En ese razonamiento de la derecha subyace la idea de que la democracia es un peligro para la República, lo que la lleva necesariamente a optar por esta última. Como consecuencia se concluye que quienes ponemos el acento en la participación popular somos naturalmente antirrepublicanos. Esto es particularmente falso en la Argentina actual, porque fue el kirchnerismo el que recuperó la legitimidad del funcionamiento de las instituciones después del fundado descrédito en que habían caído en diciembre del 2001. Habrá que acostumbrarse a ver a Néstor Kirchner no sólo como el presidente de los derechos humanos y el iniciador de un proceso de transformación de la sociedad argentina, sino, también, como quien impulsó la relegitimación de la política y de las instituciones republicanas.
HORACIO JOZAMI
GB
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