martes, 28 de abril de 2020

OPINIÓN //// 26.04.2020 Sin lugar para la socialdemocracia: ¡Es hora de peronismo!

El autor reflexiona sobre el rumbo económico y político que debe tomar el Gobierno Nacional en el contexto del coronavirus. 
    Por Diego Rosa
    Foto: Leonardo Martinez
    En el marco del cataclismo pandemico sanitario-económico no hay lugar para lo copulativo (esto y también lo otro), es  momento de jugar  fuerte  y dejar la liturgia socialdemócrata. El presente es un humilde manifiesto que pretende exigir, con todo el apoyo al gobierno de Alberto Fernández, optar por el salvataje de las  economías  populares (trabajadores formales e informales, jubilados, pymes, comercios) a la mirada indiferente de bancos y billonarios.
    Se entiende la fuerte presión que vive el gobierno y todo lo que está haciendo en el plano sanitario con sus grandes aciertos, pero debemos subrayar que tenemos la oportunidad  de transformar el sistema financiero en pos de una soberanía financiera a merced de las economías siempre golpeadas por las crisis.
     Estamos viviendo el mayor cataclismo económico y no hay lugar para titubeos en términos políticos. La mecha es corta y si el gobierno titubea puede ser devorado en el lapso de unos meses por sus propios pasos. En el pueblo, la gran mayoría intuye, que se acompañarán las  medidas extraordinarias en momentos  dónde “lo real” del capitalismo quedó al desnudo.
    Se exige, en verdad, el aceleramiento de políticas financieras progresivas. Sugerimos y exigimos también la modificación de la ley de entidades financieras, el apoyo a leyes de gravamen a las élites billonarias de éstas latitudes, porque abundan registros históricos  de salvatajes a privados (bancos, multinacionales) por parte del Estado .
    La socialdemocracia ha muerto en el año 2008 de la mano de la caída de “Lehmann Brothers” no podemos seguir el modelo que ya ha fracasado en el mundo bajo la huestes  del neoliberalismo acérrimo. Es momento de aplicar un peronismo a la altura de la  pandemia, el Estado interviniendo en todas las vertientes de la esfera económica.
    Las razones se reflejan en los testimonios que desde el conurbano vienen a constatar la caída del PBI - en un 6 PC que avizora el FMI para la argentina - el peor de la región - según el organismo. Es hora de que se rescate al pueblo, porque el pueblo engrandeció a los bancos, las multinacionales y a la empresa  de Rocca. No olvidemos los episodios de las filas de bancos privados donde los jubilados padecieron la perversión del discurso amo financiero con la indiferencia de que les caracteriza.
     ¡Esto no va ser Bérgamo, Rocca, esto es Argentina! Debemos demostrarlo ahora, es el momento de que la peste  sea el  Estado, de peronizar  las acciones financieras, de que presionemos desde las bases, de la manera que sea: virtualmente, con aplausos, y hasta con cacerolas “anti-bancos”, las que se nos ocurran  en este momento de poca operación en calles.
    No puede ganar siempre el slogan de Friedrich Jameson “Es más fácil el fin del mundo, que el fin del capitalismo”, es hora de que los militantes dejemos de jugar a la mancha burócrata, y recuperemos el  sentido crítico ante lo que pasa y primero sugerir, luego exigir, que el presidente actúe como el peronista que es y no el hippie que desea.
    El pueblo necesita que al final de esta edición, o a los días, se materialicen estas demandas.

    lunes, 27 de abril de 2020

    https://images.pagina12.com.ar/styles/width470/public/media/articles/68628/whatsapp-20image-202020-04-27-20at-201-19-46-20pm.jpeg?itok=QjaeMFJr

    INGEBORG BACHMANN

    El tiempo postergado
    Vienen días más duros.
    El tiempo postergado hasta nuevo aviso
    asoma por el horizonte.
    Pronto tendrás que atarte los zapatos
    y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas.
    Pues las vísceras de los peces
    se han enfriado al viento.
    Arde pobre la luz de los altramuces.
    Tu mirada rastrea la niebla:
    el tiempo postergado hasta nuevo aviso
    asoma por el horizonte.
    Allí se te hunde la amada en la arena,
    sube por su cabello ondeante,
    le quita la palabra,
    le ordena callarse,
    le parece mortal
    y dispuesta a la despedida
    tras cada abrazo.
    No mires hacia atrás.
    Átate los zapatos.
    Corre los perros de vuelta.
    Tira los peces al mar.
    ¡Apaga los altramuces!
    Vienen días más duros.
    Traducción de Arturo Parada
    En la penumbra
    De nuevo metemos los dos las manos en el fuego,
    tú, para el vino de la noche largamente embodegada,
    yo, para la fuente de la mañana, que desconoce los lagares.
    Aguarda el fuelle del maestro, en quien confiamos.
    Al sentir el calor de la preocupación, el soplador se acerca.
    Se va antes de que amanezca, viene antes de que llames, es viejo
    como la penumbra en nuestras tenues cejas.
    De nuevo, él prepara el plomo en caldera de lágrimas,
    a ti, para un vaso -se trata de celebrar lo desaprovechado-,
    a mí, para el pedazo lleno de humo -este se vacía sobre el fuego.
    Así avanzo hasta ti y hago sonar las sombras.
    Descubierto está quien ahora vacile,
    descubierto, quien haya olvidado el dicho.
    ¡Tú no puedes ni quieres saberlo,
    tú bebes del borde, donde está fresco,
    y como antaño, bebes y permaneces sobrio,
    a ti aún te crecen cejas, a ti aún te contemplan!
    Pero yo ya aguardo el momento
    en amor, a mí se me cae el pedazo
    en el fuego, a mí se me convierte en el plomo
    que era. Y detrás de la bala
    estoy yo, tuerta, segura del blanco, delgada,
    enviándola al encuentro de la mañana.
    Traducción de Arturo Parada

    JOAQUINITO M S....LT...

    "Usé una metáfora que todos entendieron, menos los mala leche"

    Graciana Peñafort le contestó a Morales Solá


    https://images.pagina12.com.ar/styles/width470/public/media/articles/68542/1553973487190330007-0.jpg?itok=g9_lqh5Z
    https://images.pagina12.com.ar/styles/width470/public/media/articles/68568/mempoyohai_0.jpg?itok=ezdKcrG4

    Canallas, banca y mate amargo

     
    Por Mempo Giardinelli

    EL PAÍS 27 de abril de 2020 La popularidad al poder

    Imagen: Gentileza Presidencia
    Entre las noticias recientes más importantes se ubica el unánime apoyo de los gobernadores a extender el período de aislamiento.
    También ocurrió que la Corte Suprema falló casi exactamente en la dirección deseada por Cristina, para habilitar sesiones virtuales en el Senado; que Argentina rechazó los tratados de libre comercio encarados por sus socios del Mercosur porque “nos conducían a la pérdida de fuentes de trabajo”, y que hay un refuerzo extraordinario para la Tarjeta Alimentar junto con la convocatoria a empresas, productores y cooperativas, a fines de un nuevo proceso de compras estatales, más ágil y bajo el esquema de precios máximos.
    Resulta que, en los medios (casi) hegemónicos, el respaldo de todas las provincias fue irrelevante; los supremos fallaron en contra de la vicepresidenta; Argentina se retiró del Mercosur (???) y las decisiones de Desarrollo Social directamente no existieron.
    El centro es que encerrarse no da para más, que acecha o ya está el autoritarismo, que el Presidente va siendo cooptado por las hordas kirchneristas, que es una vergüenza importar médicos cubanos y que el rumbo hacia Argenzuela sería indetenible.
    Si sólo se tratara de cómo opera en bloque ese conjunto mediático no habría nada nuevo bajo el sol. Pero es mejor prevenirse frente a algunos síntomas.
    Se podría decir que la acción estatal, en lo que va del aislamiento, tiene tres perfiles delimitados.
    El primero consiste en medidas de asistencialismo básico en el fondo de la pirámide. En verdad, a través de la tarjeta alimentaria, el Gobierno procedió hacia allí desde su comienzo.
    Lo que se hizo, sobre todo en el conurbano bonaerense, fue multiplicar el reparto de alimentos. Tiene sus bemoles porque la ayuda en las barriadas populares, desde la crisis de comienzos de siglo pero antes también, es compartimentada.
    Además del Estado propiamente dicho, están las organizaciones comunitarias y territoriales orgánicas e inorgánicas; los curas; los evangélicos; los actores de la economía popular que por factores de proximidad enfrentan, un poquito, al fantástico negocio de la intermediación corporativa.
    La tilinguería remite ese entramado a la burda definición de estructuras clientelares, piqueteras, punteriles. Pero sin el activismo de ellas se viviría de sofocón en sofocón y hasta de estallido en estallido.
    La corrupción individual que pueda haber en esos segmentos asistenciales es una pequeñez al comparársela con los costos de que no existieran.
    Esa imbecilidad de los sectores de clase media otrora quejosos por acampes y cortes de avenidas es tan grande como la inconsciencia respecto de que, si no fuera por tales colectivos amparadores del mero reclamo de comida (y de planes, cómo no), tendrían un incendio tras otro preguntándose qué hacen esos pobres en la puerta de casa. O en el recibidor.
    Esas estructuras, detestadas por la dialéctica facha y desclasada del sempiterno oprimido que reproduce el discurso del opresor, están regulando la olla a presión. Por cierto, lo hacen con la ayuda inestimable de las propias víctimas.
    Habrá que apreciar cuánto aguanta esa malla protectora, si la única táctica es la legítima e ineludible emisión monetaria a que están echando mano todos los gobiernos del mundo. Sucede que eso opera sobre la demanda y no sobre una oferta restringida.
    Es emocionante la responsabilidad solidaria de gente hacinada en viviendas misérrimas; que vive al día con changas desaparecidas; que hasta se quedó sin La Salada, sin las ferias del menudeo, sin recursos mínimos que no sean los que les caigan del auxilio precario, y que sin embargo responden obedientes a las indicaciones de “quedarse en casa”, de no armar bardos incontrolables, de mantener la distancia física cuando salen a cobrar los dos mangos que con suerte les corresponden.
    ¿Quiénes son los que hasta ahora vienen dando el peor ejemplo? ¿Los conurbanos de la desdicha? ¿Los jóvenes abandonados a dealers y barones de la falopa? ¿Los intendentes “choriplaneros”? ¿Esos son? ¿O son los factores de poder que especulan en las góndolas, con el dólar a 120, rechazando que unos contados miles de megamillonarios paguen un tributo extraordinario?
    ¿La basura del país pandémico se llama primer y segundo cordón, por caso, o se llama Paola Rocca?
    ¿Se llama que Alberto se enamoró del aplanamiento de la curva porque le da popularidad o se llama como se llame tanto dueño de geriátrico, tanto formador de precios, tanto banco que la levantó en pala y sigue operando no con créditos a tasa reducida, sino en sus cuevas delivery (porque, a ver: ¿a quién cree usted, estimado lector, que pertenecen esos antros de “los mercados”?).
    En el escalón siguiente de los asistenciados, el Gobierno también socorrió (aunque, al parecer, en ejecución lenta) a pymes y monotributistas; con beneficios impositivos y con salvaguardas para el pago de salarios en las empresas privadas. Pero la dinámica de una economía virtualmente parada va por el ascensor, ya con cortes en la cadena de pagos. Y con la perspectiva, certera, de que las “cuarentenas focalizadas” no alcanzarán para reanimar.
    De nuevo: el Estado puede y debe asistir a la demanda tanto como para repartir asistencia entre el abajo y la clase media, pero el aspecto nodal permanece en de qué modo actuar sobre los medios de producción. “El campo” de amarroque concentrado, unos oligopolios que agrupan el andamiaje de productos y precios esenciales y, obviamente, una banca privada estrictamente dirigida a la financiación timbera.
    Eso lleva al tercer nivel, que es donde, por ahora, se trabaja más con anuncios de sanciones que con proceder efectivo.
    A algún factor de poder económico hay que ganarle, bajo riesgo de que en caso contrario se vea afectada la imagen de autoridad gubernamental.
    El Presidente, en la entrevista con Romina Calderaro publicada ayer en este diario, resaltó tener muy presente que la política es conflicto de intereses. Es tan cierto como que ese conflicto no siempre puede resolverse a diálogo infinito, y más cuando la/s otra/s parte/s no dan signos que no sean presionar en contra del grueso mayoritario.
    Se dice esto sin mella alguna de que el Gobierno es proactivo, que da respuestas día a día sin perjuicio de que gusten o no, con un Presidente que no duerme buscando soluciones y paliativos, habiendo en lo sanitario un trabajo enorme, eficiente, que agarró al toro por las astas a la primera de cambio. Al revés de lo que demoraron el primer mundo y la gran mayoría de sus líderes impresentables.
    ¿Qué más puede reclamársele al Gobierno, cuando encima viene de hacer una dura, pero lógica oferta a los acreedores privados? Le piden, otra vez, que presente su plan económico para saber a qué atenerse. Cómo se pagará, que es verbigracia por a quiénes se ajustará. Así se lo dijo a Martín Guzmán uno de los miembros-jefe de los fondos de inversión acreedores: Argentina tiene que mostrar un sacrificio que le duela.
    Dicho con todo el pudor exigido, como siempre, por el hecho de ser un simple comentarista, lo que estaría faltando es lo ya meneado por parte de no tan numerosos columnistas y especialistas del palo: medidas ejemplificadoras contra quienes cortan la torta.
    No es trosquearla, no es subirse a ninguna puerilidad antiempresarial e inconducente, no es perder de vista que venimos de un Estado ruinoso; no es correrse a la izquierda a lo pavote para, como de costumbre, hacerle el juego a la derecha desde la comodidad de no disputar el poder.
    Es una cuestión de supervivencia que el Gobierno sepa aprovechar el momento de favor masivo que lo acompaña. Si no es hoy para tomar riendas del comercio exterior, para sancionar a grandes taimados, para forzar a patrimonios casi incalculables y para timonear desde el Estado la producción y regulación de servicios indispensables, ¿cuándo lo sería?
    Ellos ya están sabiendo juntarse, incluso a despecho de una oposición partidaria inexistente. Presionan desde sus medios de comunicación, hablan de un Presidente a la deriva estratégica, llaman a bajar impuestos, advierten que hay poco menos que una dictadura institucional porque no funcionan ni el Congreso ni el Poder Judicial, reclaman el respeto por las libertades individuales cuando supieron demandar estado de sitio.
    Quien crea que el verdadero poder está débil porque Macri desapareció salvo para firmar una solicitada de energúmenos; porque sus comunicadores ya no consiguen más invitados que la comandante Pato, el comediante Fernando Iglesias y un puñado de símiles; porque lo único que se les ocurriría es alarmar contra la liberación de presos o advertir sobre la injerencia de Cristina (que los pone nerviosos si se queda a un costado, y mucho más histéricos si aparece), comete un grave error de percepción.
    El poder no pasa sólo por las imágenes, pero sin imágenes fuertes no hay poder que valga.
    Si algo ha sabido construir el Gobierno es una imagen/realidad de saber estar al frente en una instancia inédita.
    No debe dormirse allí. Popularidad y poder no son la misma cosa. Tiene al pueblo dispuesto, porque nadie le ofrece algo mejor excepto por los cantos de sirena de quienes lo llevaron hasta acá.
    Y quienes lo condujeron aquí vienen de antes del coronavirus.