viernes, 22 de febrero de 2013
EL ARBOL,Y EL BOSQUE PRO
La 9 de julio, Metrobus, el árbol y el bosque
Por Silvio Schachter
La mejor manera de arruinar una idea es ponerla en manos ruines. La política de transporte del macrismo en la ciudad.
El Bus Transito Rápido (BTR) de la ciudad de Curitiba, Brasil.
El Metrobus, pretende ser la versión local del sistema conocido como Bus Transito Rápido (BTR) desarrollado exitosamente en la ciudad de Curitiba, Brasil, que actualmente se aplica en varias ciudades como México, Rio de Janeiro o Sao Paulo.
El avance incontrolado de la producción y el uso de automóviles particulares condicionan toda la vida urbana, degradándola, produciendo caos de tránsito, contaminación por gases, calentamiento ambiental, ruido, consumo irracional de energía no renovable, apropiación de la calle en detrimento del peatón y la vida social, pérdida de tiempo en el desplazamiento a través de la ciudad, que insume decenas y a veces cientos de horas mensuales perdidas para la actividad laboral, social, familiar y un creciente número de víctimas de accidentes viales (muy por encima de la victimas de la actividad criminal). Estas son las principales razones que han motivado la búsqueda de opciones que mejoran sensiblemente la capacidad de desplazarse basándose en la recuperación del papel del transporte público, mejorando su eficiencia y seguridad.
Pero para eso no solo hace falta decidir un recorrido y crear su infraestructura, como hace la administración Macri, urgida por negocios -el costo por cuadra del Metrobus equivale a una nueva escuela primaria con equipamiento incluido- y agendas electorales que imponen obras rápidas y visibles. Lo esencial es pensar y actuar en función de un plan. Es preciso analizar y estudiar, como lo enseñan todos los manuales y textos escritos sobre el tema, un sistema integrado pensando en el derecho a la accesibilidad de millones a su lugares de trabajo y estudio, a los servicios de salud y recreación. Solo el transporte público permite la planificación, mientras que, por el contrario, el vehículo individual es el portador natural del caos, donde cada quien va ilusoriamente por donde cree que le da la gana. El subterráneo, el autobús, el tranvía, la bicicleta y el tren suburbano deben conformar una red, cuyo eje troncal deberá unir los principales nodos como lo señalara Kevin Linch en su clásico texto: La imagen de la ciudad.
El Metrobus de la 9 de julio no solo superpone dos sistemas con la misma dirección y traza, aunque ni siquiera llega hasta Retiro (finaliza en Arroyo y, en el otro extremo, en San Juan, no en Constitución). La idea del BTR es circular por donde no existe la posibilidad de hacer el subterráneo, ya sea por razones presupuestarias u operativas. Nunca competir. Así funciona con bastante éxito en Curitiba.
Londres, una ciudad con una población semejante a la de Buenos Aires, tiene 460 km de subte contra 62 km de la CABA. En la capital inglesa, el Underground transporta 3 millones de pasajeros por día, seis veces más que nuestro subte. Pero igualmente han tomado medidas drásticas para impedir embotellamientos: la congestion charge, una tasa de 8 libras -13 dólares USA- para todo aquel automóvil que ingresa al centro de la ciudad. Lo recaudado se destina a aumentar y renovar la flota de los conocidos buses rojos de dos pisos que son públicos. Desde 2003 han reducido un 25% el uso del automóvil y aumentado la rapidez del transporte urbano.
Un modelo de transporte hegemónico domina e impone su matriz en un modo de vida citadina que requiere un replanteo drástico. Las cifras son contundentes, acceden diariamente a la Ciudad de Buenos Aires 1.350.000 vehículos, de los cuales aproximadamente 800.000 ingresan al macrocentro de la ciudad. De todo el parque automotor de la Argentina el 52% se encuentra en el Área Metropolitana que es el 0,44% de todo el territorio. En la década de 1950 solo el 7% de los habitantes se desplazaba en vehículos privados y hoy la cifra supera el 65%.
Para la ministra de Industria, Debora Giorgi, el problema no existe. En una reunión de empresarios automotrices anuncio en tono celebratorio que para el próximo año se superará la fabricación de 815.000 unidades. A este ritmo dentro de diez años el doble de unidades estará circulando o atascándose en nuestras calles. Desde de esta visión productivista ¿habrá lugar para pensar la ciudad?
Una justa e indignada respuesta surgió cuando Mauritius the killer, el terror de la motosierra, la emprendió con los pocos árboles sobrevivientes de sucesivos ensanches y demoliciones, de ‘la avenida más ancha del mundo’. Lamentablemente la poda indiscriminada ataca en casi todos los barrios, a veces con la complicidad de algunos vecinos paranoicos que piden la amputación para evitar que el hombre araña los use para acceder a sus balcones o de comerciantes poco sensibles que los secan para que no les tapen sus letreros comerciales. Impedir la tala es todo un símbolo de las prioridades que se deben tener en cuenta para el buen vivir, para modificar prefiguraciones que nos hablan de un progreso que probablemente nos lleve al desierto yermo.
En una elegía al árbol caído en la 9 de julio, Ricardo Forster escribió que se siente "apabullado al ver brigadas vestidas de amarillo (que) destruyen y dañan esas indefensas criaturas que nos ofrecen su belleza, su oxígeno purificado y su sombra a cambio de nada, de que simplemente los dejemos estar ahí”. La presidenta Cristina Fernandez declaró en Calafate: “Los árboles no se cortan, son sagrados”. Difícil no compartir esta apasionada defensa de quienes nos dan belleza escénica, sombra, aire puro. Pero pregunto, ¿desconocen que en Argentina se desmontan más de 200.000 hectáreas de bosques por año, más de 40 millones de árboles? La deforestación está provocando el desalojo de campesinos e indígenas. Son 130.000 km2 de superficie por año de bosques derribados. La lista la encabezan las provincias de Santiago del Estero, Formosa, Chaco, Salta. La causa principal es la ampliación de la frontera agropecuaria, básicamente para ganadería y soja, pero también son responsables enfermedades e incendios por falta de cuidado y vigilancia. Si bien existe la ley 26.331 de bosques nativos, son pocos los esfuerzos del Estado por hacerla cumplir ya que, al igual que la ley de glaciares, parece tan muerta como los arboles trozados en la 9 de julio.
Fuente: www.marcha.org.ar
GB
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