sábado, 18 de diciembre de 2010

La Calle opina


Lanzará su candidatura quien le dará "orden y progreso" a la Argentina del Siglo XXI.
La calle comienza a opinar sobre el tema.
Mas allá de la terminología poco científica de los compañeros, las paredes reflejan cierta animadversión hacia quien pontifica desde los Estados Unidos de Norteamérica qué se debe hacer para solucionar "los males de este país".
El orden no tiene idelogía brama D., estamos de acuerdo, quien lo dice y cómo lo dice, desde qué lugar y con qué objetivos, sí tiene idelogía, y no está mal.
Blanco sobre negro, o con categorías binarias diremos que:
La derecha en la Argentina "ha comenzado a mostrar sus uñas", (parafraseando al General), nosotros diríamos sus garras, y citando a Evita, "han salido de sus guaridas asquerosas."
GB

miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA PEQUEÑA BURGUESIA PORTEÑA.

El país Miércoles, 15 de diciembre de 2010
Opinión
Pogrom
Por Alicia Dujovne Ortiz *

Cuando yo era chica, mi madre, bolche si las hubo, solía referirse a un misterioso personaje llamado “pequeñoburgués”. A juzgar por el rictus de sus labios, el tamañito del personaje no la enternecía para nada. Además, la mención del pequeñuelo iba siempre acompañada por la palabra “prejuicio”. Un montón de cosas que a mí me encantaban eran desechadas categóricamente por formar parte del “prejuicio pequeñoburgués”. Con el correr del tiempo tuve por fuerza que admitir la existencia real del enanito, y comprender, de paso, que su pequeñez no sólo se relacionaba con su bolsillo, menos abultado que el del gran burgués, sino con las dimensiones de su cerebro. No es que la gran burguesía no tenga cerebro de mosquito, sino que el del pequeñoburgués se empequeñece en la medida misma de su terror a que los haberes se le reduzcan todavía más, y a pasar de medio o cuarto de burgués a pobre entero. La definición del pequeño burgués y de su prejuicio podría justamente ser: alguien con miedo.
¿De qué? De que el diferente no se le vaya a convertir en semejante o, más bien, de que él no se encuentre de buenas a primeras convertido en otro: pobre, negro y feo. Y maloliente, ya que estamos. Cuando Jacques Chirac quiso congraciarse con la mayoría de pequeñoburgueses prejuiciosos que integra su país, aludió a “los olores” de la inmigración. Lo mismo ha hecho Sarkozy con los gitanos, obteniendo como compensación un 60 por ciento de opiniones pequeñoburguesas favorables, y lo mismito, para decirlo en boliviano, acaba de hacer Macri.
La falta de ternura de mi madre hacia el personajito de marras se basaba en cierto conocimiento de la historia. ¿Cómo se arma un pogrom? Atizando el miedo de los pequeños y, créase o no, su envidia: ese judío ropavejero tiene más plata que yo, a ese negro de mierda lo ayudan con planes y a mí no. Siempre hay un Zar o un Führer que echa leña al fuego y siempre los punteros por ellos enviados con el objeto de excitar al pequeñoburgués encuentran las palabras justas para que el temeroso y/o envidioso, en general buen muchacho, buen padre y buen amigo, se vuelva criminal.
Como uno, lo del buen muchacho, un poco se lo cree, la imagen de la policía y de los barrabravas masacrando a miembros de una de las comunidades inmigrantes más solidarias y laboriosas de la Argentina me impresionó menos que la de los honrados vecinos envueltos en la bandera argentina, como durante la Guerra de la Soja. Que hay violencia organizada lo sabemos, pero calibrar la potencia generadora de esa violencia, su capacidad de avivar la que hasta ahora había permanecido en estado latente en el interior de las vísceras pequeñoburguesas ya cuesta más. Si con alguno de los actores de este drama me identifico, aparte de los bolivianos industriosos, es con el médico al que le dio un ataque al corazón cuando le bajaron al pibe herido de la ambulancia con la pretensión de fusilarlo en tierra. Semiataques a menudo han sabido darme cuando los choferes de taxi me prometían cortar a los negros a rebanadas o, solución final, proponían coserles las trompas a las negras para que no siguieran pariendo, pero una cosa es palpitársela y otra verla.

Lo único que me consuela es que a los bolivianos los conozco. Los conocí antes, mucho antes de que vinieran a sembrar los alrededores de nuestra ciudad, trabajando de sol a sol y llenándonos la vida de plantas y verdura barata, lindas santarritas, zapallos cortaditos con paciencia ancestral (el Conurbano tendrá la napa contaminada, pero igual, para ellos, plantar sobre la tierra negra, viniendo de la luna cenicienta en la que han nacido, es un regalo divino). En los años cincuenta viví de cerca una de las primeras revoluciones latinoamericanas, la del MNR que hizo la reforma agraria en tiempos de Paz Estenssoro y Siles Zuazo. Esa revolución se vino abajo como tantas, pero fue entonces cuando aprendí a admirarlos. Si la definición del enano blanco, también llamado pequeñoburgués, es la de miedoso, la del indio o el cholo boliviano es la de resistente. Un pueblo que ha durado desde el Incario manteniendo el sentimiento comunitario no es tan fácilmente expulsable como lo creen nuestros esforzados patriotas cubiertos de azul y blanco (colores a los que amo demasiado como para que verlos usados para eso no me dé grima). Basta observar a las familias bolivianas distribuyendo sus guisitos de toldo en toldo, o reunidas en círculo y guardando una distancia respetuosa en torno de la viuda de un asesinado, para entender que ese Parque Indoamericano de nombre premonitorio acabará por ser suyo.

Mientras tanto, hemos asistido a nuestro primer pogrom. La Semana Trágica tampoco estuvo mal, pero los que quemaban barbas de judíos eran militantes nacionalistas y niñitos bien. Estos honrados vecinos de los monoblocks de enfrente se hallan lejos de ser pitucos, no están afiliados a nada, no tienen ninguna ideología, salvo la de aferrarse con uñas y dientes a sus bienes y defenderlos de su enemigo, el negro. Es por eso que marcan territorio meando alrededor, lo cual no torna más fragante la historia.

En cambio puede que la torne más peligrosa: tampoco la baja clase media alemana de los años veinte comenzó por tener ideología; lo que tenía era bronca, desazón y, es claro, miedo. Esta que a nosotros nos ha crecido como un grano, como una excrecencia, esta que traiciona la memoria del abuelo, el que llegó con el monito al hombro, se ha desnudado en público, o, como dicen los psi, ha pasado al acto. Su racismo primario, sus dos dedos de frente y, digámoslo con dolor y temblor, sus evidentes ganas de aplastar cráneos la convierten en una excelente materia prima puesta a disposición del que la quiera usar. Por lo visto, alguien quiere.
Concluyo estas líneas con un sentido homenaje (o un feminaje, para no emplear una palabra que no me corresponde en vista de mi sexo) a la extrañada Silvia Bleichmar que, refiriéndose al jefe de Gobierno porteño, escribió con sencillez: “Esto es El huevo de la Serpiente”.
* Escritora.
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INTERNACIONALES.

Cambio de contexto internacional e importancia del megaespacio iberoamericano
- 14 de Diciembre de 2010 ≈ 12:34
Por Horacio Cagni


A partir del fin del bipolarismo, la caída del Muro de Berlín y la disgregación de la URSS, asistimos a un cambio profundo del contexto internacional, que pre­senta un panorama mundial fluido e inestable, en el que, el vigente proceso de globalización, hace aparecer diluidos a los actores políticos clásicos. Si el Estado-nación fue el principal actor de la política internacional durante toda la época moderna, hoy asistimos a su debilitamiento a manos de los poderes indirectos, unidos a las incrementadas formas de lo que George Soros denomina capitalismo abstracto. Un poder indirecto es aquel que, sin tener que compartir los riesgos del mando, usufructúa todos los beneficios del poder político.
La desvalorización del Estado implica preguntarse por las fronteras. Evidentemente, la noción de territorio ha cambiado, y en el nuevo reordenamiento planetario resultante, asistimos también a un cambio en las formas de organización de la soberanía. Esto conlleva a una total revalorización de los criterios geopolíticos: en un mundo signado por la escasez, el dominio de los recursos naturales estratégicos, destinados a la produc­ción y a la energía (el gas, el petróleo, los minerales), y ligados directamente a la vida (el agua), constituirá la médula de los conflictos.
Luego del fin del bipolarismo, la hegemonía de los Estados Unidos, la superpotencia sobreviviente, parecía conducir al planeta hacia el unipolarismo. No obstante, el fin del orden consagrado en Yalta puso, como es evidente, a la Unión Europea como protago­nista principal. Otros países, además, ofrecieron resistencia al one world, como China y la India, por su entidad y peso geopolítico, o Rusia, por su negativa a integrarse totalmente al proceso globalizado.
Estados Unidos es la única potencia capaz de mantener presencia militar plena y simultánea en dos teatros de conflicto, como en el Golfo Pérsico. Lo cual, obviamente, no es poco… es insuficiente. La soberanía de China, India o la Federación Rusa no es discutida. La realidad demuestra que el mundo actual no es unipolar ni multipolar, sino apolar, y que, a pesar de existir un primus inter pares, no hay una hegemonía planetaria. Se trata de un mundo apolar que pretende dirigirse hacia un multipolarismo, en el que la disyuntiva actual se presenta entre la globalización -sinónimo de americanismo- y los grandes espacios, o megaespacios de integración.
Un gran espacio -lo definimos una vez más- es una esfera o bloque supraestatal, organizado a partir de una estructura federal o confederal autocentrada, y con un abso­luto respeto de sus partes componentes. Así, se evitan roces y problemas de tipo étnico, lingüístico y cultural, que el Estado-nación, clásico -centralista, de fronteras cerradas y excluyentes de sus vecinos- no pudo resolver. La unidad del megaespacio está confor­mada por la sustancia de sus pueblos, religiones, etnias, lenguas y culturas, lo que implica el respeto de sus herencias nacionales y la voluntad de constituir una unidad política capaz de coexistir con otros megaespacios en armonía, aunque con la preferencia de sí mismo, con la defensa de su identidad de bloque y la de sus componentes.
El ejemplo típico es la Unión Europea, pero podemos indicar, a su vez, la existencia de naciones que son megaespacios en sí mismas, con una gran diversidad interior aunque autocentradas, como China y los Estados Unidos. La común idiosincrasia, los valores com­partidos y una marcada homogeneidad, como los problemas comunes que deban afron­tar, aseguran que el ámbito latinoamericano podría conformar un megaespacio sin las dificultades que tuvieron para consolidarlo, por ejemplo, los europeos.
Estrategia panintervencionista


A partir de los noventa, el Tercer Mundo tuvo alta prioridad en la estrategia de segu­ridad nacional norteamericana. Ya el tema central no era el comunismo, sino que se plantearon nuevas amenazas, como el terrorismo, la proliferación de armas de destruc­ción masiva y los conflictos étnicos, además del narcotráfico. Al amparo de estas nuevas premisas, los eeuu intervinieron en los Balcanes contra Serbia, y, acorde con la doctrina Brzesinki, extendieron la OTAN aún más hacia el este. La intención fue la de introducir una cuña en Eurasia, para vigilar el resurgir del nacionalismo ruso creando un colchón entre Europa y Rusia, y con el objeto de apuntar al mundo islámico, donde se encuentran ingentes reservas de petróleo. También ampliaron su intervención en el subcontinente iberoamericano a partir del Plan Colombia.
Sin embargo se necesitó el atentado del 11 de setiembre del 2001 para que la política panintervencionista estadounidense encontrara su total justificación. Las más graves cues­tiones de seguridad para Washington -Irak, Afganistán, Somalia, Corea del Norte, Haití, operaciones de paz de la ONU, etc.- son problemas del Tercer Mundo. La doctrina Monroe, que aseguraba una posición defensiva de EEUU como tutor de América frente a otros poderes, hace tiempo se había transformado en ofensiva, proceso que se inició con la guerra hispanoamericana de 1898 y continuó en las dos guerras mundiales. Pero lo que caracteriza a la política exterior norteamericana a principios del siglo XXI es un panintervencionismo casi ilimitado. EEUU, a diferencia de la Federación Rusa o China, (que son potencias pero, de momento, “potencias de resistencia”) es la única que tiene la capacidad de emprender operaciones militares a grandes distancias -debido a sus múl­tiples recursos y superior tecnología- apoyada en una geovisión aerosatelital. Se ha de­nominado neomahanismo1 a este panintervencionismo activo.
En esta línea, el presidente George Bush (hijo) optó por la vía militar para la resolución de los temas estratégicos prioritarios. Es que el tiempo urge: en treinta años EEUU dejará de ser la primera potencia, lugar que ocupará China, seguida quizá de la India; la Unión Europea seguramente se ampliará hacia Eurasia, incluyendo a Rusia. La posesión de recursos naturales escasos se hace imperiosa, de allí la nueva doctrina de seguridad y guerra preventiva, por la cual Washington puede intervenir donde considere que en el futuro sus intereses se vean amenazados, un absurdo dentro del derecho internacional, que señala, sin embargo, una decisión de realpolitik. La invasión de Afganistán primero, y la de Irak después, obedecen a esta nueva concepción, un justificativo para asegurarse petróleo y gas, así como para combatir en el marco del espacio del dinero virtual, ahora que el euro se presenta como alternativa frente al dólar.
En este marco, Iberoamérica tiene una importancia fundamental para los EEUU, por ser tradicionalmente el área indiscutida de influencia de esta nación, más aún desde la con­formación de grandes bloques económico-políticos a nivel internacional. El futuro del poder norteamericano yace en una más estrecha cooperación política y en una mayor integración económica con los países iberoamericanos. Es decir que, dado su enorme poder, en los hechos esto equivaldría al control directo de la entera región latinoameri­cana. En un área caracterizada por la pobreza, el subdesarrollo, la existencia de ámbitos de castigo y de recompensa a nivel interno, la desigualdad, la pobreza, la inseguridad, la violencia y la inestabilidad política, un incidente más o menos grave puede conducir a una vietnamización del problema, como ya lo reconoció Henry Kissinger al advertir que el Plan Colombia, sin la cooperación de otros países latinoamericanos podía fracasar. La desaparición del argumento “defensa del mundo libre frente al comunismo” hace que la justificación del intervencionismo estadounidense sea cada vez más difícil, de allí la nece­sidad de montar coaliciones -como en el caso reciente de la invasión a Irak- amparadas en la doctrina de la seguridad colectiva. Esta doctrina se basa en una visión policíaca de las relaciones internacionales, en la discriminación del adversario, convertido, de sujeto interna­cional, a simple gángster o criminal internacional, en la desproporción en el uso de la fuerza de corrección colectiva, en la inexistencia de neutrales que contrapesen este mecanismo y en la dilución de la responsabilidad de aplicación de la fuerza correctiva en el mecanismo colectivo de seguridad.
Así como la ONU y el Consejo de Seguridad se dividieron en el tratamiento de la cuestión del Irak de Saddam Hussein, -reduciendo la intervención a una acción atlantista con la única cooperación activa del Reino Unido-, y parte de Europa con Francia a la cabeza oponiéndose activamente, también los países latinoamericanos han sido reticen­tes en la presunta colectivización del Plan Colombia para darle un viso de legitimidad a la defensa o apuntalamiento de la democracia en dicho país. De allí la necesidad por parte de los resortes de poder norteamericanos, incluida la CIA, de provocar diversos casus belli en el continente latinoamericano y desestabilizar los gobiernos que se oponen a su hegemonía. Helio Jaguaribe ha señalado muy bien que la principal política para los países iberoamericanos es montar un bloque supraestatal de negociación conjunta y no provocar la “iraquización” del área.


El crustáceo geopolítico sobre Iberoamérica

El área de libre comercio norteamericana, nafta, de hecho polariza a los dos países vecinos de eeuu como satélites; y el dólar es la moneda única de ipso de todo el megaespacio. A la vez, el NAFTA -y su pretendida ampliación el alca- es un instrumen­to de guerra contra Europa y el Extremo Oriente. Washington, ante la creciente hispanización del sur, prefiere movilizar capitales y poner muros y diques de conten­ción antes que aceptar las migraciones, pero necesita expandir la hegemonía econó­mica y militar al resto del continente.
El accionar estadounidense fue ejemplificado hace unos años por Valladao y Luc Sorel como “estrategia del bogavante” (langosta marina). El NAFTA con sus tres países consti­tuye los centros vitales del crustáceo -con EEUU como corazón-, y la cola “rica en carne”, es América Latina. El artrópodo geopolítico ejerce su influencia gracias a sus dos formidables pinzas: las alianzas militares que le permiten enmarcar, de un lado, a Europa Occidental y proyectarse sobre Eurasia y, del otro, a Japón, China y Asia-Pací­fico. Entre ambas zonas están las áreas de turbulencia del ex imperio soviético y del mundo islámico, hacia donde el animal dirige sus antenas y se reserva la posibilidad de intervenir, directamente o no. Con la doctrina de “guerra preventiva” se demostró en los hechos la capacidad de injerencia del bogavante, por ahora en la coordenada de tensión geopolítica Afganistán-Golfo Pérsico.
La actual política estadounidense conforma una doble tenaza económica y militar sobre Latinoamérica. La primera consiste en la creación del ALCA, que en los hechos supone una ampliación del NAFTA y lo cual obligaría a los países iberoamericanos a adecuar sus políticas económicas a los dictados de la superpotencia. EEUU necesita impe­riosamente consolidar un megaespacio controlado desde Alaska a Tierra del Fuego, pues entonces, con un mercado de casi 800 millones de habitantes y un PBI regional -si se incluye a EEUU- es de 11.5 billones de dólares, que sería casi un 30 % superior al de la Unión Europea. Ello equivaldría a decir el mayor mercado unificado del globo, un tercio del PBI mundial y más de un quinto de todo el comercio mundial. A esta integración le seguiría fácilmente la dolarización, que solo prosperó en escasos países al fracasar las políticas neoliberales.
Militarización, alcance y límites del poder panintervencionista

La militarización de América Latina se comprueba toda vez que prolifera la presencia de bases, tropas y advisors estadounidenses, muchas veces bajo la forma de misiones humanitarias o de cooperación. Sin olvidar, obviamente, los innumerables ejercicios militares y aeronavales realizados en conjunto con los países del área.
Particularmente en Colombia, que es un trampolín para una posible ampliación del plan, como también Ecuador. Solo por ahora una ampliación de la injerencia de Washington hacia la Amazonia y el Orinoco ha encontrado una manifiesta oposición desde el Brasil del presidente Lula y la Venezuela del presidente Chávez. En la zona del Caribe se montaron bases en Puerto Rico, Aruba y Curazao, así como en los países centroamericanos. El PPP (Plan Puebla Panamá) involucra a Méjico y Centroamérica. En Argentina se multiplica la pre­sencia estadounidense bajo la forma de bases científicas para el control de la prohibición y prevención de ensayos y explosiones nucleares en la Patagonia, y del trabajo de exper­tos en enfermedades tropicales y para combatir el dengue, en las proximidades de la Triple Frontera.
Esta última área es un punto álgido, pues allí se encuentra una de las mayores reservas acuíferas y de agua subterránea del planeta; en 2050 está previsto que la demanda del vital fluido se acercará al 100 % del suministro total disponible.
Por ello, el gobierno de Washington prevé una intervención con el argumento de que en dicha zona se encuentra uno de los lugares de asentamiento del terrorismo islámico.
Nadie suficientemente avisado puede creer que la diferencia entre los intereses de un gobierno republicano y otro demócrata pueda ser tan significativa. Los intereses de las potencias y de los poderes indirectos en ellas enancados han sido siempre constantes, y el poder global del bloque o alianza que la metrópoli controle. Cierto es que hay dife­rencias de estilo. Según Dana Priest, los militares estadounidenses han llenado el vacío dejado por una Casa Blanca indecisa, un departamento de estado atrofiado y un con­greso distraído. Los norteamericanos encaran el nuevo siglo con la doctrina de guerra preventiva, a cara descubierta, y es por eso que Wolfowitz puede referirse tan orondo a la invasión de Irak: “esta es una guerra por el petróleo, ¿qué otra cosa creían que puede ser?” Buena parte de los conservadores y republicanos más conspicuos son militares.

La Escuela de las Américas, ubicada antes en Panamá y ahora en Georgia, coexistió con la manipulación institucional y económica; George Bush (padre) y Bill Clinton apos­taron al dominio global a través de instituciones internacionales como el FMI y el ALCA, que imponían reglas de globalización favorables al imperialismo económico. Pero Bush (hijo) prefiere directamente el intervensionismo militar, pues, como se apuntó, sus ase­sores le indican que el tiempo geoestratégico corre muy de prisa. Oriente Medio y el Golfo es la principal zona de militarización pero ahora le seguiría Iberoamérica: existen un total de 280 bases militares de todo tipo repartidas en el planeta que señalan la misión imperial que Washington asumió desde el fin del bipolarismo.
Sin embargo, la misma extensión y complejidad del aparato militar e industrial que sustenta este accionar muestra sus falencias. Las guerras se hacen por subcontratos, ya que al suprimirse el servicio militar obligatorio, las fuerzas armadas norteamericanas están constituidas por profesionales que, si bien son numerosos, bien entrenados y mag­níficamente equipados, cada vez son y serán más insuficientes. La realidad prueba la importancia creciente de los mercenarios; ellos son hombres y mujeres pobres, que tienen no obstante en el ejército una posibilidad de progreso, son los peor entrenados y constituyen la “carne de cañón” de las guerras más antipáticas de los últimos tiempos.
Algunos aliados europeos, como la España de Aznar y la Italia de Berlusconi, están empezando a sentir en carne propia lo que significa integrar las fuerzas de esa coalición en calidad de socios menores, estas siempre empiezan a ser golpeadas en sus partes más débiles. El sangriento 11 de marzo en Madrid cambió un gobierno y está por provocar la retirada de uno de los miembros de la coalición. Asistimos a la época de la declinación de Roma, cuando las tropas imperiales eran extranjeras, carecían de convicción y, según cuenta Vegenio, terminaron por pedir al emperador Marciano que les equipara de una manera más ligera y confortable, de modo que, cuando las invasiones masivas supera­ron la avanzada ingeniería militar romana, estuvieron tan expuestos a los golpes que solo pensaron en huir.
Robinson y Gallagher, grandes eruditos británicos, en su estudio sobre la mente oficial del imperialismo victoriano, señalan que a inicios del pasado siglo XX, al Imperio Britá­nico le preocupaba que sus fuerzas estuvieran tan diseminadas y expuestas. La crisis anglo-boer, el Cercano Oriente, el Asia Central, y el Sudeste Asiático constituían para Londres fronteras inseguras, siempre nuevas. Defender la India le valió involucrarse en Birmania, Tibet, Afganistán, y Persia; guardar Egipto implicó comprometerse en Sudán. A partir de 1918, para seguir defendiendo adecuadamente la India, los ingleses habrían tenido que ocupar Moscú, en consideración a la logística, que es -y no las fuerzas en los frentes de batalla- el punto débil de todo poder imperial. Para entonces, la Unión Jack no pudo, con todas sus flotas, seguir conservando sus posiciones; y terminó por rifarlas o entregarlas a los Estados Unidos a partir de la Segunda Guerra Mundial. Habrá que ver si Washington saca lecciones de la historia. De hecho, como decía Carl Schmitt, no se puede violar la ley de los grandes espacios, ni aún saliendo fuera de la tierra. Salvo, claro está, que consideremos un nuevo tipo de hombre, un extraño a su género, y sin religación alguna.
Todo lo dicho no hace más que señalar la crucial necesidad de consolidar un megaespacio iberoamericano que permita preservar la capacidad de negociación de la región frente a los demás espacios en consolidación en este mundo apolar, pero que avanza, y debe avanzar, hacia el multipolarismo. Un gran espacio biocéanico autocentrado, orientado no solo hacia la Unión Europea -que, si bien tiene sus propios intereses nada altruistas, pero permitiría balancear el enorme poder del norte del continente-, sino también orientado hacia el vasto mercado asiático y a la constitución de una geoestrategia común con los grandes países del África subsahariana, como Nigeria y Sudáfrica, en un Atlántico Sur de unión y no de separa­ción. Esta es la gran tarea que deparan los albores del siglo XXI.

Horacio Cagni
Politólogo e historiador, especializado en relaciones internacionales en Barcelona. Ha publicado libros y artículos de su especialidad en el país y en el extranjero.
[Extraído de la Revista Peronistas, 2006]

martes, 14 de diciembre de 2010

El general Julio A. Roca no está de acuerdo con esta consigna






















En el año 1902 al sancionarse la Ley de Residencia el presidente de los argentinos declara:

"En presencia de aquellos disturbios que revelaron el peligro de ciertos elementos exóticos incorporados a nuestra población al amparo hasta entonces ilimitado de las leyes vigentes relativas al extranjero, V. Honorabilidad creyó conveniente sancionar la que se ha denominado "de residencia", y que permite al poder ejecutivo excluir del territorio nacional a los extranjeros que sólo traen a él propósitos de pertubación o conmoción social, y no los de contribuir a ninguno de los fines de la sociedad civilizada."

Del jefe y fundador de la Generación del ' 80 a MM, aparece una clara línea ideológica continua y corporativa.

Para ese año de 1902, la desilusión acerca de los inmigrantes arribados a estas tierras era harto elocuente para la oligarquía terrateniente.
Las tolderías rojas ensombrecían al país próspero del trigo y de las vacas.
En pocos años mas las huelgas revolucionarias, reprimidas por el Estado conservador, pondrían en jaque a los dueños del país.
El anarquismo, el sindicalismo y el socialismo en menor medida, continuaban las luchas del SXIX, por libertad, e independencia; se agregaban ahora, el pan y el trabajo.

GB

La Historia Oficial

El pasado 28 de octubre, como no podía ser de otro modo, el monopolio Clarín publicó una opinión del historiador Luis Alberto Romero.
En la misma al describir un análisis de la situación nacional tras el fallecimiento del ex-presidente Néstor Kirchner, lo hace desde la perspectiva de su "personalidad facciosa"
El cual habría desatado "demonios" a través o a partir de sus"juegos facciosos".
Para continuar con su coheremcia ideológica, Romero hijo, compara la coyuntura de hace unos meses con la de 1974 tras la muerte del general Perón.
Como así también menciona el "fallido golpe de estado" del 16 de junio de 1955,eufemismo que reemplaza el bombardeo a Palza de Mayo que le costara la vida a 370 argentinos y heridas a casi 2.000.
Recordando además a los seguidores de Nestor y Cristina, justicialistas ellos o quizás simplemente kirchneristas con el nazi-fascismo de Hitler y Mussolini (en esto Mariano Grondona no fue original al hablar de masas juveniles fanatizadas y violentas).
Parecen lejanos aquellos días, pero no han desaparecido las interpretacioens ideológicas, tendenciosas y plenamente subjetivas de la Historia contemporánea argentina.
Miles de alumnos, maestros, profesores, "aprenden" esta disciplina con peronajes como Romero hijo.
Su gorilismo (esto dicho desde su utilización como categoría de análisis), requiere una y otra vez comentarios y/o respuestas.
Y no es el problema su ideología, la Historia es una ciencia donde quienes interpretamos los hechos acontecidos, "duros", ponemos nuestras ideas al servicio no solo del conocimiento sino también de modelos de país.
Y sabemos que la Historia la escriben los Pueblos, en procesos sociales sumamente complejos, culturales, económicos, políticos, religiosos.
En el marco de los cuales, aparecen los Líderes, verdaderos emergentes de esas masas que pulsean por obtener su lugar.
Y que además, no se repite, y así cada Pueblo puede ser desde su identidad.
No es con análisis de personalidad motivados en él sí por la bronca (el odio?) que se explican los acontecimientos socio-políticos.
Eso no es "hacer historia", apenas panfletos, apenas consignas sueltas, sin contenido, peligrosas y mentirosas eso sí.

GB

Desechos oriente-occidente

N° 679 - Desechos
- 10 de Diciembre de 2010 ≈ 8:05
Por Sandra Russo

Veámoslo así: hay algo de confesional en los dos bandos, aunque uno de ellos no sabe exactamente cuál es el nombre de su fe, y el otro no es exactamente un bando, sino un espectro que de pronto toma cuerpo y ataca. El mundo occidental cree ciegamente en una deidad que a veces invoca bajo el nombre de libertad, pero cuya filiación es siamesa del mercado. Occidente desespera ante enemigos que encarnan de una manera cada vez más tajante Lo Extraño y Lo Otro. No tiene reflejos para enfrentarse a una identidad fantasmática que acecha desde las sombras y parece solidificarse cada vez más ante las opciones líquidas que ofrece el modo de vida norteamericano o europeo. Si hay una guerra, Occidente la ganaría. Pero lo que asoma no es una guerra convencional: se parece más bien a la irrupción de un malestar constante, a un estado aletargado de amenaza. De Oriente viene una lógica desconocida, enloquecedora. El Islam logra captar muchachos que gozaron desde su nacimiento de todos los beneficios de la vida moderna occidental. Los capta y los empuja a inmolarse porque, por algún resquicio, por alguna ranura que los occidentales no logran detectar, se cuelan el odio y el resentimiento, pero también el desprecio. Esos muchachos, que hasta hace muy poco tiempo pronunciaban la palabra “nosotros” para referirse a sus compañeros de clase o de equipo de fútbol, fueron persuadidos, de alguna extraña manera -esa manera, por lo misteriosa e ininteligible, es lo que más inquieta-, de sentirse miembros de “otro nosotros”. Los dos bandos fabrican terror. Lo de Londres está fresco. En los últimos dos años, murieron 25.000 civiles iraquíes.Hace treinta años, algunas corrientes sociológicas analizaban las diferentes formas que iba adquiriendo el “nosotros” occidental. Richard Sennet advertía que, tras el advenimiento de la modernidad, se reemplazó la antigua “identidad compartida” por los más pragmáticos “intereses compartidos”. Los rasgos que antes unían a la gente mediante vínculos fraternos derivados de alguna identidad nacional o racial fueron sustituidos por otros que surgieron de lo que se llamó “mixofobia”: la búsqueda maníaca de semejantes muy semejantes. Los occidentales empezaron a sentir un miedo demasiado fuerte hacia lo diferente -a punto tal que, desinvestidos de su humanidad, los diferentes requirieron la creación y la defensa de sus “derechos humanos”-, y dieron rienda suelta a sentimientos comunitarios fragmentados. La comunidad empezó a ser cada vez más pequeña: fue la del club, la del barrio, la del country, la del consorcio.Mientras tanto, allí lejos, ¿qué pasaba? En los basureros territoriales, ¿qué pasaba? “Desde sus comienzos, la modernidad produjo y siguió produciendo enormes cantidades de sobrantes humanos”, escribió el sociólogo Zigmunt Bauman. Fue en dos ramas específicas que brotaron esos sobrantes sacrificables: primero, en la producción y reproducción del orden social. Todo orden es selectivo y exige segregación y exclusión. Después, en el progreso económico, que “en un determinado momento exige la invalidación, el desmantelamiento y la eventual aniquilación de ciertos modos de vida y de subsistencia del ser humano, ya que no pueden ni podrían alcanzar los crecientes estándares de productividad y rentabilidad”. Los sobrantes humanos de la modernidad fueron recolocados. Huestes de refugiados en todo el mundo pueden dar cuenta de eso. “La industria de la eliminación de desechos humanos” originó oleadas de migraciones legales e ilegales que Occidente toleró, aunque a regañadientes, porque eso le servía para mantener cerrada la olla a presión que significan esos sobrantes que el progreso económico occidental va creando con su propia dinámica. Esa industria de eliminación de desechos es la que ha entrado en crisis ahora. Hay una parte del mundo tan pobre y territorios tan indeseables que los bárbaros han empezado a corroer los intestinos del imperio.En junio de 2002, los Estados Unidos anunciaron el arresto de un sospechoso de pertenecer a Al Quaida, que se había plegado a la red terrorista a su regreso de un viaje a Pakistán. Se trataba de un ciudadano norteamericano, José Padilla, que se había convertido al islamismo y había adoptado una nueva identidad, la de Abdullah al Mujahir. Había sido instruido para fabricar “bombas sucias” que eran “pavorosamente fáciles de armar” con explosivos convencionales. En su momento, el personaje PadillaAbdullah resultó funcional a los requerimientos de la seguridad interior norteamericana: agitó el fantasma de que la hospitalidad ofrecida a los extranjeros era una trampa cazabobos, hizo emerger un nuevo “sujeto peligroso”: el norteamericano reciente que, pudiendo ser “uno de los nuestros”, elige ser “otro, extranjero perenne, enemigo”. El caso Padilla-Abdullah fue inmediatamente silenciado. “Bombas sucias” que se arman de un modo “pavorosamente fácil” no eran un objetivo que permitiera defender en el Congreso un escudo antimisiles multimillonario, y enemigos de entrecasa que despreciaban el modo de vida norteamericano no contribuían a reforzar la idea de ir hasta Irak a aplastar las cuevas terroristas.

Cuando se supo, la semana pasada, que algunos de los responsables de los atentados de Londres eran ciudadanos británicos de ascendencia paquistaní, ciudadanos aparentemente integrados, con trabajo, de clase media y sin antecedentes, una zozobra debe haber recorrido las mentes de los dirigentes del aspaventosamente llamado “Eje del bien”: ey, muchachos, esto hay que pensarlo todo de nuevo, somos una vacuna homeopática al revés, generamos nuestras propias bacterias letales, los tenemos metidos en nuestros barrios, sus hijos son amigos de los nuestros, les hemos dado nuestras sobras, han bebido de nuestra mano y nos devuelven una mochila cargada con explosivos.La cultura de mercado, que crece a expensas de reducir al resto del planeta a simples basureros territoriales y humanos, desfallece bajo la repentina certeza de que no hay nada más temible que un enemigo al que le ha sido concedida una vida que no vale la pena de ser vivida.Alguien dijo una vez que el sistema económico occidental es una serpiente que inevitablemente alguna vez se morderá la cola. Ya la mordió.
Estamos aún de duelo porque hay ausencia.Supongo que esta sería una explicación nimia ante tanta llegada tarde al escenario sureño de la ciudad.
Entre el martes y el viernes, pasaron siglos en términos de análisis políticos.
No supimos preveer que la Corriente Clasista y Combativa, el Partido Obrero, o el Frente Darío Santillán, estaban trabajando socialmente hace largo tiempo en algunas villas de la ciudad.
No supimos preveer que, los vecinos de los sectores populares de Villa Lugano, Soldatti , Barrio Illia, Copello, reaccionarían como lo hicieron, influenciados por los monopolios que coincidían con Macri acerca de la irracional política inmigratoria, pero además porque nuestra ciudad tiene instalado un racismo estructural.
Como esta pobreza que afloró en estos días: es-truc-tu-ral.
Dónde estamos?.
Hoy seguro que al lAdo de los okupas del Parque Indoamericano, pero ayer, dónde estábamos?.
Por que con los vecinos de los monobloks seguramente que no.
No supimos preveer la armada Brancaleone del duhaldismobarrionuevismo.
Ni a los grupoos narcos, ni a los que hacen negocios inmobiliarios, ni...
No habremos especulado en un principio qeu éste era sólo un problema del inútil de Macri?
Es sólo Aníbal( porque el último mohicano seguro que no es), el que debe aparecer inexorablemente contra todos y todas?.
Dónde está la JP con todas sus variantes?,
Y la JSP?, y la CGT? y los agrupamientos artísticos culturales de los últimos tiempos?.
Floreciendo (lo digo sin chicanas) pero además de florecer hay que andar, militar, estar, hablar, pintar paredes, decir, opinar, movilizar.
Pero con acciones solidarias concretas (habría estado mal que la JP y la JSP por ejemplo el domingo cuando se festejó la democracia y los derechos humanos, vaya paradoja, recolectara alimentos no perecederos para las familias carenciadas?)

Me preocupa como militante el después, hoy a la tarde, la verborragia a mí ya no me alcanza.
La ciudad "no nos quiere", es histórico, es así, por lo tanto, si sabemos que lo que haremos con las familias compañeras sumamente carenciadas serán actos de justicia, está muy mal ir a fondo con todo lo que disponemos hoy desde el aparato estatal, tanto en recursos económicso, humanos como simbólicos?

Diría el General, "Hoy lo que se debate no es un problema entre democracia o dictadura, fascismo o democracia, lo que se juega es un campeonato entre Injusticia o JUSTICIA SOCIAL."

GB