Entrevista a Pascual Serrano, autor del libro Contra la neutralidad. En defensa de un periodismo libre.
"Piden impunidad y privilegios en nombre de la libertad de expresión"
Por Fernando Pittaro
Fundador de la revista Voces, editada por Izquierda Unida, y colaborador desde 1996 del portal alternativo de noticiaswww.rebelión.org, el periodista español resalta las decisiones tomadas en nuestro país para acotar el poder de los monopolios informativos.
Pascual Serrano es un "bicho raro" dentro del periodismo español. Fue fundador de la revista Voces, editada por la organización política Izquierda Unida, y desde 1996 escribe en Rebelión.org, una publicación digital que funciona como un diario electrónico alternativo a la hegemonía comunicacional española. En una extensa charla con Tiempo Argentino, resaltó la figura de Rodolfo Walsh porque "no era un mero militante periodista, eso hay que dejarlo claro, era un periodista con principios y valores", y advirtió que "hay fuertes intereses económicos de empresas españolas en que no se desarrollen políticas progresistas en América Latina".
–En la Argentina, desde la sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, hace tres años, se viene dando una fuerte disputa entre los multimedios privados (sobre todo el Grupo Clarín) y el Estado Nacional. ¿Está al tanto de esta situación? ¿Cuál es su punto de vista?
–El debate en la Argentina es el inevitable que surge cuando coinciden dos circunstancias: por un lado, un país donde los gobiernos neoliberales han estado campando durante años, y como resultado los medios de comunicación se han convertido en herramientas de intervención política con mucho más poder e influencia que los partidos; por otro, la llegada de un gobierno que no está dispuesto a que la política la dicte un sector empresarial que no posee ninguna legitimidad democrática porque nadie los ha elegido, pero que piden impunidad y privilegios en nombre de la libertad de expresión. Estos dos elementos provocan un choque inevitable en el que, en mi opinión, debemos estar al lado del sector que represente a la ciudadanía y al interés colectivo, es decir, el gobierno legítimo.
–¿Qué sucede en España con los grandes grupos mediáticos? ¿Sería necesaria una nueva legislación que los regule?
–En España no se da la segunda circunstancia explicada anteriormente. No existe un gobierno que desee enfrentarse al poder de los grandes grupos económicos que operan a través de su dominio de los grandes medios de comunicación. Mi libro Traficantes de información (2010) repasa la historia oculta de los grupos de comunicación españoles, los cuales se dividirían entre empresas que conservan un poder amasado a la sombra de sus complicidades con el régimen de la dictadura de Franco, inversores extranjeros que comparten accionariado con empresas cómplices con el nazismo o la mafia italiana y grupos económicos que se consolidan en la democracia gracias a privilegios con algunos gobiernos. O sea, una banda de impresentables.
–Si uno lee los principales diarios españoles o mira las cadenas de TV más importantes, observa que para ellos tanto en la Argentina, como en Bolivia, Ecuador y Venezuela se está viviendo un proceso de retroceso institucional en donde los respectivos gobiernos atentan contra la libertad de prensa. ¿Está de acuerdo con esta mirada?
–Los gobiernos que me citas lo único que están haciendo es poner coto al oligopolio que algunas empresas tienen sobre la información, combatir la impunidad que tienen esas empresas para manipular y mentir, y abrir nuevos espacios para la presencia de las comunidades y las instituciones democráticas. Evidentemente, intentar todo esto es un sacrilegio intolerable para los grandes grupos de comunicación que escudan la defensa de su poder y privilegios en la libertad de prensa.
–¿Qué margen hay para instalar un discurso alternativo en la agenda mediática española sobre lo que pasa en Latinoamérica?
–Muy poco, el discurso es único, con el agravante de que hay fuertes intereses económicos de empresas españolas en que no se desarrollen políticas progresistas en América Latina. Esos mismos intereses dominan el panorama informativo español, por lo que es inevitable que los grandes medios adopten esa línea editorial con América Latina. No sería ilícito si no fuese porque en ello incluyen mentir, manipular o silenciar las opiniones y hechos que no les interesan. Ante ese panorama sólo quedaban los medios públicos y los alternativos. Los públicos, con la excusa de la crisis, se están desmantelando; y los alternativos, con legislaciones adversas, sin licencias ni apoyo institucional, nunca podrán despegar.
–Hay una vieja tesis norteamericana que dice que el periodismo debe ser un cuarto poder, una especie de guardián de la democracia. ¿Está de acuerdo con este postulado? ¿Cuál debería ser el rol del periodismo en las sociedades contemporáneas?
–Esa tesis deja de tener sentido cuando el mercado maneja un sistema político. Si los mercados terminan condicionando las decisiones de los tres poderes, el cuarto poder, que es sólo mercado sin intervención popular, en lo que se convierte es en el guardián de los intereses de ese mercado. El periodismo debe responder a los intereses públicos, al derecho ciudadano a informar y estar informado, eso sólo se puede lograr si los poderes públicos crean las condiciones.
–En su libro Contra la neutralidad, Rodolfo Walsh aparece junto a otros periodistas de la talla de John Reed, Ryzard Kapuscinsky y Edgar Snow. ¿Qué valores encarnó Walsh para estar entre ellos?
–Walsh posee principios de justicia y lucha social necesarios en cualquier agente social, el valor de enfrentarse a unos militares aunque sabía que le podía costar la vida; y la defensa irreductible de la verdad y el rigor informativo. No era un mero militante periodista, eso hay que dejarlo claro, era un periodista con principios y valores.
–¿Hay en la actualidad algún referente periodístico que pueda sumarse a ese listado?
–No muchos, porque el sistema tiene pocos resquicios por los que puedan asomar. Pero pienso en Robert Fisk, Ignacio Ramonet, Amy Goodman o Juan Gelman en Argentina.
–¿Es válida la dicotomía entre "periodismo militante" y "periodismo independiente"? ¿Por qué?
–No comparto ni siquiera la exposición de la dicotomía. Lo que llaman "periodismo independiente" no tiene nada de independiente, y suelen militar más que nadie en la defensa de los intereses empresariales de sus accionistas y dueños. Cuando me dicen lo de independiente, pregunto: ¿independiente de qué? No se puede ser independiente de todo, por tanto, debemos defender que se sea dependiente de la verdad, del rigor, de la pluralidad, de valores humanos, de la justicia social, de la paz o del medio ambiente. En cuanto al periodismo militante creo que debemos evitarlo porque ni es periodismo ni es eficaz. Un periodismo centrado en la defensa ciega de una organización o un político, que ignora los errores, oculta informaciones que no interesan y no sólo no aporta información y datos rigurosos sino que se regodea en los calificativos y las opiniones sin sustento, no es periodismo.
–Dijo en alguna entrevista que su último libro Contra la neutralidad es una obra terapéutica tanto para el periodismo como para la izquierda, ¿por qué?
–La izquierda está dominada por un discurso catastrofista y plañidero que nos está deprimiendo a todos. Tiene mucha razón en sus denuncias, pero debemos pensar que si no aportamos alternativas, referentes o propuestas, sólo sembraremos desmovilización y resignación. Mis anteriores libros, aunque siempre intenté exponer una especie de "Qué hacer" en el capítulo final, en general su carácter de denuncia les hacía muy deprimentes, de modo que me puse a buscar ejemplos positivos que nos pudieran servir de referencia.
–¿Qué factores atentan contra el buen ejercicio del periodismo hoy?
–Yo hablaría de unos elementos ideológicos y otros estructurales. Los primeros se manifiestan, como ya he señalado, en el dominio de los intereses comerciales que condicionan los contenidos y dominan la mayoría del panorama mediático impidiendo la pluralidad. Los segundos serían el predominio de la brevedad, la inmediatez y la espectacularidad. Todas estas circunstancias impiden presentar las informaciones con el adecuado contexto y antecedentes, aplicar el necesario rigor y contraste de las informaciones, e imponen un predominio de la frivolidad y la superficialidad.
–¿Qué sucedió con aquellas personas que se movilizaron masivamente (15M)? ¿Puede surgir alguna alternativa política fuera del bipartidismo que los represente?
–No sé si surgirá alguna alternativa o logrará avanzar alguna de las existentes, que el sistema español impide que se desarrolle mediante una legislación que impone el bipartidismo. Lo que sí puedo decir es que si no avanza esa alternativa política, de nada servirán manifestaciones, asambleas y acampadas en las plazas. Todo ello, sin organización ni capacidad de intervención en las instituciones, no logrará ningún cambio.
–En estos tiempos de crisis, donde todas las estructuras de poder son puestas en discusión, ¿qué autocrítica debe hacer el periodismo y qué puede hacer para mejorar su tarea?
–La responsabilidad sobre las deficiencias del periodismo es compartida por la sociedad en general, gobernantes, empresas y profesionales. La sociedad, por no exigir ni entender que los poderes públicos tienen una importante función como garantes de un sistema informativo plural y democrático; los gobernantes, por ceder ante presiones y poderes económicos a la hora de exigir a los medios más rigor y veracidad; las empresas, por utilizar a los medios como meros sistemas de propaganda de su ideario o como vía para la obtención de beneficios a cualquier costa. Por último, los periodistas no siempre se han enfrentado con valentía e independencia a las presiones de los accionistas y anunciantes de los medios; como en todas las profesiones, han primado en demasiadas ocasiones la comodidad de plegarse al poder para no poner en peligro unos intereses individuales.
"Piden impunidad y privilegios en nombre de la libertad de expresión"
Por Fernando Pittaro
Fundador de la revista Voces, editada por Izquierda Unida, y colaborador desde 1996 del portal alternativo de noticiaswww.rebelión.org, el periodista español resalta las decisiones tomadas en nuestro país para acotar el poder de los monopolios informativos.
Pascual Serrano es un "bicho raro" dentro del periodismo español. Fue fundador de la revista Voces, editada por la organización política Izquierda Unida, y desde 1996 escribe en Rebelión.org, una publicación digital que funciona como un diario electrónico alternativo a la hegemonía comunicacional española. En una extensa charla con Tiempo Argentino, resaltó la figura de Rodolfo Walsh porque "no era un mero militante periodista, eso hay que dejarlo claro, era un periodista con principios y valores", y advirtió que "hay fuertes intereses económicos de empresas españolas en que no se desarrollen políticas progresistas en América Latina".
–En la Argentina, desde la sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, hace tres años, se viene dando una fuerte disputa entre los multimedios privados (sobre todo el Grupo Clarín) y el Estado Nacional. ¿Está al tanto de esta situación? ¿Cuál es su punto de vista?
–El debate en la Argentina es el inevitable que surge cuando coinciden dos circunstancias: por un lado, un país donde los gobiernos neoliberales han estado campando durante años, y como resultado los medios de comunicación se han convertido en herramientas de intervención política con mucho más poder e influencia que los partidos; por otro, la llegada de un gobierno que no está dispuesto a que la política la dicte un sector empresarial que no posee ninguna legitimidad democrática porque nadie los ha elegido, pero que piden impunidad y privilegios en nombre de la libertad de expresión. Estos dos elementos provocan un choque inevitable en el que, en mi opinión, debemos estar al lado del sector que represente a la ciudadanía y al interés colectivo, es decir, el gobierno legítimo.
–¿Qué sucede en España con los grandes grupos mediáticos? ¿Sería necesaria una nueva legislación que los regule?
–En España no se da la segunda circunstancia explicada anteriormente. No existe un gobierno que desee enfrentarse al poder de los grandes grupos económicos que operan a través de su dominio de los grandes medios de comunicación. Mi libro Traficantes de información (2010) repasa la historia oculta de los grupos de comunicación españoles, los cuales se dividirían entre empresas que conservan un poder amasado a la sombra de sus complicidades con el régimen de la dictadura de Franco, inversores extranjeros que comparten accionariado con empresas cómplices con el nazismo o la mafia italiana y grupos económicos que se consolidan en la democracia gracias a privilegios con algunos gobiernos. O sea, una banda de impresentables.
–Si uno lee los principales diarios españoles o mira las cadenas de TV más importantes, observa que para ellos tanto en la Argentina, como en Bolivia, Ecuador y Venezuela se está viviendo un proceso de retroceso institucional en donde los respectivos gobiernos atentan contra la libertad de prensa. ¿Está de acuerdo con esta mirada?
–Los gobiernos que me citas lo único que están haciendo es poner coto al oligopolio que algunas empresas tienen sobre la información, combatir la impunidad que tienen esas empresas para manipular y mentir, y abrir nuevos espacios para la presencia de las comunidades y las instituciones democráticas. Evidentemente, intentar todo esto es un sacrilegio intolerable para los grandes grupos de comunicación que escudan la defensa de su poder y privilegios en la libertad de prensa.
–¿Qué margen hay para instalar un discurso alternativo en la agenda mediática española sobre lo que pasa en Latinoamérica?
–Muy poco, el discurso es único, con el agravante de que hay fuertes intereses económicos de empresas españolas en que no se desarrollen políticas progresistas en América Latina. Esos mismos intereses dominan el panorama informativo español, por lo que es inevitable que los grandes medios adopten esa línea editorial con América Latina. No sería ilícito si no fuese porque en ello incluyen mentir, manipular o silenciar las opiniones y hechos que no les interesan. Ante ese panorama sólo quedaban los medios públicos y los alternativos. Los públicos, con la excusa de la crisis, se están desmantelando; y los alternativos, con legislaciones adversas, sin licencias ni apoyo institucional, nunca podrán despegar.
–Hay una vieja tesis norteamericana que dice que el periodismo debe ser un cuarto poder, una especie de guardián de la democracia. ¿Está de acuerdo con este postulado? ¿Cuál debería ser el rol del periodismo en las sociedades contemporáneas?
–Esa tesis deja de tener sentido cuando el mercado maneja un sistema político. Si los mercados terminan condicionando las decisiones de los tres poderes, el cuarto poder, que es sólo mercado sin intervención popular, en lo que se convierte es en el guardián de los intereses de ese mercado. El periodismo debe responder a los intereses públicos, al derecho ciudadano a informar y estar informado, eso sólo se puede lograr si los poderes públicos crean las condiciones.
–En su libro Contra la neutralidad, Rodolfo Walsh aparece junto a otros periodistas de la talla de John Reed, Ryzard Kapuscinsky y Edgar Snow. ¿Qué valores encarnó Walsh para estar entre ellos?
–Walsh posee principios de justicia y lucha social necesarios en cualquier agente social, el valor de enfrentarse a unos militares aunque sabía que le podía costar la vida; y la defensa irreductible de la verdad y el rigor informativo. No era un mero militante periodista, eso hay que dejarlo claro, era un periodista con principios y valores.
–¿Hay en la actualidad algún referente periodístico que pueda sumarse a ese listado?
–No muchos, porque el sistema tiene pocos resquicios por los que puedan asomar. Pero pienso en Robert Fisk, Ignacio Ramonet, Amy Goodman o Juan Gelman en Argentina.
–¿Es válida la dicotomía entre "periodismo militante" y "periodismo independiente"? ¿Por qué?
–No comparto ni siquiera la exposición de la dicotomía. Lo que llaman "periodismo independiente" no tiene nada de independiente, y suelen militar más que nadie en la defensa de los intereses empresariales de sus accionistas y dueños. Cuando me dicen lo de independiente, pregunto: ¿independiente de qué? No se puede ser independiente de todo, por tanto, debemos defender que se sea dependiente de la verdad, del rigor, de la pluralidad, de valores humanos, de la justicia social, de la paz o del medio ambiente. En cuanto al periodismo militante creo que debemos evitarlo porque ni es periodismo ni es eficaz. Un periodismo centrado en la defensa ciega de una organización o un político, que ignora los errores, oculta informaciones que no interesan y no sólo no aporta información y datos rigurosos sino que se regodea en los calificativos y las opiniones sin sustento, no es periodismo.
–Dijo en alguna entrevista que su último libro Contra la neutralidad es una obra terapéutica tanto para el periodismo como para la izquierda, ¿por qué?
–La izquierda está dominada por un discurso catastrofista y plañidero que nos está deprimiendo a todos. Tiene mucha razón en sus denuncias, pero debemos pensar que si no aportamos alternativas, referentes o propuestas, sólo sembraremos desmovilización y resignación. Mis anteriores libros, aunque siempre intenté exponer una especie de "Qué hacer" en el capítulo final, en general su carácter de denuncia les hacía muy deprimentes, de modo que me puse a buscar ejemplos positivos que nos pudieran servir de referencia.
–¿Qué factores atentan contra el buen ejercicio del periodismo hoy?
–Yo hablaría de unos elementos ideológicos y otros estructurales. Los primeros se manifiestan, como ya he señalado, en el dominio de los intereses comerciales que condicionan los contenidos y dominan la mayoría del panorama mediático impidiendo la pluralidad. Los segundos serían el predominio de la brevedad, la inmediatez y la espectacularidad. Todas estas circunstancias impiden presentar las informaciones con el adecuado contexto y antecedentes, aplicar el necesario rigor y contraste de las informaciones, e imponen un predominio de la frivolidad y la superficialidad.
–¿Qué sucedió con aquellas personas que se movilizaron masivamente (15M)? ¿Puede surgir alguna alternativa política fuera del bipartidismo que los represente?
–No sé si surgirá alguna alternativa o logrará avanzar alguna de las existentes, que el sistema español impide que se desarrolle mediante una legislación que impone el bipartidismo. Lo que sí puedo decir es que si no avanza esa alternativa política, de nada servirán manifestaciones, asambleas y acampadas en las plazas. Todo ello, sin organización ni capacidad de intervención en las instituciones, no logrará ningún cambio.
–En estos tiempos de crisis, donde todas las estructuras de poder son puestas en discusión, ¿qué autocrítica debe hacer el periodismo y qué puede hacer para mejorar su tarea?
–La responsabilidad sobre las deficiencias del periodismo es compartida por la sociedad en general, gobernantes, empresas y profesionales. La sociedad, por no exigir ni entender que los poderes públicos tienen una importante función como garantes de un sistema informativo plural y democrático; los gobernantes, por ceder ante presiones y poderes económicos a la hora de exigir a los medios más rigor y veracidad; las empresas, por utilizar a los medios como meros sistemas de propaganda de su ideario o como vía para la obtención de beneficios a cualquier costa. Por último, los periodistas no siempre se han enfrentado con valentía e independencia a las presiones de los accionistas y anunciantes de los medios; como en todas las profesiones, han primado en demasiadas ocasiones la comodidad de plegarse al poder para no poner en peligro unos intereses individuales.
GB
28/10/12 Tiempo Argentino
28/10/12 Tiempo Argentino
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