lunes, 7 de octubre de 2013

Crónicas bosteras: ¿qué se siente?, por Mariano Dorr

El escritor y ensayista reflexiona sobre una nueva victoria de Boca Juniors sobre River. "El hincha de Boca sabe que su equipo no ganó en el gallinero sino en el Monumental. Es una nueva experiencia, la de llamar a las cosas por su nombre". El hincha de Boca sabe que su equipo no ganó en el gallinero sino en el Monumental. Es una nueva experiencia, la de llamar a las cosas por su nombre: River, el Nacional, la cobardía de pegarle a un jugador. Es decir, ya no se trata de “gallinas”, “la B”, “ser cagón” o “puto”. A la barra brava se la llama, también, con el nombre elegido por ella misma: los borrachos del tablón. Este respeto por el rival es menos el de un padre por su hijo que el de un analista con su paciente. La pregunta del analista es aquella que indaga en los afectos, las huellas del pasado en el cuerpo. Sencilla, breve, pero a la vez inmensa, monumental, difícil de responder: ¿qué se siente? No nos quedemos con el silencio del paciente. Hay que ayudarlo a recorrer –otra vez- los espacios y acontecimientos olvidados, reprimidos. Reconstruir pero no como quien observa sobre la mesa un montón de naipes que algún día llegó a ser castillo. La reconstrucción es un ejercicio crítico, pero del orden del amor. Por eso el analista habla con respeto y –al mismo tiempo- mete el dedo en la llaga. No es bueno enamorarse del analista, de todas maneras es un fenómeno –digamos- natural. Peor aún es identificarlo como un padre. Para exorcizar esta figura de la paternidad, habría que conducir al paciente a preguntarse, por ejemplo: “¿Papá con paperas?”. La “enfermería” de Carlos Bianchi acabó siendo el manicomio de Ramón Díaz. A veces, hacer síntoma es el mejor camino –para el analista- hacia una cura que, lamentablemente, la teoría señala que nunca deberíamos calificar como definitiva; en todo caso se trata de una cura posible/imposible. Habrá que seguir analizándose.

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