martes, 27 de noviembre de 2012

Las flores resistentes, por Juan Diego Incardona

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La historia, guaraní, cuenta que Anahí era la india más fea de la tribu, pero que su voz era hermosa. Cuando cantaba, los árboles abrían las hojas y las piedras se desenterraban solas. Vivía en una choza a orillas del río Paraná, hasta que llegaron los invasores y arrasaron las tribus. Entonces, Anahí fue llevada prisionera. Una tarde, aprovechando el sopor de la siesta, trató de escapar, pero el centinela se despertó de pronto. Con los pies de nuevo en la selva, la sangre de la india hervía deseos de libertad y, defendiéndose, mató a su enemigo clavándole un puñal en el pecho. El grito moribundo alertó a los otros guardias, quienes salieron a perseguirla. Finalmente, la atraparon y, en venganza, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera. La ataron a un árbol e iniciaron las llamas. Al principio, el fuego no quería quemarla, sólo buscaba cortezas y hojas secas de los alrededores. Los soldados se empecinaron y le untaron el cuerpo con grasa. Entonces, ante los ojos sorprendidos de sus verdugos, Anahí y el árbol empezaron a fundirse en un nuevo ser, mitad vegetal, mitad humano, sin vestigios de heridas o quemaduras. A la mañana siguiente,  los soldados descubrieron que el árbol se había transformado por completo, que había cambiado sus hojas y que de ellas colgaban, como racimos, montones de flores rojas.
Muchos años después, el 2 de diciembre de 1942, estas flores serían declaradas Nacionales de Argentina, por Decreto N°138.974. Registradas con el mismo nombre que el árbol, se las conoce como seibos o flores de seibo.
Anahí...
recuerdan acaso tu inmensa bravura, reina guaraní
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.
(Osvaldo Sosa Cordero, “Anahí”, fragmento)
La literatura argentina no se ha ocupado demasiado de ellas, salvo algunas excepciones, como en los poemas de Rafael Obligado, poeta que pasó su infancia en Paraná y quien fuera autor de Santos Vega y parte del grupo fundador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Tu “flor de caña”,/ ¡oh plácido amigo!/ no tuvo unos ojos/ más negros y lindos,/ que cierta morocha/ del suelo argentino/ llamada… su nombre;/ jamás lo he sabido;/ mas tiene unos labios/ de un rojo tan vivo/ difúndese de ella/ tal fuego escondido,/ que aquí en la comarca,/le dan, los vecinos,/por único nombre,/”la flor de Seibo”… (Rafael Obligado, “La flor del seibo”, fragmento)
Yo tengo mis recuerdos asidos a tus hojas/ yo te amo como se ama la sombra del hogar / risueño compañero del alma de mi vida / seibo esplendoroso del regio Paraná… (Rafael Obligado, “El seibo”, fragmento)
Pero igual que en otras literaturas, tal vez la flor que ha tenido mayor presencia en poemas y relatos de nuestra tradición es la rosa, esa misma flor que ya aparece en la Biblia y en las mitologías, tanto en la mano de una de las Tres Gracias como en los collares que usan los católicos para rezarle a la Virgen María: el Rosario. Es justamente en una ciudad llamada Rosario donde se enarbola por primera vez la Bandera Nacional, el 27 de febrero de 1812.
Desde El Asno de Oro de Apuleyo, donde un borrico se vuelve hombre al comer rosas, hasta El nombre de la Rosa, de Humberto Eco, la rosa aparece una y otra vez en la literatura universal. Para el modernismo fue un símbolo:
Mes de rosas. Van mis rimas/ en ronda, a la vasta selva,/ a recoger miel y aromas/ en las flores entreabiertas./Amada, ven… (Rubén Darío, “Primaveral”)
En Argentina, aunque también aparece humanizada o divinizada, carnal o platónica, como en el poema de Borges (“La rosa”), donde dice “La que siempre está sola/ la que siempre es la rosa de las rosas,/ la joven flor platónica,/ la ardiente y ciega rosa que no canto,/ la rosa inalcanzable”, la rosa adquiere propiedades particulares, una versión local que agrega, a la belleza, fortaleza, y que destacan dos autores: Roberto Arlt y Raúl González Tuñón.
En Los siete locos y Los Lanzallamas, de Arlt, el protagonista principal, Erdosain, mientras participa de una sociedad secreta y delirante que planea la revolución, se obsesiona por conseguir, mediante electroquímica y galvanoplastia, la rosa de cobre.
Se toma una rosa —explica Erdosain— y se la sumerge en una solución de nitrato de plata disuelto en alcohol. Luego se coloca la flor a la luz que reduce el nitrato a plata metálica, conductora de corriente. Luego se trata por el común procedimiento de galvanoplastia. La flor queda convertida en una rosa de cobre.
En la década del ´30, González Tuñón publica La Rosa Blindada, un libro de poemas en homenaje a la insurrección obrera de Asturias, en una España amenazada por el fascismo. El título aludía a la necesidad de que la cultura fuera usada como un arma en las luchas sociales y políticas.
“El morir por la revolución existe, es un hecho favorable.
Nosotros sabemos lo que se debe saber.
De todas maneras cada semana la flor anuncia un constante recuerdo.
Si está sola su insistente perfume se reparte y murmura:
Camaradas, vosotros estáis ahí.”
Estas versiones locales que dotan a las flores con la fuerza de la resistencia, adquieren mayores sentidos, cuando uno las pone bajo la luz de la Historia. Ya en la década del 60, “La Rosa Blindada”, sería el nombre de una de las revistas y editoriales de izquierda más importantes de nuestro país, dirigida por José Luis Mangieri.
Y así comienzan los sueños de esta comunidad, entre flores, evocando.
A las rosas de cobre y acero de nuestra literatura, hechas para resistir tormentas y largos inviernos, que han crecido a orillas de los ríos que alguna vez obsesionaron a Sarmiento y Alberdi. Allí están —como acostumbraban a decir Borges y Bioy Casares al quejarse del peronismo—, para siempre. Tenemos Rosas para siempre.

AGENCIA PACO URONDO,
GB

SOMISA

Los somiseros y la organización sindical

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SOMISA supuso la incorporación de trabajadores a actividades inéditas en Argentina en el marco de un proceso de construcción gremial vinculado a la movilización activa de las bases sindicales. Las posiciones empresarias se fortalecieron durante las décadas del ‘80 y del ‘90, sustentadas en la represión física y el miedo instalado por el Terrorismo de Estado. Las nuevas formas de uso y gestión de la fuerza de trabajo desplazaron el marco reivindicativo y el accionar gremial de los trabajadores y sus organizaciones.
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Por Julia Soul | Una catarata de conquistas. La acción gremial en sus inicios y las reivindicaciones duraderas. La entrada en operaciones de las distintas unidades productivas de SOMISA, supuso la incorporación de trabajadores a operaciones y procesos inéditos en Argentina, dirigidos por técnicos e ingenieros extranjeros – empleados por las empresas proveedoras de los equipos y medios de trabajo. En este marco, la definición de puestos y tareas específicos, las condiciones de trabajo necesarias y las relaciones jerárquicas se encontraban en una zona de indefinición y generaban disputas cotidianas. En esos primeros años se demarcan tres tipos de reivindicaciones que atravesaron – y aún hoy atraviesan – la historia de los colectivos obreros: la cuestión salarial, columna vertebral de la reivindicación gremial; la carga laboral, de fuerte peso en un proceso de trabajo altamente riesgoso; y las definiciones de tareas y puestos.
Como parte de la disputa por la definición de puestos y tareas, encontramos que desde 1965 se demanda una “Tabla de Descripción de Funciones”, que finalmente se establece en 1969. En los relatos de los trabajadores, esta Tabla resultó una herramienta fundamental para combatir la arbitrariedad de jefes y capataces. El problema de la carga de trabajo disputado a través de los regímenes legalmente previstos para las tareas insalubres, riesgosas y con carga térmica siempre sería un tema de discusión de cuáles sectores o tareas cumplían tales condiciones. Como veremos, uno de los puntales de las políticas empresarias durante los gobiernos dictatoriales fue la suspensión y eliminación de dichos regímenes especiales. Finalmente, respecto de la cuestión salarial y a contrapelo de los relatos sobre los altos salarios que abonaría la siderúrgica, encontramos repetidas gestiones gremiales para la equiparación de los salarios de SOMISA con los de otras empresas siderometalúrgicas de la región. Además, se registran repetidos intentos de las gerencias para atar el salario a la productividad y para establecer ‘incentivos individuales’. Durante la gestión estatal de la Planta, se fueron generando adicionales y premios colectivos (como el presentismo) que al mismo que permitían a los trabajadores aumentar sus ingresos, permitían a las gerencias controlar el ausentismo.
Tres conflictos, tres estrategias. La forma en que esas reivindicaciones se convierten en demandas, se negocian y se conquistan se inscribe en diferentes estrategias político – sindicales. Para el caso de los somiseros podemos distinguir claramente tres tipos de estrategias dominantes, que no se dan aisladas de las estrategias que se disputaban a escala nacional.
En los inicios de la década del ‘60 se registra un proceso de construcción gremial vinculado a la movilización activa de las bases sindicales. La Comisión Interna de SOMISA y la seccional local de la UOM – en las que, según los relatos, confluían militantes de diversas tendencias políticas e ideológicas - habían organizado y participado activamente de las ocupaciones de fábrica previstas por los planes de Lucha de la CGT de 1963 y 1964, que enfrentaron la crisis de inicios de la década.
En junio de 1965, se registró un importante conflicto en la Planta con motivo de la creación del SOESA (Sindicato de Obreros y Empleados de Siderurgia Argentina), organización sindical que separaría a los somiseros de la UOM. Sin embargo luego del conflicto, la dirección empresaria reconoce a la UOM como único representante de los somiseros y la seccional local fue intervenida por un equipo de colaboradores (entre los que se encontraba José Ignacio Rucci) del Secretariado nacional. La Intervención significó disputas entre dos estrategias de construcción sindical diferentes -como se expresó en el accionar frente a la suspensión de los regímenes insalubres con al Golpe de Estado de 1966-. Mientras la Comisión Interna desplegaba una serie de acciones directas; la Intervención se reunía con la gerencia e invocando la figura del Secretario General de la UOM, Augusto Vandor, suspendía las medidas de fuerza. Esta disputa se definió hacia 1967, cuando el conjunto de la comisión interna es despedido y los delegados que se referenciaban en la Intervención quedaron al frente de la comisión interna de SOMISA.
Avalado localmente por las elecciones sindicales de  1970, J I Rucci se proyectó hacia el Secretariado Nacional de la CGT, en la apuesta por los sectores sindicales del peronismo de viabilizar la salida de la Dictadura, y el regreso del Gral. Perón con un proyecto político que sostuviera las premisas del status quo -materializadas en las políticas del Pacto Social- en un contexto político de movilización antidictatorial y de proyectos políticos emancipatorios. Este liderazgo, se proyectaba desde la legitimación que Perón otorgaba a Rucci, como interlocutor privilegiado.
En enero de 1973 una toma de fábrica en SOMISA evidenció que había problemas en la construcción gremial que había catapultado a Rucci hacia la CGT. La toma habría estado motivada por el repudio a las agresiones patoteadas que dos referentes del STSA (Sindicato de Trabajadores de Siderurgia Argentina) habían sufrido a manos de matones de la UOM. El resultado del conflicto es contradictorio: por una parte, la UOM mantiene la representación de los somiseros. Por otro lado, la Comisión Interna y parte de la Comisión Directiva seccional deben presentar sus renuncias. La empresa, entre tanto, acomete con una ola de despidos que, según los medios periodísticos, alcanza incluso a militantes de corrientes de izquierda (como la JP) que no formaban parte de tal emprendimiento sindical.
En este momento asume la conducción de la seccional y de la Comisión Interna de SOMISA un grupo de militantes encabezados por Naldo Brunelli, actual secretario general de la seccional y miembro del Secretariado Nacional de la UOM. A partir de este momento se registra otro cambio en la estrategia sindical. Muchas de las primeras conquistas de la nueva conducción – como la mejora en el sistema de transportes del personal – remiten al programa de reivindicaciones que postulaba el STSA. Se desarrollan un conjunto de intervenciones en ámbitos como vivienda, educación y salud que proyectan hacia el ámbito social el liderazgo de la conducción sindical. El advenimiento de la Dictadura en 1976, que en SOMISA se manifiesta en un incremento del control y la vigilancia sobre los trabajadores, la suspensión de los regímenes de insalubridad y más de mil despidos entre 1976 y 1977, suspende además la vigencia de la organización gremial en los lugares de trabajo y mantiene intervenidas a las organizaciones. Hacia finales de la Dictadura, la actividad gremial se reactiva alrededor de tres reivindicaciones: la recuperación de los regímenes de insalubridad, la cuestión salarial y la reincorporación de los despedidos. Estas reivindicaciones son asumidas por un conjunto de militantes sindicales de diversas extracciones político – ideológicas (que integraban o simpatizaban con las posiciones del PC, del MAS, etc) que participan activamente de la vida sindical en este período. En términos generales, estos trabajadores proponen una estrategia sindical con participación de las bases que integre a los sindicatos en una fuerza social emancipatoria. Su presencia será importante en la vida sindical de SOMISA en la década del ’80, aunque no adquirió carácter dominante.
Negociar con participación. La estrategia sindical para el siglo XXI. Las posiciones empresarias se fortalecieron respecto de los trabajadores durante las décadas del ‘80 y del ‘90, sustentadas en la represión física y el miedo instalado por el Terrorismo de Estado. Pero además, los avances negativos producto de las nuevas formas de uso y gestión de la fuerza de trabajo desplazaron el marco reivindicativo y el accionar gremial de los trabajadores y sus organizaciones. En el caso de los somiseros, estas transformaciones se profundizaron con la privatización de la empresa, cuyo contexto específico escapa a los objetivos de esta crónica.
La estrategia sindical frente a la privatización, expresada en la consigna negociar con participación, marcaría el rumbo de las relaciones con los nuevos propietarios. A su vez, se reduciría en espacio para la confrontación y las acciones programáticas propuestas por un sector de delegados somiseros y respaldadas por las organizaciones políticas de izquierda. En los relatos de los ex – somiseros, la política de la confrontación no se visibilizaba como una línea viable en el mediano plazo.
Los resultados de dicha confrontación no escapan a las generales de la ley en este período: reducción abrupta de personal, retroceso en beneficios y conquistas históricas, intensificación del trabajo, aumento de la carga laboral mental como producto de la incorporación de nuevas tecnologías.
Una respuesta organizativa del sindicato ante la ofensiva empresaria fue incluir en la organización sindical a los trabajadores de las contratistas. Ante las políticas de flexibilidad en sus aspectos salariales y de tareas, entablaron negociaciones conjuntas para participar de los procesos de revaluación y reclasificación de puestos, así como una comisión de seguimiento salarial que integra a los representantes de las empresas contratistas.
Como resultado de las políticas empresarias, la acción gremial se ha profesionalizado y demanda cada vez más conocimientos técnicos puntuales en sus diversos ámbitos de acción. Esto redunda en la especialización y la división del trabajo en la organización, lo que puede resultar en desmedro de la construcción de una mirada de conjunto que integre los saberes colectivos y habilite las potencialidades que las organizaciones sindicales tienen para aportar en la construcción de un mundo más justo y solidario. Pero estas posibilidades son parte de la historia que los  trabajadores y sus organizaciones construyen cotidianamente en su andar.
Julia Soul es Antropóloga – Docente e investigadora del Conicet – Miembro del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT)

GB

AGENCIA PACO URONDO

ALTOS HORNOS ZAPLA

Altos Hornos Zapla y SOMISA: del influjo estatista a la privatización

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En sus inicios Altos Hornos Zapla fue, junto con SOMISA, parte de un proyecto nacional de amplio alcance que sin embargo no logró concretarse en toda su extensión. Palpalá, la ciudad que contenía a la fábrica era identificada como “Ciudad madre de industrias”.
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Por Liliana Bergesio y Fernando Castillo* I Muchas veces se ha proclamado las virtudes de una sociedad industrial. Esta parece conformarse no de un conjunto de fábricas aisladas sino de un sistema social y económico. En él cobra un especial protagonismo la producción siderúrgica ya que es parte esencial del desarrollo industrial. En Argentina estas afirmaciones parecen haber regido el ideario que, en la década de 1940, culminaron con la formulación Plan Siderúrgico Argentino, liderado por el General Manuel Savio. El argumento central de Savio radicaba en dos elementos coadyuvantes: en la preponderancia de la siderurgia y la mutación de la situación preponderantemente agrícola-ganadera del país. Tales orientaciones se fundaban no sólo en motivos económicos y productivos sino también en una cuestión de soberanía nacional. La insistencia de Savio daría sus frutos desde los albores mismos del decenio mencionado: en 1941, mediante la ley 12.709, se instituiría la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM); en los años subsiguientes se constituiría Altos Hornos Zapla (AHZ) en la localidad de Palpalá (Provincia de Jujuy) y se formularía el Plan Siderúrgico Argentino, que sentaría las bases para la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA).
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La historia de AHZ se inició en 1941. Luego de que se tomara conocimiento de la existencia de mineral de hierro en las Serranías de Zapla (próximas la capital de Jujuy), el yacimiento descubierto fue declarado zona de reserva, en virtud de decretos conjuntos de los gobiernos nacional y provincial. Durante el año siguiente, se aprobó para su explotación e industrialización el convenio celebrado entre la provincia y la DGFM, a la cual estaría institucionalmente vinculada la explotación del mineral de hierro y su procesamiento siderúrgico. Cumplidos los requisitos legales, el 23 de enero de 1943 se creó el establecimiento con el nombre de Altos Hornos Zapla. Realizados los estudios definitivos, proyectos y obras necesarias para el funcionamiento del nuevo organismo, el 11 de octubre de 1945 se efectuó finalmente allí la primera colada de arrabio argentino.
Cada uno de los momentos de la ulterior trayectoria histórica de AHZ no constituyó una serie de eventos azarosos, sino que fueron pautados en consideración de rigurosas evaluaciones y proyecciones. La constitución y ordenamiento del esquema productivo de AHZ se basó en los principios fundamentales del Plan Siderúrgico Argentino. El conjunto de sus prácticas ligadas a AHZ fueron planteadas así como una serie de programas articulados al diseño del plan. Esta última suponía en términos generales la constitución de las condiciones necesarias para el desarrollo y la consolidación de la industria siderúrgica nacional. Sus metas bosquejadas se asentarían y desplegarían sobre diferentes tipos de unidades fabriles, las cuales a partir de la división del trabajo habrían de desarrollar tareas específicas: las explotaciones de hierro y las plantas siderúrgicas estatales; los establecimientos industriales de SOMISA (cuyo objetivo apuntaría a la producción de arrabio y la elaboración de aceros semiterminados y terminados); y las fábricas de otras sociedades mixtas y las plantas dependientes del capital privado (estas últimas, con el fin de producir aceros terminados).
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Las proposiciones de la Ley Savio sugerían así una serie de pautas básicas sobre la articulación de las relaciones entre diferentes puntos del campo privado y del estatal. Al margen del marco reglamentario que en esta Ley se esbozó para regular las relaciones entre estas dos esferas en torno a SOMISA, se propusieron una serie de ciertos flujos hipotéticos que habrían de sostener la producción siderúrgica argentina en función de la integración de las dos esferas. En este esquema, el mineral de hierro se transforma en acero y realiza un pasaje hacia su terminación entre un establecimiento y otro. Este movimiento se desarrollaría partiendo de empresas estatales que abastecerían al final del ciclo del mineral a las empresas privadas. Como se pone de manifiesto, la producción de acero se sustentaría, entonces, en la unificación de los campos privados y estatales.
El devenir de AHZ se constituyó en función de varios y diversos itinerarios, articulados alrededor de la producción del acero. Sin embargo, la coexistencia de trayectorias disímiles de diversos actores sociales en su seno permite poner en evidencia no sólo el desbalance entre los recorridos de los centros productivos, sino también que la historia de AHZ no fue necesariamente lineal y progresiva. La construcción de múltiples identidades –vinculadas a las particularidades geográficas de los centros y las especificidades de las prácticas laborales–, y las relaciones complejas entre los centros y sus pobladores además de los procesos de diferenciación inherentes a la dinámica de la fábrica como las diversas trayectorias de género o las particularidades de las diversas barriadas, implican que el acopio de avances técnicos y el crecimiento de los volúmenes de acero elaborado no pueden dar cuenta por sí solos de la complejidad de la experiencia de AHZ.
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Todas estas diversas trayectorias, que giraban en torno a la producción siderúrgica, convergieron finalmente, luego que cesara la política expansiva, en el fatídico punto de la privatización del establecimiento. Ya desde la década de 1980 la empresa venia sobrellevando un proceso de desmantelamiento que colaboró con la rápida y poca debatida venta.
El proceso privatizador de AHZ comienza a poco de asumir el Gobierno Nacional el Dr. Carlos Menem. En ese momento, el trámite parlamentario para la ejecución de AHZ se destacó por su celeridad ya que solo demoró un mes. En octubre de 1991, un antiguo ingeniero de AHZ, eleva a la DGFM un informe de la “Situación actual y perspectivas futuras” de la fábrica. Allí afirma que: “La planta está prácticamente paralizada. Los centros 9 de Octubre y Puesto Viejo también desactivados. El Centro Forestal parado y sin realizar ninguna actividad significativa. El Centro Siderúrgico reducido a su mínima expresión. La totalidad de Altos Hornos parado y en condiciones variables de reactivación. (…) Las muy pocas instalaciones que esporádicamente se mueven, funcionan irregularmente, afectadas por inconvenientes técnicos, inadecuado mantenimiento de los equipos, dificultades ocasionadas por la mínima producción de aceros y escasez de insumos importantes, como ser mineral de hierro, carbón vegetal, chatarra, ladrillos refractarios, etc., cuyas existencias son nulas o mínimas”.(NICODEMO, Miguel: Mis primeros cincuenta años en la siderurgia del país. 2004:51)
Un mes después de ese informe, un diario jujeño, informaba en su portada: “Menem firmó el decreto para privatizar Altos Hornos Zapla” y en la nota se dice que: “Zapla, junto con SOMISA constituyen las dos grandes compañías siderúrgicas estatales, se encuentra actualmente en estado de mínima producción y en un proceso de racionalización de gastos que redujo el número de trabajadores de casi 8.000 que tuvo en sus mejores épocas a 2.560 obreros actuales”.(Diario Pregón, San Salvador de Jujuy, 8 de noviembre de 1991; pág. 1.)
Entre finales de 1991 y enero de 1992 se establecen las condiciones de adjudicación de la licitación que incluían la venta del 90% de los activos de la compañía, quedando el 10% restante para el programa de propiedad participada voluntaria de los trabajadores de la empresa (pago que aún se encuentra pendiente entre otros compromisos que se asumieron allí y tampoco se cumplieron). El 31 de enero de 1992 se conoció al único oferente que luego se convirtió en el adjudicatario, un consorcio formado por capitales argentinos, franceses y estadounidenses cuyo nombre es Aceros Zapla.
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Pero esto trajo grandes consecuencias para los ahora ex zapleros. La absorción de mano de obra de Aceros Zapla (entre 700 y 800 personas) fue en su mayoría de gente nueva, estimándose sólo en un 10% de esa cifra los ex-empleados reincorporados, cuyo mayor atractivo era su conocimiento específico del funcionamiento de determinadas maquinarias. La privatización implicó una reducción de más de dos mil puestos de trabajo en el lapso de un año, a lo que debe sumarse la paralización de las minas y los empleados que perdieron su trabajo en la empresa los años anteriores. La absorción de esta mano de obra es sumamente dificultosa en una ciudad de las dimensiones de Palpalá, teniendo en cuenta que los empleos eliminados en el breve período de un año representaban algo más de una décima parte de la población económicamente activa. En un contexto sin demasiadas alternativas ocupacionales, esto fue un golpe devastador para la economía local, y significó el fin de una inserción laboral estable para muchas familias.
Con posterioridad a la privatización, la ahora empresa Aceros Zapla S.A. introduce una serie de modificaciones en todos sus rubros. Todo ello cambió la relación de la empresa con los múltiples y diversos emprendimientos privados que por décadas trabajaron en vinculación con AHZ (ya sea como proveedores o con otros tipos de relación). La consecuencia fue el cierre de esas industrias menores vinculadas y la reconversión del perfil productivo de Palpalá.
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En sus inicios AHZ fue, junto con SOMISA, parte de un proyecto nacional de amplio alcance que, sin embargo, no logró concretarse en toda su extensión. En el caso de AHZ, éste constituyó en principio un centro neurálgico de desarrollo regional –que engarzado en el marco de un proyecto nacional, colaboró en el desarrollo de industrias no centralizadas en la pampa húmeda ni próximas al puerto de Buenos Aires e impactó a escala nacional– que devino luego en una empresa privada con poco impacto local tanto en el empleo directo como en el indirecto. Palpalá, la ciudad que contenía a la fábrica, y con la cual tenía una relación simbiótica, era identificada como “Ciudad madre de industrias”, porque allí se generaba el acero que alimentaba a las industrias de todo el país, pero además albergaba a numerosos establecimientos fabriles menores que se vinculaban con AHZ. Hoy poco queda de esa heredad y descendencia.

Liliana Bergesio es Licenciada en Antropología. Especialista en Docencia Superior. Mg. en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales. UNICCS-FHyCS-UNJu.
Fernando Castillo es Licenciado en Comunicación Social. CONICET/UNIRH-FHyCS-UNJu.

GB

HIPASAM, LA MINA DE HIERRO

HIPASAM: un proyecto de desarrollo del noreste patagónico

HIPASAM llegó a tener la mina subterránea de hierro más grande de Latinoamérica. Durante la década del `90, el gobierno decretó la intervención de la empresa y el cese de su producción. Actualmente el hierro es explotado por empresas de capital chino.
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Por Juan Gournalusse I Junto a la puesta en marcha de SOMISA, el estado nacional promovió el desarrollo de complejos mineros en Sierra Grande y Río Turbio, donde se encuentran  los yacimientos de hierro y carbón más importantes del territorio nacional. Los objetivos buscados fueron producir en la Argentina estos minerales considerados estratégicos para la defensa nacional, alcanzar su autoabastecimiento, desarrollar la industria siderúrgica, contribuir de este modo a la sustitución de importaciones, y poblar y desarrollar regiones consideradas desérticas. Las mayores localidades del noreste patagónico, Puerto Madryn y San Antonio Oeste, tenían entonces sólo 5100 y 3000 habitantes, escasa infraestructura y pocas perspectivas de crecimiento. El proyecto de explotación de los yacimientos de hierro de Sierra Grande fue considerado el camino para poblar la región y transformarla en un polo de desarrollo siderúrgico.
En 1960, Minera y Siderúrgica Patagónica S.A. (MISIPA), un holding formado por los principales empresarios siderúrgicos nacionales y la empresa alemana Ferrostaal, ganó la licitación para explotar el hierro de Sierra Grande. Este grupo exploró el potencial del yacimiento y diseñó un plan de explotación que nunca llevó a cabo. Los empresarios prefirieron establecer sus industrias en el corredor Rosario – La Plata, donde ya existía infraestructura y mano de obra calificada, y rechazaron la propuesta estatal de invertir en Sierra Grande. En 1967 el gobierno dictatorial de Juan C. Onganía le quitó la licitación a MISIPA y en 1969 decretó la creación de HIPASAM, empresa mixta formada por Fabricaciones Militares, el Banco Nacional de Desarrollo y la provincia de Río Negro, con los mismos objetivos planteados en los proyectos anteriores.
En 1970 comenzaron en Sierra Grande las obras de excavación de las galerías y construcción de las plantas de preconcentración y concentración, los hornos para fabricar pellets de hierro y el muelle para embarcarlos. HIPASAM llegó a tener la mina subterránea más grande de Latinoamérica, con 414 m. de profundidad y 98 km. de longitud, dos áreas industriales unidas por un ferroducto de 32 km y un muelle con plataforma giratoria. Simultáneamente, se edificaron los complejos de viviendas para el personal de la empresa y sus familias y se montó toda la infraestructura necesaria para ello: acueductos, instalaciones de gas y electricidad, trazado y asfalto de caminos, calles y rutas, escuelas, hospital, municipio, etc. Durante esta construcción arribaron a Sierra Grande miles de jóvenes trabajadores que vivieron en campamentos administrados por HIPASAM y las empresas contratistas, alrededor de los cuales se instalaron miles de personas que, aprovechando el mercado de trabajo abierto por estas circunstancias, establecieron comercios o se desempeñaron como profesionales de la salud, la educación o la función pública.
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HIPASAM es recordada por sus trabajadores como una gran escuela, donde los obreros aprendían el manejo de grandes maquinarias, física, química, geología y mecánica. Además, fue el corazón económico y social de una localidad próspera, con gran perspectiva de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, el proyecto tuvo grandes detractores. Juan Alemann y otros funcionarios del Ministerio de Economía de la última dictadura lo denunciaron como inviable e hicieron lobby para lograr su cierre. Este embate, rechazado durante el gobierno militar por los oficiales a cargo de las empresas, continuó durante el período democrático y puede verse en las innumerables notas de opinión en las que Alemann argumentó a favor de cerrar HIPASAM y Altos Hornos Zapla.
  
HIPASAM fue también un lugar de aprendizaje para la lucha obrera. Durante la construcción, recordada por los trabajadores como un momento de igualdad, se produjeron numerosos conflictos potenciados por la coyuntura política y económica de los años ‘70. En noviembre de 1975 un grupo comando integrado por el V cuerpo del Ejército, la Gendarmería Nacional y la policía de Río Negro llevó a cabo una fuerte represión a los trabajadores de HIPASAM que estaban en huelga. Expulsaron de la localidad a más de 400 trabajadores, arrestaron a los delegados sindicales y a todos aquellos considerados organizadores del movimiento. Esto retrasó la construcción de la infraestructura y aumentó mucho su costo. Con el retorno de la democracia los trabajadores de HIPASAM conformaron una nueva delegación sindical, políticamente heterogénea, de fuerte impronta católica y muy combativa, que obtuvo distintas conquistas laborales y logró organizar cooperativas de trabajo y de consumo.
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El lobby a favor del cierre y las confusas políticas del gobierno para administrar la empresa llevaron a los trabajadores a luchar por mantener su fuente de trabajo. En abril de 1989, acompañados por sus familias, acamparon a la vera de la ruta nacional Nº 3 y marcharon a la capital provincial en demanda de una solución al ahogo financiero de la empresa. Tuvieron éxito pero la calma no duró mucho. Apenas asumió el gobierno Carlos Menem, su ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi, incluyó a HIPASAM entre las empresas a ser privatizadas y la delegación sindical, que reivindicaba la gestión obrera, elaboró un plan para comprarla con el dinero de las indemnizaciones.
En mayo de 1991, el gobierno decretó la intervención de la empresa y el cese de su producción. La ausencia de actividad y de pagos por parte de HIPASAM tuvo un fuerte impacto en Sierra Grande. Comenzó un éxodo progresivo de su población y las autoridades municipales declararon la emergencia social, económica y sanitaria de la localidad. En septiembre, los habitantes de Sierra Grande realizaron un prolongado corte de ruta en demanda de soluciones para la situación crítica de su pueblo. Los mineros se manifestaron frente al Congreso de la Nación y de la Casa Rosada mientras estudiantes secundarios tomaron las escuelas y las autoridades municipales demandaron a los gobernantes ayuda para su localidad. Las protestas trascendieron en la opinión pública nacional; los medios de comunicación mostraron la lucha de un pueblo encabezado por madres de familia acampando en la ruta, y los reporteros de los principales noticieros informaron sobre la situación desde los patios de las escuelas tomadas y las asambleas en la ruta. El gobierno nacional aplacó las protestas con una falsa reapertura. En octubre de ese mismo año los trabajadores de HIPASAM, SOMISA y Altos Hornos Zapla se unieron en una gran manifestación contra el plan de privatización de la siderurgia nacional. Pero, finalmente, en enero de 1992 llegó el decreto presidencial que ordenó la liquidación de la empresa. Ese fue su cierre definitivo: la producción cesó, gran parte de sus maquinarias fueron retiradas con destino incierto y las familias que habitaban en sus barrios fueron desalojadas.
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En 1993, en respuesta a una nueva protesta del pueblo de Sierra Grande, el gobierno provincial acordó con el de Nación el traspaso de los restos de HIPASAM a su jurisdicción y prometió gestionar su puesta en marcha licitándola a capitales privados. Recién en el 2004 se concretó una concesión; desde entonces el hierro es explotado por empresas de capital chino. El proyecto original de desarrollar el noreste patagónico en torno a la industria siderúrgica quedó trunco, pero dio un impulso fundamental a la región. Puerto Madryn, San Antonio Oeste y algunos puntos turísticos son hoy localidades importantes. También Sierra Grande que, a pesar del cierre de HIPASAM, supo mantenerse en pie gracias a la lucha de sus casi 10.000 habitantes.
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Juan Gournalusse  es Antropólogo. Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Técnicas (CONICET) Miembro del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT)
GB
AGENCIA PACO URONDO

AGENDA DE REFLEXION, LA BELLEZA DE LA REVOLUCION

859 - La belleza de la revolución
- | 23 de Noviembre de 2012
GB
Modotti, fotografiada por Edward Weston en México D.F. (1925)
Por Ernesto Schoo
La descripción física que de ella hace su amigo Pablo Neruda es engañosa: Cuando quiero recordar a Tina Modotti debo hacer un esfuerzo, como si tratara de recoger un puñado de niebla. Frágil, casi invisible. ¿La conocí o no la conocí? Era muy bella aún: un óvalo pálido enmarcado por dos alas negras de pelo recogido, unos grandes ojos de terciopelo que siguen mirando a través de los años”. Porque esa fragilidad estaba sostenida por un temple de acero: Tina Modotti -Assunta Adelaide Luigia, sus nombres de pila- fue esencialmente una gran artista (”me considero una fotógrafa y nada más”, solía autodefinirse) y una aventurera, despojando a esta palabra de su connotación peyorativa y refiriéndola al anhelo de explorar vastos territorios ignotos, de estar siempre partiendo hacia un horizonte que también siempre retrocede.
Que fue una mujer hermosa se comprueba al ver sus retratos, aun los de la madurez. Nada coqueta: un amigo la recuerda vestida, día y noche, con “chaqueta y falda negras, zapatos de tacón bajo, blusa blanca, pelo recogido en un moño”. Era, a la vez, consciente de su belleza, puesto que de ella se valió para hacerse conocer en Hollywood, donde llegó a filmar tres películas (mudas, claro está): The Tiger’s Coat (Lubin Studios, 1920), Riding with Death (1921, Fox; figura como Tina Medotti) y I Can Explain (Pathé, 1922). Los films explotaban su hermosura latina, ubicándola generalmente como mujer fatal, y un dato curioso es que ella misma se hacía la ropa para las películas, dado que era también una excelente modista.
Su padre (que en sociedad con un hermano había tenido un pequeño estudio fotográfico en Údine) y su hermana mayor la esperaban en San Francisco, adonde viajó, a los 17 años de edad, en busca de una realización personal muy difícil de lograr en la Italia de aquel tiempo. Trabajó al comienzo como obrera en una empresa que confeccionaba ropa de mujer; en la noche, después de un día de labor extenuante, participaba de andanzas teatrales con grupos de aficionados y hasta llegó a cantar ópera, pues tenía una voz hermosa, aunque pequeña. De allí partió a Hollywood, donde en 1921 conoció al famoso Edward Weston (1886-1958), uno de los primeros fotógrafos norteamericanos en abandonar las pretensiones pictóricas de los pioneros y registrar la vida cotidiana de su entorno, bien que observándola desde ángulos insólitos, una mirada de la que Tina -convertida en ayudante y amante de Weston- participó al comienzo de su carrera, para luego proclamar: “Trato de producir, no arte sino fotografías honradas, sin trucos ni manipulaciones”.

Diego Rivera y sus asistentes, trabajando en la Escuela Nacional
La Revolución Mexicana, uno de los acontecimientos políticos más relevantes del siglo XX, iniciada con el derrocamiento, en 1910, del perpetuo dictador Porfirio Díaz, fascinó a la izquierda norteamericana, opuesta a los excesos de los Años Locos que siguieron al triunfo en la Primera Guerra Mundial, y a la mitología del American Dream . Escritores, dramaturgos, artistas plásticos fueron atraídos por la prolongada revuelta en “el patio trasero”, que incluía la fascinación del exotismo de ese pueblo corajudo y colorido como pocos, con su imponente pasado indígena todavía vigente en usos y costumbres. Weston y Tina partieron rumbo a México en 1922: ella, además, iba a sepultar a un marido con el que poco había convivido, que respondía al portentoso nombre de Roubaix de L’Abrie Richey, un apuesto muchacho de Oregon con ínfulas de poeta y pintor, conocido familiarmente como Ruby Richey. Lo que Tina supo tan sólo mucho después fue que Roubaix había sido amante del entonces ministro de Cultura de México, quien invitó a “Rubo”, en diciembre de 1921, a cruzar la frontera e instalarse en el convulsionado país del sur. No duraron mucho tiempo, ni el ministro en su cargo, ni Rubo en este mundo, ya que murió de viruela en febrero de 1922, lo que llevó a Tina a cumplir la piadosa misión de sepultarlo.

La máquina de escribir de Julio Antonio Mella
De inmediato surgió un acuerdo apasionado entre México y la pareja de fotógrafos, hechizados por el paisaje, la gente, los acontecimientos políticos y las flamantes amistades: Diego Rivera, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, Blanca Luz Brum? Weston y Modotti vuelven a los Estados Unidos, pero Tina ha quedado para siempre enamorada de México y regresa, ya definitivamente, el 29 de julio de 1923. Con un nuevo amor, Manuel Álvarez Bravo, recorre el país para ilustrar con sus fotografías el libro de Anita Brenner Ídolos detrás de los altares . En 1927 se afilia al Partido Comunista Mexicano y ayuda a fundar el primer comité antifascista italiano. Luego hay un flechazo (no podía faltar) con Rivera, que la pinta en dos de sus grandes murales: el de la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo y el de la Secretaría de Educación Pública, en la capital. Diego se casa con Frida Kahlo el 21 de agosto de 1929 y la fiesta se hace en casa de Tina, aunque un mes después ésta rompe con el flamante matrimonio, nunca se ha sabido bien por qué pero cabe sospechar de celos no infundados. En diciembre de ese mismo año es la consagración de Modotti como fotógrafa oficial de la Revolución: en la Biblioteca Nacional se inaugura una magna exposición de sus imágenes, presentada como “la primera exhibición fotográfica revolucionaria en México”.
¿Qué diferencia las fotografías de Modotti de la visión mexicana de Eisenstein, en su malograda, nunca terminada epopeya cinematográfica ( ¡Que viva México! ), filmada más o menos en la misma época? Allí donde el genio de Eisenstein compone cuadros de una casi dolorosa belleza, según coordenadas clásicas, Tina desnuda sus ojos de todo lo que no sea “natural”, en el mejor sentido de la palabra. Ella no repara en refinados juegos de luces y sombras, con sutiles matizaciones de claroscuro: para Modotti, lo valioso es la gente, su vida cotidiana, sus mínimos gestos, la altiva presencia de esos seres que siguen habitando un territorio propio, no importa lo que los españoles hubieran aportado. Las líneas paralelas de los hilos telefónicos, las curvas también paralelas de un estadio deportivo, una procesión de característicos sombreros vistos (no sin humor) desde lo alto, una madre cargando a su hijo en un brazo y una canasta en la cabeza, las manos sensibles, trajinadas, del titiritero; todo lo que ve y registra su mirada, desde las mujeres de Tehuantepec hasta un trozo arrugado de papel plateado, desde las vigas de un edificio hasta un cañaveral convertido en inesperado bosque de bambú, desde los desnudos al estilo de Modigliani hasta las flores, “sigue mirándonos a través de los años”, al decir de Neruda en su evocación al comienzo de esta nota.

Campesinos leyendo El Machete (México D.F., 1929)
Por entonces, en 1928, apareció en la trajinada vida de Tina quien habría de ser su gran amor: un dirigente estudiantil cubano, muy joven, Julio Antonio Mella, a quien conoce en un acto de protesta contra el juicio, en los Estados Unidos, de Sacco y Vanzetti. La pasión arrebata a Modotti, es la primera vez que depone las armas y se rinde a un hombre que, bastante menor que ella, no obstante la dirige, la encauza y, sobre todo, la ama de verdad, no la convierte en musa ni en modelo de pintor. La temprana muerte de Mella, en una confusa refriega política, hace caer el telón sobre ese primer capítulo mexicano en la vida de Tina. Una de sus fotografías más conmovedoras (quizá porque es inconscientemente simbólica, casi impersonal en el registro de un objeto común, cotidiano, pero para ella inmensamente significativo) muestra la máquina de escribir de Mella, ausentes ya para siempre las manos de su dueño: casi una sencilla foto publicitaria, sin la menor retórica. Eso que está ahí, sobre una mesa, y que fue el vehículo de tantas ideas, de tantos sueños compartidos.
El idilio ha empezado a agrietarse. En 1930, la acusación absurda: “la fiera y sanguinaria Tina Modotti” (así la califica la prensa oficialista) habría participado de una conspiración para asesinar al presidente de México, Pascual Ortiz Rubio, lleva a que sea expulsada del país. A mediados de 1930 la encontramos en Europa, en la Alemania de la República de Weimar -condenada al fracaso y lista para ungir a Hitler- y en la Unión Soviética, junto a un nuevo compañero de ruta, su compatriota Vittorio Vidali.
Algo muy importante ocurre en ese momento: Tina abandona la fotografía. No volverá a empuñar una cámara, al menos profesionalmente. ¿Por qué? Su explicación es escueta y deja -como tantas otras cosas en su vida- muchos interrogantes: “No puedo resolver el problema de la vida perdiéndome en el problema del arte”. ¿Perderse en el arte, por qué? Es verdad que ella nunca quiso reconocerse como artista, sino más bien como una reportera gráfica (de muy alto vuelo); pero lo uno no impide lo otro, como lo testimonian a diario tantas publicaciones.

Edward Weston con su cámara, retratado por Modotti
Ocurre, quizá, que la otra profunda vocación de Tina, la solidaridad con los marginados y los perseguidos -concretada en la adhesión a una izquierda idealizada-, aprovechó el desengaño mexicano para tomar la delantera. Ya había sido defensora a ultranza de Sandino, en los complejos vericuetos políticos de Nicaragua; ahora se enfrentaba con la Guerra Civil Española. Había pasado por España en 1934 y alternado con intelectuales, artistas y pensadores, entre ellos Unamuno y Ortega, García Lorca y Pedro Salinas. En 1936 se incorporó al tan mentado Quinto Regimiento (”perdimos la guerra, ¿pero quién nos ganó a hacer canciones?”, como entonaba, años atrás, Nacha Guevara) y adoptó el nombre de guerra de María, con el que fue conocida en las Brigadas Internacionales, en tanto que usaba el seudónimo de Carmen para colaborar en la revista republicana Ayuda , que dirigía María Teresa León. En su excelente artículo “Tina Modotti, una vida entre Europa y América”, Laura Branciforte recuerda que “María Teresa León escribió en 1971, desde su exilio argentino: ‘Quiero que un día un joven grabe en las rocas de la Sierra de Guadarrama, el nombre que nadie puede borrar de nuestra memoria: Tina Modotti’”.
Terminada la guerra española con el triunfo de Franco, Tina vuelve a México, en 1939, bajo el amparo de la condición de refugiada política, y funda la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi. Sus enemigos, que son muchos, pretenden echarla nuevamente de su segunda patria, pero el presidente Lázaro Cárdenas anula la expulsión al año siguiente, reconociéndole sus méritos “y todo lo que ha hecho por nosotros en horas muy difíciles”. El asesinato de Trotsky en 1940 la inquieta, no se siente segura, pese a que ya es casi un personaje folklórico en la capital, donde se la aprecia, se la distingue y se la saluda por la calle. El 5 de enero de 1942, toma un taxi en el Zócalo y fallece en él, víctima -dice el informe oficial de los forenses- de un ataque cardíaco. Tiene apenas 45 años y no ha perdido la belleza ni la gracia de la juventud. Circulan, hasta hoy, rumores de que en realidad ha sido un crimen por encargo. Como en muchas otras circunstancias de su agitada vida, una incógnita planea sobre su muerte.

El Distrito Federal, en plena celebración del 1° de Mayo (1929)
Tina Modotti fue sepultada en el Panteón de Dolores, en la capital mexicana, donde yacen personajes importantes. Una vez más, es Pablo Neruda quien la evoca en el epitafio, esculpido en la piedra:
Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes.
Tal vez tu corazón oye crecer la última rosa
De ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa.
Descansa dulcemente, hermana.
Puro es tu dulce nombre, pura es tu frágil vida.
De abeja, sombra, fuego, nieve, silencio, espuma,
De acero, línea, polen se construyó tu férrea,
Tu delgada estructura.

Exposición. Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria . Fotos de Modotti tomadas en México en los años posteriores a la Revolución. Curadores: Reinhard Schultz y Blanca Monzón. Se realizó en el Centro Cultural Borges hace unos meses.

Ernesto Schoo | Publicado en LA NACION

Clarín: una línea de conducta

En un comunicado, el Colectivo de Trabajadores de Prensa repudia el burdo ataque a la libertad de expresión por parte del Grupo Clarín, especialmente vergonzoso por provenir de una empresa de medios que dice pelear por garantizar ese derecho constitucional, y se solidariza con los trabajadores de prensa denunciados penalmente en un claro intento de amedrentar a quienes no nos sometemos a los designios de ninguna patronal. Desde el CTP también convocamos a los periodistas que el mayor grupo de medios del país publicita como garantes de la pluralidad de voces a pronunciarse ante este intento de criminalizar el derecho de informar y opinar en libertad.
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Directivos del Grupo Clarín denunciaron el jueves por “incitación a la violencia colectiva” y “coacción agravada” a los periodistas Roberto Caballero, Sandra Russo, Nora Veiras, Javier Vicente, Edgardo Mocca y Orlando Barone, por expresiones realizadas en el marco del debate público sobre la cobertura mediática de la protesta que prefectos y gendarmes protagonizaron el mes pasado. Tal como lo expresó ayer el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), se trata de un “amordazamiento de la libertad de expresión” y un intento de “intimidar por afirmaciones hechas en ejercicio de derechos constitucionales indiscutibles”.
A tres años de la derogación de las figuras de calumnias e injurias en casos de ostensible interés público, logro obtenido por la lucha de trabajadores y organizaciones de la sociedad civil ante la indiferencia de las grandes empresas de medios, Clarín recurre a tipos penales que no fueron concebidos para reprimir las ideas y las palabras, lo cual resalta su clara intención persecutoria.
Las penas previstas para los delitos por los que acusan a periodistas son incluso mayores a las que funcionarios de los poderes ejecutivo y judicial usaron durante años para amedrentar a los trabajadores de prensa, lo cual pone en evidencia su afán de conseguir condenas ejemplificadoras que sirvan de disuasivo para cualquier persona --sea o no periodista-- que ose no autocensurarse a la hora de hablar de Clarín.
Nadie que conozca la historia reciente del Grupo Clarín puede sorprenderse por esta nueva muestra de desprecio por los valores fundamentales del sistema democrático.
Clarín se amoldó sin chistar cuando la última dictadura ordenó silenciar secuestros y asesinatos, hizo grandes negocios con los artífices del terrorismo de Estado que masacraron a cientos de periodistas, y pretende ahora mostrarse como víctima de ataques a la libertad de expresión ante una ley sancionada por el Congreso para fomentar la diversidad de voces y poner coto a quienes abusan de su posición dominante en el mercado.
Clarín usó durante años a su ejército de abogados para obstaculizar la investigación sobre la identidad de los chicos adoptados de manera irregular por Ernestina Herrera de Noble en 1976, mientras la dictadura implementaba un plan sistemático de robo de bebés, y apeló a sus plumas más obedientes para tergiversar el caso ante la opinión pública y ensuciar al movimiento de derechos humanos.
Clarín echó en el año 2000 a 117 trabajadores y trabajadoras, incluidos los flamantes delegados y la junta electoral que había convocado a elecciones, y durante los doce años siguientes arrasó con el derecho constitucional a organizarse sindicalmente. Hasta el pasado 14 de noviembre, día anterior a la histórica elección de Comisión Interna, que asumió con el respaldo de medio millar de trabajadores, el Grupo Clarín apeló a sus maniobras habituales para deslegitimar a los activistas y sembrar miedo en los trabajadores.
La denuncia penal de un grupo económico que sólo se preocupa por la libertad de empresa contra un grupo de trabajadores de prensa, que somos los verdaderos garantes de la libertad de expresión y del derecho a informarse de la sociedad, no es ajena a esa línea de conducta.
Desde el Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de Prensa reiteramos nuestro profundo rechazo a la actitud del Grupo Clarín y nuestra total solidaridad con los trabajadores de prensa alcanzados por la denuncia.
CTP, 26 de noviembre de 2012.
AGENCIA PACO URONDO

GB

EL SOCIALISMO DE BINNER


"Hay que pagarles a los fondos buitre"


Lo dijo el socialista Hermes Binner en declaraciones a la prensa. "Si no lo hacemos, no avanzaremos a integrarnos al mundo", sorprendió el dirigente.
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Al respecto del fallo emitido ayer por la noche por el juez Thomas Griesa acerca de los fondos buitre, el máximo referente del Frente Amplio Progresista, Hermes Binner, aseguró que la deuda debe ser abonada "pero haciendo una nueva propuesta". Antes, la mayoría de las fuerzas políticas habían apoyado la posición de Argentina.
"Son fondos cuestionados, pero no podemos resolver que no los vamos a pagar. Luego de la posición firme de Griesa, nosotros debemos realizar otra propuesta de pago. Debemos responder a las demandas, si Argentina no lo concreta, realemente no avanzaremos a integrarnos al mundo", explicó Binner en diálogo con CN23.
No obstante, el líder del FAP advirtió que "no pagaria la deuda tal cual lo dice Griesa, sí pagarlo como los que se adhirieron a los pagos anteriores". Por último, el ex gobernador de Santa Fe sostuvo que este no es un problema "específicamente económico, es un problema de toda la nación. Debemos pagar esto porque si no, nos aislaremos del mundo". ¿Qué opinarán los otros dirigentes del FAP? ¿Estarán de acuerdo?

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