jueves, 25 de octubre de 2012

RICARDO PIGLIA, CACEROLAS Y MUCHO MAS, OPINION

“Necesitamos más debate intelectual”
Entrevistas / En una charla profunda, el escritor Ricardo Piglia reflexiona sobre la ley de medios, el cacerolazo, las redes sociales y cómo los argentinos interpretamos nuestra historia y nuestro presente.

Por Melisa Miranda Castro - Foto: Gustavo Pascaner.
Revista 7 Días.

Sobre el escritorio hay un bol con maníes, pistachos y otras frutas secas, además de una bebida que se sirve para él y para los invitados a su reducto, su lugar, su despacho. Afuera, la ciudad se ahoga en una lluvia torrencial que le agrega un toque más frenético al que ya tiene diariamente, con bocinazos y congestión. Pero al décimo piso de este edificio céntrico, no llegan secuelas de esta vorágine en hora pico, sólo se escuchan los golpes de las gotas en la ventana y el subir y bajar del ascensor. Adentro se vive la calma, que se adivina, cualquier escritor necesita para crear sus libros o concentrarse en su trabajo. Hay toda una pared convertida en biblioteca, una tele vieja y algunos sillones.

Hace ya casi un año y medio que Ricardo Piglia volvió al país; durante mucho tiempo estuvo dedicado a la docencia en Estados Unidos, hablando de la literatura latinoamericana, de las personalidades argentinas y su obra. La docencia es algo inherente a él. “Estuve 15 años enseñando, uno va envejeciendo y los alumnos siempre tienen la misma edad, eso es lo bueno”, reflexiona. Este año se animó a debutar como conductor de un ciclo para televisión, “Escenas de la novela argentina”, que se vio por Canal 7 y que tuvo sólo cuatro ediciones, en las que replicó el formato del aula en el estudio de TV. “Nos pareció que era bueno no ir a la televisión con el formato que la televisión te propone, sino ir con este formato que valoramos mucho, que tiene una larguísima tradición y que nos parecía muy dinámico. Por otro lado tengo la sensación de que la literatura o la cultura se puede discutir en cualquier espacio. Yo me opongo a la posición paternalista, del que se pone desde arriba para enseñar no sé qué”, confiesa mientras come un pistacho del bol y sigue hablando rápido y a velocidad constante, sin que por eso deba forzar una respiración artificial.

Piglia confirma que él sí mira televisión, y sobre todo deportes. “Me parece que la televisión tiene una virtud, como forma, que es la cualidad que tiene desde su nacimiento, que es captar algo en vivo. El deporte es uno de los lugares donde la televisión se mueve muy bien, por captar el momento.


A veces, eso se repite como una suerte de retórica, con el asunto de los movileros donde uno ve que se inventa un poco la situación, siempre llegan dos segundos tarde de que las cosas suceden. Todavía no han contratado a nadie para que haga algo en vivo, pero si seguimos con esa lógica de que siempre hay alguien corriendo detrás de la información corremos ese riesgo”, analiza el escritor y también periodista, pero propone discutir el tema de los medios actuales desde cuestiones más concretas y no desde generalidades.

Pone como ejemplos a Roberto Arlt y a Rodolfo Walsh, a quienes se los nombra como hitos del periodismo aunque ellos tuvieron sus fricciones con la profesión. “Tuvieron muchos problemas en los lugares donde trabajaban, dificultades para poner los textos como ellos los escribían, quejas grandes sobre cuánto les pagaban.


 Eso desmitifica la idea de que los grandes periodistas son siempre del pasado y acá tendríamos que empezar a discutir la situación real de los periodistas, no sólo las grandes discusiones abstractas, como quién está de un lado y del otro, sino ¿cuánto gana un periodista? ¿Cuánto gana un movilero? ¿Por qué no les mejoran las situaciones de trabajo? Eso sería un campo muy interesante de discusión actual”, concluye Piglia su reflexión.

–¿Qué está faltando en las discusiones de hoy?

–Especificidad. La sensación que tengo es que no estamos discutiendo cuestiones específicas, sino generalidades, morales o concepciones políticas abstractas. Básicamente, no llevar las discusiones políticas de una manera mecánica a la cultura, sino tratar de encontrar las diferencias internas del campo cultural. El debate de los medios y la cultura, en abstracto se puede discutir mucho pero si empezamos a ver cuáles son las discusiones o conexiones quizás avanzamos en un camino más concreto.

–Suele decirse que la Argentina es cíclica. ¿Actualmente se están repitiendo patrones del pasado?

–Se repiten interpretaciones. Una interpretación que ha sido muy definitiva es la de Civilización y barbarie, que ha sido una máquina interpretativa que funcionó muy bien. Fue lo suficientemente esquemática y atractiva como para permitirte hacer una identificación en momentos distintos de la historia, como si se repitiera siempre una lucha entre un sector ilustrado, que mira al mundo exterior con una mirada mucho más interesada, que sectores con una tradición propia, que trabajan con su propia cultura, sectores con una tradición llamada bárbara.


 Ese modo de entender te da la sensación de que la historia se repite, pero lo que se repite es el esquema de interpretación, porque en cada caso las cosas son muy distintas. Por eso cuando Borges o ciertos sectores decían “Perón es igual a Rosas” estamos saltando todas las diferencias infinitas para decir que son lo mismo. Muchas veces son las interpretaciones las que se repiten más que la historia misma que es mucho más compleja. Creo que la cultura es un ámbito para discutir esas cosas. Tengo la sensación de que necesitamos más debate intelectual y menos guerra de guerrillas, o guerra de trincheras, donde cada uno se tira su propia consigna.

–¿Siente que hay un clima de mucha agresión?

–El ejemplo es “este hijo de puta es muy agresivo” y ya lo estás llamando hijo de puta. Hay un movimiento donde la agresividad no se sabe muy bien dónde empezó. El cacerolazo del otro día fue una manifestación pacífica y no hubo represión. Eso es lo que nos parece bien.

 La gente fue a la plaza, hizo su circo, pero no estuvo la policía como pasó en el 2001, entonces estamos creando condiciones mejores pese a todo. Habría que conseguir espacios de discusión que fueran menos tensos y no obedecer a la lógica del escándalo, que es la lógica en la que se mueve la trampa de los medios. Tiene que ver con eso cómo hago para capturar a la gente. Bueno, le creo una situación que no pueda dejar de mirar. Es una mirada muy paternalista sobre la Argentina, porque a todos nos interesan los escándalos, pero tendría que haber otra manera de atraer esa discusión que no sea la sensación de que todo está ríspido y que va a terminar en un tipo de catástrofe.

–¿Piensa que puede terminar en catástrofe?

–No va a pasar eso porque éste es un país democrático, que hace muchos años que está en la democracia y, por lo tanto, los riesgos son más bien verbales por el momento. Las resoluciones de los conflictos se realizarán cuando haya elecciones y se sepa quién ganó. Lo demás, son retóricas políticas. Yo no podría saber dónde empiezan ese tipo de enfrentamientos pero me da la sensación de que todos le atribuyen al otro la responsabilidad de algo que en realidad es difícil encontrar un solo responsable.

–¿Aprendimos del pasado?

Creo que no percibimos el tipo de país en el que estamos viviendo. Estamos en un país que está funcionando, después de muchos años en los que eso estaba interrumpido, había censura. Ahora la gente dice por la televisión lo que se le da la gana. Hay una situación de mirada negativa de cualquier lugar en el que te pongas a ver.


 El clima de discusión, si bien temáticamente es un clima muy agresivo, en los hechos no pasan cosas. Antes si hacías una obra de teatro que no le gustaba a no sé a quién, te ponían una bomba, o te mandaban una carta que decía que te iban a matar. Eso fue lo que definió la actualidad cultural y política de los últimos 50 años. Yo me acuerdo de experiencia en el centro de estudiantes, hacíamos política universitaria pero siempre aparecía un policía que te llevaba a los golpes. Había un clima que me parece que ahora no existe. El movimiento estudiantil ahora está más tranquilo en ese sentido.

–Usted comenzó con la política a los 16, ¿qué posición tiene sobre el voto a partir de esa edad?

–Yo estoy de acuerdo porque me parece que un chico de 16 años, ni siquiera es lo que era un chico de 16 años en mi época. Los chicos hoy están mucho más conectados con el mundo, están más ligados a culturas propias, juveniles, por lo tanto, a formas de sociabilidad que antes eran menos fluidas. Si entendemos la política como un modo de intervención en sociabilidad, como una manera de negociar formas en que distintos grupos pueden convivir en un espacio; me parece que los chicos de 16 años merecen también la posibilidad de intervenir en esas decisiones y dejar de ser objeto de esa discusión. Los jóvenes son vistos por los viejos como algo inquietante, entonces es bueno que los chicos tengan la posibilidad de intervenir.

–¿Se acuerda la primera vez que votó?

–Sí. No alcancé a votar en la elección del ’58 que lo eligió a Frondizi, pero voté en la del ’59, que fue en la que Palacios fue elegido diputado por la ciudad de Buenos Aires y fue todo un acontecimiento. Poco tiempo después vino el microgolpe contra Frondizi y ya estuvimos alejados de la posibilidad de votar durante muchos años. Pero recuerdo, lo que era mi casa en esa época, porque mi padre estuvo preso en el ’55. No digo que haga falta una experiencia así de extrema, pero siempre hay una relación con la política que uno escucha discutir en su casa.

–¿Qué rol ocupan las redes sociales en la discusión política actual?

–Es muy importante. Me parece más importante la forma, más allá de lo que pasa en los contenidos que, a veces, son muy patéticos. También me parece que muchas cuestiones de las costumbres políticas y cuestiones de la apertura en los medios tienen que ver con que Internet está creando una dinámica nueva. A veces pienso, si hubieran existido estas cuestiones, no hubiera habido dictadura en la Argentina. No hubieran podido hacerlo porque nos hubiéramos enterado todos instantáneamente. Lo mismo pasa con los medios, hay un sistema de circulación de la información y de intervención social que los medios no han sabido cómo adaptarse.

–Surgen en las redes sociales movimientos sin bandera política y que rechazan a los partidos políticos, como pasó con los “Indignados” de España. ¿Cómo decantará esto?

–Yo tomo como ejemplo la situación en la Argentina. Si no hubiera habido las asambleas, las movilizaciones, no hubiera habido la experiencia de Kirchner. No sé qué influencia tuvieron sobre los partidos políticos, pero sobre Kirchner tuvieron influencia seguro. Yo no miro eso diciendo “a ver a dónde van políticamente”, yo creo que eso influye mucho en la discusión de la clase política. Si no hay movilización, es difícil que la democracia mejore y esas movilizaciones no tienen por qué ser movilizaciones partidarias.


Me parece que no hay que tener una mirada tan de ciencias políticas y ver a dónde se encuadran estos grupos, el futuro político se verá en el efecto que tienen en el desarrollo de las posiciones políticas de los que participan como objeto del repudio. Creo que las formas de renovación y las formas en la que la sociedad trata de modificar el statu quo, están tomando modos que no son los que, tradicionalmente, estudiaron las ciencias políticas.

22/10/12 Revista 7 Días
GB

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