domingo, 6 de octubre de 2013

La noche en los perros

Yanina Audisio (1983). Escribe poesía y narrativa. Realiza traducciones de poesía en lengua inglesa y corrige textos literarios. Colabora con distintas páginas y blogs de literatura. Creó y coordina el grupo literario Las Puntas Del Clavo en Buenos Aires. El libro La noche en los perros fue editado en Junio de 2013 por Expreso Nova ediciones. Por Boris Katunaric Sabido es que la noche para el poeta es, de una manera misteriosa, algo recurrente. No sólo es un momento sino un lugar, un refugio tiempo-espacial que puede desenvolver sus mayores pasiones o sus más bajos instintos. La soledad completa el triangulo de este refugio, templo metafísico donde llegar al nirvana, ver la luz o (hablando en serio) trabajar, ejercer un oficio ingrato del poeta provisto de un material tan poco agradable como el lenguaje al que hay que modelar infinidad de veces y que puede representar y habitar este refugio transitando la forma de un fantasma, un dolor. Se trabaja con frustraciones, abandonos, temores, culpas, vergüenzas, a veces ajenas. Esta labor nocturna implica en el poeta resignar aspectos de la vida diurna que pude considerar innecesarios o crueles o, más bien, se encuentra en la noche ese espacio-tiempo en donde se toma conciencia de lo que atormenta. De este tipo de sentimientos habla Yanina Audisio desde una ciudad que dice poseerla “”Hay una ciudad Que me posee Estoy pasando Entre el poema y su pérdida” Hay una universalización aparentemente consensuada entre la mayoría de los poetas del mundo en que este trinomio conceptual tiempo-espacio-soledad nocturnos es el mejor hábitat posible para desencadenar una furiosa corriente de lenguaje, de conceptos inhóspitos. Puede ser la patria del poeta, pero la duda ante esto es menos peligrosa que la vergüenza. Yanina retoma este legado (aunque en realidad creo que es algo inevitable en cualquier buen poeta) y trabaja en segunda persona, en mayor parte del poemario, y en versos cortos y libres historias y situaciones en que la angustia atraviesa la noche, los fantasmas aparecen con un desinterés que puede irritar por su autismo, por la ausencia que emana su presencia, y la austeridad de reacción frente a una poeta expuesta, cargada de perfección (una perfección negada) y dolor. El producto de navegar en las pasiones es lo que tratamos de ver y vemos en esta forma de trabajo, cómo una construcción violenta e impulsiva (calificativos no reprochables a priori) puede transcurrir a lo largo del libro sin obviar lo preciso de la metáfora en su necesidad más íntima y bella. “No puedo Las palabras Pero las disparo” “Bajo las lapiceras sin tinta Esa insinuación de lo inacabado” Respiraciones agitadas de las pulsiones que circulan como reproches, como ausencias y desgarros, hay una situación admirable en el poma Me perdés que logra fusionar y convertir en algo indefinido pero realmente acabado entre la narcolepsia y la necrofilia. La pulsión de muerte es otra de las ingratitudes del lenguaje a la que no se puede ser indiferente bajo ningún concepto y que su misma circulación puede brindar, en el caso de Audisio, el sonido de un viento soplando a intensidades variadas que van del susurro al aturdimiento de una noche de tormenta en la ventana que golpea en una habitación en la que escribe la poeta mientras afuera ladran los perros. ESA FORMA El cuerpo agota su condición De materia y se sujeta A la caída de los sentidos Donde el espacio desnuda El juego de los contrastes Bajo el manto está olvidado Y el movimiento es una fuga Imperceptible y absoluta Un charco de vigilia rota El cuerpo sigue perdiendo En la mañana su noche Animal asesinado Por un baño de lenguaje Inaugura algo que fue temblor Repliega todos sus quiebres Y destella fuera de su límite Dos armas de la negrura.

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