martes, 12 de agosto de 2014

10 AGOSTO 2014 Intercambios sobre un nieto



La restitución de la identidad del nieto de Estela de Carlotto, tras 36 años de búsqueda, paralizó el país. Un hecho histórico que nos impactó pero que, también, nos puso a pensar: qué pasó en estos años, qué significa la lucha de Abuelas y la figura de Estela para nuestra generación y para toda la sociedad argentina. Lo que sigue es el intercambio que mantuvimos las horas posteriores a la noticia entre algunos de los que hacemos Ni a Palos. Como casi todos, tuvimos que salir a escribir, a mandar mails y mensajes en Whatsapp para compartir y explicar qué es lo que nos conmovía de esta noticia. Este es el resultado.
Hay acontecimientos que hacen que el tiempo se acelere, que todo pase a tomar otra velocidad, ni más lenta ni más rápida: otra. La restitución de la identidad del nieto de Estela de Carlotto, conocida el martes pasado, fue / es uno de esos acontecimientos. La buena nueva, que circuló como una cascada interminable de mensajes, tuits, llamados telefónicos, posteos de Facebook y, finalmente, como noticias contantes y sonantes todavía hoy, varios días después, conmueve honestamente a casi todo el país. Es un síntoma de que la perseverancia y el esfuerzo de las Abuelas, condensados en la figura de Estela, y el acompañamiento del Estado en estos últimos 10 años, han hecho que la búsqueda de los nietos sea un tema de agenda nacional. “No quería morirme sin poder abrazarlo”, dijo Estela en la fervorosa conferencia de prensa en la que se oficializó el anuncio. Pero así como el hecho conmueve y regocija, no es menos cierto que esto pasa más de 30 después de que empezara la búsqueda, un tiempo ignominioso para semejante ausencia. “Ellas buscan desaparecidos vivos”, dijo Taty Almeida, y sí: los nietos son fantasmas entre nosotros, espectros de una memoria martirizada por el paso y el peso de los años, y cada vez que se nos aparecen, temblamos como chicos, un poco (mucho) de la emoción, un poco para sobrellevar el espanto y disimularlo. Y este, en especial, tan emblemático, tan el nieto de todos, este por el que brindaban las Abuelas cada vez que aparecía uno, pone a toda la serie en perspectiva. Pianista, tipo sensible, según cuentan, él mismo recorrió el camino que lo llevó al encuentro de Estela, como si nada más que con abrir la puerta y entrar le haya bastado para darle un nuevo color a la historia policromática y transversal de las Abuelas. Desde que se conoció la noticia hasta que este número de Ni a Palos cerró estuvimos tratando de darle forma a una idea que contara eso que pasó y que, todavía, (nos) pasa. Sin embargo, pasó demasiado, pusimos sobre la mesa todo tipo de preguntas: el impacto de la noticia, la tensión con la Historia, el lugar de la sangre y de la juventud. De golpe, en ese intercambio, en esa cocina, estaba algo de todo eso que queríamos decir acerca de una noticia de la que todos -pero todos- quisimos decir algo en mails, en tuits, en mensajes de Whatsapp… Acaban de encontrar al nieto de Estela. ¿Qué decimos?
Asunto: primeras ideas para Estela
De: Federico Scigliano          5 de agosto de 2014, 19:17
Escribamos algo de “todos los nietos, el nieto”, algo de la recuperación de aquello inasimilable. “Mi hija era Montonera”, eso que rompe la pasteurizadora. Algo de los 30 años y de estos 10. Algo de las Abuelas como la última respuesta de los organismos cuando la vía penal estaba clausurada tras los indultos (vía apropiación de niños) que es lo que mete en cana a Videla de nuevo, y lo que se nos vaya ocurriendo.
De: Sebastián Scigliano          5 de agosto de 2014, 19:42
Taty Almeida dijo “ellas buscan desaparecidos vivos”, hay algo ahí también, la permanencia de la “aparición con vida”, que solo sirve para los nietos. La idea de los espectros, de los desaparecidos que caminan entre nosotros es potente, y también permite politizar por ahí. El laburo de Abuelas: el archivo de la memoria, esas cajas con recuerdos y con la historia de la familia por si aparecen nietos de abuelas que se murieron. Ahí también hay algo, la relación entre los muertos vivos y los vivos muertos. Peloteamos.
De: Diego Sánchez          5 de agosto de 2014, 19:44
Está bueno lo del consenso pasteurizado. Obvio no salir a pudrir la fiesta cuando están todos abrazados y la home de La Nación parece La Vaca, pero sí dar cuenta de una lucha de largos años que soportó de todo, y de una historia que es compleja y que no es una película o una canción de Gieco sino que supone eso inasimilable, que esconde un pedazo resbaladizo de la historia.
Con respecto a estos diez años está por supuesto la importancia histórica del kirchnerismo que, en sus políticas, generó el escenario para esto pero que es algo que ya dijimos mucho en Ni a Palos y, por eso mismo, estaría bueno darle una vuelta. No hay que soslayarlo pero tampoco quemarlo ni subirse a una cosa medio burocratizada. Hay un ruido en lo de Fresneda en la conferencia de hoy. El cartel de “Aquí también la Nación crece” a todo, a veces es un poco innecesario. Son esos detalles. Habría que ver si al calor de todo esto no es el kirchnerismo un “triunfo” de las abuelas y no al revés.
De: Federico Scigliano          5 de agosto de 2014, 19:57
Estela dijo, “Me llamó Cristina y lloramos juntas”, no había qué agregar a eso. De todos modos son los bordes de esta época, el exceso de una cosa que tiene potencia por sí misma. Igual es imponente la fuerza de este tema en la sociedad argentina. Los derechos humanos son agenda hace más de 30 años. Igual, Estela, cuya consagración estuvo de la mano de ser la cara contraria a Hebe, en el momento menos pensado repuso la historia política de su hija y de su compañero “con el que tuvo una historia de amor clandestino” y cortó la cadena de la dulzura de los tuits emocionados de todo “el arco político”. Asimilación y ruptura, ese es el bandoneón de todo esto hace 35 años. Así nada esta ballena entre nosotros.
De: Sebastián Scigliano          5 de agosto de 2014, 20:13
¿Por qué los nietos post Cabandié son diferentes que los nietos pre Cabandié? Qué es lo mismo que decir los nietos antes y después de Néstor. Son nietos que sobresignifican, que desbordan el sentido ceremonial de la recuperación de la identidad, del DNI nuevo, el nuevo nombre y la terapia, y pasan a componer una trama reivindicatoria / reparatoria, que antes de Cabandié no dejaba de ser de gueto. Ahora inunda la tapa de La Nación. Estela dijo que era una reparación, y que su nieto haya aparecido ahora y no antes de Néstor es una casualidad con mensaje. Si es cierto que el pibe se activó con el spot de la selección, ahí también hay algo, cierta amalgama que cambia el sentido de la cosa, de los gorritos con publicidad del Coco Basile a usar también el fútbol como un ariete, dirigir los cañones todos al mismo lugar, dotar de sentido a todo. Un política de los símbolos que es más que el Nestornauta. Y el tweet de Mascherano cierra el círculo. Un contacto de fb escribió: “Mascherano hace el spot de abuelas y hace aparecer al hijo de Estela”.
De: Federico Scigliano          5 de agosto de 2014, 20:48
Cuando se cumplieron 20 años del golpe, La Nación ignoraba o editorializaba con los argumentos de los genocidas; cuando se cumplieron 30, en 2006, la tapa era la Teoría de los Dos Demonios -hicieron algo con dos hijos, una de desaparecidos y otro “víctima el terrorismo”-; la tapa de hoy es impensada, incluso contra sus propios lectores. Hegemonía es cuando hasta tu enemigo habla tu lengua. En la home de La Nación de hoy está eso, y más.
De: Diego Sánchez          5 de agosto de 2014, 21:06
Lo del consenso -aunque siento que me alejo un poco- me da la impresión de que deja entrever también otra cosa: hasta qué punto esta noticia lo terminó pelando al kirchnerismo de todas las capas geológicas acumuladas en estos últimos y agitados años, y llegó hasta un hueso que rompe también otro “consenso”: eso de que para un sector de la sociedad cualquier cosa asociada al kirchnerismo, todas sus políticas, están viciadas, podridas, etc. “La grieta”. La figura de Estela, la lucha de Abuelas, su construcción política, y la aparición de Guido parecen romper, aunque sea por un rato, el blablabla de la “apropiación del discurso”, y termina siendo festejado por todos, o al menos por una inmensa e impensada mayoría. ¿Cómo se ve el kirchnerismo, y la política de estos últimos diez años, y la política de acá en adelante, frente a ese espejo? Es una figura política muy importante Estela.
De: Diego Sánchez          5 de agosto de 2014, 21:13
Una cosa más. Algo corto, quizás remanido: hay toda una generación de jóvenes que resolvió su identidad, su nombre, sus gustos, sus características, el pensamiento, la lengua, la vestimenta, el diseño del tatuaje, lo que se les ocurra, a partir de las Abuelas. Es remanido porque no estoy inventando nada -es el centro de su peso histórico, la recuperación de las identidades- y también resbaladizo, porque muchas veces termina chapoteando en la generalización a la que suele caer la palabra “juventud” -no hay una sola juventud, no es “esa” la juventud y la otra no- pero sí es claro una cosa: una parte de la juventud de estos años es hija de la lucha política de las Abuelas -y los DDHH, en general-. Y no me refiero sólo a los nietos recuperados. Ahí también hay algo del consenso que hablábamos y que derrama una lengua y un protocolo de conducta a toda la sociedad.
De: Sebastián Scigliano          5 de agosto de 2014, 21:42
Sí, pero hay por lo menos dos generaciones, o dos capas etáreas de una misma generación, si se quiere, que se cocinaron en ese caldo: una, la de la “resistencia”, en la que los nietos eran solo nuestros, y se celebraban en fiestas con música de la Bersuit, y otra la de la estatización de los nietos, cuya aparición se comunica en cadena nacional. Que es un paso enorme e inimaginable entonces, que es la verdadera reparación, la verdadera justicia, pero que nos obliga a ensayar otros gestos para politizar. El paso de lo social a lo político, con el que se nos caía la baba en los ´90 y que a Kirchner le duró menos de un discurso resolverlo, se manifiesta también en el pasaje de la grey a la orga, de la fiesta a la conferencia de prensa. Y las ritualidades no son las mismas. Habría que ver si no es por ahí que se nos cuela La Nación de este lado, como si la dejara cómoda la pura sociedad civil ocupando el centro de la escena. El “mi hija la montonera” de Estela interviene ahí, pero Estela también es pura sociedad civil.
De: Federico Scigliano          6 de agosto de 2014, 8:33
Escucho a un genetista muy connotado que labura con Abuelas desde 1983. “El ser humano busca naturalmente su identidad”, esencializa. Lo escucho y pienso en la presencia del discurso de la sangre en todo esto y me parece que, a riesgo de ser un toque aguafiestas, habría que detenerse sobre este asunto de la sangre buena de los nietos. “La sangre tira”, “la sangre buena busca la sangre buena”. Si hay sangre buena hay sangre mala, entonces. Conozco a una hija biológica de apropiadores, la conozco mucho. Luchó al lado de su hermano apropiado como nadie para que recuperara la identidad. Las esquirlas de esa explosión nuclear, cuando finalmente se supo la verdad hace más de diez años ya, todavía están pegadas a su cuerpo. Claro que en su caso el castigo es doble: ser hija de un hijo de puta, es decir, ser de sangre mala. Hay que tener cuidado con esto, pienso. Genética y política, vaya maridaje. El discurso de la sangre es aceptable sólo si esa sangre se politiza, y se pone en la historia, si no se vuelve higienismo de los buenos. También en ese guiso espeso se cuece este malambo.
De: Federico Scigliano          6 de agosto de 2014, 8:38
Mientras, un periodista enviado especial al Barrio Loma Negra le muestra al pibe que empezó el show. “Guido no está pero esta es su casa”, dice. Está en un barrio a las afuera de Olavarría, son las 6 de la mañana, la vereda tiene pasto, no hay ni curiosos. Los focos de iluminación de la cámara, sin querer, proyectan sobre la pared de la casa un sombra fantasmagórica. Vieja, afuera está la tele. En el jardín de la casa hay un perro que le ladra con bronca a los invasores.
De: Tomás Aguerre          6 de agosto de 2014, 10:28
No sabía qué decir hasta que Fede dijo Loma Negra, ahora tengo el deber patriótico de intervenir. Lo que para todos fue la segunda información, la anécdota, el contexto, para mi fue lo primero: “vive en Olavarría”, un comienzo de cuento walsheano. Me lo contó primero una periodista de allá, que ahora vive acá, que estaba yendo a Abuelas a la conferencia, porque el nieto de Estela era de Olavarría. Me dijo quién era, el nombre sonaba, me pasó su facebook, le miramos las fotos, dijimos las frases de rigor, que se parece, me di cuenta que lo tenía de amigo. Y esa boludez, “lo tenía de amigo”, como si significara algo, de pronto era más que una anécdota sobre la vida cotidiana en la era de internet. Quería decir un montón de cosas: que este flaco estuvo siempre ahí, que lo teníamos al lado, que le pasamos por la puerta de la casa andá a saber cuántas veces. Todos hicimos esfuerzos, justamente, de memoria, para tratar de recordar si lo habíamos visto alguna vez, tocando, en algún festival, en el teatro municipal. Pero tampoco importaba tanto porque la noticia era que estaba ahí: el flaco estaba en Loma Negra, que es cierto como dice Fede que es un barrio en las afueras de Olavarría, un barrio por el que cualquiera que vivió en Olavarría pasó alguna vez, para ir al club Loma Negra (el que jugó en Primera en los ochenta, el que le ganó 1 – 0 un amistoso a la Unión Soviética), para subir a la loma, para volantear una elección, para mostrarle la fábrica a algún turista extranjero de Capital, por ejemplo.
Ahí estaba el nieto de Estela, al que todavía no sabemos cómo llamar. Me acordé recién de una peli que vi en la facultad, “El centro” se llamaba, una peli de dos tipos que viajan buscando el centro geográfico de Europa. Que, claro, no es tan fácil por los cambios geopolíticos, por el límite ruso, por países que se agregaron, que se fueron, imperios que se desarmaron, entonces ese dato que parece objetivo, que se podría sacar científicamente, es objeto de disputas, de memorias, de relatos. Entonces los tipos viajan por varias ciudades, algunos pueblos, donde todos, todos, se reivindican como centro geográfico de Europa, hay un orgullo ahí. Hasta que llegan a un pueblito, en Austria, que por supuesto también afirma ser el centro geográfico de Europa: y ahora no recuerdo el nombre, pero era el pueblo donde aparentemente también habría nacido Hitler. Y de ahí, decían los documentalistas que recorrieron Europa, todo el empeño de sus pobladores por dejar de ser “ese” pueblo, el pueblo donde nació el mal.
Me preguntaba estos días qué significa esto para una ciudad como la nuestra, como Olavarría, más allá del momento ese raro donde movileros de Capital Federal se instalan en una vereda y cuentan cómo en los pueblos todavía se duerme la siesta. Qué significa, digo, empezar a tener una nueva identidad (también) como ciudad: ahora somos, además de todo lo que éramos, la ciudad en la que apareció el nieto de Estela.
Y aunque parezca impostado para que esto cierre bien, me pasó también que después de acordarme de Loma Negra, de la peli sobre el centro de Europa, me terminé de acordar de la plaza Álvaro Barros, la plaza en la que jugábamos al fútbol. Una plaza que al costado, abajo de un árbol enorme, tiene una placa encastrada sobre cemento, que recuerda que ese lugar específico, esa plaza en honor al fundador de Olavarría, es el centro geográfico de la Provincia de Buenos Aires. Andá a saber cuántas veces pasó el nieto de Estela por ahí.
De: Sebastián Scigliano          6 de agosto de 2014, 11:25
Ahí en su texto Martín Rodriguez acierta un poco. Sobre lo local, sobre la vida local, pre revolucionaria de los nietos. Que hay sociedad antes que Estado, dice, y tiene razón. Porque una razón reparadora no deja de ser una razón de estado, que se lleva puesta la micro vida, y la politiza, inevitablemente. Con vergüenza, antes, hasta con desgano. Con épica, ahora, y con alegría, por qué no. Estela está pidiendo prudencia con él, que no lo apuren, que le den su tiempo. Pero el pibe ya tiene una biografía pública, y una locutora hoy a la mañana pedía que toque con Baremboin y Marta Argerich, en serio. Primo Levi cuenta que cuando el ejército soviético liberó los campos de concentración usó las instalaciones de los campos como enfermería, como hospital para recuperar a los torturados. Que se bañaban en las duchas en las que antes iban a morir. Por ahí la analogía es una desmesura, pero me parece que ilustra lo complejo de los momentos bisagra, lo que irrumpe de sano y reparador y lo que queda del otro lado, que no se extingue cuando el Ministerio del Interior le de el nuevo DNI y apriete “delete” en la carpeta que antes llevaba su nombre de civil.
De: Diego Sánchez          6 de agosto de 2014, 12:55
A todo esto hace dos semanas que estoy en USA. Ayer me pasé viendo TN y 678 siguiendo lo de Estela. El lunes a la noche enganché un streaming pedorro sólo para ver si Cristina lo atendía a Tinelli. Estoy a ocho mil kilómetros de distancia y no me puedo sacar la coyuntura de encima. El Washington Post habla de las “Grandmothers of the Plaza de Mayo” y titula con esa impunidad hermosa que le da su independencia al manual de estilo democrático del periodismo argentino: “Un test de ADN cierra un misterio de la ‘guerra sucia’ en Argentina”. Y abajo insiste -es un cable de AP-: “uno de los más longevos misterios sin resolver de la “guerra sucia” que aún persigue al país”. Se cierra algo. Un amiga me acaba de decir por chat que “ayer acá había medio clima mundial de nuevo”. Y en Twitter algo se veía: sin contar los que salieron a cazar cínicos, todos querían decir algo, a todos los conmovía, inclusive vi amigos y conocidos de lugares impensados hablando de sus abuelas. Yo, por supuesto, soñé con mi abuelo, que se murió este año. Vida y política. E inconsciente colectivo. Me acuerdo de la frase del Almirante Anaya que usó Andrés Rivera en una de sus novelas: “No sé qué es lo que ocurre en este país, pero todo el mundo transmite algo”. Argentina es un estado de la mente y una máquina de producir historia.

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