jueves, 31 de octubre de 2013
La única transición tendrá que hacerla Clarín
No está cerrado un ciclo político que obtiene el mayor logro cultural e institucional en 30 años de democracia.
Por Demetrio Iramain
El demorado fallo de la Corte Suprema dándole definitivamente rango constitucional a todos los artículos de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual –incluidos los resistidos por el Grupo Clarín– cuadra perfecto en el siguiente escenario: el kirchnerismo queriendo profundizar el proyecto nacional y popular, y la oposición tratando de impedirlo, porque eso significaría que el oficialismo desoye "el mensaje de las urnas".
Con matices, ese podrá ser el conflicto que estructure el tiempo político durante los próximos dos años. Ambos tienen con qué disputar esa pulseada. El gobierno mantiene la gestión del Ejecutivo y tutela con holgura ambas cámaras legislativas, incluso con mayor margen de maniobra a partir del 10 de diciembre. La oposición, en tanto, y siempre al borde del deseo destituyente, dependerá de lo que pueda hacer la gran cadena mediática, severamente dañada tras el reciente dictamen del Máximo Tribunal.
A propósito, ¿a cuál mandato supuestamente menospreciado por el gobierno se refiere la derecha? Desde luego, únicamente al de los distritos en donde las fórmulas del FPV no ganaron, porque a juzgar por el resultado general de las elecciones, en todo el país, los candidatos del oficialismo volvieron a imponerse, situándose nuevamente como la primera fuerza nacional.
Al traspolar mecánicamente algunos resultados locales a todo el resto de la geografía, la derecha omite groseramente una contingencia no menor: en la sumatoria de todo el país, el kirchnerismo resultó vencedor. Designar candidatos presidenciales opositores, y hasta otorgarles su segura infalibilidad en 2015, es una lectura, a priori, demasiado apresurada.
Así las cosas, la gran corporación mediática volverá a poner en marcha una potente estrategia de desgaste, cáustica, que trabajará la conciencia media de la sociedad en una única dirección: mostrar herido de muerte al kirchnerismo. Ahora, cómo hará para que la sociedad lo crea tras la declaración de constitucionalidad de la Ley de Medios, eso ya es más difícil de prever.
No puede ser considerado terminado un ciclo sociopolítico con semejante capacidad de movilización y cohesión política, si justo cuando le decretan su crepúsculo obtiene el mayor logro cultural e institucional de los últimos 30 años de democracia.
Para la derecha que se siente vencedora, el gobierno tiene a partir del domingo una ilegitimidad de origen, intrínseca a su condición "hegemónica": la derrota en los más numerosos centros urbanos, que se suma al norte que se fijó desde un principio: alterar espesos intereses concentrados, muy arraigados en la estructura social, para beneficiar a las mayorías populares. De ahí su oposición tenaz, cerrada, totalizadora: todo lo que haga Cristina estará mal. Su gobierno pecará por acción, por omisión, o por ambas. Su vocación por la "confrontación" y la falta de "consensos" habría demostrado ser foránea y ajena al sentir nacional. Eso que el amicus de Clarín, Andrés Gil Domínguez, llama cínicamente "paradigma histórico".
El relato opositor tocará la misma canción que tarareó tantas otras veces: que el ciclo kirchnerista se encuentra inexorablemente acabado. Ciclo que, paradójicamente, nació tras una derrota electoral, cuando Carlos Menem batió en primer turno a Néstor Kirchner, aunque por un margen de votos que resultó insuficiente a los ojos de la Constitución para alzarse con el gobierno.
En 2003, la Constitución reformada nueve años antes tenía razón, impidiéndole a la reacción neoliberal –injustificada por la historia– una nueva y artificial sobrevida. Diez años después, quedó corta. Ejemplo: la declaración de inconstitucionalidad de la ley más progresiva del plan para democratizar la justicia.
Al montaje opositor se agrega la deliberada sensación de "vacío de poder", como adjetivan los alfiles comunicacionales de la derecha el obligado reposo médico de la presidenta.
Olvidan que el kirchnerismo sabe de derrotas. Que su noción de épica es el contragolpe. Que la carencia, la sorpresa, la encrucijada histórica han sido el laboratorio donde el proyecto nacional y popular produjo sus más avanzadas políticas. Ejemplo: el contexto que rodea el fallo de la Corte y su inmediata proyección sobre la sensación de capitulación con que la derecha comunicacional describe los días inmediatamente posteriores a las elecciones del domingo.
La memoria social sobre el audaz y vertiginoso período abierto tras aquellas elecciones del 28 de junio de 2009 (Ley de Medios, fin de las AFJP, matrimonio igualitario y creación de la AUH), se ve retroalimentada con la declaración de constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Los millones de votantes K vuelven a creer posible concretar en políticas concretas la distribución de la riqueza, la búsqueda de mayor pluralidad de voces en el espectro mediático, la democratización de las instituciones de la sociedad (justicia, sindicatos, Fuerzas Armadas y de Seguridad, etc.) y el disciplinamiento de las corporaciones económicas que, tras las recientes elecciones, querrán copar la parada.
Por enésima vez, los argentinos asistiremos a una catarata de opiniones de igual calibre que tratarán de instalar la peregrina idea del inapelable "fin de ciclo". Inaugurarán hoy mismo la ineludible "transición", como si tal cosa empezara ahora y no en octubre de 2015, y sin advertir que podría ser sólo administrativa y no política. Los resultados del domingo así lo indican: si la elección hubiera sido presidencial, el candidato del FPV habría resultado electo sin necesidad de ballotage. Hasta ahora, la única "transición" tendrá que hacerla el Grupo Clarín S.A., cediendo a instancias de la ley parte de su posición dominante en el mercado de medios.
Como suele ocurrir en la Argentina desde hace diez años, la derecha vuelve a sentir la irresistible tentación de desayunarse la merienda. Error: primero deberá sintetizar en una única opción, suficientemente potente y electoralmente viable, su multiplicidad de ofertas. Después, vencer al kirchnerismo. El despecho de Macri a Massa, y el nuevo fracaso de quienes apostaron un pleno a un fallo contrario a la Constitución en el caso de la Ley de Medios, patinan en el mismo barro del que no logra salir el contrakirchnerismo desde hace una década. Seguimos.
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