Vendada o vendida, ¿Será
justicia?
Por Jorge Dorio
Hacia
1879, José Hernández se permitió poner en boca del Viejo Vizcacha un ominoso
consejo: “Hacéte amigo del juez // no le des de qué quejarse”. Parecía difícil
superar aquel paisaje de cinismo escéptico respecto de la justicia en la
Argentina. Las últimas jornadas lo consiguieron.
Basta enumerar las
estaciones de un mediático Ferrocarril Borges sostenido por capital kafkiano
para dar testimonio de ese clima de anomia social: Juez Griesa, Puerto de Tema,
Medida Cautelar, Fondos Buitre, Marita Verón, Tribunal del Mar, Per Saltum,
Jury, Constitucionalidad, Recusación.
El único hilván para cuentas tan
disímiles es su común pertenencia a ese dominio cargado de misterio y rigor que
llamamos Derecho. Más allá de las especificidades de casos tan diversos y las
variantes jurisdiccionales, el tsunami de cuestiones amontonadas bajo el marbete
de lo jurídico produjo en primera instancia un síntoma folklórico de la vieja
argentinidad: periodistas, presentadores, showmen, dirigentes variopintos y
analistas recién horneados desbordaron las vías comunicacionales con
antecedentes vigorosos, latinajos y alambicadas conclusiones
protolegales.
El sufrido ciudadano de a pie, cuya mayor vecindad con el
ámbito era tener un amigo abogado, se vio envuelto en una maraña asfixiante de
la cual sólo podía deducir que en las contiendas legales no podía reclamarse una
lógica unívoca y el resultado final era tan azaroso como una partida de
naipes.
Puede que algo de eso haya. Pero la complejidad no es del orden
de lo científico. Una vez más la palabra presidencial se encargó de poner una
pica en Flandes para revelar otro grado de conflicto. Amén de que muchas normas
en la Argentina siguen bailando al ritmo de un Derecho Viejo, los sucesos
recientes narraron un capítulo decisivo en el efecto dominó que va derribando la
nación aparente en la que hemos deambulado durante décadas.
Al igual que
el Campo, como reserva moral y económica, la independencia del Banco Central o
la objetividad de los medios, la zoncera de la imparcialidad esencial de los
miembros de la judicatura expuso otros perfiles de una debilidad estructural del
sistema. Por primera vez en una arena tan pública surgió el cuestionamiento a la
genealogía teórica de nuestro poder judicial y su parentesco con el modelo
reaccionario que confía en el dique jurídico para eventuales “desbordes” de la
soberanía popular.
Esa función, que la derecha norteamericana pregona sin
pudores, fue camouflada en estos pagos con ciertos rasgos ornamentales que
fueron desviando el eje de las discusiones.
El ascetismo de los
magistrados, celebrado como una virtud republicana, admitió la construcción de
una burbuja que el carácter vitalicio de los cargos, la exención impositiva y
otros privilegios terminaron de consolidar como una autonomía incuestionable del
sistema.
Todo eso es lo que ha empezado a derrumbarse en estos días. En
cuanto a la relación con los sistemas legales de otras latitudes, volvió a
verificarse que allí donde la Presidenta cumple, la oposición no dignifica su
propia condición nacional. Tal vez sea necesario desconfiar también de algunos
rótulos y empezar a preguntarse por qué se habla justamente , del Imperiode la
Ley. Antes de que contraataque.
19/12/12 Télam
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