sábado, 4 de enero de 2014
En la cancha se ven los pingos
Comienza el año con una inusual Cristina Fernández, distante del centro de la escena política.
En la ciudad de Buenos Aires todavía hay vecinos furiosos porque no les devolvieron la luz. Pero en la costa hay miles de argentinos disfrutando de unas vacaciones que seguramente marcarán récords. No sólo porque viajar al exterior es cada vez más caro, sino porque, pese a todo, el consumo mantiene elevados niveles. Lo constatan los datos de los supermercados, las ventas de electrodomésticos y de automóviles.
El cuello de botella del sector externo se cerró aún más durante 2013 y eso incrementó la bronca de la clase media, acostumbrada a atesorar dólares. Pero el kirchnerismo redobla su apuesta para este año y, mientras negocia un retorno a los mercados financieros internacionales, espera superar los 94 mil millones de dólares en exportaciones para darle aire a las reservas.
Las alrededor de 200 metas planteadas por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, no se apartan en principio del ideario kirchnerista: más crecimiento del PBI, más obras públicas, más viviendas y más contención social. No hay un cambio de rumbo sino una reafirmación del modelo. No hay objetivos que permitan sospechar el ajuste con el que sueña la oposición, sino una reafirmación de la apuesta al crecimiento con inclusión.
Los datos macroeconómicos contrastan con los políticos. El año pasado no fue el mejor para el gobierno en términos electorales, porque perdió en los cinco distritos más importantes de la Argentina, aunque salvó la primera minoría en el Congreso y en el país.Los grandes medios leyeron la elección como una catastrófica derrota oficialista, pero el Frente para la Victoria fue la fuerza más votada a nivel nacional.
Pese a los crujidos políticos y al batifondo mediático, las estadísticas oficiales sobre el nivel de empleo señalan que el modelo siguió incluyendo. Para este año, el gobierno espera que la tasa de desempleo baje de alrededor del 7 al 6,3 por ciento. Quienes recuerdan que la Argentina había llegado a tener una cuarta parte de la mano de obra activa desempleada en lo más profundo de la crisis de comienzo de siglo, valoran este logro como un hecho central. Aunque las cifras del INDEC no sean confiables, es obvio que los argentinos tienen más posibilidades de trabajo. Los récords de ventas de automóviles se ven en el tránsito endiablado de las principales ciudades argentinas y las de televisores o aparatos de aire acondicionados son certificadas por las cámaras empresarias. El nivel de actividad, de empleo y de consumo no puede ser tildado de una falacia o de lo que llaman despectivamente "el relato".
La inflación ataca los salarios, pero el gobierno sigue resistiéndose a aplicar un ajuste ortodoxo que declare la paz de los cementerios. Sabe que el juicio de la historia depende de la posibilidad de sostener sus convicciones frente a la adversidad. En lugar de enfriar la economía por la vía monetaria, se inclinó por un acuerdo de precios que comenzará a regir este fin de semana.
Por supuesto que el éxito de la tregua depende de la vocación y capacidad de control del gobierno y de la sociedad, porque lo contrario es encomendarle al zorro que cuide a las gallinas. El gobierno también se plantea sostener y ampliar la vigencia de las paritarias durante 2014, que operan como un mecanismo de resarcimiento. En el año que comienza, el gobierno planea homologar 1650 acuerdos y convenios colectivos e incorporar al trabajo registrado a unos 440 mil trabajadores.
En suma, por más que la restricción de divisas y la inflación compliquen a la economía, el crecimiento, el empleo, la distribución del ingreso y la inclusión social no han sido negociados. Son los pilares del modelo kirchnerista. Pero la orfandad de la representación política de ese modelo plantea serios interrogantes, de cara a la sucesión de 2015.
Los radicales avanzan en la posibilidad de una alianza con los socialistas. La derecha ya lanzó sus candidatos. Afiches y gigantografías de Mauricio Macri y Sergio Massa acompañan a quienes se refrescan en la Costa Atlántica. Por allí asoma el nombre del ministro Florencio Randazzo, que puso toda su apuesta a una candidatura presidencial en la reconversión ferroviaria. Pero en el oficialismo, las apuestas están divididas y a la espera de una señal presidencial que posiblemente no se produzca ni siquiera este año.
El presidente del Congreso Justicialista bonaerense, José María Díaz Bancalari, cree que la postulación presidencial debe resolverse en una gran elección interna en la que participen todos los sectores, similar a la de 1988, en la que Carlos Menem derrotó a Antonio Cafiero, pese a que no controlaba el aparato partidario. El veterano dirigente cree que los candidatos oficialistas pueden ser el gobernador bonaerense Daniel Scioli, el salteño Juan Manuel Urtubey, el sanjuanino José Luis Gioja, si se recupera de su tremendo accidente y, obviamente, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. No mencionó en cambio a Randazzo, ni al entrearriano Sergio Urribarri, que suelen integrar la nómina de presidenciables.
En tanto, la presidenta mantiene un silencio que contrasta con las épocas en las que defendía ardorosamente las medidas de gobierno, en fundados discursos trasmitidos por la cadena oficial de radiodifusión a todo el país. Algunos de los que la criticaban por verborrágica, ahora la cuestionan por silenciosa. "Palos porque bogas, palos porque no", coinciden sus adeptos.
La terminante negativa de Cristina Fernández a aceptar un cargo electivo en 2015 fue interpretada por algunos como una nueva señal de la estrategia tendiente a salir de la línea de fuego, en la que dejó al jefe de Gabinete. Capitanich se juega allí este año su candidatura presidencial y es consciente de su condición de fusible. La distancia de Cristina lo puso en el centro de la escena, pero la situación parece obedecer a necesidades concretas de la presidenta de la Nación, más que a una estrategia política.
El propio Díaz Bancalari consideró que la presidenta vivió dos crisis de salud importantes, luego de la muerte de su compañero, lo cual aconseja menores tensiones. En suma, para el dirigente bonaerense, el alejamiento del centro de la escena obedece a cuestiones de salud y no exclusivamente a una estrategia política. Pero ni él ni otros dirigentes piensan que Cristina será ajena a su sucesión.
"Habrá que ver qué grado y que interés tendrá", relativizó. Sea como fuere, lo más probable es que la presidenta deje jugar a todos los postulantes sin pronunciarse este año por uno de ellos. Tal vez su veredicto sólo llegue en la recta final. O incluso después de las internas, cuando el candidato esté legitimado en las urnas. Las apuestas van de una punta a la otra y la ansiedad aguijonea a la militancia kirchnerista. Pero los más fogueados recuerdan que a todos los candidatos oficialistas les conviene que la gestión arroje resultados positivos. Piensan con fundamento que no hay mejor campaña que un buen gobierno. "Todavía falta mucho y en la cancha se ven los pingos", dicen.
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