El Tío
Un 19 de diciembre como hoy, pero de 1980, moría lejos de su patria, en Cuenavaca, México, Héctor Cámpora.
"El delegado de Perón" para los peronistas y "el dentista"
para los gorilas, nació el 26 de marzo de 1909 en Mercedes, provincia de Buenos Aires. Fue presidente de la Cámara de Diputados de la Nación entre 1947 y 1951. En 1955 fue encarcelado en el penal de Ushuaia, de donde logra fugarse hacia Chile. Convocado por Perón, fue su delegado político, se encargó de reorganizar el movimiento, ganar las elecciones y concretar su regreso. Fue elegido presidente de la Nación el 11 de marzo de 1973, cargo que ocupó solo 49 días, período que se conoce como "la primavera camporista", y al que renunciaría para posibilitar el acceso de Perón al poder efectivo. Fue tildado como "zurdo" por la derecha peronista y expulsado del Partido Justicialista. Producido el golpe de Estado permaneció refugiado varios años en la embajada de México antes de partir al exilio. Por siempre será el querido "Tío" para las jóvenes generaciones peronistas de los años 70.
La primavera camporista. El peronismo, de la proscripción al poder
Desde el derrocamiento del segundo gobierno del general Juan Domingo Perón hasta la convocatoria a elecciones en 1972 el peronismo -identidad política mayoritaria de la población- estuvo proscripto y su líder exiliado. Durante ese período surgieron distintas agrupaciones peronistas que evidenciaban la vigencia de esa identidad a pesar de los embates represivos. Con el tiempo el fin de la proscripción, el regreso del general Juan Domingo Perón a la Argentina y el acceso del peronismo al poder, se fueron perfilando como los objetivos políticos inmediatos de estas agrupaciones.
Si la dictadura del general Juan Carlos Onganía, instaurada en 1966, constituyó el telón de fondo de una ola de movilización política y social sin precedentes, el surgimiento de Montoneros marcó un nuevo punto de inflexión. Esta organización político-militar, que se reivindicaba peronista, hizo su primera aparición pública en mayo de 1970 con el secuestro y ejecución del general Pedro Eugenio Aramburu -enemigo histórico del peronismo y principal responsable de los fusilamientos de 1956. Este acontecimiento -recibido con inmensa simpatía por amplios sectores de la población- forzaría la renuncia de Onganía y desataría una crisis en el seno del poder militar. Pero más importante aún fue la acelerada y creciente gravitación que a partir de entonces tendría Montoneros en el escenario político. Muy pronto sería esta organización la que capitalizaría en gran medida una movilización social que venía gestándose desde años atrás. En efecto, incentivada por los permanentes guiños de apoyo y complicidad que el general Juan Domingo Perón les dedicaba desde su exilio en Madrid, y tras volcarse a la organización de la Juventud Peronista (JP) en barrios, universidades, villas y, en menor medida, sindicatos, Montoneros se erigió en el principal referente de las nuevas camadas de jóvenes peronistas sensibles a la injusticia social, para quienes los discursos y prácticas de las estructuras tradicionales del peronismo -encarnadas en la "burocracia sindical"- resultaban demasiado cercanas a las ideologías de derecha y manifiestamente proclives a negociar con el poder. Pero Montoneros también se convertía en polo de atracción de aquellos jóvenes de izquierda que, proviniendo de familias no peronistas y aun "gorilas", consideraban que todo movimiento u organización que se propusiera un cambio revolucionario debía incluir -necesariamente- al peronismo.
La intensidad de la protesta política y social, cuya expresión más acabada podía encontrarse en la recurrencia de los estallidos populares que siguieron al Cordobazo y en el festejo con que amplios sectores sociales acompañaban las acciones de las incipientes organizaciones guerrilleras, fue creciendo hasta imponer un clima de notoria ingobernabilidad. Así, ante una presión popular prácticamente insostenible -y que iba identificándose cada vez más con el peronismo y con Perón- la dictadura se vio obligada a organizar una salida democrática. A pesar de la voluntad de los grupos más conservadores y del propio poder militar, resultaba evidente que aquella salida debía incluir como condición sine qua non el fin de la proscripción del peronismo y el regreso del general Juan Domingo Perón al país. Así lo habían demostrado los fallidos intentos de negociar con distintos actores políticos una propuesta institucional que excluyera al general Juan Domingo Perón.
Evidencia también del poder de movilización que iba adquiriendo la Juventud Peronista fue la exitosa campaña política que ésta llevó adelante por el regreso del general Perón: el "Luche y vuelve", que culminó con la primera visita del histórico líder a la Argentina en noviembre de 1972, después de 17 años de exilio. La alegría y la movilización popular que acompañaron a esta breve visita preanunciaban el clima de fiesta que se avecinaba.
En este contexto, el general Alejandro Lanusse -último dictador del período- se vio obligado a convocar a elecciones. Quedaba, sin embargo, una última posibilidad para impedir la llegada del general Juan Domingo Perón al sillón presidencial. La "cláusula de residencia", negociada precipitadamente en la reglamentación del acto electoral, se orientaba en esa dirección al prohibir la candidatura de quienes no hubieran estado residiendo en la Argentina con anterioridad a agosto de 1972. La posición del peronismo fue desafiante y, si revelaba el carácter ficticio que los protagonistas le adjudicaban a la representación política, ponía también en evidencia quién ocupaba y ocuparía la centralidad del escenario político: la consigna de la campaña electoral fue Cámpora al gobierno, Perón al poder.
Héctor Cámpora había sido recientemente designado por el líder como su delegado personal. Contaba con el apoyo y la simpatía no sólo de la JP -que lo había apodado cariñosamente "el Tío"- sino también de sectores más amplios del espectro político y social que pugnaban por una transformación económica y social atenta a las demandas de los sectores populares y del capital industrial nacional. Finalmente, es probable que no pocos hayan pensado en el gobierno de Cámpora tan sólo como un período transicional hacia un gobierno encabezado por el propio general Juan Domingo Perón.
En las elecciones del 11 de marzo de 1973, la fórmula Cámpora-Solano Lima triunfó sin mayores sorpresas con el 50% de los votos. El 25 de mayo, Héctor Cámpora asumió la Presidencia de la Nación en un clima de intensa algarabía popular. "Se van, se van y nunca volverán" era la consigna coreada en las calles por las multitudes que, sabiendo que la movilización popular había forzado la salida de los militares del gobierno, festejaban el fin de la dictadura y, en su mayoría, el retorno del peronismo al poder después de 18 años de proscripción.
Gran parte de la izquierda no peronista también se sumó a los festejos. La llegada de Héctor Cámpora al poder parecía anunciar la inminencia de un tiempo de transformación social que pondría fin a los privilegios económicos y a la dependencia del capital extranjero. La hora del cambio y de la "liberación nacional" se acercaba. La presencia del presidente chileno, Salvador Allende y del cubano, Osvaldo Dorticós -en representación de las dos experiencias socialistas del continente- reforzaban el clima del evento. Y, como constatación de su inmenso poder y del carácter popular del nuevo gobierno, esa misma noche una enorme multitud se dirigió a la cárcel de Villa Devoto imponiendo de hecho la liberación inmediata de todos los presos políticos, en su mayoría dirigentes sindicales y militantes de las organizaciones guerrilleras. La liberación fue acompañada, casi simultáneamente, por la firma de un indulto presidencial (días después, el Congreso aprobó una Ley de Amnistía). El 25 de mayo de 1973 fue, sin lugar a dudas, una jornada histórica.
Este clima de festejo se prolongó durante todo el gobierno de Héctor Cámpora, convirtiendo a este período en una verdadera "primavera" para importantes sectores de la población. Las expectativas de la Juventud Peronista -actor político clave de este proceso- se vieron satisfechas en gran medida; puesto que el peronismo de izquierda y sus simpatizantes -nucleados alrededor de lo que se llamó La Tendencia- ocupó espacios institucionales de importancia: varias bancas en el Congreso, varias gobernaciones, algunas de ellas muy importantes, como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza; dos o tres ministerios y las universidades, que fueron la gran base de movilización de la JP. En áreas como la salud y la educación se impulsaron distintos proyectos que tenían a los sectores populares como principales beneficiarios. En términos generales, se esbozó una política económica más atenta a las demandas de los asalariados y excluidos y caracterizada por una mayor regulación estatal de las relaciones entre capital y trabajo.
La llamada "primavera camporista" habría de durar tan sólo 49 días. Tras el tan ansiado regreso definitivo del general Juan Domingo Perón a la Argentina (en junio de 1973) y el enfrentamiento entre distintos grupos del peronismo que culminó en una masacre perpetrada desde la derecha en el aeropuerto de Ezeiza -donde una masa multitudinaria encabezada por las distintas agrupaciones de la JP había ido a recibir al líder-, Héctor Cámpora renunció el 13 de julio.
Aunque no todos los actores sociales y políticos pudieran vislumbrarlo así, comenzaba el fin de esta "primavera" y el inicio de un nuevo período signado fundamentalmente por una acelerada agudización de los conflictos entre la izquierda y la derecha peronistas. En este delicado escenario, la persistencia de la actividad armada de la principal organización guerrillera no peronista -el PRT-ERP- contribuiría a la agudización de los conflictos políticos.
[Tomado de Memoria Abierta, De memoria, testimonios, textos y otras fuentes sobre el terrorismo de Estado en Argentina]
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