viernes, 1 de febrero de 2013

DE PEONES Y PATRONES.OPINA DEMETRIO IRAMAIN

El peón que mató al hacendado
Por Demetrio Iramain

Tenemos la oportunidad de construir otro país, totalmente distinto al que hizo posible tan absurdo crimen.

"A mí no me grita nadie", le dijo el peón Alberto Bonifacio Martínez, de 72 años, a Marcos Pizarro Costa Paz, su patrón, dueño de mil hectáreas de campo en Ayacucho y heredero de tres apellidos. Enseguida, el trabajador rural caminó 50 metros hasta su casa y sin más trámite descargó un perdigón de una escopeta doble caño calibre 28 en el cuello del estanciero, que le provocó la muerte. Tras el disparo, el peón no dijo ni una sola palabra más, se dio media vuelta y regresó hasta su casa, dejando el arma arriba de una mesa. Allí esperó pacientemente la llegada de los oficiales de policía, a los que se entregó sin mediar resistencia, como durante toda su vida, excepto ese maldito día de furia.

Hasta el diario La Nación reconoce en su crónica que el peón "soportaba un trato altanero por parte del patrón que le había tocado en El Micheo", como se llama el campo que cuidaba desde hacía 20 años, en el cuartel XIV del distrito de Adolfo Gonzales Chaves, al sur de la provincia de Buenos Aires, donde ocurrió el crimen.

En una columna publicada en el diario de Tres Arroyos La Voz del Pueblo, el periodista Jorge Enrique Mendiberri sostiene que el peón "no pocas veces le advirtió que no le hable de esa manera ‘porque podría ser mi hijo’". En la nota titulada "Historia de una gota que rebasó el vaso y se transformó en homicidio", afirma que "ninguno de los siete testigos que desfilaron (ante la fiscalía interviniente) pudo precisar a ciencia cierta cuál fue la frase que le hizo perder la paciencia a Martínez (…) eso, sumado a las conocidas quejas del imputado sobre presuntos atrasos en el pago de sus haberes y unas condiciones de vida deficitarias, signadas aparentemente por la ausencia de servicios básicos en su puesto y lugar de vida, fueron el corolario de la pelea final".

Ni el cronista ni los testigos lo dicen con esas palabras, pero sobrevuela un espíritu reparador en el hecho. Trágico y brutal como la injusticia. No es, sin dudas, un Simón Radowitzky rural lo que saldrá de la cruza del maltrato permanente y la ignorancia más atroz.

La Nación dice como al pasar que el asesino era un "hombre primitivo, que no sabe leer ni escribir", mientras que el muerto, un joven de 38 años, de sólida posición económica, enterrado en el Cementerio de La Recoleta después de una misa realizada en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, componía una familia bien con Josefina, su esposa, cuyo matrimonio esperaba para estos días de enero su cuarto hijo varón. Todo lo contrario al tirador, quien deberá acreditar los factores ambientales necesarios para gozar de la prisión domiciliaria que le correspondería por ser un hombre mayor de 70 años, entre ellos la constitución correcta de un domicilio legal, y la existencia de personas que lo contengan y asistan mientras dure el proceso, como puntualiza el fiscal del caso. Difícil: el peón vivía solo en el mismo puesto desde hacía 30 años –donde por razones obvias ya no lo hará más–, mientras su esposa hacía lo propio en una casa en la vecina localidad de San Cayetano.

Previsiblemente, Ricardo Darín creerá que "la locura y el enojo no dejan ver con claridad. El comienzo del camino al fanatismo es este. Creer que todo lo que no se alinea o no está en armonía con su pensamiento se construye casi como el enemigo. No para vencerlo, para eliminarlo. Y eso me asusta", como le dijo a la revista Brando. En su fuero íntimo el actor volverá a reclamar "reconciliación", aunque es probable que esta vez no lo diga públicamente. Ya Mirtha Legrand, viuda de Tinayre, nos había advertido hace tiempo que esto pasa porque el país está volviendo a los tiempos del primer peronismo, en el que no se podía hablar delante de las mujeres del servicio doméstico. Para Susana Giménez, en tanto, "el (peón) que mata (al patrón) tiene que morir".

Sin embargo, es todo lo contrario. Desde el año 2003, pueblo y gobierno de este país construyen una alternativa política y social, cultural y económica, que busca afanosamente que las injusticias de todos los colores que vivimos los argentinos se resuelvan de otro modo.

Que ningún trabajador rural sea tratado como un subhumano, y que ningún empleador ganadero reciba un tiro en el cuello por toda respuesta. Para evitar tales situaciones fue sancionado justo un año atrás el nuevo estatuto del peón rural. Un cuerpo normativo que permita encausar legalmente la objetiva colisión de intereses entre un trabajador del campo y quien lo emplee en sus fincas. La felicidad relativa a la que pueden aspirar los trabajadores en sociedades como la nuestra, regidas por el corsé capitalista.

Todos los días el proyecto nacional, popular y democrático debe sortear las provocaciones de quienes quieren que sus líderes y protagonistas se harten y las resuelvan a escopetazos. Caranchos de aquí y de allá. Mas no lo consiguen. Se sabe: cuanto más intente profundizarse el proyecto, más retos sufrirá. Afuera y adentro. No es un proyecto aislado; forma parte de una alternativa política de las clases subalternas de la región, con apreciable densidad social y cultural y de dimensión histórica. Latinoamérica debió recorrer demasiado camino, duro y escarpado, para arribar a esta expectante instancia política. Perderla en arrebatos sería, además de un error imperdonable, un desliz de principiantes.

A propósito, ¿Gerónimo “Momo” Venegas, que dio la espalda a la ley del peón rural, no tendrá nada que decir al respecto? ¿No se pondrá rojo punzó de vergüenza al amenazar a la bartola con cuatro paros generales contra el gobierno nacional, mientras los trabajadores a los que dice representar sufren tal grado de violencia laboral y alguno que otro, sin tutela sindical a la vista, cuyo único concepto político es "el único que me ha gritado ha sido mi padre y se murió hace 50 años", la remedia tan equivocadamente?

De aquí a dos siglos, el León Gieco del año 2200 compondrá una canción que narre las desventuras de un manso peón de campo tratado como esclavo feudal en plena era digital, justo cuando el país celebraba los doscientos años de la progresista Asamblea del Año XIII. Quizás, a Alberto Bonifacio Martínez ni siquiera una canción lo recuerde. Quién sabe. En el medio, los argentinos tenemos la oportunidad (y el desafío) de construir otro país, totalmente distinto al que hizo posible tan absurdo crimen. En eso estamos, con viento y pronóstico cada vez más favorables, a pesar de tantas desgracias todavía.

Infonews

GB

 
GB

No hay comentarios:

Publicar un comentario