viernes, 2 de noviembre de 2012

7 D, SEGUNDA PARTE, POR MARTIN RODRIGUEZ, OPINION.

4.

Clarín exhibe ahora su última razón de ser: es una garantía social frente a la política. Dice: finalmente no existe más que Clarín como límite al poder político kirchnerista. Y encuentra un argumento político más para su poder económico: “sólo un poder así de fuerte puede ser independiente del estado”. Eso dice. Sólo si soy poderoso me eximo del cirujeo por la pauta oficial al que se somete el promedio del empresariado de medios. Es decir: Clarín también vive como funcional a sus intereses el hecho de que hoy no haya oposición porque eso le otorga al reclamo de “ajustarse a la ley” y desinvertir una épica política resistente. No lo hizo a propósito pero le vino bien este vacío opositor para redimensionarse. En las encuestas un porcentaje alto de gente lo visibiliza como EL actor opositor. Razona: finalmente la sociedad civil (¡esa que ayudamos a construir!) funcionará como límite porque verá en nosotros a la institución auténtica del “cuarto poder”.

5.

El grupo cocinó su comida entre bambalinas. Y un error del gobierno para contar la historia de Clarín (con La historia de Papel Prensa) fue haberle puesto arriba la sábana simbólica de los delitos de lesa humanidad. Un círculo que encierra delitos gravísimos que debe contener límites claros a la hora de ser reconocidos. Si Magnetto interrogó a Lidia Papaleo o si los hijos de Ernestina son hijos de desaparecidos. Judicialmente: lo primero falso, lo segundo también. En vez de ceñirse a la línea secuencial comprobable: Clarín cometió delitos económicos, fue socio de la última dictadura militar en una operación económica relevante por la que mantuvo una posición hegemónica dañina e incompatible con cualquier competencia sana de mercado, y “respetada” durante años en una industria sensible para la construcción de ciudadanía, si es que nos circunscribimos a la producción de papel para diarios como mínimo. Fue inteligente, plural, ecléctico, en la producción de contenidos, y firme en la defensa de intereses (algo que incluyó una política de mano dura en la medida de lo posible hacia la sindicalización de sus trabajadores). Un diario moderado en el triángulo que fijó Jacobo Timmerman como clave del éxito: económicamente de derecha, políticamente de centro y culturalmente de izquierda.   
 
6.

Sin embargo la ley de medios –aún para quien la defiende inocentemente- debería hacernos concientes de todo lo gatopardista que tiene en cuanto al cambio cultural que propone. Resulta -un poco- como matar a Clarín para que nada cambie, es decir, tiene como resultado concreto una redistribución del negocio y del espacio, aunque hecha en nombre de criterios comunitarios. En tal caso es una ley para distribuir equitativamente entre nuestro capitalismo existente: es más Manzano, más Vila, más Cristóbal López, más Hadad (?), más Spolsky, etc., para achicar al mesiánico Dr. Magnetto. No trocamos Magnetto por radios comunitarias, sino por empresarios aventureros tan ambiciosos de hegemonía y doradores de píldoras de los poderes de turno como Clarín; claro que Clarín tuvo –como todos los grandotes- la posibilidad de fijar sus propias reglas. Es una ley que sirvió mucho más de herramienta de disciplina contra la complejidad de un grupo de poder (de una corporación hasta ahora invisibilizada) que para la posibilidad de un cambio cultural. Clarín tenía/tiene medios de calidad y productos de consumo de primera línea muy por encima de la calidad de los medios bendecidos oficialmente. La calidad de la producción cultural del kirchnerismo es inseparable del valor de “resistencia” o denuncia del monopolio. Sólo contiene méritos políticos. Contra la corpo, contra la opo. Nada claro acerca de cómo sería el mundo del día después cuando empiece la posguerra de la batalla cultural (mucha gente se pregunta sobre el destino del gran Marcelo Tinelli). Da miedo ahora -en la inminencia- pensar en las capacidades de quienes deberían empezar a avanzar en la “positiva”, en la agenda de la industria del entretenimiento de la posguerra cultural, ahí cuando la batalla baje intensidades y nos encontremos de nuevo con la sociedad desnuda, una para la cual éstos no fueron tiempos de vida o muerte. Porque la fecha del 7D apunta a un amanecer, a un renacimiento y/o a una extinción. (Nada que se acerque a la realidad concreta de cambios graduales que surjan, del devenir de litigios complejos y de las pequeñas alteraciones de un mapa que cambiará de propietarios esencialmente.)

7.

Estos años contaron la historia política de un grupo con un núcleo duro de intereses y un juego político pendular y movimientista. Clarín: el representante de la clase media reaccionaria. Clarín: el partido de los caceroleros. Clarín: el golpe de estado tácito en democracia. Clarín: el creador del Frepaso. Clarín: el que abrió sus alamedas también a los derechos humanos. Porque el antimenemismo cultural también tuvo contención ahí en los años noventa. Supo ayudar en la “articulación” de escenas de ruptura y continuidad, y repito lo que me quedó de un texto paranoico que escribí para la revista Crisis: Clarín terminó siendo el partido Justicialista de la clase media, el mejor narrador y representante de una modernidad deseada: de casa al mercado y del mercado a casa. Con todo lo amplio, deforme y policlasista que eso sugiere. Como sugirió Horacio González en 678, la historia de Clarín está atravesada por los progresismos fracasados. La historia de sus redacciones. Osvaldo Bayer en los '70, los alfonsinistas, los ex PC’s hoy. Los trotskistas en economía.

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01 noviembre 2012

Política y Medios/8D/Por Martín Rodríguez


8D

El 7D empieza algo. El 7D termina algo. El 7D no pasa nada. Muchos problemas del país concreto, estructural, de difícil gestión, siguen ahí. Antes, durante o después de Clarín. Como la tragedia del tren Sarmiento, que expuso la política de transporte y que tiene funcionarios culpables. Más allá de la suerte de Magnetto, un país tan grande y tan complejo como la Argentina no se merece este mono-tema por tantos años. Que la justicia ayude a dar vuelta la página. Y que todos se ajusten a ella.    

Por Martín Rodríguez*

(para La Tecl@ Eñe)


1.

Sólo invocando su “espíritu” podemos decir que la ley más anticapitalista es la que derriba al engendro más capitalista del país. La tan mentada ley de medios ofrece (relativamente) “un mundo ideal” ajeno a los fines de lucro de cualquier negocio frente a una criatura maquiavélica y feroz, tal como se presenta al grupo Clarín, crecido y amparado por diversos gobiernos temerosos de su poder siempre en alza. La ley de medios está diseñada por un núcleo duro de organizaciones sociales e intelectuales que en nombre de la representación popular proyectaron un ideal alternativo y plural de comunicación insostenible si sólo dependiera del mercado. (No hay nada que sólo dependa del mercado, pero entendamos de qué estamos hablando.)


2.

Los medios existen y son poderosos porque son rentables, porque son negocios, porque son medios para otros negocios, y así sucesivamente. Clarín fue expuesto no sólo como un multimedios sino como algo más: como un grupo de poder económico y político, abanderado de la independencia del estado en una actividad siempre bajo el foco de la influencia de la pauta oficial. Es independiente pero “influye” sobre diversos estamentos políticos, parlamentarios y judiciales en beneficio propio. O sea, Clarín es independiente en tanto resiste con su propio mercado su rentabilidad, pero cualquier repaso de su historia obliga a mirar los mil nexos que lo unieron al estado argentino para asegurársela, para crecer, etc. El gobierno expuso la calidad y la raíz de esa “mano invisible” que colocó al grupo en un lugar hegemónico, pretendiendo visibilizar esta batalla como la última de la transición democrática. Clarín enfrenta una gran operación que lo ubica como contradicción principal de un "materialismo histórico" de la democracia argentina. Y su historia atenúa y devuelve una imagen casi heroica del alfonsinismo (con el que también aplicó su rigor). Y un dato más: Menem en 1995 también paladeó el placer triunfante contra un enemigo íntimo en su victoria electoral. También dijo que le ganó a Clarín. Un grupo que lo “acosaba” para beneficiarse en su plan de privatizaciones. Cosa que ocurrió. En suma, derribar a Clarín (según el análisis del kirchnerismo más duro) está a la altura del disciplinamiento a los carapintadas de los primeros años democráticos. Aquel partido militar, siguiendo esta línea, sería la primera capa de un conjunto de corporaciones que hicieron imposible la soberanía de la política. Política versus corporaciones, en estilo alfonsinista, y Clarín –tal la narrativa- representa el lugar de mayor condensación de ese mantra llamado “complicidad civil” de la dictadura (con su rol en Papel Prensa como evidencia de intimidad con el poder de aquellos años duros). Nota: la obligación de un medio por vocación mercantil será siempre la de acompañar los humores sociales. Las mutaciones de las líneas periodísticas, a medida que la democracia y el mercado avanzan, minan un poco el juicio ético. La confusión entre política y negocios es el centro del problema y es un problema sin solución. Que alguien nombre un solo diario sin vinculaciones, tráfico de información e influencias políticas. La ley, esta nueva ley, también disciplina a la política y sus tentaciones de crear corporaciones. Ya que las corporaciones no se crean solas, y, mucho menos, sin ayudas políticas.

3.

Seamos realistas: en el mundo de los negocios nadie puede ser acusado de codicia, de romper códigos o de expandirse sin límites. Todo empresario tiene ese impulso animal, al que desde la sociedad de consumo, la ley o lo que sea se va poniendo límites. Por eso es difícil la narrativa de un grupo económico: ¿cómo contar la colonización de espacios, la sujeción y las trampas como un movimiento moral? ¿Sobre qué vertebra el grupo su relato? Clarín  llevó años de ganador imbatible cuya fuerza alguien la dictaminó así: ningún gobierno resiste más de dos o tres tapas del diario en su contra. Sin embargo todos los razonamientos o argumentos que colocan a ese grupo en el centro de una gran escena maquiavélica se ponen cerca del límite de la paranoia: ¿todo lo inventó Clarín? ¿Clarín fue el aliado oculto del Proceso? ¿Clarín derribó a Alfonsín, planificó privatizaciones e inventó a la Alianza? Ya no sólo su presente, su rol político, sino también toda su historia parecen desproporcionadas, el centro del movimiento de todos los hilos invisibles de los últimos años de historia.

4.

Clarín exhibe ahora su última razón de ser: es una garantía social frente a la política. Dice: finalmente no existe más que Clarín como límite al poder político kirchnerista. Y encuentra un argumento político más para su poder económico: “sólo un poder así de fuerte puede ser independiente del estado”. Eso dice. Sólo si soy poderoso me eximo del cirujeo por la pauta oficial al que se somete el promedio del empresariado de medios. Es decir: Clarín también vive como funcional a sus intereses el hecho de que hoy no haya oposición porque eso le otorga al reclamo de “ajustarse a la ley” y desinvertir una épica política resistente. No lo hizo a propósito pero le vino bien este vacío opositor para redimensionarse. En las encuestas un porcentaje alto de gente lo visibiliza como EL actor opositor. Razona: finalmente la sociedad civil (¡esa que ayudamos a construir!) funcionará como límite porque verá en nosotros a la institución auténtica del “cuarto poder”.

5.

El grupo cocinó su comida entre bambalinas. Y un error del gobierno para contar la historia de Clarín (con La historia de Papel Prensa) fue haberle puesto arriba la sábana simbólica de los delitos de lesa humanidad. Un círculo que encierra delitos gravísimos que debe contener límites claros a la hora de ser reconocidos. Si Magnetto interrogó a Lidia Papaleo o si los hijos de Ernestina son hijos de desaparecidos. Judicialmente: lo primero falso, lo segundo también. En vez de ceñirse a la línea secuencial comprobable: Clarín cometió delitos económicos, fue socio de la última dictadura militar en una operación económica relevante por la que mantuvo una posición hegemónica dañina e incompatible con cualquier competencia sana de mercado, y “respetada” durante años en una industria sensible para la construcción de ciudadanía, si es que nos circunscribimos a la producción de papel para diarios como mínimo. Fue inteligente, plural, ecléctico, en la producción de contenidos, y firme en la defensa de intereses (algo que incluyó una política de mano dura en la medida de lo posible hacia la sindicalización de sus trabajadores). Un diario moderado en el triángulo que fijó Jacobo Timmerman como clave del éxito: económicamente de derecha, políticamente de centro y culturalmente de izquierda.   
 
6.

Sin embargo la ley de medios –aún para quien la defiende inocentemente- debería hacernos concientes de todo lo gatopardista que tiene en cuanto al cambio cultural que propone. Resulta -un poco- como matar a Clarín para que nada cambie, es decir, tiene como resultado concreto una redistribución del negocio y del espacio, aunque hecha en nombre de criterios comunitarios. En tal caso es una ley para distribuir equitativamente entre nuestro capitalismo existente: es más Manzano, más Vila, más Cristóbal López, más Hadad (?), más Spolsky, etc., para achicar al mesiánico Dr. Magnetto. No trocamos Magnetto por radios comunitarias, sino por empresarios aventureros tan ambiciosos de hegemonía y doradores de píldoras de los poderes de turno como Clarín; claro que Clarín tuvo –como todos los grandotes- la posibilidad de fijar sus propias reglas. Es una ley que sirvió mucho más de herramienta de disciplina contra la complejidad de un grupo de poder (de una corporación hasta ahora invisibilizada) que para la posibilidad de un cambio cultural. Clarín tenía/tiene medios de calidad y productos de consumo de primera línea muy por encima de la calidad de los medios bendecidos oficialmente. La calidad de la producción cultural del kirchnerismo es inseparable del valor de “resistencia” o denuncia del monopolio. Sólo contiene méritos políticos. Contra la corpo, contra la opo. Nada claro acerca de cómo sería el mundo del día después cuando empiece la posguerra de la batalla cultural (mucha gente se pregunta sobre el destino del gran Marcelo Tinelli). Da miedo ahora -en la inminencia- pensar en las capacidades de quienes deberían empezar a avanzar en la “positiva”, en la agenda de la industria del entretenimiento de la posguerra cultural, ahí cuando la batalla baje intensidades y nos encontremos de nuevo con la sociedad desnuda, una para la cual éstos no fueron tiempos de vida o muerte. Porque la fecha del 7D apunta a un amanecer, a un renacimiento y/o a una extinción. (Nada que se acerque a la realidad concreta de cambios graduales que surjan, del devenir de litigios complejos y de las pequeñas alteraciones de un mapa que cambiará de propietarios esencialmente.)

7.

Estos años contaron la historia política de un grupo con un núcleo duro de intereses y un juego político pendular y movimientista. Clarín: el representante de la clase media reaccionaria. Clarín: el partido de los caceroleros. Clarín: el golpe de estado tácito en democracia. Clarín: el creador del Frepaso. Clarín: el que abrió sus alamedas también a los derechos humanos. Porque el antimenemismo cultural también tuvo contención ahí en los años noventa. Supo ayudar en la “articulación” de escenas de ruptura y continuidad, y repito lo que me quedó de un texto paranoico que escribí para la revista Crisis: Clarín terminó siendo el partido Justicialista de la clase media, el mejor narrador y representante de una modernidad deseada: de casa al mercado y del mercado a casa. Con todo lo amplio, deforme y policlasista que eso sugiere. Como sugirió Horacio González en 678, la historia de Clarín está atravesada por los progresismos fracasados. La historia de sus redacciones. Osvaldo Bayer en los '70, los alfonsinistas, los ex PC’s hoy. Los trotskistas en economía.

8.

Vamos a lo concreto y a la incertidumbre: El 7D empieza algo. El 7D termina algo. El 7D no pasa nada. Muchos problemas del país concreto, estructural, de difícil gestión, siguen ahí. Antes, durante o después de Clarín. Como la tragedia del tren Sarmiento, que expuso la política de transporte y que tiene funcionarios culpables. Más allá de la suerte de un miserable como Magnetto, un país tan grande y tan complejo como la Argentina no se merece este mono-tema por tantos años. Que la justicia ayude a dar vuelta la página. Y que todos se ajusten a ella.  


*Periodista. Suplemento Ni a Palos y columnista en el programa radial Gente de a Pie
GB

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