12 de Octubre
En esta fecha tan cargada de significado y de emociones contrapuestas, en el Foro San Martín hemos preferido subir a nuestra página un editorial reciente de El País, un diario de Tarija, Bolivia.
"El Mestizo" de Candido Portinari |
Nuestro orgullo mestizo
Los antropólogos, sociólogos, genetistas y otros “cientistas” podrán producir tesis e hipótesis densas y muy complejas sobre las etnias o razas (y de hecho lo hacen), pero lo más simpático que nosotros recordamos haber escuchado sobre el tema es un chiste que el pueblo cubano suele repetir: “Los 500 años de explotación protagonizados por los españoles en estas tierras se atenúan por los únicos tres aportes que nos trajeron: la piedra de afilar, las alpargatas… ¡y las mulatas!”.
Lo que se destaca en ese chiste no es su candorosa rima, sino el manifiesto orgullo que la mayoría de los cubanos sienten por su mestizaje. Orgullo que bien haríamos en compartir todos los latinoamericanos. Porque haber convertido en motivo de orgullo lo que originalmente fue concebido como alusión peyorativa, como insulto, hace que su valor identitario sea aún mayor.
Es que, como dice Richard Sennett, sin identidad no puede haber respeto y por eso, porque nos respetamos a nosotros mismos, muchos latinoamericanos sabemos que somos mestizos y lo proclamamos con orgullo.
Mestizaje es el encuentro biológico y cultural de etnias diferentes, en el que éstas se mezclan, dando nacimiento a lo que algunos convencionalmente llaman “razas”. Se utiliza con frecuencia este término para describir el proceso histórico sucedido en Iberoamérica, que la llevó a su estado racial y cultural actual.
Mestizos son también otros pueblos que han atravesado un proceso de encuentro entre varias etnias, en lugares como Filipinas, Sudáfrica o Estados Unidos. Pero es nuestra identidad latinoamericana, nuestra “ecúmene” la que nos interesa y nos debe interesar siempre, prioritariamente.
La mayoría de los genetistas e historiadores modernos no aceptan el concepto de raza y niegan que existan las llamadas razas puras, siendo la totalidad de la población mundial el producto de diversas mezclas. La nuestra, la latinoamericana –lo reiteramos- nos enorgullece.
Sabemos que hacia los extremos de esta realidad existen posturas fundamentalistas (pero sin fundamento científico), que persisten en racismo y exclusiones aberrantes. Lo mismo cuando presumen de ascendencia ibérica y se empeñan en usar apellidos compuestos o ridiculeces semejantes que cuando asumen indigenismos que a quienes más perjudican es, precisamente, a los indígenas.
Esas son patologías culturales que, felizmente, tienden a desaparecer, en la medida en que conocemos más sobre nosotros mismos, algo que ya los griegos recomendaban hace cuatro mil años.
Solamente así podremos “construir” el respeto: con una identidad incuestionable, con conocimiento de lo que nos afecta directamente y con reconocimiento mutuo y recíproco, componentes indispensables en esa construcción que, además, solamente puede ser cuando es de doble vía: Debemos respetar para lograr que nos respeten.
Por eso respetamos al pueblo cubano, y lo seguiríamos respetando aunque desconocieran esos aportes peninsulares de la piedra de afilar y las alpargatas que, en realidad, son irrelevantes.
Además, a diferencias de otros orgullos, el de ser mestizos no se restringe a un día en el año. Es un orgullo permanente, es el que le da sentido a anhelos a los que nunca renunciaremos, como el de la Patria Grande.
FSM.
GB
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