viernes, 25 de octubre de 2013

Los caños de Internet Por Esteban Magnani

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, anunció recientemente que el servicio postal nacional lanzará su propio sistema de correo electrónico encriptado y gratuito. El objetivo es asegurar que la información de los brasileños se gestione con aplicaciones confiables y se almacene en servidores locales de forma segura. La idea es evitar puertas traseras o presiones que abran la información a las agencias de seguridad de los EE.UU., como ocurre, según las revelaciones de Edward Snowden, con las aplicaciones diseñadas por empresas de ese país. Es que, con más o menos entusiasmo, las grandes compañías de Internet se han sometido a las leyes que permiten monitorear información que pertenece a extranjeros. La excusa para tanta violación a la privacidad, como ocurre desde hace tiempo, es la lucha contra el narcotráfico, el lavado de dinero, la pedofilia, etc., aunque en la práctica permite monitorear globalmente la actividad de políticos, empresas y activistas, además de robar información industrial y económica. Para peor, ni siquiera los EE.UU. tienen la exclusividad del espionaje: según revelaciones recientes, Canadá, a través de su Agencia de Seguridad en Comunicaciones, espió al Ministerio de Minas y Energía brasileño. Cómo se relaciona esto con la lucha contra el terrorismo es un enigma. Un servicio de correo electrónico diseñado y alojado localmente daría más seguridad al contenido que circula en los mails de los brasileños. Pensemos que actualmente un correo que va desde, por ejemplo, Florianópolis a Río de Janeiro a través de una cuenta de Gmail o Hotmail pasa necesariamente por servidores alojados en EE.UU., es decir, bajo su jurisdicción, con todo lo que eso implica. Lo mismo ocurre para los argentinos que escriben a un vecino si usan esos sistemas, por supuesto. Un correo propio, diseñado en forma transparente, sería un gran paso adelante, sobre todo si se hace con código abierto para que la comunidad sepa qué ocurre con su información; cuando se compra tecnología privativa y cerrada sólo se conocen los datos que se ingresan y los que se obtienen, pero no lo que ocurre en el medio. INTERNET SIN EQUILIBRIO Un servicio de correo propio es un gran paso adelante, pero dista mucho de ser una solución definitiva. Es que si bien Internet fue pensada como una red donde la información circula por caminos alternativos, lo cierto es que casi todos los cables de fibra óptica conducen a los EE.UU. Es en ese país donde se encuentra la columna vertebral de la red de redes. Esto se refleja en que una persona paga menos por el tráfico que genera una página web si ésta se encuentra en los EE.UU. que si está en, digamos, Rosario. Aun si la mayor parte del público que la usará es argentino. Esta estructura desbalanceada de los cables de fibra óptica que constituyen Internet hace que cualquier información que se transmita desde América latina hacia Europa, incluso si es enviada desde un servicio brasileño y servidores locales, pase casi siempre por los EE.UU. Además, los grandes caños de fibra óptica que cruzan los océanos son propiedad de un puñado de corporaciones muy vinculadas con los servicios de inteligencia. Según se supo recientemente, la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana) pedía información regularmente a una de las más grandes, Global Crossing. De hecho, en 2002 esta empresa estuvo a punto de quebrar y ser comprada por dos empresas, una de China y otra de Hong Kong, pero el gobierno de los EE.UU. lo impidió, por considerar que la empresa contenía “infraestructura crítica” para su seguridad. Finalmente, en 2011 otra compañía del rubro, Level 3, también estadounidense, compró a su competidora en problemas por cerca de tres mil millones de dólares. EL SUEÑO DEL CAÑO PROPIO En este contexto, cualquier intento de desarrollo autónomo e independiente implica evitar también los cables que pasen por los EE.UU. Y los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) parecen dispuestos a lograr ese objetivo para evitar que los bits con información estratégica sigan derramándose hacia los servicios de inteligencia y, desde allí, hacia las corporaciones amigas. Por eso es que, además de servidores y software, estas neopotencias saben que necesitan controlar también la estructura física de Internet. Hace más de dos años, los Brics, a instancias de las empresas promotoras Imphandze Subtel Services e i3 Africa, iniciaron un estudio de factibilidad para tirar por debajo del océano un cable de 34.000 km., con un extremo en la costa este de Rusia, que pase por China, India, atraviese el Océano Indico hasta Sudáfrica y luego cruce el Atlántico hasta Brasil. El resultado fue aprobado y recientemente Dilma Rousseff anunció oficialmente que los Brics llevarán adelante el proyecto. El cable, cuya instalación costará unos mil quinientos millones de dólares, comenzará a funcionar a más tardar en 2015. El nuevo tendido permitirá, además de mayor privacidad, conexiones más rápidas entre estos países y los potenciales negocios que surjan de allí. Y la conexión también mejorará, aseguran, la conectividad de toda Africa con el resto del mundo a través de este cable y otros que la misma empresa tendió sobre el oeste del continente, además de dar a Sudáfrica un rol fundamental en el continente. Los caños de los Brics significan una mejora sustancial, pero no definitiva en el camino hacia una soberanía tecnológica. Es que no parece haber garantías: hay versiones bastante verosímiles sobre submarinos especialmente diseñados para pinchaduras a profundidades enormes. Los cables están enterrados cuando se encuentran cerca del continente, pero luego simplemente se depositan sobre el lecho oceánico. Algunos ex agentes de los servicios de inteligencia revelaron que hay submarinos capaces de recogerlos hasta unas cámaras en las que se los opera con cuidado. Las dificultades técnicas son enormes y además está el problema de interpretar el chorro de incontables bits que circula confusamente por ellos, lo que hace dudar sobre la verosimilitud de la versión. En todo caso, si existen, el nuevo cable de los Brics será, seguramente, un objetivo que justifique el esfuerzo ante las dificultades para interceptar la información de otra manera. El resto del combo necesario para acercarse a la soberanía digital (aunque nunca hay garantías de privacidad absoluta) implica nuevos estándares de criptografía no “aprobados” por la NSA (ver Futuro del 14/9/13), sistemas operativos de código abierto, una nueva forma de coordinación de las reglas en Internet (ver “Internet multinacional”) y un público que opte por estos servicios (ver “El marketing de la soberanía”). Brasil parece embarcado en un camino que será largo y arduo. También ha solicitado a corporaciones como Facebook o Google que almacenen la información sobre sus ciudadanos en servidores locales. No están claros los tiempos ni los mecanismos de control que se aplicarían para lograr el objetivo. Y por último, hay rumores de otro cable submarino más que los conecte directamente con Europa. PASO A PASO El espionaje de la NSA se demostró masivo y ya nadie puede dudarlo. Pero para comprender el significado de las iniciativas brasileñas y el desafío que implican para la hegemonía norteamericana, cabe recordar que no todas sus víctimas respondieron de igual forma. Por ejemplo, los europeos se indignaron brevemente, pidieron “explicaciones” a los EE.UU., y aceptaron sin chistar las deshilachadas respuestas que les brindaron: entre otros, Barack Obama, quien aseguró que “no se puede tener un ciento por ciento de seguridad y un ciento por ciento de privacidad” y John Kerry, secretario de Estado, quien afirmó que su país “no hizo nada fuera de la ley”. El detalle es que la legislación de su país permite espiar a los extranjeros. La lucha que se visualiza hacia adelante es complicada y no será fácil. Es necesario recordar que China, uno de los países socios del Cable de los Brics, lide 7c4 ra el mundo en materia de control y monitoreo de Internet para sus propios ciudadanos. Es decir que independencia respecto de un poder no implica, necesariamente, una independencia y libertad totales. En cualquier caso este primer paso despierta ciertas expectativas en una atmósfera digital que se vuelve cada vez más asfixiante y la multipluralidad resulta un buen paso para equilibrar una Internet que ahora –no quedan dudas– está totalmente desbalanceada.

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