El engranaje del golpe
Por Emiliano Guido
eguido@miradasalsur.com
Una investigación independiente detalla cómo la masacre campesina de Curuguaty, hecho que precipitó el derrocamiento institucional del presidente Fernando Lugo, fue una fina operación de inteligencia perpetrada por sicarios profesionales.
Según el relato oficial de la prensa paraguaya, unos días antes del golpe político contra el presidente Fernando Lugo, un grupo de campesinos acribilló a sangre fría a seis agentes policiales y resistió un desalojo con la misma pericia profesional que puede desplegar un grupo de elite del Pentágono o los milicianos más preparados de la red Al Qaeda. Ese hecho pasó a la historia como la masacre de Curuguaty, ya que en el enfrentamiento fallecieron 11 labriegos; y, además, fue la punta de lanza con la que la oposición parlamentaria pidió la cabeza de Lugo en un juicio político tan express como desprolijo. Pero, esa versión del suceso hoy está fuertemente cuestionada por un documento de investigación que acaba de ser presentado a la Fiscalía de Curuguaty por la Plataforma de Estudio de Investigación de Conflictos Campesinos (Peicc), una organización que cuenta con el aval de Domingo Laíno, reconocido dirigente por la defensa de los derechos humanos en el país.
El extenso y detallado informe de la Peicc, más de 170 páginas con videos, fotos y pruebas exclusivas que no son reconocidas por el proceso judicial en curso, comienza con una síntesis conceptual demoledora: “La versión que está manejando la fiscalía, y sobre la que basa en exclusividad toda su investigación, es que un grupo de campesinos radicalizados, contando con media docena de viejas escopetas de caza, decidieron plantar cara a más de 300 efectivos policiales, enfrentándose abiertamente contra ellos. El resultado es que esos campesinos consiguieron matar a seis policías de efectivos disparos en la cabeza, sorteando las protecciones, y dejando herido a otro gran número de agentes. Las evidencias encontradas no encajan con esta visión de los hechos”.
Claro, el actual jefe de Estado Federico Franco descalificó al documento como “una antología del disparate” pero, en su momento, la masacre de Curuguaty no sólo agigantó a la derecha paraguaya sino que desconcertó al propio oficialismo. En ese sentido, el sociólogo Hugo Richer, en un artículo publicado en la revista latinoamericana Nueva Sociedad titulado “Seis preguntas y seis respuestas sobre la crisis paraguaya”, recordó días atrás cómo el inicio del fin de la era Lugo se precipitó con el conflicto campesino mencionado: “El hecho generó en los días iniciales una gran confusión en las organizaciones de los Sin Tierra, indignadas porque el gobierno de Lugo causó la muerte de tantos campesinos. Y esa desorientación paralizó, además, la gran fuerza movilizadora de las organizaciones rurales cuando la oposición decidió acelerar el golpe parlamentario”.
En concreto, la investigación, a la que tuvo acceso Miradas al Sur gracias a un colega argentino que trabaja en Paraguay, advierte en su página 16 que: “Los disparos que se escuchan en el enfrentamiento son posiblemente pertenecientes a fusiles automáticos de asalto, ya que la cadencia de disparo entre ellos es menor de 0.30 segundos. En ese caso, si medimos los disparos veremos que la cadencia es cercana a 0.10 segundos. Por lo que respecta al sonido del fusil automático, podría pertenecer con casi total seguridad al M16 norteamericano o su familia (como por ejemplo el M4)”. Este es un párrafo crucial en el informe de la Peicc, en el que trabajó el reconocido periodista José María Quevedo, ya que es imposible que una organización social de base pueda contar con ese tipo de arsenal.
Además, siguiendo la misma hipótesis, los investigadores paraguayos recuerdan que “la práctica totalidad de policías fallecidos y heridos recibieron certeros disparos en la cabeza y el cuello en un período de pocos segundos (aproximadamente 9 segundos), lo que demuestra la precisión de unos disparos realizados por expertos tiradores con sofisticadas armas automáticas, buscando sortear el chaleco antibalas de los policías”. Pero, inclusive, más allá de los detalles técnicos, la Peicc aconseja a la Justicia paraguaya que conserve algo de sentido común y tenga a consideración que “la prueba más relevante de la imposibilidad de que los campesinos diseñaran deliberadamente una emboscada es la presencia de mujeres y niños. Nadie planea una matanza mediante una emboscada involucrando a sus mujeres e hijos en la misma. Ni los guerrilleros más fundamentalistas en los grupos terroristas religiosos lo hacen”.
Mientras tanto, la Fiscalía sigue sosteniendo exactamente lo contrario de las denuncias efectuadas por las organizaciones campesinas. Según los peritos del Ministerio Público local, “los policías fallecidos en la estancia Campos Morombí cayeron en una emboscada preparada y planificada previamente por ocupantes armados”. De este debate, igualmente, queda algo cierto y es que el conflicto social paraguayo comienza y finaliza en la tenencia de la tierra. No es material de prueba en la masacre de Curuguaty pero el informe de la Peicc se preocupa de aclararlo en las tres líneas iniciales de su documento: “Paraguay es uno de los 10 países más desiguales del mundo. El principal medio de producción del país, la tierra, está concentrado en manos de una oligarquía terrateniente. Casi el 90% de la tierra está en manos del 2% de la población”. El 98 por ciento restante de la sociedad trabaja, vive, sueña, resiste, o, directamente, muere en enfrentamientos armados de lo más extraños.
Un pediatra, el candidato de Lugo
Su apellido, Carrillo; y su profesión, médico; hacen que la mención del nuevo candidato presidencial de la izquierda paraguaya no pueda pasar desapercibido en la Argentina. Sin embargo, a diferencia del histórico sanitarista argentino, Aníbal Carrillo Iramain siempre eligió a la pediatría como campo de trabajo y, en lo que refiere a la militancia política, a la principal carta del luguismo para los comicios generales de abril del 2013 se le “reconoce por su larga trayectoria de lucha en contra de la llamada trilogía del terror: Stroessner, las Fuerzas Armadas y el Partido Colorado”, sintetiza el periodista y analista político paraguayo Eduardo Schaerer.
La postulación de Carrillo Iramain por la coalición Frente Guasu (“grande”, en guaraní) fue oficializada el último jueves en un acto político liderado por el, recientemente, derrocado presidente guaraní Fernando Lugo; quién, de esta manera, selló los rumores sobre su supuesto relanzamiento electoral para volver a alcanzar la Jefatura de Estado. Al parecer, según los perfiles políticos publicados por la prensa paraguaya, Carrillo es más bien un dirigente extrapartidario en lo ideológico, éticamente honesto pero portador de un carisma poco seductor. Igualmente, su debut en la primera línea de la política nacional estuvo marcado por un encendido discurso cuando convocó “a la unidad de la izquierda”, y a derrotar en los próximos “a los sojeros ganaderos y latifundistas que tienen alquilados a los políticos”.
Pero, por otro lado, el médico Carrillo no es el único candidato presidencial que propone desmontar el monocultivo sojero como modelo de desarrollo nacional. Otro referente de la izquierda nacional, también sin militancia orgánica, pero con una exposición pública mucho más efervescente, el conductor televisivo Mario Ferreiro, lidera su propia boleta, la coalición Avanza País, que es un desprendimiento del Frente Guasu. Ferreiro, una de las caras más reconocidas de la vidriera mediática paraguaya, felicitó este fin de semana el nombramiento de Carrillo y no descartó “una hipotética alianza electoral con el luguismo, una vez consensuada una base programática en común”.
De esta manera, con dos dirigentes nacionales más o menos bien posicionados en las encuestas, la izquierda paraguaya luce mejor de lo pensando meses atrás para encarar la etapa del post luguismo. Además, si bien los partidos tradicionales Colorado y Liberal pudieron avanzar juntos para coordinar el juicio político express contra el ex obispo de San Pedro, perdura entre ellos varias rencillas que hacen imposible pensar en un frente electoral unificado. Por lo pronto, según la consultora paraguaya First Análisis Estudios, el dirigente liberal Efraín Alegre encabeza los sondeos de preferencia para el 2013 con un 28% de adhesión, y a pasitos lo sigue el terrateniente colorado Horacio Cartes, presumiblemente vinculado al narco local según varias investigaciones periodísticas.
Recapitulando, el luguismo tendrá que dirimir más pronto que tarde con que figura irá a pelear los comicios nacionales. Pero, en principio, está lejos de ser una expresión marginal de la política local. Bernardo Coronel, un historiador paraguayo que suele escribir ensayos para varios portales latinoamericanos, se permitió mostrarse bastante optimista en su último artículo: “En las últimas semanas el panorama empezó a cambiar, el Frente Guasu organizó un acto en el interior del país, logrando movilizar a unas 10 mil personas en un improvisado acto donde el principal orador fue Fernando Lugo. A pesar de los pocos logros durante sus cuatro años de gestión, el ex obispo mantiene una alta popularidad frente a los desgatados partidos tradicionales, que hoy presentan candidatos que no generan expectativas para el campo popular. Además, el otro sector de izquierda liderado por Mario Ferreiro, concita alrededor del 17% de las preferencias en las encuestas de opinión”.
11/11/12 Miradas al Sur
GB
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