabe, y el posterior alzamiento en armas de civiles o de desertores del ejército, no tuvo un componente islamista. Pero, como una guerra necesita dinero y armas, ahí apareció el auxilio de los yihadistas radicales, que reivindican la versión wahabí del Islam, o sea su interpretación más fundamentalista. En Siria, la marca Al Qaeda, que puede presentarse como el grupo EIIL (Estado Islámico en Irak y en el Levante), agrupó a sicarios y mercenarios de otros países donde tienen peso, como Libia, y logró conquistar posiciones militares importantes. Por ejemplo, en la primera ciudad capital de provincias donde ha capitulado totalmente el gobierno nacional, la voz de mando ahora pertenece al grupo islámico EIIL”. La fuerte presencia de los herederos políticos de Bin Laden en Siria también fue confirmada por el periodista de TeleSur William Parra, uno de los pocos cronistas latinoamericanos que lograron transmitir el conflicto armado árabe desde la propia Damasco. “En una ocasión visitamos una de sus bases. Me impresionó ver una bandera de Al Qaeda en una de las salas. Para ellos, Al Assad es un infiel. En su discurso no dejaban de pedir el apoyo de Estados Unidos y de Europa. Entrevistamos a algunos civiles que estuvieron en zonas controladas por los rebeldes. Decían que lo primero que les hacían era cortarles la luz y luego les cerraban la panadería del barrio, su principal alimento, si no colaboraban. El discurso de los rebeldes siempre era islámico y predominaban los libios, tunecinos y qataríes. Se trata de grupos muy fraccionados, ellos aspiran a que la OTAN bombardee algo y entonces ellos puedan entrar y repartirse el poder en esa zona”, especificó Parra en una entrevista otorgada a Pascual Serrano, fundador del sitio informativo electrónico Rebelión.
Por último, los últimos chispazos del conflicto sirio van a contramano de la tregua bilateral firmada el año pasado en Ginebra cuando la diplomacia rusa frenó una inminente invasión del Pentágono, que pretendía realizar una “incursión humanitaria” luego de haberse producido un ataque con armas químicas en la periferia de la capital siria. La oposición culpó a Al Assad por el crimen de guerra. Naturalmente, Damasco trasladó la culpa al “bando terrorista” de ser el autor intelectual de haber arrojado gas sarín sobre la población civil y, automáticamente, comprometió su palabra ante la ONU sobre desmantelar en el corto plazo todo su arsenal de guerra químico. Igualmente, la guerra continúa. El movimiento rebelde –fuertemente tutelado por las potencias de Occidente y por las corrientes más fundamentalistas del islamismo– no tiene el poder de fuego de unos años atrás pero, aún, sigue dañando al régimen. Si no podemos a los tiros, probemos con los votos, parece ser la estratagema de Bashar Al Assad. Eso sí, el reglamento electoral es draconiano para los opositores. En un país donde los principales rivales de Al Assad viven exiliados desde hace décadas, el gobierno impuso como condición ineludible para ser candidato presidencial haber vivido en el país durante los últimos diez años.

La nueva crisis de los misiles

Año 6. Edición número 285. Domingo 3 de Novimbre de 2013

El gobierno de Putin critica la instalación de plataformas militares norteamericanas en Europa del Este.
Estados Unidos y Rusia

El gobierno de Putin critica la instalación de plataformas militares norteamericanas en Europa del Este.
Estados Unidos y Rusia amenazan con reeditar en el siglo XXI la crisis de los misiles en Cuba que llevó al mundo al borde de una guerra nuclear. El establecimiento del escudo antimisiles de la OTAN en Europa amenaza con ser un factor con graves implicancias a la seguridad mundial y con derivaciones que pueden afectar a otras regiones.
La OTAN ha iniciado en Rumania la primera fase de la instalación de la base antimisiles (DAM) destinada a proteger a Europa de eventuales ataques con misiles de mediano y corto alcance. El proyecto contaría de cuatro etapas que concluirían en el 2020. La base de Deveselu, a 180 kilómetros de Bucarest, será operativa con los sistemas AEGIS y equipada con misiles Satandar 3, a partir del 2015.
En la ceremonia de inauguración, el subsecretario de Defensa de EE.UU., James Miller, indicó que “cuando la segunda fase este completa, Europa será más segura, las fuerzas armadas de Estados Unidos estarán mejor protegidas, y la alianza OTAN será más fuerte”.
El sistema misilistico que se establecerá en Rumania tiene un carácter defensivo y ofensivo. Esa doble condición de los interceptores es lo que Rusia considera como “escudo misilistico” y estima como una amenaza grave a su seguridad. El Kremlin ha señalado de manera categórica que resulta “inadmisible” su instalación ya que se encuentra en la proximidad de los misiles balísticos intercontinentales de Rusia y de la flota de submarinos nucleares estratégicos. El sistema DAM, desde la percepción de Moscú, podría afectar o debilitar la eventual necesidad de un contraataque ruso en caso de agresión.
Estados Unidos ha señalado que las baterías de misiles no están orientadas a blancos rusos y que tienen el propósito de prevenir un ataque de Oriente Medio u otras áreas asiáticas, como podría ser el caso de Irán o Corea del Norte. Rusia pone en duda ese argumento por cuanto dichos países no contarían con la capacidad misilistica de amenazar a Europa. Tampoco parece haber otro riesgo en el horizonte. En este contexto, ha reclamado a Estados Unidos y a la OTAN garantías de no agresión.
El tema del escudo antimisiles es un elemento que ha afectado gravemente las relaciones entre Estados Unidos y Rusia en los últimos años a punto que se han suspendido negociaciones anunciadas como las relativas al desarme nuclear y otros temas de seguridad estratégica global. El avance de la instalación del sistema DAM en Rumania amenaza con un mayor distanciamiento entre Washington y Moscú como la posibilidad que Rusia intente represalias. Las autoridades del Kremlin han señalado que Rusia “responderá muy fuerte” cualquier despliegue norteamericano sobre sus fronteras o zonas costeras.
El plan de la OTAN en Rumania, en particular la insistencia de Estados Unidos, no parece razonable y hasta tiene condimentos de provocación. No sería de extrañar que Rusia se vea obligada a responder con contra medidas como podrían ser un aumento considerable de la presencia militar rusa en Kaliningrado con el despliegue de misiles tácticos del tipo del Iskander e incluso que Moscú pueda intentar hacer algo similar a lo de Rumania con países que no son amigables con Estados Unidos. Tampoco se descarta que el tema del escudo antimisiles en Europa pueda tener consecuencias negativas respecto a Siria. Es decepcionante que en las actuales delicadas circunstancias internacionales tenga lugar manifestaciones de fuerza innecesarias.

La Tercera Guerra Mundial se cocina a fuego lento Año 7. Edición número 311. Domingo 04 de Mayo de 2014 Por Walter Goobar mundo@miradasalsur.com

En la estremecedora película El día después, estrenada en 1983 por la cadena de televisión ABC, se muestra como una concentración de tropas rusas en Europa Oriental –que Moscú afirmó inicialmente que era un ejercicio militar–, y luego gradualmente escaló a un punto en el que el Kremlin y la Casa Blamca lanzaron sus misiles nucleares por temor a perderlos en un ataque preventivo. La situación parece hoy repetirse en la frontera rusoucraniana: Moscú no sólo ha reforzado la maquinaria bélica que movilizó en lo que inicialmente se consideraba una demostración de fuerza, sino que ahora el Ministerio de Defensa de Rusia ha ordenado a las brigadas de equipos médicos militares que se desplieguen con urgencia a la frontera con Ucrania, una inequívoca señal de que Moscú se prepara para la guerra después de que decenas de miles de soldados fueron enviados a la región fronteriza para ejercicios militares.
Si bien los estadounidenses no han pensado en escenarios semejantes desde el fin de la Guerra Fría, porque la rivalidad ideológica entre Washington y Moscú se había dejado de lado, la crisis en Ucrania es un recuerdo de que Rusia sigue siendo una superpotencia nuclear, y que las fuentes geopolíticas de sus preocupaciones de seguridad no han desaparecido. De hecho, Moscú tiene mayores motivos para preocuparse actualmente, porque ha perdido la barrera de aliados que la aislaba de un ataque occidental durante la Guerra Fría, y ahora tiene su capital a sólo unos pocos minutos de la frontera oriental de Ucrania en jet (menos por misil). Si se conoce la historia de la región, es fácil ver por qué Moscú podría temer una agresión.
Después de fomentar la revuelta en Ucrania oriental, como respuesta al golpe de Estado orquestado en Kiev por la Casa Blanca, Moscú alega que puede verse obligada a ayudar a rusos étnicos en esa zona (por eso ha reunido 40.000 soldados al otro lado de la frontera, en lo que fue calificado de maniobras). Mientras tanto, Estados Unidos ha aumentado su propia presencia militar en la zona, reiterando garantías de seguridad a los miembros locales de la OTAN. De modo que poco a poco, las tensiones se intensifican.
Según Loren Thompson, jefa de operaciones del Lexington Institute sin fines de lucro y Directora Ejecutiva de Source Associates, un aspecto siniestro del equilibrio militar regional es la presencia de armas nucleares no estratégicas en ambos lados. Las armas nucleares tácticas, esos misiles, bombas y otros artefactos fueron comprados durante la Guerra Fría para compensar cualquier déficit en poder de fuego convencional durante un conflicto. Según Amy Woolf, del Servicio de Investigación del Congreso, Estados Unidos tiene unas 200 armas de ese tipo en Europa, algunas de las cuales están disponibles para ser utilizadas por aliados locales en una guerra. Woolf dice que Rusia tiene unas 2.000 ojivas nucleares no estratégicas en su arsenal activo –muchas de ellas a una distancia de ataque de Ucrania– y que sucesivas revisiones de la estrategia militar rusa parecen “depender más de armas nucleares” como contrapeso para la ventaja de Estados Unidos en armas convencionales de alta tecnología.
Un estudio hecho en 2011 por la respetada RAND Corporation llegó a la misma conclusión, señalando que la doctrina rusa reconoce explícitamente la posibilidad de usar armas nucleares en respuesta a una agresión convencional. Moscú no sólo ve el uso nuclear como una potencial opción de escalada en una guerra regional, sino también prevé el uso de armas nucleares para desescalar un conflicto. No se trata sólo de ruido de sables ruso. Estados Unidos y sus socios de la OTAN también prevén la posibilidad de usar armas nucleares en una guerra europea. El gobierno de Obama tuvo la oportunidad de apartarse de una idea semejante en un Estudio de Postura Nuclear de 2010, y en su lugar decidió que conservaría armas nucleares desplegadas en Europa bajo una doctrina conocida como disuasión extendida. Naciones europeas orientales que se unieron a la OTAN después del colapso soviético han apoyado especialmente el que haya armas nucleares de Estados Unidos próximas a ellas.
Por improbable que parezca, a ambos lados existen doctrinas y capacidades que podrían conducir al uso nuclear en una confrontación con Ucrania.
Durante la crisis de los misiles de 1962, la Armada de Estados Unidos casi provocó el uso de un torpedo nuclear por un submarino ruso durante el bloqueo porque malinterpretó la probable reacción del enemigo al ser amenazado. En aquel momento, el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear por un error de interpretación. Lo mismo ocurre ahora: la malinterpretación de señales puede convertirse en un proceso recíproco que envíe a ambos lados rápidamente por el “camino de la escalada”, a un punto en el cual el uso nuclear parezca ser el siguiente paso lógico.
Según Thompson, si la confrontación militar entre Rusia y la OTAN lleva a un conflicto convencional, un lado o el otro podría llegar a enfrentar la derrota. Rusia tiene una clara ventaja numérica en el área alrededor de Ucrania, pero sus fuerzas armadas consisten sobre todo de conscriptos y está mediocremente equipada en comparación con sus contrapartes occidentales. Sea cual sea el lado que estuviera perdiendo tendría que sopesar las desventajas de perder en comparación con las de escalar al uso de armas nucleares tácticas. Moscú tendría que considerar la posibilidad de una permanente presencia enemiga cerca del corazón de su territorio, mientras que Washington podría enfrentar el colapso de la OTAN, su alianza más importante. En semejantes circunstancias, el uso de “sólo” una o dos ojivas tácticas nucleares para prevenir un resultado con consecuencias tan trascendentales podría parece razonable –especialmente, en vista de la existencia de capacidades relevantes y doctrinas de apoyo moral en ambos lados.
La política de Estados Unidos incluso prevé que se deje que aliados utilicen ojivas tácticas contra objetivos enemigos. Moscú probablemente no confía en sus aliados hasta ese punto, pero con más armas nucleares tácticas en más sitios, existe una mayor probabilidad de que comandantes rusos locales puedan tener la libertad de iniciar el uso de armas nucleares en el caos de la batalla. La doctrina rusa apoya el uso de armas nucleares como reacción ante una agresión convencional que amenace el territorio nacional, y los obstáculos a la iniciativa local frecuentemente desaparecen una vez que las hostilidades comienzan.
Cuando se consideran todos los errores, fallas y malos entendidosque ocurren en tiempos de guerra –inteligencia mediocre, comunicaciones perturbadas, reveses en el campo de batalla, fallas del comando y una multitud de otras influencias–, parece razonable considerar que una confrontación entre la OTAN y Rusia podría escalar de alguna manera fuera de control, incluso hasta el punto de utilizar armas nucleares. Y porque Ucrania está a escasos 400 kilómetros de Moscú, no hay manera de prever lo que podría ocurrir una vez que se cruce la “línea de fuego” nuclea

Los pecados electorales de Santos Año 7. Edición número 311. Domingo 04 de Mayo de 2014 Por Emiliano Guido americalatina@miradasalsur.com

La gula y avaricia por conseguir votos llevó al jefe de Estado colombiano a contradecirse en la campaña en temas clave de la agenda como el proceso de paz con la guerrilla o la restitución del alcalde bogotano. A tres semanas de los comicios presidenciales, el oficialismo busca pulir y mejorar su estrategia comunicacional.
El relato político del oficialismo colombiano parece tener más agujeros que un queso gruyère. En plena recta final de la campaña y a tres semanas de los comicios presidenciales, el jefe de Estado Juan Manuel Santos cayó en la cuenta sobre sus reiteradas contradicciones en temas clave de la agenda nacional, como el proceso de paz con las Farc o la restitución del alcalde bogotano Gustavo Petro, y en consecuencia decidió reordenar la estrategia comunicacional de su frente partidario. Es decir, el mandatario ordenó a sus asesores pulir el desdibujado discurso del santismo, acortarle sus reiterados movimientos pendulares; en definitiva, los movilizó a diseñar un solo ropaje ideológico para seducir a una opinión pública apática hacia unas elecciones que han sido caricaturizadas por buena parte de la prensa caribeña como “las más aburridas del mundo”. “En los últimos días hubo una recomposición de urgencia en el equipo de asesores de la reelección de Juan Manuel. Momentos antes, se escucharon dentro del círculo áulico presidencial voces inconformes con la imagen de la campaña. Los dirigentes que tienen que ir a las regiones a vender al candidato y a conseguir los votos argumentaban que cambiar de un momento a otro la imagen de un hombre que la ha construido durante casi cuarenta años de vida pública: (Santos, el estadista, el hombre de club, el jugador de póquer, el de los trajes ingleses, el gentleman), por la de Juan Manuel, (el hombre cálido, descontracturado, cercano al pueblo), es una falacia bien difícil de vender”, contextualiza el periodista colombiano Carlos Suárez en una columna titulada “Santos contra Santos”, publicada en el portal informativo más visitado de Colombia, La Silla Vacía.
En principio, el presidente colombiano tiene altas probabilidades de conseguir su reelección. Todavía marcha primero en todas las encuestas que miden la intención de voto y, por otro lado, el jefe de Estado es la voz de mando indiscutible del poderoso aparato partidario oficialista. Sin embargo, no son pocos los sondeos que advierten sobre el crecimiento en los índices de popularidad de Enrique Peñalosa. El candidato del Partido Verde posee un perfil ecléctico, difícil de encorsetar. Su programa partidario es de corte progresista en lo económico, liberal en el capítulo de los derechos cívicos y garantista de la biodiversidad caribeña. Pero, a su vez, el ex Alcalde de Bogotá estrechó vínculos políticos a dos puntos, tanto con el ex presidente Álvaro Uribe como con el izquierdista Polo Democrático. Quizás, para imitar los movimientos zigzagueantes de su principal rival, Santos decidió cautivar en movimientos simultáneos a nichos ideológicos disímiles del electorado. Por ese motivo, el santismo se muestra a favor irremediablemente del diálogo iniciado con la guerrilla pero, muchas veces, el oficialismo se inunda de dudas e interrogantes sobre la verdadera voluntad pacifista de las Farc y, por lo tanto, termina empantanando el acercamiento iniciado en La Habana con los herederos del comandante Tirofijo. “No es cierto que a Santos le haya faltado comunicación con la sociedad colombiana para legitimar el proceso de paz. Todo lo contrario, lo que le ha faltado es voluntad política para superar los puntos negativos que están atascando el curso de los diálogos en la Habana: 1- El negociar en medio de la guerra que se podía superar rápidamente con un cese bilateral de fuegos o con acuerdos humanitarios concretos. 2- Santos abruma con sus ambivalencias. Según las encuestas, el presidente un día está por la paz y, al siguiente, está por la guerra total. En ese sentido, se debe resaltar como uno de los factores más negativos en su política de diálogo con las Farc el mantenimiento del guerrerista ministro (de Defensa) Juan Carlos Pinzón, quien más parece un ministro de Uribe Vélez que del propio Santos”, enfatiza el ensayista Alberto Pinzón Sánchez en un artículo escrito esta semana para el portal Rebelión.
Pero, recapitulando, ¿cómo leer los movimientos del presidente colombiano de acuerdo a su prehistoria política? ¿Es su renacer discursivo un antecedente nuevo en su foja de servicios? En general, ¿su metamorfosis política presenta algún patrón de conducta? En principio, un manual para principiantes de Santos debería comenzar diciendo que el número uno del Palacio Nariño es un jugador de todas las canchas, un polifuncional en código futbolero. Antes de ser el más halcón de la administración Uribe en su rol de ministro de Defensa, Juan Manuel Santos fue militar, como cadete de la Armada; diplomático, como representante de la Federación de Cafeteros; periodista, como subdirector y columnista de El Tiempo (principal multimedios del país), pero siempre fue, antes que todo, un empedernido jugador de póquer. “Santos dice que en la milicia aprendió la disciplina y el amor a la institución; que el periodismo le abrió ventanas y lo volvió tolerante; que la diplomacia le enseñó a negociar y a ponerse en el pellejo de la contraparte; y que con el póquer aprendió a tomar riesgos y a medirles el aceite a los demás. Por lo visto, cuatro sombreros bastante útiles en el ejercicio del gobierno y de la política”, asegura su biógrafa oficial, la periodista Patricia Lara Salive.
Por lo visto, el primer mandatario colombiano tiene letra de sobra para reelaborar sus guiones cuando domina el escenario político. Sin embargo, el doble discurso de Santos en el caso Petro –el Alcalde de Bogotá fue removido del cargo en un escandaloso fallo por el Procurador General; luego, la CIDH aconsejó su restitución y el arbitrio del asunto quedó en manos del presidente, quien nunca se puso de acuerdo consigo mismo para resolver el entuerto–, resultó abrumador. “Bogotá vive inmerso en un galimatías jurídico propio de aquellas viejas películas hollywoodenses como12 hombres sin piedad, Matar a un ruiseñor o Testigo de cargo, pero con una dirección cinematográfica notablemente deficiente si la comparamos con las de Sidney Lumet, Stanley Kramer o Billy Wilder. Para Martín Maldonado, un estudiante bogotano que ha estado en prácticamente todas las movilizaciones de respaldo a Gustavo Petro, el nivel ha bajado en los últimos meses de su status cinematográfico al de culebrón latinoamericano”, epigrafía con ironía Decio Machado en una nota publicada en el periódico alternativo colombiano Diagonal.
Por último, el posible pero no aún asegurado triunfo de Santos en las elecciones del 25 de mayo colisiona con una situación paradojal. Más allá de los desaciertos mostrados en su ingeniera discursiva, el Jefe de Estado colombiano no parece aprovechar las bonanzas de un presente económico en alza. Colombia es la estrella del regionalismo abierto recostado sobre la silueta occidental del continente. Sus puertos movilizan el engranaje comercial del naciente bloque latinoamericano Alianza del Pacífico, el rival geopolítico más fuerte del Mercosur y la Unasur, el nuevo proyecto continental mimado por las usinas ideológicas y financieras del Departamento de Estado norteamericano. Bogotá llegó a firmar un TLC con Washington y, meses después, Santos llegó a ser tapa de la revista Time como el nuevo ícono de los gobernantes latinoamericanos. Los indicadores económicos colombianos sorprenden al mundo por su curva ascendente. Sin embargo, Juan Manuel Santos no cosecha el supuesto capital político inherente en la opinión pública. “En los últimos cuatro años, el país ha crecido en promedio 4,6 por ciento, por encima de muchas de las economías de la región. La inflación, una variable que es responsabilidad del Banco de la República y que afecta el bolsillo de ricos y pobres, está controlada. El 2013 cerró en menos del 2 por ciento, la cifra más baja en 50 años”, comienza alertando la revista Semana, la más influyente de Colombia, en su última editorial. Pero, unos párrafos después, la pieza titulada “La paradoja de Santos” subraya que: “A Santos se le han adjudicado unas etiquetas de las cuales no ha podido despegarse. Una de esas es que aunque es un estadista muy bien preparado, es elitista y no tiene carisma ni conexión con el pueblo colombiano. La otra es que su gobierno se ha caracterizado por la politiquería basada en el clientelismo”. En consecuencia, la actual pelea de Santos parece pasar por su necesidad de reinventarse. Un lifting discursivo parece ser su horizonte. Como buen jugador de póquer, no será la primera vez que transitará ese camino.

Los Sin Tierra quieren reforma agraria popular Año 7. Edición número 304. Domingo 16 de Marzo de 2014 Por Javier Arjona. Diagonal internacional@miradasalsur.com

Brasil: las exigencias del MST a Dilma Rousseff.
Así se lo hicieron saber a la presidenta Dilma, tras una Marcha grande que hicieron en medio del 6º Congreso celebrado en Brasilia, conmemorando también los 30 años de existencia...
¿Y es que acaso la presidenta no lo sabía, o es que no podía haberles recibido antes...?
Hay una más que razonable confusión: Dilma es del PT, se supone que de centroizquierda, y el nacimiento de este partido es casi paralelo al del MST, y han transitado juntos etapas fuertes, tras la recuperación de la democracia después de la dictadura militar. De hecho, si preguntásemos en directo a muchos militantes Sin Tierra nos dirían en buena parte que son integrantes del PT o al menos que le han votado siempre… ¿y entonces?
La cosa está en que Lula llega a la presidencia generando un mar de esperanzas, pero sobre un pacto amplio con capas de la burguesía brasilera, y sobre ese sustento gobernó sus 8 años. Se define así el paso del neoliberalismo al neodesarrollismo, sustentado en la obtención masiva de materias primas para la exportación, minerales, pero también productos de la agricultura industrial, que se han extendido como reguero de pólvora en este tiempo. El carácter popular de su gobierno dio para un trato distinto al mantenido por los anteriores gobiernos privatizadores, y para intentar afectar a la pobreza masiva con políticas asistenciales de las que viven más de 50 millones de personas, pero sin que la desigualdad se modifique. Dilma, a pesar de su pasado de guerrillera y haber padecido cárcel y tortura por los militares, ha dado más significado a su condición de gestora, de economista y no tiene el carisma de Lula, por lo que la continuidad de sus mismas políticas la ha situado en mayor vulnerabilidad ante sus aliados de la derecha y especialmente de los llamados “ruralistas” que es todo un sector muy poderoso de latifundistas, que controlan diputados, senadores y jueces, y reciben los mayores aportes del Estado para las grandes plantaciones de soja transgénica, caña para etanol, monocultivos gigantes de eucaliptos, entre otros, que se destinan para los coches e industrias, pero no para alimentar a la gente.
A ese modelo preponderante en Brasil se enfrenta el MST, y aunque tiene aliados en las filas de los partidos de izquierda, y en las iglesias y movimientos sociales, no ha tenido la suficiente como para impulsar un fuerte reforma agraria, hasta el punto de haber valorado el 2013 con Dilma el peor año de la reforma agraria de todos los tiempos modernos: en cifras concretas se asentaron 4.000 familias, cuando el MST tiene 90mil familias acampadas debajo de plástico negro y otros movimientos tienen otros miles de personas esperando que se cumpla la Constitución.
Pero el MST ha valorado en discusión habida en los dos últimos años que ya no basta con una reforma agraria clásica, y que esta nunca se va a producir bajo un sistema capitalista, y ha definido y aprobado y ahora está extendiendo por todo el país la idea de la Reforma agraria popular, en aras a considerar que no sólo hace falta conquistar la tierra, sino que debe ir acompañado de un modelo propio, que está muy avanzado en las conciencias de mucha gente del campo y la ciudad: la soberanía alimentaria, el respeto a la biodiversidad, el combate a los agrotóxicos que han crecido exponencialmente en Brasil, y en paralelo a los transgénicos, la educación popular en el campo, la democracia social y la agroindustria ligada a concepciones colectivas, cooperativas de las que ya existe una red incipiente.
Si desde hace 30 años el MST mostró que la reforma agraria era la mejor forma de crear empleo, ahora, además, los logros alcanzados para que un millón de familias hayan conquistado la tierra, y la aspiración a continuar ocupando tierras y exigir que se cumpla la función social que la Constitución recoge, hacen del movimiento social más significativo de Latinoamérica un referente para otras luchas emancipatorias que tienen en su coraje y fuerza una inspiración necesaria.
Tras el Congreso, el MST fue anfitrión de la reunión de la CLOC, Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, surgida como continuadora de la campaña de los 500 años de resistencia indígena, negra y popular, y que en verdad es la organización de la Vía Campesina en Latinoamérica. Y también en paralelo invitó a numerosos activistas de todo el mundo a debatir durante tres días en la Escuela Nacional Florestan Fernández, una escuela de formación política de carácter federal, aspectos de la solidaridad internacional, así como la continuidad y fortalecimiento de lazos y alianzas que han permitido que los Comités de Amigos del MST se hayan hecho eco de las demandas de tierra y dignidad del Movimiento, y se hayan implicado junto a otros colectivos y organizaciones en tareas similares en Estados Unidos y en Europa, relacionadas con la comida sana, la agroecología, la soberanía alimentaria y los derechos humanos en el campo.
La fecha próxima del 17 de abril, día en que la policía asesinó a 19 Sin Tierra, y que fue tomada por la Vía Campesina como día internacional de Lucha Campesina, será un referente de estas acciones conjuntas en todo el mundo.
Allí estuvimos, y desde allá lo contamos.

Otras voces del campo argentino Por Sociedad sociedad@miradasalsur.com

El congreso que reúne a Encuentro Calchaquí, Comunidades Unidas de Molinos, Red Puna, Mocase Vía Campesina, Movimiento Campesino de Misiones y de Córdoba, Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Mendoza, entre otras organizaciones, dispuso en sus bases que luego de “intensas luchas compartidas, de territorios liberados, de bosques rescatados y topadoras detenidas por la acción comunitaria y el coraje de las compañeras, revalorizando nuestra vida comunitaria y principios solidarios, nuestro amor y respeto por la Tierra y la naturaleza, nuestros siglos de resistencia, nuestros productos diversos y sanos, los mercados solidarios y justos y en memoria también de los compañeros y compañeras que ya no están, de los momentos de tristeza, de las cárceles la persecución y despojo”, llegó el momento de ahondar en una instancia de justicia histórica. Propone que los gobiernos provinciales y municipales, así como el nacional, se comprometan en “un Programa Estratégico de Desarrollo Rural y de Reforma Agraria Integral que garantice la Soberanía Alimentaria a través de las comunidades de Agricultores Familiares, Agricultores Campesinos y Agricultura Indígena”.
Algunos relevamientos calculan que sólo en la década del ’90 las pequeñas chacras de menos de 200 hectáreas disminuyeron un 32 por ciento, y que los campos de más de 2.500 hectáreas aumentaron un 30 por ciento. Los datos no suelen calcular los desalojos de territorios indígenas que carecen de documentos pero que su centenaria estadía supera con creces las dos décadas necesarias con que la Ley Veinteañal los ampara. Las sospechas sobre los retrasos en los trámites de documentación, sumada a los escasos recursos para solventar estos trámites, son problemas que enfrentan varias comunidades.
De todos modos, los grupos que componen el Mnci dicen confiar “en esta nueva época latinoamericana”. Por primera vez aseguran haber “constatado la existencia de gobiernos populares que al calor de la organización y movilización de los movimientos sociales, con gran protagonismo de las organizaciones del campo, asumen y concretan pasos a favor de reformas agrarias, de la soberanía alimentaria, de la soberanía de los bienes y recursos naturales”.
Asimismo, reafirmaron que repudian “la manipulación de la información por parte de muchos medios de comunicación que han ocultado la diversidad del campo argentino y han desfigurado los rostros del genuino trabajador y trabajadora rural”. Reconocen que en la Argentina y Latinoamérica se está experimentando un cambio político importante. “En nuestro país, reconocemos que se han logrado algunos avances importantes hacia un nuevo rumbo, como han sido las políticas de derechos humanos, la recuperación simbólica del rol del Estado y políticas acertadas como la estatización de las Afjp, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la Asignación Universal por Hijo”. Además, expresaron su alegría por “dos momentos de fuerte posicionamiento de proyectos estratégicos”: la Cumbre de los Pueblos de noviembre de 2005 en Mar del Plata, “donde se le puso fin al Alca”, y la Resolución 125 y “el consecuente debate sobre el modelo sojero y los agronegocios”.
En julio pasado, unos 300 militantes campesinos se concentraron en el Nihuil, Mendoza, convocados por la escuela de militantes de base del Mnci. Acompañada de movilización y feria campesina, es el sexto año que la Escuela de la Memoria Histórica funciona. “De esa manera los compañeros y compañeras se van asumiendo como sujetos protagonistas en las distintas tareas y sectores de la organización. La lucha por el territorio, la producción agroecológica, la gestión, la salud y la educación en las comunidades campesinas”. El Nihuil pertenece al departamento mendocino de San Rafael, donde funciona la regional sur de la Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra de Mendoza, que tiene cinco campesinos procesados y acusados de “usurpación y daño”, luego de que se opusieran a que les alambrasen el campo comunitario donde viven desde siempre y donde nacieron sus abuelos.