domingo, 7 de abril de 2013

EL EQUIPO DE ANTROPOLOGIA FORENSE.

Para decir adiós y lograr justicia Por Graciela Inés Pérez sociedad@miradasalsur.com En el laboratorio. Se trata de establecer la identidad de las víctimas./ Duelo postergado. La aparición de los restos permite comenzar a cerrarlo. El trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense ayuda a los familiares de los desaparecidos en su duelo y aporta pruebas para condenar a los culpables. Los honores fúnebres resultaban de enorme importancia para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado quedaba condenada a vagar por la Tierra eternamente. Por tal razón, Antígona decidió enfrentar a Creonte, que encarnaba el poder, para buscar a su hermano y sepultarlo de acuerdo con los ritos correspondientes. La tragedia de Sófocles manifiesta la rebeldía frente al poder, cuestiona el autoritarismo y la arbitrariedad, y habla de la necesidad humana de elaborar el duelo. También habla de lo que pasó en la Argentina del terrorismo de Estado, cuando los familiares de los desaparecidos reclamaban para conocer el destino de sus seres queridos. Y habla de lo que sucede hoy, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que contribuyó a recuperar e identificar restos, lleva a algunas familias al final de su búsqueda, al presentarles los huesos de sus seres queridos. La figura del desaparecido –“ni muerto, ni vivo”, según el genocida Jorge Rafael Videla– mostraba la violencia y la perversidad del régimen. Al igual que en Antígona, la tragedia se repetía en las vidas de quienes habían sufrido el secuestro de un ser querido: miles de desaparecidos no habían podido ser despedidos por sus familias. Tan importante es que la mayoría de las sociedades interpretan el proceso como el último instante de encuentro entre el muerto y sus allegados. Con la recuperación de la democracia en 1983, el presidente electo Raúl Alfonsín creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición Forzada de Personas (Conadep), que recibió miles de denuncias sobre violaciones cometidas a hombres y mujeres en manos de las fuerzas armadas o de seguridad durante la última dictadura. El camino que transitaron los detenidos ilegales es hoy conocido, pero muchas de las víctimas no han podido ser restituidas a sus familias para que les puedan dar sepultura, o los ritos que consideren, porque se desconoce su paradero. La mayoría de los desaparecidos fueron arrojados desde aviones militares, atados y sedados, al mar argentino. Otros fueron enterrados en fosas comunes en los mismos centros de detención o en cementerios municipales como N.N. (ningún nombre). En este último caso, los asesinos dejaban a sus víctimas en lugares públicos y una llamada anónima alertaba a las autoridades de la comisaría local. La policía recuperaba los cuerpos, a veces acompañada por jueces de la zona. Antes de ser enterrados anónimamente en el cementerio local, los cuerpos eran fotografiados, se les tomaban las huellas dactilares de las manos y médicos forenses de la policía o del Poder Judicial realizaban una autopsia. Se labraba un certificado de defunción y el registro civil local proveía el certificado de inhumación. El aparato burocrático seguía funcionando de manera regular, pero con una consigna específica: intervenían la policía y el juez y se llenaban los formularios, pero todo se hacía bajo el consentimiento tácito de no identificar a la persona. Primeros pasos, primeros errores. En los primeros meses de 1984 varios jueces ordenaron exhumaciones en cementerios donde se conocía la existencia de personas desaparecidas. Pero al comienzo las cosas se hicieron mal, dada la falta de personal idóneo para llevar a cabo la tarea: los médicos oficiales tenían poca experiencia en la exhumación y análisis de restos óseos. En las excavaciones se usaron palas mecánicas que rompieron huesos, mezclaron los restos de un individuo con otro, destruyeron piezas dentarias y se perdieron proyectiles, armas de fuego y bienes personales. Además de su falta de saber sobre el tratamiento que requieren los hallazgos de restos humanos, algunos médicos forenses habían sido cómplices de los crímenes cometidos. La destrucción del material en aproximadamente 400 exhumaciones imposibilitó la identificación de los restos y, consecuentemente, perjudicó la obtención de pruebas para apoyar los procesos legales contra represores. Las imágenes de esas exhumaciones que reproducían la televisión y los periódicos fueron calificadas, con un cruel sarcasmo, “el show del horror”, más por lo que descubrían que por la forma en que se llevaba a cabo el proceso. Eran tiempos de frágil tránsito a una democracia jaqueada por planteos militares. Ante la necesidad de encontrar una alternativa científica a estos procedimientos, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y la organización de las Abuelas de Plaza de Mayo solicitaron la asistencia de Eric Stover, director del Programa de Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Stover fue pionero en la utilización de métodos empíricos de investigación para abordar los nuevos problemas en materia de derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Al poco tiempo, una delegación de expertos forenses norteamericanos llegó a la Argentina y dio con cientos de esqueletos exhumados sin identificar almacenados en bolsas plásticas en los depósitos polvorientos de varios institutos médico-legales. Muchos sacos contenían los huesos de más de un individuo. La delegación hizo un llamado urgente solicitando la interrupción inmediata de estas exhumaciones acientíficas. Entre los expertos estaba Clyde Snow, quien ayudó a conformar y capacitar profesionales argentinos capaces de realizar la tarea como corresponde. Así nació el EAAF, una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro. Patrones de búsqueda. Hoy los profesionales del EAAF pueden establecer la identidad, la causa y el modo de muerte de las víctimas e identificar tipologías de violaciones a los derechos humanos aplicando las ciencias forenses; restituir los restos de las víctimas a sus familiares y comunidades, y presentar los hallazgos y evidencia a las instancias judiciales y ámbitos de investigación. La labor comienza con la recolección de información: entrevistas a los familiares, testigos y sobrevivientes, chequeo de archivos militares, policiales, judiciales, libros de cementerios, registros civiles, hospitales y el estudio de informes de organizaciones no gubernamentales. Una vez que se localiza la posible zona de la fosa, comienzan los trabajos de excavación y recuperación de la evidencia relevante, que incluye restos óseos, proyectiles, vestimenta, efectos personales. Todo el material encontrado se analiza posteriormente en el laboratorio. Es allí donde se trata de establecer la identidad de la víctima, determinar la causa y manera de muerte y comparar los hallazgos con la información ante mortem y recogida durante la investigación histórica. “A partir de los ’90 se puede recuperar ADN de restos óseos. Los familiares dejan sus datos genéticos a través de la extracción de sangre. La campaña masiva de identificación genética potenció los resultados”, dijo a Miradas al Sur Silvana Turner, investigadora del EAAF. La familia y la justicia. Los resultados de las búsquedas sirven a un doble propósito. El primero y principal, informar a los familiares de las víctimas lo que ha sucedido con sus seres queridos. Conocer la verdad sobre los crímenes ocurridos y llevar a cabo las ceremonias tradicionales para enterrar a su familiar es parte del proceso de duelo y recuperación. Enfrentadas a una desaparición, las familias se ven obligadas a modificar el curso normal de la pérdida. La búsqueda incansable se asocia a la negación. Lo único que se relaciona con la muerte y la desaparición es el dolor, pero no hay un cuerpo, un nombre, una tumba. Sin un cuerpo para enterrar no se marca la línea que separa a los vivos de los muertos. Cuando por fin aparecen los restos, se le devuelve a la víctima el derecho a un nombre y a una sepultura, y a los familiares el primer elemento para comenzar a decir adiós. “La falta del proceso ritual del velatorio, el lugar físico para dejar una flor, es fundamental para elaborar el duelo. Tenemos un equipo que trabaja directamente con la familia. Si no se tiene la motivación para iniciar una búsqueda, nosotros no vamos más allá, porque uno de los objetivos es que sea un proceso reparador para la familia”, aclara Turner. En raras excepciones, los familiares prefieren no continuar con la investigación, por lo que los restos quedan en custodia en el laboratorio del EAAF y los informes se entregan al juez o a la autoridad que tiene la investigación. El segundo propósito de las averiguaciones es entregar los hallazgos a las instituciones judiciales, o instancias de investigación que correspondan, para aportar pruebas con miras al procesamiento de los responsables. Las investigaciones del EAAF se realizan habitualmente a pedido de organizaciones o instituciones locales o internacionales, como ONG, cuerpos judiciales, comisiones de la verdad, Naciones Unidas, tribunales internacionales y comisiones especiales de investigación. Actualmente, el EAAF posee la base de datos y el archivo de personas desaparecidas más completos de Argentina. Esta información facilita y acelera el proceso de identificación de restos óseos, la comparación de datos y la obtención de patrones de violencia. Un principio fundamental para el equipo, desde su fundación, ha sido respetar los deseos de los familiares de las víctimas y trabajar de forma muy cercana a ellos. La identificación de los restos es una fuente de consuelo para quienes han sufrido el trauma de tener un ser querido desaparecido. Dijo Snow: “En todas las áreas donde he trabajado, nunca he encontrado un grupo o una sociedad que no quisiera que se les devuelva a sus muertos”. Clyde Snow La historia del padre de la antropología forense en la Argentina Un estadounidense de 85 años ha aliviado la pena de familiares de desaparecidos y víctimas de guerras y violaciones a los derechos humanos en todo el mundo. Se llama Clyde Snow y su trabajo logró ponerles nombre y apellido a miles de esqueletos, con lo cual también resultó vital para hacer justicia en circunstancias históricas como la condena a la Junta Militar argentina que impuso el terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. Snow nació en Texas el 7 de enero de 1928; estudió Zoología y se doctoró en Antropología en la Universidad de Arizona. Esta especialización lo trajo a la Argentina en 1984, con la recuperación democrática. Ese año fundó, en un restaurante porteño que ya no existe, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Antes había sido convocado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y las Abuelas de Plaza de Mayo para que ayudara en el área forense para investigar las desapariciones forzadas y los entierros clandestinos durante la última dictadura, con métodos adecuados que permitieran la recuperación e identificación de los huesos. El comienzo no fue fácil. Se contactó con las universidades para buscar antropólogos y arqueólogos que quisieran integrar su equipo, pero no tuvo éxito: muchos temían que los militares volvieran, otros habían avanzado en otra dirección en sus carreras. Snow recibió amenazas de muerte: su mal castellano lo ayudó a ignorarlas. Tres noches antes de volver a Oklahoma, con la frustración de no haber logrado su cometido, regresó al Hotel Continental, donde se hospedaba, y en el lobby lo interceptó un grupo de estudiantes de Antropología y Medicina. Se había corrido el rumor de su búsqueda. Snow se sintió conmovido, aunque también preocupado por la falta de experiencia de los interesados. Les advirtió que el trabajo sería sucio, deprimente y peligroso. Y que no había fondos para pagar. Pensó que le iban a decir “Chau, gringo”, pero al día siguiente los encontró a todos. Meses después volvió a la Argentina para trabajar con los estudiantes. Por primera vez en la historia de la investigación sobre las violaciones a los derechos humanos se empleó una metodología científica. Argentina fue pionera y, poco a poco, la idea se extendió a todo el mundo. Posteriormente, el EAAF, ya un equipo profesional de primera línea, ayudó a la formación de otros en Guatemala, Chile o Perú, mientras Snow –distinguido como Huésped de Honor en 2004 por el gobierno porteño– completó su asesoría de la Conadep y su fundación del EAAF con trabajos similares en otros dieciocho países, donde ayudó a proporcionar pruebas de matanzas y desapariciones. Fue delegado de los Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. En 1985 encabezó el grupo de científicos que identificó en Brasil al criminal de guerra nazi Josef Mengele. También ayudó a identificar a víctimas del asesino serial John Wayne Gacy, del ataque terrorista en Oklahoma y del faraón Tutankamón. 07/04/13 Miradas al Sur

MAS TERQUEDAD POR VERBITSKY

Por Horacio Verbitsky La terquedad que impresiona al presidente uruguayo tiene su reflejo en el desempeño de la economía y en sus efectos sociales, que pese a la grave crisis global y la fuerte reducción del crecimiento macroeconómico permitió mantener una alta tasa de actividad, con bajo desempleo, reducción apreciable de la indigencia y la pobreza, reducción de la fuga de capitales e incremento de la reinversión de utilidades. Así lo indica el informe de coyuntura No 12, que esta semana distribuirá el Centro de Investigación y Formación de la CTA, Cifra, que dirige Eduardo Basualdo. El trabajo se abre con una cita del presidente de la transnacional italiana Techint, Paolo Rocca, para quien “a partir de 2008 el Gobierno perdió el rumbo. No se sabe para dónde va”. Por el contrario, Cifra entiende que el gobierno sabe muy bien adónde se dirige y que desde el conflicto agrario de 2008 su enfrentamiento político no sólo es con el capital financiero internacional sino también con las dos fracciones de la oligarquía agropecuaria: los grupos económicos locales y los grandes terratenientes pampeanos. “De allí en adelante se pone en marcha un gobierno nacional y popular que, en el marco de la crisis mundial que irrumpe en 2009, impulsó una serie de medidas económicas cuyos objetivos procuraron sostener el ritmo de la actividad económica y, especialmente, proteger el ingreso y el nivel de empleo en los peores momentos de la crisis mundial; y redefinir el estado neoliberal que se conformó a partir de la dictadura militar y provocó el colapso de los sectores populares”. Entre las medidas adoptadas desde que comenzó la actual crisis con epicentro en Estados Unidos, menciona la reestatización del sistema jubilatorio, que permitió financiar políticas de largo plazo como la Asignación Universal por Hijo; la ley de movilidad jubilatoria; la reforma del Banco Central, que obliga a los bancos a volcar una parte de sus depósitos a la inversión productiva; el programa de vivienda (Pro. cre. ar Bicentenario); la expropiación del paquete de control de YPF y la regulación estatal en la producción, refinación y comercialización de hidrocarburos. La presencia directa del Estado en la producción expresa un salto cualitativo y con distintos grados de eficacia también se aprecia en la política económica de corto plazo, como el plan de recuperación productiva durante la crisis mundial de 2009, la política antiinflacionaria, el control cambiario y de las importaciones. Pero advierte que esta redefinición estatal requiere para su éxito de políticas activas “que aseguren una presencia efectiva del Estado en la producción y aminoren el grado de concentración, extranjerización y primarización de la economía”. El informe alega que pese al recrudecimiento de la crisis internacional, en 2012 la política económica logró éxitos relevantes, como un elevado superávit de la balanza comercial (que llegó a 12.689 millones de dólares en virtud de la administración de los flujos de comercio); una disminución notable de las utilidades giradas al exterior y de la fuga de capitales. La formación de activos en el exterior del sector privado fue muy elevada durante el conflicto agrario, cuando la fuga de capitales alcanzó a 23.098 millones de dólares, mientras que los giros de las transnacionales alcanzaron a 5.698 millones. El otro pico ocurrió en 2011, año de las elecciones presidenciales, cuando la fuga fue de 21.504 millones y las utilidades remitidas al exterior de 5.115 millones de dólares. El año pasado la regulación y control de la compra de divisas redujo en forma drástica ese fenómeno. La formación de activos en el exterior apenas llegó a 3.404 millones de dólares y creció la reinversión de las utilidades del capital extranjero, a punto tal que superó a las utilidades del período. No obstante, Cifra sugiere que las oscilaciones del mercado clandestino de divisas se deben a la búsqueda de otros mecanismos de fuga por parte de las grandes corporaciones. Esto redundó en un resultado primario positivo de las cuentas públicas, pese a la importancia de los vencimientos de la deuda de ese año e impidió que la tasa de empleo cayera y la desocupación y el trabajo no registrado crecieran, lo mismo que la pobreza y la indigencia. “De allí que haya culminado el año 2012 con una fuerte desaceleración económica y de las ventas externas y de una estabilización de la tasa de inversión en torno del 22 por ciento, pero con un mercado interno robusto (por el rol del Estado y por la rigidez en las variables del mercado de trabajo) que tuvo un papel relevante para que la desaceleración no se haya traducido en recesión”. Al referirse a la elevada inflación (que considera de origen importado y oligopólico) y a sus efectos perniciosos en la apreciación real del tipo de cambio, rechaza la interpretación ortodoxa de que es un cuadro de “estanflación” y la atribuye a “la intensificación de la puja distributiva, con fuerte componente oligopólico, en un escenario de crecimiento del mercado interno”. El informe de CIFRA concluye que los logros de la política económica conviven con grandes escollos, que atribuye a las contradicciones internas del gobierno para definir las políticas de corto plazo e implementar las de largo plazo; a la subsistencia de algunas políticas agotadas, que exacerban el problema que intentan solucionar; a los embates del establishment económico y social contra la nueva etapa y la resistencia de los diferentes intereses vinculados al estado neoliberal; a la crisis de representación no sólo en el sistema político sino también sindical y a la persistente fragmentación de la clase trabajadora. 07/04/13 Página|12 “El tuerto Kirchner era bastante baboso” A la frase “Esta vieja es peor que el tuerto”, donde el presidente de Uruguay José Mujica hacía referencia al matrimonio Kirchner, se suman nuevos polémicos dichos pero esta vez declarados a una revista. Esta vez no fue un error de distracción, una mala pasada que le jugó un micrófono abierto en un evento público. Fue una declaración a un medio, puntualmente a la revista Lento del periódico La Diaria. "Kirchner era difícil", dijo José Mujica en una extensa entrevista que brindó a la revista el 18 de marzo, pero que se publica este sábado y que recoge la agencia AFP. El presidente también sostuvo que una posible reelección de Tabaré Vázquez no afectaría las relaciones entre Argentina y Uruguay. Y explicó: "Él no tuvo problemas con Argentina, tuvo problemas con el tuerto Kirchner, que era bastante baboso. Dios lo tenga en la gloria". Mujica ya le había llamado “tuerto” al fallecido ex presidente esta semana. El jueves, sin saber que el micrófono que tenía adelante estaba encendido, el mandatario uruguayo dijo: “Esta vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político y esta es terca”, refiriéndose a Cristina Fernández y Néstor Kirchner. El gobierno aceptó el error y la dura crítica de la Cancillería argentina, pero Mujica se negó a pedir disculpas de forma pública, optando por el silencio. Durante la entrevista, Mujica también dijo que "a Uruguay le conviene estar bien con los vecinos". Luego, agregó: "No se puede catalogar de facho (autoritario) ni nada por el estilo al gobierno de Argentina y a veces creo que nos pasamos". A su vez, afirmó que desde "hace siete años que vienen diciendo que Argentina explota y la verdad es que no explota. Es terca". Mujica “ha reflexionado” por sus dichos y decidirá cuando hablará al respecto Así lo afirmó el vicecanciller Roberto Conde, quien este sábado estuvo junto al mandatario en el homenaje a Hugo Chávez en Pueblo Bolívar. El presidente José Mujica dijo presente este sábado en el acto de homenaje al difunto mandatario venezolano Hugo Chávez que se realizó en Pueblo Bolívar, la pequeña localidad de Canelones a la que el fallecido líder bolivariano descubrió en 2005 y en la que realizó obras. “Mujica estuvo calladito”, dijo una fuente presente en el lugar consultada por El Observador por si el mandatario había hecho algún comentario tras la polémica causada por sus dichos sobre la mandataria argentina Cristina Fernández y quien fuera su marido y antecesor en la Casa Rosada, Néstor Kirchner. Por su parte, el vicecanciller Roberto Conde, quien estuvo en el acto, manifestó que Mujica “ha reflexionado” sobre el conflicto diplomático con Buenos Aires y agregó que el mandatario decidirá cuando hablará sobre el tema. También afirmó que no hay una fecha para que se reúna con su par de Argentina.

macri-bruera

¿Macri y Bruera pagarán el costo político de la negligencia que le costó la vida a 57 personas? El concepto de homicidio culposo tiene sus propias peculiaridades en el Código Penal argentino. Por Mariano Beristain El artículo 84 señala puntualmente que el castigo recaerá sobre aquel que "por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o inobservancia de los reglamentos o los deberes a su cargo, causare a otro la muerte". Este delito prevé una prisión de seis meses a cinco años en caso de que hubiera un solo muerto y eleva el mínimo de la pena a dos años si tuviera un carácter agravado y las víctimas fatales fueran más de una. La figura del homicidio culposo, por ejemplo, puede aplicarse en el caso de un conductor que en estado de ebriedad o violando groseramente una normativa de tránsito mate a un individuo. En el homicidio culposo el sujeto en cuestión no tiene intenciones de matar pero la imprudencia, la negligencia o impericia, lo colocan como ejecutor de la vida de una o más personas. ¿El intendente de La Plata, Pablo Bruera y el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri podrían incluirse en esta figura del Código Penal? En el caso de Bruera, el intendente platense, ya había sido advertido sobre la posibilidad de que se produjeran inundaciones si no llevaba adelante las obras que correspondían. La Universidad de Ingeniería de La Plata presentó oportunamente un informe que anticipaba lo que podría ocurrir y alertaba sobre la urbanización descontrolada. Como queda en evidencia en la edición de este sábado de Tiempo Argentino, Bruera hizo caso omiso a las advertencias y montó una enorme operación de prensa, es decir, llevó adelante un gran circo publicitario, pero al final congeló los planes para desarrollar las obras necesarias que evitaran que una precipitación muy fuerte se transformara, por arte de la impericia, la negligencia y la imprudencia, en una verdadera catástrofe. Entonces, Bruera estaba advertido y contaba con los elementos de juicio necesarios para inferir que, frente una fuerte lluvia, la ciudad de La Plata podría quedar bajo el agua. Nada hizo, sin embargo, para evitarlo y fallecieron al menos 51 personas. Además, hubo miles de evacuados y la situación en algunos partidos como Los Hornos y Tolosa es incluso más preocupante de lo que reflejan algunos medios. El escenario político de Bruera tendría que empeorar si se toma en consideración que tenía un antecedente durante su propia gestión: en el febrero de 2008, las lluvias dejaron 90 mil evacuados y un muerto. En marzo de 2010, La Plata volvió a inundarse. En condiciones normales, Bruera debería, al menos, dejar su cargo, porque debido a su inacción y negligencia perdieron la vida 51 personas. Bruera no sólo actuó de forma negligente, sino que como era consciente de su responsabilidad envió un tweet tratando de mostrarse en el lugar de los hechos cuando en realidad estaba vacacionando en Brasil. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue muy cauta en su paso por La Plata, pero dejó en claro las dudas que se abren sobre el futuro de Bruera. Cristina dijo que "habrá que auditar qué pasó, llama la atención lo que pasó en La Plata, el agua no escurrió hacia el río", y acotó: "Llama la atención que en Berisso y Ensenada no haya habido personas fallecidas, y en La Plata sí." La soledad de Bruera es evidente y sus tiempos políticos se acortaron. La situación de Mauricio Macri es distinta desde el punto de vista de su perspectiva política porque el alcalde porteño cuenta con un evidente paraguas mediático. Para ello, Macri rompió records de gastos en materia de publicidad. El gobierno porteño "invirtió" en el área comunicacional más de $ 265 millones, y ejecutó el 122% de un presupuesto inicial previsto en $ 217,18 millones. Macri hizo todo lo que había que hacer para que las cosas salieran mal y la inundación terminara con la vida de seis personas. Pero así como el agua cubrió a varios barrios porteños, la inundación de La Plata les sirvió a los medios "amigos" del macrismo para ocultar la negligencia que transformó una nueva inundación en un hecho delictivo producto de la impericia de su gobernante. En sólo 12 meses, la Ciudad registró cinco inundaciones (abril, octubre, noviembre y diciembre de 2012, y la reciente de abril de 2013). En la última desgracia, el gobierno porteño conocía la existencia de una alerta meteorológica pero al igual que ocurrió en abril del año pasado nada se hizo para limpiar los desagües. Macri incluso naturalizó los temporales cuando en diciembre último presagió futuras tormentas y le echó la culpa al cambio climático, pero no llevó adelante ningún plan de crisis para morigerar sus consecuencias. El Programa de Desarrollo de la Infraestructura en la Red Pluvial, que podría haber permitido avanzar en las obras necesarias para evitar la tragedia, viene subejecutándose permanentemente en los últimos años. En 2012 sólo ejecutó $ 12 millones de una partida presupuestaria de $ 234 millones. Macri pecó de desidia y las consecuencias fueron terribles. Aníbal Ibarra tuvo que dejar a instancias del propio Macri y del vicejefe Jorge Telerman, la jefatura de gobierno porteño por el desastre de Cromagnon de 2004, que se llevó la vida de 194 personas. Por alguna extraña razón, la sociedad condena al sujeto que atropella con su coche a un peatón y huye, pero no responde con la misma virulencia cuando mueren personas porque un gobernante incumple su deber como funcionario público. Más allá de los juicios de valor, tanto Macri como Bruera deberían pagar su desidia con el ostracismo político, la mínima condena posible para un delito de negligencia cuyas consecuencias todavía lloran los familiares de 57 personas. 07/03/13 Infonews GB

NO MAMITA NO ES ASI POR HERNAN BRIENZA.

“No, mamita, eso no es así” Por Hernán Brienza Cristina se diferenció porque fue auténtica y salió a debatir con los vecinos de igual a igual. I Si uno quisiera saber dónde está la diferencia entre Cristina Fernández de Kirchner y otros dirigentes políticos no tiene que fijarse sólo en los anuncios que la presidenta hizo el viernes a la noche por cadena nacional. Importantes, imprescindibles para esta hora, toda ayuda social y anuncios de infraestructura son bienvenidos en cualquier puntos del país y, sobre todo, en las zonas afectadas por las inundaciones que devastaron a la ciudad de La Plata y a varios barrios de la Capital Federal. Pero no radica allí la verdadera diferencia de cualidad política entre una y otros, ya que el Estado nacional tiene mayor presupuesto y recursos que las provincias, es lógico que su batería de medidas sea más sustancial y generosa. Es por eso que no hay que ir allí para encontrar las distinciones. Como se sabe, la presidenta anunció por cadena nacional, sin excesos de dramatismo ni exageraciones gestuales, una batería de medidas de reparación social y económica para los damnificados que alcanzará a una población de más de 150 mil personas. Se duplicará por dos meses el monto de las asignaciones familiares, y las jubilaciones y pensiones mínimas. Las familias recibirán 680 pesos por cada hijo; se estima que la medida beneficiará a 34.050 niños y niñas que residen en La Plata y la Ciudad de Buenos Aires. Un beneficio similar –la multiplicación del importe a cobrar por un plazo de 90 días– se aplicará sobre el salario familiar que cobran los trabajadores registrados según cada categoría. Además, se pagará una "prestación adicional" de 1065 pesos para los desocupados que sufrieron la inundación y que estén cobrando el seguro de desempleo. También anunció créditos para la refacción de hogares y para el consumo y, obviamente, un profundo estudio de las causas de las inundaciones y obras para impedir que desastres evitables como estos vuelvan a suceder. Pero tampoco está allí la diferencia sustancial de la presidenta. Está en su estilo. Y se sabe, el estilo es la consolidación de las formas con que uno hace las cosas. Estas inundaciones fueron un medidor de reacciones políticas más que interesantes. El gobernador Daniel Scioli comprendía el dramatismo de la situación y lo transmitía constantemente. El intendente de La Plata, Pablo Bruera realizaba todo tipo de triquiñuelas para tratar de tapar su ausencia. Y lo "malo" –no en términos morales sino políticos– no consistía en su ausencia –los funcionarios pueden tomarse descanso siempre y cuando no vivan de vacaciones como el jefe porteño– sino en el intento de engaño hacia su propio electorado, a través del affaire "Twitter" por el que por lo menos pidió perdón públicamente en reiteradas oportunidades. Mauricio Macri, por su parte, cometió todos los errores posibles, esto no dicho en términos morales, sino estrictamente políticos, en el sentido de búsqueda de consenso o acumulación de poder. Repitió viejos esquemas comunicacionales –frases hechas, eslóganes, ideas repetidas– que le habían servido para momentos normales pero no para episodios de crisis y que demostraron estar agotados. Por eso, el relato macrista hizo agua por distintos motivos: 1) prometía equipos técnicos preparados para gobernar la ciudad y no pudo paliar siquiera las inundaciones; 2) acusaba al gobierno nacional por falta de colaboración, pero dejó al desnudo que el propio Macri decidió gastar su presupuesto en Metrobus y en carreras de autos antes que en la obras del Arroyo Vega, por ejemplo; 3) mostró poca o nula sensibilidad como para recorrer los barrios que habían sufrido la inundación; 4) en un cuanto a la discriminación a favor de los sectores enriquecidos, prometió subsidios sólo para aquellos que tuvieran los impuestos pagos, es decir, no para los sectores más pobres con dificultades económicas para pagar los siderales aumentos de ABL, por ejemplo. Inexplicable: Macri quiso subsidiar a los sectores más favorecidos económicamente y dejar sin subsidios a los más pobres. Sólo en el planeta Macri algo así puede ser pensado, y 5) no se hizo responsable de nada, no hizo autocríticas y tiró la pelota afuera constantemente acusando una vez más –con su muletilla muerta– al gobierno nacional por todos los problemas. Además, Macri cayó, finalmente, en su propia trampa. Gastó de tanto utilizar el discurso de la antipolítica. Sus argumentos eran que él no pertenecía a esa clase, que era empresario, que era nuevo, estaba del lado de los vecinos y del hombre común, y le sirvieron para generar una empatía con un electorado que descree de la política y se refugia en una antipolítica de corte liberal libertario rayano a la falta de escrúpulos del outsider. Pero hoy su relato se quebró: para los "vecinos" de Buenos Aires, Macri pasó a formar parte de la clase política y cayó bajo el latiguillo de "son todos iguales de corruptos", frasecilla histérica que sólo favorece a los intereses de los grupos económicos que devastan al Estado en contra, obviamente, de los ciudadanos. Y algo más: el electorado porteño empieza a sospechar que no tiene mucho sentido votar a un jefe que es un impotente político, es decir, ya no le es ni funcional ni útil. Obviamente, esto no significa que esa clientela se haga kirchnerista, pero significa que está abandonando a su vieja preferencia. No pasó lo mismo respecto de la presidenta y su propio electorado, en cambio, y lo que está por verse es si logró contener a sectores no antagónicos de la sociedad con las medidas anunciadas el viernes. Pero Cristina tuvo un acierto fundamental: fue "Ella". El kirchnerismo supo contener a distintos sectores de la sociedad cuando dio la cara. Le fue muy bien en Tartagal, por ejemplo, y no ocurrió lo mismo con el caso Cromañón y la Tragedia de Once. La presencia institucional que tuvo el jueves en La Plata y luego en los barrios inundados de Capital Federal marcó la diferencia respecto de los demás líderes políticos. Pero, además, sumó por una última cuestión: fue auténtica. ¿Por qué fue auténtica la presidenta? Sencillo. No fue a poner cara de compungida y a ofrecer promesas y soluciones. Hizo algo más: fue en su mejor versión. Espontánea, canyengue, y profundamente igualitaria. No hubo gestos paternalistas ni demagogos. Fue y "peleó" a los vecinos, fue a discutir y a debatir de igual a igual. "No, mamita, eso no es así", le dijo a una vecina que le reclamaba y le empezó a explicar por qué se inundaba en el barrio donde ella había nacido, demostrando que además de presidenta tenía alguito de calle. Una morocha arrabalera que hizo frente a la crisis que había generado la catástrofe. II Ya hablé varias veces de "crisis". Y describí en términos "plebeyos" lo que ocurrió política y comunicacionalmente esta semana. Ahora quiero analizarlo en términos técnicos, comprendiendo que la acción política siempre es acción comunicativa y viceversa. Para ello voy a utilizar las herramientas teóricas ofrecidas por el politólogo cordobés Mario Riorda, en su prólogo al libro La gestión del disenso. La comunicación gubernamental en problemas. En ese trabajo, Riorda explica que "crisis significa alta dosis de incertidumbre frente a amenazas de pérdida de poder. Pero la incertidumbre no es una cuestión de todo o nada. El concepto de crisis (…) lleva en sí perturbaciones, desórdenes, desviaciones, antagonismos, pero no solamente esto; estimula en sí las fuerzas de muerte que se convierten, en ella todavía más que en otro lado, en las dos caras del mismo fenómeno. En las crisis son simultáneamente estimulados los procesos casi neuróticos y los procesos inentivos y creadores. Todo eso se confunde, se entrecruza, se entre-combate, se entre-combina. Y el desarrollo y el resultado de la crisis son aleatorios no solamente porque hay una progresión del desorden, sino porque todas estas fuerzas, estos procesos, estos fenómenos extremadamente ricos se influyen y destruyen entre sí en el desorden (…) Hablamos de crisis cuando los responsables políticos experimentan una amenaza seria para las estructuras básicas o los valos y las normas fundamentales de un sistema, que bajo presión del tiempo y en circunstancias muy inciertas, hace necesario que se adopten decisiones vitales. Las crisis producen típicamente y de modo comprensible un sentido de urgencia. En una crisis, la percepción de amenaza se acompaña por un alto grado de incertidumbre. Esta incertidumbre está relacionada con la naturaleza y con las consecuencias potenciales de la amenaza." Delimitado el concepto de crisis, Riorda ofrece un plan comunicacional correcto para resolver esa situación que enfrenta a un líder o una fuerza política. Lo denomina "comunicación de crisis" y tiene las siguientes características: a) debe dotar de certidumbre y producir la clausura de la crisis. Tratar de eliminar la conflictividad; b) debe estar destinada a todos, pero se deben priorizar mensajes con segmentación diferenciada (los principales damnificados, por ejemplo); c) debe ser de corto plazo; d) debe explicitar el término de la crisis; e) no tiene que ser necesariamente costosa; f) debe tener ausencia de eslóganes; y g) la prensa debe ser híperpersonalista y muy eventualmente puede utilizarse publicidad institucional. Lo interesante del trabajo de Riorda es que plantea un esquema o un protocolo de acción para resolver comunicacionalmente las crisis. Ahora, se puede adaptar este modelo a las diferentes estrategias políticas de los líderes involucrados en la tragedia de esta semana: Cristina, Scioli, Bruera y Macri. Con la aplicación del juego a la realidad, cualquiera podrá llegar a la conclusión de que la única estrategia virtuosa fue la que adoptó la presidenta de la Nación, sobre todo, cuando rompió cualquier molde especulativo y le dijo a la vecina inquisidora "No, mamita, eso no es así." 07/04/13 Tiempo Argentino GB

vieja terca por Horacio Verbitsky Opinion

EL PIROPO DE PEPE MUJICA Y SU TRADUCCION A LA POLITICA ARGENTINA Una vieja terca El ídolo pobre de los ricos argentinos dedicó un piropo machista a la presidente CFK. Su terquedad le permitió sortear las peores presiones sin apartarse de un rumbo que el electorado plebiscitó hace un año y medio y que volverá a ponerse en juego este año. Alta tasa de empleo y baja tasa de desocupación, con un mercado interno robusto por el que la desaceleración no se tradujo en recesión. Por Horacio Verbitsky La fijación de los orientales con esta banda del río Uruguay es una de las más acendradas tradiciones regionales que, de tanto en tanto, eclosiona incontenible y sale por el desagüe de las bañaderas como una inundación o con la fuerza de un exabrupto por un micrófono inadvertido. El jueves le tocó al ídolo pobre de los ricos porteños, José Mujica, quien se despachó de lo lindo sobre Néstor Kirchner y su esposa, la presidente CFK. “Esta vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político, ésta es terca”, bisbiseó por la web oficial de su gobierno, en diálogo con un intendente. Guillermo Pomi, un embajador que tiene línea directa con Mujica y muy buena relación con figuras importantes del entorno presidencial argentino, desdeñó la máxima “No aclares que oscurece” y se esforzó por apaciguar las reacciones. Recién a última hora la cancillería lo citó y emitió una comunicación formal de malestar, centrada en la denigración de Kirchner, quien no puede contestar. Pero Cristina, que sí puede, decidió no hacerlo. Ni dijo ni dirá nada, porque no tiene sentido pelearse por una chuscada de un vecino cuya escala le permite cosas que entre pares serían inadmisibles. La misma condescendencia tuvo Lula hace unos años, cuando Evo Morales envió al Ejército boliviano a ocupar instalaciones petroleras de empresas brasileñas. Nada ni nadie Estado tapón, creado por la diplomacia británica del siglo XIX para impedir la conformación de un bloque poderoso que incluyera a la Argentina y el Brasil, el Uruguay del siglo XXI oscila entre las posiciones liberales de su vicepresidente Danilo Astori, quien preferiría arrojarse en brazos de Estados Unidos y desentenderse de las engorrosas negociaciones con los vecinos, y las de Mujica, quien aún cree en el destino sudamericano del paisito y está dispuesto a tragarse el orgullo cada vez que sea necesario en aras de ese objetivo estratégico. Lo compensa, de tanto en tanto con macanas como la del jueves, luego de la cual lanzó un obvio “nada ni nadie podrá separarnos”. Ni su propia liviandad, se entiende. Pero tal vez haya otras razones para el sensato silencio de Cristina, acaso la definición del ex rehén de la dictadura uruguaya no le disguste por completo. Las gracias del bufón suelen contener verdades inapelables. Mujica les llama viejas a todas las mujeres, incluyendo la propia. Que Cristina es terca y que Kirchner era más político son datos de la realidad que no deberían ofender a nadie, más allá de lo chabacano de la expresión, problema del que en todo caso deberían preocuparse los orientales. Más aún, la terquedad es una de las virtudes que le han permitido sortear situaciones adversas ante las que dirigentes con menos temple hubieran sucumbido. A su manera, el presidente uruguayo le dedicó un piropo machista. En los cinco años que lleva de gobierno esa obstinación fue decisiva para seguir adelante con un rumbo fijo, sin amedrentarse ni distraerse. La calidad de la gestión es un problema aparte, pero esa es una característica estructural del Estado argentino. No ha habido administración que pueda ser añorada en ese rubro. El caso de las inundaciones en Buenos Aires y La Plata es elocuente. Hace ocho años, como parte del acuerdo amistoso celebrado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con los integrantes de Memoria Activa víctimas del atentado a la AMIA, Kirchner firmó el decreto 812/05 en el que reconoció la responsabilidad del Estado Nacional y se comprometió a ejecutar una agenda acordada por las partes. Su artículo 4 disponía crear una unidad especializada en catástrofes, tanto naturales como provocadas y la elaboración de un plan de contingencia, que implicaba acuerdos entre la Nación, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias. Desde entonces, la Capital ha tenido tres jefes de gobierno de distinto signo, y ninguno ha hecho su parte del trato. Ocho años después, nada se ha avanzado en esa dirección y todo sigue dependiendo de la buena voluntad una vez ocurrido el desastre. Si eso no singulariza al actual Poder Ejecutivo, su determinación para perseguir una meta preestablecida sin apartarse por los contratiempos del camino, no tiene precedentes. Quienes dentro del país la quieren menos que Pepe Mujica le llaman a eso ambición de poder o sus distintas variantes según las ocasiones. A veces cuesta distinguir si es mayor el odio o la envidia. En cualquier caso, no son buenos materiales para la construcción política. Fuga hacia delante El caso emblemático transcurrió durante el primer año de su presidencia, cuando las cámaras patronales agropecuarias le plantearon un desafío a todo o nada, con una dimensión simbólica que iba mucho más allá de la resistencia a las retenciones móviles por la comercialización de granos. Durante tres meses cortaron rutas, desabastecieron a las ciudades, amenazaron a los legisladores y por ese y otros métodos más discretos, torcieron voluntades y frustraron el proyecto oficial por la deserción de varios senadores, que resultaron protegidos por la escandalosa deserción del vicepresidente. Aun así, al agradecer a los diputados y senadores justicialistas y aliados CFK dijo que estaba orgullosa porque por primera vez en el Congreso se discutieron intereses de los grandes capitales y no se construyeron mayorías con la Banelco. “Perdimos la votación pero ganamos como proyecto porque hubo una fuerza política que actuó por convicción, cuando en otras décadas sólo había voces solitarias como la mía”, agregó. Tampoco le hizo mella el mal resultado de las elecciones legislativas de 2009, celebradas en el peor momento de la crisis económica global desencadenada por la burbuja especulativa inmobiliaria en los Estados Unidos y la quiebra de los bancos que la apalancaron. Aun en ese escenario en el que hubo intentos explícitos por forzar su renuncia, puntualizó que en la suma del país ninguna fuerza había obtenido más votos que el Frente para la Victoria. Quienes hubieran querido verla quebrada, la acusaron de negar la realidad. Reaccionó impulsando una reforma del régimen electoral, negociada con los demás partidos, que estableció las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias y el acceso de todos los partidos a espacios gratuitos en la televisión, cuya trascendencia el resto de las fuerzas recién advirtió cuando se aplicó por primera vez. Además dio nuevo impulso a la ley de servicios de comunicación audiovisual, que cambió el eje del debate político, apuntando a los poderes corporativos que subrogaban a la oposición política. También ese año aciago creó la Asignación Universal por Hijo, que desde entonces constituye el mayor programa de transferencia de ingresos, que ha reducido la indigencia y la desigualdad en forma drástica y en menor medida la pobreza. Con la nueva conformación de las cámaras del Congreso, 2010 aparecía como un año muy complicado. Pero en pocos días el Grupo Ahhh... malversó años de prédica contra el autoritarismo y la falta de consensos: acaparó con angurria todos los cargos en las comisiones, relegando al oficialismo muy por debajo de la proporción que le correspondía y con ese control se propuso desgastar al Poder Ejecutivo obligándolo a vetar leyes. La única vez que lo consiguió fue con el 82 por ciento móvil para las jubilaciones. No hubo una sola manifestación de protesta por parte de los presuntos afectados, más conformes con la fórmula de ajuste bianual sancionada por el gobierno que con la promesa de una cifra mágica pero de improbable sustentabilidad, por parte de quienes cuando gobernaron usaron a los jubilados como variable de ajuste. La disponibilidad acuerdista para el reparto de cargos no se repitió en proyectos de fondo y los festejos del Bicentenario revelaron la extensión y profundidad de un apoyo político a Cristina que mucho tiene que ver con ese rasgo de carácter que impresionó al chacarero de Rincón del Cerro. Ese año, el gobierno creó el Fondo de Desendeudamiento del Bicentenario, para saldar con reservas del Banco Central los compromisos externos, lo cual dio lugar a una batalla política y judicial, con el presidente del Banco atrincherado en su despacho y una jueza, hija de un coronel torturador, que emitió dos medidas cautelares, bloqueando la creación del Fondo y el desalojo de Martín Redrado de su barricada. Más allá de las anécdotas, se discutía una cuestión estructural: en vez del Fondo de Desendeudamiento, desde distintos sectores de la oposición se proponía reanudar el ciclo del endeudamiento, interrumpido. Esta presión se intensificó durante la campaña electoral de 2011, cuando una trama de hombres del sector financiero, como el propio Redrado, Javier González Fraga, Eduardo Amadeo, Mario Brodersohn y Alfonso de Prat Gay, reclamaron sustituir el populismo kirchnerista por las ortodoxas metas de inflación, con aumento de tasas de interés, reducción del gasto público y las retenciones, apreciación cambiaria y nuevo endeudamiento público, medidas similares a las que se estaban aplicando en Europa, con resultados que la Argentina ya conoció. Los mismos intereses se manifestaron cuando la Fragata Libertad quedó retenida en Ghana y a raíz del fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa, sobre los reclamos de los fondos especulativos que no aceptaron ingresar en los canjes de deuda de 2005 y 2010. Cristina no se movió un milímetro en ningún caso. Rechazó cualquier pago para liberar el buque escuela, reclamó ante el Tribunal del Mar por la Convención Internacional violada y no ofreció a los bonistas con sede en paraísos fiscales nada que no hubieran podido aceptar en la última reestructuración de hace tres años. Algo equivalente sucedió con la conformación de las listas de candidatos oficiales para los comicios de octubre de 2011, en las que Cristina relegó a las estructuras políticas y sindicales que se creían con derechos adquiridos y en cambio optó por la incorporación de numerosos jóvenes que sólo reconocen su liderazgo, con los cuales logró una victoria contundente como nadie había obtenido en las cuatro décadas previas, desmintiendo todos los augurios sobre un presunto aislamiento que la castigaría en las urnas. Espejismos Inmunes a la experiencia, en cuanto terminó el escrutinio los medios y fuerzas de oposición reanudaron sus esfuerzos por construir una realidad a la medida de sus deseos. Pero a medida que se aproxima la fecha de las PASO, constatan la inconsistencia de ese espejismo y ya han comenzado a buscar explicaciones para la nueva frustración que temen. Viven anhelando un milagro porque saben que librados a sus propias fuerzas están perdidos. Y cuando el milagro se produce, se limitan a abrir la boca de asombro sólo para ver que quien actúa es una vez más Cristina. El encuentro en el que la presidente le explicó al Papa Francisco qué eran un mate y un termo, según se percibió el diálogo desde el Uruguay, habría cambiado las relaciones de fuerza a favor del gobierno, sostienen, con un ostensible desprecio por los ciudadanos, a quienes atribuyen el pensamiento mágico que ellos practican. ¡Si todo fuera tan fácil! Dentro de esta empecinada construcción de la realidad figuran los catorce pedidos de audiencia que Cristina no le habría respondido al Papa cuando era Arzobispo porteño. Ante la desmentida de la Conferencia Episcopal, según la cual Bergoglio nunca pidió una entrevista personal con la presidencia y que cuando lo hizo como titular del Episcopado fue recibido junto con los demás miembros de la Comisión Ejecutiva, en vez de explicar cuál fue el origen de la versión falsa, el diario La Nación dijo que la aclaración había sido reclamada al Episcopado por el gobierno. Con el mismo temerario desinterés por la realidad, las columnas políticas de los principales medios repiten desde hace meses que la cuñada presidencial encabezará la lista de candidatos a diputados nacionales de su fuerza este año. Lo único que varía de artículo en artículo son las hipótesis acerca de quienes la acompañarían en la lista y contra quienes debería competir. El pequeño detalle que en forma deliberada o por mero desconocimiento omiten es que Alicia Kirchner nunca fijó domicilio en la provincia de Buenos Aires, por lo que no será candidata en ese distrito. La deontología profesional se reduce a la añeja consigna de no permitir nunca que la realidad arruine una buena nota.

CRONICA DE UNA INUNDACION POR DANIEL CECCHINI, OPINION

Crónica de una inundación Por Daniel Cecchini dcecchini@miradasalsur.com Cuando bajaron las aguas, la capital provincial mostraba un panorama desolador. Veredas repletas de colchones mojados y muebles destruidos. El dolor por decenas de muertes que no estaban anunciadas. How does it feel To be on your own With no direction home Like a complete unknown Like a rolling stone (Bob Dylan) La primera imagen directa que el cronista tiene del desastre de La Plata (aún a la distancia) es la del oportunismo político. A un lado de la autopista, en dirección sur, a la altura del kilómetro 36, dos muchachos pintan sobre la baranda de un puente. Uno de ellos acaba de escribir “Fuerza La Plata”; después, tras un espacio en blanco donde en minutos se escribirá el nombre de un dirigente político, el otro muchacho está pintando “Conducción”. Al volante del auto, a 130 y apurado, el cronista se pregunta cuántos militantes más habrá repitiendo la misma pintada en lugar de colaborar con las víctimas. Es jueves cerca del mediodía y hace unos minutos, por la radio, Daniel Scioli acaba de elevar a 49 el número de los muertos (luego serían más). Al bajar de la autopista, sobre la parte de diagonal 74 que une la ciudad con Punta Lara, no hay señales de catástrofe. El panorama cambia entrando a Tolosa por la avenida 120: casas con las puertas y las ventanas abiertas, gente que tira sobre la vereda todo tipo de muebles, montones de basura. Una escena que se repite una y otra vez, a mayor escala, a medida que se avanza hacia las zonas más afectadas. En 118 y 527, la casa de Raúl Viera, Chiqui, parece haber soportado bien la inundación. Ahí la cosa no se puso del todo fea, explica, aunque el martes el agua entró dos veces, primero a las cuatro de la tarde y después a las nueve de la noche. En el comedor, las sillas siguen sobre la mesa y hay que bajar dos para poder tomar unos mates, cebados con agua de bidón. El cronista conoce a Chiqui desde la infancia y sabe que es un tipo duro, curtido. Por eso le sorprende leerle cierto susto en la cara cuando cuenta: “Acá estuvimos bien, pero mi vieja se salvó de pedo. Decí que justo había pasado mi hermana por la casa y la sacó, si no hoy la estábamos velando”. La Vieja, como la llama Chiqui, se llama Irene, acaba de cumplir los 90 y, aunque está muy bien, tiene dificultades para caminar. El martes a la tarde estaba en su casa, en 4 bis entre 529 y 530 –una de las cuadras donde el agua llegó más alto –, cuando se vino la inundación. “Mi hermana había ido a la pedicura, que queda a la vuelta, y pasó a visitarla. En menos de diez minutos tenían más de medio metro de agua adentro. Pensaron que iba a bajar, pero no bajó sino todo lo contrario. A las 10 de la noche había un metro y medio de agua, no tenían luz ni teléfono y los celulares no andaban. Entonces mi hermana se decidió a sacarla, caminando por la vereda, la vieja con el agua hasta el pecho. Sola no hubiera podido salir, se ahogaba en la casa. Llegaron a 4 y 530, donde todavía podían andar los autos, y de ahí la trajo para acá. Enseguida la metimos en la bañera con agua caliente para que se recuperara”, cuenta Viera. La casa de Chiqui sigue sin luz ni teléfono. Los celulares están mudos desde hace rato, con las baterías muertas. Lo que pasa en el resto de la ciudad entra por una vieja radio a transistores que se escucha muy mal, con lluvia, como se decía. Así y todo, Chiqui sorbe la bombilla y desgrana algunos datos, por ejemplo el del color oscuro del agua, que mancha. “Es por la ceniza de coque que largó la explosión en la destilería de YPF”, dice con autoridad porque supo trabajar ahí. También cuenta que el zanjón que corre al lado de la vía lindera a su casa se desbordó dos veces y que la correntada tenía una violencia que nunca había visto antes. Irene perdió todo lo que tenía, no hubo posibilidad de sacar nada. En la casa de Chiqui, en cambio, no hubo lo que se dice daños materiales y está contento de haber salvado los libros. “Eso sí me hubiera jodido”, dice. Más hacia el centro de Tolosa el olor se vuelve insoportable. Es olor a cosas mojadas, que empiezan a pudrirse. “Yo estuve en Santa Fe cuando fue la inundación, y es el mismo olor. Es un olor inconfundible, como a sábalo podrido”, le dirá más tarde al cronista el director de Diagonales, Luis Rivera, que debió pasar la noche en su auto, luego de llevarlo, en un reflejo salvador, a la parte más alta de una plaza. Sobre las veredas abundan los colchones, algunos todavía chorreantes; cajones de placares, pilas de papeles pegoteados, televisores, equipos de sonido, dos o tres cpu y otras tantas pantallas de computadora, sillas de mimbre. Todas cosas irrecuperables. Todas. Sobre la calle 6, a la altura de 524, una mujer gorda con calzas color rosa y zapatos de taco está apilando colchones sobre la vereda. El cronista cuenta seis –uno de dos plazas, los otros simples– y ocho almohadas. “Voy a tener que comprar todo de nuevo, porque aunque se sequen este olor no se los saca nadie”, dice la mujer, que prefiere no dar su nombre. El agua dentro de la casa llegó casi al metro ochenta. Para saberlo no hace falta que lo diga, el testimonio está impreso en la pared. Casi todos los vecinos están en la calle, afanados en las mismas tareas. Empezaron a sacar cosas el miércoles a la tarde, esperando que se las llevaran, que algo funcionara. La mayoría sacó los muebles por un lado y cosas más chicas, papeles y ropa, en bolsas. Casi todos se quejan porque nadie pasó a recoger la basura, que empieza a apestar. Y no falta quien putee a los cartoneros por haber abierto las bolsas. Cosa de negros, define como buscando pelea uno de los quejosos. Nadie le responde. El paisaje de los vehículos arrastrados a la deriva y depositados en cualquier lugar y posición, que continúa, se combina ahora con otro: el de cientos, quizá miles de autos, estacionados sobre las veredas, con las puertas, el capot y el baúl abiertos para que se sequen. Al cronista se le ocurren insectos de una nueva especie, nacidos en el caldo de cultivo de la inundación. El parque frente a la avenida 532 está repleto de estos bichos, que apestan a quienes se les acercan. El olor de los tapizados mojados se parece mucho al de los colchones, insoportables los dos. Algunos de estos bichos con aberturas son 0 kilómetro, sacados de las concesionarias que se inundaron. Éstos no se los van a vender a nadie, arriesga el cronista encarando a un empleado que los cuida. El hombre responde que sí, que más baratos, que seguro va a haber clientes que quieran llevárselos para ahorrar unos pesos. Más de la mitad de los semáforos no funciona. En el centro –increíble en un día hábil– sobra lugar para estacionar. Y los inspectores que imponen multas a quienes no pagan el estacionamiento han tenido la prudencia de ausentarse. Debe ser por lo único que, a esta altura, los vecinos de La Plata no insultan al intendente Pablo Bruera. Claudia y Sergio viven con sus dos hijos en una casa de una planta sobre la calle 8, a pocas cuadras de 532, en Tolosa. Una casa de una planta con altillo. Ahí, arriba, apretados pero temblando de frío y miedo, pasaron la noche del martes. Y eso que alcanzaron a subir unas cobijas. No tuvimos tiempo para nada, dice Claudia. En realidad, como muchos, pensamos que el agua en algún momento iba a bajar, retruca Sergio. Cuando llegó al metro y medio pensaron en irse, pero la fuerza del agua que corría por la calle los hizo desistir, de sólo verla. Adentro siguió subiendo casi hasta el metro sesenta. No pudieron salvar nada; el auto, que estaba estacionado en la puerta, se fue flotando. Ahora revisan los muebles, los electrodomésticos, la ropa y evalúan –y a veces (casi siempre) discuten– si se pueden recuperar o no. Poco a poco, casi todo ha ido a parar a la vereda, para que se lo lleven. Los ayudan cuatro amigos que viven en otras zonas de la ciudad y que no sufrieron el desastre. Sergio dice que el auto quedó a cuatro cuadras, pero que no consigue un auxilio para llevarlo al mecánico. Y vos pensando en el auto, recrimina Claudia, utilizando al cronista como testigo de su queja. En lo único que parecen ponerse de acuerdo Claudia y Sergio es en no tirar los libros sin hacer el intento de secarlos, por lo menos para salvar algunos. La Plata es, indudablemente, una ciudad de libros, aunque en el terreno político, de sus entrañas de capital provincial se alimenten todo tipo de bestias. Después del shock, los estudiantes universitarios y varias ONG reaccionaron con más rapidez que el Estado. En muchas facultades (en el Colegio Nacional también, para orgullo del cronista), el miércoles a la mañana ya estaban organizando la ayuda, recibiendo donaciones, clasificando lo recibido, averiguando dónde llevarlo. La Facultad de Periodismo, ubicada en una zona que no se inundó, fue habilitada como centro de refugiados. El mayor problema del jueves a la tarde, cuando el cronista recorre la ciudad, es la distribución de las donaciones. A los centros mejor organizados, como el que la Cruz Roja montó en un club de 7 y 523, siguen llegando camiones con alimentos, colchones y agua embotellada. Los estudiantes de las facultades y de algunos colegios arriman ropa y enlatados, igual que muchos vecinos que se suman individualmente a la movida solidaria. La gente que se acerca a buscar lo que necesita –agua, yerba, fideos, colchones, cobijas son los elementos más solicitados– forma una cola cada vez más larga. Pero la dificultad radica en llegar a quienes no pueden acercarse a los centros de distribución. Los estudiantes se identifican por facultad, ninguna organización política de las que actúan en la Universidad se adjudica acción solidaria alguna. No hay banderas, sólo carteles anunciando que se reciben donaciones. Para el cronista es un contraste notable con el efecto que le produjeron las más de cincuenta gacetillas de organizaciones políticas que recibió en las últimas horas y que consulta a cada rato en el teléfono. Todas anuncian su trabajo solidario. Sin embargo, al leerlas con cierta atención, lo que más parece preocupar a los autores de por lo menos veinte de ellas es que figuren en un lugar destacado los nombres de los dirigentes o de sus lugartenientes, en algunos casos, incluso, resaltados con negrita, para que se noten más que la información realmente útil. Todo sea por figurar. Negocitos políticos –y quizás, en algunos casos, de los otros– de oportunistas enquistados en la política, en cierta manera propiciada de hacer la política que da cabida a todo tipo de arribistas. De la misma calaña (o peor) que ese dirigente que manda a pintar su nombre en la autopista en lugar de organizar a sus militantes para ayudar a los damnificados, piensa el cronista. Las veredas –donde la basura sigue intacta y el mal olor aumenta con el correr de las horas– son también ámbitos propicios para que corran rumores y se desaten discusiones. Uno de los rumores dice que los muertos son más de noventa, pero que no llevan los cadáveres a la morgue del cementerio para tratar de achicar la suma. Otro asegura que la inundación no se produjo por el caudal de agua caída sino porque alguien se olvidó –o nadie ordenó– abrir las compuertas del arroyo El Gato para que desagotara hacia el Río de la Plata. Pero el papel protagónico lo tienen las versiones sobre saqueos, aquí y allá, en casas y supermercados y guarda que se vienen los vándalos. El cronista no pudo confirmar ninguno de los dos primeros; en cuanto a los saqueos, durante el jueves hubo apenas dos o tres casos aislados, controlados por la policía. Las discusiones se dividen en dos categorías: las técnicas y las políticas. En cuanto a las primeras, el cronista desistió de registrarlas después de escuchar que en los próximos cincuenta años la provincia de Buenos Aires se transformaría en Bangla Desh. Entre las otras hay de todo. La visita de Cristina Fernández de Kirchner a Tolosa, el miércoles, divide las aguas. Los argumentos de uno y otro lado se parecen a –e incluso replican– las tapas de los diarios y los zócalos de los canales de noticias, opositores y oficialistas. Su profundidad es mucho menor que la de la inundación. En muchos casos no pasan de si Cristina recibió más aplausos que silbidos, o viceversa. Y, por supuesto, casi todos mencionan a la vecina Ofelia. En cambio, el intendente Pablo Bruera protagoniza a estas horas un milagro de la política: cuando se trata de él, todo el mundo –desde el oficialista más entusiasta hasta el opositor más recalcitrante– está de acuerdo: se tiene que ir. El tuit donde anunció que estaba trabajando en la zona de desastre desde el martes a la noche, cuando en realidad en ese momento estaba en un avión que lo traía de sus vacaciones en Brasil, se ganó un repudio imposible de empardar. Y que después le echara la culpa a un error de su equipo de comunicación terminó embarrándolo todavía más. “No sólo es un mentiroso sino que no tiene lo que hay que tener para afrontar las consecuencias”, resume Ricardo, con malla y en ojotas, apoyado sobre el mango de un secador, en la puerta de su casa devastada. Andá a decirle que no. Los demás dicen cosas parecidas. En las calles de La Plata, Bruera no tiene a nadie que lo defienda. Es la encarnación de lo antipopular. Y para colmo el tipo es hincha de Gimnasia, piensa el cronista, pero eso no tiene nada que ver. Quizás el debate más interesante sea el que gira alrededor de la capacidad y velocidad de respuesta del Estado. En eso las posiciones están, de nuevo, divididas. Aunque son más los que piensan que se demoró mucho, que faltó capacidad de reacción, sobre todo en las primeras horas. En la tarde soleada del jueves, la Policía, el Ejército y la Gendarmería son visibles, pero tampoco es que haya mucho para ver. Scioli hace anuncios, por supuesto, pero a estas horas nadie cree en anunciaciones. En Francisco (habemus papam criollo), en cambio, parece que sí, porque en dos balcones hay banderas vaticanas, de blanco puro y amarillo peste. Todavía hay quienes suponen que dios es argentino, o platense (después de todo, La Plata es también, en su imaginario, una ciudad elitista de mediocre medio pelo). Aun en el desastre, porquenó. Y Lennon sigue cantado: “God is a concept by which we mensure our pain”. Puede ser que quien esté leyendo, a esta altura, crea que el cronista abusa de la ironía de manera gratuita, quizás ofensiva, en medio de una realidad capturada por el dolor. La resignificación de un texto no es sólo un (precario) derecho de lectura del otro sino que forma parte de lo inevitable del Otro. A las cuatro de la tarde del jueves, después de dar muchas vueltas, el cronista se detuvo en 532 entre 7 y 8, frente a una casa. Podía entrar, pero no entró. Lo único (casi lo único, en realidad; después se verá) que le importaba era que el Viejo (su padre) estuviera a salvo. Y ya estaba. El martes a la noche y el miércoles a la mañana gastó el teléfono tratando de comunicarse y no pudo. Sabía que si intentaba ir no iba a llegar, que no servía para nada. Y el cronista aprendió, hace muchos años y de mala manera, la estúpida fatalidad de las acciones inútiles. Parado frente a la casa, sin siquiera bajar del auto, anota el relato del Viejo. “Estaba en el living y empezó a gotear. Estaba buscando la gotera, preocupado porque me podía mojar un cuadro, cuando el agua empezó a entrar por las puertas. Por la del living y por la de la cocina. En menos de cinco minutos teníamos un metro de agua.” La mujer del Viejo –Silvia es persona de reacciones rápidas– empezó a subir muebles y electrodomésticos de manera frenética, automática, sin pensar. Porque al principio fueron las cosas (que mucho no les importan), pero después se trató de las vidas. El Viejo tiene 85 años y –el cronista pudo comprobarlo una vez más– sigue funcionando en lo que importa, como siempre, aunque el físico a veces no le dé. A eso de las diez de la noche del martes, cuenta el Viejo, se les planteó un dilema. La casa (sólo de planta baja) ya tenía un metro y medio de agua; habían subido todo lo que podían subir y estaban cagados de agua y de frío. A cincuenta metros, apenas, por 532 hacia 7, está el consultorio, que en realidad es otra casa (una de las viejas casas donde vivió el cronista y que todavía le es útil para dormir o para lo que venga), en la que hay una habitación en el primer piso. El Viejo, con sus 85, dijo que había que ir allá. Silvia miró por la ventana, apreció la violencia de la correntada y le dijo que ni en pedo, que nos morimos los dos. Se quedaron la noche del martes durmiendo sobre el agua. El Viejo en un catre montado sobre una cama, despertándose a cada rato para bajar la mano y ver si el agua subía. Silvia en la cocina, sentada sobre la mesada. El perro, Stephen (por Dedalus, el alter ego de Joyce), ovejero alemán malo, nadando dentro de la casa, agotado. El jueves, a mediodía, el cronista y el Viejo pudieron finalmente hablar por teléfono. “De la casa salvamos algunas cosas, al consultorio no pudimos llegar”, contó el Viejo. “Pero todo lo que se perdió es reemplazable”, dijo. Y agregó: “Yo también”. El cronista, con menos dureza que en otros tiempos, le contestó: “Por supuesto, Viejo, vos también”. Un minuto después de cortar, a quien escribe le entró una duda cruel (porque hay cosas que no se pueden reemplazar, como los más de tres mil libros leídos que se guardan en las dos casas) y volvió a llamar. Increíblemente, el Viejo atendió. –Viejo, ¿Y los libros? –No te preocupes, Daniel, los que importan siempre estuvieron en los estantes de arriba –contestó. –Qué bien... –empezó el cronista, pero el Viejo lo interrumpió. –Los que escribiste vos se mojaron todos. Estaban en los estantes de abajo. –Papá, qué suerte que estás vivo. De regreso, a la noche, tarde y después de todo, la autopista subiendo por Villa Elisa está casi vacía, limpia. Y Dylan canta como sólo él puede aullar. 07/04/13 Miradas al Sur

BARRIO MITRE-SUR PLATENSE.

LAS ORGANIZACIONES POLITICAS Y SOCIALES EN EL BARRIO MITRE Después de la inundación Militantes de Unidos y Organizados, miembros de la Cruz Roja y voluntarios trabajan junto a las organizaciones sociales del lugar. “Sin militancia no hay Estado capaz de poder resolver de forma urgente las necesidades de la gente”, dice el legislador Juan Cabandié. Por Sebastian Abrevaya Algunos autos abiertos de par en par, colchones secándose al sol, unos pocos muebles sobre la vereda mezclándose con la presencia de organizaciones políticas y sociales, distintas agencias del Estado nacional y unas camionetas vacías del programa Buenos Aires Presente (BAP), del gobierno porteño. “Este sábado hubo más gente que nunca”, dice Brian, un pibe del barrio Mitre de la Ciudad de Buenos Aires, una de las zonas más castigadas por el temporal del martes pasado, donde murieron dos personas. La plaza estaba llena de militantes de Unidos y Organizados, además de miembros de la Cruz Roja, algunos estudiantes de la Universidad de Buenos Aires y un pequeño grupo de Boy Scouts, que llegó después. “La experiencia que tuvimos es que sin militancia no hay Estado capaz de poder resolver de forma urgente las necesidades de la gente. Sin militancia y sin voluntarios se hubiera tardado meses, hubiera sido imposible llegar tan rápido como se llegó”, asegura el legislador y dirigente de La Cámpora, Juan Cabandié, que se repartió el sábado entre la Capital y la ciudad de La Plata. Cerca de las 6 de la tarde, cuando empieza a caer el sol, los distintos organismos del Estado nacional van levantado campamento para volver al barrio al día siguiente. Camionetas del PAMI, la Anses, el Ministerio del Interior cierran sus puertas mientras jóvenes de agrupaciones kirchneristas continúan repartiendo ropa, alimentos y agua en la plaza del barrio. Unos metros más lejos, en otro sector, la Cruz Roja también atiende a los vecinos que se acercan a pedir ayuda. “Nos sorprendió que la gente reaccionó muy bien, más de lo esperado. Nos hubiese gustado que sea un poco más organizado”, cuenta Fabio, coordinador de la Cruz Roja, que sumó entre sus colaboradores a jóvenes que se acercaron espontáneamente a dar una mano en la atención y distribución de las donaciones. “Ahora nuestros muebles son cajas. Nos re-costó pero tuvimos que tirarlos porque estaban todos podridos”, relata Brian, que en medio del dolor rescata parte del apoyo recibido. “Se dieron cuenta de que nos tenían que ayudar sí o sí. Ahora por lo menos nos sentimos acompañados”, asegura y recuerda cuando en el peor momento del temporal vio a un bebé pasando de mano en mano de un techo a otro, escapando del agua. Una gorra con la bandera de Cuba, una remera de fútbol, aritos y una contextura física importante. Emilio Lorenzo vive en el barrio Mitre y es uno de los referentes de la agrupación D’Angelo Ferreyra, en homenaje a dos jóvenes asesinados en el barrio durante la dictadura. “Nosotros nos empezamos a organizar hace un año porque veíamos que otros estaban haciendo cosas que no eran para la gente del barrio”, cuenta Emilio, sentado en uno de los bancos que ellos colocaron en la plaza, donde después de 15 años finalmente hay una iluminación nocturna. Según los vecinos, muchos de los servicios básicos no llegan a la zona porque para el Gobierno de la Ciudad es considerado un “barrio privado”, por lo que el supuesto consorcio tendría que hacerse cargo. “El Gobierno de la Ciudad no existe, estuvimos abandonados. No vino ni Macri, ni Vidal, ni Larreta. El único que apareció fue (Guillermo) Montenegro”, cuestiona Emilio, que aunque se identifica con el “proyecto nacional” reconoce que en los últimos días empezó a tomarle cierto cariño al ministro de Seguridad porteño, porque “al menos vino a dar la cara”. Una de las principales críticas de algunos vecinos es por la implementación de los subsidios de la Ciudad. “Piden el contrato de alquiler o el título de propiedad pero en algunas casas viven dos o tres familias y sólo puede recibirlo la propietaria”, remarca el referente de “la D’Angelo”, como se le dice en el barrio. Remeras de La Cámpora y Kolina predominaban entre los militantes de Unidos y Organizados que estaban desde el martes en las seis manzanas cercanas al Shopping Dot Baires, señalado como co-responsable de la inundación. El Movimiento Evita, el Frente Transversal, la JP Evita, entre otras organizaciones estuvieron presentes en el lugar. Comuneros del kirchnerismo de las comunas 2, 12, 13 y 14, las limítrofes al barrio, trabajaron junto a los militantes. “Primero hubo que contemplar las urgencias con una asistencia concreta minuto a minuto, después se pudo ir trabajando en un esquema más ajustado en lo organizativo con mesas de trabajo”, explica Cabandié y reivindica a muchos voluntarios que no pertenecen a espacios políticos pero que se sumaron al trabajo en conjunto. Con el primer momento de emergencia relativamente cubierto, empezó el relevamiento en casas aledañas al barrio y ahora comienza la difusión de la ayuda económica anunciada por la presidenta Cristina Fernández. En el centro de la plaza, los vecinos continúan acercándose a las carpas y revisando las bolsas en búsqueda de ropa que les pueda servir, mientras en sus casas todavía queda el olor a humedad. De a poco se empieza a guardar todo para dejárselo a la Gendarmería, que estará de guardia toda la noche. La legisladora del Movimiento Evita, María Rachid, ayuda a separar la ropa y coordinar las tareas del día siguiente. “Ahora cada vez que se nubla estamos reperseguidos”, concluye Brian, adelantando, sin decirlo, que hasta tanto no haya una solución de fondo, el temor a perderlo todo, de nuevo, seguirá latente. El sol ya se fue, el frío llena las calles y los habitantes del barrio Mitre vuelven a la humedad de sus casas. ESCENAS DEL REPARTO DE ALIMENTOS Y ROPA EN LA ZONA MAS AFECTADA DEL SUR PLATENSE El sur y los caminos de los que ayudan Quique Moreira cargando la vieja camioneta con que llevó donaciones hasta Melchor Romero. La cola para entregar las donaciones daba la vuelta a la manzana y la calle no alcanzaba para las camionetas y chatas que se ofrecían a repartirlas. Hasta ponían fuerte la radio, “para volver un poco a la normalidad”. Por Emilio Ruchansky En el hormigueo humano frente al Club Infantil San Martín, uno de los principales centros de acopio y distribución de ayuda para los inundados platenses, una joven voluntaria de la Cruz Roja y su compañero dirigen a los gritos la carga de los vehículos. Los donantes son tantos que hacen cola desde la calle 7 hasta la intersección con la 523, rodeando la manzana para descargar sobre esta última calle. “¿Te puedo dar esto a vos?”, le dice una señora desde la ventanilla del auto a un policía bonaerense, antes de doblar. El cabo niega con la cabeza. Hasta en la hora de la siesta, dice el uniformado, suele ser incesante la llegada de donantes. Al rato, le llega un pedido de la voluntaria de la Cruz Roja: “Para carga, sólo camionetas y camiones”. Entonces rebota un simpático furgoncito Zanella rojo, de tres ruedas, que viajó desde Capital. Los dos voluntarios a bordo, con handys y auriculares, se chocan con los que llegan a pie y buscan la pila para donar “ropa para adultos”, mezclados con los que dejan agua, colchones o alimentos. –Toda persona que no esté siendo útil acá, que se corra. ¿Para dónde sale usted? (pregunta a la dueña de un Ford K, que ya abrió el baúl). –A Los Hornos. –No podemos seguir mandando ahí. Salieron tres camiones recién. Yo entiendo que son 45 mil personas pero hay otros lugares donde todavía no llegó nada de las donaciones. –Bueno, vamos a cualquier lugar. –Vayan a La Loma o a Villa Elvira. Mientras la joven sigue anotando en su planilla, su compañero acomoda paquetes de ropa, elementos de higiene, leche, galletitas, alfajores, fideos, en distintos vehículos. Algunos damnificados se cuelan y consiguen algún paquete o una bolsa con ropa. “Necesito este auto afuera, por favor despejen”, se oye gritar cada tanto a los jóvenes de la Cruz Roja. Al rato se piden cajas para poder armar nuevos paquetes con donaciones. Un joven vecino recorre el gentío con un fuentón de bizcochuelo de naranja, que ofrece a otros voluntarios, a donantes, a damnificados. Sobre el boulevard de la avenida 7, el movimiento de autos cargados también con colchones, frazadas, agua y pañales es constante. Los policías cada tanto reciben algún comentario subido de tono, pese al imperante clima de compañerismo y respeto. Son los automovilistas que ya dieron alguna vuelta de más, por artificio de los agentes que para evitar la sensación de estancamiento hacen circular la fila. “Si ves que más atrás viene un camión vacío para cargar tenés que hacerlo pasar de alguna manera, si no la ayuda no llega”, reconoce un oficial. La hora de las chatas Pasados los primeros días de shock tras la inundación, aparecen en la fila para carga y distribución viejas camionetas de localidades más alejadas. Apoyado en el capot de una ellas, una Chevrolet C10, modelo 1970, azul y con cúpula blanca, Juan Ramón “Quique” Moreira fuma y espera sonriente. Va de alpargatas, jeans y camisa y cuenta que va a llevar mercadería a la sociedad de fomento La Lealtad, en 143 y 528 de Melchor Romero. El agua no subió tanto como en otro lado allá, poco más de un metro tal vez, pero los vecinos perdieron lo poco tenían. “Si no llega ayuda la cosa va a terminar mal. Hasta ahora sólo llegó la solidaridad de los propios vecinos, de otros lados vino poco y nada”, dice. Moreira se acercó a buscar mercadería junto a un vecino con camioneta nueva y una de las voluntarias del la sociedad de fomento fundada por algunos peronistas del barrio en 1988. En la fila también espera un viejo colectivo que va a un comedor barrial de la zona. “Puede haber una pueblada porque la gente ya está bastante caliente”, alerta Nelson, chofer del colectivo, que vive en Abasto, muy cerca de Melchor Romero. Por la vereda pasan más y más donantes y también voluntarios, la mayoría jóvenes. Algunos lucen remeras y pecheras de distintas agrupaciones kirchneristas nucleadas en Unidos y Organizados. Héctor Suller, un vecino de noventa años que vive en 7, entre 524 y 525, dice que el despliegue de solidaridad es impresionante. “Yo no quiero hacer campaña a favor ni en contra del Gobierno, pero por acá yo no he visto a la Sociedad Rural, que tienen tantos campos, que son una gran potencia. Qué les costaba traer 10 vaquillones aunque sea”, observa. Hace 55 años que este ex empleado del Banco Provincia vive en la misma casa, cerca de varios de sus tres hijos, ocho nietos y nueve bisnietos. Tiene medio comedor sobre la vereda y hace pasar a quien quiera cargar bidones de agua o ir al baño. Su hijo dejó el auto abierto, sobre la vereda, con la radio prendida para que se escuchen los partidos y las noticias. “Hay que volver a la normalidad un poco, ¿no? Mi viejo todavía está un poco perdido con todo esto. Hace un rato apareció con un sombrero mexicano puesto y una guitarrita y se puso a cantar”, dice, riendo. Las chatas siguen llegando a la cola para cargar mercadería, Moreira se seca el sudor de la frente y la pelada. Se desabrocha la camisa en plena faena y se le nota en la cintura la faja para enderezar la columna. Carga cajas de lavandina, galletitas, ropa, agua y arroz y fideos. “Mucha ropa, poca mercadería. La gente necesita comer”, rezonga por lo bajo, sin dejar de apilar los bultos. La otra camioneta ya salió para la sociedad de fomento, que está a 20 minutos yendo por la 520, del otro lado de la autopista, hasta chocar con la 143 y luego las nueve cuadras hasta la 529. La Lealtad Hay una cola de casi cien metros, que zigzaguea por el baldío que antecede a la sociedad de fomento en Melchor Romero. La mayoría son madres con chicos. Vienen a vacunarse y vacunarlos y a llevarse lo que den. Sobre la 143 se ven restos de gomas y basura quemada de un piquete del día anterior. Frente a la puerta de entrada hay pilas de ropa sobre unas tablas sostenidas con un caballete. Una nena llora porque “ni loca” se va llevar una blusa que la madre le hizo probar. Otras señoras buscan con desgano. Los pibes del barrio ya revisaron, se probaron y llevaron lo suyo. Adentro, en un primer salón dominado por botellones de agua, algunos chicos juegan en los pupitres arrinconados, donde suelen sentarse quienes reciben apoyo escolar. En otro cuarto lateral trabaja un grupo del Programa de Residencia Interdisciplinaria Médica del hospital Narciso López de Lanús. “Somos 9 enfermeros, 5 psicólogos y 5 médicos. Es un programa de residencia”, dice el coordinador, Mario Burgos. Aplican vacunas antigripales, la doble para adultos y la hepatitis A. “Atendemos muchos casos de hipertensión y situaciones de depresión”, agrega. Burgos entrega a cada persona que sale del cuarto de vacunación y enfermería un frasquito con pastillas para potabilizar el agua. “Una por litro”, le repite a cada uno. De a ratos, una voluntaria entra por una puerta trasera, que da a un patio por donde cabe un auto, y descarga paquetes de agua, pañales o frazadas. En la cocina, diez mujeres empacan en cajas y bolsas la poca mercadería que queda: harina, salsa de tomate, arroz, fideos, aceite, caldos, budines, sal. “No hay más lavandina”, grita una. “Ayer hicieron un piquete porque trajeron 10 colchones para 40 personas”, dice un joven en la puerta. Sobre el baldío de La Lealtad aparecen y desaparecen autos con mercadería, que traen otros vecinos. Si alguno para más lejos, en la calle de tierra, los chicos corren para ayudar. Moreira llega en el Chevy cuando cae la tarde. Baja con un cigarrillo en la mano, abre el capot, saca un escobillón y lo usa para mantenerlo abierto. No da dos pitadas que ya está agachado en la cúpula sacando bolsas. Un amigo suyo se acerca a contar que con Quique militaban en Montoneros. Cuando termina de descargar, el capot se le cae a Moreira y le arranca dos pequeñas lonjas de piel de la cabeza. La enfermera que le desinfecta la herida lo reta con un “qué bonito, le parece fumar acá”. Al rato aparece en el baldío contándole a un amigo cómo se peleó con los milicos porque lo hicieron dar muchas vueltas antes de cargar. Está bastante agitado. emilioru@pagina12.com.ar 07/04/13 Página|12 GB