sábado, 31 de agosto de 2013
La mañana verde Por Ray Bradbury (1920-2012)
Cuando el sol se puso, el hombre se acuclilló junto al sendero y preparó una cena frugal y escuchó el crepitar de las llamas mientras se nevaba la comida a la boca y masticaba con aire pensativo. Había sido un día no muy distinto de otros treinta, con muchos hoyos cuidadosamente cavados en las horas del alba, semillas echadas en los hoyos, y agua traída de los brillantes canales. Ahora, con un cansancio de hierro en el cuerpo delgado, yacía de espaldas y observaba cómo el color del cielo pasaba de una oscuridad a otra.
Se llamaba Benjamin Driscoll, tenía treinta y un años, y quería que Marte creciera verde y alto con árboles y follajes, produciendo aire, mucho aire, aire que aumentaría en cada temporada. Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno. Un árbol podía hacer muchas cosas: dar color, dar sombra, fruta, o convertirse en paraíso para los niños; un universo aéreo de escalas y columpios, una arquitectura de alimento y de placer, eso era un árbol. Pero los árboles, ante todo, destilaban un aire helado para los pulmones y un gentil susurro para los oídos, cuando uno está acostado de noche en lechos de nieve y el sonido invita dulcemente a dormir.
Benjamin Driscoll escuchaba cómo la tierra oscura se recogía en sí misma, en espera del sol y las lluvias que aún no habían llegado. Acercaba la oreja al suelo y escuchaba a lo lejos las pisadas de los años e imaginaba los verdes brotes de las semillas sembradas ese día; los brotes buscaban apoyo en el cielo, y echaban rama tras rama hasta que Marte era un bosque vespertino, un huerto brillante.
En las primeras horas de la mañana, cuando el pálido sol se elevase débilmente entre las apretadas colinas, Benjamin Driscoll se levantaría y acabaría en unos pocos minutos con un desayuno ahumado, aplastaría las cenizas de la hoguera y empezaría a trabajar con los sacos a la espalda, probando, cavando, sembrando semillas y bulbos, apisonando levemente la tierra, regando, siguiendo adelante, silbando, mirando el cielo claro cada vez más brillante a medida que pasaba la mañana.
-Necesitas aire -le dijo al fuego nocturno.
El fuego era un rubicundo y vivaz compañero que respondía con un chasquido, y en la noche helada dormía allí cerca, entornando los ojos, sonrosados, soñolientos y tibios.
-Todos necesitamos aire. Hay aire enrarecido aquí en Marte. Se cansa uno tan pronto... Es como vivir en la cima de los Andes. Uno aspira y no consigue nada. No satisface.
Se palpó la caja del tórax. En treinta días, cómo había crecido. Para que entrara más aire había que desarrollar los pulmones. o plantar más árboles.
-Para eso estoy aquí -se dijo. El fuego le respondió con un chasquido-. En las escuelas nos contaban la historia de Johnny Appleseed, que anduvo por toda América plantando semillas de manzanos. Bueno, pues yo hago más. Yo planto robles, olmos, arces y toda clase de árboles; álamos, cedros y castaños. No pienso sólo en alimentar el estómago con fruta, fabrico aire para los pulmones. Cuando estos árboles crezcan algunos de estos años, ¡cuánto oxígeno darán!
Recordó su llegada a Marte. Como otros mil paseó los ojos por la apacible mañana y se dijo:
-¿Qué haré yo en este mundo? ¿Habrá trabajo para mí?
Luego se había desmayado.
Volvió en sí, tosiendo. Alguien le apretaba contra la nariz un frasco de amoníaco.
-Se sentirá bien en seguida -dijo el médico.
-¿Qué me ha pasado?
-El aire enrarecido. Algunos no pueden adaptarse. Me parece que tendrá que volver a la Tierra.
-¡No!
Se sentó y casi inmediatamente se le oscurecieron los ojos y Marte giró dos veces debajo de él. Respiró con fuerza y obligó a los pulmones a que bebieran en el profundo vacío.
- Ya me estoy acostumbrando. ¡Tengo que quedarme!
Le dejaron allí, acostado, boqueando horriblemente, como un pez. <
Una verdadera galería de la infamia policial Por Ricardo Ragendorfer
El legado del ex senador duhaldista Horacio Román es insoslayable, pese a su capacidad de mimetizarse en el anonimato del retiro.
Espíritu de cuerpo. En esas tres palabras está la clave del martirio padecido por Fabián Gorosito, de 22 años, quien incurrió en un terrible pecado: intimar nada menos que con la esposa del oficial Adrián Giménez, de la comisaría 6ª de Merlo. Tanto es así que durante la madrugada del 15 de agosto de 2010 fue secuestrado por efectivos de dicha seccional, tras una pesquisa que incluyó la detención con torturas de tres amigos suyos para dar con su paradero. Horas después, su cadáver apareció en un descampado. Al respecto, el Tribunal Oral Nº 5 de Morón –integrado por Angélica Parera, Carlos Thompson y Susana de Carlo– acaba de absolver a los once policías bonaerenses –entre ellos, el propio Giménez– acusados por el crimen. Espíritu de cuerpo.
Lo cierto es que Morón es un verdadero santuario en la materia.
En este punto, el legado del ex senador duhaldista Horacio Román resulta insoslayable. Y ello, pese a su capacidad de mimetizarse en el anonimato del retiro.
En su edición del 30 de agosto de 2012, el diario Clarín le dedicó a la inseguridad un impactante artículo firmado por Liliana Caruso. Su título: "Pesadilla en San Miguel: le robaron 10 veces en un año". Del protagonista sólo había una breve referencia: "Es dueño de dos tiendas en el centro de la ciudad." Y su nombre se perdía entre los pliegues del drama estadístico que lo perturbaba. "Estoy harto y tengo miedo", soltó de entrada. Era un anciano con mirada triste que posó en la foto junto a los retratos enmarcados de sus nietos. Costaba reconocer en ese rostro doliente al mismísimo Román, quien por dos décadas fue el más influyente lobbista entre la Maldita Policía y el resto del mundo.
Román, a quien los uniformados llamaban "El Zorro" y los jueces "El Monje Negro", supo ejercer un férreo control sobre las estructuras policiales asentadas en Morón, su patria chica, y en otras regionales del Gran Buenos Aires. A la vez, manejaba a su antojo el Departamento Judicial de Morón, extendiendo su influencia a juzgados y fiscalías de la zona oeste. Incluso, en La Plata había magistrados que le reportaban. En resumidas cuentas, se lo consideraba el jefe en las sombras de la Bonaerense y también un poderoso "patrón" de la justicia provincial. Un liderazgo que –según se decía– alimentaba con la recaudación mensual de 4 millones de pesos que él mismo distribuía entre comisarios y jueces. En el plano institucional, fue el encargado de negociar las posiciones policiales ante el Poder Ejecutivo de turno. Los "Patas Negras" –tal como en la Federal se les llama a los de la Bonaerense– confiaban en él, mientras magistrados y fiscales le obedecían a pies juntillas. De hecho, fue precisamente Román quien impulsó el nombramiento de los jueces Parera,
Thompson y De Carlo.
Quizás, sin la semilla que él supo sembrar, la pesquisa por el asesinato de la niña Candela Sol Rodríguez –ocurrido a un lustro de su retiro– hubiera tenido un epílogo diferente. Ya se sabe que aquel caso derivó en el fraude procesal más escandaloso de los últimos tiempos. Una pesquisa prolijamente cincelada con datos ficticios, testigos falsos, pruebas plantadas y el arresto de personas inocentes. Una puesta en escena cuyo gran digitador no fue otro que el fiscal general de Morón, Federico Nieva Woodgate, otro de los grandes animadores de los usos y costumbres del citado enclave judicial.
Sobre la calaña de aquel individuo, nada mejor que una vieja historia: en 1977, un joven juez de Lomas de Zamora propició el asesinato del militante montonero Ángel Georgiadis, alojado en la Unidad 9, de La Plata, al autorizar su traslado al Regimiento 7 de Infantería para ser interrogado. Lo hizo a sabiendas de que otros rehenes del régimen no habían sobrevivido a ese mismo tránsito. Quizás por ello, tampoco se sorprendió al ser notificado de su presunto "suicidio". Y, sin más, dio por concluido el caso. No fue su único servicio al terrorismo de Estado.
Aquel juez era nada menos que Nieva Woodgate.
Por ese añejo episodio, el fiscal general ahora se encuentra en los umbrales del juicio político. En su descargo, tal vez dirá que le había tocado un tiempo difícil: nombrado juez de menores por el gobierno de Onganía, pasó en 1976 al Juzgado Nº 4 de Lomas. Permaneció allí por dos años, hasta ser designado fiscal de Cámara en Morón. Su carrera, entonces, fue meteórica y, ya en los '90, accedió al cargo de fiscal general. Es probable que, tras tantos años, guarde un recuerdo borroso del caso Georgiadis, y que quizás desvíe su responsabilidad hacia el juez Leopoldo Russo.Es que la víctima, quien había sido detenida a mediados de 1975, estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y bajo custodia de ambos magistrados. Russo, en 2002, luego de ser indagado por el fiscal Félix Crous en una audiencia del Juicio por la Verdad, salió de la sala visiblemente ofuscado y, en la escalinata de los tribunales de La Plata, lo fulminó un infarto. En tanto, Nievas Woodgate seguía al frente de la fiscalía general de Morón, como si el pasado no lo pudiera alcanzar. Sin embargo, años después, otra añeja mácula se le cruzó con el destino: su rol en la desaparición de Armando Fiorito y su esposa, María Elena Peter, ocurrida en 1978. Ella trabajaba en el juzgado que estaba justo frente a su despacho. Y el azar quiso que fuera él quien debía instruir la denuncia por el secuestro. Nieva Woodgate no tardó en archivar las actuaciones. Debido a esta cuestión, es investigado desde octubre de 2011 por el juez federal Norberto Oyarbide.
Por entonces, él estaba muy atareado con el caso Candela.
En la actualidad, aún continúa en funciones.
Con la impronta de personajes como Román y él, no resulta extraño que los integrantes del Tribunal Oral Nº 5 de Morón hayan entrado por derecho propio en la galería de la infamia judicial.
Infonews
Los colorados y el fantasma de la guerrilla
A una semana de asumir, el gobierno de Horacio Cartes ya consiguió superpoderes que utilizará para combatir la amenaza de supuestos grupos guerrilleros. El temor a una revuelta campesina.
Desde que el 15 de agosto, festividad de Nuestra Señora de la Asunción, asumió como nuevo presidente del país, el multimillonario Horacio Cartes vio a su gobierno, comprometido con un cambio estructural para volver solvente al país, amenazado día tras día por acciones armadas atribuidas al fantasmal Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). La muerte de unos matones rurales que ejercían la violencia en el norte del Paraguay llevó a que el Ejecutivo pidiera al Legislativo, y consiguiera en la primera semana de mandato, superpoderes para combatir a la guerrilla y militarizar la lucha contra los guerrilleros. La vuelta del Partido Colorado al poder, después del breve interludio de la presidencia del ex obispo católico Fernando Lugo, se caracterizó ya por procurar la suma del poder público para el primer mandatario, pero evitado la expresión, sin duda más odiosa, de estado de sitio, cuyo ejercicio caracterizó a las largas décadas en el poder del colorado Alfredo Stroessner (1954-1989).
Una guerrilla misteriosa. Si en algo coinciden los analistas, observadores y aun algunos militares paraguayos consultados por esta revista es en el carácter evanescente de toda definición completa y abarcativa del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). De una manera conservadora, podría resumirse que el EPP existe, pero que no todo lo que se le atribuye es su obra, que al menos otro grupo en acción también se hace llamar a veces EPP, y que este se encuentra integrado o por narcos o por fuerzas locales aliadas con otras del Brasil. “Hasta ahora no se ha precisado qué es el EPP –dice a Veintitrés Damián Cabrera, ganador del último gran premio nacional de novela–. El Ejército del Pueblo Paraguayo se autorrepresenta como una guerrilla de izquierda. Sin embargo, hay quienes consideran que el EPP está más bien al servicio de la derecha, puesto que suele tener más visibilidad precisamente cuando la derecha necesita algo que justifique su avance conservador, como en el caso del regreso de las fuerzas armadas a las calles, ahora durante el gobierno del empresario Horacio Cartes –quien ya manifestara su simpatía con el gobierno del dictador Stroessner–. Los medios corporativos de comunicación representan al EPP como un fenómeno aislado e insólito, pero lo cierto es que en Paraguay siempre han existido guerrillas”. En Paraguay, país de seis millones y medio de habitantes y una superficie de 407 mil km2, el 98% de la tierra está en manos del 2% de la población.
Seguridad nacional. Paraguay es la nación más rural de Sudamérica y el temor de la protesta campesina sin tierra embanderada con la protesta agraria está compartido por los grandes terratenientes, muchos de ellos brasileños en el norte del país, que han forjado una nueva identidad cultural, llamada brasiguaya, resistida por los paraguayos pero no necesariamente por la oligarquía terrateniente local. “Cartes tiene mayoría parlamentaria que le posibilitó la modificación de la ley de Seguridad: evitar pasar por la burocracia de la consulta –dice a este semanario Cristino Bogado, una de las mayores voces de la cultura asuncena– en cada caso para hacer incursiones militares en las zonas donde se han ectoplasmizado los fuegos del EPP –agrupación que desata sangre y muerte en las estancias de extranjeros– sin sucumbir al estado de sitio, de triste nombre (Stroessner gobernó casi 30 años con ese artilugio constitucional). Esa tranquilidad para actuar en el Norte turbulento no la tendrá, al parecer, en su propia casa, ubicada sobre la calle 25 de Mayo, sede del partido colorado. Al llenar de tecnócratas su gabinete y dejar fuera a la clientela atávica de seccionaleros y hurreros (los que van pagados a los actos partidarios), recurso humano elemental de este partido desde el origen, veremos en cuál guerra triunfa. Una dependerá de la otra. Al final no es muy difícil vislumbrar un motín en su propia casa”.
Campesinos entre narcos y paras. No deja de ser un signo que en menos de dos semanas de gobierno haya ocurrido durante el gobierno de Cartes el mayor decomiso de droga de la historia paraguaya, 2.500 kilos de cocaína y marihuana en el norte del país. “Las organizaciones campesinas y los partidos políticos señalaron que todos conocen que en el norte el poder de los narcotraficantes es evidente –explica a Veintitrés el periodista de investigación Jorge Zárate–. Hasta el propio titular de la Secretaría Antidrogas (Senad), Luis Rojas, señaló que el EPP no podría sobrevivir en la zona sin tener contactos con los malvivientes. Rojas dijo inclusive que es posible que cobren peajes en efectivo, armas y drogas para poder sostener su logística. Entendiendo esta situación, los atemorizados pobladores comienzan a preguntarse por qué la policía y el ejército no irrumpen con la misma violencia en estancias sospechadas de tener pistas aéreas de abastecimiento de avionetas y plantaciones de marihuana ocultas detrás de explotaciones ganaderas y sojeras.
Este fenómeno de los narcoganaderos y narcosojeros es el preeminente en la zona y así inclusive lo admiten los políticos regionales. A pesar de ello, la hipótesis de que EPP es funcional a los intereses de este sector que necesitan territorio libre de gente para poder desarrollar su negocio, no es seguida con la misma intensidad por el Estado. Cuando Cartes asumió, anunció guerra sin cuartel a la pobreza que afecta a la mitad de los paraguayos. Antes, la violencia en estado puro se le interpuso en el camino.
Bolivia pisa fuerte en Brasil
Fue una semana tensa en las relaciones bilaterales entre Bolivia y Brasil, tras la salida clandestina de La Paz y llegada a la capital brasileña de Brasilia del senador opositor Roger Pinto Molina, que culminó con la renuncia del canciller brasileño Antonio Patriota. Pinto estaba refugiado en la embajada brasileña en la sede de gobierno boliviana desde el 28 de mayo de 2012. Aguardaba un salvoconducto para abandonar el país rumbo a Brasil, que ya le había concedido asilo político. El gobierno de Evo Morales se negó a conceder el salvoconducto, argumentando que el senador figuraba como acusado en varios juicios por incumplimiento de deberes, contratos lesivos al Estado, corrupción pública, sedición, asesinato de campesinos en 2008, desmonte en el departamento de Pando y delitos económicos. Por eso fueron, y sonaron conciliatorias, las palabras de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff acerca de que ha de ser deseable que su país mantenga una relación “armónica y respetuosa” con vecinos en el continente, es decir sobre todo con Bolivia. La pronunció en el discurso que ofreció en la asunción del nuevo canciller, Luiz Alberto Figueiredo Machado. Patriota había renunciado el lunes en medio de la crisis desatada en las relaciones con Bolivia por la operación clandestina organizada por la embajada brasileña en La Paz, con la anuencia del canciller renunciante. Una operación deplorada por Rousseff este martes, cuando sostuvo que Brasil “jamás podría aceptar” la salida del ex senador –que había recibido asilo político de Brasil el 8 de junio del año pasado– sin un salvoconducto del gobierno boliviano.
Revista Veintitrés
El Nobel de la paz anuncia la guerra Por Antonio Caño | Washington
Obama, ante un dilema desgarrador en el que se juega su lugar en la historia.
En las horas más críticas de su presidencia, cuando ha decidido lanzar un ataque en la región más explosiva del mundo, Barack Obama se juega su lugar en la historia como el incompetente que condujo a su país a otra guerra innecesaria o como el líder firme que se plantó ante la actuación salvaje de un tirano.
Tendrá primero que convencer a un Congreso hostil y una opinión pública escéptica. Pero, frente a aquellos que este sábado se manifestaban en las puertas de la Casa Blanca con pancartas para que EE UU no ponga sus manos en Siria, el presidente que ganó las elecciones con la promesa de paz tiene ahora que defender la necesidad de la guerra.
Obama se ha visto ante la responsabilidad de acatar el veredicto de silencio de la ONU y quedarse quieto o actuar fuera de la única legalidad internacional que se conoce. El dilema es desgarrador. Como decía el viernes el secretario de Estado, John Kerry, al presentar las pruebas que, según él, vinculan al régimen de Bachar el Asad con el ataque químico, “todo el mundo advierte de los peligros de una intervención, pero ¿alguien ha pensado en el peligro de no hacer nada?”.
Un ataque a Siria, pese a que Obama ha prometido que será de carácter “limitado”, es decir, corto y sobre objetivos muy concretos, engendra un alto riesgo de propagación del conflicto en la zona y en la propia Siria, con la posibilidad de que EE UU se vea obligado a otros y más prolongados ataques en una espiral infernal.
Pero no hacer nada supone, desde la perspectiva de Washington, no sólo sancionar el uso de armas químicas en Siria, sino enviar a Irán, Corea del Norte o cualquier otro país que quiera escucharlo el mensaje de que no existen límites en el grado de crueldad que el mundo está dispuesto a soportar de forma impasible. Es cierto que ya han muerto más de 100.000 personas desde que la guerra civil en Siria estalló hace más de dos años, y que un millar más de cadáveres, por mucho que las armas con las que murieron fueran químicas, no parece cambiar mucho el balance de la tragedia. Pero Obama lo ha planteado como una cuestión de límites. EE UU no puede intervenir en todos los conflictos ni impedir todas las catástrofes humanas, pero el uso de armas de destrucción masiva constituye una línea roja que el propio Obama marcó en su día y que El Asad han traspasado groseramente ahora, según los datos que exhibe la Administración.
Este momento es particularmente angustioso para Obama, que construyó su leyenda sobre las cenizas de un predecesor arrogante y belicista. También es especialmente desconcertante para el resto del mundo ver al frente de esta nueva aventura militar al hombre en quien se creyó para construir la paz.
El propio Obama admitió el viernes que “mucha gente, entre la que me encuentro, está harta de guerra”, teniendo en cuenta las experiencias de Afganistán y de Irak. Pero añadió que también “hay mucha gente que dice que hay que hacer algo y luego nadie hace nada”. “Es importante tener en cuenta que, cuando más de 1.000 personas son asesinadas, incluyendo centenares de niños inocentes, por el uso de armas químicas, de las que el 98% o el 99% de la humanidad cree que no deberían utilizarse, si no hay una respuesta estamos enviando una señal que pone en peligro nuestra seguridad nacional”.
Obama decide atacar Siria pero lo someterá a votación del Congreso
"No fui elegido para esquivar decisiones difíciles", proclama el presidente de EE UU en su declaración en la Casa Blanca
"¿Qué mensaje estamos mandando al mundo si un dictador puede gasear a sus ciudadanos sin pagar por ello?"
“He decidido que EE UU debe actuar militarmente; puede ser mañana, la semana que viene o en un mes", asegura Obama, que ha hecho referencia al cansancio de los estadounidenses tras dos guerras en Irak y Afganistán: "Por eso no queremos poner a nuestros soldados en medio de otro conflicto, pero no podemos ignorar lo que ocurrió en Damasco". El ataque será "limitado en duración y objetivos", según el mandatario.
Barack Obama ha anunciado este sábado que ha decidido tomar represalias militares contra el régimen de Siria, pero, tratando de hacer más robusta su posición política y de ganar legitimidad para su actuación militar, someterá su decisión a la votación del Congreso –de vacaciones hasta el día 9-, lo que, como mínimo, retrasará varios días el posible ataque, si es que no lo impide por completo, teniendo en cuenta que la oposición republicana tiene el control de una de las cámaras, la Cámara de Representantes.
Obama declaró, en una comparecencia en el Rose Garden de la Casa Blanca al borde de las dos de la tarde (hora local), que, como comandante en jefe, está capacitado para ordenar el ataque en cualquier momento. Pero añadió que, “como presidente de la democracia constitucional más vieja de la tierra, es preciso liderar, no solo con la fuerza, sino también con el ejemplo”, por lo que, aunque no está obligado legalmente a ello, va a implicar a los representantes de los ciudadanos en esta grave decisión.
Se trata de una maniobra enormemente arriesgada, puesto que Obama está lejos de tener asegurado un voto favorable, pero, al mismo tiempo, increíblemente hábil, ya que, sin renunciar a una respuesta firme contra el régimen de Bachar el Asad, le otorga a su decisión una legitimidad, al menos desde el punto de vista nacional, que lo pone a salvo de futuros y previsibles riesgos una vez que la operación militar haya comenzado.
Obama establece, además, un precedente muy relevante: todos los últimos presidentes norteamericanos, de todos los signos políticos, desde Ronald Reagan hasta Bill Clinton, han procedido sin votación en el Congreso a acciones militares de muchas más envergadura que la que se espera en Siria, que Obama repitió que será “limitada” y no incluirá el despliegue de tropas sobre el terreno. “Sé que puedo hacerlo sin la autorización del Congreso, pero seremos más efectivos si buscamos su aprobación", declaró el presidente.
más información.
Este paso abre, no obstante, un largo proceso de debate lleno de incertidumbres. Obama dijo que ha comunicado su decisión al presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, a la líder demócrata en esa cámara, Nancy Pelosi, al líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, y al líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, quienes le comentaron que respaldaban esa medida. Falta ahora que esos líderes convoquen a sesiones de urgencia a sus respectivas cámaras, que actualmente se encuentra en receso.
Si no se produce una convocatoria urgente, el debate en el Congreso no podría celebrarse hasta el próximo 9 de septiembre. Aún convocándose una sesión de emergencia, el debate podría ser largo y accidentado, sobre todo en la Cámara de Representantes, donde los líderes republicanos no tienen pleno control sobre un extenso grupo de congresistas vinculados al Tea Party cuyo radicalismo, aventurerismo y odio visceral a Obama es de sobra conocido.
Si la Casa Blanca no ha acudido antes al voto del Congreso es, precisamente, porque teme meterse en una dificilísima negociación sobre lo que los miembro del Tea Party pueden exigir a cambio de su voto a favor de la intervención en Siria. Conociendo los antecedentes ocurridos, la verdad es que puede esperarse cualquier cosa. Basta citar como ejemplo que EE UU se verá de nuevo a mediados de octubre ante la amenaza de la suspensión de pagos porque la Cámara de Representantes se niega a apoyar el presupuesto sin una serie de condiciones, por ejemplo, sobre la reforma sanitaria.
Es decir, que Obama ha abierto la caja de Pandora y tiene que prepararse para un camino lleno de obstáculos en el Congreso. Su ventaja es que el público norteamericano no suele ver con buenos ojos una actitud obstruccionista de parte de la clase política cuando el presidente y comandante en jefe está en medio de una crisis militar. Pero tiene en contra que la opinión pública no está aún convencida de la necesidad de actuar en Siria. Sólo un 20% de la población comparte actualmente los argumentos del Gobierno.
En su intervención, Obama trató de agrandar ese porcentaje con nuevos argumentos sobre la gravedad de lo ocurrido en Siria, que describió como “el peor ataque químico del siglo XXI”, y la necesidad de darle respuesta. “¿Qué mensajes estaremos mandando si un dictador puede gasear cientos de niños hasta la muerte a la vista de todo el mundo sin pagar un precio?”, preguntó.
El momento del ataque queda ahora pendiente de esos dos factores: la decision del Congreso y el estado de la opinion pública. ¿Cuando? Obama trató de quitarse presión de encima sobre la fecha de la intervención. “Puede ser en un día, en una semana, en un mes”, dijo. Las fuerzas militares están listas y la decisión de la Casa Blanca plenamente tomada.
El resto de los elementos que se han manejado en los últimos días ya apenas cuenta. El informe de los inspectores de Naciones Unidas, que también puede tardar varios días, no es considerado en Washington un asunto relevante. El apoyo de otros países, tampoco mucho.
Obama aseguró que ha recibido en privado el respaldo de varios Gobierno del mundo, a los que animó a que lo hagan público. Pero su actuación no va a depender de eso. “Somos los Estados Unidos de América, No miramos a otra parte respecto a lo que ha sucedido en Damasco", manifestó.
El País, España
Los temores de la derecha ¿Por qué conspiran contra la Ley de Medios?
El entramado corporativo pasó de las cautelares a las vacilaciones de un tribunal resistente a la democracia real.
Por Víctor Ego Ducrot
Porque es hija de una militancia profunda, de formas no arquetípicas de hacer política; "del compromiso de los cuerpos con una democracia con volumen y espesor de nuevo tipo, del diálogo entre multitudes, en las calles y con quienes tienen la responsabilidad de gobernar y de legislar, con quienes en esa relación es más lo que oyen que lo que enuncian", como coinciden en señalar quienes fueron los principales hacedores de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, norma de distribución de cultura, de bienes simbólicos de producción social, con tanta densidad inclusiva, equitativa y pluralista que aunó los apoyos de multitudes que se expresan en las plazas y de instituciones con los más diversos atributos, como lo son, entre otras, la Iglesia Católica y la ONU. Y escribía recién, "como coinciden en señalar su principales hacedores"; ellos son entonces Gabriel Mariotto, el conductor político de la trama de gestión y militancia que desembocó en su sanción por parte del Congreso Nacional y promulgación por el Ejecutivo; Damián Loretti, el mismo que tuvo a su cargo la sistematización filosófica del proyecto, heredero este de años de compromiso por una comunicación democrática por parte de innumerable actores, y Graciana Peñafort, de alguna forma la mirada fina desde lo jurídico, que posibilitó ese verdadero mecanismo de relojería en lo legal y administrativo que el Grupo Clarín aun intenta desmontar para mantener sus privilegios monopólicos, con cuatro años de complicidad por parte de la corporación judicial y con las prácticas de terrorismo mediático que sólo puede poner en acción un grupo como el orquestado por Héctor Magnetto, entre las tinieblas de los crímenes de lesa humanidad. A ese tridente que el otro día en Plaza Lavalle un militante de la comunicación comunitaria calificaba de "mariottismo al palo, al que tanto le debemos sobre todo las más jóvenes generaciones, las que tenemos hoy un país por el que pelear, todos de alguna manera 'hijos' de Néstor Kirchner y de Cristina"; a ese tridente se le sumaron otros actores fundamentales, tanto para la elaboración teórica de la Ley como para su militancia durante meses en cientos de Foros, recogiendo experiencias e iniciativas que finalmente fueron volcadas al texto de la misma: ellos son Analía Elíades y Miguel Julio Rodríguez Villafañe.
Tres hechos en distintos ámbitos y de distintas dimensiones, registrados cada uno de ellos a escasas horas de diferencia, pueden darnos pistas acerca de cómo aquella experiencia por la democracia de la palabra sigue atemorizando a los poderes corporativos, y, en definitiva, sobre qué se debate en esta Argentina de nuestros días: la Corte Suprema de Justicia es interpelada por multitudes para que cumpla con la Constitución y no sea sirvienta de Magnetto; un senador provincial de poca monta (Jorge D’Onofrio) es usado por un ex "servicio" y en la nómina de los responsables políticos por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (Juan José Álvarez) , para que, en ancas de una elección de medio término que aun no tuvo lugar, un intendente asociado a las mafias del llamado "corredor de Norte" (Sergio Massa) apunte contra las instituciones y la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires, la de mayor volumen económico y político del país; y un tribunal penal se lleva puestos a testigos y pruebas, con jueces que se duermen en la sala y asesoran a voces de "la Bonaerense", para exculpar en forma escandalosa a siete efectivos de ese cuerpo que es más "para" que policial por el crimen de un joven cuyo cuerpo apareció en un zanjón (¿y van cuántos?, y al mejor estilo del siniestro terrorismo de Estado).
El primer caso es la resultante de un modus operandi del entramado corporativo, que pasó de las cautelares a las vacilaciones de un tribunal mayor resistente a la democracia real: no quiere que los magistrados paguen impuestos, se niega a que el principio de soberanía popular sea válido también para la justicia y esta semana llegó a equiparar a un empresa de diarios y TV con el Estado nacional, por supuesto dejando fuera del recinto al conjunto de la sociedad civil.
El segundo desnuda el que hasta ahora parecería ser el paso táctico mejor logrado de la derecha variopinta, asesorada por cierto desde los mismos rincones que en otras épocas no lejanas asesoraron a golpistas y terroristas de Estado (las silenciosas oficinas de "la Embajada"): poner por fuera a un cacique menor (Sergio Massa) y por dentro a algunos dirigentes de primera línea cuyos sarampiones kirchneristas no convencen a nadie; y disparar no sólo contra la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires sino, y muy especialmente, sobre una experiencia de política legislativa inédita en el país, como lo es la protagonizada desde el Senado bonaerense, a partir de Foros Sociales para darle la palabra a los vecinos de distintas localidades acerca de los temas centrales en la agenda púbica, como seguridad, por ejemplo; de proyectos de leyes para democratizar el Consejo de la Magistratura y la justicia misma y sus procedimientos, y para transparentar y hacerles ganar en eficacia a los instituciones policiales; como así también el permanente caminar del territorio por parte de senadores y el propio titular de la Cámara –el mismo Gabriel Mariotto cuyo ejemplo al frente de la creación de la Ley de Medios fue agradecido el miércoles ante una multitud por el actual titular de la AFSCA, Martín Sabbatella -, en diálogo con instituciones de las más diversas incumbencias.
El tercero da cuenta, una vez más, (¿y van cuántas?) de cómo la trama de complicidades entre elementos policiales, del Poder Judicial y del tablero político, la misma que Mariotto viene denunciando desde su primer día de gestión como vicegobernador, encierra la explicación última de los problemas de seguridad, que se solucionan desarticulando esa circuito perverso y no con cámaras televigilantes, tan fuertemente auspiciadas por el crimen organizado y los intendentes, fiscales, jueces y agentes a su servicio; de una trama que en definitiva sólo le sirve a la derecha política y económica, la única beneficiada por el accionar delincuencial de la compleja red que intento referir, espero que con cierto éxito en término de síntesis.
Y si de síntesis se trata, pues entonces por qué no ensayar la siguiente: los atentados contra le Ley de Medios, las conspiraciones sobre los mismos bordes de la gobernabilidad, y el mantenimiento de las tramas más siniestras, como lo es la de policías, políticos, jueces, fiscales y medios dominantes de comunicación – con prácticas tan bien desarticuladas conceptualmente por un juez de la propia Corte Suprema (Raúl Eugenio Zaffaroni)–, son todos esos los factores de una misma ecuación, aquella por la que apuesta el poder corporativo concentrado, para destruir los instrumentos que crean y distribuyen cultura democrática, destruir al orden constitucional mismo si les hace falta; y sobre todo, y porque les temen, para combatir a los militantes y dirigentes más comprometidos con los haceres republicanos, que tanto aprendieron en términos de producción social de políticas cuando atravesaron las luchas en búsqueda de la tan temida Ley (temores de la derecha), la de Servicios de Comunicación Audiovisual.
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Aerolínea de bandera Interés nacional: último aviso para abordar la causa Por Jorge Dorio
Basta con asomar la nariz por encima de la maraña argumental generada por el conflicto con la empresa LAN para notar que ningún análisis ha destacado como basamento para iniciar la discusión el imperativo fundacional de la defensa de lo propio.
Un fantasma acecha en la observación de nuestra política: la rutina del estupor. ¿Cómo es posible que no produzca asombro el hecho de que el Presidente de Aerolíneas Argentinas tenga que dedicarse a dar puntillosas explicaciones por ejercer la defensa del interés nacional?
Mueve a risa pensar que un funcionario público – especialmente si su ámbito de competencia es una aerolínea de bandera – deba enfrentar una discusión de cualquier orden desde una postura de imparcialidad como la que reclaman algunos sedicentes líderes de opinión locales.
En el caso puntual de Mariano Recalde, el cuestionamiento es el más reciente eslabón de una cadena envuelta a su gestión desde el mismísimo comienzo. En aquel momento, carentes aún de un objeto pasible de crítica, los dardos se centraron en dos caracteres de pueril fragilidad. El primero era la “excesiva” juventud del flamante funcionario. El segundo, su pertenencia a La Cámpora, una agrupación a la que se ha intentado demonizar tratando de asimilarla a nucleamientos que van desde Montoneros hasta las Juventudes Hitlerianas.
También en este caso el desatino de las pretendidas similitudes revela el desembozado motivo del ataque, que no es otro que el disciplinado respaldo de la agrupación a los lineamientos del Ejecutivo y su recreación en virtud de renovados desafíos generacionales.
Desde este punto podemos rastrear la conexión con el comienzo de estas líneas. Transcurridas varias décadas de extravío en lo que a la recuperación plena del concepto de soberanía se refiere, el modelo kirchnerista asumió la restauración del interés nacional ( y su consecuente ampliación a la idea de “Patria Grande”) como un leit motiv de sus políticas.
Frente al cipayismo mal disimulado de la dictadura, las relaciones carnales del menemismo y una vindicación nacional puramente declamatoria de otros momentos y núcleos partidarios, esta toma de posición – elemental, fundante, insoslayable – no dejó de hacer cierto “ruido” en algunos sectores de la opinión pública urbana y pseudo progresista.
Desde distintos ámbitos se intentó travestirla de chauvinismo u otras perversiones del concepto aprovechadas históricamente por la derecha para disfrazar sus posturas como imperativos categóricos. Pero pasados diez años de políticas consecuentes, es cada vez más difícil que se logre desnaturalizar la idea concreta de soberanía.
Para volver al tema de Aerolíneas Argentinas ha de decirse en primer lugar que es incorrecto hablar de “conflicto” en el diferendo con la empresa LAN o en la demanda de hangares y explotación de rutas internas en países vecinos. La actitud de Recalde no ha sido otra que la de ratificar su eficacia en la conducción del crecimiento de la empresa con la afirmación del interés que define el carácter de una aerolínea de bandera.
Pero en este punto corresponde también aclarar un perfil ampliado de lo soberano. En el caso de Aerolíneas no se trata sólo de la recuperación de rutas, destinos y frecuencias o de la modernización y ampliación de la flota. La incorporación de miles de ciudadanos a los beneficios del transporte aéreo, la progresiva federalización del servicio y la vocación solidaria en aspectos como el acuerdo con el INCUCAI, expresan la necesidad de entender la soberanía nacional en el perfil que la completa y que es el de soberanía popular.
Por eso el cuestionamiento a ciertas decisiones oficiales no se limita a la vocación entreguista de quienes cuestionaron la postura frente a Malvinas o la Fragata Libertad. La condición de esas voces es idéntica en su respaldo de los fondos buitre y las tutelares de Clarín o la condena de la política tributaria y las relaciones con el lobby agropecuario.
La cuestión es tan sencilla como la que emerge de parafrasear viejos refranes. Es obvio que la soberanía bien entendida empieza por casa. Por eso es necesario mantener la vigilia frente a los abanderados de las hipotecas y otros okupas agazapados. Sólo la unidad frente a esos intereses puede garantizar que la casa esté verdaderamente en orden.
Télam
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