domingo, 7 de abril de 2019

LA MEMORIA ENEMIGA DEL SILENCIO Baldosas por la memoria de quince alumnas que pasaron por el colegio Normal N° 6 POR MARTINA SOL GARBARZ


“Aquí estamos, otra vez, rompiendo ese pacto de silencio. Ese silencio que nos rodeó durante mucho tiempo”, dijo Ana Feldman ante la comunidad educativa de la Escuela Normal Superior N°6 “Vicente López y Planes”. A cuarenta y tres años de la última dictadura cívico-militar se realizó la colocación de baldosas por la memoria de quince alumnas que pasaron por el colegio. El hecho surgió de una investigación que desde el año pasado puso en vilo a todos los niveles educativos, que van desde el jardín de infantes hasta el terciario que se dicta en el mismo edificio en el barrio de Palermo. A raíz de una decisión de las autoridades y una innovadora propuesta pedagógica se apuntó a la construcción de la memoria como fundamento, para lo cual se utilizaron distintos métodos según las edades del alumnado, descubriendo como resultado que el número de desaparecidas que habían transitado por las aulas del Normal era de quince alumnas. Un dato que hasta antes de esta experiencia se desconocía.
Según cuentan sus graduadas, el colegio de buena reputación y a donde muchos intelectuales enviaban a sus hijas para que se formen, siempre tuvo una estructura muy rígida, atravesado por una fuerte disciplina y exigencia. Las mujeres eran educadas para ser “señoritas”. Debían vestirse adecuadamente y no hablar demasiado fuerte. El cabello tenía que estar recogido con una cinta azul y hasta en los peores inviernos el uso de pantalones estaba prohibido. A pesar de que estaba expresamente prohibido, en el ‘71 bajo el gobierno militar de la llamada “Revolución Argentina” las estudiantes formaron el Centro de Estudiantes. Ana Feldman, hermana Laura quien pasó gran parte de la primaria en esa escuela y fue asesinada en el centro clandestino “El Vesubio” en el año ‘78, era la delegada y representante de las estudiantes de su división. “Cuando estaba terminando el año me llamó la Directora, como tantas otras veces, pero en esa oportunidad me comunicó que no podía seguir cursando en esta escuela y que, en lugar de echarme, me daba un ‘pase libre’ para que me fuera a la escuela que quisiera, lo que no podía hacer era quedarme” contó Ana.
Una de las alumnas que transitó por las aulas del Normal fue la ex Ministra de Educación de la Provincia de Buenos Aires, Adriana Puiggrós, que reconoce que su formación docente comenzó en esa institución. Durante el gobierno de Frondizi se discutía la Ley Domingorena “laica o libre”, a partir de la cual las Universidades privadas podían otorgar títulos habilitantes (lo que significaba abrir la puerta para cualquier tipo de universidad privada) y donde lo que verdaderamente se discutía era el papel del Estado. En ese entonces Puiggrós era estudiante y de las pocas peronistas del Normal 6. Empezó a militar en la Federación Metropolitana de Estudiantes Secundarios (FEMES) y con algunas de sus compañeras se organizaron para tomar la escuela contra la política de privatización de Frondizi. “Era un lunes, llegamos muy temprano, entramos a la escuela y cerramos las puertas. Les pusimos lacre y pensábamos que así nadie iba a entrar. Nos quedamos adentro mientras que puertas afuera de colegio estaban todas las chicas apoyándonos. En la esquina estaban los varones del Colegio Guadalupe, insultándonos. En ese momento llegó la directora al colegio, golpeó la puerta y el jefe de los porteros con mucha fuerza le abrió la puerta. La directora llamó a la policía. Nosotras teníamos dieciséis o diecisiete años, yo estaba sentada en la entrada y me acuerdo que estaba hablándole a mi papá diciéndole que estaba todo bien, que no se preocupara cuando siento que me agarran del brazo y en eso veo a un señor vestido de azul, lo miro bien y era un policía. Cuando salimos de la escuela los profesores hicieron un pasillo para que pasáramos, y una maestra que tenía de apellido López, cuando pasé me miró y me dijo: ‘A vos habría que pelarte’. No me lo olvido más, en ese momento era lo peor que le podías decir a una adolescente. Terminamos en la Comisaría 37 donde estaba lleno de estudiantes detenidos, nos tuvieron algunas horas ahí y luego nos expulsaron de la escuela, aunque a los dos días hubo un decreto de amnistía que nos permitió volver. Era un colegio muy positivista, del normalismo positivista, estaba bien implantado ¡era muy rígido! ” recordó.  

¿Por qué tuvieron que pasar cuarenta y tres años para que el colegio reconozca a sus desaparecidas y rompa con el pacto de silencio? Sólo basta detenerse en las decisiones que tomaban las autoridades puertas adentro de la escuela durante las últimas décadas. Sin ir más lejos, en el 2007 una denuncia del órgano gremial de los estudiantes dio a conocer que la ex rectora y ahora jubilada, María Susana Ueltzen, prohibió que las Madres de Plaza de Mayo realicen un acto en la escuela para conmemorar el Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia. “No va a ser posible porque las Madres son muy políticas. Son controversiales, violentas, tienen un vocabulario inadecuado, si quieren verlas pueden mirarlas por la televisión”, le dijo la ex rectora a las delegadas del Centro de Estudiantes para justificar su veto. Pero la conducción del colegio cambió y por suerte para sus estudiantes, quien ocupa actualmente el cargo de rectora se llama Lidia Roccella. La primera vez que ingresó al colegio se encontró con una placa colocada frente al salón de actos que le llamó la atención. Llevaba el nombre de Graciela Beretta, estudiante desaparecida en diciembre de 1976. Lo primero que pensó es que no debía ser la única. Y luego de investigarlo lo confirmó, Graciela tenía una hermana que también iba al Normal, su nombre era Magdalena y al igual que su hermana había sido secuestrada por los militares durante la última dictadura militar. El número ya ascendía a dos. Durante algunos años, previo a conseguir su puesto como rectora, imaginó distintas prácticas pedagógicas que debían realizarse para reconstruir la historia del colegio. En el 2018, ya en el cargo, propuso una experiencia que recorriera los distintos estrados de la escuela. Con la ayuda de un grupo docente logró que para conmemorar los cuarenta y tres años del golpe de Estado, cada nivel tenga participación en el acto por la colocación de las baldosas por la memoria. En nivel inicial se elaboraron distintos videos donde los más chicos hablaron sobre la identidad. En la primaria hicieron distintos trabajos: produjeron un acto, llevaron a cabo un homenaje a las ex alumnas y pusieron plantas alrededor de las baldosas donde figuran los nombres de las desaparecidas. Los del secundario se ocuparon de hacer una representación de los momentos más puntuales del período y los de quinto año con orientación en comunicación proyectaron videos y noticias de la época. Alumnos del terciario se enfocaron en investigar sobre las biografías de las alumnas secuestradas que durante el acto, lograron exponer un amplio material. “Haber podido lograr esta actividad par mi es un sueño hecho realidad” dijo Roccella sobre la investigación que hace un año comenzó. Hace unas semanas reveló que al menos quince estudiantes desaparecidas transitaron el Normal 6, y a los familiares que fueron convocados a participar de la investigación les pidió “perdón en nombre de la comunidad educativa por el retardo”.
Puños en alto, dedos en V, flores, fotos, pancartas, pañuelos blancos y también verdes se alzaron sobre la calle Güemes al 3800. En la puerta del Normal se colocaron cuatro baldosas que anuncian “aquí estudiaron militantes populares detenidas desaparecidas y/o asesinadas por el terrorismo de estado”. Y en ellas quince nombres se inscribieron: Mirta Mónica Alonso, Valeria Beláustegui, Mariana Carlota Belli, Graciela Alicia Beretta, María Magdalena Beretta, Gloria Elena Domínguez, Alicia Graciana Eguren, Laura Isabel Feldman, Estela María Gache, Liliana Inés Goldenberg, Silvana Parrile, Bárbara Ramírez, Mónica Graciela Socolsky, Claudia Josefina Urondo y María Adelaida Viñas. Hasta el momento el colegio registraba la desaparición de una sola estudiante. Hoy la memoria le ganó al silencio, la Escuela Normal Superior N°6 dijo nunca más. En sus paredes, en las aulas y hasta en las escaleras las fotos que hoy se exhiben de las ex alumnas les recuerdan a los estudiantes que el único camino posible es el que se encuentra del lado de la memoria, verdad y justicia.


Mirta Mónica Alonso: detenida el 19 de mayo de 1977, embarazada de seis meses y secuestrada junto a su compañero Oscar Hueravilo Saavedra. Su niño nació en cautiverio y fue recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo.
Valeria Beláustegui: militante del PRT-ERP, sus compañeros la llamaban “Mecha”. Fue secuestrada en mayo de 1977 en San Antonio de Padua. Estaba embarazada de dos meses. Fue vista por última vez en Campo de Mayo, por el testimonio de una enfermera se conoció que Valeria dio a luz a un varón en el Hospital Militar de ese lugar. Sigue desaparecida y su hijo aún no fue recuperado.
Mariana Carlota Belli: fue secuestrada en la vía pública en mayo del ’78, tenía 20 años y era trabajadora de una empresa metalúrgica.
Graciela Alicia Beretta: realizó sus estudios primarios y secundarios en el Normal. Era militante de la agrupación “Las Vías”. Estudió abogacía y fue secuestrada en la puerta de su trabajo en el Instituto Financiero Militar en diciembre del ’76. Según documentación testimonial fue vista en la ESMA antes de su asesinato.  
María Magdalena “Nicky” Beretta:  realizó sus estudios primarios y secundarios en el Normal. Militó en la Juventud Universitaria Peronista mientras estudiaba la carrera de Psicología en la UBA. En diciembre del ’76 fue desaparecida en el barrio de Villa Luro. Al igual que su hermana, y según testimonios fue vista en la ESMA antes de su asesinato.  
Gloria Elena Domínguez: militó en el FRP y luego en el Frente Revolucionario 17 de octubre en CABA. Se encuentra desaparecida desde septiembre de 1976.
Alicia Graciana Eguren: hija de Ramón Eguren y compañera de John William Cooke. Poeta, escritora y profesora de literatura egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En 1963, fundó junto con Cooke la Acción Revolucionaria Peronista. En enero del ’77 fue secuestrada en el bar Tortoni. Fue vista con vida en la ESMA donde estuvo siete meses antes de su asesinato.
Laura Isabel “Penny” Feldman: hija del cineasta Simón Feldman. Militó en la UES mientras cursaba sus estudios en la Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini”. Luego se cambió de colegio para realizar cuarto y quinto año en una escuela de Barracas, donde pasó a tener responsabilidades mayores en la agrupación de la escuela. El 18 de febrero de 1978, cuando tenía 18 años, Laura fue secuestrada y llevada al Campo de Exterminio “El Vesubio” cercano al puente 12 de la autopista Buenos Aires – Ezeiza. Luego de haber sido tratada durante casi un mes de manera inhumana por su condición de militante popular, mujer y judía, fue fusilada junto con otros 4 chicos en un descampado y sepultada en una tumba NN del  cementerio de Lomas de Zamora.
Estela María Gache: proveniente de una familia de trabajadores del Estado, tuvo militancia en ATE y en en la Juventud Trabajadora Peronista. Secuestrada en septiembre del ‘76 en el barrio de Villa Crespo.
Liliana Inés Goldenberg: cursó la secundaria en el Normal. En marzo de 1970 empezó en las FAR y luego en Montoneros. Se quitó la vida en agosto del ’80 al tratar de ingresar por la frontera argentina del Iguazú y ser detectada por las fuerzas represivas.  
Silvana Parrile: tenía 21 años y militaba en el PRT-ERP. Fue secuestrada en una plaza en San Salvador de Jujuy en enero del ’77. Fue vista en la cárcel de Villa Gorriti de esa ciudad y según documentación testimonial, fue trasladada al centro clandestino conocido como “La Jefatura” de la provincia de Tucumán.
Bárbara “Laucha” Ramírez: estudiante de Arquitectura en la UBA y militante de la JUP. Secuestrada-desaparecida por la Triple A en octubre del ‘74 en el barrio de Balvanera.
Mónica Graciela Socolsky: 20 años, enfermera y artesana. Se encuentra desaparecida desde septiembre del ‘77 cuando fue secuestrada en Martínez.
Claudia Josefina Urondo: santafesina, hija de Paco Urondo y Graciela Blanca Murúa. Comenzó a militar en la secundaria en el Movimiento de Liberación Nacional (MALENA). Militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y luego, en Montoneros. Casada con Mario Lorenzo Konkurat tuvo dos hijos: Sebastián y Nicolás. Secuestrada-desaparecida en diciembre del ’76 en Capital, luego de dejar a los niños en una guardería de Caballito.
María Adelaida Viñas: hija del escritor David Viñas. Militó en las FAR y luego en Montoneros. Secuestrada-desaparecida en agosto del ’76 en el Jardín Zoológico cuando llevaba de paseo a su hija. Se la vio con vida en el CCD “El Campito” antes de su asesinato.

EL BUITRE QUE BLOQUEA A LOS MAPUCHE La prescindencia estatal ante el capital privado deja totalmente vulnerable a esta comunidad


El territorio de una comunidad mapuche quedó aislado porque una urbanización del grupo belga BURCO le impide el acceso por el camino más corto sobre la ladera del cerro Otto, en pleno ejido municipal de San Carlos de Bariloche. Arelauquen Golf & Country Club SA no reconoce a la lofche Celestino Quijada el derecho a usar el camino tradicional a su territorio, ni cumple el acuerdo de acceso por la propiedad privada alcanzado el año pasado en una mesa de trabajo dispuesta por la Defensoría del Pueblo de la ciudad.
Mohammad Ladjevardian, bonista de un fondo buitre que litiga contra el Estado argentino, y Pierre Andurand, financista que anticipó el derrumbe de los precios del petróleo en 2008, son algunos de los propietarios de fracciones en la urbanización de Burco Desarrollos S.A. Comprende más de 710 hectáreas a metros de la costa noreste del lago Gutiérrez y sobre la ladera sur del cerro Otto, a 15 kilómetros del centro de Bariloche. El helipuerto y la cancha de polo fueron claves para su inserción privilegiada en los enclaves territoriales del poder político y económico en la región, liga que en la cuenca del lago Nahuel Huapi integran el hotel Llao-llao y los countrys Machete, Muelle de Piedra y Cumelén.


Arelauquen y Burco Desarrollos son algunas de decenas de firmas con las que opera Belgian Urban Renovation Company (BURCO) en Argentina, acaparando al menos 24.000 hectáreas en la zona rural de Río Negro. El año pasado se desprendió de dos fracciones al traspasar el paquete accionario de una de sus firmas, Río Villegas SA, a capitales qataríes vía el tenista Gastón Gaudio (https://www.elcohetealaluna.com/qatar-hace-cumbre-en-rio-negro/).
La comunidad Quijada sostiene la ocupación tradicional en la ladera sur-este del Otto, donde cría animales de granja y produce frutas y verduras, en tierras que lindan con Arelauquen. El uso tradicional de campo abierto se interrumpió con la consolidación de la urbanización cerrada, hace 12 años. Entonces se vio obligada a ingresar caminando con un metro de nieve en invierno, a caminar más de dos horas y dar un rodeo de varios kilómetros para acceder. Por períodos el directorio del country estuvo más predispuesto a permitir el ingreso por tierras privadas —trasladándolos en las camionetas de la empresa—, gesto de buena voluntad que no resolvió el conflicto de fondo ni reconoció el derecho al uso de los caminos tradicionales en el territorio ancestral.


El municipio de Bariloche fue declarado por ordenanza Estado intercultural, lo que se sumó a las obligaciones estatales derivadas de la Constitución Nacional, los tratados internacionales y la ley provincial Integral del Indígena N°2287, entre otras normas vigentes. La falta de intervención estatal firme ante el capital privado deja totalmente vulnerable a esta comunidad.
El nuevo directorio de Arelauquen endureció la posición respecto a Quijada, que denunció públicamente el incumplimiento del acuerdo alcanzado en la Defensoría del Pueblo. Un anciano de 103 años que no puede volver al territorio, una mujer que no pudo recibir la asistencia de una ambulancia, los niños que deben elegir entre vivir en el territorio o asistir a la escuela, la imposibilidad de trasladar bultos pesados, son algunos de los severos daños cotidianos que sufre la comunidad por el bloqueo que le impone la urbanización VIP. Además la empresa avanzó en la apropiación de un sector del territorio con un alambrado que pasa a escasos metros de las rukas, según testimonios recogidos por los cronistas de Walkintun TV, canal mapuche de Bariloche.
El instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) reconoció a Quijada, aunque el derecho al territorio no está formalizado por un título de propiedad comunitaria. Tiene sin concluir el relevamiento dispuesto en Río Negro por aplicación de la ley de Emergencia de los Territorios Indígenas. Su espacio es parcialmente reclamado en propiedad por el Ejército Nacional, que además mantiene demandas contra las comunidades vecinas Millalonco-Ranquehue y Tripay Antü, siempre en los faldeos del Otto, y contra Tambo Báez, ladera del Bella Vista.

Las caras del country

Cambió el directorio, es la explicación que uno de los directivos dio como excusa para retroceder todos los casilleros. La guardia de seguridad privada impide ingresar por un camino recto de unos 400 metros; se mostró reforzada la última semana.
Según el Boletín Oficial de Río Negro, el directorio de Arelauquen está integrado por Leonardo Girves (presidente), Catalina Chevallier Boutell (vicepresidenta); Juan Carlos Osorio, Federico Bergter, Carlos Popik, Sergio Marré (directores titulares); Guillermo Macera, Moira O’ Farrell y Cecilia Guglietti (suplentes).
Girves es gerente de la filial Bariloche de OSDE; Chevallier Boutell de la sucursal local del Banco HSBC. Bergter es la conexión local con BURCO, desde que su familia le vendió las tierras para desarrollar el country; integra numerosos directorios de empresas, tiene a su nombre propiedades rurales del grupo y es, desde por lo menos el último año, el nexo operativo con capitales árabes en la zona, según coinciden diferentes fuentes. Popik, un ex directivo de Monsanto en Argentina, judicializó un conflicto por una fracción junto al lago Nahuel Huapi en Villa La Angostura apropiada a una familia de la comunidad mapuche Paisil-Antreao; revendió la hostería La Posada y el conflicto.
En Arelauquen tiene domicilio público Nicolás van Ditmar, operador de Joseph Lewis y sus firmas en la región. El ex ministro de Economía Alfonso Prat Gay es otro inversor, así como el polista Eduardo Novillo Estrada.
La urbanización se inició en 2000 y salió al mercado con la venta de lotes por etapas. Tiene uno a su nombre Mohammad Ladjevardian, abogado, titular del fondo United Capital Investments de Houston, en Estados Unidos, beneficiario directo de pagos hechos por la administración Macri ante la demanda de los holdouts por bonos comprados en 2002 por acreedores alemanes. También Pierre Andurand, gestor y fundador del fondo Andurand Capital Management, entronizado gurú por sus proyecciones respecto a comportamientos de capitales por la crisis del 2008.
Más doméstica resulta la presencia como propietario de un lote de Alberto Pérez Chada, cuyo estudio de abogados representa al Presidente Macri, Gustavo Arribas, Boca Juniors y grupo Clarín, entre otros clientes. Se alejó del directorio de Puerto Manso S.A., inmobiliaria que formó con el director técnico Héctor Cuper, pero la firma mantiene una propiedad en el country.

Alejandro Pérez Chada, el abogado presidencial

Emergente

La imposibilidad de acceder a su territorio por el camino más corto y menos empinado, el de toda la vida, que conecta por la ladera sur del Otto en minutos con el barrio Unión, en la zona sur de la ciudad, expresa una de las tantas formas en que se avasallan los derechos elementales del pueblo mapuche. Cuatrocientos metros hacen la diferencia que asfixia económica, política y simbólicamente a Quijada.
Burco pretendió en 2001 apropiarse de un sector de la costa del lago Gutiérrez, canalizar un arroyo y construir una marina, para lo que obstaculizó durante años el asfaltado de la ruta 82 que conecta la ciudad por el sur, clave especialmente en invierno cuando la helada y la nieve complican el tránsito por la avenida costanera que da al lago Nahuel Huapi. El control de la circulación es parte de su estrategia de control real del territorio más allá de los límites de su propiedad privada.
Beatriz Oñate, defensora del Pueblo de la ciudad, convocó a una mesa de trabajo el año pasado a la que asistieron Arelauquen, el Ejecutivo local, el Consejo de Desarrollo de Comunidades Indígenas (Codeci) que es autoridad de aplicación de la ley provincial del indígena, el Ejército y la propia comunidad. Consultada para este informe, Doñate reconoció que el acuerdo alcanzado no resolvía el conflicto de fondo aunque insiste en que el Estado municipal debe hacer operativa su condición “intercultural” y que no es conveniente llegar a la instancia de la judicialización. Aseguró tener voluntad de reflotar esa mesa de trabajo, aunque los tiempos de la mediación están muy lejos de las urgencias cotidianas de la comunidad postergadas por años.
La condición de barrio cerrado y la labor en la sociedad local desplegada por la Fundación Arelauquen, entre otras circunstancias, contribuyeron a que sus prácticas hegemónicas no estuvieran en la agenda pública. Costó ver que Arelauquen es Burco y que Burco tuvo y tiene su propia estrategia de acaparamiento de la naturaleza, en total concordancia con la desplegada por Tavistock Group (Lewis) en el mismo período, en el mismo lugar, con muchos actores en común. Por años, la pulseada simbólica la ganaba la caracterización de los countries como espacios de “ricos y famosos”, velo que impidió ver los comportamientos y las materializaciones de los capitales en el territorio en esta etapa neoliberal.


(Investigación en colaboración con Javier Grosso, quien realizó las cartografías para este informe.)

¡LA COMEDIA TERMINÓ! La nuestra es la era de los payasos malignos POR MARCELO FIGUERAS

Los miedos de cada generación toman cuerpo en ciertas figuras, que la cultura confecciona a medida y exhibe en sus escaparates hasta transformarlas en íconos. En alguna época el monstruo de Frankenstein, tal como lo encarnó Boris Karloff, funcionó así: una criatura hecha de retazos de otros a quienes la sociedad repelía y que simbolizaba partes nuestras que deseábamos negar. En otro momento fue el conde Drácula y su sexualidad desenfrenada: caía la noche y todos entrábamos en zona de peligro, huyendo de su beso. Más tarde fueron las criaturas mutadas por el uso de la energía atómica; y los extraterrestres que tomaban nuestra forma, así como los comunistas que se apoderaban —eso se decía— de nuestras almas; y últimamente los zombies, que son metáfora de una sociedad que nos reduce a la condición de consumidores compulsivos, lanzados en pos de una satisfacción siempre fugaz.



El monstruo du jour sería el payaso. Ahí lo tienen a Pennywise, el clown siniestro que aterroriza a todo un pueblo en It, la peli de Andy Muschietti basada en la novela de Stephen King cuya segunda parte veremos en breve. Ahora, vía un primer trailer, se nos permitió asomarnos a la nueva encarnación del Joker, protagonizada esta vez por Joaquín Phoenix, que llegará en octubre a los cines del mundo.




Podríamos jugar a la ingenuidad y pretender que la frecuencia con que nos cruzamos con payasos malignos responde al azar. Después de todo, la novela It fue publicada en 1986; que se la haya adaptado ahora con semejante éxito debería responder, ante todo, a las idas y vueltas del show business. Y el personaje del Joker data de 1940, pero no ha desaparecido de nuestros radares desde que Jack Nicholson en el ’89 y Heath Ledger en 2008 lo usaron para arrancarle actuaciones inolvidables. (El Joker de Jared Leto en Suicide Squad, en cambio, no logró elevar en 2016 el nivel de la mediocre peli que lo envolvía.) A ellos se les podrían agregar otros personajes que comparten el código de transformar lo que debería ser benévolo —como se supone lo son los payasos— en un ente maligno: desde el juguete que es el muñeco Chucky, pasando por la inquietante niña de Hereditary (2018) y llegando a los dobles perversos de la familia tipo que protagoniza Nosotros (Us, 2019), de Jordan Peele.
Pero ya no somos ingenuos, ni aun queriendo. Hemos visto y padecido demasiado y no estamos en condiciones de permitirnos lujos. Por eso no tardaríamos ni un segundo en vincular a esos payasos terroríficos de la ficción con otros payasos no menos atemorizantes, cuyas andanzas condicionan nuestra vida. Si se nos pidiese que asociásemos a gobernantes de hoy —Donald Trump, Jair Bolsonaro, nuestro Presidente— con una figura del registro ficcional, coincidiríamos en tiempo récord: estos muchachos no nos harían pensar en reyes, ni en héroes, ni en enamorados o en figura romántica o trágica alguna. Ni siquiera podríamos ligarlos a quienes deberían ser sus modelos más próximos, los estadistas de la vida real o de la ficción.


¿Quién imaginaría a Donald La Ballena Blanca dando un discurso encendido a la manera de Enrique V en la previa de Agincourt: “Nosotros que tan pocos somos, nosotros que somos pocos pero felices, nosotros que somos una banda de hermanos”? Uno piensa en Donald y lo visualiza, más bien, quitándose la gorra de beisbol y olvidando que no se ha pegado el arbusto de pelo postizo. ¿Quién imaginaría a Mauricio teniendo un gesto de grandeza, al estilo del San Martín que se eclipsa para que Bolívar lidere Sudamérica hacia su sueño grande? Uno piensa en Macri y lo recuerda, más bien, subiendo a un bondi por la puerta del medio y demostrando que no tiene la más puta idea de cómo funciona el transporte público. Por algo nos reímos a diario de ellos, de sus torpezas, de sus limitaciones, del ridículo que tiñe cada situación en la que irrumpen.
Los tomamos por payasos, ¿qué duda cabe? Y de un trazo particularmente grueso, por cierto. A su lado, tanto Ronald McDonald como Firulete y Piñón Fijo parecen embajadores del decoro.


Son emblemas del escarnio, hasta que recordamos que los elegimos y nos representan y el sarcasmo deja lugar a la vergüenza. Que es el sentimiento adecuado, aun cuando no los hayamos votado nunca: nuestros líderes son el espejo donde se magnifican las pulsiones de una sociedad o, como en este caso, su miopía y escaso apego por la vida bien vivida. Por eso no estaría de más que nos lo cuestionásemos. Partimos del acuerdo de que se trata de gente impresentable, a la que nunca le compraríamos un auto usado. La pregunta sería entonces: ¿qué nos movió, como cuerpo social, a permitir que se depositase la suma del poder público en gente a la que sabemos más proclive al papelón y el capricho infantil que a la rectitud y la administración ponderada?

Vesti la giubba



La figura del payaso es relativamente reciente. En los espectáculos teatrales o callejeros de los albores de la Historia, el alivio cómico estaba a cargo del actor que interpretaba a un personaje tonto de la cabeza (paizein se le decía en Grecia a los que actuaban como niños) o simplemente a un bruto, un campesino. De eso nos reíamos: de las limitaciones del que era ignorante por herencia genética o posición social. Así eran los zanni —tontos rústicos— de la Commedia dell’Arte. En la época isabelina, el concepto se complejiza y se torna más interesante: Shakespeare denomina clowns a los bufones, que ya eran entertainers profesionales y manejaban su aparente estupidez con ironía; se pretendían simples e incapaces y desde ese lugar de impunidad se la mandaban guardar al monarca de turno.


El payaso moderno es circense y data del siglo XIX. Se atribuye a Tomas Belling (1843-1900) la difusión del look que consideramos tradicional: la cara blanca, la nariz roja, las ropas y los zapatos grandes. Es fácil imaginar que esa configuración nació del deseo de ser notado y visto a grandes distancias. Para cuando Leoncavallo escribió la ópera Pagliacci (1892), el isotipo se había ganado ya un lugar en la cultura del mundo y ese monigote sintetizaba lo tragicómico, la capacidad de calzarse en simultáneo las máscaras que siempre habían diferenciado los grandes géneros teatrales: el drama y lo bufo. La tensión que existe entre el verso ¡Ríe, payaso! y el dolor de la melodía sobre la que se enanca subraya la contradicción entre el exterior jovial del clown y las miserias que alberga su corazón. Desde entonces —Pagliacci no recibió grandes críticas pero fue un fenomenal éxito popular— convivimos con ese cliché que habla del hombre que hace reír a las multitudes pero sufre por dentro.


Pero hay un rasgo que se desprende de la historia del payaso que conviene no perder de vista. Se atribuye la génesis del circo moderno a la escuela ecuestre de Philip Astley, creada en 1768, que entre una demostración y otra de la habilidad de sus jinetes y caballos necesitaba entretener al público. Ahí aparecieron los clowns, como figuras secundarias — relleno, diríamos hoy. El maquillaje y la pilcha exagerados eran una forma de decir: Ya sé que yo no debería estar acá, que estás atentx a otra cosa, que viniste en busca de otro estímulo. ¡Pero mirame!
Una de la razones de ser de nuestros payasos Presidentes parte del mismo impulso: son como son porque necesitaban llamar la atención en un contexto que les era hostil, donde estaban imposibilitados de brillar según las mismas reglas que los demás. No eran particularmente locuaces, se sabían sagaces más no inteligentes y carecían de la formación elemental. Trump era más vivillo que empresario y le debía su popularidad a un reality show. Bolsonaro estuvo infinidad de años haciéndose notar en el Parlamento de Brasil por sus bufonadas más que por sus propuestas de ley. Y a Macri lo veíamos como un payaso involuntario —más allá del esfuerzo que implicó intentar comerse un bigote falso— porque lo mirábamos como parecía verlo su propio padre, que no conseguía tomárselo en serio. Como no podían hacerse valer de acuerdo con los códigos del político profesional, sobreactuaron sus diferencias. Trump subrayó su grosería natural, y exageró el grotesco de su aplique capilar —tan artificial como el emplasto de pelo que se le erizaba a Firulete cuando se asustaba— hasta convertirlo en parte de su marca. Bolsonaro empezó a hablar a los gritos y a escapar de la corrección política como de la peste. Y Macri, aunque carente de gracia natural, se envolvió en una utilería tradicional de los payasos: los globos inflados con helio.
Cada uno llama la atención como puede. Pero nuestros payasos Presidentes le sacaron a su acto vodevilesco un jugo extra: además de hacerse notar, les sirvió para diferenciarse de la casta política y capitalizar el descontento popular con la incapacidad de los funcionarios para resolver problemas. Además de no parecerse a los políticos tradicionales, se vendieron a sí mismos como diferentes por decisión, una alternativa a lo largamente probado. El hecho es que —digamos todo— lo eran, lo son: nuestros payasos Presidentes sostuvieron su excepcionalidad una vez que llegaron al trono. El problema es que su diferencia no funciona en nuestro beneficio.
El acto tradicional suponía que éramos nosotros —el público, la sociedad— quienes nos reíamos de su performance. Pero en el caso de los payasos Presidentes, claramente son ellos quienes se ríen de nosotros.

Los Nuevos Chiflados

Le dimos el poder a los payasos y ahora nos aterrorizan. Hunden a las mayorías en la miseria, nos reprimen, celebran la ignorancia y el ruido y empujan al planeta al abismo de una catástrofe. Nuestros destinos, ay, están hoy en manos de los Moe, Larry y Curly de la América contemporánea. En Triste, solitario y final, Osvaldo Soriano hacía reflexionar así a Stan Laurel: la sociedad —decía— no les había perdonado que el humor del Gordo y el Flaco se basase en la destrucción de la propiedad privada. Con Los Tres Chiflados pasaba lo mismo. Cada vez que alguien les encomendaba una responsabilidad, terminaban rompiéndolo todo. Lo cual era gracioso en sus cortos, porque uno tenía claro —aún de niño— que nadie se lastimaba y que todo lo que se rompía era de utilería. Pero Donny, Jair y Mauri son de verdad, y el daño que producen es irreparable.


La pregunta, insisto, es: ¿por qué los empoderamos? ¿Qué razón nos llevó a elegirlos, o por lo menos a tolerar que tanta gente los considerase una opción válida?
La respuesta más frecuentada es aquella que los presenta como el mal menor. Con tal de que no triunfe otra fuerza o candidatx que representa todo lo que se considera pernicioso, votaríamos a cualquiera que no fuese él, ella o ellos. Este supondría el camino del desprecio: una forma de decir, tengo una opinión tan baja respecto de vos, que hasta estos payasos me parecen preferibles.
Pero este sería un camino extremo. Real, por cierto (¿o acaso no conocemos gente que razona así?), pero no tan extendido como para conformar un sector social capaz de dar vuelta una elección. Gente demente y suicida hay en todos lados, pero en general las mayorías son prudentes respecto de su destino. Si querés evitar un barrio turbio en tu camino de regreso a casa, no optás por la alternativa del basural, la villa, el sendero que pasa delante del paredón de fusilamiento o el desarmadero de autos. Y las mayorías sabían que estos payasos no eran sujetos confiables. Todos tenían una vida pública previa a su incursión en la política. Donnie era el hijo bueno para nada de un millonario, un campeón de la vulgaridad, dado a la ostentación y a la propaganda obscena de sus inexistentes méritos. Jair era un militar mediocre, lo cual ya era mucho decir. Y Mauri trabajaba de heredero. Cuando asomaba la cabeza era para meterse en problemas: estafas con cloacas, víctima de secuestro, campeón del muchachismo de dudosas amistades futboleras. Lxs ciudadanxs comunes sabían quién era antes de llegar a presidente de Boca: el blanco ideal a la clase de epítetos que el Coronel Cañones le destinaba a Isidoro — un mequetrefe, un pelafustán, un botarate.


Mucha gente los reconsideró a la hora de votar. Estoy seguro de que nadie cambió del todo su opinión —¿quién podía creer que de la crisálida de esos tarambanas saldría una mariposa sublime?—, pero optaron por ellos a pesar de seguir teniéndolos en baja estima. ¿Y por qué? Porque eran la mejor opción como voto castigo.
Ustedes dirán: ¿castigo a qué, a quiénes? A la vilipendiada política tradicional. Y especialmente al “populismo”, entendido como ideología que nivela para abajo y nos sume a todos en el mismo lodo. La maquinaria de la manipulación que controlan los poderosos cuenta con que el / la ciudadanx común quiera diferenciarse de esa gentuza, que desea vivir de la teta del Estado en lugar de partirse el lomo y perfeccionarse. Y la maquinaria alienta esa ambición, cuidándose bien de decirle la verdad — que ese gentuza tiene más méritos que ellos. Cualquier persona de cualquier otro lugar del mundo: un islandés, un egipcio o un coreano percibirían en cinco minutos, y a pesar de no dominar el idioma, la diferencia entre los referentes del bando populista y nuestros payasos Presidentes. Los líderes del bando populista son articulados, están (in)formados y se insertan en organizaciones eficaces. Los payasos Presidentes y su Corte de los Milagros son limitados a la hora de expresarse, tocan de oído en casi todo y confían más en la manipulación de los medios que en la organización humana. Si pusiésemos a Milagro Sala a discutir con los 46 asistentes a la marcha de apoyo a Stornelli, se los manyaría a todos con fritas en media hora.
Lo que irrita a lxs ciudadanxs que convirtieron a los payasos en Presidentes es que esa gentuza del populismo, contando con las mismas oportunidades que ellos o incluso con (muchas) menos, les han sacado un jugo mayor. Se han convertido en algo que se recorta por encima de la mediocridad general, como decía el slogan de la vieja revista Humor. Eran poligriyos, o al menos gente como uno, y terminaron rescatándose y dejando una marca. Por eso los odian: porque ponen en evidencia que ellos han hecho poco y nada con las oportunidades que la vida les regaló. Y por eso apuestan por los payasos, porque consideran que nadie mejor que ellos para sabotear las aspiraciones de aquella gente que se hizo de abajo de verdad; cuentan con ellos para cortar las alas de estos cabezas que se pavonean por la vida como si fuesen mejores que uno. ¿Quién mejor que un clown de fortuna o de casta selecta —como los militares brasileños— para mofarse de aquellos que osan desmarcarse de su nicho social y cultural?
El problema es que estos payasos mercenarios fueron efectivos a la hora de cascotear a la gentuza, pero después los cascotearon también a ellos. Y con cada día que pasa, la pesadilla que habían querido aventar se torna más real: no sólo no lograron poner distancia entre la gentuza y ellos, sino que además la lluvia de piedras los va conminando a cobijarse bajo el mismo alero donde se amucha la negrada. El despojo perpetrado por los Pennywise a quienes les facilitamos el acceso al trono afecta a todos en grados diversos, pero no ha perdonado a casi ninguno.
Los lunáticos se han hecho cargo del asilo. Y en esta circunstancia, ¿quién se está riendo de quién?

Pogo The Killer Clown

Lo que no tuvieron en cuenta los votantes y fans de Los Nuevos Tres Chiflados es que los payasos proyectaron una sombra inquietante desde el comienzo de su popularidad. La figura del payaso maligno es casi tan vieja como su cara soleada, a través de figuras como el Arlequín, el inglés Mr. Punch o el Gwynplaine de El hombre que ríe de Victor Hugo (1869). Ya en nuestros tiempos, John Wayne Gacy (1942-1994) se hizo popular en su comunidad por interpretar al payaso Pogo en veladas benéficas y fiestas infantiles, hasta que se descubrió que era un asesino serial que violaba, torturaba y mataba a adolescentes. Gacy —más conocido desde entonces como Pogo El Payaso Asesino— sintetizó entonces uno de los miedos más acendrados de nuestro tiempo: la pérdida definitiva de la inocencia, la perversión de todo lo bueno, el horror que se esconde detrás de la sonrisa pintada — la hipocresía asesina que nuestras sociedades tratan de disimular sin demasiada suerte.

El clásico Mr. Punch en versión títere.

Que tanta gente haya apoyado el ascenso de payasos al poder es una forma de asumir —aunque sea inconscientemente— que ella misma tiene un costado oscuro. Del maquillaje para afuera se dicen democráticos, respetuosos de la ley, solidarios. Pero por debajo de la máscara (¡sepulcros blanqueados!) se saben autoritarios, mezquinos y devotos de la impunidad que asiste al (más) poderoso. Votan payasos malignos como Presidentes porque se identifican con su duplicidad, con su mala leche; porque los consideran los únicos que pueden hacerle a la gentuza lo que desea en silencio que le hagan —hacerla tropezar con una zancadilla de sus zapatones, pegarle bifes, echarle ácido a través de la margarita de su solapa— y así provocar las carcajadas que no habían podido permitirse durante los gobiernos populistas. Votan payasos malignos como Presidentes porque un payaso maligno es una contradicción en los términos, alguien que no va a hacer aquello a que la tradición lo conmina —producir placer, ternura— sino causar dolor y muerte. Votan payasos malignos como Presidentes porque encarnan sus propios deseos negros, los más profundos: no aquel de imponerse políticamente, no aquel de apostar de modo racional a otra forma de plasmar la República, sino el de obtener vía libre para hacer daño al que se considera enemigo. Un payaso maligno convertido en Presidente le garantiza a lo que antes se llamaba gente de pro y más tarde gente como uno que sí, que podrá satisfacer su pulsión secreta — que habrá licencia para lastimar y matar.
El problema es que, como coinciden los relatos mitológicos y folklóricos del mundo entero, cuando dejás en libertad ciertas fuerzas perversas después no hay cómo contenerlas. Y esa es la fase que estamos atravesado. Por eso nadie ríe, ya. El hambre y la bronca de la gentuza y la pérdida de status entre la gente de pro —las pequeñas indignidades que sufren cuando ya no pueden pagar algo que antes podían— le dieron a los músculos risorios vacaciones sin límite conocido ni goce de sueldo. Como lo expresa la frase que cierra la ópera de Leoncavallo: La commedia è finita!
Ahora sólo falta que los payasos se enteren. Mientras tanto, seguiremos bailando y chocando entre nosotros al compás del pogo del Payaso Asesino.


EL FMI SE DIVORCIA DE LA REALIDAD Si la demanda de dólares porfía en disparar su precio a la estratósfera, no será el FMI quien se lo impida POR SEBASTIAN SOLER

El directorio del Fondo Monetario Internacional aceptó el viernes 5 la recomendación de su directora gerente, Christine Lagarde, y autorizó transferir a la Argentina otros U$S 10.800 millones de la línea de crédito stand-by que el organismo le concedió a nuestro país en junio del año pasado. Tras completar este giro, cuyos fondos se acreditarán a principios de semana en la cuenta del Ministerio de Hacienda en el Banco Nación, el FMI ya le habrá prestado al gobierno de Mauricio Macri U$S 39.000 millones y el acuerdo contempla dos envíos adicionales de U$S 5.400 millones cada uno antes de las elecciones.
Son casi U$S 50.000 millones de deuda que deberá devolver entre 2021 y 2023 quien ocupe la Casa Rosada a partir de diciembre. A lo cual hay que sumarles intereses y comisiones equivalentes al 4% anual del capital adeudado, una tasa más barata que la disponible en el mercado dada la fragilidad financiera de la Argentina, pero tampoco ningún regalo. En la región, Chile, Perú y Uruguay pueden conseguir financiamiento en dólares a un costo igual o menor y a plazos más largos.
La aprobación del directorio demoró un mes más de lo previsto en el calendario de auditorías y desembolsos del stand-by. Tres razones podrían explicar la tardanza: Lagarde necesitó ese tiempo para doblegar la resistencia de algunos miembros del directorio que no querían liberar el giro sin antes exigirle más ajustes al gobierno, los funcionarios del equipo económico argentino gastaron semanas negociando infructuosamente con los técnicos del FMI que les dejaran vender reservas para contener corridas cambiarias, o los auditores del organismo, que habían redactado un optimista “informe del staff” basándose en las cifras a diciembre de 2018, tuvieron que corregirlo para reflejar el empeoramiento de todos los indicadores relevantes durante el verano. Las pistas entre líneas que podría desentrañar un repaso minucioso de la versión final de ese informe, difundido por la oficina de prensa del Fondo sobre el cierre de esta edición del Cohete, quizás demuestren que se debió a una combinación de los tres factores.
Mientras tanto, una lectura rápida de sus 85 páginas, y la comparación con el informe anterior difundido en diciembre, exponen el divorcio entre las proyecciones del FMI y la realidad que porfía en defraudarlas, el aumento de las tensiones con el gobierno, cuya prioridad es la contienda electoral, y el desinterés de ambos por el impacto de sus políticas sobre el bienestar de la mayoría de los argentinos.
El FMI reconoce en el informe que la inflación de este año ya no será 20%, como pronosticó hace tres meses, pero canjea ridiculez por fantasía al vaticinar ahora que será 30%. Teniendo en cuenta los datos ya conocidos de enero y febrero (6,8%) y el consenso de las consultoras sobre el índice de marzo (bien arriba de 3%), la inflación acumulada en los primeros tres meses del año superará el 10%. Por lo tanto, para que se cumpla el augurio del FMI, el promedio de la inflación mensual entre hoy y fin de año no deberá exceder el 2%. Ni siquiera los habitualmente entusiastas analistas que contestan el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central se atrevieron a tanto. En el último REM, que también se publicó la semana pasada, proyectan una inflación de 36% para todo el año, de 3,3% en abril, y de 2% o más por mes hasta septiembre inclusive. Y tampoco parece creérselo del todo el autor del informe del FMI porque en la misma página donde aventura una inflación anual de 30%, que es lo mismo que decir de menos de 20% en los nueve meses que faltan hasta que el año termine, explica que “la inflación está subiendo y es probable que se mantenga en niveles altos durante todo el año”.
El FMI también lamenta que “la recaudación impositiva de los últimos meses ha sido decepcionante… tornando demasiado optimistas las proyecciones de recaudación previas” y el costo de los subsidios a la energía no ha bajado porque la devaluación neutralizó el efecto del aumento de las tarifas, pero lo tranquiliza que estos contratiempos puedan compensarse con una nueva ronda de incrementos tarifarios y mitigarse gracias a que la inflación erosionará los sueldos del sector público y las jubilaciones.
No obstante, el FMI le advierte al gobierno que necesita identificar medidas contingentes adicionales para que no peligre su compromiso de alcanzar el déficit fiscal primario cero este año, y se toma el trabajo de sugerirle algunas: aumentar el IVA diferencial que beneficia a ciertos productos de la canasta básica, reducir más rápido los subsidios de los servicios públicos y combatir la evasión fiscal. Para esto último propone incorporar al acuerdo una condicionalidad específica por la cual el gobierno se comprometería a implementar en diciembre un plan para auditar al 20% de los monotributistas. El informe consigna la reacción previsible del gobierno a esos consejos: “Las autoridades consideran que impulsar medidas tributarias que requieren cambios legislativos no es realista en un año electoral”.
El FMI confirma que el gobierno sólo podrá vender los dólares que le preste en subastas de U$S 60 millones por día organizadas por el Banco Central a partir del 15 de abril, y explica que se eligió esa cifra porque es “lo suficientemente baja como para minimizar su impacto sobre el tipo de cambio”. O dicho al revés: porque es una cifra insuficiente para contener la nueva escalada del dólar que empezó en marzo. Si 60 millones diarios no alcanzan para frenarlo mientras su cotización permanezca dentro de la banda cambiaria, menos alcanzará el tope alternativo de U$S 150 millones diarios que regirá si perfora el techo de la banda (hoy en $51). El gobierno y el mercado tendrán que convencerse de una buena vez, si la demanda de dólares para ahorro y fuga porfía en disparar su precio a la estratósfera, no será el FMI quien se lo impida.
El FMI repite su mantra de que “la deuda pública es sustentable, pero no con un alto grado de probabilidad”, a pesar de que subió hasta representar el 86% del producto bruto en diciembre de 2018, las necesidades de financiamiento en 2019 exceden el 15% del producto, un nivel que el propio FMI considera “de alto riego”, y la proyección de su evolución futura empeoró respecto del informe anterior. Por supuesto, la alternativa sería letal para el gobierno. Si el FMI concediera que la deuda se ha vuelto insustentable, no podría desembolsar más fondos del stand-by hasta que el gobierno la reestructurara o negociara una postergación de sus vencimientos.
El FMI remarca que el gobierno de Macri ha cumplido todas las condiciones que le exigía el acuerdo stand-by corregido en septiembre. Siendo así, su informe debería explicar mejor por qué los resultados son los que están a la vista: inflación de 51%, desocupación de 9,1%, pérdida del poder de compra del salario de 11%, el dólar a $45. O por lo menos admitir que merece revisarse la convicción de Macri de que hay que seguir haciendo exactamente lo mismo, pero más rápido. En cambio, el informe del FMI identifica a las elecciones presidenciales de octubre como la principal amenaza de corto plazo para la recuperación económica y no nos deja más remedio que poner a prueba esa tesis votando por alguien que haga lo contrario.

ÁRBOL DE DECISIONES Hábleme de fracaso POR RICARDO ARONSKIND

“No creo que estemos en un fracaso económico. La Argentina es un fracaso económico”, dijo esta semana Marcos Peña, Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación. Peña es un político que ha demostrado habilidades importantes, pero que debió proferir ese exabrupto seguramente en un estado de severa presión emocional, dados los resultados observables y generalizados de la gestión gubernamental. Es una tradición en el discurso macrista echar las culpas a otros, y a pesar del nerviosismo del Jefe de Gabinete, los reflejos políticos característicos no se pierden.
En este caso le tocó a la Argentina, en su totalidad, ser la responsable de su propio fracaso económico. Como un cohete que va quemando etapas, ya se usó la “pesada herencia”, argumento que duró un tiempo considerable. Pero el año pasado hubo que usar el siguiente tramo de excusas: “70 años de peronismo”. Rápidamente perimido por obra del desastre creciente, ahora le toca a la historia Argentina completa. ¿O será que todo empezó con la Ley Sáenz Peña?
Lo cierto es que Peña tiene motivos para estar alterado. La proliferación de datos negativos es abrumadora, tanto en producción, como en consumo e inversión. Salvo las empresas fabricantes de silobolsas, que han incrementado este año su producción en un 20% y esperan un incremento aún superior dada la floreciente demanda del producto, son pocos los sectores que pueden mostrar mejoras. La venta de maquinaria agrícola anotó en 2018 una caída del 35%, mientras el consumo de carne interno bajó, después de décadas –incluso no ocurrió en los fatídicos 2001/2002— a 49 kilos per cápita. Los espantosos números de venta de propiedades y automotores, conjuntamente con el cierre de pequeñas empresas, confirman el impacto de la situación en sectores medios, que se sorprenden por la profundidad de la contracción económica. El gobierno atina, muy débilmente, a echar mano de algún instrumento de la época de la pesada herencia, para remontar la venta de electrodomésticos. Como se puede adivinar rápidamente, es una medida insignificante en relación a la dinámica descendente de la actividad económica.

Por suerte llega la plata del Fondo

El gobierno cuenta los días para la llegada de fondos en dólares cuyo principal objetivo, a esta altura de las cosas, es fundamentalmente reforzar la capacidad gubernamental para serenar a los diferentes actores del mercado cambiario y bancario para ahorrarle a Cambiemos otro salto en el valor del dólar, que sería demoledor para las perspectivas electorales oficiales y radicalizador de las emociones sociales.
Los 10.870 millones de dólares del FMI que llegarán en los próximos días permitirán dar más credibilidad a la postura oficial de que “está todo bajo control” por un tiempo indeterminado. Perdido completamente el rumbo, es el FMI el que hoy fija los lineamientos de las políticas económicas futuras: el año próximo, si surge otro gobierno neoliberal, las metas serán la reforma previsional y la reforma laboral. Es interesante observar cómo se vuelve a insistir en un tipo de reforma previsional –con características parecidas a la que fracasó en nuestro país y está fracasando en Chile—, cuya único resultado claro es transferirle una masa de rentas garantizadas a los bancos y a otros actores financieros. Lo mismo ocurre con la reforma laboral. La excusa es crear una dinámica favorable al incremento del empleo, pero se sabe que lo único que promueve que las empresas tomen más personal es que quieran expandirse y producir más, estimuladas por un clima expansivo de sus mercados.
Facilitar despidos y promover contratos basura tiene como única función disciplinar la fuerza laboral y favorecer un cambio en las relaciones de fuerza a favor de las patronales. En síntesis: el programa de “reformas estructurales” que el FMI le indica como meta pos-electoral al macrismo no sólo no constituye ninguna novedad –ya lo vimos en los ’90—, sino que consiste simplemente en aumentar la rentabilidad de financistas y grandes empresas, sin ningún impacto mensurable en materia de crecimiento y empleo.

¿Metafísica de la argentinidad o intereses en juego?

El increíblemente incierto horizonte del país en los próximos meses no puede ser atribuido a esencias argentinas inmutables, sino al escenario que ha construido este gobierno durante 3 años y medio de pésima gestión.
El endeudamiento acelerado e irresponsable de los dos primeros años provocó la crisis cambiaria del año pasado, y la cuasi caída en default, que fue evitada merced a un mega-endeudamiento con el FMI. Pero el acuerdo con el FMI está generando durísimas condiciones para la actividad productiva –la única que realmente podría sacarnos a flote—, al tiempo que crea condiciones paradisíacas para los fondos especulativos externos y los bancos locales.
Este escenario, de extrema volatilidad, está completamente expuesto a los movimientos que la oferta y demanda de dólares registren en los próximos meses. Y en el peculiar caso argentino, ambas magnitudes, oferta y demanda de dólares, están estrechamente vinculadas. Cuanto más oferta de dólares (porque hay abundante producción exportable, los productores la venden y los exportadores traen las divisas), menor demanda (ya que desde los grandes especuladores hasta los ahorristas de todos los tamaños no se observa riesgo de un cimbronazo cambiario, y por lo tanto, se dirigen hacia colocaciones en otros activos financieros). Y viceversa: cuanta menor oferta de dólares se observa, más crece la demanda.
Este punto es muy importante, y todos los actores conocen el juego. Por eso es de vital importancia para la suerte del gobierno, en un estadío cambiario tan delicado, ver qué ocurrirá con la oferta de dólares. Sus posibilidades en ese sentido ya fueron usadas: cerrado el crédito privado internacional, apeló a todos los fondos que el FMI estaba dispuesto a suministrar, y ya los está poniendo en las reservas. Pero no alcanzan para crear un clima de estabilidad cambiaria.
Falta el aporte privado a la oferta de dólares, y allí vale la pena comprender las lógicas de los actores que incidirán en ese juego.

La política de los negocios

Empecemos por los productores agropecuarios. Los representantes del sector se han mostrado como aliados estrechos del gobierno, pero recientemente han manifestado un fuerte malestar con la reimposición de las retenciones –el gobierno pudo hacerlo porque los ruralistas respetan al FMI mucho más que a un gobierno nacional— pero también con el altísimo costo del crédito y de los insumos, muchos de los cuales están dolarizados.
En la reciente muestra de Expoagro se pudieron conocer datos del sector agropecuario y opiniones de productores en relación a cómo manejarán en los próximos meses su negocio.
Una de las estimaciones es que la cosecha de este año será muy buena, arribando a los 140 millones de toneladas. Sin embargo, se calcula que el sector agrario utilizará cerca de 300.000 silo bolsas, lo que lo dotará con capacidad para guardar una 80 millones de toneladas. O sea, estaría en condiciones de almacenar el 57% de lo producido, para irlo vendiendo de acuerdo a lo que más convenga al sector o a los productores individuales. ¿Tendría esta demora en la venta de granos y oleaginosas un sentido político? No en primera instancia. Las razones microeconómicas por las cuales los productores se abstendrían de vender próximamente sus productos tienen que ver, por ejemplo, por la carencia de financiamiento bancario a tasas razonables –subproducto de la delirante política “antiinflacionaria” del Banco Central—, lo que los haría administrar sus tenencias de grano de la forma más lucrativa posible. En esa ecuación, la expectativa sobre el valor –ascendente— del dólar es fundamental. Por supuesto la incertidumbre generalizada los vuelve aún más prudentes a la hora de deshacerse de sus granos, ya que el único activo que les puede ayudar a resguardar el valor de lo producido es el dólar. La fuerte inflación provocada por la política oficial no favorece que los productores puedan pensar en el peso como moneda en la cual colocar transitoriamente parte de sus ganancias. Los granos en los silobolsas serán también el autofinanciamiento con que contarán para la próxima campaña, dada la sequía monetaria provocada por el gobierno. Además la retención de granos les permitirá a los productores evitar ser timados por los exportadores, que en anteriores ocasiones se embolsaron las gigantescas diferencias cambiarias provocadas por las devaluaciones. La incertidumbre del sector se proyecta hacia el futuro: la soja vendida a futuro a esta altura del año representa sólo el 33% de lo que se había vendido en fecha similar, en 2018.
El otro gran jugador en la oferta de dólares agrícolas son las empresas exportadoras. Es un grupo muy reducido que controla una masa muy grande de fondos provenientes de las ventas agrícolas externas. Para pensar el árbol de decisiones que enfrentan las empresas exportadoras, vale recordar la experiencia traumática por la cual atravesó el recientemente recordado Raúl Alfonsín.
Para explicar qué pasó con la corrida cambiaria de 1989, existen dos interpretaciones fuertes. Una lectura de raíz política señala que se debió a una suerte de entendimiento de poderosos actores económicos dispuestos tanto a deshacerse del gobierno de Raúl Alfonsín, como a lanzarle una fulminante advertencia al candidato peronista, Carlos Menem, sobre quiénes tenían la sartén por el mango en el país. Mostrarles a los políticos quiénes estaban en condiciones de estrangular y caotizar la economía, a menos que se respetaran sus demandas sectoriales.
Si eso fue así, se trató de una jugada magistral, porque nadie en el sistema político se atrevió a denunciar públicamente lo que estaba pasando. Si esos fueron los objetivos, la maniobra fue sumamente efectiva –porque vía salto cambiario se indujo la hiperinflación, la pauperización acelerada de buena parte de la población y los saqueos—, y los políticos terminaron cediendo completamente ante los exportadores. Además la maniobra desestabilizadora no se incorporó como tal a la memoria colectiva de l@s argentin@s, ni se volvió a señalar lo ocurrido como una amenaza a la democracia, que debía ser neutralizada.
La otra lectura proviene del campo de la economía convencional, donde no existe el factor “poder”. Esa visión parte de la base que en la economía actúan agentes económicos racionales, cuyo objetivo es maximizar sus ganancias en el corto plazo. Todas las acciones de los actores económicos responden a ese objetivo y no están influidas por cuestiones subjetivas, como las pasiones, la política o la lucha por el poder. Esto vale para todos los que operan en la economía, independientemente de su tamaño, e incluye, lógicamente, a las empresas exportadoras.
Según esta visión, que también fue usada para explicar lo ocurrido en 1989, el exportador se enfrenta a la siguiente disyuntiva: ¿vendo mis dólares hoy, con el tipo de cambio actual, o los vendo la semana próxima, en la que el tipo de cambio podría estar más alto? Se podría decir que la decisión es perfectamente racional, alineada con la idea de maximizar los beneficios, y que no tiene ninguna carga valorativa. Casi un autómata podría tener ese mismo árbol de decisiones.
El problema se complica extraordinariamente si introducimos un elemento de la realidad local: yo –junto con mis colegas del sector— tengo tanto peso en el mercado del dólar, que si no vendemos hoy, el dólar probablemente subirá, y por consiguiente la semana próxima lo podré vender a mayor precio. Y si estoy en condiciones de incidir decisivamente en el precio del dólar, o sea en el tamaño de mis propias ganancias, ¿por qué habría de abstenerme? ¿Habrá algún otro activo que me disuada de promover un salto del precio del activo que yo poseo, el dólar?
Como se puede observar, dado el entorno de fragilidad creado por el gobierno, que agotó la cantidad de dólares que puede introducir en el juego, la situación queda librada al comportamiento de actores privados que manejan lógicas de negocios que no coinciden con las necesidades políticas del gobierno.

Paradojas del mundo macrista

No hace falta ser un sociólogo del mundo agrario para saber que buena parte de quienes juegan de un lado y del otro en el mercado de cambios han votado al macrismo y depositado sus esperanzas en la transformación política y cultural que prometía. Los más grandes compradores de dólares, los que tienen mayor capacidad de ofertar la divisa, o de no venderla, son abrumadoramente partidarios de este gobierno. Este es su gobierno, pero ¡ojo!, también ésta es su plata. En síntesis: todos los actores del drama del dólar pertenecen al mundo macrista.
¿Qué harán? ¿Actuar como agentes económicos maximizadores de beneficios, y por lo tanto aprovecharán la gimnasia acopiadora aprendida, o la gran concentración de capacidad exportadora en pocas empresas, para retraer la oferta de dólares hasta que alcance un valor “satisfactorio” para el sector?  ¿O acompañarán políticamente la “gesta” de cambio del macrismo, abteniéndose de usar la oportunidad –servida en bandeja— de promover un salto cambiario en nombre de la gobernabilidad y continuidad de la derecha de negocios en Argentina.
¿Macrismo básico versus macrismo reflexivo? En todo caso, conflictos en el interior de un sector social plenamente protagonista de este nuevo fracaso económico, que muestra nuevamente su falta de una concepción económica viable y aceptable para el conjunto de la sociedad argentina.
¿Cómo se resolverá el dilema al borde del abismo? Las próximas semanas lo irán aclarando. Pero al menos ya sabemos cuál será el consenso discursivo: “digamos que fue el populismo”.