jueves, 23 de octubre de 2014

› EL SECRETARIO DE JUSTICIA, JULIAN ALVAREZ, EXPLICA LOS PUNTOS CENTRALES DEL PROYECTO PARA EL NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL “Se busca acelerar los tiempos en todas las causas”

Por Nicolás Lantos
“Nosotros estamos dando una transformación global del sistema jurídico argentino, y lamentablemente se lo analiza en términos coyunturales: si es el momento, si no es el momento”, se lamenta el secretario de Justicia, Julián Alvarez, a propósito de la recepción al nuevo Código de Procedimiento Penal que el lunes por la noche anunció la presidenta Cristina Kirchner y que ayer ingresó al Senado para su tratamiento. “El esquema legislativo que estamos generando es estructural y para esta época, la del Bicentenario. La respuesta a esto son chicanas: cuando mandamos el fuero del consumidor dijeron que íbamos a entrar a los campos a expropiar la soja; cuando mandamos el Código Civil dijeron que íbamos a entrar a los bancos a secuestrar los dólares. Ahora con el Procesal Penal, dicen que buscamos garantizar la impunidad. Esas son chicanas, no críticas. Como decir que el código es muy de izquierda o es muy de derecha”, señaló Alvarez a Página/12 en su despacho, donde explicó los puntos centrales de la propuesta y rebatió las críticas opositoras.
“Nosotros ya cerramos el digesto, pasamos de 33 mil normas a tres mil, que son las normas vigentes en la Argentina. En una segunda fase de trabajo, actualizamos los códigos de fondo. Hace tres años comenzamos con el Código Civil y Comercial, y con el Código Penal. Tercera fase de trabajo: la estructura del Poder Judicial, las leyes conocidas como de democratización de la Justicia: el ingreso al Poder Judicial, su funcionamiento, las Cámaras de Casación, lo estructural. Cuarta fase, lo procedimental. Ahí vienen el Código Procesal Penal y para el derecho privado, el fuero de la Justicia del Consumidor, normas procedimentales, no de fondo”, continuó detallando Alvarez.
–¿La reforma apunta a otorgarles más poder a los fiscales?
–El Ministerio Público es un órgano extra poder independiente. En todo el mundo no existe un ministerio público débil porque lo que necesitan justamente es poder para investigar y motorizar los procesos. No se puede tener un sistema en el que los fiscales no pueden investigar. Sin embargo, en última instancia el poder de decisión recae en el juez, que va a tener mucho más poder de decisión. Ya no va a estar ocupado reuniendo pruebas, sino simplemente va a tomar decisiones sobre la validez de las pruebas que se le presenten. Los fiscales investigan, los defensores también investigan y se defienden, porque los defensores también pueden presentar prueba, y el juez, imparcial, decide quién tiene la razón. Además, se le da más poder a la víctima, porque incluso si el fiscal no quiere investigar, con el nuevo código, la víctima va a poder decidir seguir haciéndolo.
–Se acusa al Gobierno de sancionar este código para buscar que caigan algunas causas por corrupción.
–Es exactamente lo contrario: este código busca que haya condenas. Revertir la ecuación que hace que de cada cien procesados sólo treinta reciban condena. Este código busca acelerar los tiempos de todas las causas, incluyendo las de corrupción. Ya no van a durar diez años los expedientes, cajoneados, para que eventualmente un juez, según la conveniencia política, decida dejar proscribir o acelerar la causa. En un año, como todos los ciudadanos, procesado a juicio y condenado.
–¿Eso no quitará tiempo para reunir pruebas en delitos que son muchas veces complejos?
–En los casos complejos se duplica o hasta triplican los plazos para conseguir pruebas. Pero se ponen plazos perentorios, no para la causa, sino para el juez y el fiscal, que si no resuelven pueden ser sancionados.
–¿Plantear la expulsión de extranjeros que delinquen no contradice la política migratoria?
–El articulado dice lo siguiente: cuando un extranjero, en condición irregular, no cualquier extranjero, comete un delito en flagrancia, es decir que lo agarran con las manos en la masa, en el momento en que lo está cometiendo, ¿qué salida le vas a dar? La expulsión del país. Es algo que está presente en numerosas legislaciones del mundo. Esto no afecta nuestra política migratoria, los vínculos con la Patria Grande, la ampliación de derechos a los migrantes. Además, en esos casos, la expulsión es una de las soluciones posibles, de acuerdo con lo que decida el fiscal de la causa, con la opinión de la propia persona, teniendo en cuenta cuestiones como el arraigo familiar del individuo, entre otras situaciones. Esta norma está dirigida a quienes ingresan al país para robar, punto. Tampoco se va a aplicar a delitos insignificantes, nadie va a ser expulsado del país por colgarse del cable.
–Cuando se incorpora la figura de “conmoción social” como factor a la hora de decidir la prisión preventiva, ¿no se les da más poder a los mismos medios que se viene combatiendo hace años, que tienen injerencia en la opinión pública?
–Bajo el nuevo código habrá prisión preventiva de acuerdo con el fallo Díaz Bessone: si hay peligro de fuga o de entorpecimiento de la causa. Igual que hasta ahora. Pero entre los supuestos de peligro de fuga se incluye la conmoción social que haya causado este hecho. Esto se pensó para casos excepcionales donde se privilegia el bien de la sociedad. Por ejemplo, ante una sensación muy fuerte de impunidad. En ese sentido es importante que aparezca este parámetro, siempre que esté como condicionante la posibilidad de fuga o entorpecimiento de la causa. Además, la prisión preventiva, en el nuevo proceso, se vuelve superflua, porque al acortarse los plazos ya no habrá individuos que pasen siete u ocho años presos a la espera de una condena, sino que todo se resolverá en un año o menos.
–¿En qué instancia se encuentra la reforma del Poder Judicial que inició hace ya más de un año y medio la Presidenta?
–Yo diría que la reforma arrancó cuando Néstor Kirchner bajó los cuadros y dijo que la Argentina tenía que tener como premisa los derechos humanos. Esto impactó en la sociedad y también en la Justicia, instalando un nuevo consenso, de dignidad humana y ampliación de derechos. Luego vino la transformación de la Corte, y la transformación poco a poco de sujetos que fueron volviéndose factores de poder en un medio que nunca había sido traspasado por un cambio de tal magnitud. Eso fue muy fuerte y sigue en marcha. El Código Procesal Penal es parte de la democratización de la Justicia. El Código Civil y Comercial también es parte de la democratización de la Justicia. Las leyes de defensa del consumidor también son parte de ese proceso.
–¿Y las leyes que impulsó Cristina Fernández de Kirchner? ¿En qué instancia se encuentran?
–Las seis leyes de 2013 son parte de un proceso que tuvo una declaración de inconstitucionalidad en un punto concreto, que es la elección mediante el voto popular de los miembros del Consejo de la Magistratura, que es un punto netamente político: estamos discutiendo si los consejeros del órgano político del Poder Judicial son elegidos por el pueblo o por estamentos cerrados. Bueno, la Corte decidió que debía ser por estamentos cerrados. Yo sigo creyendo que un sistema democrático de gobierno se va volviendo más perfecto cuantas más decisiones pueda tomar directamente el pueblo. El resto de las normas que se redactaron hoy están vigentes: hoy hay acceso democrático al Poder Judicial, un nuevo sistema de declaración jurada de jueces, están creadas las Cámaras de Casación, que estamos poniendo en funcionamiento, hoy hay otra ley de Consejo de la Magistratura. Antes había 200 jurados que decidían quién era juez en los concursos. Hoy hay 1500. Eso es un proceso de democratización concretado. El avance es muy profundo, aunque desde afuera sea difícil de percibir. Democratizar un poder entero como el Judicial es muy complejo y no tiene que ver sólo con las normas, sino con la conciencia que se crea hacia adentro de ese poder.
–¿Cuál es el perfil de juez al que apunta este sistema?
–Yo creo que un juez tiene que tener tres características: tiene que ser democrático, tiene que ser independiente de las corporaciones tanto políticas como económicas, y tiene que hacer sus sentencias mirando al más débil. La sentencia es un hecho político. Enrique Petracchi decía que los jueces son políticos, les guste o no, y si no serán como el cangrejo, que es crustáceo y no lo sabe. Eso no implica que hagan política partidaria, pero uno no puede decir que un representante de un poder del Estado no es político. Esa es una de la cuestiones centrales. En la Argentina la academia intentó formar operadores jurídicos como si fueran máquinas que resuelven mediante silogismos, pero los jueces son seres sociales que realizan sentencias mediante conductas humanas vinculadas con sus valores. Hay que romper esa ficción.
–¿Qué pasó con la reforma del Código Penal? Fue anunciada en marzo, pero luego de las críticas que recibió parece haber quedado en el freezer.
–No tenemos freezer acá. Tenemos un lugar donde se van cocinando códigos y vamos sancionándolos, y eso está sucediendo. El Código Penal comenzó con un trabajo de todo el arco político, que fue entregado al Ejecutivo. El Ejecutivo lo envió a universidades, que tenían plazo para observarlo hasta el 31 de agosto y pidieron prórroga para poder estudiarlo a fondo. Cuando estén las observaciones de las universidades, el código que redactó todo el arco político junto a Raúl Zaffaroni, más las observaciones de las universidades van a ir al Congreso, donde será debatido y sancionado. Argentina merece un Código Penal, porque el último es de 1921 y lo que está vigente ahora es un montón de parches. Hay que tener seriedad para comprender que no estamos discutiendo una ley coyuntural, sino un código de fondo, que es necesario en los tiempo que corren.
–¿Qué otros proyectos hay en el futuro respecto de la democratización de la Justicia?
–Nosotros tenemos ahora un ley muy importante, que es la del Servicio Penitenciario Federal, para pasarlo a un esquema de conducción totalmente civil. Estamos terminando ese proyecto y lo enviaremos al Congreso en lo inmediato. Pero estamos trabajando mucho: la unificación del fuero penal económico con el fuero tributario, las leyes de la matrícula federal de abogados, que reconoce la existencia de una sociedad diversa que no gira solamente en torno de los tribunales en la ciudad de Buenos Aires, para que haya debate en todo el país.
–¿Cree que la Corte Suprema debe ser reformada nuevamente para mantener en siete la cantidad de miembros?
–Por la ley vigente, el Poder Ejecutivo cuando se hace una vacante tiene la prerrogativa de enviar un pliego, y el Congreso tiene la prerrogativa de decidir modificar la composición de la Corte. Es el Congreso el que decide la ampliación o no de la Corte, así como es el Ejecutivo el que decide el envío o no de pliegos. Digo esto para deslindar responsabilidades, no es rol del Ejecutivo decidir la cantidad de miembros de la Corte. Ahora, si uno analiza los debates de los legisladores, sobre todo de la oposición, en relación con esto, uno ve a todo el arco político pidiendo que la Corte tenga siete miembros. Toda la oposición ya dijo que el número para la Corte era de siete miembros y nosotros conocemos una Corte funcionando así. Pero no me corresponde a mí opinar, sino cumplir con la ley. Pero bienvenidos sean los debates sobre cómo va a funcionar nuestra democracia. De todas formas, en mi opinión es más importante el número de causas que el número de jueces. Esta Corte atiende miles de causas por año, mientras que la de los Estados Unidos apenas 150 o 200. Ahí está el punto.
–¿Por qué desestimó el debate sobre la despenalización de las drogas que propuso Juan Carlos Molina, el titular del Sedronar?
–Creo que tanto la despenalización de las drogas como el aborto, entre otros, son debates que podemos realizar en una segunda etapa. Primero tenemos que modificar el Código Penal, una vez que lo sancionemos, discutamos despenalización o aborto. Después de aprobar el Código Civil y Comercial podemos discutir comienzo de la concepción. Son temas que todavía la sociedad no tiene saldados. En cualquier mesa de discusión tenés gente a favor y gente en contra, por lo que requiere más profundidad en el debate.

EL MUNDO › DOS POSTURAS DE LA IZQUIERDA EN ABIERTO ENFRENTAMIENTO Las dos caras del socialismo francés

Por Eduardo Febbro
Desde París
Las dos izquierdas se declararon públicamente la guerra. La larga marcha hacia el socialismo liberal emprendida por el PS francés desde los años ’80 atravesó una etapa decisiva en medio de un pugilato dentro y fuera del gobierno. Benoît Hamon, figura joven e influyente del ala izquierda del Partido Socialista y ministro de Educación hasta hace unos meses (renunció a finales de agosto con los ecologistas y los progresistas), colocó una bomba de tiempo en el debate público originado por la política económica del gobierno. Hamon declaró que la política económica del Ejecutivo “amenaza la República” y conduce hacia “un inmenso desastre democrático”. La contraofensiva se armó de inmediato. Benoît Hamon fue acusado de “desleal”, “grotesco”, “profeta de la desgracia” y, seguidamente, invitado a “dejar” el PS. La posición del ex ministro de Educación es apenas un bocadito suave. El golpe casi final lo dio el actual primer ministro, Manuel Valls. En una entrevista publicada por el semanario Le Nouvel Observateur, el responsable del Ejecutivo declaró que era preciso “terminar con la izquierda del pasado, con esa izquierda que se agarra a un pasado superado y nostálgico, obsesionada por el superego marxista”.
Nada nuevo en su vocabulario. Valls aparece para muchos como el sepulturero de lo poco que queda de socialista en la acción del presidente François Hollande y en el mismo PS. El cambio ha sido no ya de época, sino de planeta. Hollande se hizo elegir en 2012 con una retórica de fuerte corte socialista para luego gobernar mirando al patronato y a los mercados. La intervención de Manuel Valls en Le Nouvel Observateur no es sino una pincelada más en el cuadro de la gran reconfiguración de la socialdemocracia francesa. El primer ministro sigue considerando que la izquierda debe transformarse según los caprichos del mercado o morir. En la entrevista, Valls define su ideal progresista según la siguiente fórmula: la izquierda debe ser “pragmática, reformista y republicana”. Cuando el periodista del semanario francés le pregunta “¿y no socialista?”, Valls responde: “Repito: pragmática, reformista y republicana”. Ahí está el nuevo injerto del siglo XXI. La aspiración que promueve el jefe del Ejecutivo es por demás reveladora de la época tecnohedonista en la que vivimos. “Mi ideal –dice Valls– es la emancipación de cada uno.” En la misma entrevista, el líder político francés prosigue con su empresa de demolición del “pasado”. Valls no descarta ni siquiera cambiar el nombre del Partido Socialista. De llevarse a cabo, esta iniciativa sería una epifanía política maravillosa para los desorientados electores que se enfrentan a una impostura de socialismo con la identidad que representa el nombre.
El resto de la entrevista es una colección de martillazos contra esa “izquierda del pasado” y una defensa de la línea económica que divide la posición de las dos izquierdas enfrentadas: una, la de Hollande y Valls, se apoya en una política que apunta a reducir los déficits para obedecer así a los criterios liberales bancarios de la Unión Europea. Esa “nueva izquierda” también coquetea públicamente con el patronato y busca fórmulas permanentes para aliviar la carga de las cotizaciones laborales que pesan sobre las empresas. En dos ocasiones, en estos dos años de mandato, el presidente François Hollande organizó cumbres en el Palacio del Elíseo con el patronato mundial para mostrar y defender la “atractividad” de Francia. La otra izquierda, en cambio, pugna por una reactivación económica mediante la inversión y el empuje del consumo. Son irreconciliables. Ambas comparten la mayoría de los valores de convivencia y progreso de la sociedad, por ejemplo el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sin embargo, la izquierda reinventada de Valls y Hollande se apoya en el espejismo de los valores sociales para tapar la realidad de una política no muy distinta de la que defendió la derecha en la última década en que ocupó el poder.
De este debate denso sale un manantial claro: la clarificación ideológica que el PS viene escamoteando desde hace un cuarto de siglo se hizo al fin realidad, doblemente, en la práctica y en la retórica. La doctrina del PS era solamente un instrumento de engaño para llegar al poder, un caza- bobos, o, para decirlo con el vocabulario de Manuel Valls, una red para socialistas del “pasado”. Su práctica del poder correspondía a la doctrina liberal que reina en casi todo el planeta, un reino destructor de todo aquello que las sociedades conquistaron en el tiempo y que se llama pasado y también historia, es decir, identidad. El socialismo francés que se avecina funcionará con el ADN de su adversario de antaño.

PSICOLOGIA › EFECTOS DE LA “CAIDA DE LA AUTORIDAD FAMILIAR” Adolescentes “adultizados”

Por David Le Breton *
La individualización del lazo social contribuyó a desinstitucionar la familia, que dejó de ser la célula elemental de la sociedad para convertirse más bien en un refugio sentimental, un lugar provisorio, un círculo cerrado consensual. En el plano social, el hombre y la mujer, en la mayoría de las familias, viven en adelante una relación de igualdad (aunque, para muchas familias surgidas de la migración, la figura del padre o del marido sigue siendo fundadora, alimentando un desajuste radical entre el universo cultural privado y el que comienza para el joven una vez franqueada la puerta del apartamento). La familia se articula más en una relación de proximidad de sus miembros que en un simbolismo que distinga las posiciones de padres e hijos. Se ha convertido para la pareja en un asunto privado, fundado en una afectividad compartida, un pacto de comodidad siempre revocable. Se esfuerza por conciliar los empleos del tiempo, las necesidades profesionales, de formación o de esparcimiento de unos y otros. Es un lugar donde ser uno con los otros, los más allegados, pero con el mínimo de trabas y en una negociación permanente.
La familia se inscribía en principio en la larga duración: hoy es precaria, marcada por el retroceso del casamiento, el aumento de los divorcios o las separaciones, las recomposiciones y, por lo tanto, para el niño, la fragmentación del parentesco. Hay muchos niños únicos o de fratrias reducidas, sometidas a los avatares relacionales de la familia nuclear. Cuando la pareja se separa, queda el niño. “Cotidianamente se comprueba que hoy muchos niños deben sufrir más por los atolladeros narcisistas en los cuales se encuentran encerrados sus padres que por las rigideces educativas de antaño, es una comprobación clínica cotidiana en paidopsiquiatría” (Matot, J.C., L’enjeu adolescent. Déconstruction, enchantement et appropriation d’un monde à soi, París, PUF, 2012).
El niño no está ya inscripto en la larga duración de un linaje, de una familia ampliada, y no toma ya el nombre de sus padres o de sus abuelos. La condición del niño separado de las antiguas relaciones de parentesco se traduce en las maneras de llamarlo, con nombres surgidos de los de televisión exitosos, en particular de las series estadounidenses. Ese entusiasmo provisional suscita un efecto de moda en los nombres a los niños que nacen en la misma época. Sin embargo, todo nombre lleva una carga de significación a través de la cual el niño deberá construirse en el correr de su existencia, así no fuera más que a través de la mirada de los otros.
La posición contemporánea del niño y del adolescente en la familia y el lazo social no facilitan la transmisión y el espíritu crítico. El niño se convierte en un interlocutor en una vida compartida y no ya es aquél ante quien ejercer una función de autoridad y de guía. Es percibido de entrada como un individuo, y no en su altura de niño o de adolescente; es “adultizado” sin más preámbulos. La noción misma de responsabilidad a su respecto se debilita. “El no quiere” es una fórmula moderna de la fatalidad, justifica de antemano que los padres no insistan en materia de prohibición y ratifica el poder del niño sobre ellos. Pero un niño convertido en hijo de sí mismo no tiene la misma relación con el mundo que otro que se reconoce y es reconocido en una filiación y una pertenencia familiar, en un contexto social proveedor de civilidades y de leyes.
Para el adolescente, este período rima a menudo con turbulencia y búsqueda de la distancia adecuada con el otro. La dificultad de encontrar desde el inicio una versión feliz de uno mismo suscita gran cantidad de tensiones con sus allegados, a quienes les cuesta reconocerlo y a menudo se sienten desarmados por sus actitudes. De pronto la complicidad desaparece. El adolescente redefine sus límites con padres que a sus ojos dejan de ser protectores para convertirse en obstáculos para su despliegue; entra en una larga fase de oposición en la que busca diferenciarse, arrancar su cuerpo de la tutela parental, encarnarse en su existencia. Se abre más a sus pares y anuda amistades fuertes, fundadas en compartir experiencias. La progresión hacia la edad de hombre es un proceso de separación-individuación, un alejamiento de la infancia y un volver a ubicarse en el mundo en cuanto sujeto. El adolescente escapa de las comparaciones, antaño ávidamente solicitadas. De pronto, la promiscuidad reemplaza a la familiaridad. Los padres dejan de ser admirados o de gozar de una posición de autoridad y se convierten en personas ordinarias y un poco molestas. Su rechazo traduce una voluntad de romper con la infancia y sus viejas dependencias.
Ese retiro de las investiduras sobre los padres a menudo alimenta un sentimiento grandioso de sí pero marcado de ambivalencia, pues con frecuencia está expuesto a la denigración de sí al menor revés. La afirmación de una singularidad, la inscripción en un cuerpo propio, no se hacen sin vivas tensiones con los padres, que se sienten apartados o provocados. Acceder a sí implica separarse simbólicamente de ellos. Sus ropas, su look, sus tatuajes o sus piercings, son en este sentido los elementos de una fábrica de sí. A esa edad, las marcas corporales son un lugar privilegiado de lo que se podría llamar la desmaternización del cuerpo.
El proceso conoce una sucesión de fases y requiere paciencia de los padres, sacudidos e inquietos por esos virajes siempre inesperados. Al mismo tiempo, el amor siempre está presente, y el joven necesita que sus padres lo tranquilicen en esa toma de autonomía. En su exploración del mundo circundante, busca su margen de maniobra de manera a veces torpe, reivindica simultáneamente su autonomía y la atención a su persona. El inicio de la edad de hombre o de mujer se conjuga de manera ambivalente con la voluntad de mantener los privilegios de la infancia. Estas solicitaciones son una demanda de reconocimiento, una manera de testear el interés de sus padres por él, aunque no tenga en cuenta la respuesta obtenida. La búsqueda de autonomía no se hace sin tanteos ni torpeza, porque de ningún modo pretende perder la protección de sus padres.
En ese momento, las relaciones afectivas y significantes en el interior de la familia son radicalmente perturbadas. El trabajo psíquico de los padres para la aceptación de la autonomía creciente de su hijo no es menor que el que atraviesa al adolescente en sus esfuerzos para separarse de ellos. La capacidad de los padres para contener esa turbulencia está ligada a su capacidad para renovarse en cuanto pareja e individuos. La cualidad de padres de adolescentes es totalmente específica, exige un profundo reacondicionamiento de la relación con un niño que, por los cambios radicales de su relación con el mundo y su apertura creciente hacia los pares, se les escapa. La tonalidad del pasaje adolescente está indisolublemente ligada a la capacidad de los padres para acoger a ese joven que les plantea tantos problemas. La pareja, desquiciada, se encuentra en la necesidad de redefinirse.
A menudo los padres atraviesan en el mismo período un cuestionamiento en el que crece un deseo de renovación, la “crisis de la mitad de la vida”. Expectativa de un cambio profesional, afectivo, la voluntad de vivir por fin un sueño largamente diferido. Los dos miembros de la pareja están en una encrucijada del camino, aún disponen de tiempo para cambiar de orientación. Si el joven se siente encerrado en un arnés familiar y trata de liberarse de él, a veces sus padres están en una voluntad cercana de cambiar las cosas. En el plano psíquico, se ven enfrentados con una reviviscencia de su propia adolescencia. La muchacha se convierte en una mujer joven, el varón en un hombre joven, ambos plantean sus propias exigencias. El padre y la madre pueden verse tentados de plantearse como seductores de su hijo, así no fuera sino para ocultar su edad, y reviven su posición edípica frente a sus propios padres. La relación con el niño convertido en grande se ajusta según otras modalidades afectivas.

“Padres dimitentes”

Así, las fronteras de las generaciones se borran o se derriban. El modelo ofrecido por los padres parece superado. Ellos mismos se sienten desguarnecidos frente a niños a quienes les cuesta comprender, aunque la mayoría de las veces respondan a su demanda. Las innumerables innovaciones tecnológicas de estos últimos años en materia de comunicación amplían la brecha. Por añadidura, la edad se ha vuelto intolerable, la adolescencia es en verdad ostentada por los mayores obsesionados por la voluntad de “permanecer jóvenes”, poco interesados en asumir una postura generacional que los envejece. Pero al no marcar las diferencias de edad y al no asumir su responsabilidad, privan al adolescente de los puntos de referencia necesarios para crecer y adquirir su autonomía. Los jóvenes se construyen apoyándose en sus mayores, así no fuera más que para superarlos u oponerse a ellos, pero si estos últimos se sustraen a su tarea, la apertura a la alteridad carece de consistencia. Afiches o avisos publicitarios suscitan la cuestión temible de saber quién es la hija y quién la madre. Ambas se parecen y están peinadas y vestidas de la misma manera, en una dilución de las diferencias que disimula mal la devoración de la hija. Las relaciones padre-hijo son tratadas con valores de acción, más masculinos, más en la vertiente de la complicidad viril, pero con la misma borradura de las diferencias generacionales. El hecho de volver juvenil el lazo social y la depreciación de la edad llegan aquí a su punto máximo.
Gran cantidad de adolescentes son librados a ellos mismos por falta de intervención y de consistencia de la autoridad familiar. Padres amigos que dejan hacer y abdican de su responsabilidad de mayores y de educadores. Es que la relación de seducción es contraria a una relación de educación, invierte los roles. Los padres encuentran un beneficio narcisista en detrimento del niño, que, allí donde debería encontrar unos padres, encuentra un espejo. La aprobación a toda demanda es a menudo vivida como un signo de indiferencia. Un padre amigo deja de ser un padre, sin ser un amigo. Y para los padres dimitentes, el niño rey a menudo se convierte en el adolescente tirano y con problemas. Educado en la omnipotencia de sus deseos y la manipulación interminable de su entorno, la confrontación con los otros fuera de la esfera familiar es un escollo. Para que el niño o el adolescente se afirme debe confrontarse, en el reconocimiento de su persona, con una ley, con prohibiciones, con una oposición; en suma, con lo acostumbrado de una transmisión encarnada por la presencia sólida de padres o de mayores que le indican el camino, explicándole los usos y dejando que se ubique como uno entre los otros.
La adolescencia es un período de construcción de sí en un debate interminable con los otros, sobre todo con los otros en uno, en la medida en que la búsqueda es la de saber lo que los otros pueden esperar de él y lo que él puede esperar de los otros. Al no haber conocido ninguna prohibición en su familia, al niño le cuesta trabajo inscribirse en la sociabilidad escolar. Nunca se enfrentó con las frustraciones que alimentan una vida cotidiana inmersa en el lazo recíproco con el otro. Entonces, multiplica los conflictos con los docentes o con los otros escolares. La ausencia de límites dinámicos y bien elaborados entre uno y el otro, entre uno y el mundo, induce una confusión entre el afuera y el adentro. Son jóvenes indiferenciados, que sufren, que están en busca de límites, en busca de lo que son. Su sentimiento de identidad es frágil, incierto; toda frustración, toda espera les es insostenible. Se vuelven agresivos cuando encuentran resistencia porque les cuesta trabajo comprender el punto de vista del otro. Al no haber conocido nunca un “no” educativo con el objeto de situarlos en un conjunto, jamás entran en la interdicción. Permanecen en su fortaleza omnipotente, sintiéndose permanentemente asediados, pues nunca conocieron otras maneras de conducirse. Siempre inseguros en su interior, sólo tropezándose con el mundo o los otros, poco a poco encuentran los límites que sus prójimos nunca les dieron.
En el contexto individualista de nuestras sociedades, los adolescentes se hallan en la necesidad, para lo mejor o para lo peor, de inventar sus creencias, sus líneas de orientación. Los mayores ya no tienen autoridad en la materia. Para esta clase etaria, la libertad está limitada por la mirada de los otros, por el poder del grupo para inducir normas flexibles pero pregnantes. La cultura de los pares suplanta a la de los padres, la transmisión se borra ante la imitación y procura un sentimiento de seguridad y de certidumbre frente a la obsolescencia circundante. El foco de la estima de sí se desplaza hacia la mirada de los otros más cercanos: no ya los padres, cuyo amor es seguro, sino aquel, despiadado y siempre cuestionado, de los pares, cuyo juicio se enuncia según el grado de coincidencia o no con modelos circundantes y provisionales. En la adolescencia, la ropa, el peinado, las actitudes –en suma: el aspecto– son elaborados como un lenguaje, una chapa de reconocimiento. La estilización de sí es una consigna. El look se convierte en una forma primera de socialización.
Existir es ser observado, es decir, marcado y distinguido. La tentación de existir en cuanto imagen, portador de signos valorizados, es difícil de rechazar porque está en juego la posición en el seno del grupo. “Para un joven, enarbolar un logo no es tanto querer alzarse por encima de los otros como no parecer menos que ellos. Incluso entre los jóvenes, el imaginario de la igualdad democrática hizo su obra, conduciendo a negarse a presentar una imagen de sí manchada de inferioridad desvalorizadora. Por eso, sin duda, la sensibilidad a las marcas se exhibe de manera tan ostensible en los medios desfavorecidos. Mediante una marca apreciada el joven sale de la impersonalidad, quiere mostrar no una superioridad moral, sino su participación entera e igual a los juegos de la moda, de la juventud y el consumo”, escribió Gilles Lipovetsky.
El trabajo sobre el cuerpo es percibido como individualizador, es una vía para escapar al sentimiento de la impersonalidad. La apariencia es el lugar privilegiado de la estima de sí y del sentimiento de identidad. El hipermercado del consumo provee a los jóvenes de signos necesarios para una diferenciación de sí regida por el universo de la publicidad y del marketing. Al abastecerse en los mismos estantes y al ser sensibles a los mismos medios de comunicación, terminan por asemejarse como clones, al tiempo que cada uno está convencido de tener un estilo propio y decididamente original. Nada se parece más a un adolescente de Buenos Aires que otro de Estrasburgo o de Coimbra: poseen las mismas ropas, los mismos cortes de pelo, utilizan los mismos geles, los mismos portátiles, escuchan las mismas músicas, frecuentan las mismas redes sociales en Internet. Aunque no hay que desconocer las diferencias de condiciones sociales, una cultura adolescente atraviesa las clases y las culturas.
* Texto extractado de Una breve historia de la adolescencia, de reciente aparición (ed. Nueva Visión).

UN HOMBRE MATO A UN SOLDADO Y ASALTO EL CONGRESO Pánico en el corazón de Ottawa

Por Tim Walker *
El terror llegó a las puertas del gobierno canadiense ayer, cuando al menos dos hombres armados lanzaron lo que parecía ser un ataque coordinado en el corazón de Ottawa, la capital. Uno mató a disparos a un soldado que hacía guardia en el National War Memorial, antes de correr hacia el edificio del Parlamento, donde fue asesinado a tiros por la policía.
El incidente se produce un día después de que Canadá elevara su nivel de alerta antiterrorista tras la muerte de otro soldado en un ataque sorpresa en Quebec por un hombre sospechado de tener simpatías jihadistas. Otros países, entre ellos el Reino Unido, también están en alerta máxima, en respuesta al crecimiento del Estado Islámico (EI) en regiones de Irak y Siria. Canadá se encuentra entre los países que se unieron a la coalición liderada por Estados Unidos para combatir al EI, con aviones para participar en la campaña de bombardeos.
Los primeros disparos se escucharon poco antes de las 10, hora local, de ayer, en el monumento a los caídos, en la Plaza de la Confederación, a metros del Parlamento. Después de disparar al soldado, un hombre con un rifle fue perseguido por la policía hacia los edificios del gobierno. Un testigo, Scott Walsh, dijo a la Canadian Broadcasting Corporation (CBC) que vio a un hombre vestido con jeans y una bufanda sobre el rostro y sosteniendo una escopeta de doble caño. Walsh dijo que el hombre obligó a punta de pistola a un conductor a dejar su coche y luego condujo hasta las puertas del Parlamento. En el interior, los informes sugieren que más de treinta disparos fueron hechos antes de que el hombre armado cayera muerto, baleado por la policía.
La policía dijo anoche que aún estaba recorriendo el centro de Ottawa buscando al menos otro sospechoso. El Parlamento y sus alrededores fueron cerrados mientras agentes armados patrullaban el lugar. La policía les ordenó a los periodistas que estaban en el vestíbulo de la Cámara de los Comunes que se tiraran al suelo. Otros huyeron del edificio, algunos reptando hacia abajo desde los pisos más altos en los andamios erigidos para obras de renovación, dijeron los testigos.
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, y los líderes de los dos principales partidos de la oposición abandonaron el edificio. Un diputado, Tony Clement, tuiteó que cuando se efectuaron los disparos estaban en una reunión de gabinete en el Parlamento. El Globe and Mail dijo que el soldado se llamaba Nathan Cirilo, mientras que la CBS identificó al presunto agresor como Michael Zeha Bibeau, de nacionalidad canadiense.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

"Guardar la cosecha para especular con movimientos cambiarios es un error”

Kicillof precisó en declaraciones a radio Nacional que la cosecha de soja rondó los 54 millones de toneladas, 15 por ciento más que el año anterior, y recordó que al observarse retrasos en las ventas en enero comenzaron las discusiones con las cerealeras “tratando de entender las causas”. “Todo el mundo mira las reservas del Banco Central, pero todo el mundo sabe que en los campos, en los silos hay entre 24 y 27 millones de toneladas que equivalen a unos 10 mil millones de dólares”, señaló.
“Eso -evaluó el ministro- es riqueza de los argentinos exportables al exterior. Prácticamente son reservas para el país. Porque la soja se puede o no vender, pero no se destruye el cultivo; en algún momento eso va a engrosar las reservas”. Explicó que "si los propietarios y el complejo entero deciden no vender, retener, artificialmente provocan un agujero en el comercio".
"Los 10 mil millones de dólares, en lugar de estar donde debe estar, en la cuenta de los que lo vendieron, no están. Entonces parece que hay un problema cuando lo que hay es una distorsión”, analizó. En las últimas reuniones con las cerealeras, afirmó Kicillof, “aclaramos que a lo largo del año va a haber estabilidad cambiaria, con lo cual guardar la cosecha para especular con movimientos cambiarios es un error”.
El ministro juzgó que como efecto de la no liquiedación de los granos “perdieron los productores, perdimos todos los argentinos porque sobre esto se pagan retenciones". Además, "porque es el producto de la Argentina aunque está en manos privadas, es uno de los elementos que produce el país, como cuando uno dice que la Argentina produce autos”.
Kicillof negó por otra parte que se hayan aplicado multas a automotrices por la ley de Abastecimiento, y aclaró que las sanciones correspondieron a la ley de Defensa de la Competencia, ante violaciones a lo comprometido con el plan Procreauto. “Hay montones de multas todo el tiempo por incumplimientos; no es una persecución, es cuidar a la gente, ¿sino para que están los órganos del Estado?. Que se dejen de joder, que no jodan más a la gente, que no agiten fantasmas”, pidió el ministro.
“¿Qué quieren, que el Estado no regule? ¿Van a agitar la bandera de la ley de Abastecimiento cada vez que el Estado cumpla su función de defender a la gente?”, cuestionó.

Acceso al suelo: urbanizaciones informales en los 80 y los 90

Entrevista al investigador Jorge Ossona, autor del libro “Punteros, malandras y porongas”, que estudia las tomas de tierras ocurridas en Lanús y Lomas de Zamora después de la Dictadura.
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Por Enrique de la Calle
APU: ¿Cuál fue el objetivo del libro?
Jorge Ossona: El libro es una colección de historias concatenadas. Historias que recorren las décadas de los 80 y los 90 y que giran en torno a ocupaciones territoriales. Una ocupación es interesante porque transparenta los cambios sociales que tienen que ver con la pobreza estructural. Uno puede ver diferentes fenómenos sociales, distintas modalidades de hacer política (en un sentido amplio) y diferentes modos de relacionarse con la política partidaria y con el Estado. Es un tema apasionante.
APU: ¿El libro abarca una zona ubicada entre Lanús y Lomas de Zamora en el Gran Buenos Aires?
JO: Es una zona limítrofe. Lo que tiene de interesante el libro es que el lector arranca en el primer capítulo y cuando finaliza puede ver el recorrido de diferentes personajes, el auge y el declive de muchos de ellos. Tiene algo de novela.
APU: Esas primeras tomas de los años 80 que trabaja el libro tienen que ver con la expulsión de habitantes de las villas de Capital Federal. Ese proceso que se dio durante la Dictadura. Esa expulsión impactó sobre muchos distritos del Gran Buenos Aires, profundizando problemas vinculados con la vivienda y el acceso al suelo.
JO: Las primeras ocupaciones, que se dan un poco espontáneamente, desde el final de la Dictadura hasta mediados de los 90, sueñan con volver al sistema de loteos, a los viejos criterios de urbanización de las décadas anteriores. Se buscaba lograr que las nuevas urbanizaciones dieran lugar a barrios distintos a las villas. De ahí la idea de asentamiento. Tenemos en ese momento una primera etapa. Una de las cosas que uno ve en esas primeras ocupaciones son liderazgos bastante espontáneos, se trata de figuras con experiencia previa en los 70, en el trabajo sindical. Hay que saber organizar gente para llevar adelante una ocupación que puede incluir cientos, hasta miles de personas. Eran ocupaciones que tenían una lógica de negociación.
APU: Señalaba el proceso que tuvo lugar en Capital, porque muchas veces se soslaya el peso que tuvo la expulsión de habitantes de las villas sobre los conflictos que después se extendieron en el Gran Buenos Aires.
JO: Sobre todo eso se dio en los municipios del sur del Gran Buenos Aires. Generó una olla de presión. La gente fue echada de las villas por la Dictadura y se refugió en las casas de sus familiares o amigos en el Conurbano. Eso generó situaciones de hacinamiento muy graves que devinieron en posteriores ocupaciones de tierras todavía vacías. Eso explica la ola de tomas en la zona que yo trabajé en el libro. Como decía, ahí tenés una primera etapa. La toma se realizaba el viernes, se negociaba el fin de semana con las autoridades y el lunes se podía avanzar con lo acordado previamente. Era una lógica típica, si se quiere, de ese tipo de ocupación. Los liderazgos que aparecen son figuras que tienen que ver con las militancias de los 70, con el peronismo, gente de formación religiosa e incluso personas que podían venir del delito. En el capítulo 1 cuento una toma en Lanús donde intervienen dirigentes de clubes de fútbol locales y delincuentes, y se termina configurando un barrio con lógicas que provienen de ambos universos.
APU: Al respecto de la presencia de delincuentes en las ocupaciones. Describe en uno de los capítulos cuando uno de los líderes barriales roba colectivos y arma una empresa de transporte informal que va a funcionar en un asentamiento, donde antes no había ninguna línea de transporte. Pensaba en la función social del delito. ¿Cómo analiza esa situación?
JO: Eso es uno de los productos de la pobreza estructural propia de los años 80. En la zona, en esa época, había una figura legendaria, el “Pampa”. Era un viejo militante peronista de Lomas de Zamora. Una vida apasionante que da para una biografía. En algún momento su negocio fue ese: armó una empresa con bondis robados que abarcaba varios asentamientos donde no había líneas de colectivos. Después se monta sobre eso la política municipal, que después habilita esa empresa. Incluso algunos dirigentes político terminan comprando las empresas de transporte desmanteladas por los robos. El “Pampa” termina después acribillado supuestamente cuando pretende robar una estación de ómnibus. Después tenés delitos más duros, como la piratería del asfalto, que tenían algún grado de legitimidad social, a partir de que las bandas distribuían parte del botín robado. Hoy pasa una cosa muy distinta con el narcotráfico, que no tiene ningún tipo de apoyo en el barrio. Tiene muy bajo prestigio. Es impensado que un narco sea puntero político.
APU: ¿Cuáles son las relaciones entre aquellas ocupaciones y las actuales?
JO: Hay muchas diferencias. En aquella época participaban dirigentes sociales, que tenían una trayectoria vinculada, en general, al peronismo; eran militantes políticos antes que otra cosa. Hoy cambió todo. Las ocupaciones actuales son un negocio. Hay operadores que movilizan gente para tomar un predio. Después, si la ocupación tiene éxito, esa gente se va y los operadores venden los lotes a precios usurarios. Esas situaciones ya se daban en el año 1998. Se da una bisagra en 1995, con la crisis del “tequila”, donde el sueño de erradicar la pobreza de desvanece y el fenómeno de la pobreza estructural se convierte en un problema permanente. Entonces, se procura administrar la pobreza, ya no revertirla.
APU: Una cosa que me llamó la atención tiene que ver con el título del libro, “Punteros, malandras y porongas”, que da cuenta de habituales estigmatizaciones para pensar este tipo de temas. ¿Por qué ese título?

JO: El título no corre por cuenta del autor, sino de la editorial. Mi título es “Tierras, asentamientos y política”, que finalmente quedó como subtítulo. La foto que se eligió para la tapa es mejor que otras que se propusieron. No fue una decisión mía.

"Es un crimen contra la familia Arruga, contra los sectores más humildes"

La Cámpora emitió un comunicado en el que exige "condenar a ciencia cierta a los responsables de la desaparición y la muerte de Luciano".
Por La Cámpora
Bronca. Los puños se cierran apretados contra la mesa al escuchar el relato. No existen palabras que alcancen para describir el sentimiento que genera lo que le hicieron a Luciano Arruga. No importa la filiación partidaria, siquiera el signo político, a la hora de repudiar con cada fibra del cuerpo este hecho nefasto.
Luciano era un pibe de 16 años, en enero de 2009, cuando desapareció. La Policía Bonaerense, corrompida desde hace décadas, se había ensañado con él hacía varios meses porque no había querido robar para ellos. Hoy, sabemos que lo atropelló un auto a pocos metros de un destacamento policial, el mismo día de su desaparición.
Fueron cinco años de una investigación negligente. Cinco años de una lucha incansable por parte de su familia y de los organismos de Derechos Humanos contra la complicidad de funcionarios policiales y judiciales.
Hechos como estos van claramente en sentido contrario a la política de Derechos Humanos que el Gobierno Nacional lleva adelante desde el año 2003 y merecen todo nuestro repudio. Es un crimen contra la familia Arruga, contra los sectores más humildes, y contra toda la sociedad. Pero también es un crimen contra la juventud, juventud desaparecida en los años más oscuros de nuestra historia y que hoy volvió a ser parte de la historia.
Desde La Cámpora, nos solidarizamos con los familiares y amigos de Luciano. Repudiamos enérgicamente estos hechos y exigimos que continúe la investigación, para condenar a ciencia cierta a los responsables de la desaparición y la muerte de Luciano. Sabemos que hay sectores enquistados en las fuerzas de seguridad, legitimados por una Justicia que habilita una y otra vez la persecución a los sectores humildes y a los jóvenes. Así lo evidencian también los asesinatos de Alan Tapia y Lautaro Bugatto, o la desaparición de Jorge Julio López, hechos impunes que nos duelen a toda la militancia del campo nacional y popular.

Llevamos más de diez años de conquistas sociales, en la caminata eterna que es perseguir los sueños, con la conciencia clara de que son muchísimos los flagelos que debemos combatir para defender la democracia, para que no haya más Lucianos ni impunidad