domingo, 12 de enero de 2014

“Ésta es otra mirada de los Estados Unidos, de lo que realmente somos”

El notable cineasta italoamericano habla aquí de todo lo que vivió antes, durante y después del rodaje de su provocadora última realización, El lobo de Wall Street. Martin Scorsese no es ajeno a la violencia, las drogas y el sexo en el cine, y es bien sabido que ya hizo películas que dividieron opiniones. Pero incluso él, rara vez fue tan lejos como lo hace con /i>El lobo de Wall Street, su crónica de tres horas sobre los excesos del agente de bolsa Jordan Belfort y su banda de operadores sospechosos, que hicieron millones con el engaño a miles de inversores en la década del ’90. Una de las cosas más fascinantes de esta comedia de humor negro sobre la codicia y sus consecuencias, es la motivación con la que un hombre de 71 años y realizador de 34 películas, encara su trabajo y puede describirlo a partir de sus escenas favoritas, con un conjunto ecléctico de referencias que incluyen, nada menos, desde Jerry Lewis a Adolf Hitler. –La gente compara esta película con Buenos Muchachos y Casino. ¿Ve la conexión? –Todo el mundo lo dice, así que ¿qué puedo hacer? Son comparaciones... Sí, es otra mirada a los Estados Unidos, otra mirada a lo que somos. Y una mirada a la naturaleza humana. Porque eso no sucede sólo en nuestro país. Tenía la esperanza de que pudiera desarrollar el estilo, y empujar aún más. No sabía si éramos capaces de hacerlo. Tal vez lo conseguimos, tal vez no lo hemos hecho. Pero, básicamente, parece que es parte de una trilogía, en cierto modo. –Suele contar que a los actores los invita, con frecuencia, a “hacer menos”. Este no parece el tipo de película para cumplir con ese consejo… –No. En este caso fue “hacer más”. Es una cuestión de conseguir la escena, el comportamiento, sentirse convincente, yo y ellos, en ese momento. Y puede cambiar dependiendo de la escena que precede y la escena que sigue. O tres escenas antes y tres escenas después. En este caso me decidí a ir a lo grande en cualquier momento que quisiera. Usted está en el modo de pensar de estos personajes, su forma de pensar y de comportarse y lo que sus mentes y sus almas les dijeron que hicieran. Y así es que tuvimos que tener esa confianza para sacar las cosas adelante. –¿Fue un enfoque extremo así, desde el principio? –Sí. Y una vez que me decidí, sabía que tenía que hacerlo. Le dije a la editora Thelma Schoonmaker: “Yo quiero ser feroz. Quiero que sea un ataque”. Eso no quiere decir que el ataque no puede tener humor, pero es un humor negro. –Si esta película no tiene humor, está en problemas. –Pero la cosa es que estas situaciones tienen humor. Usted no tiene que ponerlo ahí. Quiero decir, si usted va a tener un poco de diversión para su empresa, desea conseguir que se irriten y quiere mostrar su agradecimiento. De hecho, organizar un lanzamiento de enanos contra un objetivo... Bueno, eso no puede ocurrir ni ser organizado en la calle. Las personas se reúnen y tienen una charla al respecto. Hay que hablar de esto ¿de acuerdo? Así que ahí está el humor, justo ahí. Pero también hay que afeitarle la cabeza a una mujer, que es extremadamente cruel. Esto trae a la mente la humillación de los colaboracionistas en la Segunda Guerra Mundial. También están los gritos de ¡Wolfie!... Y no me gusta decirlo, pero ¡Wolfie! era el apodo de Hitler. Mire las escenas de reunión y ahí Jordan Belfort les da algo para unirse a su alrededor, los invita a ser como él. El grito de ¡Wolfie! me hizo sentir muy mal en esas escenas. Nadie lo mencionó, pero yo lo sentía. Es el control mental. –No tuvo una película con tanta improvisación en los últimos tiempos, ¿verdad? –No, por un largo tiempo, no. Creo que hubo algunas pero la última vez que hicimos improvisaciones de esta manera fue en Los Infiltrados. Tal vez en Casino. En El Aviador o La isla siniestra no, porque las historias tenían que ser muy precisas. Y en La invención de Hugo ciertamente no… Aquí estaba improvisando sobre la base de lo que Terry Invierno escribió, y en base a lo que Terry y Leonardo Di Caprio acordaron luego. Eso fue algo que hice en el período de la pre-producción. –Cuando el personaje de Di Caprio toma esas pastillas Quaalude, no puede ponerse de pie y tiene que llegar a su coche, se lo ve en un plano general que lo convierte en un momento de agonía… –Eso es realmente todo lo que necesita. No me gusta rodar de noche en un lugar. Hace frío a veces, y yo no soy una persona muy resistente en esos casos. Pero una de las tomas más agradables que hicimos fue cuando él está en la parte superior de la escalera y lo ves a la izquierda del cuadro, y el coche a la derecha. Ese gran espacio es una metáfora: el tipo tiene que llegar allí, pero le cuesta un esfuerzo casi sobrehumano. Tomamos algunas fotos con la cámara girando y esas cosas, pero Leo me dijo: “No lo necesito”. Una vez que llega a la parte inferior de la escalera, le dije “Todo lo que tenemos que hacer es mirar lentamente y gatear, y luego entrar en el coche”. Leo tiene la flexibilidad física de Jacques Tati o Jerry Lewis. Creo que finalmente por dramática que sea la escena, resulta cómica: realmente se parece a Jerry Lewis, eso de meterse en el coche y dejar los pies colgando hacia afuera. –El primer corte fue, según se informa, de más de cuatro horas de duración, y finalmente terminó por debajo de las tres. ¿Estabas seguro de conseguirlo? –Sí, bueno. Hice esto durante años. No es una cuestión de conseguir reducir la duración de una película. Es ¿se puede darle forma? Si es larga, ¿el público la va a sentir muy larga? Esa es la cosa. Creo que pude llegar hasta allí y finalmente lo hicimos, por cierto. –¿Cómo lo hizo? –Empecé la película de nuevo. Cuando estaba filmando yo no quería dejar ninguna duda y por eso filmé un montón. Pero cuando comencé a verla, pensé “Oh, ahora tenemos que ir a través de esta escena para llegar a la otra escena. Deshazte de esto, no me interesa.” La convencionalidad de la primera esposa, por ejemplo, eso es otra historia. Todo está dicho luego en una línea. Después de que ella le da una paliza en la calle, él dice “Me sentí muy mal…”. El espectador espera, espera, y entonces él dice: “Tres días después me mudé con Naomi”. –Hubo momentos en los que se preguntó si podría ir tan lejos con el sexo y las drogas? –No. Yo sentí que estaría bien... Sentí que igualmente la comisión de calificación me lo haría saber. Toda mi vida he trabajado con la gente de la comisión de calificación. No es algo nuevo para mí. En 1973 con Calles salvajes negociamos. Y aceptaron. Ahora fue igual.

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