martes, 19 de agosto de 2014

Escenario No hay que bajar la guardiapor Jorge Cicuttin

Una semana atrás, desde este mismo espacio se señalaba, a propósito del encuentro de Estela con su nieto, que ni siquiera un hecho de justicia histórica como ese pudo cerrar las grietas existentes con los sectores más reaccionarios de la sociedad. Si bien la aparición de Ignacio Guido cosechó la felicidad de la clara mayoría de la sociedad –incluso hizo brotar lágrimas de emoción del rostro de Mirtha Legrand–, algunos sujetos siguen anclados en el odio y lo manifestaron de diferentes maneras, como, por ejemplo, el procesado por delitos de lesa humanidad Vicente Massot, director del diario La Nueva Provincia. Este personaje que supo elogiar la tortura cuando era funcionario menemista, reaparece hoy como uno de los representantes argentinos en un encuentro de defensores de represores de América Latina convocados por la autodenominada Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, tal como informó este diario en su edición del domingo. Así como el encuentro entre Estela y su nieto es un ejemplo de lo que se habla cuando se menciona la década ganada, la reaparición de estos sujetos que reivindican la represión, la tortura y reclaman la libertad de todos los represores condenados es una demostración de lo que todavía falta y lo peligroso de bajar la guardia pensando que esta sociedad ya está a salvo de los fantasmas del pasado. Golpistas antichavistas venezolanos, paramilitares colombianos, ultraconservadores de Uruguay y Perú, así como representantes de lo que llamamos la "pata civil" de la última dictadura argentina se encontrarán hoy y mañana en un hotel de esta ciudad para denunciar, entre otras cosas, "como los Derechos Humanos se han convertido en un instrumento político-ideológico y como se viola la justicia y la legalidad bajo la bandera de los Derechos Humanos". Sobre esto se escucharán las palabras de los argentinos Massot y Alberto Rodríguez Varela, ex ministro de Justicia durante el terrorismo de Estado y ex defensor del genocida Jorge Rafael Videla. Este encuentro de los defensores de la represión en los países del continente es una demostración de que los fantasmas existen y caminan entre nosotros. Que la lucha por la memoria y la verdad debe continuar siendo una bandera innegociable. Y que hay que estar atentos. Porque si bien ninguno de los candidatos de la oposición con posibilidades de llegar a ser gobierno a partir de diciembre de 2015 se ha manifestado contrario a la continuidad de los juicios a los represores o hayan hablado de una amnistía para los cientos de condenados, que en algunos casos de este tema no se hable resulta llamativo. Dirán que se da por sentado que el sistema democrático no está en juego y que se ha consolidado en el país desde 1983, lo cual es cierto. Ya no se golpean las puertas de los cuarteles buscando a los militares golpistas de turno. Pero las botas intentan ser reemplazadas por la metodología de los llamados "golpes blandos", como se han intentado llevar adelante, sin éxito, tanto en la Bolivia de Evo Morales como la Venezuela de Nicolás Maduro. Que estos defensores de la represión en América Latina se reúnan en Buenos Aires en medio de una campaña electoral anticipada y cuando el Estado argentino se encuentra defendiendo sus decisiones soberanas frente a los fondos buitres, no parece ser un hecho casual. La presencia de estos personajes en el país debería recibir el repudio de todo el arco político. No porque vengan a preparar un golpe, sino porque representan un pasado de sangre y violencia que intentamos sepultar mediante la Justicia, la Memoria y la Verdad. Y no deberían ni animarse a buscar réditos en medio de disputas electorales. Eso les debe quedar bien claro. No alcanza con el silencio o con ignorarlos. Hay que rechazar lo que representan con todas las palabras. Pasaron más de treinta años desde la recuperación de la democracia. Los nietos apropiados se siguen recuperando y los represores son enjuiciados y encarcelados. Pero no hay que bajar la guardia. Que este monstruoso encuentro nos sirva para recordarlo.

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