domingo, 7 de abril de 2013

vieja terca por Horacio Verbitsky Opinion

EL PIROPO DE PEPE MUJICA Y SU TRADUCCION A LA POLITICA ARGENTINA Una vieja terca El ídolo pobre de los ricos argentinos dedicó un piropo machista a la presidente CFK. Su terquedad le permitió sortear las peores presiones sin apartarse de un rumbo que el electorado plebiscitó hace un año y medio y que volverá a ponerse en juego este año. Alta tasa de empleo y baja tasa de desocupación, con un mercado interno robusto por el que la desaceleración no se tradujo en recesión. Por Horacio Verbitsky La fijación de los orientales con esta banda del río Uruguay es una de las más acendradas tradiciones regionales que, de tanto en tanto, eclosiona incontenible y sale por el desagüe de las bañaderas como una inundación o con la fuerza de un exabrupto por un micrófono inadvertido. El jueves le tocó al ídolo pobre de los ricos porteños, José Mujica, quien se despachó de lo lindo sobre Néstor Kirchner y su esposa, la presidente CFK. “Esta vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político, ésta es terca”, bisbiseó por la web oficial de su gobierno, en diálogo con un intendente. Guillermo Pomi, un embajador que tiene línea directa con Mujica y muy buena relación con figuras importantes del entorno presidencial argentino, desdeñó la máxima “No aclares que oscurece” y se esforzó por apaciguar las reacciones. Recién a última hora la cancillería lo citó y emitió una comunicación formal de malestar, centrada en la denigración de Kirchner, quien no puede contestar. Pero Cristina, que sí puede, decidió no hacerlo. Ni dijo ni dirá nada, porque no tiene sentido pelearse por una chuscada de un vecino cuya escala le permite cosas que entre pares serían inadmisibles. La misma condescendencia tuvo Lula hace unos años, cuando Evo Morales envió al Ejército boliviano a ocupar instalaciones petroleras de empresas brasileñas. Nada ni nadie Estado tapón, creado por la diplomacia británica del siglo XIX para impedir la conformación de un bloque poderoso que incluyera a la Argentina y el Brasil, el Uruguay del siglo XXI oscila entre las posiciones liberales de su vicepresidente Danilo Astori, quien preferiría arrojarse en brazos de Estados Unidos y desentenderse de las engorrosas negociaciones con los vecinos, y las de Mujica, quien aún cree en el destino sudamericano del paisito y está dispuesto a tragarse el orgullo cada vez que sea necesario en aras de ese objetivo estratégico. Lo compensa, de tanto en tanto con macanas como la del jueves, luego de la cual lanzó un obvio “nada ni nadie podrá separarnos”. Ni su propia liviandad, se entiende. Pero tal vez haya otras razones para el sensato silencio de Cristina, acaso la definición del ex rehén de la dictadura uruguaya no le disguste por completo. Las gracias del bufón suelen contener verdades inapelables. Mujica les llama viejas a todas las mujeres, incluyendo la propia. Que Cristina es terca y que Kirchner era más político son datos de la realidad que no deberían ofender a nadie, más allá de lo chabacano de la expresión, problema del que en todo caso deberían preocuparse los orientales. Más aún, la terquedad es una de las virtudes que le han permitido sortear situaciones adversas ante las que dirigentes con menos temple hubieran sucumbido. A su manera, el presidente uruguayo le dedicó un piropo machista. En los cinco años que lleva de gobierno esa obstinación fue decisiva para seguir adelante con un rumbo fijo, sin amedrentarse ni distraerse. La calidad de la gestión es un problema aparte, pero esa es una característica estructural del Estado argentino. No ha habido administración que pueda ser añorada en ese rubro. El caso de las inundaciones en Buenos Aires y La Plata es elocuente. Hace ocho años, como parte del acuerdo amistoso celebrado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con los integrantes de Memoria Activa víctimas del atentado a la AMIA, Kirchner firmó el decreto 812/05 en el que reconoció la responsabilidad del Estado Nacional y se comprometió a ejecutar una agenda acordada por las partes. Su artículo 4 disponía crear una unidad especializada en catástrofes, tanto naturales como provocadas y la elaboración de un plan de contingencia, que implicaba acuerdos entre la Nación, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias. Desde entonces, la Capital ha tenido tres jefes de gobierno de distinto signo, y ninguno ha hecho su parte del trato. Ocho años después, nada se ha avanzado en esa dirección y todo sigue dependiendo de la buena voluntad una vez ocurrido el desastre. Si eso no singulariza al actual Poder Ejecutivo, su determinación para perseguir una meta preestablecida sin apartarse por los contratiempos del camino, no tiene precedentes. Quienes dentro del país la quieren menos que Pepe Mujica le llaman a eso ambición de poder o sus distintas variantes según las ocasiones. A veces cuesta distinguir si es mayor el odio o la envidia. En cualquier caso, no son buenos materiales para la construcción política. Fuga hacia delante El caso emblemático transcurrió durante el primer año de su presidencia, cuando las cámaras patronales agropecuarias le plantearon un desafío a todo o nada, con una dimensión simbólica que iba mucho más allá de la resistencia a las retenciones móviles por la comercialización de granos. Durante tres meses cortaron rutas, desabastecieron a las ciudades, amenazaron a los legisladores y por ese y otros métodos más discretos, torcieron voluntades y frustraron el proyecto oficial por la deserción de varios senadores, que resultaron protegidos por la escandalosa deserción del vicepresidente. Aun así, al agradecer a los diputados y senadores justicialistas y aliados CFK dijo que estaba orgullosa porque por primera vez en el Congreso se discutieron intereses de los grandes capitales y no se construyeron mayorías con la Banelco. “Perdimos la votación pero ganamos como proyecto porque hubo una fuerza política que actuó por convicción, cuando en otras décadas sólo había voces solitarias como la mía”, agregó. Tampoco le hizo mella el mal resultado de las elecciones legislativas de 2009, celebradas en el peor momento de la crisis económica global desencadenada por la burbuja especulativa inmobiliaria en los Estados Unidos y la quiebra de los bancos que la apalancaron. Aun en ese escenario en el que hubo intentos explícitos por forzar su renuncia, puntualizó que en la suma del país ninguna fuerza había obtenido más votos que el Frente para la Victoria. Quienes hubieran querido verla quebrada, la acusaron de negar la realidad. Reaccionó impulsando una reforma del régimen electoral, negociada con los demás partidos, que estableció las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias y el acceso de todos los partidos a espacios gratuitos en la televisión, cuya trascendencia el resto de las fuerzas recién advirtió cuando se aplicó por primera vez. Además dio nuevo impulso a la ley de servicios de comunicación audiovisual, que cambió el eje del debate político, apuntando a los poderes corporativos que subrogaban a la oposición política. También ese año aciago creó la Asignación Universal por Hijo, que desde entonces constituye el mayor programa de transferencia de ingresos, que ha reducido la indigencia y la desigualdad en forma drástica y en menor medida la pobreza. Con la nueva conformación de las cámaras del Congreso, 2010 aparecía como un año muy complicado. Pero en pocos días el Grupo Ahhh... malversó años de prédica contra el autoritarismo y la falta de consensos: acaparó con angurria todos los cargos en las comisiones, relegando al oficialismo muy por debajo de la proporción que le correspondía y con ese control se propuso desgastar al Poder Ejecutivo obligándolo a vetar leyes. La única vez que lo consiguió fue con el 82 por ciento móvil para las jubilaciones. No hubo una sola manifestación de protesta por parte de los presuntos afectados, más conformes con la fórmula de ajuste bianual sancionada por el gobierno que con la promesa de una cifra mágica pero de improbable sustentabilidad, por parte de quienes cuando gobernaron usaron a los jubilados como variable de ajuste. La disponibilidad acuerdista para el reparto de cargos no se repitió en proyectos de fondo y los festejos del Bicentenario revelaron la extensión y profundidad de un apoyo político a Cristina que mucho tiene que ver con ese rasgo de carácter que impresionó al chacarero de Rincón del Cerro. Ese año, el gobierno creó el Fondo de Desendeudamiento del Bicentenario, para saldar con reservas del Banco Central los compromisos externos, lo cual dio lugar a una batalla política y judicial, con el presidente del Banco atrincherado en su despacho y una jueza, hija de un coronel torturador, que emitió dos medidas cautelares, bloqueando la creación del Fondo y el desalojo de Martín Redrado de su barricada. Más allá de las anécdotas, se discutía una cuestión estructural: en vez del Fondo de Desendeudamiento, desde distintos sectores de la oposición se proponía reanudar el ciclo del endeudamiento, interrumpido. Esta presión se intensificó durante la campaña electoral de 2011, cuando una trama de hombres del sector financiero, como el propio Redrado, Javier González Fraga, Eduardo Amadeo, Mario Brodersohn y Alfonso de Prat Gay, reclamaron sustituir el populismo kirchnerista por las ortodoxas metas de inflación, con aumento de tasas de interés, reducción del gasto público y las retenciones, apreciación cambiaria y nuevo endeudamiento público, medidas similares a las que se estaban aplicando en Europa, con resultados que la Argentina ya conoció. Los mismos intereses se manifestaron cuando la Fragata Libertad quedó retenida en Ghana y a raíz del fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa, sobre los reclamos de los fondos especulativos que no aceptaron ingresar en los canjes de deuda de 2005 y 2010. Cristina no se movió un milímetro en ningún caso. Rechazó cualquier pago para liberar el buque escuela, reclamó ante el Tribunal del Mar por la Convención Internacional violada y no ofreció a los bonistas con sede en paraísos fiscales nada que no hubieran podido aceptar en la última reestructuración de hace tres años. Algo equivalente sucedió con la conformación de las listas de candidatos oficiales para los comicios de octubre de 2011, en las que Cristina relegó a las estructuras políticas y sindicales que se creían con derechos adquiridos y en cambio optó por la incorporación de numerosos jóvenes que sólo reconocen su liderazgo, con los cuales logró una victoria contundente como nadie había obtenido en las cuatro décadas previas, desmintiendo todos los augurios sobre un presunto aislamiento que la castigaría en las urnas. Espejismos Inmunes a la experiencia, en cuanto terminó el escrutinio los medios y fuerzas de oposición reanudaron sus esfuerzos por construir una realidad a la medida de sus deseos. Pero a medida que se aproxima la fecha de las PASO, constatan la inconsistencia de ese espejismo y ya han comenzado a buscar explicaciones para la nueva frustración que temen. Viven anhelando un milagro porque saben que librados a sus propias fuerzas están perdidos. Y cuando el milagro se produce, se limitan a abrir la boca de asombro sólo para ver que quien actúa es una vez más Cristina. El encuentro en el que la presidente le explicó al Papa Francisco qué eran un mate y un termo, según se percibió el diálogo desde el Uruguay, habría cambiado las relaciones de fuerza a favor del gobierno, sostienen, con un ostensible desprecio por los ciudadanos, a quienes atribuyen el pensamiento mágico que ellos practican. ¡Si todo fuera tan fácil! Dentro de esta empecinada construcción de la realidad figuran los catorce pedidos de audiencia que Cristina no le habría respondido al Papa cuando era Arzobispo porteño. Ante la desmentida de la Conferencia Episcopal, según la cual Bergoglio nunca pidió una entrevista personal con la presidencia y que cuando lo hizo como titular del Episcopado fue recibido junto con los demás miembros de la Comisión Ejecutiva, en vez de explicar cuál fue el origen de la versión falsa, el diario La Nación dijo que la aclaración había sido reclamada al Episcopado por el gobierno. Con el mismo temerario desinterés por la realidad, las columnas políticas de los principales medios repiten desde hace meses que la cuñada presidencial encabezará la lista de candidatos a diputados nacionales de su fuerza este año. Lo único que varía de artículo en artículo son las hipótesis acerca de quienes la acompañarían en la lista y contra quienes debería competir. El pequeño detalle que en forma deliberada o por mero desconocimiento omiten es que Alicia Kirchner nunca fijó domicilio en la provincia de Buenos Aires, por lo que no será candidata en ese distrito. La deontología profesional se reduce a la añeja consigna de no permitir nunca que la realidad arruine una buena nota.

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