viernes, 22 de febrero de 2013

LA TOGA Y EL GORILA

La toga y el gorila Por Mario Yutiz Cuando hacia el mes de diciembre pasado una declaración suscripta por una serie de Asociaciones Profesionales (acompañadas por otro conjunto de sellos de goma) aparecía publicada en el portal oficial de la Corte Suprema de Justicia con la aquiescencia de esta (y tal su impulso e inspiración) pretendiendo representar y expresar a la totalidad de los integrantes del Poder Judicial, un sentimiento de justa indignación invadió el ánimo de muchos magistrados, funcionarios y hombres y mujeres ligados a la justicia. La declaración de marras, reclamando en forma vehemente la independencia del Poder Judicial de los otros Poderes del Estado, guardaba sugestivo silencio respecto de la necesaria independencia respecto de los poderes fácticos. No cabe la menor duda que la publicación en un sitio de la Corte albergaba la intención de "poner en línea" al Poder Judicial. En forma coincidente y contemporánea, que no podemos inocentemente adjudicar a la "casualidad", la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal, emitía su sentencia postergando la vigencia de la Ley de Medios Audiovisuales, rechazando el pedido del Poder Ejecutivo y aceptando el planteo dilatorio del Grupo Clarín. Esta declaración era paralelamente presentada por los medios hegemónicos como la expresión de "todo el Poder Judicial del país sin ninguna excepción". Evidentemente que esta falsedad quedó patentizada con la aparición de las dos solicitadas "Por una Justicia Legítima" suscripta por cerca de mil magistrados y funcionarios judiciales. En este caso debemos ponderar que nadie se ocultó tras el velo de las asociaciones, sino que todos explicitamos nuestra firma y cargo. La indignación y la rebeldía reposa en la convicción de que la "unanimidad" pretendida es tan falaz como la pretensión de una democracia formal fundada en "consensos". No todos pensamos igual, ni siquiera parecido, y –agrego con relación a los grupos conservatistas que aún ostentan cierto control hegemónico– muchos de los firmantes estamos en las antípodas. Es que en el marco de una democracia real, dinámica, agonal y preñada de debates y cuestionamientos los "consensos" representan la paz de los cementerios. Estando pendiente una obra que aborde integralmente la historia crítica de Poder Judicial en la Argentina, ello no impide sostener fundadamente hasta qué punto este mantuvo compromisos y connivencias con gobiernos antidemocráticos, antinacionales y represivos, sea por omisión sea por la convalidación formal de sus latrocinios y crímenes. Desde la justificación del golpe de 1930, pasando por su inacción durante la década infame, el silencio ante los crímenes de la Revolución Libertadora, la aceptación de la derogación de la Constitución de 1948, su funcionalidad a las dictaduras de Juan Carlos Onganía y sucesores, y su complicidad implícita y muchas veces explícita con el genocidio entre 1976 y 1983. Pues bien, quienes suscribimos las solicitadas y los miles de colegas que no las suscribieron pero que comparten sus fundamentos, no asumimos sino que repudiamos esa tradición. La naciente democracia no alteró sustancialmente, en 1983, ni la conformación humana ni los principios arraigados durante años, una poderosa rosca unida por lazos de clase, intereses económicos, ideología y afinidades siguió rigiendo con mano férrea la trama de ese Poder. Quienes sostenemos –desde antes de ingresar al Poder Judicial– las luchas protagonizadas por el pueblo argentino en pos de la igualdad, la soberanía económica y la defensa de la dignidad nacional, los que no viajamos "invitados" a Miami, que tampoco asistimos a recepciones en el Club Americano o a invitaciones de la "Embajada",como así tampoco recibimos sus "sugerencias" no vamos ahora –dejando los rincipios en las puertas de nuestros despachos– a conciliar con aquellos a los que la toga no alcanza para ocultar su pelaje gorila. Es ese sentido, vamos a concurrir al encuentro nacional del 27 y 28 de febrero en la Biblioteca Nacional, para vernos las caras, reconocernos en nuestra coincidencias fundamentales y exponer y debatir los grandes temas que hacen a una justicia legítima comprometida con su tiempo. De nada servirá algún mensaje cortesano que intente poner paños fríos o reorientar el conflicto hacia una vía muerta. Estamos inmersos en un debate fundamental, y en esa perspectiva no hay lugar para los neutrales, ya que, como dijera el Dante, los inútiles y los neutrales ocuparán el mismo círculo en el infierno. Infonews

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