miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ucrania: una mojada de oreja poco reflexiva

Estados Unidos hizo mal cálculo en Ucrania. Creyó que meter allí un conflicto a partir de las fantasías de algunos ucranianos que se imaginan que entrar en la Comunidad Europea es como ser invitado a entrar a palacio y disfrutar de las holguras y frivolidades del trono.
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Por Ciro Annicchiarico
El actual conflicto de Ucrania está reflotando y haciendo visible en la superficie viejos conflictos y tensiones que van mucho más allá de la pretensión del pueblo ucraniano de pertenecer a la Unión Europea o a la Federación Rusa. Eso es pura cáscara superficial. De haber sido aquélla la única verdad, el debate ucraniano por pertenecer a uno u otro concierto de naciones no hubiese traspasado las fronteras de ese país. Hubiera sido la anocdótica situación interna de un país –una más- observada a la distancia como se lo hace ante un conflicto en Darfur o en Mongolia (¿Quién se acuerda de Mongolia y de lo que pasa allí?).
La crisis que desde hace cuatro meses comenzó a crecer en espiral más allá de la ex república soviética, tiene que ver mucho con la geopolítica global. Por un lado con el espíritu expansionista estadounidense, presente en su composición genética desde el origen mismo de ese país, que no necesariamente está relacionado con la defensa de su modelo capitalista, y nada con su alegado espíritu de defensa de la democracia y la libertad, por otro lado con un coctel compuesto por el sentimiento de orgullo herido ruso que se fue amasando silenciosamente desde la caída de la URSS, más la sensación de sentirse sistemáticamente desmigajados y acorralados por aquel ímpetu expansionista estadounidense, en el que la comunidad europea juega el lamentable rol de títere, y por la sensible complejidad cultural y hasta étnica que persiste en los paises que hasta no hace mucho formaban parte del Pacto de Varsovia, que para nada pueden asimilarse sencillamente a la cultura e idiosincracia de la Europa occidental.
Esta situación que hoy se ha puesto abruptamente bien al medio del escenario geopolítico mundial, tiene muchísimo que ver con la vieja estrategia norteamericana de acorralar a Rusia y eventualmente –su deseo último, tan inconfeso como irracional e inviable- de doblegarla y conquistarla por entero. El objetivo subyacente a toda política exterior estadounidense es avanzar en su construcción expansionista y, en el caso concreto de Rusia, terminar poniendo de rodillas todo el norte del mundo y en particular a un país que en términos históricos recientes lo desafió con un modelo que cuestionó la autenticidad de sus principios y la verdad de la supremacía de su poder. Todo el mundo, por lo menos mínimamente informado y con sus neuronas funcionando adecuadamente, sabe que para EEUU son “controversiales” y “enemigos” no los países que niegan la democracia y la libertad, sino los que complican sus intereses.
La bandada de dictaduras antidemocráticas y criminales que EEUU apoyó en Latinoamérica en las décadas de los sesenta y setenta, y el apoyo que brinda a numerosas dictaduras en el resto del mundo, lo pone bien en evidencia. El ex presidente John Quincy Adams (presidencia de 1825 a 1829) fue muy claro al respecto, como un paciente asaltado por el afloramiento de su inconciente en medio de ua sesión de la terapia, afirmó: Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes. Pocas veces una definición más adecuada saliendo de la cara de un hombre con una de las expresiones de rapacidad más perfectas que la naturaleza haya diseñado. Kissinger, en épocas más recientes, recordó esa frase en ocasión de un conflicto centroamericano. Los únicos que parecen no enterarse de esa verdad son los propios estadounidenses, en su gran mayoría, hipnotizados por el poderoso manejo mediático y cultural con el que son bombardeados a diario.
Pero EEUU hizo mal cálculo en Ucrania. Creyó que meter allí un conflicto a partir de las fantasías de algunos ucranianos que se imaginan que entrar en la Comunidad Europea es como ser invitado a entrar a palacio y disfrutar de las holguras y frivolidades del trono, iba a ser un paso más de minué en el tablero europeo próximo a Rusia. EEUU viene perdiendo el predominio hegemónico mundial desde hace dos décadas. No solo que aparecieron en escena fortísimos competidores económicos que hoy día determinan el comercio internacional (China, Brasil, India), sino que en el mundo se están tomando hoy decisiones prescindiendo de sus opiniones (Brics, Unasur, Alba, Celac).
El problema es que EEUU sigue siendo la primera potencia bélica mundial, y cree que solo con eso es suficiente para imponer sus criterios. Entonces comete errores. Con su afán intervencionista siembra agitaciones y genera conflictos que a poco andar se le van de las manos. Un claro ejemplo de eso son las llamadas “primaveras árabes”, fomentadas por la inteligencia norteamericana con el fin de ampliar su ingerencia en el medio oriente, pero que su evolución muestra un rumbo imprevisible y de muy incierto destino. Ucrania se parece cada día más a una osadía irreflexiva, a una tocada de oreja que más que asustar originó una secuencia de reacciones en cadena que por el contrario a voltearle otro trebejo a Putin, pareciera que lo que va a lograr es una respuesta airada y contundente por parte de la “madre Rusia”, olvidando que el pueblo ruso, históricamete, se cohesiona y reacciona ante los ataques como un oso enfurecido, más allá de cualquier ideología que coyunturalmente comande sus destinos.
El que olvide la magnitud de la contraofesiva soviética de 1942 contra los nazis, que todos creían que ya habían tomado Moscú, apoyada en el clamor ¡la madre Rusia nos convoca!, y no en los principios socialistas, se pierde un dato más que sigificativo de la historia. Aunque los resultados son por cierto impredecibles, podemos imaginar razonablemente una cronología de hechos verdaderamente preocupantes a partir de la actual intentona de desestabilizar Ucrania, en la que vemos que EEUU persiste molestando a Rusia con una sanción económica tras otra, como un domador inexperto que pincha una y otra vez al oso con una punta desde fuera de la jaula, sin darse cuenta que la jaula puede llegar a ser de utilería. Pero en todo caso, si bien las características y límites precisos son por ahora muy indefinidos, lo cierto es que ante la evidente intensificación del conflicto día a día, una profunda reconfiguración del tablero internacional está próximo a verse. Ojalá no sea con sangre, aunque ya se la está viendo en demasía. Porque la sangre siempre, en cualquier caso y bajo cualquier bandera, la ponen los pibes y las familias desesperadas que corren por las calles.

La Agricultura familiar llegó para quedarse

"El sector representa el 20% del PBI del sector agropecuario nacional, el 20% de tierras productivas y el 27% del valor de la producción. Comprende 30,9 millones de hectáreas totales y el 65% del total de productores", describe Favio Pirone.
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Por Favio Pirone (Asociación del Personal para el Cambio Rural)
Este año que concluye, ha sido, declarado por la Naciones Unidad, el Año Internacional de la Agricultura Familiar -AIAF- en consecuencia, también la Agricultura Familiar -AF- debe hacer su balance, en el marco de un país donde la matriz productiva esta intrínsecamente ligada al sector agrario y el aporte que hace el sector de la AF a la economía nacional es considerable. Algunas cifras que lo grafican, la Agricultura Familiar representa el 20 por ciento del PBI del sector agropecuario nacional, el 20 por ciento de tierras productivas y el 27 por ciento del valor de la producción. Comprende 30,9 millones de hectáreas totales y el 65 por ciento del total de productores. La actividad constituye el 53 por ciento del empleo rural.
El AIAF 2014, pasará a la historia como uno de los años internacionales oficialmente declarados por la ONU que ha suscitado la más amplia y diversa participación social, y que ha alcanzado el mayor número de avances concretos favorables a la Agricultura Familiar. En nuestro país ha contribuido a visibilizar al otro campo, ha puesto en evidencia la dualidad del sector agrario nacional. Una Agricultura eficiente comercialmente que aporta divisas a nuestro país y una agricultura de base familiar que busca su destino en la provisión de alimentos sanos y saludables para nuestra población. Ha conseguido demostrar, frente a la ofensiva de las multinacionales y de la agricultura industrial, que la Agricultura Familiar no pertenece al pasado sino que es el modelo sostenible por excelencia para Alimentar al Mundo y Cuidar el Planeta.
En el mismo sentido la Argentina, a través de su ministerio de Agricultura ha sabido interpretar las demandas de las organizaciones representativas del sector de la AF y ha creado auténticas plataformas de diálogo y negociación sobre políticas públicas nacionales. De hecho a través de estos escenarios de participación política es que se planteo la necesidad de promover una ley de Agricultura Familiar. La misma declara de interés público a la agricultura familiar "por su contribución a la seguridad y la soberanía alimentaria del pueblo", al tiempo que se propone corregir disparidades en el desarrollo regional mediante la reconversión económica y productiva.
Una Ley histórica que ampliará derechos en el interior profundo de nuestro país. Con esta herramienta, desandamos décadas de invisibilidad de un sector estratégico, que se potenciará con apoyo firme del Estado nacional y podrá hacer un importante aporte al abastecimiento de alimentos sanos a la mesa de los argentinos. La norma permitirá avanzar en la consolidación de un modelo agrario más nacional, popular e inclusivo, sustentable en términos económicos, pero al mismo tiempo en términos sociales y ambientales.
Ahora bien, para que esta ley no quede en letra muerta, se necesitan, al menos, dos elementos: 1- voluntad política del Gobierno argentino, descontada este año próximo, y 2- unidad de las organizaciones de la sociedad civil interesada en el sector de la AF para sostenerla en el tiempo. En este segundo punto me quiero detener y hacer un llamamiento impostergable. El sector de la AF necesita un Unidos y Organizados del ámbito rural. Organizaciones agrarias, de desarrollo rural, de consumidores, ONG, centros de investigación, gobiernos y organismos internacionales. Entre todos se necesita avanzar en el reconocimiento del rol que desempeñan los agricultores y las agricultoras familiares en la alimentación sostenible de la humanidad. Es fundamental también, que las organizaciones se organicen de forma más eficaz para sostener y profundizar las políticas que los atiende, las fuerzas políticas deben también contribuir a esa unidad del campo popular. Es considerable el rol que juega el Frente Agrario Evita en la construcción de esa unidad. Es saludable la noticia de la aparición del Frente Rural de La Cámpora, mucho tendrá para aportar.
En los pendientes de este gran año, nos queda complementar aún más la mirada de los técnicos con la de los decisores de política pública. Pero fundamentalmente, la gran deuda es la de las organizaciones incorporando en el desarrollo rural a los trabajadores asalariados de nuestro campo, esos peones rurales que son muchas veces agricultores familiares y viceversa. Para eso hemos reformulado el estatuto del peón rural apenas asumido nuestra presidenta su segundo mandato. También las instancias institucionales como el RENATEA y la Secretaria de Agricultura Familiar deben encarar juntos este desafío.
La Agricultura Familiar ha llegado para quedarse en el corazón productivo de nuestro interior profundo. Este año,  se ha instalado la idea de instaurar el derecho de los pueblos a producir una parte substancial de sus alimentos, como la verdadera manera de combatir el Hambre y la Malnutrición, y como condición indispensable para posibilitar el desarrollo de los pueblos marginados, hoy en el reparto de la riqueza nacional.

Denuncian vaciamiento en empresa del Grupo Indalo

La seccional General Rodríguez de ATILRA afirma que la firma "La Salamandra", gestionada por Indalo, intenta vaciar la empresa mientras especula con el trabajo de 25 familias.
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Por Rodrigo Lugones
Desde el mes de octubre, 25 trabajadores lecheros se encuentran acampando en la fábrica “La Salamandra”, ubicada en la localidad de Torres, productora de quesos y dulce de leche.

Adquirida por el Grupo Indalo (propiedad del famoso empresario Cristóbal López, dueño del canal de noticias C5N), que no contaba con experiencia en el rubro lechero, fue entrando en un proceso de crisis paulatino.

Desde que el Grupo se hizo cargo de la firma, la producción cayó, la calidad de los productos empeoró y las condiciones de trabajo fueron desmejorando día a día. Se adeudaron pagos de sueldos, se contrajeron deudas con los proveedores y se intentó vaciar la fábrica como última medida.

Las instalaciones fueron saqueadas: computadoras robadas, libros contables desaparecidos, puertas violentadas y parte de la producción destinada a la exportación fue sustraída del inmueble. Todo aquello que no pudo ser robado fue destruido: máquinas, aires acondicionados, herramientas de trabajo, etc.

Se destruyeron máquinas, muchas otras fueron vendidas como chatarra por menos de la mitad de su valor comercial y, a su vez, se violentaron las instalaciones: rompieron puertas y ventanas para ingresar.

Los trabajadores tuvieron que establecer turnos rotativos durante las fiestas para vigilar la fábrica y así evitar que el Grupo aprovechara las fechas para llevarse lo poco que quedó dentro de la misma.

Hoy por hoy, a pesar de que existen ofertas serias de otros empresarios que quieren comprar la firma, Cristóbal López se niega a venderla, pero tampoco quiere ponerla a producir. Pareciera que lo que López busca es perpetrar alguna maniobra financiera y no apostar a la producción. Ergo, 25 trabajadores pueden quedar en la calle.

En un comunicado oficial difundido por el sindicato se puede leer lo siguiente:

“Buscan asustar para ajustar, quieren volver al pasado, a la flexibilización, a los salarios del hambre y a la desigualdad. Movilizaremos toda nuestra fuerza para hacer oír nuestro reclamo. Nos manifestamos en estado de alerta con el objetivo de defender la fuente laboral de los compañeros lechero.

Sólo la unidad y la organización de los trabajadores podrán frenar la embestida contra el movimiento obrero que plantean las patronales de cara al 2015. Desean un cambio de gobierno para volver a sus políticas de ajuste, el movimiento obrero deberá dar la batalla para evitar que la variable de ajuste, una vez más, sean los trabajadores.”

Con el fin de llevar a conocimiento público el conflicto, la seccional Gral. Rodríguez de ATILRA (Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina), llama a movilizar a sus trabajadores a cualquier lugar donde el Grupo tenga presencia.

Cromañón: para el periodismo, la culpa es de los jóvenes VIERNES 03 DE ENERO DE 2014 17:43

Cómo analizó el periodismo especializado lo que ocurrió en el boliche ubicado en el corazón de Once. La estigmatización del rock barrial.
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Por Rodrigo Lugones
Cuando la década de los 90 comienza, Los Redondos empezaban a dar sus primeros conciertos masivos. La banda, que había empezado como un colectivo contracultural con performance, música, improvisaciones, e intervenciones hijas de la revolución cultural de los 60, había mutado con el tiempo inclinándose sólo por la música. Con este cambio  también, llegaría el recambio generacional. El público que antes era de una clase media intelectual de La Plata o Capital Federal (cineastas independientes, artistas underground, periodistas, filósofos, etc.), comienza a ser reemplazado por muchos adolescentes que provenían del Conurbano Bonaerense, - los hijos de las lógicas, la cultura y la economía Neoliberal, los hijos de la destrucción del Estado-, es ahí donde se produce la gran entrada de los “Desangelados” al rock.
La muerte de Walter Bulacio a manos de la policía en una comisaría luego de torturarlo y masacrarlo a golpes, tanto como la conferencia de prensa luego de que su show en Olavarría fuera prohibido por el intendente Eseverri, son dos hechos fundamentales que marcan este recambio generacional, esta entrada de los “desangelados”, como los llamó el Indio Solari, a la historia del rock (las patas en la fuente del rock argentino).
Son esos mismos jóvenes los que después van a generar las dos “épocas doradas” de lo que se llamó “Rock Barrial” (clasificación de clase, prejuiciosa por excelencia), como público, o como artistas.  La primera de estas épocas surge a finales de los 80, principios de los noventa (La Renga, Los Piojos, Viejas Locas, entre otras), y la segunda, de mitad de los 90 a principios de los 2000 (a Callejeros, Los Gardelitos, Jóvenes Pordioseros).
En ese contexto surgen miradas en el periodismo de rock local que se oponen, estrictamente, a las expresiones populares surgidas del conurbano bonaerense. Las críticas son las de la eterna querella entre el “arte popular” y el “arte elitista”, es decir, habría un arte sofisticado al que hay que suscribir, y después una serie de expresiones lamentables que degradan la cultura. En base a esto, uno de los exponentes de esta corriente de pensamiento dentro del periodismo de rock, Eduardo  Fabregat, escribe en Página 12:
“…Ya basta de tibiezas: aun antes del 30 de diciembre de 2004, Ca$hejeros era una banda horrible. Sus discos de tapas impresentables eran una mala copia de un mal MP3 de un menjunje requemado de los Redondos, La Renga y Los Piojos. Su cantante ya era un gordito desafinado que fantaseaba infructuosamente con tener la verba, la pluma y la performance del Indio Solari. Sus guitarristas soñaban con algún día meter una nota, una sola nota, con la sensibilidad y justeza de Skay Beilinson o la garra de Chizzo. Si la prensa intentaba conseguir una nota con ellos era por la curiosidad de que semejante engendro arrastrara un Obras lleno, para tratar de entender cómo era que el público rockero de pronto se estaba conformando con tan poco. Ellos empezaban a disfrutar su status de Susana Giménez del rock, creyendo que negarse a dar notas o sacarse fotos bastaba para apoderarse de la mística de tipos que hicieron cien canciones mil veces mejores. Vendedores de humo, llamaban la atención por su poder pirotécnico antes que por su música. Eran una banda horrible entonces, lo siguen siendo ahora…”
Otro fiel exponente de la negación total de las propuestas de música popular surgidas como producto social de la lógica de 30 años de destrucción de la máquina del Estado, como propuesta de arte barrial, es Sergio Marchi, periodista que publicó un libro titulado “El Rock perdido”, donde se encarga de sostener la línea de siempre, el pasado, tan bello y hermoso de los que sí hacían buena música, hoy es destruido por estas bandas barriales de cuarta y por su público de negritos sin seseraCitamos:
“¿Pero quién va a meter presos a todos esos pendejos que se maman y van a causar kilombo porque es lo que les gusta y hay un montón que los ven y se prenden? No nos hagamos más los estúpidos en nombre de la corrección política: la culpa la tiene el público. Y en realidad, una porción, que no es tan ínfima como nos quieren hacer creer. Si no hay gente haciendo quilombo, estas cosas no pasan. No quisiera traer a colación el caso Bulacio, pero la conexión que me surge es: Redonditos de Ricota – Callejeros – Viejas Locas – Pastillas del Abuelo. Cuatro shows diferentes de bandas que arrastran un público similar. Cuatro lugares distintos (Obras, Cromañón, Vélez, Ferro). Cuatro organizaciones diferentes. ¿Cuál es la única constante? El público”.
Sergio Marchi encarna en persona la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, otrora mítico periodista del underground porteño, ahora abandonado, rehabilitado gorila y  tilingo, se asombra y se asusta por las huestes de jóvenes que ostentan un “asqueroso y villero vino en cajita”.
Entonces, para Marchi, la culpa de la tragedia de Cromañón recae en “el público”. Olvida totalmente todo el entramado de responsabilidades, ese maridaje entre el Estado y las instituciones que fallaron, encarnados por los funcionarios, los policías y el gobernador de la ciudad, los poderes económicos concentrados, encarnados por el grupo empresario dueño del boliche (Rafael Levy), Omar Chabán como organizador del evento, quien, para ahorrar dinero, no reunió las medidas de seguridad necesarias para que Cromañón no exista, y muchas otras cosas más. Todo esto para Marchi no existe, la culpa, así sin más, la tiene esa suerte de secta-lumpen, que se encargó de transformar al rock en una manifestación acultural, por eso le reclama, como buén burgués, a las fuerzas represivas, que se “encarguen” de “limpiar y controlar” a los “inadaptados”.
Mientras tantos, esos pibes
En contraposición a todo esto, debemos decir que fue el público, acusado de traidor, degradado, o “éticamente reprobable”,  el que tuvo que improvisar un valor salvaje de dimensiones inversamente proporcionales a las de la tragedia, hablando de la vida en el momento exacto en que la muerte se abría paso implacable; un valor que helaría la sangre de mil héroes, un valor valioso por lo acertado, porque se expresó en hechos, en la práctica, en respuesta inmediata a las necesidades imperantes en ese momento cruel.
¿Por qué  tuvieron que ser los pibes los héroes anónimos de esa noche? ¿Por qué todo el aparato estatal, estructuralmente hablando, no pudo responder a las demandas del pueblo? Entendiendo por Estado, desde el gobierno  de la ciudad y los funcionarios que debieron cerrar el lugar, hasta todas las fuerzas de seguridad y socorro que funcionaron mal y obligaron a tomar por verdadera, a partir de vivir en carne las heridas de la tragedia, la gravísima conclusión material que reza la canción callejera: “A la gente solo la ayuda la gente”, porque si en Cromañón no hubo más muertos fue porque los sobrevivientes y los músicos de Callejeros entraron a rescatar gente todas las veces que pudieron – hecho que consta en los expedientes -, y, también está probado en la causa que muchas víctimas murieron por entrar a rescatar a otros que no habían podido salir.
Los negros, los desangelados, los cabezas, ese “público” de “bajas pretensiones y exigencias”, le dio una cachetada práctica de ética y conducta, una paliza de vida y ejemplo a todos, salvando, incansables, a sus compañeros atrapados y ahogados dentro del local. Entraron, se metieron, salieron, volvieron a entrar, y así las veces que fueron necesarias, una, dos, tres, cuatro…, diez, las que sean.
Eligieron salvarlos aun a riesgo de morir, sabiendo que si morían era para que otro pudiera vivir, fueron capaces de entregar lo más valioso que tiene un ser: su existencia, despojándose por completo de todo rastro posible de egoísmo, trascendiéndose a ellos mismos como individuos, entregándose a lo común, a la tarea de unir en el esfuerzo todas las individualidades para volverse grupo a partir de la necesidad de salvación de sus amigos, y de sus compañeros desconocidos también, porque quienes salvaron pusieron en riesgo su vida para salvar a quienes no conocían, se arriesgaron por perfectos desconocidos, rompiendo las barreras del yo, y a su vez, revirtiendo la lógica de lo individual que impera, se produce y se reproduce en este sistema dominado por las ideas de la clase que apuesta únicamente por el egoísmo a favor de la ganancia, por lo absoluto en su sentido negativo, la clase del capital.
Vaya a los sobrevivientes el humilde homenaje que este cronista puede hacerles, dedicarles estas líneas.

Sobre Omar Chabán y Cromañón OPINION

El autor reflexiona sobre la reciente muerte del empresario de rock. "Omar Chabán fue responsable, eso es innegable, y tuvo un grado de culpa importante en todo lo que a Cromañón respecta".
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Por Rodrigo Lugones
Hablar de justicia (cuando ésta implica el sufrimiento mortífero de un ser humano, cualquiera sea) no es justo. El cáncer es una enfermedad de mierda que no se la merece nadie.
Omar Chabán fue responsable, eso es innegable, y tuvo un grado de culpa importante en todo lo que a Cromañón respecta. También es cierto que fue uno más dentro de una lógica empresarial basada en la precarización de recursos, el escatimo de gastos, chanchullos varios y dádivas. No fue el único, era parte de una forma, ilegal pero estandarizada, de negociar en la noche.
Sin embargo, también vale señalar que un árbol oscuro no puede taparnos el bosque: a la hora de las valoraciones no debe olvidarse que Chabán, también, fue una de las personas que más contribuyó para que la cultura rock underground salga a la luz. Apoyó a miles de bandas, fue a pérdida incontable cantidad de veces, e hizo crecer a la bestia que despues le soltó y mordió la mano (la bestia es el negocio del rock). Hoy harían falta propuestas como las de Cemento o el Bar Einstein. Lugares donde la lógica del mercado no sea la que rija las relaciones culturales. Un lugar donde, por ejemplo, Los Redondos sean posibles.
Todo eso "fue" Chabán. No se pueden soslayar sus responsabilidades (y muy serias) en el caso Cromañón, como tampoco dejar de reconocer el trabajo que llevó adelante. No se puede bailar sobre la tumba de nadie, menos sobre la de alguien que murió experimentando un sufrimiento atroz. No es posible. Este sentimiento nos hace superiores, de alguna forma, a su última versión.
Aún a pesar de la última y peor versión de Chabán sostenemos que una muerte no puede alegrar a nadie (de todas formas, entiendo perfectamente a quienes, atrincherados por el peor dolor, hoy despotrican contra él).
Solo eso.

10 años: No nos cuenten Cromañón OPINION

Agustina Claramut es militante de una agrupación que reúne a sobrevivientes de la tragedia. "Creo que nunca logramos dar el debate profundo: ¿por qué el lugar estaba abierto?".
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Por Yael Crivisqui
El 30 de diciembre su cumplen 10 años de una de las peores tragedias por las que atravesó nuestro país. El costo fue demasiado alto: 194 víctimas fatales. Pero también están las otras víctimas, los y las que sobrevivieron. Únicos/as testigos presenciales y para quienes, así como también para familiares de los y las que perdieron la vida adentro del boliche, el paso del tiempo es un peso pesado al que se enfrentan con lucha y memoria.
Para no olvidar se necesita de los testimonios. Por eso entrevistamos a Agustina Claramut, militante de la agrupación de sobrevivientes de la tragedia "No nos cuenten Cromañón".
APU: ¿Qué balance pueden hacer, 10 años después? ¿Hubo un antes y un después en la causa cuando en 2011 se revoca la absolución, dictaminada en 2009, de los músicos de Callejeros, y se los condena a prisión?
Agustina Claramut: Respecto a la tragedia el balance es bastante triste. A nivel social el eje se sigue poniendo en la bengala y en la banda. No hay, ni hubo en su momento, su debate profundo, serio, al respecto, un mea culpa de todos los sectores, principalmente del sector político. A nivel judicial, se refleja lo mismo, hubo ocho artistas presos inconstitucionalmente, en contraposición con tres funcionarios públicos. Desde mi visión, el lugar estaba abierto y habilitado, y eso es responsabilidad estatal. ¿Cómo puede ser que tengan una condena mayor la gente que fue a laburar ese día, que los responsables de que ese lugar estuviera abierto?
Respecto a la causa, sí hubo un antes y un después pero no solo porque se revocó el primer fallo, sino porque a partir de ahí, empezaron a pisotearle los derechos a los músicos de Callejeros. Va más allá del debate de la inocencia, ni al peor asesino, vos podés negarle sus derechos. Ensuciaron demasiado la causa.
APU: Cómo recibieron la doble noticia: el mismo día que Estela Carlotto – quien tanto los ha acompañado - recuperaba, después de años de búsqueda, a su nieto Guido, la Corte dictaminaba que la sentencia – sobre casi todos los integrantes de Callejeros- no era definitiva, por lo tanto recuperaban provisoriamente su libertad.
AC: Fue una semana muy movilizante. Lo de Ignacio Guido no lo podíamos creer, porque es como decís, Estela nos apoyó mucho, además de ser una excelente persona y un símbolo nacional. Festejamos como si Guido fuera nuestro primo, y Estela nuestra abuela.
Y a las pocas horas nos avisan que ya está, que los chicos salen en libertad. Demasiadas cosas juntas, muy movilizantes. Sabíamos que era una cuestión técnica que estuvieran en libertad y que no se había terminado el juicio, pero por lo menos habían recuperado sus derechos.
APU: ¿Podemos hablar a esta altura de un comienzo de reparación judicial?
AC: Hablar de una reparación judicial es un poco engañoso. Si hablamos sólo de la banda se podría hablar de que empezaron a subsanar los errores. No creo que nunca se pueda reparar que los hayan metido presos casi dos años, porque sí, porque se les ocurrió desoír a la Corte Interamericana de Justicia. Sinceramente sentí vergüenza por la justicia argentina.
Pero si hablamos de la causa en general, no hay reparación judicial que valga. No existe manera de reparar esto, faltan 194 pibes en sus casas. Muchos de nosotros todavía tenemos secuelas psicológicas. Ni siquiera metiendo presos a los verdaderos culpables, podemos hablar de una reparación, porque a mi estos diez años no me los devuelve nadie.
APU: ¿Cuál es la posición que ha tomado la agrupación frente a la condena de Diego Argañaras, ex manager de la banda y también integrante de la misma?
AC: La posición es la misma que para todo el resto de los integrantes, queremos la absolución. El trabajo de Diego no era controlar la habilitación (cosa que la prensa debatió mucho), no era saber cuántas entradas se vendían, no era saber si se pagan coimas o no. Diego fue y negoció con el dueño del lugar, (un tipo hasta el momento muy confiable en el ambiente del rock), acordó un caché, compró el lunch para la banda. Y nada más. Diego es inocente.
Cuando hablamos de “Callejeros”, hablamos de toda la banda, incluido Diego.
El problema es que los tiempos y los recursos judiciales que se pueden utilizar en el caso de Diego son diferentes, por ejemplo, la inconstitucionalidad de la prisión de los músicos, no lo alcanza a él, porque sí tiene dos condenas. Entonces hay que pelearla por otro lado.
La realidad es que el mayor error fue no firmar un contrato donde las cosas estuvieran claras. Si hubiera un contrato, no estaríamos debatiendo nada. Pero eso no es responsabilidad de Diego ni de Callejeros, en ese momento nadie se manejaba así.
APU: ¿Cómo sigue la causa de ahora en más?
AC: Ahora una nueva Cámara de Casación debe revisar el fallo, y dictar uno nuevo. Ese será el desempate para Callejeros, y probablemente el definitivo.
APU: En su momento, y para el proceso político que se venía desarrollando en el país, la destitución de Aníbal Ibarra, por entonces Jefe de Gobierno porteño, fue una de las consecuencias históricas de un sistema corrupto que ya venía haciendo aguas por todos lados. ¿Cómo les cayó ahora enterarse de su postulación para aspirar a ocupar el mismo cargo en el 2015? ¿Implica un retroceso?
AC: Cuando en el 2005 se lo destituyó, no se lo inhabilitó para ejercer cargos públicos. Si yo me lleno la boca hablando de los derechos de los músicos, no puedo pretender que se le avasallen los derechos a este tipo. Lo mismo me pasó cuando dejaron en libertad a Chabán por la enfermedad. Intento, en medio del dolor que todo esto provoca, ser consecuente con lo que digo y pienso. Entonces, el problema no es que se postule, porque el tipo está en su derecho. El problema es que la sociedad lo vote. Ese es el retroceso. Estuvo mal barajado desde el principio. Había que inhabilitarlo. Pero la destitución fue un poco una pantalla, porque los funcionarios de Ibarra seguían estando, y tres años después estaba postulándose para legislador, ganando una banca, y nosotros, pagándole el sueldo.
Yo no puedo, ni quiero, impedir que se postule. Lo único que espero es que esta sociedad se acuerde que la gestión Ibarra, se llevó la vida de 194 pibes.
APU: El hecho de que gran parte de quienes integraron Callejeros hayan recuperado su derecho a reinsertarse en la sociedad mediante el trabajo desató una gran cantidad de críticas por parte de sectores de la opinión pública. A ustedes: ¿se les dio, desde los medios masivos, la posibilidad de expresar su postura, ya que son una voz distinta a las que se escucha habitualmente en las grandes usinas informativas? ¿Se sintieron respetados?
AC: Los espacios que nos dieron fueron muy pocos, los medios masivos en general siempre nos trataron un poco mal. Yo fui a AM (programa que se emite en Telefé), y si bien todos fueron súper respetuosos (incluso gente que no estaba de acuerdo), Augusto Tartúfoli nos trató muy mal. A veces pasa, y bueno, son las reglas del juego.
Los medios independientes de verdad, los que no son tan masivos, siempre nos dieron lugar y nos trataron con muchísimo respeto.
APU: Entre las declaraciones que hizo “Pato” Fontanet en los medios, después de recuperar su libertad, dijo que Callejeros era la pantalla de distracción para que la gente discuta si son inocentes o no, mientras por atrás pasa todo. En su opinión ¿La sociedad prefiere la comodidad de buscar culpables fáciles, chivos expiatorios?
AC: La sociedad necesitaba chivos expiatorios, y bueno, le tocó a Callejeros. La realidad es que a todos nos incomoda sentirnos interpelados, porque cromañón se desata a raíz de cosas (lamentablemente) cotidianas, como por ejemplo una coima. Que es algo que cualquiera con un auto ha pagado alguna vez. Por eso creo que nunca logramos dar el debate profundo, ¿por qué el lugar estaba abierto? ¿Estamos seguros en la Ciudad? Y todo eso depende del Estado. No de un gobierno, de un Estado, y el estado lo conformamos todos.
Sí, yo creo que el poder político y el judicial crearon esta pantalla. Es mejor tener una sociedad dormida que condene a sus propias víctimas, que una sociedad despierta que exija que las cosas estén en orden.
APU: ¿Qué es lo que garantizará que Cromañón no vuelva a ocurrir nunca más?
AC: Principalmente que la sociedad pueda empalizarse con nosotros, que somos las víctimas. Mientras nos sigan viendo como inconscientes que perdieron fuego un lugar, no va a cambiar nada.
Una vez que se nos vea como víctimas, ahí la sociedad entera va a empezar a buscar a los verdaderos culpables. A la desidia y negligencia estatal, a la corrupción, a los bolicheros ambiciosos y mercenarios. Esa es la única forma de evitar que Cromañón vuelva a pasar.

Cromañón: diez años de aguante OPINION

El sistema intentó presentar una hipótesis reaccionaria: la cultura del aguante arruinó el rock. Tal deducción no puede sino negar la experiencia heroica de los 'desangelados' de Cromañón, los pibes que aguantaron, que salvaron.
http://www.eldiaonline.com/wp-content/uploads/2013/12/masacre-de-cromac3b1c3b3n.jpg
Por Rodrigo Lugones
Y si no te gusta
Te podés matar
Este es el aguante
Este es mi lugar
Aguante el Aguante
Aguanta también
Charly García – El Aguante
Repensar una trama tan compleja, que funde los traumas particulares del horror personal con una historia política universal (la historia de nuestro país, es decir, el resultado de las políticas neoliberales en su versión más desesperadamente siniestra), supone un gran esfuerzo. Más cuando la tarea está mediada por emociones descarnadas, por sentimientos que se contraponen, y por la locura. Qué fue Cromañón, sino, la locura del sistema en carne viva.
Se trata, nada más, ni nada menos, que de pensar cómo se interioriza una exterioridad histórica universal. Cómo un proceso histórico se condensa en una experiencia particular, cómo se conecta la pluralidad de lo social con la singularidad psicológica cuando experimentamos un acontecimiento tremendamente traumático (hablamos de una experiencia mortal, hablamos de la manifestación material de lo siniestro).
Por dónde empezar, qué decir y cómo decirlo. Son sólo algunas de las preguntas que se presentan. Lo principal, creemos, es remarcar el sentido que tiene nuestra voz, la voz de los que, de una u otra manera, fuimos (somos) parte. Una voz que adquiere su valor, precisamente, por no haber mirado a un costado y por haber sido activa, por ser una voz que tomó parte al construir su propio discurso. Una voz que se reveló contra un discurso dominante y contra una lógica comunicacional que la excluía. Ya que a la hora de elaborar los discursos que intentaron explicar la tragedia se han creado recortes ideológicos deliberadamente parciales, que posaron de neutrales.
El sistema intentó presentar una hipótesis reaccionaria: la cultura del aguante arruinó el rock, la culpa, por lo tanto, es de esta malformación popular, pseudo-futbolera, a la que miles de “inadaptados” sometieron a una cultura notable. Tal hipótesis no puede más que obedecer a un esquema de pensamiento absolutamente falaz y reaccionario. Tal deducción no puede sino negar la experiencia heroica de los “desangelados” de Cromañón, los pibes que aguantaron, los pibes que salvaron.
Roberto Perdía, en su reciente: “Montoneros, el peronismo combatiente en primera persona”, habla del aguante como la nueva resistencia de los pueblos frente al neoliberalismo y la presidenta Cristina Fernández, en la última plaza, habló del aguante como resistencia de los jóvenes.
En ese sentido, entendemos al aguante como una construcción popular, de resistencia barrial, de base, opuesta al reviente. Con sus limitaciones, desde luego, pero genuinamente popular. Fue el aguante, la resistencia popular de los jóvenes, quien dio vida en la muerte esa noche.
Tres periodistas escribieron una historia del rock coherente con una manera de entender el mundo y la cultura que excluía de plano las ideas, los sentimientos, y la propia experiencia de los pibes de Cromañón, una historia que demonizaba, con los cánones del sistema, al aguante.
Hablamos de Sergio Marchi, Eduardo Fabregat, y José Bellas. Cada uno en su propio ámbito se encargó de llevar adelante una cruzada contra el rock de los barrios. Detrás de las reaccionarias banderas del: “Todo tiempo pasado fue mejor”, con ligeras diferencias de estilo, cada uno de ellos se encargó de remarcar que “adelante siempre está atrás” y que, el problema, a fin de cuentas, eran los jóvenes que, de pronto, se conformaban con bandas mediocres y reproducían conductas éticamente reprobables (al tiempo que acusaban de asesinos a los músicos y alababan al dios underground Omar Chabán).
Mientras Chabán huía con la bolsa de la recaudación la noche del 30 de diciembre del 2004, los pibes de Callejeros (los “músicos mediocres”) junto con su público (el del aguante), entraron a rescatar compañeros que estaban siendo asfixiados por el cianuro que contenía el humo mortífero de Cromañón. Humo que se produjo por un “ahorro” de recursos, decisión exclusiva del “magnífico gestor cultural” Omar Emir Chabán (si bien es cierto que hoy por hoy faltan lugares como Cemento, donde la lógica comercial no domine las relaciones culturales, es necesario destacar que no podemos aceptar que un lugar que sea justo con los artistas, y plantee una lógica distinta a la del mercado, lo haga al precio de la muerte).
Los pibes y los músicos aguantaron. Aguantaron la toxicidad, aguantaron la mentira, aguantaron el dolor, aguantaron la muerte, aguantaron la vida. Bancaron la toma cuando nadie bancó, cuando los quebrados se dieron vuelta y los conjurados se multiplicaron. Ahí estuvieron. Se plantaron, porque lo que había que defender era la posibilidad de la vida, la posibilidad de una construcción que permitiera vencer, poéticamente, a la muerte.
Los pibes que aguantaron y lograron cambiar la percepción social que se tenía sobre la banda, ganándole al discurso hegemónico, se llevaron uno de los mayores tesoros, el acompañamiento de las Abuelas de Plaza de Mayo. Aquello que terminó por definir, ideológicamente hablando, de qué lado estamos. Esto aprendimos durante los últimos diez dolorosos e intensos años.
La vida, en éste sentido, no es otra cosa que una sucesión de duelos, que es preciso atravesar: ¿de dónde podremos agarrarnos frente a la muerte? Quizás de la palabra, quizás de un proyecto.
Utilicemos la palabra para reconocer lo que pudo el aguante de los pibes en éstos diez años: sobrevivir a la tragedia, organizarse, alzar la voz, crear un discurso, identificar a los reales responsables (políticos y empresarios), disputarle verdad al discurso hegemónico mentiroso, salvar a otros, defender a los músicos inocentes, salir de la muerte para entrar en la vida, salir de la inocencia para pensar y comprender, políticamente hablando, el entramado social, en suma, lograr hacer algo con aquello que hicieron de nosotros.
A diez años seguimos pidiendo, como en la hora cero, que Cromañón no se repita. Defendemos la inocencia de la banda, rescatamos el legado heroico de los pibes (los que no están y los que quedaron, que necesitan el amor para ver más allá del horror), y afirmamos que hemos construido una ética coherente con nuestras ideas y nuestra práctica. Hemos vencido, de algún modo, a la muerte, aunque ese sea un camino que continuamos recorriendo (los que no somos sobrevivientes, y los que lo son).
Este texto está dedicado a los sobrevivientes de Cromañón