sábado, 13 de diciembre de 2014

La CIA y el recurso del método “Hoy es un día histórico”

A partir del informe del Senado de los EE UU, cómo actúa el organismo y quiénes hacen 
el trabajo sucio.

Por Alberto López Girondo

Russell Brand es conocido como humorista, actor, presentador televisivo y comediante. Muchos de sus comentarios de actualidad suelen viralizarse a través de Youtube. En uno de los últimos, con la cama de su habitación como fondo, desmenuza el informe del Senado de Estados Unidos sobre el uso de la tortura en la CIA. "De acuerdo con Amnesty International, programas de televisión como 24, creado por Fox, en el cual un par de tipos neoconservadores le dan glamour y justifican la idea de la tortura, ayudan a aceptar que esto es un aspecto normal del espionaje internacional".

Los datos más oscuros del informe que presentó la senadora demócrata Dianne Feinstein ya circulaban hace un tiempo. Y desde 2001, se conocían a través de la prensa alternativa, pero fueron invisibilizados por los grandes medios, que los tildaron de teorías conspirativas. Barack Obama ya había denunciado las prácticas de tortura. Pero el informe del Senado le da una sustancia que no tenían las palabras del presidente porque surge luego de cinco años de investigación y ocupan más de 6000 páginas con pruebas documentales y evidencias incontrastables. ¿Por qué se hizo el anuncio ahora? Era el Día de los Derechos Humanos y el quinto aniversario de la entrega del Nobel de la Paz a Obama. Además, en pocos días los republicanos recuperan el senado, lo que significa que lo hubieran cajoneado sin el menor reparo.

Los detalles más amarillos se difundieron masivamente. También se resaltó que esas prácticas no aportaron información eficaz ni sobre golpes de Al Qaeda ni sobre ningún otro tema sensible para la seguridad del país. "La información más precisa sobre Abu Ahmad al-Kuwaiti, el 'facilitador' cuya identificación y seguimiento condujo a hallar el refugio de Osama bin Laden y a la operación que resultó en la muerte de Osama, fue obtenida de un detenido de la CIA que aún no había sido sometido a las 'técnicas de interrogatorio mejorado' (Enhanced Interrogation Program)de la CIA; mientras que los detenidos (que sí habían sido sometidos a esos métodos) retuvieron y fabricaron información sobre Abu Ahmad al-Kuwaiti", dicen los senadores .

Pero hay otros detalles que quedaron en el tintero. Es el caso de los personajes que desarrollaron esas técnicas criminales y andan por el mundo sin muestras de sonrojo. Uno de ellos es un puertorriqueño que trabajó 31 años en la CIA –tuvo un cargo en la embajada de EE UU en Buenos Aires en tiempos de "relaciones carnales"–. Los otros son dos psicólogos que formaron una proveedora del Pentágono en esos menesteres y que si bien no llegaron a cobrar el total pactado de 180 millones de dólares, alcanzaron a llevarse 81 millones de indemnización por los "trabajitos" que hicieron hasta 2007, dos años antes de terminar el contrato. La CIA puso un millón más para protegerlos judicialmente.

El "hispano" José A Rodríguez, nacido en Puerto Rico hace 66 años, es un ejemplo de cómo actúa el organismo y quienes hacen el trabajo sucio. Con un bigotazo modelo galán mexicano de los '50, Rodríguez tuvo su primer affaire en la década del '80, en el escándalo Irán- Contras; la venta de armas al régimen iraní en tiempos de Ronald Reagan para financiar a las milicias que luchaban contra la revolución sandinista. Del '94 al '96 anduvo por Buenos Aires –tras un paso por Panamá, Dominicana, Perú y México-, y en el 2004 llegó a la cima en la división Operaciones Clandestinas de la CIA.

Un año más tarde se encargó de destruir grabaciones de interrogatorios a detenidos en cárceles de varios países donde la CIA alojaba sospechosos. El Senado pidió entonces una investigación, pero el jefe de Rodríguez dijo que la información contenida en los cassettes no era relevante, que incluso podría comprometer a los interrogadores, un argumento que defensores de presos en Guantánamo, por ejemplo, desmintieron fervorosamente. Para ellos eran evidencias que ya no podrían utilizarse en ningún juzgado. 

Para 2007, el puertorriqueño anunciaba su retiro de la organización. Como tenía tanto para dar aún, pasó a la actividad privada como asesor en Blackwater, entonces la mayor contratista de mercenarios del planeta. También encontró empleo en la National Interest Security Company de Fairfax, Virginia, luego adquirida por el gigante IBM. En 2012 cerraría el círculo con un libro, Hard Measures: How Aggressive CIA Actions After 9/11 Saved American Lives (Medidas duras: qué tan agresivas fueron las acciones que salvaron la vida de los estadounidenses después del 9/11). Allí fundamenta la tortura como elemento de investigación válido y aceptable.

James Elmer Mitchell y Bruce Jessen son dos psicólogos que formaron parte de las fuerzas armadas estadounidenses. Luego armaron Mitchell Jessen & Associates, un emprendimiento para enseñar a la CIA novedosas formas de obtener información mediante métodos que llevan a la mayor degradación humana. Tanto para la víctima como para el victimario, como se pudo observar con el tiempo.

Mitchell tiene más exposición mediática que su socio y en una entrevista con VICE News, un medio vinculado a la cadena FOX, no tuvo empacho en mostrar sus habilidades como navegante a través del río Myakka, cerca de Tampa, Florida, donde tiene una mansión con amarradero propio. Allí recibió al periodista Kaj Larsen para un especial "El arquitecto del programa de interrogatorios de la CIA".

Mitchell fue experto en explosivos y no es un secreto que fue muy ducho en el programa SERE (Survival, Evasion, Resistance, and Escape) para endurecer cuerpos y espíritus ante la tortura. Era un modelo para entrenar a los soldados estadounidenses en resistir las formas más violentas de castigo, lo que implica someterse a las más bárbaras vejaciones, aceptadas por el bien de la patria, para recibir la ciudadanía en el caso de inmigrantes o simplemente por dinero. De paso, ese entrenamiento lleva conocer los puntos débiles de un potencial enemigo.
Mitchell aparece en el video como un señor que representa los 64 años que tiene, pero con fuerte espíritu deportivo. Una especie de tío piola que dirige su kayak entre los cocodrilos y muestra algunos trofeos en una casa como las típicas de una isla del Tigre bonaerense. Con una cuidada barba blanca, se parece al Donald Sutherland que compartía secretos militares con el fiscal Garrison (Kevin Costner) en la película JFK. Pero no se le suelta la lengua. Dice que no tiene permitido hablar,que no confirma no rechaza su participación en el método aunque si, cree que la tortura es una forma de obtener información valiosa.

En los informas de la CIA, Mitchell es Grayson Swigert y su socio Hammond Dunbar. Podrían haber quedado ocultos tras esos sobrenombres, pero alguien reveló a la prensa su identidad. Esto fue hace tiempo, y en 2008 los colegios de psicólogos estadounidenses se plantearon si era ético o no participar en esos programas represivos. Finalmente ninguno de los dos "arquitectos" perdieron su licencia, aunque tampoco se sabe que atiendan a pacientes particulares.

Muchos de los datos sobre lo que sucede en las cámaras de tortura son atribuidos a las filtraciones de alguien que participó en algunas de esas sesiones y no resistió las consecuencias éticas. Estuvo, como Mitchell, frente al prisionero Abu Zubaydah, un militante de Al Qaeda. El caso Zubaydah es clave en el informe del Senado. El hombre fue encadenado a una silla semanas enteras y lo dejaron en una caja del tamaño de un ataúd durante horas. Lo tuvieron once días sin dormir y quedó reducido a un ser balbuceante sin el menor raciocinio.

Fue tal vez el que más veces pasó por el waterboarding (submarino), el método preferido de Mitchell. Los investigadores afirman que Zubaydah no dijo nada que valiera la pena. Rodríguez, de todas maneras, se sinceró a CBS: "Hicimos a algunos terroristas de Al Qaeda con sangre estadounidense en sus manos sentirse incómodos por unos días. Estoy seguro de que lo que hicimos ayudó a salvar vidas."

Ninguno de estos personajes enfrenta riesgos judiciales. Distinto es el horizonte de John Kiriakou, un ex analista de la CIA que siendo jefe de Contraterrorismo en Pakistán lideró la captura de Zubaydah en 2002. En 2007, Kiriakou confirmó a un periodista de ABC que la CIA aplicaba métodos de tortura para obtener información. Lo procesaron por violar la Ley de Espionaje, como sucedió con Edward Snowden o el soldado Manning. En enero del año pasado, Kiriakou fue condenado a 30 meses de prisión. Todavía tiene para seis meses y medio más.

En estos días un grupo de presos de Guantánamo llegó a Montevideo, que les dio refugio luego de años de prisión, tortura y vacío legal. "Si no hubiera sido por Uruguay, hoy aún estaría en ese agujero negro en Cuba", declaró Omar Mahmud Faraj, uno de los seis.

En coincidencia, Dilma Rousseff presentó en Brasil el informe de la Comisión de la Verdad sobre crímenes de la dictadura, entre 1964 y 1985. La ley de Amnistía impide juzgar a los culpables de cientos de muertes y vejámenes. El general del ejército Nilton Cerqueira, uno responsable de aquellos delitos, se quejó de lo que considera una injusticia: "¿Yo, que cumplí la ley, soy el que violó Derechos Humanos? ¿Y los terroristas? ¿Y la terrorista que hoy preside el país?" 

Infonews

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