Por Eugenio Montesino * y Ruben Ernesto Seijo **
Los reclamos del curioso paro obrero-patronal del pasado 20 de noviembre tuvieron como eje central la eliminación del Impuesto a las Ganancias sobre el trabajo. El mencionado impuesto, como todo tributo, grava o se impone sobre cierta capacidad contributiva o manifestación de riqueza económica.
En otras palabras, recae sobre alguien que pueda pagar o contribuir al sostenimiento del gasto público, del que todos de una u otra forma somos beneficiarios (hospitales, escuelas, policía, jubilaciones, subsidios al transporte). A estos gastos deben contribuir proporcionalmente todos aquellos ciudadanos que posean ingresos. Este Impuesto a las Ganancias se caracteriza porque quienes más altos ingresos tienen más pagan.
Las economías y sistemas tributarios más desarrollados acuden predominantemente a este tipo de impuesto por su justicia social ya que, además, tiene en cuenta las condiciones personales de cada contribuyente: si tiene hijo, gastos médicos o familiares a cargo, que pueden ser utilizados para pagar menos impuesto.
Un trabajador que recibe un sueldo de bolsillo mensual de 6300 pesos no es alcanzado por el Impuesto a las Ganancias y por tanto no paga nada en este concepto tributario que la ley fija. Podría considerarse la suba de este tope.
A modo de ejemplo, un trabajador que gane 8000 pesos en mano al mes pagaría como promedio un Impuesto a las Ganancias de 306 mensuales, lo que representa 3,8 por ciento del sueldo en mano. Otro trabajador que gane en mano al mes 12.350 pesos, tendría un Impuesto a las Ganancias de 1148 pesos (8,5 por ciento del sueldo en mano).
Las empresas privadas pagan el 35 por ciento de sus ganancias.
Por otro lado, el IVA es un impuesto que grava el 21 por ciento de todos los consumos. Si se analiza cómo impacta este impuesto en los consumidores, veremos que aquellas personas de bajos ingresos que consumen la totalidad de su salario para poder vivir, pagan impuesto sobre la totalidad de sus ingresos; mientras que aquellas personas de altos ingresos, y por lo tanto con capacidad de ahorro, pagarán impuesto solo sobre una parte de su ingreso consumido.
En números: un salario de 4000 pesos pagaría 840 pesos de IVA (21 por ciento de 4000), mientras un salario de 30.000 pesos, suponiendo que viva con un gasto de 15.000 pesos y el resto lo ahorre, pagaría 21 por ciento de 15.000, o sea sólo 11,5 por ciento de sus ingresos totales. En este impuesto el impacto es regresivo: las personas de menores ingresos pagan mayores porcentajes de impuesto.
Una supuesta baja del IVA debería dar como resultado una disminución de precios en igual porcentaje y por lo tanto un gran beneficio a los sectores populares.
Desde el punto de vista de una distribución más justa del ingreso, pensando una reforma tributaria, ¿qué impuesto se debería comenzar a revisar?
Si vemos quiénes convocaban al paro, son los sectores minoritarios de la CTA y la CGT, aliados a las patronales del campo y los partidos trotskistas solo proponen eliminar un impuesto justo que grava en mayor medida a los salarios mayores.
Del lado del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner hay un proyecto político. Del otro lado, ¿hay algo en común entre los grandes propietarios de tierras con los partidos trotskistas y quienes son minoría en sus centrales sindicales? Por ahora, el único efecto buscado es el intento de debilitar a un gobierno en el momento de mayor intensidad de lucha con los grandes monopolios mediáticos.
* Profesor de la UBA y la Universidad Nacional de Quilmes.
** Profesor de la UBA y la Universidad Nacional de Quilmes.
GB
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