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EL FESTEJO POR EL BICENTENARIO DE LA ASAMBLEA DEL AñO XIII REUNIO DECENAS DE MILES DE PERSONAS, ARTISTAS Y POLITICOS
El día en que la Plaza de Mayo fue una fiesta inédita
La Plaza de Mayo ayer albergó en el festejo por la Asamblea del Año XIII tanto a músicos candomberos como a personalidades del mundo académico como el juez Eugenio Zaffaroni. En una serie de stands se representaron los logros de la Asamblea.
Por Horacio Cecchi
La Plaza de Mayo estaba rara, nada malo, no, rara por sorprendente, por sintomática, por novedosa, por vitalmente inusual. Ayer uno podía entrar a la Plaza y escuchar a Zaffaroni hablando a decenas de miles de personas al aire libre, mientras la multitud lo escuchaba silenciosa y atenta, hasta que aplaudía a rabiar alguna frase de impacto; o podía atravesar la Plaza a duras penas –porque gente había en todos los rincones y metros cuadrados– para recibir una medalla con la faz acuñada recién y a la vista de la primera moneda, la original de la Asamblea del Año XIII, o cruzarse con un grupo de músicos bolivianos a puro siku, o uruguayos a puro candombe, o afroamericanos; chicos, grandes, Pakapaka y caballitos pony, vendedores de gaseosas en skate y de escarapelas, y los ritmos que se entremezclaban porque, no se crean que había orden, al menos el orden clásico y formal. No, ayer hubo un orden diferente, un orden que daba lugar a todas las voces, todas las músicas, todas las pieles, y hasta llegar a que miles y miles de personas hicieran silencio para escuchar a Zaffaroni decir que “a nuestros próceres les robaron el discurso de las libertades y lo pervitieron para defender la libertad de los poderosos y someter a los débiles”. Aplausos a rabiar. Que no vengan a decir que la historia en el presente no interesa a las multitudes.
Temprano era fácil distinguir los stands distribuidos alrededor de la Pirámide. El calor, que pegaba duro a esa hora (cuatro, cinco de la tarde), podía resolverse con un clásico, los pies en las fuentes de la Plaza. Una extensa fila aguardaba para pasar por el stand de la Casa de la Moneda. Motivo: se podía ver la matriz original de la primera moneda, la acuñada por la Asamblea Constituyente del Año XIII. Y el proceso de acuñado de una moneda, la máquina (“una Schuler”, explicaba un empleado de la Casa de la Moneda) que escupía a la vista medallas acuñadas con una cara de la moneda original y que se perdían como presente en los bolsillos de los visitantes. En el stand del Banco Central, tras pasar por un minibanco para niños se entregaba una, no me acuerdo cómo se llama dijo la chica, una briqueta de fragmentos de billetes en mal estado picados fino. Para el caso, este cronista recibió una de billetes de 20 pesos, es decir, medio kilo de papel picado envuelto en nylon que cargó durante toda la crónica.
El sentido de los stands era que cada uno representara al público una de las gestiones logradas por la Asamblea del Año XIII. Los dos primeros se vinculaban con la primera moneda acuñada en el país no española. Más allá, el stand del Ministerio de Seguridad se ajustaba a otro tema, la eliminación de todo tipo de torturas. En un par de metros se podían deducir en directo las penas que significaba haber caído en aquel momento en el rastro lombrosiano. Un cepo, un rostro marcado con fuego en la frente con la V de voleur, ladrón en francés, o con el cuero cabelludo quemado. “Esta es la frutilla negra”, confían en el stand, y muestran una pesada masa de hierro imposible de levantar, unida a una cadena que se ajustaba al tobillo del preso con un grillete. “Al teléfono le pusieron así, con la idea de que no te lo podés sacar de encima”. “?”. La masa, con el grillete, se llamaba blackberry. La creación por ley, el año pasado, de los Mecanismos de Prevención de la Tortura a nivel nacional, hablan de los pasos positivos que se vienen dando y de que la tortura se mantiene como una de las rémoras de la Asamblea, la eliminación de todo tipo de tortura. También estaba el stand de los afrodescendientes, donde cuatro chiquitos, tres nenas y un nene de entre 3 y 5 años, no más, daban despliegue a su creatividad empastando con acuarelas y pastas las hojas blancas destinadas a que los visitantes opinaran sobre si había o no discriminación racial en el país. Y otro en el que se desplegaban fotos de los caciques araucanos, pampas, ranqueles, estaba Manuel Namuncurá, Inakayal, todos con sus rostros sufridos, miradas indómitas, empobrecidos, prisioneros. La libertad de vientres para los esclavos negros y la eliminación de la mita y el yanaconazgo como métodos de sujeción y explotación, otros de los decretos ordenados por la Asamblea.
La Plaza de Mayo ayer daba para todo, un popurrí de voces y colores. Al otro lado de la carpa de los afrodescendientes, cruzando Rivadavia, un stand, ruidoso por definición, de Pakapaka, donde el aporte era el conocimiento de los próceres. Los chicos en el escenario intentaban adivinar los nombres, completando los espacios vacíos con letras. Gritos, nombres soplados, ruido, gritos, nombres. Cerca, los alumnos de artes de la Universidad de Tres de Febrero avanzaban con la pintura de un enorme escudo argentino. Les había tocado la representación de los símbolos.
Frente al escenario, el vicepresidente Amado Boudou y el ministro de Ciencia y Técnica, Lino Barañao, seguían el ritmo musical. A veinte metros, atravesando una marea que ya se ponía densa, sonaban los redobles de los tambores de la comparsa Bonga. Son unos 25 aunque llegamos, dice Washington, a 75, dándole al tambor. Washington, que vive hace 38 años en Buenos Aires, es de Pocitos, “mi padre era encargado de un edificio. En la esquina había una alcantarilla. Por esa alcantarilla se escaparon los tupas de Punta Carreta”, recordó orgulloso y le dio al tambor. Mientras Washington contaba, Bonga, la murga de Javier “Bonga” Martínez avanzaba con sus mozas moviendo la cintura, sugestivas y fotografiadas con el mismo furor con el que sonaban los tambores.
En el escenario, mientras los uruguayos le daban al parche, sonaba Miss Bolivia en el escenario y las chicas de Desarrollo Social invitaban a firmar en un panel para decirle No a la Trata. Siguió en algún momento Víctor Heredia y mientras se escuchaba en el escenario “todavía cantamos”, abajo, a veinte metros se escuchaba el redoble de otro grupo de uruguayos, los Irala. También los sikus (o samponia, como sugirió el nombre en español uno de los músicos) de un grupo de la organización barrial Tupac Amaru.
Digamos que la presencia hermanada de la afrodescendencia y la de los pueblos originarios estaba a pleno. Alrededor, bah, por todos lados, los vendedores de gaseosas, incluso aquella parejita que llevaba su heladera de telgopor montada sobre un skate, a unos 10 pesos la botella chica. “¿El agua cuanto sale?”. “Lo mismo”. “Pero si es agua”. “Sí, pero también te la tomás”. La explicación no dio otra posibilidad de pregunta. En algunas de las esquinas de las partes verdes de la plaza, vendedores de remeras con los rostros de Cristina y Néstor, leyendas como “Todas somos yeguas”, a cincuenta pesos. Mientras, Víctor Heredia avanzaba con sus canciones.
Siete y media de la tarde, llegaba ya otro de los aspectos inéditos de un festejo popular en la Plaza de Mayo: un panel arrancado de los ambientes académicos y puesto ahí, en el escenario, para que decenas de miles de personas escucharan silenciosamente lo que querían decirles sobre la Asamblea del Año XIII el juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, la historiadora Araceli Bellota, y el periodista Hernán Brienza. En la temática y en la perspectiva hubo coincidencias. Hablaron una especie de defensa crítica de lo actuado por la Asamblea. De sus divisiones internas que demoraron e impidieron el dictado de una Constitución que debió aguardar cuarenta años (el nombre de Carlos María de Alvear fue acompañado de chiflidos), a los pasos agigantados que dieron los diputados hace 200 años. Fue el momento en que Zaffaroni dijo: “Pido disculpas porque nunca viví algo así, me siento muy emocionado”. Y habló de los dos modelos de Estado que se pusieron en juego en aquel momento, “el modelo de la explotación y el de la solidaridad”. Entonces dijo que “a nuestros próceres los asaltaron y asesinaron, les robaron el discurso de las libertades y lo pervirtieron para defender las libertades de los poderosos y someter a los débiles”. Durante media hora, insólito, toda la plaza, el pueblo, hizo silencio interesada en que un debate académico se acercara a hablarles.
Después siguieron Rada, Agarrate Catalina bajo la dirección de Yamandú, y Nonpalidece. En ese momento, la Plaza volvió a estallar en música, colores, candombes. Era el festejo bicentenario, de cara al Cabildo donde se había gestado.
horaciolqt@yahoo.com.ar
MESA REDONDA SOBRE HISTORIA EN LA PLAZA DE MAYO
Una clase de derechos
El ministro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, y los periodistas y escritores Hernán Brienza y Araceli Bellota analizaron las implicancias presentes de la lucha por los derechos humanos.
Por Ailín Bullentini
El Himno Nacional interpretado en armónica por el músico Franco Luciani fue un prólogo emotivo. El cielo negro y el amague de algunas gotas no hicieron más que amenazar, por escasos minutos, con suspender el “debate histórico” que tuvo lugar delante del Cabildo, frente a la Plaza de Mayo. La lluvia no se desató y el juez de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni y los periodistas y escritores Araceli Bellota y Hernán Brienza ofrecieron sus conclusiones acerca de los avances logrados por la Asamblea del año XIII en materia de igualdad y derechos. Lo hicieron ayer, en el marco de los festejos organizados por el gobierno nacional por el Bicentenario de aquella declaración, y ante una plaza colmada de militantes.
“¿Cómo se actualizan sus avances en materia de igualdad y derechos en la Argentina de hoy?”, fue el disparador con el que los moderadores, los periodistas Cynthia García y Carlos Polimeni, abrieron el debate, que la televisión pública transmitió en vivo. Para entonces, varias de las figuras más relevantes de la primera línea política nacional ya ocupaban la franja central de las butacas dispuestas frente al escenario, rodeados de remeras de Kolina, La Cámpora y Peronismo Militante, entre varios otros. El vicepresidente Amado Boudou; los ministros de Educación y Ciencia y Tecnología, Alberto Sileoni y Lino Barañao respectivamente; el secretario de General de Presidencia, Oscar Parrilli; el de Cultura, Jorge Coscia, y el de Comercio Interior, Guillermo Moreno, que fue ovacionado. También algunos diputados del bloque kirchnerista, como Andrés Larroque y Fernando Navarro, y senadores como Miguel Pichetto fueron de la partida.
La palabra fue otorgada, en primer lugar, a Brienza, quien destacó la mesa que compartió con el juez y su colega, como metáfora de “lo logrado en la última década”: “Por primera vez se debate, se piensa y se estudia historia en forma colectiva. Esta plaza es la demostración más brutal de que los pueblos pueden hacer historia”, comenzó.
Luego, consideró que la Asamblea del Año XIII fue “el primer congreso que se realizó en el país con el objetivo de profundizar los derechos humanos” y, en respuesta a la consigna convocante, remarcó que el cónclave en el que un puñado de hombres de la política de 1813 se comprometieron con “las Provincias Unidas del Río de la Plata” sin mencionar la dependencia de la monarquía española “vive en cada una de las medidas que amplíen ciudadanía”: “La Ley Sáenz Peña, el voto de la mujer, las Madres de Plaza de Mayo, cada condena que le llega a un genocida, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la Asignación Universal por Hijo reviven los valores establecidos” por aquellos asambleístas.
Bellota, al igual que lo haría Zaffaroni a su turno, destacó el “debate histórico” del que formó parte: “Es una respuesta a ese largo camino de lucha por la libertad, la igualdad y la ciudadanía del que está hecha la historia de nuestro país”. La periodista y escritora eligió repasar el momento histórico en el que “un grupo de argentinos decidió no atrasar más la discusión por la independencia” y contraponerlo permanentemente con la actualidad del país. Describió la época, mencionó la “influencia de los poderes económicos mundiales que siempre tuvieron intereses en estas tierras” y que “aún hoy siguen contando con socios locales que salen a bancarlos”, y concluyó que “son esos mismos los que se oponen a la Ley de Medios porque no quieren escuchar otras voces más allá de la voz del poder”. “La Asamblea decidió decir basta con la pedagogía del miedo impuesta por Europa”, definió.
Por último, comparó a la historia de la Argentina con “una carrera de postas en la que en la construcción colectiva y permanente unas generaciones les pasan el legado a las otras” y añadió: “Hoy nos toca a nosotros tomar la posta. Es nuestra obligación hacerlo por los que se jugaron entonces y por los que vendrán”.
La de Zaffaroni fue la última disertación, y la única que integró a la matanza de habitantes originarios de las tierras que hoy integran el territorio argentino y la conceptualizó como “genocidio”. El magistrado mencionó que el hecho histórico conmemorado ayer en su bicentésimo aniversario “es histórico porque condiciona nuestro presente” y la consideró como el hecho que “definió dos modelos de Estado y de sociedad que fueron dividiendo la historia argentina a lo largo de estos doscientos años: el modelo de Estado de los privilegios, de la exclusión y de libertad para explotar, y el modelo de Estado de la inclusión, de la paulatina marcha hacia la igualdad y el de la solidaridad”.
Apuntó que a lo largo de la historia “nos han intentado ocultar la verdadera dimensión de estos derechos y libertades”, en referencia a los apuntalados en el documento elaborado por la Asamblea bicentenaria, “y saqueadores y asesinos las han robado a nuestros próceres para arrastrarlas por el fango de los intereses sectoriales”. Y en ese sentido, continuó: “En su nombre se cometieron los peores crímenes: el más cruel y vergonzoso genocidio de los pueblos originarios, la eliminación de la raza negra, se bombardeó esta plaza, desaparecieron 30 mil personas”. Como última reflexión, el ministro de la Corte Suprema que se declaró emocionado por hablar “por primera vez” en la Plaza de Mayo, sentenció: “Hoy venimos a recuperar el verdadero sentido humanista de los derechos fundamentales a la libertad y a la igualdad”. La multitud lo ovacionó.
LAS RAZONES DE VICTOR HEREDIA
Memoria y canto
Por María Luz Carmona
Frente a una multitud, Víctor Heredia se subió al escenario montado adelante del Cabildo, para apoyar la celebración y regalar algunas de sus inoxida-bles canciones. “Sobreviviendo”, “Todavía cantamos” y “Encuentro en Cajamarca” fueron algunas de las que sonaron. Y la gente de pie lo aplaudió enérgicamente. Debajo del escenario, el cantante dialogó con Página/12.
–¿Por qué quiso sumarse al festejo?
–En principio porque mucho de lo que canto en mis canciones tiene que ver con la conmemoración de la historia de nuestro país, donde se consensuó modificar lo que estaba pasando en ese entonces a nivel social. La Asamblea del año 1813 definió cosas sustanciales como la abolición de la esclavitud o por lo menos la abolición desde el vientre materno. Los recién nacidos comenzaron a ser libres. Y una serie de cuestiones que yo creo que son sustanciales. Entre ellas, se derogó la mita, la encomienda y el yanaconazgo, que más que ser trabajos considerados pagos eran métodos de esclavitud que los españoles utilizaban. Realmente eran trabajos que se hacían en plena esclavitud. Por eso es sustancial la Asamblea de Año XIII.
–¿Cómo se expresa en la actualidad?
–Creo que en esta Argentina, la que tenemos hoy, se modificaron sustancialmente las condiciones de vida de los ciudadanos. Se le dio categoría a la palabra derechos humanos, a la justicia, en un país que pareciera haberse olvidado de eso, de la mano de la memoria, de la mano de la verdad. Se fortaleció la investigación en lo que fueron los crímenes de lesa humanidad a manos de la dictadura militar.
–¿Esto tiene un correlato en la región?
–Pienso que aquella utopía que nosotros cantábamos muchos años atrás, en los años ’60, en referencia a la necesidad de la unidad latinoamericana empieza a ser cierta. Y esto es sustancial también para el progreso y el crecimiento de todo el continente.
–En este festejo popular participan distintos grupos artísticos, ¿qué lugar cree que tiene la música aquí?
–La música, al igual que los libros, la pintura y el cine, han sido como adelantados en esta cuestión. Hoy leía, con mucha alegría, que había sido premiado con un Premio ALBA, un galardón importantísimo de las artes y las letras, Eduardo Galeano, por el libro Las venas abiertas de América latina. Creo que las denuncias que hemos hecho nosotros desde los textos y las canciones, mucho tiempo antes de la instalación de la justicia y la memoria en nuestro país, han sido disparadoras en muchos de nuestros gobernantes. Surgió así una visión acerca de lo que nos sucede y de cómo debiéramos manejar esas situaciones. Y que han dado nacimiento a la posibilidad de que hoy los países tengan una Justicia adecuada y defiendan sus derechos de la manera en que lo estamos haciendo nosotros.
MINISTROS, FUNCIONARIOS Y LEGISLADORES PARTICIPARON DEL ACTO EN PLAZA DE MAYO
Los mismos debates, 200 años después
Los dirigentes políticos del oficialismo que se sumaron a la conmemoración destacaron la incidencia de la Asamblea del Año XIII en la historia argentina y la consideraron germen de un modelo con “solidaridad, libertades, derechos ciudadanos y humanos”.
Por Nicolás Lantos
“Hoy se cumplió un sueño imposible: que la Plaza de Mayo vuelva a ser un centro donde los argentinos discuten su propia historia”, señaló a Página/12 el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, al retirarse del acto por el bicentenario de la Asamblea del Año XIII, a la que calificó como “la primera experiencia legislativa de la historia argentina”. Domínguez fue sólo uno de los diversos miembros del Gobierno, funcionarios, legisladores, dirigentes y referentes que hicieron acto de presencia frente al escenario montado a espaldas del Cabildo, donde se sucedieron números musicales y un debate del que participaron el ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni y los historiadores Hernán Brienza y Araceli Bellota.
Acomodados en sus asientos de primera y segunda fila, los dirigentes políticos disfrutaron de un video sobre la ocasión que se celebraba y observaron el intercambio entre los académicos. Allí estaban, codo con codo, Oscar Parrilli (secretario general de Presidencia), Alfredo Scoccimarro (secretario de Comunicación Pública), Jorge Coscia (secretario de Cultura) y los ministros de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao y de Educación, Alberto Sileoni.
También estaban el vicepresidente Amado Boudou, Julián Domínguez; el jefe del bloque del Frente para la Victoria en la Cámara alta, Miguel Angel Pichetto, los diputados Andrés “Cuervo” Larroque (secretario general de La Cámpora) y Horacio Pietragalla, entre otros, el dirigente del Movimiento Evita Fernando “Chino” Navarro, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno (uno de los favoritos de los militantes ubicados dentro del corralito, que se avalanzaban por una foto con él), el referente de Miles Luis D’Elía y el de la Corriente Martín Fierro, Quito Aragón.
Alrededor de la platea separada para invitados, flameaban banderas de todas las agrupaciones que confluyen en el colectivo Unidos y Organizados, desde Nuevo Encuentro hasta el Peronismo Militante, junto a miles de personas que, a diferencia de otras ocasiones, esta vez guardaban silencio para escuchar lo que sucedía sobre el escenario en lugar de cantar los viejos cantitos por todos conocidos. Un par de bombos lejanos, de todas formas, se mantenía sonando de fondo.
“Hoy los argentinos conmemoramos el bicentenario de la Asamblea del Año XIII, la primera experiencia legislativa de nuestra historia. Las ideas que en ella se debatieron y las normas que allí surgieron configuran uno de los cimientos de nuestra identidad nacional”, aseguró Domínguez en diálogo con este diario. El legislador enumeró una serie de tradiciones que comenzaron en aquella ocasión y que el gobierno nacional hoy toma como propias: “La consecución de mayor igualdad, la defensa de las libertades, la profundización de los cambios alcanzados”, entre otros.
Por su parte, el vicepresidente Boudou trazó un paralelismo entre ambos momentos históricos y sostuvo que “tanto en 1813 como en 2003 hubo muchas idas y venidas en la Argentina, que no encontraba su rumbo”, pero destacó que “a partir de 2003, Néstor Kirchner y la Presidenta pusieron al país en un rumbo muy sólido con igualdad y derechos”. En un sentido similar, Parrilli destacó que actividades como la de ayer “hacen muy bien para seguir construyendo ciudadanía”.
El senador Pichetto, en tanto, coincidió en que “la Asamblea del Año XIII sentó las bases de la organización política nacional” en “la conquista de derechos y el afianzamiento de libertades” obtenidas en 1810. “Fue el arranque de un modelo que planteaba solidaridad, libertades, derechos ciudadanos y humanos –completó el dirigente social Luis D’Elía–. Los debates siguen siendo los mismos doscientos años más tarde: se trata de dos modelos de república en pugna.”
Por último, el referente de la Martín Fierro, Quito Aragón, destacó la decisión de “reivindicar toda la historia argentina y no solamente la tradición mitrista” y arriesgó que “no es casual que este episodio quede desdibujado en aquel relato” porque “habla fuertemente de la libertad y de aplicar una lógica inclusiva” respecto de los pueblos originarios y los negros, algo “revolucionario” para la época y “contrario al modelo de país que se impuso”.
Un enorme paso adelante
Por Jorge Rivas *
El gran historiador de las revoluciones del siglo XIX Eric Hobsbawm escribió hace varias décadas que cada uno de esos grandes acontecimientos implicaba “una dramática danza dialéctica” entre giros a la izquierda y resistencias de los más moderados, pasajes de los moderados a la más pura reacción, y derrotas parciales y nuevos avances de las alas más radicales. El bicentenario que celebramos ayer es precisamente el de uno de esos giros a la izquierda, que se produjo en nuestra Revolución de Mayo cuando empezó, en Buenos Aires, la breve y contradictoria vida de la Asamblea General Constituyente. La Asamblea del Año XIII.
Con la hegemonía de la secreta Logia Lautaro, que en secreto orientaba el coronel José de San Martín, la Asamblea derrumbó a golpes de hacha numerosos baluartes del antiguo régimen. Abolió los títulos de nobleza, puso fin a la Inquisición, prohibió la tortura e hizo quemar sus instrumentos en la plaza pública, suprimió el servicio personal de los indígenas, dio libertad a los hijos de esclavas nacidos en las Provincias Unidas. Y contribuyó con el Himno y el Escudo al que, a lo largo del siglo, se constituiría como el conjunto de símbolos de una nueva nación.
Sin embargo, el predominio de los sectores más revolucionarios no duró mucho. La declinación en Europa de la suerte de Napoleón Bonaparte, con el consiguiente pronóstico del regreso de la monarquía absoluta, las derrotas militares en el Alto Perú, las demandas de las masas del litoral, que provocaban el miedo de la elite porteña, aceleraron la danza dialéctica a la que se refería Hobsbawm. Los sectores más ricos y conservadores del Río de la Plata, los que preferían pactar con el antiguo amo antes que jugarse a todo o nada por una Revolución que había movilizado a las masas populares, y por lo tanto ya no garantizaba sus intereses, se fueron haciendo entonces del control de la Asamblea.
Duró poco, pero fue uno de los momentos más brillantes de la década de la emancipación, y merece que lo recordemos con entusiasmo. Y que aprendamos de él. Que aprendamos que la movilización de las clases populares es imprescindible para vencer la resistencia de las minorías, que un contexto internacional adverso es motivo para abroquelarse y resistir, no para rendirse, que las revoluciones se hacen para ir hasta el fondo, no para quedarse a mitad de camino. Pero también que los avances, aunque incompletos, son columnas sobre las que se edifica el futuro.
Hoy, doscientos años después, tenemos que entender con claridad que un proyecto nacional, popular y democrático como el que se está llevando a cabo en la Argentina no es una revolución pero es un enorme paso adelante, que es un pedazo de futuro que no hay que dejar caer, que buena parte de América del Sur, como entonces, está en el mismo camino, y que hay que escuchar más a las masas que a las minorías que gritan fuerte. A ellas no las asiste la razón. A los pueblos, sí.
* Diputado nacional de la Confederación Socialista (bloque FpV).
01/02/13 Página|12
El día en que la Plaza de Mayo fue una fiesta inédita
La Plaza de Mayo ayer albergó en el festejo por la Asamblea del Año XIII tanto a músicos candomberos como a personalidades del mundo académico como el juez Eugenio Zaffaroni. En una serie de stands se representaron los logros de la Asamblea.
Por Horacio Cecchi
La Plaza de Mayo estaba rara, nada malo, no, rara por sorprendente, por sintomática, por novedosa, por vitalmente inusual. Ayer uno podía entrar a la Plaza y escuchar a Zaffaroni hablando a decenas de miles de personas al aire libre, mientras la multitud lo escuchaba silenciosa y atenta, hasta que aplaudía a rabiar alguna frase de impacto; o podía atravesar la Plaza a duras penas –porque gente había en todos los rincones y metros cuadrados– para recibir una medalla con la faz acuñada recién y a la vista de la primera moneda, la original de la Asamblea del Año XIII, o cruzarse con un grupo de músicos bolivianos a puro siku, o uruguayos a puro candombe, o afroamericanos; chicos, grandes, Pakapaka y caballitos pony, vendedores de gaseosas en skate y de escarapelas, y los ritmos que se entremezclaban porque, no se crean que había orden, al menos el orden clásico y formal. No, ayer hubo un orden diferente, un orden que daba lugar a todas las voces, todas las músicas, todas las pieles, y hasta llegar a que miles y miles de personas hicieran silencio para escuchar a Zaffaroni decir que “a nuestros próceres les robaron el discurso de las libertades y lo pervitieron para defender la libertad de los poderosos y someter a los débiles”. Aplausos a rabiar. Que no vengan a decir que la historia en el presente no interesa a las multitudes.
Temprano era fácil distinguir los stands distribuidos alrededor de la Pirámide. El calor, que pegaba duro a esa hora (cuatro, cinco de la tarde), podía resolverse con un clásico, los pies en las fuentes de la Plaza. Una extensa fila aguardaba para pasar por el stand de la Casa de la Moneda. Motivo: se podía ver la matriz original de la primera moneda, la acuñada por la Asamblea Constituyente del Año XIII. Y el proceso de acuñado de una moneda, la máquina (“una Schuler”, explicaba un empleado de la Casa de la Moneda) que escupía a la vista medallas acuñadas con una cara de la moneda original y que se perdían como presente en los bolsillos de los visitantes. En el stand del Banco Central, tras pasar por un minibanco para niños se entregaba una, no me acuerdo cómo se llama dijo la chica, una briqueta de fragmentos de billetes en mal estado picados fino. Para el caso, este cronista recibió una de billetes de 20 pesos, es decir, medio kilo de papel picado envuelto en nylon que cargó durante toda la crónica.
El sentido de los stands era que cada uno representara al público una de las gestiones logradas por la Asamblea del Año XIII. Los dos primeros se vinculaban con la primera moneda acuñada en el país no española. Más allá, el stand del Ministerio de Seguridad se ajustaba a otro tema, la eliminación de todo tipo de torturas. En un par de metros se podían deducir en directo las penas que significaba haber caído en aquel momento en el rastro lombrosiano. Un cepo, un rostro marcado con fuego en la frente con la V de voleur, ladrón en francés, o con el cuero cabelludo quemado. “Esta es la frutilla negra”, confían en el stand, y muestran una pesada masa de hierro imposible de levantar, unida a una cadena que se ajustaba al tobillo del preso con un grillete. “Al teléfono le pusieron así, con la idea de que no te lo podés sacar de encima”. “?”. La masa, con el grillete, se llamaba blackberry. La creación por ley, el año pasado, de los Mecanismos de Prevención de la Tortura a nivel nacional, hablan de los pasos positivos que se vienen dando y de que la tortura se mantiene como una de las rémoras de la Asamblea, la eliminación de todo tipo de tortura. También estaba el stand de los afrodescendientes, donde cuatro chiquitos, tres nenas y un nene de entre 3 y 5 años, no más, daban despliegue a su creatividad empastando con acuarelas y pastas las hojas blancas destinadas a que los visitantes opinaran sobre si había o no discriminación racial en el país. Y otro en el que se desplegaban fotos de los caciques araucanos, pampas, ranqueles, estaba Manuel Namuncurá, Inakayal, todos con sus rostros sufridos, miradas indómitas, empobrecidos, prisioneros. La libertad de vientres para los esclavos negros y la eliminación de la mita y el yanaconazgo como métodos de sujeción y explotación, otros de los decretos ordenados por la Asamblea.
La Plaza de Mayo ayer daba para todo, un popurrí de voces y colores. Al otro lado de la carpa de los afrodescendientes, cruzando Rivadavia, un stand, ruidoso por definición, de Pakapaka, donde el aporte era el conocimiento de los próceres. Los chicos en el escenario intentaban adivinar los nombres, completando los espacios vacíos con letras. Gritos, nombres soplados, ruido, gritos, nombres. Cerca, los alumnos de artes de la Universidad de Tres de Febrero avanzaban con la pintura de un enorme escudo argentino. Les había tocado la representación de los símbolos.
Frente al escenario, el vicepresidente Amado Boudou y el ministro de Ciencia y Técnica, Lino Barañao, seguían el ritmo musical. A veinte metros, atravesando una marea que ya se ponía densa, sonaban los redobles de los tambores de la comparsa Bonga. Son unos 25 aunque llegamos, dice Washington, a 75, dándole al tambor. Washington, que vive hace 38 años en Buenos Aires, es de Pocitos, “mi padre era encargado de un edificio. En la esquina había una alcantarilla. Por esa alcantarilla se escaparon los tupas de Punta Carreta”, recordó orgulloso y le dio al tambor. Mientras Washington contaba, Bonga, la murga de Javier “Bonga” Martínez avanzaba con sus mozas moviendo la cintura, sugestivas y fotografiadas con el mismo furor con el que sonaban los tambores.
En el escenario, mientras los uruguayos le daban al parche, sonaba Miss Bolivia en el escenario y las chicas de Desarrollo Social invitaban a firmar en un panel para decirle No a la Trata. Siguió en algún momento Víctor Heredia y mientras se escuchaba en el escenario “todavía cantamos”, abajo, a veinte metros se escuchaba el redoble de otro grupo de uruguayos, los Irala. También los sikus (o samponia, como sugirió el nombre en español uno de los músicos) de un grupo de la organización barrial Tupac Amaru.
Digamos que la presencia hermanada de la afrodescendencia y la de los pueblos originarios estaba a pleno. Alrededor, bah, por todos lados, los vendedores de gaseosas, incluso aquella parejita que llevaba su heladera de telgopor montada sobre un skate, a unos 10 pesos la botella chica. “¿El agua cuanto sale?”. “Lo mismo”. “Pero si es agua”. “Sí, pero también te la tomás”. La explicación no dio otra posibilidad de pregunta. En algunas de las esquinas de las partes verdes de la plaza, vendedores de remeras con los rostros de Cristina y Néstor, leyendas como “Todas somos yeguas”, a cincuenta pesos. Mientras, Víctor Heredia avanzaba con sus canciones.
Siete y media de la tarde, llegaba ya otro de los aspectos inéditos de un festejo popular en la Plaza de Mayo: un panel arrancado de los ambientes académicos y puesto ahí, en el escenario, para que decenas de miles de personas escucharan silenciosamente lo que querían decirles sobre la Asamblea del Año XIII el juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, la historiadora Araceli Bellota, y el periodista Hernán Brienza. En la temática y en la perspectiva hubo coincidencias. Hablaron una especie de defensa crítica de lo actuado por la Asamblea. De sus divisiones internas que demoraron e impidieron el dictado de una Constitución que debió aguardar cuarenta años (el nombre de Carlos María de Alvear fue acompañado de chiflidos), a los pasos agigantados que dieron los diputados hace 200 años. Fue el momento en que Zaffaroni dijo: “Pido disculpas porque nunca viví algo así, me siento muy emocionado”. Y habló de los dos modelos de Estado que se pusieron en juego en aquel momento, “el modelo de la explotación y el de la solidaridad”. Entonces dijo que “a nuestros próceres los asaltaron y asesinaron, les robaron el discurso de las libertades y lo pervirtieron para defender las libertades de los poderosos y someter a los débiles”. Durante media hora, insólito, toda la plaza, el pueblo, hizo silencio interesada en que un debate académico se acercara a hablarles.
Después siguieron Rada, Agarrate Catalina bajo la dirección de Yamandú, y Nonpalidece. En ese momento, la Plaza volvió a estallar en música, colores, candombes. Era el festejo bicentenario, de cara al Cabildo donde se había gestado.
horaciolqt@yahoo.com.ar
MESA REDONDA SOBRE HISTORIA EN LA PLAZA DE MAYO
Una clase de derechos
El ministro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, y los periodistas y escritores Hernán Brienza y Araceli Bellota analizaron las implicancias presentes de la lucha por los derechos humanos.
Por Ailín Bullentini
El Himno Nacional interpretado en armónica por el músico Franco Luciani fue un prólogo emotivo. El cielo negro y el amague de algunas gotas no hicieron más que amenazar, por escasos minutos, con suspender el “debate histórico” que tuvo lugar delante del Cabildo, frente a la Plaza de Mayo. La lluvia no se desató y el juez de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni y los periodistas y escritores Araceli Bellota y Hernán Brienza ofrecieron sus conclusiones acerca de los avances logrados por la Asamblea del año XIII en materia de igualdad y derechos. Lo hicieron ayer, en el marco de los festejos organizados por el gobierno nacional por el Bicentenario de aquella declaración, y ante una plaza colmada de militantes.
“¿Cómo se actualizan sus avances en materia de igualdad y derechos en la Argentina de hoy?”, fue el disparador con el que los moderadores, los periodistas Cynthia García y Carlos Polimeni, abrieron el debate, que la televisión pública transmitió en vivo. Para entonces, varias de las figuras más relevantes de la primera línea política nacional ya ocupaban la franja central de las butacas dispuestas frente al escenario, rodeados de remeras de Kolina, La Cámpora y Peronismo Militante, entre varios otros. El vicepresidente Amado Boudou; los ministros de Educación y Ciencia y Tecnología, Alberto Sileoni y Lino Barañao respectivamente; el secretario de General de Presidencia, Oscar Parrilli; el de Cultura, Jorge Coscia, y el de Comercio Interior, Guillermo Moreno, que fue ovacionado. También algunos diputados del bloque kirchnerista, como Andrés Larroque y Fernando Navarro, y senadores como Miguel Pichetto fueron de la partida.
La palabra fue otorgada, en primer lugar, a Brienza, quien destacó la mesa que compartió con el juez y su colega, como metáfora de “lo logrado en la última década”: “Por primera vez se debate, se piensa y se estudia historia en forma colectiva. Esta plaza es la demostración más brutal de que los pueblos pueden hacer historia”, comenzó.
Luego, consideró que la Asamblea del Año XIII fue “el primer congreso que se realizó en el país con el objetivo de profundizar los derechos humanos” y, en respuesta a la consigna convocante, remarcó que el cónclave en el que un puñado de hombres de la política de 1813 se comprometieron con “las Provincias Unidas del Río de la Plata” sin mencionar la dependencia de la monarquía española “vive en cada una de las medidas que amplíen ciudadanía”: “La Ley Sáenz Peña, el voto de la mujer, las Madres de Plaza de Mayo, cada condena que le llega a un genocida, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la Asignación Universal por Hijo reviven los valores establecidos” por aquellos asambleístas.
Bellota, al igual que lo haría Zaffaroni a su turno, destacó el “debate histórico” del que formó parte: “Es una respuesta a ese largo camino de lucha por la libertad, la igualdad y la ciudadanía del que está hecha la historia de nuestro país”. La periodista y escritora eligió repasar el momento histórico en el que “un grupo de argentinos decidió no atrasar más la discusión por la independencia” y contraponerlo permanentemente con la actualidad del país. Describió la época, mencionó la “influencia de los poderes económicos mundiales que siempre tuvieron intereses en estas tierras” y que “aún hoy siguen contando con socios locales que salen a bancarlos”, y concluyó que “son esos mismos los que se oponen a la Ley de Medios porque no quieren escuchar otras voces más allá de la voz del poder”. “La Asamblea decidió decir basta con la pedagogía del miedo impuesta por Europa”, definió.
Por último, comparó a la historia de la Argentina con “una carrera de postas en la que en la construcción colectiva y permanente unas generaciones les pasan el legado a las otras” y añadió: “Hoy nos toca a nosotros tomar la posta. Es nuestra obligación hacerlo por los que se jugaron entonces y por los que vendrán”.
La de Zaffaroni fue la última disertación, y la única que integró a la matanza de habitantes originarios de las tierras que hoy integran el territorio argentino y la conceptualizó como “genocidio”. El magistrado mencionó que el hecho histórico conmemorado ayer en su bicentésimo aniversario “es histórico porque condiciona nuestro presente” y la consideró como el hecho que “definió dos modelos de Estado y de sociedad que fueron dividiendo la historia argentina a lo largo de estos doscientos años: el modelo de Estado de los privilegios, de la exclusión y de libertad para explotar, y el modelo de Estado de la inclusión, de la paulatina marcha hacia la igualdad y el de la solidaridad”.
Apuntó que a lo largo de la historia “nos han intentado ocultar la verdadera dimensión de estos derechos y libertades”, en referencia a los apuntalados en el documento elaborado por la Asamblea bicentenaria, “y saqueadores y asesinos las han robado a nuestros próceres para arrastrarlas por el fango de los intereses sectoriales”. Y en ese sentido, continuó: “En su nombre se cometieron los peores crímenes: el más cruel y vergonzoso genocidio de los pueblos originarios, la eliminación de la raza negra, se bombardeó esta plaza, desaparecieron 30 mil personas”. Como última reflexión, el ministro de la Corte Suprema que se declaró emocionado por hablar “por primera vez” en la Plaza de Mayo, sentenció: “Hoy venimos a recuperar el verdadero sentido humanista de los derechos fundamentales a la libertad y a la igualdad”. La multitud lo ovacionó.
LAS RAZONES DE VICTOR HEREDIA
Memoria y canto
Por María Luz Carmona
Frente a una multitud, Víctor Heredia se subió al escenario montado adelante del Cabildo, para apoyar la celebración y regalar algunas de sus inoxida-bles canciones. “Sobreviviendo”, “Todavía cantamos” y “Encuentro en Cajamarca” fueron algunas de las que sonaron. Y la gente de pie lo aplaudió enérgicamente. Debajo del escenario, el cantante dialogó con Página/12.
–¿Por qué quiso sumarse al festejo?
–En principio porque mucho de lo que canto en mis canciones tiene que ver con la conmemoración de la historia de nuestro país, donde se consensuó modificar lo que estaba pasando en ese entonces a nivel social. La Asamblea del año 1813 definió cosas sustanciales como la abolición de la esclavitud o por lo menos la abolición desde el vientre materno. Los recién nacidos comenzaron a ser libres. Y una serie de cuestiones que yo creo que son sustanciales. Entre ellas, se derogó la mita, la encomienda y el yanaconazgo, que más que ser trabajos considerados pagos eran métodos de esclavitud que los españoles utilizaban. Realmente eran trabajos que se hacían en plena esclavitud. Por eso es sustancial la Asamblea de Año XIII.
–¿Cómo se expresa en la actualidad?
–Creo que en esta Argentina, la que tenemos hoy, se modificaron sustancialmente las condiciones de vida de los ciudadanos. Se le dio categoría a la palabra derechos humanos, a la justicia, en un país que pareciera haberse olvidado de eso, de la mano de la memoria, de la mano de la verdad. Se fortaleció la investigación en lo que fueron los crímenes de lesa humanidad a manos de la dictadura militar.
–¿Esto tiene un correlato en la región?
–Pienso que aquella utopía que nosotros cantábamos muchos años atrás, en los años ’60, en referencia a la necesidad de la unidad latinoamericana empieza a ser cierta. Y esto es sustancial también para el progreso y el crecimiento de todo el continente.
–En este festejo popular participan distintos grupos artísticos, ¿qué lugar cree que tiene la música aquí?
–La música, al igual que los libros, la pintura y el cine, han sido como adelantados en esta cuestión. Hoy leía, con mucha alegría, que había sido premiado con un Premio ALBA, un galardón importantísimo de las artes y las letras, Eduardo Galeano, por el libro Las venas abiertas de América latina. Creo que las denuncias que hemos hecho nosotros desde los textos y las canciones, mucho tiempo antes de la instalación de la justicia y la memoria en nuestro país, han sido disparadoras en muchos de nuestros gobernantes. Surgió así una visión acerca de lo que nos sucede y de cómo debiéramos manejar esas situaciones. Y que han dado nacimiento a la posibilidad de que hoy los países tengan una Justicia adecuada y defiendan sus derechos de la manera en que lo estamos haciendo nosotros.
MINISTROS, FUNCIONARIOS Y LEGISLADORES PARTICIPARON DEL ACTO EN PLAZA DE MAYO
Los mismos debates, 200 años después
Los dirigentes políticos del oficialismo que se sumaron a la conmemoración destacaron la incidencia de la Asamblea del Año XIII en la historia argentina y la consideraron germen de un modelo con “solidaridad, libertades, derechos ciudadanos y humanos”.
Por Nicolás Lantos
“Hoy se cumplió un sueño imposible: que la Plaza de Mayo vuelva a ser un centro donde los argentinos discuten su propia historia”, señaló a Página/12 el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, al retirarse del acto por el bicentenario de la Asamblea del Año XIII, a la que calificó como “la primera experiencia legislativa de la historia argentina”. Domínguez fue sólo uno de los diversos miembros del Gobierno, funcionarios, legisladores, dirigentes y referentes que hicieron acto de presencia frente al escenario montado a espaldas del Cabildo, donde se sucedieron números musicales y un debate del que participaron el ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni y los historiadores Hernán Brienza y Araceli Bellota.
Acomodados en sus asientos de primera y segunda fila, los dirigentes políticos disfrutaron de un video sobre la ocasión que se celebraba y observaron el intercambio entre los académicos. Allí estaban, codo con codo, Oscar Parrilli (secretario general de Presidencia), Alfredo Scoccimarro (secretario de Comunicación Pública), Jorge Coscia (secretario de Cultura) y los ministros de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao y de Educación, Alberto Sileoni.
También estaban el vicepresidente Amado Boudou, Julián Domínguez; el jefe del bloque del Frente para la Victoria en la Cámara alta, Miguel Angel Pichetto, los diputados Andrés “Cuervo” Larroque (secretario general de La Cámpora) y Horacio Pietragalla, entre otros, el dirigente del Movimiento Evita Fernando “Chino” Navarro, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno (uno de los favoritos de los militantes ubicados dentro del corralito, que se avalanzaban por una foto con él), el referente de Miles Luis D’Elía y el de la Corriente Martín Fierro, Quito Aragón.
Alrededor de la platea separada para invitados, flameaban banderas de todas las agrupaciones que confluyen en el colectivo Unidos y Organizados, desde Nuevo Encuentro hasta el Peronismo Militante, junto a miles de personas que, a diferencia de otras ocasiones, esta vez guardaban silencio para escuchar lo que sucedía sobre el escenario en lugar de cantar los viejos cantitos por todos conocidos. Un par de bombos lejanos, de todas formas, se mantenía sonando de fondo.
“Hoy los argentinos conmemoramos el bicentenario de la Asamblea del Año XIII, la primera experiencia legislativa de nuestra historia. Las ideas que en ella se debatieron y las normas que allí surgieron configuran uno de los cimientos de nuestra identidad nacional”, aseguró Domínguez en diálogo con este diario. El legislador enumeró una serie de tradiciones que comenzaron en aquella ocasión y que el gobierno nacional hoy toma como propias: “La consecución de mayor igualdad, la defensa de las libertades, la profundización de los cambios alcanzados”, entre otros.
Por su parte, el vicepresidente Boudou trazó un paralelismo entre ambos momentos históricos y sostuvo que “tanto en 1813 como en 2003 hubo muchas idas y venidas en la Argentina, que no encontraba su rumbo”, pero destacó que “a partir de 2003, Néstor Kirchner y la Presidenta pusieron al país en un rumbo muy sólido con igualdad y derechos”. En un sentido similar, Parrilli destacó que actividades como la de ayer “hacen muy bien para seguir construyendo ciudadanía”.
El senador Pichetto, en tanto, coincidió en que “la Asamblea del Año XIII sentó las bases de la organización política nacional” en “la conquista de derechos y el afianzamiento de libertades” obtenidas en 1810. “Fue el arranque de un modelo que planteaba solidaridad, libertades, derechos ciudadanos y humanos –completó el dirigente social Luis D’Elía–. Los debates siguen siendo los mismos doscientos años más tarde: se trata de dos modelos de república en pugna.”
Por último, el referente de la Martín Fierro, Quito Aragón, destacó la decisión de “reivindicar toda la historia argentina y no solamente la tradición mitrista” y arriesgó que “no es casual que este episodio quede desdibujado en aquel relato” porque “habla fuertemente de la libertad y de aplicar una lógica inclusiva” respecto de los pueblos originarios y los negros, algo “revolucionario” para la época y “contrario al modelo de país que se impuso”.
Un enorme paso adelante
Por Jorge Rivas *
El gran historiador de las revoluciones del siglo XIX Eric Hobsbawm escribió hace varias décadas que cada uno de esos grandes acontecimientos implicaba “una dramática danza dialéctica” entre giros a la izquierda y resistencias de los más moderados, pasajes de los moderados a la más pura reacción, y derrotas parciales y nuevos avances de las alas más radicales. El bicentenario que celebramos ayer es precisamente el de uno de esos giros a la izquierda, que se produjo en nuestra Revolución de Mayo cuando empezó, en Buenos Aires, la breve y contradictoria vida de la Asamblea General Constituyente. La Asamblea del Año XIII.
Con la hegemonía de la secreta Logia Lautaro, que en secreto orientaba el coronel José de San Martín, la Asamblea derrumbó a golpes de hacha numerosos baluartes del antiguo régimen. Abolió los títulos de nobleza, puso fin a la Inquisición, prohibió la tortura e hizo quemar sus instrumentos en la plaza pública, suprimió el servicio personal de los indígenas, dio libertad a los hijos de esclavas nacidos en las Provincias Unidas. Y contribuyó con el Himno y el Escudo al que, a lo largo del siglo, se constituiría como el conjunto de símbolos de una nueva nación.
Sin embargo, el predominio de los sectores más revolucionarios no duró mucho. La declinación en Europa de la suerte de Napoleón Bonaparte, con el consiguiente pronóstico del regreso de la monarquía absoluta, las derrotas militares en el Alto Perú, las demandas de las masas del litoral, que provocaban el miedo de la elite porteña, aceleraron la danza dialéctica a la que se refería Hobsbawm. Los sectores más ricos y conservadores del Río de la Plata, los que preferían pactar con el antiguo amo antes que jugarse a todo o nada por una Revolución que había movilizado a las masas populares, y por lo tanto ya no garantizaba sus intereses, se fueron haciendo entonces del control de la Asamblea.
Duró poco, pero fue uno de los momentos más brillantes de la década de la emancipación, y merece que lo recordemos con entusiasmo. Y que aprendamos de él. Que aprendamos que la movilización de las clases populares es imprescindible para vencer la resistencia de las minorías, que un contexto internacional adverso es motivo para abroquelarse y resistir, no para rendirse, que las revoluciones se hacen para ir hasta el fondo, no para quedarse a mitad de camino. Pero también que los avances, aunque incompletos, son columnas sobre las que se edifica el futuro.
Hoy, doscientos años después, tenemos que entender con claridad que un proyecto nacional, popular y democrático como el que se está llevando a cabo en la Argentina no es una revolución pero es un enorme paso adelante, que es un pedazo de futuro que no hay que dejar caer, que buena parte de América del Sur, como entonces, está en el mismo camino, y que hay que escuchar más a las masas que a las minorías que gritan fuerte. A ellas no las asiste la razón. A los pueblos, sí.
* Diputado nacional de la Confederación Socialista (bloque FpV).
01/02/13 Página|12
GB
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