miércoles, 21 de noviembre de 2012

OTRA VEZ GAZA, OPINION

Otra vez Gaza

Por Enrique Lacolla

Los ataques de Israel en Gaza están motivados por razones que tienen que ver más con los tejemanejes de su política internacional que con razones de autodefensa. Mientras tanto, los palestinos siguen siendo el punching ball de esta dialéctica.

Egipto ha solicitado al gobierno argentino que medie para contener los choques que están produciéndose en la franja de Gaza entre Israel y los palestinos. Es un pedido desde luego atendible y al que se debe responder en la medida en que tal cosa sea posible; pero no deja de resultar irónico el uso del término “mediar” para definir un intento de separación entre las dos partes trabadas en ese combate. Porque mediar implica de alguna manera tratar de conciliar las diferencias entre adversarios de igual o parecido peso, mientras que, en las actuales condiciones, mediar implica algo parecido a un esfuerzo por separar al matón de su víctima. Aquí, como en tantas otras ocasiones, entra en juego esa mecánica del doble rasero, esa ficción que consiste en evaluar de la misma manera a los actos del poderoso que agrede, a los del débil que se defiende como puede de un castigo desproporcionado respecto a su capacidad para soportarlo.

No vamos a caer en la trampa habitual acerca de quién tiró la primera piedra en esta ocasión: el conflicto israelí-palestino está sembrado de represalias y contrarrepresalias hasta el punto de que resulta imposible averiguar de dónde han provenido los primeros tiros. Más debe importarnos la naturaleza manifiestamente colonialista de la implantación israelí en esa zona del medio oriente y su funcionalidad para con los intereses de la constelación de potencias agrupadas en la OTAN.

Es fatigoso reiterarlo, pero el terrorismo ideológico que prima en torno del problema obliga a hacerlo: no cuestionamos la existencia de Israel, entendemos plenamente la huida hacia adelante de los judíos europeos ante la bestialidad del antisemitismo y del nazismo y su épica búsqueda de un hogar nacional. El problema consiste en que esa legítima aspiración se complicó con los resabios del colonialismo decimonónico y su carga de racismo respecto de los pueblos considerados inferiores. Esa mezcla resultó ideal para contribuir al diseño de un mundo árabe balcanizado, sometido a la férula de occidente y combatido en todos sus intentos por darse una revolución nacional que lo modernizase y lo hiciera dueño de su riqueza energética, implacablemente saqueada por las potencias colonialistas.

Hecha esta obligada salvedad, cabe preguntarse acerca del porqué ahora ha revivido la lucha. La iniciativa provino de una serie de provocaciones que parecen haber comenzado con un niño palestino baleado mientras jugaba al fútbol, a lo que siguió una serie de ataques con cohetes Quassam contra Tel Aviv y Jerusalén, que causaron algunas muertes y varios heridos entre los israelíes. La fuerza aérea israelí realizó entonces una serie de incursiones de castigo, tras lo cual una oferta de tregua de las autoridades de Hamas que gobiernan Gaza fue respondida con un “asesinato selectivo” que terminó con la vida del jefe militar de esa organización. Después de esto menudearon los ataques de Hamas con cohetes, generalmente inocuos, y las incursiones aéreas israelíes, que provocaron decenas de víctimas. Ahora nos encontramos con que el gobierno de Benjamín Netanyahu ha convocado a 75.000 reservistas –en ocasión de la operación Plomo Fundido(1) de 2009 se habían llamado a 35.000-, y que la acumulación de efectivos israelíes en el límite con Gaza parece preludiar una invasión.

¿Qué busca el actual gobierno israelí con esta escalada? ¿Intentará influir en la situación transicional por la que pasa el gobierno norteamericano, haciendo sentir su presencia y haciendo evidente que es un factor con el que hay que seguir contando? Se dice que Obama, aunque sigue sosteniendo la necesidad de dar un apoyo irrestricto a las operaciones de “autodefensa” israelí, no tiene de momento interés en precipitar más tensiones en el escenario árabe. La jugada en Siria no parece haber salido como esperaban la CIA y el Pentágono y el tema iraní por lo tanto podría quedar postergado o, incluso, abrirse a una solución negociada. Puesto que Israel no está en condiciones de atacar por sí solo a los persas –a menos que apele al arma atómica y aun en este caso no está claro si dispone de los vectores perforantes que serían necesarios para llegar a las profundidades de los búnkeres iraníes-, una manera de proyectar su influencia en el escenario, en estas circunstancias, es haciéndose presente con una operación en gran escala contra la franja de Gaza. Esta podría no sólo buscar la liquidación del gobierno Hamas, sino prefigurar una salida masiva de su población, sea hacia Egipto; sea, en una segunda etapa, hacia Jordania, donde podría crearse el Estado Palestino de Transjordania que Israel quisiera como receptor de la masa de la población árabe que obstaculiza la definitiva ocupación de la margen izquierda del Jordán. Quizá los rcientes disturbios propulsados por la hermandad musulmana contra el rey Abdallah tengan algo que ver con este diseño geopolítico.(2) De ser este el caso, los días de la monarquía hashemita estarían contados.

Se trata, por supuesto, de una hipótesis sin otro asidero que la potencialidad que le da el deseo de la ultra derecha israelí de que esta formulación geográfica se consume. Ella casi conformaría el Gran Israel con el que los prohombres del sionismo siempre soñaron. Pero es obvio que la connotación de limpieza étnica que semejante procedimiento tendría le quita buena parte de su factibilidad. A menos que mediase una situación extraordinaria que barriera con el marco en el cual la región hoy se encuadra. Pero en este caso, que esperemos nunca llegue, esa ecuación podría aplicarse en los dos sentidos en los que cabría se verifique…

Un tropezón en el camino de Damasco

En Siria, mientras tanto, parecería que el régimen de Bashar el Assad ha frustrado por el momento los intentos de reeditar allí el caso libio. El ejército de ese país es un instrumento templado en el combate, y la intervención abierta de la OTAN desde el aire no ha sido hasta ahora factible dada la actitud rusa, iraní y china, que ha bloqueado en las Naciones Unidas el endoso jurídico que las potencias de occidente deseaban para justificar su intervención. Pero si los envites en gran escala contra el régimen se han frustrado por el hecho de las columnas de jihadistas infiltrados desde Jordania y Turquía fueron derrotadas en Damasco y Alepo, subsiste la posibilidad de mantener una guerra de baja intensidad que vaya royendo al gobierno y desmoralizando a la población por medio de la proliferación de los atentados y de la creación de enclaves rebeldes en las zonas fronterizas con Turquía.

La recurrente violencia que asola al medio oriente es la maldición que recae sobre las regiones provistas de riquezas estratégicas y de significación geopolítica que no disponen de la cohesión suficiente para estructurarse como poder autónomo. El caso árabe es, en este sentido, parecido al latinoamericano, con el agravante de que, al encontrarse en una encrucijada de caminos, en una ruta que históricamente ha sido recorrida por el tráfico que comunica a oriente con occidente, se convirtió en el escenario de un sinfín de conflictos, aun antes de que el petróleo surgiera como un factor fundamental para el desarrollo. Desde la expansión islámica de comienzos de la Edad Media al reflujo de esta y al primer ataque occidental materializado en las Cruzadas; de estas a la expedición napoleónica a Egipto; de la apertura del Canal de Suez a las campañas del Afrika Korps de Rommel y a las guerras del Golfo, ese escenario desértico que es sin embargo la cuna de la civilización y de las religiones del Libro, siguió jugando un papel determinante en las relaciones globales de poder. No es probable que los árabes dejen de padecer este protagonismo desdichado. Desdichado desde el momento en que no son dueños de gobernarlo y sí tan sólo de sufrirlo.

http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=305

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