martes, 9 de julio de 2019

El eterno retorno del supremacismo blanco

El asesinato de un político alemán por parte de un neonazi y la aparición de una "lista de la muerte" alerta sobre el discurso político de ultraderecha que, en muchos casos, los legitima.
Leticia Martínez 
1 de julio de 2019 13:07 hs 
leticia@cenital.com    @aletimartinez
Walter Lübcke fue asesinado de un disparo en la cabeza en su casa el pasado 2 de junio. El político de la Unión Cristianodemócrata (CDU), el mismo espacio de Angela Merkel, era conocido por su postura a favor de los solicitantes de asilo. Por ese motivo era uno de los blancos preferidos de la ultraderecha. Stephan Ernst, un reconocido neonazi de la región de Hesse, en el centro del país, confesó esta semana que es el asesino.
A la par de la confesión de Ernst, y el arresto de otros dos sospechosos, se conoció que otro grupo neonazi robó miles de contactos de la Policía para crear una "lista de la muerte", donde figuraban políticos de izquierda y con posiciones "pro refugiados". Contaban con un enorme arsenal de armas y habían pedido restos de cuerpos para camuflar nuevos cadáveres. El grupo conocido como Nordkreuz mantenía conexiones con las Fuerzas de Seguridad, y era investigado desde 2017 por temor a un ataque terrorista. El Servicio de Inteligencia de Alemania (BFV) quedó bajo la lupa por no haber considerado los mensajes y amenazas como las que el propio Lübcke había recibido.
El hecho que convulsionó a Alemania alerta sobre el resurgimiento de grupos de supremacistas blancos, no solo en el país germano, sino en todo el occidente, en un contexto donde encuentran cierta legitimación política en los discursos xenófobos y racistas de líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Viktor Orbán en Hungría o Jair Bolsonaro en Brasil.
El problema es la "raza"
Brenton Tarrant es hijo de inmigrantes y él mismo es un extranjero en Nueva Zelanda. Sin embargo y basándose en un manifiesto que aconsejaba aniquilar a las personas de otros países, el pasado 15 de marzo el joven australiano asesinó a 50 fieles que rezaban en dos mezquitas de la localidad neozelandesa de Christchurch. 
El atacante escribió un manifiesto de 74 páginas denominado la "teoría del reemplazo", aseguraba que se debe evitar la sustitución étnica de la sociedad tras la llegada de inmigrantes, a pesar de ser, él mismo, uno. ¿La diferencia? Es que, según Tarrant, sus padres son europeos y las personas a las que acusa de "invadir" son de otros continentes, especialmente de Asia y África. El discurso del ahora detenido, es fiel reflejo del pensamiento de los supremacistas, que consideran que el hombre blanco y europeo es superior al resto del mundo.
La premier de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, abraza a los familiares de las víctimas en las mezquitas.
El origen
Es difícil elegir una fecha del surgimiento del supremacismo blanco, pero sí se puede observar con claridad ya en hechos del siglo XVI, tras la conquista europea en territorio americano. "El racismo demencial que los embargaba les hacía creer que para Dios, los seres humanos buenos y creyentes eran de piel blanca, y los malos y paganos feos y oscuros", explica en diálogo con Cenital, el director de Cultura del Centro Islámico de la República Argentina (CIRA) y profesor de Historia, Ricardo Elía.
Para graficar lo que los conquistadores europeos realizaron en este territorio bajo la idea de civilización y barbarie, Elía cita al historiador búlgaro Tzvetan Todorov para recordar que se calculaba que en el año 1500 la población mundial era de 400 millones, 80 en América, de los cuales quedaron solo 10 en esta región tras poco más de 60 años de conquista. En México, por ejemplo y según explica el especialista, se calcula que vivían unas 25 millones de personas que en el 1600 apenas ascendían al millón.
En el siglo XVIII y en el XIX con más fuerza, el supremacismo blanco comienza a justificar su idea en el darwinismo social, conocido también como racismo científico. Bajo la teoría de Darwin de supervivencia del más apto, basaban su creencia en que los hombres europeos eran superiores al resto, y se pueden hallar signos de supremacismo en el imperialismo. Como "portadores del progreso", se conquistaban otros territorios y se sometía a sus poblaciones. Los movimientos y partidos fascistas de la década de 1930, con el nazismo a la cabeza, son claros ejemplos supremacistas.
¿Qué pasa ahora?
A partir de la llegada al poder de líderes como Trump u Orbán, entre tantos otros, y el crecimiento de partidos de ultraderecha en los parlamentos europeos se instaló un discurso xenófobo, misógino y homofóbico que propugna el rechazo a la inmigración y coquetea con conceptos como "contaminación cultural" por la mayor visibilidad de distintas etnias y religiones.
"Las élites políticas tienen muchísima responsabilidad. Los supremacistas estuvieron dormidos con los discursos de las instituciones de 'ésto no puede ser', pero estaban latentes. Cuando se les legitima a través del discurso, como cuando Trump insiste con el muro puede generar que un sureño vaya y le dispare a un mexicano", explica en diálogo con Cenital, el licenciado en Estudios Internacionales y profesor de Historia, Tomás Listrani. 
Los casos como el de Tarrant, que se confesaba seguidor de Donald Trump por ser un "renovador de la identidad blanca", o el de los dos jóvenes que asesinaron a siete personas en una escuela de Brasil, y que decían ser admiradores de Bolsonaro y su política de armas, deja a las claras lo peligroso que pueden ser los discursos que se escuchan cada vez más de la mano de dirigentes ultraderechistas.
"El legado de los movimientos criminales y racistas de Hitler y Mussolini han sido rediseñado en el siglo XXI por líderes racistas y populistas como Orbán en Hungría, Matteo Salvini en Italia, Bolsonaro y Trump, entre otros. Todos ellos eurocéntricos, racistas, intolerantes, discriminadores y xenófobos que promocionan el supremacismo blanco", agrega el director del Centro Islámico sobre la dirigencia política. Elía plantea que en el "rediseño" de esas agrupaciones ultraderechistas los seguidores del Islam pasaron a ser los principales damnificados: "Los musulmanes, ante estas corrientes racistas que crecen día a día y hegemonizan el discurso discriminador e intolerante, se han convertido en los judíos del siglo XXI".
Las palabras y las cosas
Listrani destaca el carácter reaccionario como ideología que tienen los grupos supremacistas. Según esta idea, el "otro" es alguien amenazante, que quiere "cambiar los valores de la sociedad", y por eso abogan por volver al pasado y mantener la identidad de nación "blanca" y "cristiana". Y realiza una diferencia. Mientras que durante el imperialismo el supremacista iba al territorio de su enemigo bajo el afán de conquistarlo, hoy ese "otro" es un "enemigo interno" que vive en su país.
Los perpetradores de los ataques pueden pertenecer a movimientos reaccionarios o actuar como "lobos solitarios". Entre los atentados más violentos se encuentran el antes mencionado ataque a las mezquitas en Nueva Zelanda, el ataque a una sinagoga en Pittsburgh en el Estado norteamericano de Pensilvania, donde el atacante asesinó a 11 personas en octubre de 2018, o el ataque del racista noruego Anders Breivik, que asesinó a 85 personas, la mayoría en un campamento de la juventud del Partido Laborista, tras publicar un manifiesto en que culpaba a la dirigencia política por la inmigración masiva.
Además del incremento de ataques terroristas, también aumentaron los episodios que constan de insultos o profanaciones a espacios religiosos. El pasado febrero, en Francia se registró una multitudinaria movilización en rechazo al creciente antisemitismo, luego de un ataque a un cementerio judío donde profanaron más de 80 tumbas, entre otros episodios violentos, en el país europeo con la comunidad judía más grande de Europa.
En números
En el 2018, según un informe de Cnews, el 48% de los actos considerados racistas en Francia fueron contra los judíos, mientras que según el Colectivo contra la islamofobia en el mismo año en el mismo país se registraron más de 650 actos contra musulmanes, de los cuales el 70% de las agredidas eran mujeres.
En los Estados Unidos, según datos del FBI los delitos conocidos como "de odio" aumentaron el año pasado en un 17%, lo cual llevó la cifra de ataques a los 7.175 delitos en el 2018. Del total, tres de cada cinco de las agresiones fueron por cuestiones "raciales" o "étnicas", y uno de cada cinco por religión.
Marcha de grupos de ultraderecha.
Volver
Los grupos supremacistas blancos existieron siempre en las márgenes de la política. El rechazo al "otro", migrante, musulmán o judío, constitutivo de estos sectores, mantenía su presencia en el inconsciente de la sociedad, pero generaba anticuerpos. Desde los grandes partidos, los trataron con preocupación y desprecio, siempre en la frontera entre la libertad de expresión y el terrorismo. 
La llegada al primer plano de discursos políticos que van en la misma línea de pensamiento, que remiten a pasados gloriosos, identidades nacionales puras y un decadentismo que sólo tiene antecedentes en los discursos de los años '30 llevó a que, de marginados, se sientan otra vez legitimados. 
Con partidos como Vox que reivindican a Franco en España, el Ministro del Interior de Italia que sale a la caza de barcos que prestan ayuda a refugiados, o el Gobierno de los Estados Unidos que crea campos de detención para niños solicitantes de asilo, estos grupos pueden verse a sí mismos como una versión apenas menos moderada de aquello que hoy disputa el poder. Y siempre es tentador sentirse vanguardia. 

Más detalles sobre el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea

Un documento difundido por los europeos da más pautas sobre el tratado; cómo fue recibido en el resto de países.

2 de julio de 2019 16 hs 
Si bien falta conocer la letra chica, tanto desde el Mercado Común del Sur (Mercosur) como de la Unión Europea (UE) dieron a conocer cuáles son los principales puntos del Tratado de Libre Comercio (TLC) que se negocia desde hace 20 años y que finalmente se firmó el viernes pasado. Vale aclarar que todavía falta la ratificación, un proceso que puede extenderse entre tres y ocho años, y consiste en la aprobación por los parlamentos de los países del bloque sudamericano, el Parlamento Europeo y los parlamentos nacionales de la Unión (los apartados sobre diálogo y cooperación política), incluyendo los regionales de Bélgica.
Por arriba
Se realizará la integración de un mercado de más de 100 mil millones de dólares de comercio bilateral de bienes y servicios, casi una cuarta parte del PBI mundial, en el cual se encuentran inmersos 800 millones de personas.
A través del acuerdo que desde Cancillería caracterizaron como "histórico", el Mercosur liberalizará el 90% de su comercio en un período que va de los 10 a 15 años de acuerdo a los productos. Según el documento de la Unión Europea, el organismo regional eliminará aranceles en sectores industriales como el automotriz, maquinaria, químicos, farmacéuticos, entre otros. Mientras que en lo que respecta al agro lo hará en cuanto a los bovinos, porcinos, etanol, arroz, queso, miel y maíz, además de leche polvo y fórmula infantil.
"Los europeos manifiestan como conquista el tema de acceso a la región de vinos, aceite de oliva, duraznos y tomate en lata, chocolates, galletitas, y bebidas colas", explica en diálogo con Cenital, la docente de la Universidad Nacional de La Matanza y asesora en el Senado, Julieta De San Felix, sobre el acuerdo que también incluye productos como vestimenta, servicios marítimos, y de conocimiento, entre otros.
"El Mercosur aceptó remover aranceles para todas las autopartes procedentes de la Unión Europea, las que pasarán a desgravarse de manera lineal en un período de entre 10 (60%) y 15 años (30%)" analizaron desde Ocipex, un colectivo que sigue la coyuntura internacional.
Compras públicas
Los europeos podrán acceder a contrataciones con el Estado y viceversa. Empresas de uno y otro bloque van a poder participar de licitaciones para construir obra pública (ferrocarriles, puertos, carreteras, etc) como en otros bienes y servicios. También se contempla que esto se de no solo a nivel nacional sino también provincial.
Principio precautorio
"El Mercosur concedió a la UE la posibilidad de aplicar medidas ambientales sin basamento científico ("principio precautorio"). Esto le permitirá adoptar medidas prohibitivas de las importaciones ante la mínima duda acerca de posibles consecuencias sobre la salud y el medio ambiente" explicó el colectivo.
Cuotas
De San Félix explica que el tratado está marcado por puntos que pueden favorecer a la región, mientras que en otros se podría ver perjudicado. Entre lo positivo, destaca que en algunos productos la desgrabaciones se extienden hasta 15 años, algo poco común en los acuerdos con la UE. Hace un paréntesis con parte del acuerdo no arancelario como las cuotas.
"Las cuotas de acceso se distribuyen entre los 4 países del Mercosur y no hay criterio. Entonces Brasil por ejemplo puede pedir cuota de acuerdo a su PBI y ahí la Argentina está bastante complicada", explica la docente universitaria.
Algunas de esas cuotas contemplan:
  • Carne vacuna: 99.000 toneladas, 55% fresca y 45% congelada, con una tasa contingente del 7,5% y eliminación al ingreso. La tasa entra en vigencia en el marco de las cuotas "Hilton" de la OMC para el Mercosur. El volumen se introducirá gradualmente en seis etapas anuales iguales.
  • Aves de corral: 180 000 toneladas libres de impuestos, subdivididas en 50% de deshuesado y 50% sin espinas.
  • Arroz: 60.000 toneladas libres de impuestos
  • Leche en polvo: cuotas recíprocas de 10.000 toneladas, libres de impuestos.
  • Queso: cuotas recíprocas de 30.000 toneladas, libres de impuestos.
  • Etanol: 450 000 toneladas para usos químicos, libre de impuestos; 200.000 en todos los usos, incluido combustible, con tasa estipulada.
Propiedad intelectual
"La UE y el Mercosur tendrán un marco bilateral estructurado con compromisos legales claros y oportunidades para discutir en detalle las cuestiones relacionadas con los derechos de propiedad intelectual. El capítulo incluye disposiciones exhaustivas que abordan todo el espectro de derechos de propiedad intelectual, incluidos los derechos de autor, marcas comerciales, diseños industriales y variedades vegetales. También establece normas integrales sobre la protección del comercio, secretos, disposiciones sobre la aplicación civil y administrativa de los derechos de propiedad intelectual, y disposiciones sobre aplicación de la frontera" dice el documento europeo.
Este capítulo contempla, entre otras cosas, que el Mercosur se incorporará al Tratado de Cooperación en materia de Patentes (TCP).
¿Cómo fue recibida en el resto de países?
La noticia fue bien recibida en Brasil, incluso en sectores industriales. "El acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea abre una oportunidad histórica para Brasil" dijo Paulo Skaf, presidente de la Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp). El presidente de la Confederación Nacional de la Industria (CNI), Robson Braga, lo bautizó como "el pasaporte de Brasil para entrar en la liga de las grandes economías del comercio internacional".
En Uruguay, el Frente Amplio también le dio la bienvenida al acuerdo, a través de su cancillería, que hizo hincapié en los beneficios para la exportación. "Podemos decir que el 97% de toda la oferta exportable de Uruguay va a tener ingreso preferencial en Europa. Estamos calculando que esto va a tener un impacto de unos 100 millones de dólares anuales, una vez que entre en vigencia" sostuvo el canciller Nin Novoa. Por otro lado, la central sindical uruguaya que nuclea a casi la totalidad de los sindicatos, conocida como PIT-CNT, manifestó "preocupación" y pidió por más detalles. Fueron convocados por cancillería junto a las cámaras empresariales.
Según la calificadora Moody's, los que más se beneficiarán del acuerdo son Uruguay y Paraguay, que también recibió con entusiasmo la noticia. Los estudios de impacto que realizó la Universidad de Manchester a pedido de la Unión Europea en 2008, citados por Julieta Zelicovich, estimaron ganancias de hasta 10% del PBI en Paraguay; 2,1% en Uruguay; 1,5% en Brasil; y 0,5% en Argentina.
En la prensa europea el acuerdo fue resumido como "Cars for cows" (autos por vacas) y se lo interpretó como uno de los últimos triunfos de la Comisión Europea, cuyo mandato vence este año, ante una coyuntura global que tiende cada vez menos a acuerdos de esta escala. El principal coletazo llegó desde el gobierno francés, que afirmó que no va a ratificar el acuerdo por el momento y va a esperar por más detalles. La oposición interna viene por el lado de los agricultores y ecologistas. Otros países como Irlanda avisaron que lo van a rechazar si el acuerdo tiene "efectos negativos" para su economía.
Además de la presión de los sectores agrícolas de algunos países europeo, el acuerdo deberá complacer a sectores ecologistas, cada vez más importantes a lo largo y ancho de Europa. En el Mercosur las dudas acerca de la aprobación vienen por el lado de Argentina. El Financial Times, por ejemplo, sugirió que un eventual triunfo de Alberto Fernández en las elecciones podría poner en riesgo la participación del país en el tratado. Ante la posibilidad de una demora en la aprobación en Argentina y en el resto de los países del bloque, Brasil quiere imponer una cláusula que permita implementar el acuerdo de manera bilateral.

"El gobierno ha puesto un condicionante fuerte en lo que es el debate por el modelo de desarrollo del país"

Cenital dialogó con Julieta Zelicovich, doctora en Relaciones Internacionales, sobre el flamante acuerdo Mercosur-UE.
Juan Elman 
4 de julio de 2019 11:07 hs 
juan@cenital.com    @juan_elman
Para entender mejor el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, y a la espera de más detalles sobre el texto, dialogamos con Julieta Zelicovich, doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario y especialista en negociaciones comerciales internacionales.
Con lo que tenemos hasta ahora, ¿qué te parece en líneas generales el acuerdo?
Mercosur-UE es el primer acuerdo de libre comercio profundo que firma la región con una economía desarrollada. Con ello el gobierno ha puesto un condicionante fuerte en lo que es el debate por el modelo de desarrollo del país, de aquí en adelante y por el tipo de inserción internacional.
¿Cuál es el impacto del acuerdo? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden?
Por un lado el acuerdo plantea una reducción sustancial de aranceles para el grueso del comercio entre ambas partes, y el uso de cuotas para los sectores más sensibles, especialmente en algunos rubros de agro y alimentos en Europa. Estas consideraciones pueden reducir un poco los efectos de apertura que se alcancen, pero a prima facie el acuerdo implica ganancias para los sectores exportadores del sector agrícola y de alimentos, y pérdidas para el sector industrial, químico, textiles, autopartista, y en algunos rubros de servicios. Conforme a los Estudios de Impacto previos al acuerdo -y que por lo tanto se basan en supuestos que pueden ser distintos a los efectivamente acordados-, las ganancias podrían rondar el 1,5% del PBI en Argentina, pero con fuerte impacto en algunos de los rubros en los que se concentra la mayor mano de obra. Por ello, resulta clave poner en discusión qué políticas se van a adoptar hasta que el acuerdo entre en vigor y se den los plazos de desgravación arancelarias en los distintos sectores, para que estos puedan aprovechar las ventajas del acuerdo y ver mitigados sus efectos negativos. En Argentina hay mucho por hacer en este punto.
¿Y cuál es el otro punto?
Este tipo de acuerdos contienen una serie de normas y compromisos que van más allá de los aranceles -los aranceles son el típico contenido de los acuerdos de libre comercio de viejo tipo- y que generan un impacto profundo en las economías. Se trata de normas en materia de compras gubernamentales, servicios, propiedad intelectual, facilitación del comercio, política de competencia, etc. El primero de estos acuerdos es el que mayor impacto genera puesto que es el momento en el cual deben realizarse las principales adecuaciones de políticas y procedimientos. Desde esta perspectiva, lo que conocemos hasta ahora del acuerdo muestra cómo el mismo está siendo un instrumento para que el MERCOSUR adhiera a estándares normativos y de procedimientos de la Unión Europea. Los ajustes son mayores para los países sudamericanos que para Europa.
Las negociaciones duraron 20 años y estuvieron trabadas por mucho tiempo. ¿Qué influyó para este desenlace? ¿Hay algún sector que terminó cediendo más para la firma?
Un factor clave en el desenlace final de las negociaciones y el arribo a un acuerdo ha sido la dinámica política que se desató en el último período en cada una de las partes. La proximidad de las elecciones en Argentina, la urgencia del gobierno de Bolsonaro de mostrar resultados en su gobierno y el vencimiento del plazo de mandato de la Comisión Europea parecen haber obrado para que las partes realicen un esfuerzo adicional en superar obstáculos, como el del agro en Francia, el abordaje del sector industrial en MERCOSUR, o la definición respecto de Indicaciones Geográficas, que hasta hace algunas semanas parecían insuperables. Probablemente todos hayan cedido un poco y el detalle de cómo se compensan las demandas de uno y otro solo lo sepamos cuando se publique el acuerdo final. Las cuotas que la UE pone en agricultura son una resta importante a las ambiciones iniciales del MERCOSUR. El comisario Europeo de Agricultura también ha hecho mención al mantenimiento de protecciones de los estándares fitosanitarios europeos y de parte de los subsidios, con lo cual, resulta prudente esperar la letra chica.
En el resto del Mercosur el acuerdo pareciera haber sido recibido con mayor consenso interno.
No creo que haya países que reciban mejor o peor el tratado en el MERCOSUR de forma agregada, sino que las reacciones son más bien de los sectores económicos al interior de los países. Mientras que para parte del agrobusiness es una buena noticia; otros empresarios del sector industrial se muestran precavidos, y para otros esto es indiferente. De todos modos, para que el acuerdo entre en vigor aún resta mucho recorrido -si es que eventualmente logra las ratificaciones necesarias
¿A qué tenemos que prestarle atención de ahora en más?
Desde lo formal, el proceso de ratificación. Al acuerdo le falta la firma formal y las ratificaciones. Es decir, el aval de los legislativos de los 4 miembros del MERCOSUR, del Parlamento Europeo; y, probablemente -dado que se presenta como acuerdo de asociación- si es considerado de competencias mixtas, requiera asimismo el aval de los legislativos de cada uno de los países de la Unión Europea. Es el momento donde efectivamente el modelo de desarrollo que plantea este acuerdo puede ponerse en discusión. A ambos lados del Atlántico hay posibilidades de que la ratificación no se alcance. Asimismo, es clave seguir cómo se modifican las políticas de cada una de las partes de cara al acuerdo, en el tiempo en el cual estos están en proceso de ratificación: cómo algunas normas pueden modificarse para entrar en el nuevo "espacio de maniobra" que definen los acuerdos. También cómo los gobiernos preparan a las empresas para "el día después" del acuerdo, esto es: cómo se fortalecen las capacidades competitivas de los sectores productivos para enfrentar a nuevos competidores en el mercado local, en el mercado regional -por ejemplo, de Argentina en Brasil- y en el "nuevo" mercado europeo.
Esta entrevista es parte de Mundo Propio, el newsletter de política internacional que sale los días jueves. Te podés suscribir acá.

¿Es cierto que Argentina se jodió en 1945?

A lo largo de las décadas fue alejándose de los países desarrollados. ¿Cuándo se produjo el quiebre?
Daniel Schteingart 
1 de julio de 2019 10:02 hs 
dany@cenital.com    @danyscht?lang=es
En los últimos años, el fenómeno ultraliberal (o "libertario") cobró popularidad en redes sociales. De la mano de referentes como José Luis Espert o Javier Milei, entre otros, el discurso ha venido ganando adeptos, particularmente en jóvenes varones sub30. Uno de los leitmotivs de estas personas es que Argentina llegó a ser "el país más rico del mundo" en 1895 y que luego más o menos se mantuvo en la elite mundial hasta 1945, cuando empezó la "decadencia". Buena parte del discurso macrista ha suscripto -con algunos matices- a esta idea, cuando se habla de los "70 años de peronismo" como el origen del atraso relativo de Argentina. Pero, ¿qué hay de cierto en esto? A lo largo de este artículo vamos a argumentar que: a) el atraso relativo de Argentina no se produjo en las décadas posteriores a 1945; b) que el gran quiebre se produjo a mediados de los '70, y c) que Argentina no era el país más desarrollado del mundo a fines del siglo XIX.
Por qué usar rankings es engañoso
Hay un gráfico, muy popular entre los libertarios, que es el de cómo evolucionó Argentina en el ranking del PBI per cápita mundial desde 1875 hasta hoy. Para ello, toman como referencia una base de datos ampliamente usada por los economistas e historiadores a nivel mundial, que se llama la "Maddison Project Database" (de ahora en más, la llamaremos "la base de Maddison", en honor al brillante historiador económico Angus Maddison, pionero en construir estas series).
Gráfico 1
Tal como se ve, el gráfico -elaborado por la fundación "Libertad y Progreso", think tank ultraliberal (durante mucho tiempo Espert tuvo uno igual en su foto de portada de Twitter) - muestra la posición de Argentina en el ranking mundial del PBI per cápita desde 1875 hasta la actualidad. El gráfico también muestra a Australia, país que se toma habitualmente de referencia en la comparación con Argentina, debido a que hacia 1900 eran países de alto ingreso per cápita para los estándares mundiales, muy baja densidad demográfica y clima mayormente templado. Una primera lectura del gráfico, en la que se ve que Argentina pasa del top ten de PBI per cápita entre 1882-1950 al puesto 59 en 2016, es la siguiente: "no fuimos Australia por culpa del peronismo". Aún más, el gráfico muestra que en 1895 Argentina fue el país de mayor ingreso per cápita del mundo, reforzando la idea de un pasado dorado que en algún momento se perdió. Esta idea nostálgica de un pasado próspero que el "estatismo intervencionista populista peronista" vino a romper es ciertamente muy atractiva como relato de la historia argentina.
Primer punto: si bien esta base es muy usada (y soy activo usuario de ella), hay que tener precauciones con los datos que se remontan muy atrás en el tiempo. De acuerdo a uno de los historiadores económicos más reconocidos de Argentina, Pablo Gerchunoff, las series de ingreso per cápita son confiables a partir de 1935, que es cuando Argentina dispone de series oficiales del PBI. Entre 1900 y 1935 los datos son estimaciones que hizo en su momento la CEPAL, y que podrían considerarse como relativamente razonables (aunque con una calidad menor a las de después de 1935). Ahora bien, como señala el economista Andrés Asiain, los datos previos a 1900 son muy precarios y se basan en supuestos muy discutibles (como que el PBI per cápita entre 1870 y 1900 creció a la misma tasa que entre 1900-1913, esto es, 2,5% anual). Ergo, deben tomarse con muchísima cautela y evitarse expresiones tan rimbombantes como "fuimos el país más rico del mundo".
Segundo punto: la "treta" de los libertarios consiste en usar un ranking de países y no -como se debe y como hace cualquier historiador económico serio- tasas de crecimiento a lo largo de la historia. ¿Por qué esto es problemático? Veamos.

La muestra de países cambia con el tiempo
Por un lado, la muestra de países de la base cambia a lo largo de la historia. Como puede verse en el Gráfico 2, la base de Maddison tenía unos 45 países en los años '40, y pega un salto brutal en 1950, a más de 140. ¿A qué se debe esto? Básicamente a que a partir de entonces mejora mucho la calidad informativa de las estadísticas nacionales, sumado a que en los años de posguerra surgen muchos países nuevos (piénsese por ejemplo en las ex colonias africanas o asiáticas).

Gráfico 2
Fuente: elaboración propia en base a Maddison Project Database

Entre 1945 y 1974, Argentina pasa del sexto puesto en el ranking de Maddison al 32. ¿Incide este aumento drástico en esta caída de nuestro país en el ranking? Un poco sí. ¿Por qué? Porque aparecen varios países muy ricos de Medio Oriente (como Libia, Arabia Saudita o Bahrein, entre otros) que, en pleno boom de la economía fordista de posguerra, aumentan su producción de petróleo. Sin embargo, por sí solo esto explica solo una pequeña parte de la caída de 26 puestos en el ranking.

Carrera de países
De acuerdo a la base de Maddison, en 1945 el PBI per cápita de Argentina solo era superado por los países desarrollados anglosajones, poco afectados por la guerra: Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda. Detrás nuestro se ubicaban una veintena de países europeos (tanto de Europa Occidental como Oriental) destruidos por la contienda. ¿Qué pasó? Entre 1945 y 1973, Europa creció como nunca en su historia, en lo que se conoció como "los 30 gloriosos". Como Europa tiene muchos países, esos muchos países nos superaron en el ranking. Recordemos que en un ranking da lo mismo si te pasa un país diminuto como Luxemburgo a si te pasa uno muy populoso como Alemania. Todos cuentan como un país.
Pero, ¿por qué Argentina cayó tantos puestos y los anglosajones no? ¿Es que a Argentina le fue tanto peor que a los anglosajones en la posguerra? La respuesta es "no". La tasa de crecimiento (lo veremos en breve) de Argentina fue muy similar a la de los anglosajones en el período de posguerra. El tema es que el ranking no capta ello. Para entenderlo mejor pensemos en el siguiente ejemplo.
Imaginemos una carrera de 400 km entre Buenos Aires y Mar del Plata entre distintos países. Imaginemos que esa carrera arranca en 1945 y que dura 30 años. También imaginemos que los distintos países, en 1945 no parten de Buenos Aires (km 0), sino de distintos puntos de largada. Por ejemplo, Estados Unidos en 1945 estaba en el km 200, Australia en el 180, Argentina el 120 y veinte países europeos estaban en el km 100. Ahora supongamos que Estados Unidos, Australia y Argentina corren a la misma velocidad en los siguientes treinta años: 5 km por año. De este modo, entre 1945 y 1975 estos tres países avanzaron 150 km. En 1975, Estados Unidos está en el km 350; Australia en el km 330 y Argentina en el km 270.
Ahora bien, imaginemos que los veinte países europeos, en esos treinta años, corrieron más rápido: pongamos, a 7 km por año. En treinta años, recorrieron así 210 km. Como partían del km 100, en 1975 estaban en el km 310. ¿Qué pasó? Argentina cayó veinte puestos en esta carrera, porque los veinte países europeos nos pasaron. Pero Estados Unidos siguió primero y Australia segundo, a pesar de que corrieron a la misma velocidad que nosotros. ¿Por qué? Porque la ventaja original que tenían respecto a los europeos era mucho más grande, y los europeos no llegaron a alcanzarlos. Argentina queda "castigada", a pesar de haber corrido a la misma velocidad que Estados Unidos y Australia, porque su posición en 1945 no era tan privilegiada.
El ranking tiene este gran problema: no nos dice a qué distancia estamos de otros países, sino que solo nos dice el orden de los países. En otros términos, el ranking no distingue el PBI per cápita inicial de los países ni tampoco nos dice cuán cerca o lejos estamos (en porcentaje de nuestro ingreso) de los países desarrollados. Para un ranking, es lo mismo si el PBI per cápita de Estados Unidos es de 100, el de Australia de 99 y el de Argentina de 98, a que si el de Estados Unidos es de 100, el de Australia de 50 y el de Argentina de 1. En ambos casos, Estados Unidos es el primero, Australia el segundo y Argentina el tercero. Eso es un problema gigantesco a la hora de evaluar trayectorias históricas.

Convergencia y divergencia
¿Cómo medimos entonces la performance de un país si los rankings engañan? De dos formas complementarias y muy relacionadas entre sí: a) comparando las tasas de crecimiento del PBI per cápita a lo largo del tiempo o b) lo que se llama PBI per cápita relativo (el PBI per cápita de Argentina es el X% del PBI per cápita de otro país). Si la tasa de crecimiento de Argentina es igual a la del país con el que nos estamos comparando, el PBI per cápita relativo se mantiene. Por ejemplo, imaginemos que nuestro PBI per cápita es de 500 y el de Australia es de 1000 (el doble). Si ambos crecemos un 10%, nuestro PBI per cápita pasa a 550 y el de Australia a 1100. Ambos mejoramos en la misma proporción, de modo que nuestro PBI per cápita sigue siendo el 50% del australiano.
En economía, se dice que hay "convergencia" cuando el país más pobre crece más rápido que el más rico y "divergencia" cuando ocurre lo contrario. En este ejemplo, no hay ni una cosa ni la otra, producto de que ambos crecen al mismo ritmo.
La historia de Argentina en la segunda posguerra muestra que crecimos a una tasa similar (alrededor del 2% per cápita anual) a la de Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. ¿Fue eso un milagro económico? Definitivamente no. Pero fue una tasa "digna", sobre todo teniendo en cuenta lo que vino después. En la segunda posguerra, Argentina creció menos que Europa, Brasil y México, similar a los anglosajones mencionados y más que Uruguay y Chile, que no tuvieron peronismo [1].
La sociedad argentina de posguerra habrá sido conflictiva e inestable en muchos aspectos, pero siguió siendo de movilidad social ascendente y la economía de complejidad creciente. A mediados de los '70, Argentina era tecnológicamente mucho más sofisticada que en 1945 y un 25% de nuestras exportaciones ya eran industriales (cuando hasta los '60 era casi todo commodities, con la excepción transitoria de los años de la Segunda Guerra) [2]. En la misma línea, la productividad era 69% más alta que en 1950 [3]. Las condiciones de vida acompañaron ese proceso: el poder adquisitivo a principios de los '70 era 35% más alto que en 1949 (el mejor año del primer peronismo) y 143% mayor al de 1942, previo a que Perón asumiera como Secretario de Trabajo y Previsión [4]. Asimismo, la evidencia disponible sugiere que informalidad laboral, la desigualdad y la pobreza fueron las más bajas desde que se tenga registro [5].

Gráfico 3

Volviendo a la comparación internacional, además de usar las tasas de crecimiento podemos usar como indicador el PBI per cápita relativo (es decir, nuestro PBI per cápita como porcentaje del de otro). En el Gráfico 3 tenemos una serie que va de 1880 a 1975, comparando contra siete países (los cinco anglosajones más Noruega y Suecia, que no sufrieron tanto las guerras mundiales). La línea marrón muestra el promedio de las siete curvas, como para ver una tendencia más clara. Si la línea sube, ello significa que Argentina crece más que estos países. Si baja, que crece menos (la famosa "decadencia" de la que habla Espert). ¿Y qué pasa? Si no veo mal, hay atraso relativo desde 1895 (cuando supuestamente fuimos primer PBI per cápita) y no desde 1945. Si obviamos el pico de 1895, vemos que entre 1900-1913 Argentina promedió entre el 80-95% del PBI per cápita de estos siete países. Sin embargo, a partir de allí se observa una clara pendiente negativa (con algunos vaivenes) hasta los años '40. A principios de esta década el PBI per cápita argentino era el 60-65% del de estos países. El grueso de esta divergencia se produjo en los '30.
Cuando muere Perón, en 1974, el PBI per cápita argentino era el 62% del de estos países, cifra similar a la de treinta años atrás; es decir, no hubo convergencia ni divergencia. Es cierto que en los '50 hubo cierta divergencia, luego compensada durante los "diez años gloriosos" de 1964-74, cuando la economía argentina creció ininterrumpidamente traccionada por su sector industrial, por entonces muy impulsado desde el Estado. La maduración de la fuerte lluvia de inversiones del período frondizista (que, a mi modo de ver, tiene más rasgos en común que diferencias con el de Perón, al menos en la visión industrialista del país) explica parte de ello.

El último cuarto del siglo XX
El período que va de mediados de los '70 (con el Rodrigazo y la última dictadura militar) y la crisis de 2001 fue una gran calamidad. Ahí Argentina incluso disminuye su PBI per cápita cuando todos los demás siguen creciendo. Volviendo al ejemplo de la carrera a Mar Del Plata, es como que los países siguen corriendo para adelante y Argentina va marcha atrás y retrocede del km 270 al km 200. Reemplacemos km por salario o riqueza: Argentina pasó de tener un salario/riqueza de 270 a uno de 200 mientras que otros países siguieron mejorando su calidad de vida promedio. La situación fue todavía peor porque a la caída del PBI per cápita hay que sumarlo un fenomenal deterioro distributivo, que hizo que el "PBI per cápita de los pobres" cayera todavía más que el promedio, producto entre otras cosas de la desindustrialización, la precarización laboral y la disparada del desempleo.
Como se ve en el Gráfico 4, Argentina pasa de tener el 62% del PBI per cápita de los siete países mencionados en 1974 al 40% en 2016. Particularmente desastroso fue el período 1975-90. Si bien hubo recuperaciones parciales (1991-98 y 2003-11), no fueron sostenidas.
Para entender la magnitud del desastre de fines de siglo XX: si desde 1975 Argentina hubiera seguido creciendo a la tasa que lo hizo en la posguerra (el nada milagroso 2% anual), hoy tendría el PBI per cápita de Italia o Nueva Zelanda.

Gráfico 4

Más allá del PBI per cápita
Por último, el PBI per cápita es un buen -pero insuficiente- indicador de desarrollo humano. Lo uso mucho, pero hay que incorporar también otras variables de bienestar al análisis, como salud, educación o distribución del ingreso. Y aquí Argentina estaba muy lejos de Europa y Estados Unidos hacia 1900. A modo de ejemplo, la esperanza de vida era de 38 años en Argentina a principios de siglo XX, cuando en Europa Occidental era de 46, en Estados Unidos de 49 y en Australia de 55. A su vez, los años de escolarización promedio de la población eran 2 en Argentina, contra 6 en Europa y Australia y 7 en Estados Unidos [6]. Si usáramos la medida habitual de desarrollo humano (que combina PBI per cápita con estas dos variables), veríamos que Argentina -si bien era un país ciertamente dinámico y de movilidad social ascendente- lejos estaba de ser el país más desarrollado del mundo.
La distribución del ingreso también es clave. Un país puede ser muy rico y tan desigual que buena parte de la población tiene un estándar de vida bajo. A modo de ejemplo, Qatar es hoy el país de mayor ingreso per cápita del mundo; nadie en su sano juicio diría que es el más desarrollado. En parte, porque se trata de un país cuyo alto PBI per cápita se explica por la renta petrolera, apropiada mayormente por una elite. Si bien no creo que la Argentina de 1900 fuera directamente comparable a lo que es Qatar hoy, sí tenía algunos puntos en común: un PBI per cápita muy alto comparado con otros indicadores de desarrollo como los mencionados de educación y salud o un nivel de sofisticación productiva bajo comparado con otros países de PBI per cápita similar en esos tiempos (como Alemania o mismo Australia). Respecto a la distribución del ingreso, la evidencia disponible indica que era bastante más desigual (y creciente) [7] en Argentina que en países como Australia o Estados Unidos. De acuerdo a la World Top Incomes Database, a mediados de los '30, el 1% de mayores ingresos se apropiaba del 20% de la torta en Argentina, contra un 17% en Estados Unidos y un 11% en Australia. En 1955, después de la redistribución peronista, el 1% de mayores ingresos se apropiaba del 16% de la torta en nuestro país [8].
En suma, Argentina no fue el país más desarrollado del mundo durante el modelo agroexportador. Sí fue un país dinámico y de movilidad ascendente, aunque en algún momento previo a 1945 (¿1913? ¿1930?) comenzó la divergencia con los países ricos. El período 1945-75 continuó -con un cambio fuerte en la distribución del ingreso a partir del primer peronismo- la movilidad social ascendente. Durante ese período Argentina no se atrasó respecto a países como Australia, Estados Unidos o Nueva Zelanda. Donde sí hay consenso prácticamente unánime es que el quiebre hacia la gran divergencia argentina se produce a mediados de los '70.


[1] La tasa de crecimiento del PBI per cápita entre 1944-46 y 1973-75 fue del 2% anual en Argentina, 1,8% en Estados Unidos y Reino Unido, 2% en Nueva Zelanda y 2,2% en Australia. En comparación, fue del 4,1% en Europa Occidental, del 1,0% en Chile, del 1,4% en Uruguay, del 3,3% en México y del 4,4% en Brasil.
[2] Datos de COMTRADE. Durante la guerra, países como Argentina y México aumentaron sus exportaciones industriales producto de que Estados Unidos y Europa dirigieron toda su producción industrial a los esfuerzos bélicos, limitando sus propias exportaciones. Una vez que terminó el conflicto, se retomó el patrón previo en donde casi la totalidad de las exportaciones eran materias primas.
[3] Cálculo propio en base a las Penn World Tables.
[4] Cálculo propio en base a datos del CEPED.
[5] De acuerdo a Groisman (2013), el 19% de los asalariados (excluyendo servicio doméstico) fue informal en el Gran Buenos Aires (GBA) en 1974. Esa cifra hoy fue del 29% en 2016-2018 en el mismo distrito. Por su lado, la brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre pasó de 10 veces en 1974 a 25 veces en 2018 (datos del GBA). La pobreza en el GBA era en 1974 de alrededor del 15% (con la metodología actual de pobreza del INDEC); en el mejor momento de los últimos años (2017), esa cifra fue 25% en el GBA.
[6] Clio Infra Database.
[7] Según cita Jeffrey Williamson en base a otros trabajos, el coeficiente de Gini (que mide desigualdad) pasó de 52.2 en 1870 a 57.4 en los años '20. Respecto a las diferencias con países anglosajones como Australia, Canadá o Estados Unidos, en un muy famoso trabajo Engerman y Sokoloff señalan que la distribución de la tierra era mucho más igualitaria allí que en el Cono Sur. Ello habría tenido impactos de largo plazo en tanto el poder político de las elites fue mucho más reducido en tales colonias británicas que en Argentina, Uruguay y Chile. A modo de ejemplo, la difusión de la educación fue más tardía aquí que en esos países, y lo mismo la democratización política.

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